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Sunday, March 25, 2018

El largo camino a Itaca de los saurios (por Aleisa Ribalta)

Escribí este poema, a raíz de la impactante noticia de los cocodrilos repatriados (Carpentier habría dicho que de impactante la noticia nada tiene). Ver: http://www.martinoticias.com/content/cuba-suecia-cocodrilos-shatalov-castro/91325.html


El largo camino a Itaca de los saurios

                          
Como salidos de un poema de Guillén
— pongamos que el gran Zoo, el inédito —
salimos del islote, Eva y Adán, reptantes.
Nos regalaron a Shatalov, un cosmonauta,
— veáse que Guillén sigue vigente —
en tiempos de guerra fría como nunca.
… debió ser para romper el hielo.
Tovarishch, pero ¿a quién se le ocurre,
semejante y tamaño intercambio?
¡Vaya política natural de estado!
Caribeños, saurios de buena voluntad,
vivir con esa señora, rusky a más no poder.
Después de sendos y suculentos
almuerzos en el bello zoo de Moscú
volvían las pesadillas con cara de babuska,
sus baratijas copiadas del Hermitage,
los cholocates para el té, el samovar
de la camarada, la bañera de su casa
sus gritos de ”¡qué asco de bichos!”

Un día, como los rusos, no tenían espacio,
(y no del sideral, pregúntele a Tamayo)
nos deportaron a tierras de Skania.
Neutrales, ¡el chicharrón no es carne
y el frío es lo mejor para procrear!
¡Diez caimanes al Caimán hoy de vuelta.
Cuarenta años de exilio! ¡Una hazaña polar!
Para humillarnos, pruebas de ADN
dudan de que seamos los autóctonos.
Mire usted, menos comer caliente
sabemos hacer de todo con la cola.
Bonito, sabroso, sí,¡pongan a Pérez Prado!
 
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Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Reside en Suecia desde 1998. Es ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de asignaturas no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones. Escribe desde muy joven, mayormente poesía. Alega que los lenguajes de programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos incomprensibles está también la literatura como forma vital de expresión. Recientemente publicó Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018), su primer poemario.

Sunday, March 18, 2018

El extraño caso de la jirafa de 26 (por Aleisa Ribalta)



El extraño caso de la jirafa de 26 
(que es también una de esas damas solitarias de África)


por Aleisa Ribalta



A papá, por ser mi luz.
 A la generación de la que nunca podré avergonzarme,
 por pertenecerle irremediable y furiosamente.



A la jirafa le dieron un cuello alto, como la libertad. También unas piernas largas, ligeras y sensuales, como para nunca pasar inadvertida, aunque así lo quisiera. Le dieron la delgadez, la calma, la solitaria pertenencia a una especie. Se pasea elegante la jirafa con esa unicidad que da el señorío de saberse irrepetible. Es verdad que tiene un pariente lejano que es el okapi, al que solo se le parece en el trasero, en el que también se le parece la cebra. De frente la jirafa es inigualablemente hermosa. Como lo es de perfil, o bien mirada desde arriba, o desde abajo, como se le mire. Tampoco podría evitar el ser profundamente deseada, muy a su pesar. La jirafa no lo quiso nunca, no se lo propuso, pero terminó siendo la gran topmodel del reino.

Desde lo alto y lo plano, allí en su hábitat (la sabana), es que podía soñar al infinito. Miraba allí la jirafa su horizonte de sueños tropicales sin ser perturbada. A la jirafa, a esta jirafa de la que hoy escribo, la transportaron otros sueños, mucho más huérfanos de todo, a un lugar increíblemente concurrido de la Habana. Digamos que más bien la trasplantaron por encajarla en los sueños de otro animal tropical: el cubano. Pero... ¿Por qué desear tanto una jirafa?

Cuando papá protestaba porque el Fiat 125 no arrancaba y mamá decía:”contra, que hoy es domingo y hay que salir”, yo solo pensaba en la jirafa. Con tan buena suerte y muy a pesar de todo, esos domingos en que la rueda se ponchaba y el viejo no sabía cambiarla “ni a mata´o” (aunque al final lo lograba), llegábamos a 26. Antes habíamos recorrido sesenta kilómetros por el litoral, mientras yo miraba sin mirar por la ventanilla, pensando en la jirafa.

El zoológico de 26 es triste y solitario, como lo son también el parque Almendares y el Bosque de la Habana. Te recibe con esos ciervos de Rita Longa y te embriaga todo el desamparo allí dentro. Los animales están igual de tristes. Es como una inyección intravenosa de todo menos de libertad. Sin embargo, funciona porque es la nostalgia como un león que te atrapa. Además, ya se sabe que el único objetivo de cualquiera que entrara allí, era encontrar a esa jirafa. Así era por lo menos en aquellos años en que yo lo visitaba. Pero allí no había ninguna jirafa. Nunca la hubo, por lo menos no la hubo antes de que yo dejara de insistir. Tanto ir y volver desalentada, me quitó al fin las ganas.

Cuando volvíamos por el mismo litoral, yo pensaba de nuevo en la jirafa, mientras papá decía: “¡Se los dije que esto se jodió, tienen que empujar ahora!”. Entonces salíamos las tres a echar carreritas empujando el Fiat, mientras papá gritaba riendo: “¡Arriba que están ganando!”. ¿Ganando qué? -pensaba yo-, ¡si ni siquiera vimos la jirafa!

Recuerdo cuando vi el documental que me quitó la ilusión. Fue como cuando te cuentan que Santa Claus no trae los juguetes, pero eso ya los niños de mi país y de mi generación lo sabían muy bien. No era que no la hubiera visto porque no la encontré, es que no había. Estaba como una obsesión en la mente de todos. La gente aseguraba haberla visto, describían exactamente su ubicación, se peleaban entre ellos por afirmar lo inafirmable. El investigador explicó que era una fantasía cubana y nada más. Que no existía la jirafa, y punto. Y así tuve que vivir sin ella. Al final la jirafas son como ese oscuro objeto del deseo de Buñuel, el imposible del ideal grecolatino, la mismísima libertad nunca alcanzada.

¿Saben qué? ¡Con los cubanos no hay eso! La jirafa dicen que al final sí llegó, yo no me lo creo. Alguien con algo de astucia pensó: “Si no hay jirafa, no hay libertad, hay que traer una”. Y la trajeron, parece...Yo, como no estaba, pues no me trago eso. Dicen que se llamaba Yosvany. Vaya nombre pa´ jirafa! La trajeron para que ya nadie pudiera decir que no había. Pregunto: ¿Pero que no había qué? No contentos con eso de desmitificar la ilusión, trajeron unas cuantas más para pastar por las praderas de otro zoo más moderno en las afueras de la cuidad. ¿Jirafas no? ¡Pues habrá muchas jirafas!

Ahora esta jirafa, tan animal mitológico, tan traída por los cuernos y forzada a vivir donde no puede, ha desaparecido. ¡Se robaron la jirafa! Algunos aseguran que la jirafa ya es bistec con cebollitas y papitas fritas. Pero esta vez no me voy a dejar quitar la ilusión. ¡Esta vez sí que no! La jirafa se fue sola y nadie la va a encontrar. La jirafa tiene su cuello tan largo como los sueños, y allí dentro, la sangre desafía algo tan poderoso como la fuerza de gravedad para subir al cerebro. La jirafa no tiene tampoco problemas vasculares, so pena de estar montada en tacones con unas piernas tan lánguidas y majestuosas y estar siempre de pie. Dicen que su piel es dura y resistente. Así la protege de derrames como el traje de un piloto, la escafandra de un buzo, la coraza de un guerrero medieval. A la jirafa, para que lo sepan, ni el león. Su cuello es su única y letal arma, igual de eficaz para matar y para amar (Ojo: el acto sexual de las jirafas, como el nuestro, contiene eso que se parece al petting y se llama necking). A cuello limpio, sí, ¡así ama la jirafa! Y claro, si no me lo creen investiguen, la jirafa es un animal que se aleja de la manada para morir en soledad. Si la jirafa hubiera existido, fuera del recuerdo, de la ilusión del cubano, hoy no habría noticia. Pero la única verdad es esta: no tenemos jirafa, nunca la hemos tenido y no podremos tenerla. Y lo que es peor: no podemos seguir soñando con que la tendremos. "Déjense de soñar", dice la jirafa, desde allí donde nunca sabremos que está.




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Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Reside en Suecia desde 1998. Es ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de asignaturas no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones. Escribe desde muy joven, mayormente poesía. Alega que los lenguajes de programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos incomprensibles está también la literatura como forma vital de expresión. Ha publicado los poemario  Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018), y Tablero, (Editorial Verbo(des)nudo, 2019).

Tuesday, March 6, 2018

Poesía de Aleisa Ribalta

Nota del blog: Agradezco a Aleisa Ribalta, que comparta estos poemas incluidos en Talud (Ekelecuá Ediciones, 2018), su primer poemario publicado.

Talud será presentado el próximo viernes 9 de marzo en la librería Pèrgam (Passatge Sant Benet, 7, 08003 Barcelona), a las 7 00 p.m.

El evento literario será presentación doble, el poemario de Aleisa Ribalta y lectura de  textos de la poeta y divulgadora cultural Montse Ordóñez, que forman parte de su libro inédito La orilla de los nadie.

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Palabras a los lectores

Talud es un salto al vacío, una muerte súbita en la poesía, ese paseo por el borde de un acantilado que provoca náuseas y revelaciones. Aquí la página en blanco hace las veces de espejo, álbum de familia, prueba de ADN, genealogía intersticial sedimentada como un fósil furioso. La herencia fluye inquieta por las venas, esa suerte de ríos subterráneos, como el magnífico “pez del hilo dorado/ invención casi mía de la lejana provincia de/ Sichuan”. Y la trashumancia, exvoto y holocausto, es entendida como regreso. Cuba reverbera y Suecia brilla por su ausencia. No es un libro del tránsito sino del descenso a los ínferos, al origen del cordón umbilical y el grillete ancilar. Resuenan muchas voces, mientras la poeta busca un registro propio que sospecho ya ha conseguido en algunos de los poemas más singulares de este libro. Poemas donde Aleisa Ribalta se conjura “sentada sobre piedras blancas que no lo son”, nombres que regresan al flujo de energía universal, como bautizo, lápida y tributo. Como toda caída libre, la suya es un despegue. (por Joaquín Badajoz. Hell’s Kitchen, Manhattan, mayo de 2017)


Arigato

                                   A José Adrián Vitier, nieto de poetas.

A cree que lo sabe todo.
Y he ahí el encanto de A.
A, que también podría
llamarse X, vuelve de su TAO,
surco y espiral, karma:
nos reencontramos.

A, que está roto por dentro,
al vuelo, se compone.
Llega con una jaula
hecha de güines,
pone a cantar un tomeguín.
Vamos pa'l monte
(me dice con lascivia)

A tiene una cámara
desde donde empuña
catalejo, merjet.
Hueco para mirar
el mundo juntos.
Tiene dentro la luna.

Acullá fieros rondan:
los duendes,
los demonios,
lo obscuro...
como a todos.

Ni héroe
ni antihéroe.
Ni víctima
ni verdugo.
Un buen tipo
¡además!

Rama
hoja
corteza
(necesaria).

Un musgo
fino
cubriendo
el árbol
que intacto
observa
su ilusión
de loto
sentado
en su bondad.

Pero me alcanza...
Dispara
fulmina
(revelando)
en el mismísimo
centro
de mi
soledad.


Annona squamosa
 
                                     A mi abuelo José de la Caridad Guzmán y Llanes

Cuando el abuelo sembró
jaspeada y larga
la semilla
no sabía que plantaba
el Yggdrasil
Era el árbol más nuestro
allí nacimos todos
de él nos colgábamos
para parecer
monos en las fotos

La vida gustaba
de tarde en tarde
de colgarse
como nosotros
al anón del patio
Allí sucedía
en todo su esplendor
germinaba
nos la podíamos
comer feliz

El viejo juez sacaba
día tras día el taburete
lo recostaba al tronco
bajo la misma sombra

A los cinco años de plantado
ya daba buenos frutos
casi cincuenta
todos igual de dulces
porciones del paraíso

Compartía el abuelo
sus anones
cómo esconder
aquel olor dulzón
en el patio interior
de un suburbio
lleno de niños

Si entrábamos por el callejón
(allí frente a la casa
de Andrés el borracho)
era parada obligatoria
aquel árbol pequeño
que paría demasiado

Desde el portal sabía la abuela
que cosechábamos
los frutos con que el viejo
saboteaba sus almuerzos
Quítense el uniforme
que el anón mancha
dejen eso para el postre

Pero nosotros
embadurnados hasta la vida
no entrábamos a la casa
porque para qué comerse
la harina de la abuela
si el anón era la ambrosía
suerte de puño rugoso
llenaba panza
y nos ponía líricos

Una vez el abuelo me contó
lo del diamante
¿Qué? ¿Es una piedra?
Sí claro
hay que pulirlo
¿Y eso cómo se hace?
Mucho trabajo
decía el abuelo
pero vale la pena.



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Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Reside en Suecia desde 1998. Es ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de asignaturas no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones. Escribe desde muy joven mayormente poesía. Alega que los lenguajes de programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos incomprensibles está también la literatura como forma vital de expresión. Talud es su primer poemario. Aquí conmina sus miedos, convoca también a sus demonios y más que nada, rumia sus lecturas en un ejercicio de humildad. Este poemario propone, lúdico, un pacto entre el lector y esa voz desde el otro lado que le dice, no sin cierta lascivia: "¡Salta!"

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Sunday, March 4, 2018

(Barcelona) Aleisa Ribalta presenta su primer poemario

  Foto/Tania Trujillo
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Nota del blog: Se le agradece a Aleisa Ribalta, cubana que vive en Suecia, quien desde siempre escribe, que por fin se decidiera a publicar su primer poemario y anunciar que trabaja en su próximo libro.

Talud será presentado el próximo viernes 9 de marzo en Barcelona.

El evento literario será presentación doble, el poemario de Aleisa Ribalta y lectura de  textos de la poeta y divulgadora cultural Montse Ordóñez, que forman parte de su libro inédito La orilla de los nadie.


Comparto con los lectores, gracias a la amabilidad de Aleisa, esta entrevista que le fuera realizada por María José Castro Doménech, Editora de Contenidos Multimedia del Centre d’Innovació i Formació per a l’Ocupació (CIFO) de l’Hospitalet, Barcelona. Institución que está preparando una edición interactiva, con textos incluidos en el poemario Talud.

¿Qué es un talud y porqué se llama así tu libro?

Talud es una palabra con muchos significados, por eso me gusta, por eso la escogí. El barranco o cuneta a la orilla de la carretera es un talud. Los taludes se estudian en arquitectura y urbanismo, es necesario plantar especies específicas y cuidar que no haya derrumbes o corrimientos. Parece que un talud puede volverse peligroso. El poema que da nombre al libro propone un salto, advierte de un peligro, de lo cercana que es la barrera entre la vida y la muerte, y de la sensación de una vez saltando liberarnos. En mi caso he estado escribiendo poemas toda mi vida y con miedo a publicarlos. Por eso al vencer el miedo he decidido llamar a este primer salto Talud. Un talud es además un plano inclinado y otra vez un modelo arquitectónico de las civilizaciones mayas, aunque este estilo se llama talud-tablero porque alterna con ese otro que es plano (no es inclinado pero no por ello, sencillo). Mi próximo trabajo se llamará Tablero.

¿Cuál es el poema que más te gusta del libro?

El poema que más me gusta del libro es Sutil el hilo casi. El poema cuenta la historia de mis ancestros y también una especie de rito de iniciación de unos jóvenes en una provincia china, la búsqueda de un pez ciego con un hilo dorado. Casi nadie le ha visto, pero arriesgan la vida por encontrarlo. Es bonito eso, es como buscar la belleza, el amor, la verdad. Ninguna de esas cosas sabemos a ciencia cierta si existen pero nos lanzamos a buscarlas y nos perdemos o nos encontramos en esa búsqueda. El ritmo del poema y la sensación de estar dentro de la cueva oscura hace que yo misma me sorprenda cuando lo leo en voz alta, está escrito en un estado de semi consciencia. No sé bien ni cómo lo escribí, y no creo que vuelva escribir un poema como ése.

¿Crees en el poema como una narración de hechos o como una expresión de un mundo interior que intenta materializarse en versos?

Sí, creo que un poema tiene que narrar algo, si no es un poema vacío. Los humanos y nuestra relación con el lenguaje... Todo fue por esa necesidad de contarnos historias, nos reunimos frente al fuego, y así escribimos en las paredes los primeros poemas. Hay poemas del libro que hablan sobre eso. Claro que los hechos no tienen que tener un orden ni una lógica, puede ser un problema desentrañar la historia contada en un poema, pero siempre es un reto como lector, un reto estimulante. Entre los hechos contados se tejen otros, reales u oníricos, otras historias, sentimientos, un mundo que ya no es del poeta, ni de nadie, y es de todos, un mundo que se fusiona con el del que lee. Ahí está la magia.

Me propuse conscientemente la exploración de los límites de la poesía y la prosa. No creo en los géneros y en su rígida clasificación, me gusta la difuminación y el caos. Me gusta leer poesía, pero disfruto cuando la narración está bien escrita y matizada con elementos poéticos, esa es mi preferencia de lector. Por eso el lector que soy quiere escribir una poesía que narra, que cuenta historias, historias que como ya te he dicho parten de una experiencia personal pero que se parecen a las de otros, sí, a las de todos. Hay poemas del libro que hablan de una ciudad abandonada.

¿Cuántos no han dejado atrás su ciudad y la añoran, cuántos no podrán regresar a ella, y la verán desde los recuerdos porque físicamente no existe?. La Habana es una ciudad que ya no se parece a mis recuerdos y puede ser un lugar de Siria, depende de quien lea esos versos.
 
¿Qué piensas de la digitalización del libro? ¿Crees que podría ser un buen modo de llegar a los lectores?

Me entusiasma la idea, claro. Yo misma leo abundante material digital, antes era bastante reacia a leer de este modo, pero tiene tantas ventajas que he acabado convenciéndome. Creo que no escasean lectores como yo, que han ido aceptando la era digital y sus beneficios, tengo muchos amigos que leen así. Los jóvenes, solo leen de este modo, casi. Es siempre un camino más para llegar al lector,  lo que se pueda hacer por ello, por la promoción de la lectura es loable.

En el caso de las imágenes, ¿las ves de un modo más o menos fílmico cuando las escribes? En este caso ¿Podrías ver esto ya materializado en un proyecto interactivo multimedia? 

A veces, me parece que sí, que casi siempre, se me presentan en imágenes los poemas. No soy muy consciente de eso. Creo que el proyecto interactivo es posible y sería bonito verlo. Como soy a la vez una enamorada del cine  y de ese lenguaje narrativo contemporáneo, creo en esa fusión de los medios. Sí, sí me entusiasma. Estoy deseando verlo.





Talud

Ah, eso de caer, tirarse toda,
tanto miedo a tanta altura.
El vértigo por fin ya, conquista
de despeñarse entera.
Ana cayendo, Ana al vacío
desde la ventana sorda
de ese rascacielos tirándose
¿o tirada?
Ana cayendo... ¿otra vez?
¿quién empuja?
Ana queriendo sangre,
mucha sangre, más sangre
cada día, sangre de pollo,
sangre de mujer, sangre
de cualquier criatura.

Ana hormiguita incansable,
pintando cuerpos de grana,
mutilando para crear
sin saber que un día el suyo,
minúsculo y sin levitar,
yacería rojo y abierto
en el 300 de Mercer Street.

Ana que no murió
de dos y dos son cuatro
porque la tragedia de Ana
siempre fue la de crear
un universo totalmente suyo.
Algo desde donde poder
tirarse ya, despetroncarse,
tanto que decir tenía.
Ana gritando ahora van a saber
por fin, de lo que soy capaz.

Y yo, queriendo escribir
estos versos inválidos,
dándoles mi voz para que
al fin sepas, mientras
escucho la voz de Ana
cayendo al vacío,
reventada,
en su penúltimo grito,
ya susurro
que me dice: ¡dale, salta!.
 


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Aleisa Ribalta (La Habana, 1971). Reside en Suecia desde 1998. Es ingeniera de profesión y actualmente se desempeña como docente de asignaturas no directamente relacionadas a la literatura como: Diseño de Interfaces Gráficas, Diseño Web y Programación de Aplicaciones. Escribe desde muy joven mayormente poesía. Alega que los lenguajes de programación son también un modo de entender la comunicación y hasta de saborearla. Para la autora, en esos símbolos para algunos incomprensibles está también la literatura como forma vital de expresión. Talud es su primer poemario. Aquí conmina sus miedos, convoca también a sus demonios y más que nada, rumia sus lecturas en un ejercicio de humildad. Este poemario propone, lúdico, un pacto entre el lector y esa voz desde el otro lado que le dice, no sin cierta lascivia: "¡Salta!"

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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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