Foto/Simon Soong
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Gran Gala anual del Ballet Clásico Cubano de Miami:
un digno y emotivo homenaje a Pedro Pablo Peña, su fundador
por Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 14 de junio de 2018
El sábado 9 de junio de 2018, la Gran Gala anual del Ballet Clásico Cubano de Miami –celebrada en el escenario del Miami Dade County Auditorium– comenzó con la presentación, a cargo de Cristina Castellanos y de Eriberto Jiménez, del merecido homenaje póstumo al Maestro Pedro Pablo Peña, fundador y director del Ballet Clásico Cubano de Miami, y del Festival Internacional de Ballet de Miami, fallecido recientemente.
El Maestro Eriberto Jiménez, en su carácter de nuevo director artístico de la compañía, enfatizó en sus palabras de apertura su compromiso con el legado del Maestro Peña, para que el arte del ballet siga in crescendo en Miami, como siempre fue el deseo y la misión de vida de su mentor.
La función abrió con la pieza Lecuona Suite, coreografiada por el propio Eriberto, en la que Adriana Méndez-Tosin, Jessie Marrero y Jennifer Villalón encarnaron, con técnica irreprochable y juvenil desenfado, a tres inocentes doncellas ilusionadas con la posibilidad del primer amor, donde la inocencia, la pasión y el desengaño pueden ir de la mano.
Fotos/Simon Soong
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A continuación, Gretel Batista y Francois Lorente, como pareja central del pas de six del ballet Esmeralda, música de Cesare Pugni y coreografía de Marius Petipa, ratificaron en este feliz montaje, fruto de la colaboración entre el Saint Lucie Ballet y el Ballet Clásico Cubano de Miami, su clase de dotados bailarines.
Fotos/Simon Soong
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Habaneras, el elegante y a la vez voluptuoso pas de cinq femenino coreografiado también por Eriberto Jiménez –a partir de una inspiración del Maestro Peña–, con la hermosísima música de Ignacio Cervantes para piano como banda sonora, fue el muy acertado soporte para que Adriana Méndez-Tosin, Jessie Marrero, Jennifer Villalón, Kris Bean y Courtney Stohton recrearan con su estilizado baile el encanto de esa Habana de antaño, que tuvo en Amelia Peláez a su más fiel pintora, por lo que una de sus emblemáticas creaciones, proyectada como colorido fondo, resultó más que acertada.
Foto/FB de Jennifer Villalón
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Si bien todas se lucieron en sus interpretaciones, no puedo dejar de destacar la gracia y la entrega de Jennifer Villalón, a quien hay que seguir muy de cerca, porque le auguro triunfos mayores –¿qué tal en una Fille o una Coppélia?
Le correspondió entonces a Jesús Castanar ser el macho castigador –¿el chulo? – de una de estas apasionadas habaneras, y ello me evocó tanto al mítico Yarini como a Amalia Batista, esos personajes emblemáticos del folclor cubano; de ahí lo logrado de este ballet, tanto por lo que evoca como por las reminiscencias que provoca, reforzadas por los sugerentes trajes diseñados por Roger Salas.
Tras un adecuado intermedio, las cortinas se descorrieron nuevamente para ofrecer el plato fuerte de la emotiva velada dancística: Las bodas de Aurora, que es como se acostumbra a decir cuando se presenta solo el tercer acto del ballet La bella durmiente del bosque, sobre un cuento de Charles Perrault, que fue el primer gran éxito de una partitura de ballet de Chaikovski, y una de las mayores producciones coreográficas acometidas por Marius Petipa hasta ese entonces.
(En realidad lo que se presentó en esta ocasión fue una especie de suite, para mejor entendimiento de los espectadores que no conocieran la historia)
Fotos/Simon Soong
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La malvada hada Carabosse, despechada por no haber sido invitada al bautizo de la princesa Aurora, la maldice a morir a los quince años al pincharse con el huso de una rueca de hilar, pero el Hada de las Lilas, protectora de Aurora, logra atenuar la maldición y la convierte en un largo sueño, junto a toda su corte, hasta que un apuesto príncipe, llamado Desiré, la despierta con un beso de amor. El ballet concluye con una gran boda, donde participan varios personajes de los cuentos infantiles, como la Caperucita Roja, el Gato con Botas y el Pájaro Azul.
En esta puesta, dicho desfile resultó muy grato, y lo más relevante técnicamente fue el Pájaro Azul, interpretado por Francois Lorente, quien ratificó sus excelentes dotes como bailarín, sobre todo con su ágil trabajo de pies.
En el pas de deux con el cual culmina la obra, bailado por la pareja protagonista, las tres riesgosas y difíciles “agarradas” de Yolanda /Aurora por parte de Sterling/Príncipe Desiré resultaron impecables.
La primera bailarina Yolanda Correa bordó su variación con brillantez, sobre todo en los giros y saltos, que realizó con gran limpieza, mostrando un elegante trabajo de manos, mientras que el también primer bailarín Sterling Baca fue un partenaire de lujo, solícito y preciso, que también en su variación derrochó elegancia y pulcritud.
El acto culminó con la apoteosis de todos los personajes en escena, y la alegría de haber podido ver brillar a Yolanda Correa, en un escenario miamense, como la gran bailarina que es, digna heredera de la gloriosa estirpe de Alicia Alonso, las Cuatro Joyas, las Tres Gracias, y en general del fabuloso legado del Ballet Nacional de Cuba.
¡Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por brindarle al ballet tanta variedad y riqueza, para mayor disfrute del público de estas inefables comarcas miamenses!
Fotos/Baltasar Santiago Martín
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