Thursday, January 28, 2021

28 de enero de 1899, en la casa de Martí


Se considera el primer homenaje público que se le rindió a José Martí en Cuba.

Representantes del exilio cubano de Key West, develaron la tarja que aparece en el frente de la Casa Natal del "Apóstol".

En los balcones se pueden apreciar en la foto a Carmen Zayas-Bazán, al "Ismaelillo, a Doña Leonor (la madre de Martí) y a una de las hermanas de este.

Entre los asistentes Fermín Valdés Domínguez, Juan Gualberto Gómez y Enrique Loynaz del Castillo. (JEM)


Leonor Pérez, Carmen Zayas Bazán, 
Martí hijo, y Leonor, hermana de José Martí. 

Imagen tomada dentro de la casa, el 28 de enero de 1899, 
cuando se le rindió el primer homenaje público a José Martí en Cuba. Foto/Bohemia

Martí (por Carlos A. Aldao)


El otro trabajador inteligente é infatigable era José Martí el Mariano Moreno de los cubanos, sacrificado pocos años después en aras de su ideal. El haber llevado por meses una vida de contacto casi diario con él, trabajando juntos, el haber penetrado íntimamente en todas las delicadezas de aquella naturaleza selecta y de aquella alma fuerte me mueven á escribir estas líneas como tributo á su memoria.

Era Martí de pequeña estatura y enjuto de carnes, su rostro ovalado con ese tinte casi cetrino característico de los que nacen en países tropicales, su frente bombeada y ancha respondía á un notable desarrollo del cráneo simétrico sin ser grande, cabello castaño, fino y un tanto ensortijado, bigote caído no muy abundante y mosca debajo de la boca de labios delgados guarnecida de dientes fuertes y separados. Lo más notable de su fisonomía eran los ojos, pardos, límpidos, grandes, notablemente apartados entre sí que alejaban toda idea de falsedad ó hipocrecía, con reflejos simultáneos de bondad y fortaleza.

Tengo como estereotipada su figura cuando lo encontraba en el Elevado ó en Broadway envuelto en un paletó de tejido de astrakán raído, con paso corto, rápido y nervioso, llevando siempre debajo del brazo un lío de diarios y manuscritos, mirando al suelo como preocupado y abstraído ¿En qué pensaba? En Cuba y en su independencia, animado por un patriotismo ascético.

Con entusiasmos de apóstol, sin desfallecimientos, en todas las horas y en todos los momentos acarició ese ideal durante diez largos años de ruda labor y constante anhelo. Jamás en medio de las dificultades y desencantos que encontraba en la paciente y ardua organización de su obra, se le oía una expresión de odio ó siquiera de mala voluntad contra nadie, ni contra España. Nunca proferían sus labios, ni en momentos de impaciencia, esas palabras enérgicas y poco cultas usadas en conversaciones de hombres. Era un convencido y un intelectual que después de madura reflexión, seguía su ruta sin cejar.

Encantaba oirlo exponer el papel que representaría en el futuro su Cuba libre, como llave del itsmo perforado y centinela avanzado para resistir el empuje absorbente de las razas del norte. Admiraba á los Estados Unidos, pero no los quería y solía narrar con cierto orgullo haber acompañado hasta la escalera de su modesta vivienda al emisario de Blaine que había entrado en ella á proponerle ventajas pecuniarias, en cambio de cuatro mil votos cubanos de que él podía disponer en Florida y que acaso decidieran en aquel Estado la elección presidencial.

Para juzgar la contextura moral del hombre baste citar estas palabras proferidas en la intimidad y sin petulancia: "Si yo concibiera que puedo perfeccionarme lo haría porque tengo voluntad"; Y la tenía sin duda alguna. Inteligencia eximia, corazón bien puesto, gustos delicados, aficiones artísticas, apreciador de todos los refinamientos del espíritu y del cuerpo, fué la voluntad férrea la que lo determinó á seguir un camino contrario á sus gustos y aficiones.

El joven que concurría al Bar de Hoffman House cuando era moda neoyorkina ir todas las tardes para depositar flores al pié de los cuadros de Bouguereau, se convirtió en maestro de escuela, daba dos clases por semana á negros cubanos que habitaban en Brooklyn. Redactaba en horas y agitado el periódico revolucionario Patria, vivía en los trenes avivando el fuego patriótico en Baltimore, en Filadelfia, en Tampa, en Key West, y donde quiera que latía un corazón cubano y al mismo tiempo mantenía una correspondencia constante y abrumadora para otra actividad menos fecunda que la suya.

Aparte de esta ímproba tarea, se daba tiempo para la producción literaria. Debe haber dejado alrededor de sesenta volúmenes inéditos que algún día alguien se ocupará de seleccionar y publicar. Martí escribía admirablemente, pintaba ó traducía con la pluma todos los colores y todas las emociones; su estilo nervioso y movible que á las veces parecía amanerado era espontáneo y fluía abundante y preñado de ideas. Como escribía, hablaba: era un mago que subyugaba al auditorio.

Recuerdo que un día, aniversario del nacimiento de Bolívar, me invitó á una velada en que él debía tomar la palabra en honor del libertador. Por la noche hallábase congregado en un salón de la Quinta Avenida un grupo numeroso de caballeros y familias oriundos de las repúblicas que bañan el Golfo de México y el mar Caribe. Todos los oradores con ese lenguaje ampuloso y vacío que es lujo de los trópicos, henchido de adjetivos, metáforas y exageraciones, describían á Bolívar como un dios y, en mi concepto, despojábanle de su mérito. Para un hombre de carne y hueso la empresa del vencedor de Boyacá y Carabobo era grande y meritoria, para un dios si igualmente grande era sin esfuerzo. Todo estribaba en variaciones sobre el conocido incidente de Bolívar con el príncipe que después fué Fernando VII á quien le volteó la gorra de un pelotazo, sobre el juramento del Aventino y el delirio del Chimborazo.

Llególe el turno á José Martí y subiendo á la tribuna hizo, con la palabra suelta, fácil, brillante que le era habitual, un estudio analítico de la revolución de la independencia sudamericana en que no se sabría qué admirar más, si la precisión, profundidad y lógica de sus ideas ó la música de su oratoria. Revelando conocimiento acabado de los elementos étnicos y sociales que habían contribuido á la formación de nuestras naciones, puso en claro la acción eminentemente personal y absoluta de Bolívar, proyectándola sobre la de nuestro taciturno Libertador y evocó las hazañas de la bravia democracia del sud ante la que Bolívar detuvo su caballo de guerra. La brillante peroración producía en la médula una sensación análoga á la que despierta la vista del acróbata lanzado al aire en un ejercicio peligroso y cuando todos los circunstantes orΩ tenebant ante el encanto de su palabra, Martí se detuvo, tomó aliento, irguióse aún más y con la mirada perdida y voz que era casi un grito que expresaba el dolor y la esperanza, concluyó así: «Señores, el que tenga patria que la honre y el que no que la conquiste.»

La conquista de esa patria fué el sueño de su vida; en las cárceles de Cuba donde vivió con presidiarios y bandidos, en sus confinamientos sucesivos de Madrid y Zaragoza, ó en la pobreza cuando el general Martínez Campos, á quien pintaba como grandemente simpático, hacíale proposiciones honorables y halagadoras para apartarlo de su causa.

Aquel poeta, aquella alma noble ha muerto por su patria. La víspera de zarpar de Nueva York fui á su modesta casa con objeto de despedirme. No lo encontré, pues andaba en una de sus continuas excursiones por Filadelfia, de donde, según me informaron, debía regresar al día siguiente. Déjele una carta en la cual le decía que si la recibía á tiempo fuera á verme al vapor que zarpaba de Hoboken, pues deseaba dar un fuerte abrazo de despedida al único hombre cuya suerte envidiaba por haberse consagrado á la consecución del más grande de los ideales humanos, hacer una patria; pero, que si no lo veía más, le agregaba, quizá contagiado por su entusiasmo triste, deseábale que muriera cuando Cuba fuera libre ó él creyera que estaba libertada.

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Texto tomado de Carlos A. Aldao, A Través del Mundo (Buenos Aires, Argentina 1907)

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(Se ha respetado el texto como fue escrito)

José Martí. Esbozo. (por Diego Vicente Tejera)


Al llegar esta vez a Nueva York, hace pocos días, experimenté la sensación de que me faltaba algo, y ese algo era la presencia de Martí. ¡Tanto me había acompañado otras veces y guiado a través de la imperial ciudad, que nunca después había podido yo evocaría imagen de ésta sin que al punto surgiese, como para iluminarla, el recuerdo del inquieto desterrado!  Su ausencia ahora renueva en mi corazón el dolor de esa su muerte no por gloriosa menos lamentable, y con mano torpe aventuróme a trazar alguno que otro rasgo de su fisonomía, porque creo que los que lo conocimos de cerca debemos apresurarnos a dar los elementos conque ha de componerse la imagen definitiva de ese hombre que será, o es ya la primera o una de las primeras figuras de la historia patria.

El simple aspecto de Martí producía impresión extraordinaria. Era delgado, nervioso, recio, de movilidad tan continua, que a primera vista se asemejaba a la inquietud morbosa; pero luego se veía que no era aquella sino la condición indispensable de la vida que se había dado, la sola manera de realizar el trabajo enorme que se había impuesto. Aquellos movimientos que se sucedían con vertiginosa rapidez, aquel pasar incesante de una cosa a otra, aquel ir y venir perpetuos y siempre de carrera, producían al fin de cada jornada, un resultado de asombrosa regularidad y gran provecho: los asuntos de su consulado, la dirección y redacción del periódico propio que casi nunca le faltaba, sus correspondencias para diarios y revistas de todos los países, su vasta correspondencia privada, las traducciones que las casas editoriales le pedían... todo quedaba escrupulosamente despachado. Y había además tenido tiempo para hacer visitas, para acompañar y guiar por la ciudad a amigos que de todas partes le llegaban y para servir a todo el mundo, pues Martí era para compatriotas y extraños, todo complacencia y abnegación. Sin contar con que todavía —parece increíble— había encontrado modo de leer lo  mas portante de toda la prensa americana y extranjera y de no dejar pasar libro nuevo sobre cualquier materia sin estudiarlo y anotarlo.

Y fuera por último —ya esto es pasmoso— de que jamás dejó de tener entre manos la composición de algún discurso, de una poesía, de tan concienzudo examen crítico de un drama... ¿Háse visto mayor  capacidad para el trabajo? Y cuando al cabo de tal tarea cotidiana se rodeaba por la noche, para descanso y distracción de familiares y amigos, maravillaba el ver coa que frescura y buen humor, con que viveza y abundancia, con que verdadera inspiración abría y sostenía durante largas horas una conversación que era en realidad incomparable. El que no oyó a Martí en la intimidad no se da cuenta de todo el poder de fascinación que cabe en la palabra humana: ningún cubano, ninguno, ha tenido la conversación de Martí. ¡Qué variedad, que gracia, que elevación, que fuego, que nitidez y que elegancia! ¿Había afectación en su manera de decir? Algunos lo creían; yo no: el atildamiento, el horror a la llaneza eran naturales en su temperamento soberanamente artístico, ¡Qué conversación! El oído percibía en aquel raudal inagotable modulaciones exquisitas; los ojos veían pasar, llenas de movimiento y luz, imágenes extraordinarias; el pensamiento quedaba absorto ante perspectivas extrañas que se le abrían y el corazón se ensanchaba al son franco de expresiones henchidas de nobleza y generosidad. ¡Cómo irradiaba y sonreía aquel rostro, de suyo pálido y severo! ¡Cómo relampagueaban aquellos ojillos, debajo de la enorme frente, de aquella frente serena y blanca, la más hermosa que haya dado albergue a una privilegiada inteligencia!

La inteligencia de Martí era genial. Martí, como Víctor Hugo, a quien se parecía por lo abierto del ángulo de la visión, sorprendía aspectos nuevos de las cosas, relaciones recónditas, sentidos! ocultos; penetraba, abarcaba, desentrañaba; miraba claramente armonizarse todo en el concepto que tenía del mundo y de la vida. Veía tanto, que al querer expresar lo que veía el idioma le faltaba, el espacio también, y tenía que apelar a concreciones supremas, que parecían naturalmente confusas al auditorio, ignorante del proceso que las había formado. Sí, esa oscuridad de expresión, que ha sido para muchos el solo y grave defecto de Martí, no provenía de insuficiencia de nociones ni de trabucación de espacias, sino por el contrario del  exceso mismo del número de ideas, de la amplitud exagerada de las concepciones. Escribiendo o hablando en la tribuna, la menor excitación nerviosa ponía en movimiento y encendía mundos tan vastos en el cerebro, que para exteriorizarlos la pluma y la lengua, no muy disciplinadas después de todo, tenían que ceñirse a simples apuntaciones luminosas, al parecer incoherentes. Pero tome el crítico  un discurso cualquiera de Martí, el más abstruso; busque las senda por donde el autor llegó a esos puntos brillantes que se nos antojan aislados, inconexos, y hallará que éstos son en realidad cumbres de montañas que se ligan allá abajo y componen un sistema apretado y grandioso.

¡Y qué destellos en medio del desorden! Las letras castellanas le deben a Martí frases fulgurantes, de vencedor atrevimiento!

Martí era genial. Su prodigiosa inteligencia tenía a su servicio una voluntad de hierro, tenaz, encarnizada, dominadora; voluntad que por la persuasión o por la fuerza se imponía y arrastraba. Preferentemente por la persuasión. No, yo no sabré dar idea del poder de seducción de aquella palabra sutil que parecía salir del corazón y al corazón se encaminaba, flexible, acariciadora, ingenua sin embargo, y siempre honrada que para el bien esclavizaba y atraía, que engrandecía al vencido levantándolo a la clara percepción de su deber. Al político americano sabía hablarle el lenguaje sobrio que el sajón aprecia; a nuestra raza la deslumhraba o conmovía; al negro... ¡Oh! qué lenguaje no sabría hablarle al negro cuando todos los negros lo adoraban?

Así ha hecho esta revolución que nos asombra. Laborando durante largos años, solo, solo, solo, avivando en el seno de una generación cansada y descreída la chispa reducida y vacilante llevado de la fé pasmosa que tenía en los suyos, sin más mandato que el de su conciencia, sin más estímulo que su amor a Cuba, y todo muy callado, muy callado, porque ese cubano tuvo hasta la grandeza de ser un buen conspirador. La súbita revelación de su trabajo causó en la adormecida colonia el espanto de un trueno que estallase en el espacio azul.

Desapareció en medio de la tempestad que desató, y su vida, en el momento de apagarse, resplandeció en su trágica unidad. Bala española tenía que matar al hombre que había entrado en la vida con un grillete español ceñido al pie. Y España pasará por la vergüenza de que el cubano que liberta a Cuba, aparezca en la Historia arrastrando como el esclavo antiguo una cadena material.



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"José Martí. Esbozo." en Patria, por Diego Vicente Tejera.

Wednesday, January 27, 2021

Foto de Leonor Pérez, embarazada de José Martí

Revista Bohemia. 


 

(Bohemia. Julio 1940) El Tío Sam y Liborio en la Acera del Louvre

 


De inundaciones y sequías en el Puerto Príncipe de antaño (por Carlos A. Peón-Casas)


Releyendo con atención a uno de nuestros primeros historiadores locales, el afamado Pio Betancourt, recogido a su vez en un verdadero incunable de la historiografía cubana(1), releemos detalles singulares, poco aireados, de nuestra memoria histórica, y que con gusto compartimos con el atento lector.

Se trata de dos hechos signados por las fuerzas de la Naturaleza: una severísima inundación de uno de nuestras corrientes pluviales: el rio Hatibonico, y una sequia de proporciones catastróficas para la que fuera la vida comarcana del legendario Puerto Príncipe en lo años de 1841 y 1843, respectivamente.

La primera, acaecía el 2 de Junio de 1841, y seria al decir del historiador:
la mas calamitosa de la que había memoria del rio Hatibonico, que causo en la ciudad graves prejuicios, principalmente en el bario de la Caridad que casi fue arrasado desde la mitad contigua al puente e su nombre, por la confluencia del arroyo Juan de Toro y repletud del río(2).
El hecho que parece repetirse en el tiempo, en la ciudad que habitamos, cada vez que la lluvia se hace presente con fuerza inusitada en la cabezada del río, fue sin dudas de una magnitud singular. Sigamos escuchando el relato del bien avisado historiador:
Las corrientes se llevaron infinidad de muebles y alhajas de multitud de pobres que vivían e las inmediaciones: pero no se puede lamentar la perdida de otra persona que la de D. Carlos de Varona, cuya filantropía y valor le estimularon a auxiliara algunas afligidas mujeres que se encontraban en riesgo en sus casas, rodeadas de agua por todas partes hasta una altura extraordinaria, y se ahogo en la misma calle(3).
El segundo suceso, esta vez de signo contrario: la escasez de lluvias en la otrora ciudad y regiones circundantes, un hecho tampoco fortuito en una u otra época, fue en palabras del cronista: “la más terrible seca de que hay memoria…pues ni aun hubo formal primavera”(4).

Un hecho de tal magnitud tendría consecuencias desastrosas para la economía de la región, afectando su normal desenvolvimiento, así nos lo sigue rememorando nuestro primer cronista:
La mortandad de animales ha sido extraordinaria, y lastimosa, pudiéndose calcular que ha muerto por lo menos, la tercera parte de los que había: se agotaron no solo las aguadas artificiales, todas las de la ciudad, sino también los manantiales, y los ríos de ella y de la jurisdicción se secaron o cortaron(5).
Sin dudas dos momentos de nefasto signo para la otrora comarca, donde las imprevisibles fuerzas desencadenadas de la naturaleza hicieron sentir sus perniciosos efectos sobre aquella comarca siempre antológica “de sombreros y pastores’’.


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  1. Los Tres Primeros Historiadores de la Isla de Cuba. Cowley y Pego (Edit) Habana, 1877. (Versión digitalizada)
  2. Ibid. Historia de Puerto Príncipe. Tomas Pio Betancourt. p.562
  3. Ibid.
  4. Ibid. p.562
  5. Ibid. p.563

Aurelia Castillo de González (por Francisco Calcagno)

Aurelia Castillo de González.
Camagüey, Enero 27, 1842-Agosto 7, 1920
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Hé aquí su carácter pintado por ella misma en la moraleja de su fábula El Jilguero y el Oásis:

Dulce esposa, haz de tu hogar
un oasis placentero,
y si marcha tu jilguero
pronto te vendrá a buscar.

Todo cuanto escribe Aurelia confirma el principio que el estilo es el hombre; porque en todo lo que escribe se retrata inconscientemente á si misma, derramando las efusiones purísimas de su alma.

Aurelia, por la índole de sus versos, es el Milanés del bello sexo: enseñar, moralizar son los nortes de su pluma; y su poesía, como sucedió en aquél, a menudo pierde en lirismo y galanura, cuanto gana en espíritu doctrinario. Se le asemeja hasta en la falta de pulidez del lenguage. Es que tanto el ilustre matancero como la inspirada camagiieyana comprendieron, ó tal vez se exageraron, el principio utilitario que es el alma de la época. Cierto que hoy la forma es secundaria, pero es siempre atendible: cierto que hoy ante todo, preguntamos cui bono, pero luego examinamos quo modo.

Esto no impide que los escritos de la jóven Aurelia prometan una autora distinguida.

Patriótica cuando canta A Cuba, llena de intencion y tino cuando anatematiza Los efectos de la moda, profunda, sin afectacion, cuando reflexiona Sobre la conciencia, el carácter de Aurelia imprimirá a cuanto escriba el sello de la sencillez, del sentimiento, de la filantropía.

¡Cubana, siempre cubana!

Por eso adoptó la fábula, por eso consagró su lira á esos poemitas morales que unen lo útil a lo agradable, y que tanto pueden enseñar deleitando.

Muchas desechamos; pero con las que restan es el primero de nuestros fabulistas. ¡Cuán sencilla é intencional en El Canario y la Jaula, cuanta verdad y novedad en El Ruiseñor y la Hormiga, cuanta exactitud y pulcritud de forma en El Labrador y la Zarza! Leed el apólogo La Araña y la Mosca, y lo creereis digno de La Fontaine.

La Ola y la Roca, más que fábula, parece uno de esos poemitas que inmortalizaron á Heine y á Becquer.

Aurelia tiene un defecto: consiste en la timidez, en la falta de confianza en sus fuerzas: pudiera atacar una obra de mayor fuste y se entretiene en futilidades. Su facilidad para los pequefios diálogos de sus fábulas nos inclina á creer que triunfaría en la dramática.

Empréndala: su patria no la premiará, porque no premia escritores.

Pero la admirará. ¡Premio grande para las almas grandes!

¿Quereis conocer su fisico? Es cubana tambien en sus formas: trigueña, cabos negros; en sus labios vaga siempre una sonrisa pura y afable: brillan en su frente los resplandores del genio.

¿Quereis conocer su vida privada? «Pudiera vivir en una casa de cristal.»



F. CALCAGNO.
Guirnalda Cubana. Bosquejos y Semblanzas Femeniles. Habana  1881. 




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(Se ha respetado el texto como fue escrito)


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Aurelia Castillo de González (por Julian del Casal)

Aurelia Castillo de González.
 Camagüey, Enero 27, 1842-Agosto 7, 1920
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Una Estatua de jaspe rosado coronada de nieve. Los ojos verdes, de un verde marino, lanzan miradas severas, atenuadas por cierta dulzura femenina y cierta melancolía secreta. Los labios, color de fresa, si se entreabren ligeramente para dar paso a una sonrisa, ciérranse al punto con fría rigidez. Hay en el conjunto de su figura la majestad de una patricia romana y la gracia de una duquesa del siglo dieciocho. Tal es, a vista de pájaro, en lo físico.

Cuanto a lo moral, lo más próximo a la perfección. Su espíritu, como el de toda camagüeyana, esencialmente varonil. La imagen de la patria, semejante a la de una Mater Dolorosa, con su manto de terciopelo negro, recamado de estrellas de oro, y con su pecho virginal, atravesado por los siete puñales, se entroniza en él. Nunca faltan flores en los búcaros, ni se apagan los cirios en los candelabros. Tras el amor a la patria, el culto al hogar, austero como una capilla, pintoresco como un caracol, fragante como un invernadero, tibio como un nido y atrayente como un jardín de rosas, donde se filtra la luz de las estrellas y revolotean luciérnagas entre los pétalos. Después de ambos cultos, el de la Musa. Ésta no es para ella la Bacante que, con la corona de pámpanos en las sienes y con la copa de falerno alzada a la diestra, ahuyenta el sueño de los párpados que se entornan, reaviva el ardor de los sentimientos que languidecen y llama de nuevo la carcajada a los labios que comienzan a bostezar. Ni es una de esas figuras del Tiziano, de ojos serenos como astros y cabellos rojizos como oro líquido, sonriendo plácidamente a sus amantes, sobre tapices de púrpura que hacen resaltar la morbidez de sus carnes desnudas.

Tampoco es la Margarita moderna, hambrienta de ideal y cubierta de heridas, alocada por la neurosis y amoratada por la tisis, que lo mismo se ciñe el sayal de estameña de la religiosa, que el peplo de gasa de la cortesana, que desgrana las perlas del rosario en el templo y agita con igual gracia las varillas del abanico en el salón, que huele a incienso y a polvos de arroz, que salmodia oraciones y esputa blasfemias, que siente el ardor del cilicio en la cintura y la frialdad de la morfina en el brazo, que se asfixia entre el humo de las cervecerías o vaga al aire libre por las alamedas oscuras y desiertas. Su musa es la Juana de Arco legendaria, cabalgando en blanco bridón, con el estandarte de la Libertad al brazo y la trompa épica en los labios, hacia el encuentro de la Victoria y dispuesta a subir a la hoguera, antes que abjurar de sus dioses tutelares.

Ante esa gloriosa Trinidad, formada por la Patria, el Hogar y la Poesía, ofician sus dos cualidades distintivas: la bondad y la sinceridad. No hay alma más bondadosa bajo apariencias más severas. Es una bondad que brota plácidamente de su alma, como la frescura de la onda, como el aroma del jazmín, como el fuego del astro, como la voluptuosidad del beso. Descuella por cima de sus acciones, como el oro de la espiga sobre el verde de las mieses. El mal le pone en su nube de tristeza, del mismo modo que la noche pone su sombra en la luna de un espejo. Su compañía es grata, como la lumbre en invierno y como la nieve en estío. A la aparición de su figura, los desencantos se alejan como las víboras a la salida del sol. Ella es la Aurora. Devuelve el azul al cielo, el movimiento a la marea, el verdor a la montaña, la azada al labrador, el himno al bosque, la blancura al cisne, el águila al éter, la fuerza al músculo, la vibración al nervio, el color al pincel, la estrofa al bardo y al alma la ilusión. La mentira no ha aprendido jamás el camino rosado de sus labios. Dentro de su espíritu no ha podido albergarse, como la avispa en la hortensia, el guijarro en el alga, la carcoma en el sándalo, el veneno en la adelfa y la pollla en el raso.

Junto a esas cualidades, posee el don que salva: el de la admiración.

De todos los dones que el alma recibe, al bajar a la tierra, ninguno más bello, más eficaz. Es el leño que flota sobre el oleaje negro de la vida y que conduce al espíritu náufrago a la playa salvadora; la palma que cobija, bajo su quitasol de hojas verdes, la caravana tostada por el sol y asfixiada por el polvo del desierto; el junco que se yergue, al borde del abismo, brindando apoyo a la mano trémula del que se siente vacilar. Dios sonríe, desde la bóveda azul, al verla resplandecer. Quien tenga tal don, llevará consigo el talismán que conjura al maleficio, el ácido que aniquila al microbio, la fuerza que arranca la pistola al suicida, la moneda de oro en el fango del arroyo, la tea fulgurante que deshace el pavor en las tinieblas.


Fruto de ese don, en consorcio con su inteligencia, es el volumen que con el título de Un paseo por Europa, dio, no ha mucho, a luz. Es un libro de viajes, como su nombre indica, escrito a la moderna, donde la autora ha estereotipado las impresiones que recibiera, día por día, durante su permanencia en algunas ciudades europeas. Francia, con su última exposición, Italia, con sus reliquias artísticas, y Suiza, con sus maravillas naturales, han inspirado esas páginas encantadoras, donde el espíritu del lector se extasía en la evocación de las grandezas que desfilan impresas por delante de sus ojos. Desde la llegada a París, la pluma de oro de la gallarda escritora comienza a anotar en su libro de viajes las sensaciones recibidas al paso desarrollándolas luego, en abundantes períodos, cada uno de los cuales, por sí solo, es un cuadro completo inspirado por asunto grandioso y ejecutado por distinto procedimiento que los demás. Recorriendo las hojas del libro, se contemplan todas las maravillas que el mundo entero expuso, por espacio de muchos meses, en la última Exposición Universal de París. Ya es la Torre de Eiffel, como un fantasma rojo, envuelto en un sudario de brumas, alentejuelado por las chispas multicolores de las fuentes luminosas; ya la Galería de las Máquinas, donde los metales entonan el himno de la industria; ya el salón de las esculturas en el que le encantan Molière moribundo y la alegoría de la Paz; ya el pabellón azteca, repleto de granos, materias textiles, ricos minerales y obras artísticas; ya el de las colonias australes, con sus lanas, sus sedas, sus aves acuáticas, sus selvas artificiales y sus figuras de cera; ya las instalaciones orientales, forradas de tapices deslumbradores, cortadas por biombos resplandecientes y ornadas por innumerables objetos de porcelana, bronce y marfil; ya los palacios de repúblicas americanas, en los que se interna con acendrado cariño y con júbilo especial, no exento de vaga tristeza, complaciéndose en detallar las maravillas amontonadas en ellos; ya el museo de antigüedades, cuyo contenido le fatiga, hasta el punto de llegar a ridiculizarlo; ya el Palacio de Bellas Artes, donde la deslumbra El ensueño de Detaille, El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros por Gisbert, La rendición de Granada por Pradilla y algunas obras bélicas que guardan cierta analogía con su manera de pensar y sentir; ya los departamentos de lo útil, cuya contemplación le sirve de pretexto para ensalzar los beneficios de la industria, del comercio, de la agricultura y de las artes prácticas en general.

También pueden contemplarse, lo mismo en la parte referente a Italia que en la consagrada a Suiza, las innumerables bellezas de ambos países, artístico el uno y positivista el otro, del mismo modo que si se estuviera en ellos. En la primera, se ve una sucesión de ciudades, de templos, de monumentos, de museos, de palacios, de teatros, de estatuas, de cuadros y de recuerdos históricos; en la segunda, de lagos, de montañas y de paisajes, acompañados siempre de oportunos comentarios. Durante la lectura, el lector siente latir, en las páginas del libro, el espíritu varonil de la autora, templado para la acción y rebelde al ensueño, que se enamora de todo lo grande, de todo lo verdadero.

Tras las páginas en prosa, se encuentra el poema “Pompeya”, donde se evocan en trozos pequeños, pero hábilmente trabajados, como mosaicos pompeyanos, las bellezas de la ilustre mártir que duerme para siempre en su lecho de lava. El poema tiene color local y las estrofas están saturadas de poesía. Allí resurgen los labradores entregados a sus faenas; los fieles que acuden a los templos para adorar sus dioses tutelares; las bellezas sumergidas
en las termas perfumadas
por amorcillos guardadas
bajo festones de rosas;
la multitud aglomerada en el Foro para la celebración de los comicios; la bacanal animada y deslumbradora; y, en fin, la mañana del nefasto día en que los pompeyanos huían quedando luego sepultados bajos su propias cenizas. Hay en este poema vida, movimiento, energía, sobriedad, colorido, relieve y armonía. Tiene el encanto supremo de lo exótico, de lo lejano, de lo desconocido, de lo pasado, de lo que no se ha visto, de lo quebno se espera ver.

Y, por último, una página negra, la de la vuelta a la patria, en la que le asedia, al tocar sus playas, las tristezas de sus miserias y la nostalgia de la civilización. Es la página más bella, más varonil, más enérgica y más oportuna. Parece el grito del cóndor caído, desde lo más alto del azul, al fondo de lóbrego foso, poblado de reptiles que babean en las tinieblas y tras cuyos muros se divisa un cielo plomizo, donde la tormenta no acaba de estallar, ni asoma el disco dorado del sol.



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(Social. Junio 1919) Alas. Un poema de Aurelia Castillo de González


 

Tuesday, January 26, 2021

(Camagüey 1923) Inauguración de la fachada de las Escuelas Pías


"En las Escuelas Pías. 

En la mañana del 16 de septiembre [de 1923] se verificó el solemne acto de la inauguración de la fachada monumental y algunas dependencias del Colegio de los P. P. Escolapios; siendo madrina la distinguida señora Isabel Recio de Zayas Bazán, esposa del señor Rogerio Zayas Bazán, Gobernador de esta Provincia. 

La bendición de la obra estuvo a cargo del Ilimo, y Rvmo. señor Obispo doctor Enrique Pérez y Serantes. 

A continuación el señor Alcalde Municipal  doctor de Para izó la bandera patria a los acordes del Himno Nacional. 

Y acto seguido hicieron uso de la palabra el  señor Abelardo Chapellí, Presidente del Ayuntamiento y el doctor Emilio L. Luaces, quienes recibieron nutridos aplausos del numeroso público congregado en la plaza de la Avellaneda. 

La banda municipal amenizó el acto con escogidas piezas". (Prensa de la época)

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Aspecto anterior
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Brigadier José Martí y Zayas-Bazán

 

Brigadier José Martí y Zayas-Bazán.
Jefe del Estado Mayor del Sr. Presidente de la República.
(Revista Social. Junio 1917 by Massaguer)

(Bohemia. Enero 2, 1921) La ventana de la Ilusión. Un poema de Temístocles Betancourt.

 


De las "Ordenanzas Municipales de la ciudad de Puerto Príncipe" (actualmente Camagüey). Vigentes en enero de 1857.



articulo 44. ° 

Se prohibe igualmente en las plazas, calles, portales públicos y calzadas, jugar á la rayuela, á los mates, al picado, á la pelota y á cualquiera otro juego que impida el tránsito ó incomode al público; pena de dispersion y de medio á dos pesos. 

articulo 45. ° 

En los portales públicos no se colgarán jaulas con pájaros ni otros efectos que puedan perjudicar á los transeuntes; pena de uno á tres pesos. 

articulo 47.° 

Nadie azuzará perros para hacerlos reñir; pena de uno á tres pesos. 

articulo 48. ° 

El que lleve perros por las calles sin bozal, pagará una multa de seis á quince pesos.




(Se ha respetado la manera de escribir del original.)

What Are You Doing the Rest of Your Life? (Michel Legrand. February 24, 1932 – January 26, 2019)



What are you doing the rest of your life
North and South and
East and West of your life
I have only one request of your life
That you spend it all with me
All the seasons and the times of your days
Are the nickels and the dimes of your days
Let the reasons and the rhymes of your days
All begin and end with me

I want to see your face in every kind of light
In fields of gold and forests of the night
And when you stand
Before the candles on a cake
Oh, let me be the one to hear
The silent wish you make

Those tomorrows waiting deep in your eyes
In a world of love you keep in your eyes
I'll awaken what's asleep in your eyes
It may take a kiss or two

Through all of my life
Summer, winter, spring and fall of my life
All I ever will recall of my life
Is all my life with you

Monday, January 25, 2021

El ser humano es muy complejo (un poema de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.



El ser humano es muy complejo

Como el ser humano, según se afirma, es muy complejo, me senté frente a la máquina para escribir un poema furioso, pero enseguida me sentí triste y quise escribir un poema triste. Entonces me vi frente a la hoja en blanco sin saber qué iba a escribir porque ya no me sentía ni triste ni furioso, sino, por ejemplo, como la luz amarilla del semáforo. Y todo por ti, o por mí, porque ya decía que el ser humano es muy complejo, de modo que tú no tienes la culpa de que tan pronto haya cambiado mi estado de ánimo de la tormenta a la calma o algo así. Inmediatamente, frente a la hoja en blanco, te comparé con una lágrima, pero enseguida comprendí que a quien debía comparar con una lágrima era a mí, pues tú estabas lejos y tal vez con otro en cualquier música, colchón, alfombra a esas alturas de la noche, de manera que ya con mucha razón me habrías olvidado y no tenía por qué compararte o pensar en ti como una lágrima desde ti, sino desde mí, y continué entre triste y furioso y mientras tanto la hoja continuaba en blanco y entonces —quién sabe por qué— recordé esa noche en Belgrado cuando desde un balcón a mí a Branco y a Mirianna comenzaron a lanzarnos trozos de manzana porque hablábamos muy alto al parecer y ya era más de medianoche y los trozos perforaban los castaños y al principio aun creímos que eran frutos de éstos, hasta que uno se estrelló contra mi brazo y, ahí mismo, con la hoja en blanco todavía, escuché el radio del vecino y me puse otra vez furioso porque, como casi siempre, no me dejaba concentrarme y sentí verdaderas ganas de lanzarle una manzana o mejor una guayaba o cualquier fruta folclórica y entonces, pensando en la guayaba, me acordé de tus labios y pensando que mordía la guayaba y la despielaba me acordé de ti toda desarropándote y ahí comenzó la página a llenarse de aromas de ti y de guayabas y de mangos y nuevamente te vi —ya digo que el ser humano es muy complejo— como un hálito jugoso mirándome desnuda en esa habitación por primera vez allá, tan lejos, entonces nos escuché nuevamente hablando en ese idioma que no era el tuyo ni el mío pero con el cual no nos quedaba más remedio que entendernos, entonces te vi otra vez con aquellos blúmeres que parecían palomitas y me vi también palomita contemplándote y me vi contigo vistiéndome y desvistiéndome como si hubiéramos encontrado el movimiento perpetuo y contigo descubriendo las calles en la madrugada tomada por el sonido descomunal de nuestros pasos, y la hoja se fue llenando de palomitas y calles y dientes tuyos y frases en ese idioma que no era el tuyo ni el mío pero era el único, y de gestos escénicos cuando no nos alcanzaban las palabras en ese idioma extraño y me seguí viendo contigo enseñándote un triste bolero en español, tan triste y anacrónico como debe serlo el primer hijo natural de la tristeza, y la hoja llenándose y, como el ser humano ya se sabe desde hace tiempo es muy complejo, marchaba triste yo a medida que escribía esto que iba viendo, pero contradictoriamente satisfecho porque sentía que estaba escribiendo un poema muy sincero, satisfecho en la medida que te vaciaba como una puñalada en el papel, pero cada vez más triste, de modo que cuando me acercaba al final del poema o de ese escrito en el que te iba pasando tal una película me faltaba el aire o más bien se me fugaba por los pies, y también me sentía feliz como debe sentirse el equipo de electroshock cuando emite una descarga a un necesitado, pero bueno, como ya se sabe que el ser humano es muy complejo, terminando la escritura de pronto me embistió la furia —ella a mí, no yo a ella— y sentí unas ganas irremediables de morder todo lo escrito o de buscarte —lo cual es universalmente imposible— o no sé qué; así que otra vez me sentí en la posición que causa la luz amarilla del semáforo y arranqué el papel y, como si con eso arreglara algo, lo rompí en miles de pedazos, y entonces se me clavó por el flanco derecho, con salida por el izquierdo, eso que los psicólogos creo que llaman depresión y me fui al patio, y vi posarse un gorrión tiernecito de esos que en noviembre no han terminado de plumear por vez primera, y de nuevo deseos de comenzar el poema pero, ambivalente entre la furia y la tristeza, no supe qué hacer y sentí ganas de mandarlo al carajo por segunda vez; y así lo hice; y decidí sería mejor escribir estas líneas donde trato de narrar uno de los ejemplos que demuestran por qué el ser humano es realmente un ser muy complejo.

Noviembre de 1982


L’essere umano è molto complesso

Dato che l’essere umano, secondo quanto si dice, è molto complesso, mi sedetti davanti alla macchina per scrivere una poesia furente, ma subito dopo mi sentii triste e decisi di scrivere una poesia triste. Fu così che mi vidi davanti al foglio bianco senza sapere che cosa scrivere perché non mi sentivo più né triste né in collera, per fare un esempio, ero come la luce gialla del semaforo. E tutto per te, o per me, perché stavo dicendo che l’essere umano è molto complesso, quindi tu non hai colpa del mio repentino cambiamento di stato d’animo dalla tormenta alla calma o qualcosa di simile. Immediatamente, davanti al foglio bianco, ti paragonai a una lacrima, ma subito compresi che avrei dovuto paragonare me stesso a una lacrima, perché tu eri lontana, forse con un altro, persa in qualche musica, materasso, tappeto, a quell’ora di notte, quindi era molto probabile che tu mi avessi dimenticato e io non avevo motivo di paragonarti o di pensare a te come a una lacrima proveniente da te, se non da me, continuai tra il triste e il collerico, nel frattempo il foglio restava bianco, allora - chissà perché - ricordai quella notte a Belgrado quando da un balcone cominciarono a lanciare tozzi di mela contro di me, Branco e Mirianna perché secondo loro parlavamo con tono di voce molto alto, era già passata mezzanotte, i tozzi perforavano i castagni, al principio credemmo che erano i loro frutti, fino a quando uno si schiantò contro il mio braccio, in quel momento, ancora con il foglio bianco, ascoltai la radio del vicino, fui assalito di nuovo dalla collera perché, come quasi sempre, non mi lasciava concentrare, provai un vero desiderio di lanciargli una mela o meglio una guayaba o un altro genere di frutta tipica, allora, pensando alla guayaba, mi ricordai delle tue labbra, pensando di mordere la guayaba e di sbucciarla mi ricordai di te mentre ti spogliavi completamente, fu lì che la pagina cominciò a riempirsi di aromi di te, di guayabas, di manghi e di nuovo ti vidi - ho già detto che l’essere umano è molto complesso - come un alito succoso mentre mi guardavi nuda in quella stanza per la prima volta, così lontani, udii nuovamente le nostre parole in quella lingua che non era né la tua né la mia, ma rappresentava il nostro unico modo per capirsi, ti vidi ancora una volta con quelle mutandine che sembravano piccole colombe, mi vidi pure io piccola colomba mentre ti contemplavo, mi vidi con te vestendomi e spogliandomi come se avessimo trovato il movimento perpetuo, con te a scoprire le strade in un’alba conquistata dal suono fuori dal comune dei nostri passi, il foglio cominciò a riempirsi di piccole colombe, strade, denti tuoi, frasi in quella lingua che non era né la tua né la mia ma era l’unica, di gesti spettacolari quando non ci bastavano le parole in quella lingua strana, continuai a vedermi con te mentre ti mostravo un triste bolero in spagnolo, così triste e anacronistico come dev’essere il primo figlio naturale della tristezza, il foglio continuava a riempirsi, siccome l’essere umano - ormai lo sappiamo da tempo - è molto complesso, io andavo avanti triste mentre scrivevo ciò che veniva fuori, contraddittoriamente soddisfatto perché sentivo che stavo scrivendo una poesia molto sincera, soddisfatto mentre ti riversavo come una pugnalata sul foglio, ma ogni volta più triste, in modo tale che quando stavo arrivando alla fine della poesia o di quello scritto nel quale stavi passando come in una pellicola mi mancava l’aria o meglio mi scappava dai piedi, e per di più mi sentivo felice come deve sentirsi il congegno per elettroshock quando emette una scarica destinata a chi ne ha bisogno, ma certo, siccome ormai sappiamo che l’essere umano è molto complesso, mentre ultimavo la scrittura all’improvviso mi assalì la collera - lei a me, non io a lei - e provai una voglia incontenibile di mordere tutto quello che avevo scritto o di cercarti - cosa del tutto impossibile - o non so che altro; quindi ancora una volta mi sentii nelle tipica posizione che provoca la luce gialla del semaforo, strappai il foglio, come se così facendo potessi rimediare qualcosa, lo ruppi in mille pezzi, ma fu proprio allora che mi si conficcò nel fianco destro, uscendo per il sinistro, quel che gli psicologi credo chiamino depressione, me ne andai in giardino, vidi posarsi un passerotto tenero di quelli che a novembre non hanno finito di mettere le piume per la prima volta, e di nuovo provai il desiderio di cominciare la poesia ma, conteso tra collera e tristezza, non seppi che fare e provai il desiderio di mandarlo al diavolo per la seconda volta; e così feci; decisi che sarebbe stato meglio scrivere queste righe dove cerco di far capire con un esempio perché l’essere umano è davvero un essere molto complesso.

Novembre 1982





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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, siete poemarios, tres volúmenes de cuento y siete novelas.

Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

En 2019 recibió el Premio Nacional de Literatura Independiente “Gastón Baquero”, otorgado por Neo Club Press, Vista Larga Foundation y otras instituciones culturales cubanas en el exilio.
Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.
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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960. Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros. Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari. Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.

Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

(Revista Social. Diciembre 1923) Tres bellezas camagüeyanas

 


Playa "Cuatro Vientos". Nuevitas, Camagüey. Fotos primera mitad siglo XX


 

"La Vaquita", del Camagüey de los 80s (por Joaquín Estrada-Montalván)

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Dibujo de Dashel Hernández Guirado.
Imagen tomada del blog Cubamaterial
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Años 80s, "La Vaquita", calle Independencia entre la "Espiga de Oro" y "Coppelia". Variedad de quesos y variedad de sabores de yogurt, en aquellos vasitos cuadrados plásticos, que luego se medio desflecaban, los flecos en semicírculo , servían de portavasos, portaflores, portamaticas, ... also, se acumulaban para ser utilizados como vasos de "bebida" en las fiestas, bdays, "quinces", bodas, ... 

Sunday, January 24, 2021

Habladores y mentirosos (por Gaspar, Betancourt Cisneros, El Lugareño)


"El subgénero de habladores y mentirosos es más abundante y por lo mismo son más conocidos. El hablador petardista se andará de mesa en mesa, y de tertulia en tertulia, para salir de allí a campanear cuanto sus oídos oyeron, no importa la materia o asuntos de las conversaciones que pasaron." (Gaspar, Betancourt Cisneros, El Lugareño. Fragmento de la "Escena Cotidiana" # 7)

Fanny Cerrito (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.



Francesca Teresa Giuseppa Raffaella Cerrito nació en Nápoles (Italia), el 11 de mayo de 1817. Su padre, Raffaele Cerrito, tenía 28 años y era miembro de la milicia napolitana. Su madre, Marianna D’Alife, era ama de casa y tenía 23 años. Francesca, además, tenía un hermano tres años mayor, Giuseppe. Francesca participó de los tres cursos iniciales en las Escuelas Pías, cerca de su casa. Allí su madre notó que tenía cierto talento para la danza y, por recomendación de un amigo de la familia, Pier Angelo Fiorentino (quien luego fuera un reconocido crítico musical en Londres), inscribió a su hija en la Escuela de Danza del Teatro San Carlo. Al principio no parecía estar muy interesada por el ballet, pero la tutela de los reconocidos maestros de la Escuela, como Peter Hus y Salvatore Taglioni (tío de la bailarina Marie Taglioni) modificaron su actitud.

Francesca era una niña extrovertida, con excelente presencia escénica. Eso, sumado a la técnica que adquirió en los primeros años de estudio en la Escuela del Teatro San Carlo, la llevó a debutar en los escenarios de Nápoles tempranamente. Con tan solo 15 años, en 1832, interpretó el pas de deux “L'Oroscopo”, de Giovani Galzerani, y comenzó a ser reconocida en toda Italia. Rápidamente fue contratada por el Teatro Tordinona de Roma donde se presentó con tres ballets de Galzerani: “Gli Empirici”, “I Tre Gobbi” y “Buondelmonte”. Entre 1833 y 1835, realizó funciones periódicas en varias ciudades de Italia, como Roma, Florencia y Nápoles. En una de sus estadías en Florencia conoció a Carlotta Grisi, otra bailarina italiana que estaba en pleno ascenso, aun siendo dos años menor que Francesca. A partir de ese encuentro, decidió “posponer” su fecha de nacimiento a 1821 para simular ser menos que Carlotta.


En 1836, se realizó una selección de bailarines, entre los que estaba Cerrito, para participar en el estreno del ballet de la ópera “Moisés” de G. Rossini, en el Teatro Kartnertor de Viena, el 4 de abril de ese año. Allí conoció a Fanny Elssler, la bailarina favorita del público austriaco. Ese mismo público apodó a Francesca “Fanny” en honor a Elssler, y ella lo tomó como nombre artístico, ganandose el favoritismo del público. En ese momento el gran maestro francés Jules Perrot se encontraba en Viena, por lo que Fanny aprovechó la oportunidad para tomar clases con él y así superar algunos fallos técnicos que tenía a causa de su precoz debut.

Tras el éxito en Viena, es contratada por La Scala de Milán, en 1837, donde debutó con “I Veneziani a Costantinopoli”. Ya instalada en la ciudad italiana, Fanny tuvo la oportunidad de seguir perfeccionándose con el gran maestro Carlo Blasis y su esposa, Annunciata Ramaccini. Un año después fue ascendida a prima ballerina, puesto que mantuvo hasta 1840, cuando se mudó a Londres, contratada por el Her Majesty's Theatre, donde debutó el 2 de mayo de ese año, frente a la Reina Victoria.


Durante las nueve temporadas siguientes, entre 1840 y 1848, Cerrito fue una bailarina aclamada por el público y la crítica londinenses. Nuevamente coincidió con J. Perrot, quien creó una serie de ballets para ella, como “Alma” (1842), “Ondine” (1843) y “Lalla Rookh” (1846). Cerrito también participó de cuatro obras que Perrot creó exclusivamente para el lucimiento de los principales bailarines de la época, el “Pas de quatre” (1845), “Le Jugement de Paris” (1846), “Les Éléments” (1847) y “Les Quatre Saisons” (1848). Además de sus dotes como bailarina, en 1845 también dio a conocer su talento coreográfico en el estreno de “Rosida”.


En 1841 volvió a Viena, donde realizó un pas de deux con Arthur Saint-Léon, un prometedor bailarín recién llegado. En 1843 Saint–León se trasladó a Londres, donde se convirtió en pareja de baile habitual de Fanny. El 17 de abril de 1845, Cerrito y Saint-León se casaron, pero el matrimonio duró poco, hasta 1851, cuando Cerrito comenzó a frecuentar al marqués de Bedmar, un noble español, con quien tuvo una hija, Matilde, en 1853.


Entre 1847 y 1854 bailó repetidamente en la Ópera de París. Junto a Saint-Léon, debutó en dicho teatro bailando “La Fille de Marbre”, que su marido había coreografiado especialmente para ella. Allí también estrenó, en el rol principal, el ballet “Orfa” de J. Mazilier (1852) y otro ballet de creación propia, “Gemma” (1854), con libreto de Théophile Gautier. En 1855 bailó en el Covent Garden y en la temporada 1856-1857 en el Lyceum Theatre. 

Hacia el final de su carrera, realizó dos temporadas en Rusia, 1855/56 y 1856/57. Durante la primera temporada, fue protagonista del ballet “Armida”, que J. Perrot creó para ella. En septiembre de 1856 participó de las celebraciones por la coronación de Alejandro II, en Moscú. 


1857 marcó el final de su carrera sobre los escenarios, realizando la función despedida en el Lyceum Theatre de Londres. Luego se instaló en París, donde disfrutó de la crianza de su hija y, más tarde, de sus nietos. El 6 de mayo de 1909, una semana antes de cumplir 92 años, Fanny Cerrito falleció, completamente ciega y alejada del éxito y la fama que le habían brindado el ballet. Tristemente, a pesar de ser una de las bailarinas más destacadas del romanticismo, la prensa parisina no le dedicó ni una línea.







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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". Email: florenciagu@gmail.com

(Bohemia, 1922) Poemas del escritor dominicano Primitivo Herrera

 

Octubre 29, 1922
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Septiembre 17, 1922
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Agosto 27, 1922
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Julio 16, 1922
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Abril 16, 1922
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Marzo 26, 1922
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In God's Eyes (by Willie Nelson)



Never think evil thoughts of anyone
It's just as wrong to think as to say
For a thought is but a word that's unspoken
In God's eyes He sees it this way.

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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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