Wednesday, December 21, 2022

"Agramonte. Romancero Biográfico para niños." Un texto a ser rescatado del camagüeyano Luis Martínez. (por Carlos A. Peón Casas)



Al lector, como ya de entrada a este escribidor, le agradará tener referencias inéditas o no, sobre este magnífico cuaderno de versos, que viera la luz en el Camagüey de 1942, de manos de un preclaro y bien reconocido intelectual del terruño de entonces: el Dr. Luis Martínez, abogado y maestro.

El libro, editado e impreso localmente, en la Imprenta Ramentol, con los auspicios del Ayuntamiento de Camagüey, tenía el muy loable propósito de ser destinado para:

otorgar[lo] al alumno de cada aula del Término Municipal que mejores notas hubiera obtenido en el presente curso escolar como testimonio de reconocimiento a su esfuerzo y como estímulo a su aplicación, una mención pública… como premio a su méritos…
La presentación del libro, a modo de Proemio, eran las propias palabras del autor que entresacamos ahora por su relevante y actualizado mensaje que parece hablarnos a los mayores, pero igual a a la nueva generación de este hic et nuc, ocho décadas después:

Por primera vez, querido niño, el Ayuntamiento de Camagüey baja hasta la niñez en un gesto tan noble. He dicho que baja porque tú eres de pequeña estatura. Solamente por eso. Por lo demás, no. Porque cuando un hombre o una institución se enfrenta con las personas buenas, no baja sino asciende…Como verás, para premiarte, han escogido mi romancero biográfico…Ellos y yo queremos que te asomes a la biografía del Bayardo camagüeyano a través del Romancero como si fuese una ventana… Hemos dicho que Agramonte fue bueno… ¿Por qué? Por qué hizo el bien. El hombre bueno es el que hace el bien. El que en la soledad y el bullicio se proyecta a favor de los otros -aunque tenga que ponerse en contra suya o de sus intereses- cuando su sentido de la justicia se lo exige. No es bueno -fíjate bien- el que no hace MAL. El que no hace el mal es inofensivo, inocuo. Para ser bueno hay que realizar el bien activamente. De un modo dinámico. El bien ha de traducirse en acción. Las gentes que saben que el mal anda corriendo por el mundo y no salen a atajarlo, no son buenas. Son indiferentes… Fíjate como Agramonte tuvo que salir a la manigua a pelear por la libertad porque era bueno, Si hubiera sido indiferente se hubiera quedado en la seguridad de su casa disfrutando de los suyos. Mientras los malos sembraban y cultivaban la cizaña del odio y de la intriga en la tierra cubana.
El cuaderno reúne los distintos poemas que el autor desgranara en el mejor e inconfundible estilo del romance. Son cantos de épicas connotaciones que van alumbrando la vida y obra fecunda del héroe epónimo, no por breve menos intensa y comprometida.

Dejamos al lector algunos botones de muestra, que marcan esa pauta biográfica, donde los breves textos van marcando de su andadura por la entonces ciudad puerto principeña, y donde se van sucediendo los minutos de la vida del Agramonte inolvidable que el poeta quiere cantar en sus inspiradas rimas.

Romance del Nacimiento.

La noche canta y recanta,
canta de felicidad;
la luna dice palabras
que nadie osa descifrar.
Un lucero trotamundos
lleno de felicidad
se mete por la ventana
para verle despertar

Es que ha nacido Agramonte
en tierra de Camagüey
y Dios y sus mensajeros
cantan de gozo también.
En la casona vetusta
repican voces de amor:
¡qué veintitrés de diciembre
repleto de evocación!

El niño es un novilunio
e irradia extraño fulgor
lleva en la frente una estrella
y un grito en el corazón (…)


Romance del Noviazgo.

La luna vino a decirme
que Ignacio soñando está
con Amalita Simoni,
lucero de la ciudad...
Dicen los balcones, quedos,
que el joven mira al pasar
y que los ojos le brillan
como si fuera a llorar.
La bella está que no duerme,
tejiendo un sueño de azahar
y las palmas de su patio
la vigilan sin cesar.

Ha vuelto la luna, tímida,
a decirme con afán
que ya los enamorados
correspondidos están.
Dicen los balcones, quedos,
que han visto a los dos hablar
y que al despedirse, ella,
ha roto siempre a llorar.
El amor está que trina,
canta y ríe sin cesar
porque sus dos elegidos
pronto se van a casar!


Romance del Hijo Nacido en la Manigua

¡Duérmete niñito,
de rosa y
de azahar
que los españoles
huyendo, se van..!
¡Duérmete mi hijito,
duerme sin temor
que tu padre lucha
por tí y por su honor!
¡Duérmete, capullo,
de mi corazón,
duérmete, niñito,
duérmete, mi amor..!

Las montañas de Cubitas
alertas, vivas están,
oyendo un canto de cuna
hecho de miel y de sal.
Es la esposa de Agramonte
que arrulla con dulce voz
a un blanco y bello lucero
que les ha mandado Dios.
El padre puso la chispa,
la madre puso la flor
y entre los dos han forjado
un capullo seductor.

El hijo de los dos nace
al sol de la libertad,
roto el yugo del oprobio,
al calor de la verdad.
Por eso Ignacio, gozoso,
piensa y repiensa, feliz,
en su vástago y su sueño
y en su patria, redimir.
Y Amalia con voz dulcísima
repite con emoción
al niño de sus entrañas
esta sencilla canción:

¡Duérmete, niñito,
de rosa y de azahar
que los españoles
huyendo, se van.
Tu padre en el campo,
tu padre en la mar,
combatirá siempre
con valor igual.
Duérmete, capullo,
de mi corazón,
duérmete, mi niño,
duérmete mi amor!


Romance del rescate de Sanguily

Ignacio anda pensativo
por la sabana sin fin,
piensa y repiensa en los suyos
y no puede ni dormir.
Piensa en Amalia Simoni,
piensa en su niño, crisol
donde ha fundido su sueño,
su bello sueño de amor.
Las pupilas se le escapan
a los cielos sin querer;
quiere que las nubes lleven
un mensaje a su mujer.

De súbito lo interrumpe
un soldado muy viril:
— Mi General, los iberos
han cogido a Sanguily!
Siente Agramonte en su adentro
una explosión de furor:
— ¡Corramos todos, corramos,
hay que salvar nuestro honor!
Habla a la tropa mambisa
con inusitado ardor
y los soldados le escuchan
presos de honda admiración.

Los ojos son ya dos ascuas,
la voz es loco turbión
y el corazón es campana
que repica... ¡ton! y ¡ton!
— Vengan conmigo sin miedo
los dispuestos a morir
por rescatar de las tropas
al valiente Sanguily!
Un puñado de centauros
se le une sin dilación
y Agramonte cruza, raudo,
la campiña y el alcor.

Toca a degüello el corneta;
se enfrentan al español:
acero contra el acero,
bravura contra valor.
Son treinta y cinco cubanos
contra un fuerte pelotón
de ciento veinte españoles
que contienden con tesón.
Mas, los bizarros mambises,
triunfan, ganando el blasón
de rescatar a su jefe
que grita pleno de unción:
¡Viva Cuba Libre! ¡Viva!
¡Viva el mambí y
el valor!
¡Vivan los hombres de Cuba
que sueñan su redención!


Romance del Regreso a Puerto Príncipe.
 
Puerto Príncipe está triste,
triste y mudo de pesar:
sabe que Ignacio Agramonte
ya no podrá luchar más.
Las ventanas de las casas
solas y foscas están;
sus dueñas ya no se asoman,
no saben más que rezar.
Vieron pasar el cadáver
del gran Mayor General
Ignacio Agramonte, héroe
muerto en combate fatal.

Iba cruzado en la grupa
de un sudoroso corcel,
dejando un hilo de sangre
cual si fuera un rosicler.
Las mujeres se escondieron,
locas, al verlo pasar
y los viejos y los niños
empezaron a llorar.
En el Hospital vetusto
llamado San Juan de Dios,
tendieron al héroe epónimo
de la guerra y del honor.

Dicen que la turba husmeaba
como si fuera un chacal
y que chanzas y jaranas
eran como hiel y sal.
Los jefes peninsulares
mandaron a incinerar
su cadáver, evitando
lo fueran a profanar
los voluntarios, sañudos,
que en su torno andaban ya
—aves de muerte y rapiña—
gozando a más no gozar.

En la tarde —bajo el ala
del dolor y del pesar—
las bienamadas cenizas
las echaron a volar.
Dicen que en polvo de luna
trocáronse al ascender...
y que Dios, lleno de gozo,
todas las tomó para El.
Y aquella noche angustiosa
—cuenta un anciano de ayer—
bajó una estrella gitana
y signó el lugar aquel.
Escribió con tinta arcana
y con palabra de luz:
“Aquí reposa el caído
con gloria en Jimaguayú”.



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1. Hemos consultado para este trabajo la versión digital del texto original. Referimos para el acucioso lector la referencia impresa, anterior al libro, de algunos de estos poemas en un Programa Souvenir para el Centenario de Agramonte el 23 de Diciembre de 1941.

(Carteles. Abril 1922) Rosa Leda. La "Danza de la Flor" y la "Danza del Fuego". Por Gonçalo G. de Mello.


Insertadas en el libreto de "Diabluras y Fantasias", como dos cintas de seda y oro en un códice perverso, destacan dos danzas clásicas, intercaladas en la partitura por la musa grácil y alada del maestro Lecuona:

La Danza de la Flor y la Danza del Fuego

Dos bailables misteriosos. apenas alumbrados por tenues reflectores. donde triunfan la timidez graciosa y la belleza esplendente de Rosa Leda, bailarina cubana que da sus primeros pasos en la escena, casi una niña y ya formada en su arte, ágil fuerte y flexible, como una bella espada.

Discípula del gran bailarín ruso Sacha Goudine. como su compatricia la Morenowa, la debutante posee todas las facultades para brillar, en breve, como estrella de primera magnitud en las esferas del ballet clásico. Su escuela es correctísima, sin mengua de la inspiración y lleva el sello de esa individualidad irrefrenable, que es la característica del genio artístico de Tórtola Valencia y Norka Rouskaya. lncansable en el estudio. con una vocación tan intensa como su juventud sana y riente, las más halagüeñas esperanzas nimban como mariposas el nombre emblemático de Rosa Leda, que ha ofrendado al público habanero. desde el proscenio del teatro Martí, las primicias de su arte complejo y peregrino.

lrreal y alígera, Rosa Leda realiza todas las noches, en la penumbra de un decorado fantástico. con los giros sabios y complicados de sus danzas de la Flor y del Fuego. el suave milagro de florecer como una rosa y arder como una llama.

Por eso es ella, la alegoría misma, el símbolo. Flor y Fuego. Toda la gracia primaveral de las canéforas y el ardor sagrado de las piras votivas, de la remota Hélade inmortal. palpitan redivivos en las líneas de su cuerpo y en la euritmia de sus gestos. Luciente como un ascua en la tiniebla del escenario. bajo el haz eléctrico, una rosa leda, ardiente y capitosa hecha de brasas y perfumes, que brotase en rítmicas espirales de un pebetero invisible. Ella es.

Mujer y artista, flor y llama...


La Habana. Marzo, 1922.



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Ver en el blog

Gina Romand, "Miss Televisión 1958". Carlos Moctezuma, "Mister Televisión 1958". Odalis Fuentes, "La modelo del año". (Bohemia. Diciembre 1957)

 

Monday, December 19, 2022

"La Bicicleta”, teatro breve. (por Wilfredo A. Ramos)



Como ya ha venido haciéndose habitual, los salones del Miami Hispanic Cultural Arts Center de la Pequeña Habana, en nuestra ciudad, se han abierto a las presentaciones teatrales y es por ello que desde algún tiempo, los dos primeros fines de semana de cada mes, es posible disfrutar espectáculos marcados por una característica no muy propia de dicha manifestación escénica: su breve duración y su simpleza en cuanto al concepto de puesta en escena.

Este proyecto es una iniciativa a cargo de The Red Umbrella Productions, presidida por el conocido teatrista venezolano José Eduardo Pardo, en comunión con Creation Art Centre, organización dirigida por Eriberto Jiménez.

Pardo se ha destacado en los últimos tiempos por escribir y dirigir múltiples obras dentro del conocido y discutible nuevo género del ‘micro-teatro’, que tanto éxito ha tenido en Miami y en muchos otros lugares del orbe, pero ahora se ha volcado hacia la escritura de nuevos textos y en algunos casos la re-escritura de otros ya concebidos para esos tan traídos y llevados‘15 minutos’, como es el caso de la obra recién presentada.

Para defender su nuevo trabajo, el autor-director ha llamado a Boris Roa, actor chileno quien asume el personaje de Mateo y a Gabriel Porras, conocido actor mexicano, el que se mete en la piel de Joe el otro personaje, el cual viene a sustituir a su hermano Francisco Porras en la versión original concebida para micro-teatro estrenada hace ya algún tiempo atrás.

Según palabras del propio Pardo, la idea de escribir dicho texto surgió después de uno de los lamentables episodios que continuamente sufre el teatro en nuestra ciudad, el cual tuvo como referencia el inesperado cierre del Paseo de las Artes en la ciudad del Doral, primera de las sedes que ha tenido esta organización, producto de problemas que nada tuvieron que ver con el hecho artístico, pero si con temas económicos de la burocracia local. Esta situación llevaría al autor a plantear su inconformidad ante tal acto mediante la escritura de un texto donde se va a hablar del valor de las ilusiones en la vida de los seres humanos, la importancia de ellas en sus acciones cotidianas, la necesidad de las mismas para la confirmación de la personalidad y su rol en la comprensión de los ideales del prójimo.



La acción es simple y todo ocurrirá frente al público, sin necesidad alguna de aludir a otros momentos o lugares dentro de la historia a contar. Un personaje, Mateo, interpretado por Roa, entra al espacio escénico cargando con el el esqueleto de una desarmada y vieja bicicleta junto a algunos utensilios y posibles piezas con las que pretende rearmar tal artefacto y darle vida nuevamente para su futuro y anhelado uso. Mientras el personaje pone manos a su obra entona la letra de una canción que es lo que provoca la entrada a Joe, el otro elemento en esta historia, quien al escuchar a lo lejos tal melodía la comienza a entonar también, siendo ese el punto que conecte a los dos personajes.


A partir de este momento, ambos se introducen en un diálogo donde se ofrece la impresión de ser un diálogo de sordos, pues lo que se dice desde una parte no encuentra eco en la otra. Mateo, en su afán de reconstruir su destartalada bicicleta, solo habla de sus ilusiones por verla ‘viva’ como si de un ser humano se tratara. Joe, por su parte habla desde la sorna, la burla, la ironía, alardeando de un practicismo y una lógica que se antepone con los sueños y la visión ideal que del mundo real propone su dialogante.

Si el personaje de Joe destila, desde su petulante altura, una realidad ácida, abigarrada de raciocinio, de innegable lógica, el de Mateo, desde su simpleza y miseria, respira sencillez, ilusión, nobleza, aceptación de los escollos de la vida como meros pasos posibles a superar. La crueldad de uno choca contra la ingenuidad del otro, pero de la misma manera la verdad de uno se enfrentará a la del otro. El diálogo podría verse como una imagen enfrentada a su contraimagen en un espejo.

El mayor valor del texto, que queda excelentemente bien definido desde sus primeras palabras en dicho intercambio de ideas entre ambos personajes, es el no tomar parte por ninguno de los dos y dejar que sea el espectador quien determine, según su propio análisis, que tanto habrá de cierto en en la defensa de las ideas de cada uno de ambos factores.

Con respecto al trabajo de ambos actores, el mismo no requiere de grandes esfuerzos en cuanto a movimientos y acciones, pero si con respecto a la interiorización de sus emociones, debido a que sus diálogos se convierten en textos casi filosóficos, donde el pro o el contra otorgado al valor de las ilusiones y la manera de enfrentar la vida, viendo el “vaso medio lleno o medio vacío” por parte de cada uno de ellos, terminará por entregar un final donde ambos actores no podrán evitar lagrimas verdaderas en sus ojos.


Para terminar estas lineas, solo nos resta aplaudir el amor y el esfuerzo con el que este sencillo proyecto se está tratando de afincar en nuestra escena teatral, tan maltratada, tan ninguneada por tantos factores que implican a múltiples elementos de nuestra sociedad. Algo de esto último, se conversó al final de la representación, en otro informal diálogo entre artistas y espectadores -el poquísimo que asistió el sábado y que por su ausencia no permitió que se pudiera realizar la obra el viernes.

Finalmente una observación a quien esto decida a leer: trate de estar al tanto de lo que con tanta entrega y sacrificio sube a nuestros escenarios, nuestros actores trabajan, si, trabajan para ustedes.




Texto y fotos Lic. Wilfredo A. Ramos
Critico de Teatro y Danza
Miami, Diciembre 1, 22022

Sunday, December 18, 2022

P M. El principio del fin. (por Fausto Canel)


Tarde en la tarde del miércoles 10 de mayo de 1961 llegué a la redacción del periódico Revolución con la intención de escribir mi crítica de cine. Camino de mi escritorio Guillermo Cabrera Infante me salió al paso y me dijo: “Ven, vamos a ver PM”.

“¿Y qué cosa es PM?”

“Es la película de Orlando y Sabá”

“Es que todavía no he escrito mi crítica”, le dije.

“Ya la escribirás más tarde”, me respondió. “Es sólo un corto”.

Guillermo agarró su chaqueta y salimos del salón en el que se encontraban la redacción de Lunes de Revolución y de la página de Espectáculos del periódico, con su colección de fotos cubriendo toda una pared. Nos dirigimos a los ascensores.

Sabía que Orlando Jiménez Leal y Sabá Cabrera Infante trabajaban en una película sobre la noche habanera. Sabía también que el corto era producido por el programa Lunes en Televisión con la intención de mostrarlo en su emisión semanal, como antes habíamos hecho con El Congo 1960, estos fueron los hechos, un montaje de materiales de archivo editados por mí sobre un texto de Pablo Armando Fernández. Pero no sabía que el trabajo de Orlando y Sabá estuviese terminado. Y mucho menos que tuviese título: PM

Ya en la calle montamos en el Nash Metropolitan. Era una agradable tarde de mayo sin aguacero y Guillermo bajó la capota. Tomamos por la calzada de Ayestarán hasta la Avenida 26, donde doblamos a la derecha.

El cine Acapulco pasó raudo a nuestro lado y ya en la esquina de la calle 23 esperamos a que el semáforo cambiase para doblar a la izquierda, en dirección al puente Almendares.

Cruzamos la intercepción de la calle 25, donde miré de reojo el anodino edificio del ya desaparecido BRAC, Buró de Represión de Actividades Comunistas. Enseguida llegamos al puente que conecta el Vedado con el reparto Kohly. Del otro lado del río y entre los árboles un enorme letrero anunciaba: “Marianao, ciudad que progresa”.

Cruzamos el río con las ruedas del Metropolitan sonando diferente sobre el asfalto del puente. Pasamos por sobre el parque Almendares y manteniendo su izquierda, siempre izquierda, Guillermo detuvo el automóvil antes de llegar a la bifurcación de las calles 47 y 41.

No había señal de parada ni instrucciones para doblar hacia el río y la maniobra era evidentemente riesgosa con el caudal de automóviles que se nos venía encima. Un pequeño error de cálculo y hubiésemos terminado con La guillermita de sombrero. Pero se hizo un claro en el tráfico y Guillermo dio un golpe rápido de timón, haciendo penetrar el autito por una calle angosta.

La vía fue girando a la derecha hasta llegar a una imponente casa de dos plantas que aparecía de repente en pleno Bosque de La Habana, al borde mismo del río. Al fondo había un área de parqueos y Guillermo condujo hasta allí.

Dos siluetas surgieron de un automóvil ya aparcado y enseguida reconocimos a Orlando y a Sabá que se nos acercaban impacientes. “Todo está listo”, dijo Orlando. Sabá, mucho más tímido, se mantuvo en silencio. Por la puerta posterior penetramos en el edificio.

Telecolor era una empresa de revelado y edición de materiales en 16 mm., montada por el magnate de la televisión cubana, Gaspar Pumarejo. Dos años antes, en el verano de 1959, Néstor Almendros y yo habíamos revelado y editado en aquella casa nuestros documentales didácticos para el ICAIC.

Pumarejo había procesado allí la programación filmada de su canal 12, una empresa que había convertido a Cuba en la segunda nación en el mundo en tener televisión en color.

Pero ya para entonces el empresario había abandonado el país cuando su canal, como todos los otros canales de televisión, fue nacionalizado sin indemnización por el Gobierno Revolucionario. La sombra del ICAIC comenzaba a planear sobre la empresa.

Era ya de noche cuando entramos en la sala de proyección de Telecolor a presenciar el primer pase de la primera copia de aquella pequeña película de apenas 14 minutos.

En seguida sospechamos —es más, supimos— que el estilo libre y lo independiente de la producción de PM, (Pasado Meridiano), su filmación sin guión previo, provocaría una reacción no necesariamente favorable entre los dirigentes de un ICAIC celoso de mantener totalmente controlado, a través de los guiones obligatorios, el monopolio y contenido de la producción de películas y documentales.

Pero por nuestras mentes no pasó ni por asomo la idea de que la peliculita pudiese provocar la más mínima conmoción política. Tierno y sincero, el pequeño film mostraba al pueblo habanero divirtiéndose en los clubes y bares de la playa de Mariano y del puerto. Nada más —y nada menos. Pero el nada menos, ni imaginárnoslo podíamos.

El lunes 22 de mayo la edición impresa de Lunes, suplemento gratuito del periódico Revolución, se distribuyó como cada mañana de lunes por todo el país. Por la noche, el Canal 2 de CMBF-TV trasmitió el programa Lunes en Televisión. En esa edición se exhibió PM —y los que lo vieron tuvieron la misma impresión nuestra. Atmósfera conseguida. Edición precisa. Poesía visual. Un excelente documento.

Luego Orlando y Sabá quisieron pasarla en el Rex Cinema, una sala especializada en cortometrajes, y ya para entonces todo lo que fuese exhibición en los cines tenía que ser autorizado y clasificado por la Comisión de Estudio y Revisión de Películas, en manos del ICAIC.

Desde mucho antes ya se había hecho evidente que no contento con ser el presidente del ICAIC, Alfredo Guevara quería ser Ministro de Cultura del Castrismo. Pero no había llegado la ocasión y, además, el hombre tenía competidores.

Por un lado, los viejos comunistas del PSP, estalinistas atrincherados en el periódico Hoy y en el Consejo Nacional de Cultura, dirigido por Edith Garcia Buchaca, Mirta Aguirre y Vicentina Antuña.

Por otro lado, Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante.

Franqui había sido hasta ese momento el hombre clave de la propaganda del Castrismo. Antiguo comunista que abandonó el partido cuando las denuncias por Jruchev de José Stalin, Franqui se hizo Castrista y fue luchador en la clandestinidad, dónde fundó el periódico Revolución, y luego combatiente en la Sierra Maestra, donde continuó publicando el periódico y creó Radio Rebelde.

Cabrera Infante, escritor y crítico de cine conocido internacionalmente, era el director del semanario Lunes, publicado cada semana por el periódico Revolución. Como amigo y confidente de Franqui, ambos representaban el ala liberal, social demócrata, del Movimiento 26 de Julio.

Alfredo Guevara era muy amigo de Fidel Castro desde que, en su época de estudiantes, le ganara las elecciones a la Federación Estudiantil Universitaria. El amigo que le había prestado sus primeros libros de marxismo leninismo en una época en que Fidel no leía más que a Primo de Rivera y a Mussolini.

Guevara había sido, con Lionel Soto, el hombre que llevó a Raúl Castro a la URSS, por petición del hermano mayor. El hombre que había sido testigo del primer contacto de la KGB con Raúl en el viaje en barco de regreso a la isla.

El hombre que Fidel, inmediatamente después del triunfo, había pedido a su hermana Lidia que localizara en Matanzas para que organizase el grupo que durante meses se reuniría en la casa del Ché, en Tarará, a escribir leyes socialistas que el gabinete del primer ministro Miró Cardona ni siquiera sabía que se estaban preparando —un hecho divulgado por primera vez en 1986 por el periodista estadounidense Ted Szulc en su libro Fidel.

Un gobierno paralelo y secreto al que ni los viejos comunistas, ni tampoco Franqui, fueron invitados —y que ni idea tenían que aquel grupo existía. Pero Alfredo Guevara había sido el coordinador de aquellas reuniones. Además, Castro necesitaba del cine para llevar al mundo la mística de sus barbudos, y sabiéndole ahora fiel Castrista (aunque hubiese sido operativo de los comunistas en los años 40 y 50), es a Alfredo a quién confía ese proyecto.

Hasta ese momento, el equilibrio entre Guevara y Franqui había sido la regla. Pero a mediados de 1961, Alfredo Guevara cree que ha llegado su momento, el momento perfecto para atacar a Carlos Franqui, debilitado ahora en esta nueva etapa que ha comenzado con Playa Girón y la proclamación por Castro, apenas un mes antes, del carácter socialista de la Revolución. Orlando y Sabá han presentado PM al ICAIC, para su aprobación en los cines y Guevara aprovecha para prohibirla.
La película ofrece una pintura parcial de la vida nocturna habanera, que empobrece, desfigura y desvirtúa la actitud que mantiene el pueblo cubano contra los ataques arteros de la contrarrevolución a las órdenes del imperialismo yanqui.
Wow! Gruesos cañonazos en el acta de prohibición para tan pequeña película. Y es que detrás de la retórica había un ajuste de cuentas por los ataques que Cabrera Infante y Franqui le habían hecho a Guevara cuando la muerte de Ricardo Vigón, uno de los hombres clave del mundo cinéfilo de los años 50, y fundador junto a Germán Puig del Cine Club de La Habana, que luego, gracias a las gestiones de Puig en Francia, se convertiría en la primera Cinemateca de Cuba.

Vigón se había hecho amigo de Gerard Phillipe, hombre de izquierda y estrella del cine francés, durante el rodaje de La Muerte sube al Pao, una película mexicana de Luis Buñuel en la que Ricardo había sido uno de los asistentes. Cuando triunfa la Revolución, Vigón regresa a La Habana, manteniendo contacto con Phillipe por carta. Un día se acerca a Guillermo y a Franqui y les dice que el actor le ha expresado su interés de visitar Cuba.

Como las relaciones entre los dos grupos son todavía cordiales, Franqui le pasa la información a Alfredo para que sea el ICAIC el que haga la invitación, ya que Lunes de Revolución se está ocupando de traer a Jean Paul Sartre. Cuestión de ir tendiendo juntos los puentes que luego serán esenciales para la propaganda castrista en Francia, todavía capital cultural de Europa.

Gerard Phillipe vino a Cuba y fue agasajado tanto por el ICAIC como por el periódico Revolución. Todo un éxito. Y como su gestión fue apreciada, Vigón creyó que había llegado el momento de pedir trabajo en el Instituto del Cine.

Pero Alfredo Guevara se lo negó. La leyenda cuenta de una discusión en la que Vigón le da una bofetada a Alfredo cuando le visita en su oficina. En otra la bofetada es al revés. Pero los puentes están rotos.

En realidad los puentes entre Ricardo y Alfredo estaban rotos desde que Vigón y Puig, en 1951, decidieron independizar el Cine Club de La Habana de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, alegando que la sociedad se había convertido, subrepticiamente, en un frente encubierto de los comunistas. Y las recaudaciones del cine club eran una fuente importante de financiación del organismo, lo cual hizo muy doloroso el divorcio.

Cuando a principios de abril de 1960 Ricardo Vigón muere, Guillermo Cabrera Infante escribe el 4 de ese mes en el periódico Revolución:
Ya sé que Ricardo no era un santo. Si hubiera sido un santo no estaría escribiendo yo esto, ni su muerte me hubiera dolido tanto, porque, simplemente, detesto a los ‘santos’.
No quiero acusar a nadie, porque tendría que acusarme a mí mismo (acusarme por ejemplo de no haber reunido el dinero necesario para que Ricardo hiciera un film en la Ciénaga, que había proyectado junto con el poeta Fayad Jamis, y creo que también con el poeta Escardó, hace casi un año); Carlos Franqui me decía que él se sentía también responsable que de Ricardo sólo se pueda decir ahora “el talento que tenía”, y me recordaba una discusión de una noche en que le decía a Ricardo que concretara sus ideas, que en el Instituto del Cine tenían derecho a pedirle un guión sobre sus ideas del film y la Ciénaga; pero se reprochaba él, no haberle conseguido la cámara y la película, como le prometiera, para que fuera a la Ciénaga con Jesse Fernández a hacer la película que Ricardo deseaba, me decía Franqui.
Luego Guillermo denuncia: “Creo que el Instituto del Cine pudo —y debió— darle una oportunidad a Ricardo Vigón, como se la ha dado a los demás que trabajan allí.”

Esta andanada pública no la olvidaría Alfredo Guevara jamás. Como tampoco –y sobre todo– el final de aquel texto:
Nosotros aquí en la página de Espectáculos y en Lunes de Revolución no queremos que se olvide su gran talento frustrado tan temprano. Así Humberto Arenal ha ideado el mejor homenaje para Ricardo. Desde ahora anunciamos los auspicios de un concurso al mejor corto experimental que se realice en Cuba y en América Latina cada año. Este premio se llamará Ricardo Vigón.
Cabrera Infante, (y Franqui, claro), anunciaba un premio independiente con vistas a distinguir cortos nacionales y latinoamericanos que nada tendrían que ver con Alfredo Guevara. Pura declaración de guerra contra el monopolio del ICAIC.

No hay que olvidar que además del periódico Revolución, Franqui controlaba el canal 2 de CMBF-TV, donde se transmitía el programa de Lunes. Era un medio de difusión visual dónde se podrían exhibir estos cortos fuera del control de Guevara. Y dónde Cabrera Infante exhibió PM.

Estos son los antecedentes que explican el caso. Denuncias. Guerra de grupos. Lucha de influencias en una revolución que se define socialista. Guarda celosa del área cultural controlado por cada cual. Turf.

Sin encomendarse ni a dios ni al diablo, improvisando, y lo más riesgoso, sin consultar con el Comandante en Jefe, Alfredo Guevara respondió con el zarpazo no sólo de prohibir el corto en los cines, su territorio, sino que, además, confiscó la copia. Y allí mismo se formó el titingó.

Cabrera Infante y Franqui tratan de razonar con Guevara por teléfono. Sin resultados. El presidente del ICAIC toma la iniciativa de hablar con el presidente de la República, Osvaldo Dorticós, y consigue su apoyo sin que tenga siquiera que enseñarle la película. Más tarde Dorticós comentará en las reuniones de la Biblioteca Nacional: “Aquí nadie, por ejemplo, diría que era limitar la expresión formal artística impedir que en los principales cines de La Habana se exhiba una película pornográfica.”

La Comisión de Estudio y Clasificación de Películas, adscrita al ICAIC, tenía por objeto, según la Ley 259 del 7 de octubre de 1959, “estudiar y clasificar las películas que deban exhibirse en nuestro país, rechazando las de carácter pornográfico y los films que sin análisis crítico ni intención artística alguna, se conviertan en apología del vicio y del crimen; autorizando el resto de la producción según una escala de exhibición por edades, en atención a principios educacionales perfectamente claros y razonados”.

Es decir, los derechos de la Comisión se limitaban a clasificar por edades, y en algún caso muy extremo, prohibir. ¿Era PM pornográfica, o una apología del vicio y del crimen? Por supuesto que no, y por lo tanto la Comisión no tenía la justificación legal para prohibir el corto. Pero ya la revolución era “socialista” y las leyes habían perdido su intención primera.
Ante la actitud intransigente de Alfredo”, cuenta Emmanuel Vincenot en su texto ‘Censura y cine en Cuba: el caso PM’, “Cabrera Infante hace circular una petición entre los artistas, que recoge rápidamente 50 firmas.
El primero en reaccionar dentro del ICAIC es Tomás Gutiérrez Alea, el más importante de los directores de cine. En un memorándum a Alfredo Guevara, Alea condena la censura de obras problemáticas y le reprocha ser un autócrata.

Pero Gutiérrez Alea, que era abogado, no menciona que la ley misma ha sido violada. Sin tocar ese tema, el cineasta denuncia que si bien la película muestra “sólo una parte de la realidad de la noche habanera” —y que por lo tanto es efectivamente “criticable” y “discutible”— prohibirla, sin siquiera escuchar a sus autores, “es inaceptable”.

Guevara reacciona escribiendo un comunicado oficial donde expone sus razones. Saca copia de la película, sin informar a sus dueños, y se la muestra a los miembros del comité organizador del Primer Congreso de Intelectuales y Artistas, evento que lleva semanas gestándose y que se espera ocurra varios días más tarde.

Dicho comité decide convocar a una reunión en la Casa de las Américas para discutir el caso, una reunión en la que el ICAIC es representado por Eduardo Manet y Julio García Espinosa —no por Alfredo, que no se presenta.

Que sean las organizaciones de masa las que decidan, se avanza desde la presidencia del acto. Pero la moción no prospera. Los intelectuales no confían en las correas de transmisión de un poder ya camino de ser totalmente centralizado y la mayoría de los allí presentes consideran que la prohibición es una barrabasada que hay que levantar.

Al ver que la moción ha sido presentada en nombre del Consejo Directivo del ICAIC, instancia a la que pertenece, Gutiérrez Alea renunciará a dicho consejo en carta del 3 de junio, alegando “que había sido excluido de las discusiones donde se trató el (…) comunicado y se definió la política a seguir.”

La reunión en la Casa de las Américas terminó como una olla de grillos y el escándalo fue tan grande que el propio Comandante en Jefe tuvo que tomar cartas en el asunto. El inoportuno libretazo de Guevara le había creado un problema prematuro e innecesario justo después de la invasión de Playa Girón y ya discutiendo con Moscú la instalación de los cohetes soviéticos que desatarían la crisis del Caribe.

Además, la reestructuración —con guante blanco— del campo de la cultura ya había sido programada para el citado Congreso de Intelectuales y Artistas, a ocurrir varios días más tarde —un congreso que ahora a Castro no le queda más remedio que suspender. Fue entonces que convocó las conversaciones en la Biblioteca Nacional.

Tres tardes de viernes (perdidas, desde su punto de vista) oyendo a intelectuales quejarse de miedo, cuando tenía otros graves y urgentes problemas que afrontar, dijo. Pero Castro había visto que la polémica sobre una breve película (que alegó no haber visto) le daba la oportunidad de reconvertir la crisis y adelantar sus planes, saltando etapas.

¡Qué Congreso ni Congreso! ¡Ya era hora que se supiese de una vez que las reglas del juego habían cambiado y que el régimen sí se iba a abrogar el derecho de dirigir la cultura y de prohibir lo que no fuese utilizable en su beneficio!

Con un golpe de retórica jesuita de resonancia mussoliniana (“dentro de la Revolución todo, contra la Revolución ningún derecho”), y con la funda con su pistola sobre la mesa, Castro hizo desaparecer de un tajo los grupos y las publicaciones culturales independientes y exigió que todos los intelectuales, sin excepción, entrásemos por el aro.

Desaparecieron los programas culturales del Canal 2 de CMBF-TV, controlado por Franqui, y desapareció Lunes de Revolución, así como también Lunes de Revolución en Televisión, también dirigido por Cabrera Infante. Al mismo tiempo se dejó de publicar el magazín literario del periódico Hoy, órgano de los comunistas pro-soviéticos.

En lugar de estas publicaciones independientes, Castro ordenó crear La Gaceta de Cuba, una revista centralizada donde todos colaboraríamos bajo la pupila insomne de los nuevos censores.

Todos, excepto Cabrera Infante que, en señal de protesta, se negó a aceptar la vice presidencia de la recién creada Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC, ahora gremio oficialista único —para retirarse en su apartamento del edificio Retiro Médico a escribir la primera versión de Ella Cantaba Boleros, la novela que terminará titulándose Tres Tristes Tigres, y que ganará el premio Biblioteca Breve, en España.

Guillermo sobrevivió gracias al breve sueldo que su compañera, la actriz Miriam Gómez, ganaba en el Conjunto Dramático Nacional —hasta que finalmente lo sacaron a Bélgica como agregado cultural.

A Sabá y a Orlando les ofrecieron becas para estudiar cine en Polonia, que nunca aceptaron.

A Sabá terminarán por enviarle a España como agregado comercial, y Orlando, que desde antes de la Revolución tenía visa de entradas múltiples a Estados Unidos, se fue al “Norte revuelto y brutal que nos desprecia”, como un viajero más. Al año siguiente, por orden de Fidel, Franqui perderá la dirección del periódico que había fundado y dirigido desde la clandestinidad.

En la Biblioteca Nacional el mundo de la cultura dejó de ser autónomo para adquirir las rígidas estructuras verticales que ya controlaban el nuevo régimen. Los miedos de los intelectuales se hacían realidad.

En su intervención en la Biblioteca, Alfredo Guevara confesó: “(E)s cierto que nosotros no tuvimos lucidez suficiente para prever las consecuencias y complicaciones que podía traer la prohibición de PM.” Y es que el poder corrompe, ya se ha dicho, y el poder absoluto —aunque no sea más que sobre un sector de la sociedad, en este caso el cine—, le hizo perder el sentido de la realidad.

En una entrevista con Leandro Estupiñán del año 2007, Guevara afirmó: “Por eso te lo digo de una vez: [con la prohibición de PM] no me enfrenté a Lunes, sino a Franqui”.

Y Franqui y Lunes, ¿no eran la misma cosa?

En la misma entrevista, Guevara siguió diciendo: “Franqui le teme mucho a la influencia creciente del [antiguo] Partido [Comunista]. Franqui tenía suficientes redes para no ignorar que por todas partes el PSP estaba diciendo que le estaban pasando el poder. Y, si además de eso, se iba produciendo un acercamiento a la Unión Soviética, entiendo su terror […] Puedo decirte que el PSP, en mi convicción, no fue leal… No disolvió sus Comisiones... Entre ellas, no disolvió la […] Comisión de Cultura, manejada por Edith [García Buchaca]”.

¿Y si Guevara entendía el “terror” de Franqui y pensaba que los “viejos comunistas” (estalinistas) no habían sido leales, por qué se ensañó con Franqui?

Agrega Guevara: “Un día, en una reunión convocada por el PSP, y presidida por Edith García Buchaca […] —esto estaba pasando en el mismo momento de PM, lo que pasa es que la gente no lo supo—, se intentó ponerme un comisario. Y todos lo aceptaron, porque Edith les informó que Fidel le estaba pasando el poder al Partido. […] Yo no acepté, y cuando salí de ahí, me fui directo a ver a Fidel… No estaba Fidel y se lo conté a Celia —Fidel y Celia vivían a unas cuadras del ICAIC... Celia se indignó: ‘Está pasando en todo el país. Nos tienen tomado el teléfono’, me dijo. ¡A Fidel! ¡Fidel vivía ahí!”

Alfredo Guevara se pone truculento cuando le asegura a Estupiñán: “Lo que pasa es que Sabá y el otro muchacho [Jiménez Leal] se presentan en el quinto piso […] y me llaman fascista. Entonces, les entré a piñazos.

A lo que Jiménez Leal respondió en su texto Conversaciones en la Biblioteca: “La realidad fue mucho más patética y cómica. Mientras yo, furioso, increpaba al funcionario del ICAIC [Rodríguez Alemán] que me había dado la noticia de la prohibición […], Alfredo, que había aparecido sigiloso detrás de nosotros con cara de estar al borde de un ataque de histeria, pero sin atreverse a acercarse demasiado, daba pataditas y portazos a derecha e izquierda de las diferentes oficinas que estaban en un pasillo cercano, con la idea, creo yo, de mostrar su disgusto”.

Dos años más tarde, en 1963, un siempre impaciente Alfredo cree que ha llegado el momento de recuperar su prestigio y convertirse en el paladín del “dentro de la Revolución todo”.

Trae buenas películas para resolver el gran problema de las salas vaciadas por la avalancha de filmes didácticos y aburridos que nos llegaban de la URSS y de los nuevos “hermanos del Este”—y comienza a permitir que se rueden películas críticas del “proceso”.

Su táctica consistía en enviar el film a un festival europeo y si ganaba premio, estrenarlo entonces con el aval de la opinión internacional. El prestigio de la “Revolución Cubana” se acrecentaba gracias a la imagen que del régimen daban en el extranjero las películas del ICAIC. Y Guevara sabía que Castro lo sabía.

Pero las pugnas por el Ministerio de Cultura estaban todavía en el aire y los tiburones pro-soviéticos esperaban el momento oportuno. Como nuevos (o mejor, viejos) ventrílocuos, los PSP estalinistas decidieron activar un muñeco, el actor Severino Puente, para comenzar un ataque en forma contra un Alfredo Guevara que todavía consideraban débil por su torpe manejo del caso PM.

En una carta al periódico pro-soviético Hoy, el actor se quejó de lo inapropiado de la programación del ICAIC, es decir, las películas que Alfredo importaba de Europa. Y allí mismo comenzó una nueva trifulca.

En un editorial en Hoy, Blas Roca atacó a Guevara, convoyándose una y otra vez con artículos de Mirtha Aguirre y Edith García Buchaca. Los directores de cine se quejaron y apoyaron a la dirección del ICAIC.

Y Guevara respondió a Roca: “No hay madurez sin herejía”. Y en una carta que exigió se publicase en el propio Hoy, el periódico del “enemigo”, atacó: “Para gentes como ustedes, el público está compuesto de bebés necesitados de manejadoras que los alimenten con papilla ideológica, altamente esterilizada y cocinada de acuerdo con las recetas del realismo socialista”.

Songo le dio a Borondongo, Borondongo le dio a Bernabé y cuando la polémica se encontraba en su mejor punto, el Comandante mandó a parar. De nuevo.

El momento era ahora de unidad, dijo Castro, e invitó a “una cena que duró hasta el amanecer del día siguiente”. Así comenzó la organización del Congreso Cultural de La Habana, un evento que —según Rafael Acosta de Arriba, en su artículo "El Congreso Olvidado", (La Gaceta de Cuba, enero-feb, 2013) —,“formó parte de un grupo de acciones en el plano internacional para darle cobertura a la guerrilla del Ché llevada a cabo en algún lugar del continente latinoamericano”.

Y con el propósito de anunciar a bombo y platillo este congreso —un canto de sirenas con el que arrobar de nuevo a las izquierdas europea y latinoamericanas chamuscadas por el caso PM—, Castro mandó llamar a Carlos Franqui para que le organizase en La Habana una “enorme” feria cultural internacional.

Franqui vivía un retiro discreto, casi un exilio de baja intensidad en Montecatini, Italia, después de presentar en Argel una muestra completa de lo que había sido el periódico Revolución —desde los ejemplares correspondientes a los años heroicos de la clandestinidad y de la Sierra Maestra, hasta los números publicados después del triunfo, incluyendo Lunes y los libros de su Editorial R. Una exposición que Castro había pedido a su embajador en Argelia, “Papito” Serguera, que le organizase a Franqui como desagravio por el cierre del periódico.

Fiel al llamado de su Comandante en Jefe, Carlos Franqui aceptó “con la esperanza de colocar un granito de arena en el mecanismo aparentemente imparable de los pro-soviéticos en la cultura cubana.” Un gesto que fue la reivindicación de un hombre que lo había dado todo por una causa, incluido el silencio. Y una declaración, una más, de su posición anti-estalinista y anti-realismo socialista.

Con la presencian de artistas tan importantes como Calder y Joan Miró, el Salón de Mayo se inauguró con éxito espectacular en agosto de 1967, en una Habana en la que también se celebraba la Conferencia Latinoamericana de Solidaridad (OLAS) y en la que por todas partes se veían vallas anunciadoras con el llamado del Ché a crear “muchos Vietnam”.

Pero en octubre Ché Guevara muere en Bolivia y con él perece la guerra de guerrillas como táctica de lucha en Latinoamérica. Castro continuará, sin embargo, con su plan del Congreso Cultural de La Habana, que se llevará a cabo en enero de 1968.

Pero ya es demasiado tarde. Al darse cuenta que no le va quedando otra, Castro comienza a dar un giro de 180 grados y a aceptar la construcción del “socialismo en un solo país”: la tesis estalinista soviética.

Alfredo Guevara recogerá vela tanto en su política de importación de filmes de calidad como en la producción de películas críticas. Era evidente que en el contexto de los nuevos tiempos, tanto el escándalo PM como su polémica con los estalinistas seguían planeando peligrosamente sobre su carrera.

Por si fuera poco, uno tras otros se acumulan los acontecimientos internacionales. Luther King, Kent, Chicago, Paris, Bobby Kennedy, Tres Culturas, Praga… 1968 es el año en que los jóvenes de todo el mundo se rebelan contra sus gobiernos.

Castro había apoyado a los jóvenes inconformes en USA desde la época primera. Pero ya para 1968 la rebelión estudiantil se les había escapado de las manos a los demagogos de izquierda —y el Comandante en Jefe comprende que hay que tomar medidas drásticas si se quiere evitar que en Cuba ocurran brotes de rebelión semejantes. Reveladora contradicción de una revolución que nueve años antes había sido ejemplo— de rebeldía, e inclusive de imagen con las barbas y los pelos largos— para esos mismos jóvenes que ahora se baten con las policías de todo el mundo.

Y se acaban los pequeños comercios y los timbiriches en las calles, operados por cuentapropistas que le sacaban las castañas del fuego a un régimen cuyo centralismo burocrático es ya incapaz de alimentar a su pueblo. A los cubanos no les va a quedar más remedio que “aceptar” el “llamado de la patria” a trabajar gratis en la zafra de los 10 millones. Una decisión dirigida a neutralizar una población joven, frustrada e independiente, dispersarla y alejarla de sus ciudades, de sus amigos, de sus familias, y así evitar los conflictos que afectaban a otras partes del mundo en aquel año definitivo.

Con la Ofensiva Revolucionaria de 1968 llegó el futuro y un país de economía considerablemente urbana se apaga para que se intenten producir 10 millones de toneladas de azúcar que ni el ministro del ramo creía posible. El resto no es sólo Historia, sino la triste historia del endiosamiento de un hombre y del fracaso profundo de sus ideas y de su régimen.

Y con la ayuda de la URSS ya funcionando como única tabla de salvación posible, el apoyo de Castro a la invasión soviética de Checoslovaquia no hará más que confirmar la crisis de un país sin futuro independiente.

A la población, el apoyo a la invasión no gusta. Va contra la identidad anti-imperialista sobre la que se ha creado el régimen. En ese año clave de 1968, obras de teatro capciosas, libros de poemas y novelas sin “mensaje optimista” ganan todavía primeros premios —pero ahora se publican con un prólogo-advertencia del Índice censor.

Y llega el Quinquenio Gris. ¡Que nadie se mueva! Parámetros por doquier. El Ministerio de Cultura se crea finalmente y Alfredo Guevara no será el ministro. Para mayor humillación, al ICAIC, su feudo, le quitan la condición de ente independiente y lo reconvierten en dependencia de ese nuevo ministerio. A principios de los años 1980 a Guevara le terminan por quitar la presidencia del ICAIC y Castro lo envía a un exilio dorado en un París donde su prohibición de PM sigue siendo citada como el detonador de la censura en la cultura cubana.

En la entrevista con Estupiñán, Alfredo se queja de que siempre le pregunten por este corto. “Estoy harto”, dijo, “de que la historia de la cultura cubana sean PM, la UMAP y el caso Padilla”.

¿Por qué será?

Y agregó: “Por eso es que digo que hubiera actuado posiblemente distinto”.

Troppo tardi.


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“Welcome Abuela” ...inmigración e incomunicación. (por Wilfredo A. Ramos)


La agrupación Troop of Actors presentó, con éxito absoluto, su propuesta teatral, “Welcome Abuela”, los días 2, 3 y 4 del pasado mes de Septiembre, en el escenario de Artefactus Teatro, espacio que mantiene una actividad artística constante en nuestra ciudad de Miami, aunque para ser más certeros tendríamos que agregar que previo a dichas funciones comerciales, fueron realizadas otro par de ellas, las cuales estuvieron dirigidas de manera directa a personas de la tercera edad que frecuentan algunos de los centros de salud de la comunidad.

Troop of Actor es una organización que tiene como objetivo generar proyectos artísticos y docentes, la cual ha sido creada por la pareja en la vida y en el arte de los cubanos Nitsy Grau y Leopoldo Morales, dramaturga y actriz ella, director él, maestros ambos. Estos dos creadores poseen una sólida carrera que ha venido asentándose primero desde su país natal, pasando por tierras colombianas, para llegar en la actualidad a esta ciudad, que abarca ya alrededor de treinta años, habiendo incursionado no sólo en el ámbito teatral sino adentrándose igualmente en la televisión y el cine.


Esta nueva propuesta ofrecida por dichos teatristas, tiene como base, según ellos mismos han expresado, hechos acaecidos en la realidad, los cuales arrastran el ya demasiado extenso y doloroso proceso migratorio que viene sufriendo el pueblo cubano en la búsqueda de su libertad. Junto a este de por sí lamentable tema, el texto, de la autoría de la Grau, se suma el de la barrera generacional que se establece entre aquellas personas de la tercera edad, que dejan detrás de sí toda su vida pasada para comenzar tardíamente otra nueva en otro país y las nuevas generaciones familiares nacidas de esta parte del Estrecho de la Florida.


La concepción de la puesta se mueve en la cuerda del melodrama, con el personaje de la abuela construido sobre la base de un arquetipo algo maniqueo al momento de concebir a una persona de la llamada tercera edad. El trabajo de la actriz deambula demasiado en la cuerda de la caricatura, su manera de caminar, de hablar y de gesticular reafirma dicho concepto. Muchas veces nos preguntamos si para encarnar determinados tipos de personajes sobre la escena hay que envolverlos en arquetipos que sobredimensionan sus características naturales, convirtiéndolos en prototipos caricaturescos.


Nitsy Grau es una actriz que no necesita de tales excesos para poder entregarnos cualquier tipo de característica de un personaje, ella posee las armas necesarias para pasar de la comedia al drama de manera real, sin ornamentos innecesarios, sin manierismos superfluos que ensucien su desempeño actoral. Su trabajo no obstante, maneja bien esas bruscas transiciones en que navega su personaje entre un género y otro, en ocasiones cambios bastantes inesperados y fuertes, pero que ella sabe matizar.


La presencia de la joven actriz Ariadna González, va a ser la de un personaje de soporte en el espectáculo, el cual apenas tiene texto y con una cadena de acciones mínima y monótona. Ella será la contraparte que hará visible la incomunicación generacional a la que se refiere el mensaje del texto.

Si bien no resulta nada extraño este tipo de personajes sobre los escenarios, en esta ocasión su aparición no nos resulta del todo acertada, debido a que por momentos da la impresión de que no se sabía qué hacer con su presencia en el escenario, tal y como cuando la propia joven se esconde detrás de una balsa playera, de las cuales por cierto se encontraban dos en escena sin que estuvieran al servicio de acciones necesarias y concretas, hecho sin justificación plena, que solo provocara leves risas en el espectador.

Este trabajo bien podría haber sido ser concebido como un unipersonal donde la actriz protagonista enfrentara al reto de darle vida a su propio personaje y hacer ver la existencia del otro con el que interactúa a través de toda la obra sin necesidad de su presencia física, lo que habría obligado a la Grau a llevar al máximo sus opciones dramáticas.

Un aspecto interesante, resuelto a través de la escenografía es el de la presencia imaginaria sobre el escenario del Río Bravo, temible franja de agua que se ven obligados a cruzar todos aquellos que deciden afrontar el riesgo de cruzar la frontera Sur de este país. Mediante una gran cantidad de paraguas abiertos, colgados boca arriba, se hace presente la temida imagen que delimita no sólo el camino al inmigrante, sino también al público del espacio de representación.


Estos paraguas servirán también de algún modo para ir depositando objetos que a manera de recuerdos deben ser dejados en el fatigoso caminar en busca de la tan ansiada tierra prometida.

Hay objetos utilizados por ambas actrices con mayor o menor acierto, algunos para reforzar lo narrado, otros con escaso carácter funcional.

En cuanto al texto, este posee una expresividad, que bordea y juega con elementos que se mueven entre la comedia y el drama, pero sin afianzarse en ninguno de los dos, creando un ambiente melodramático contenido, lo cual es un acierto de la escritura, teniendo en su final, de total carácter sorpresivo e inesperado, el mejor y más logrado momento dramático de la obra. Desde nuestra apreciación el texto superó al montaje de la obra.


Un aspecto a tenerse en cuenta de manera acertada al enfrentarnos a esta propuesta artística, es que a pesar de que con dicha historia podemos reaccionar al dolor y sufrimiento del exilio cubano, también podemos ver reflejado el de todos aquellos pueblos que se ven forzados a tomar el camino del exilio, por lo que el mensaje particular que provee este texto se convierte en llanto general.

Ojalá que este trabajo pueda volver a tener vida sobre las tablas y ser disfrutado por otros públicos. Su mensaje lo merece.


Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Septiembre 16, 2022

Fotos/Arturo Arocha.

Saturday, December 17, 2022

(Carteles. Junio 1924) Federico Monteverde, un camagüeyano General del Ejército Español


"Exmo Sr. Don FEDERICO MONTEVERDE, General del ejército español que desempeñó hasta hace poco el cargo de Capitán General de Canarias. El General Monteverde es natural de Camagüey y está casado con una matancera, la Sra. Mariana Tió de Monteverde.

Este prestigioso militar posee una sólida cultura y es Doctor en Derecho Civil y Canónico, en Filosofía y Letras, Maestro de Obras y Arquitecto, Químico y Matemático.

Viene a Cuba de viaje de recreo y permanecerá en esta un largo tiempo." (Foto. Godknows. Carteles. Junio 1924 )

Thursday, December 15, 2022

El escultor camagüeyano Esteban Betancourt, enseñando en San Alejandro. (Foto/Carteles. Febrero 1928)

 

Nota de Roberto Méndez:
Esteban Betancourt Díaz de Rada, un escultor poco recordado. Fue un muchacho talentoso, Salvador Cisneros pudo conseguirle una Beca en Europa. Fue profesor en San Alejandro, autor de algunas de las metopas del Capitolio, del busto de Barberán y Collar en el Casino Campestre y del monumento a Manuel Ramón Silva. En La Habana hizo el busto del Dr. Albarrán que está en Carlos III delante del Hospital Emergencias. Era hermano de María Luisa Betancourt Díaz de Rada y por tanto cuñado de Luis Loret de Mola Bueno, los dueños de Villa María Luisa en Camagüey. El Museo de Bellas Artes en La Habana exhibe un busto de Martí que ha sido muy reproducido, entre otras partes hubo uno en Parque Martí en la Plaza de San Francisco en Camagüey hasta el resideño del lugar hace unos años.

Regionalismos y racismos coplísticos... (por U. Noquelosabe. Carteles. Octubre 1931)



No es precisamente en la historia ni en los documentos oficiales donde suele hallarse la verdad sobre personajes y acontecimientos de cada época, ni mucho menos es posible conocer por historia y documentos el verdadero carácter del pueblo, sus vicios y sus virtudes. El más rico tesoro de investigación histórica y psicológica lo forman los elementos tradicionales de la vida popular: los cuentos, consejas, leyendas, romances, décimas, cantares, boleros, refranes, proverbios, adivinanzas, supersticiones, artículos costumbristas, conocimientos populares, juegos, ceremonias, bailes, etc., etc. 

Hace años, en 1924, a iniciativas de José María Chacón y Fernando Ortiz, se constituyó en la Habana la Sociedad del Folklore Cubano, que aun existe y ha venido publicando una interesantísima revista, sus Archivos, en cuyas páginas aparecen recopilados muchos de esos elementos tradicionales de la vida popular cubana o que con ella tengan relación.

Hojeando en estos últimos días los tomos hasta ahora editados de esos Archivos, coincidió esa lectura con la de un trabajo publicado en uno de los últimos números de la Revista de las Españas por Gabriel María Vergara Martín sobre refranes, modismos y cantares geográficos que se refieren a la América española o se emplean en ella. Y considerando que para los lectores de estas Quisicosas pudiera ser interesante una glosa de esos trabajos folkloricos, voy a ofrecerla, seleccionando de tales refranes, modismos y cantares los más típicamente característicos de hombres y cosas de nuestra Insula. 

Sabido es que en España se llamaba las Indias al Nuevo Mundo e indiano a los españoles que de América venían. 

A las Indias se iba a hacer dinero y de las Indias debía venirse rico. Pero no todos los indianos volvían a la Península con la bolsa repleta. Así un cantar dice:
Mi marido fué a las Indias 
en busca de un capital, 
trajo mucho que decir, 
pero poco que contar.
Esto ocurría no siempre por mala suerte como por falta de diligencia:
A las Indias van los hombres, 
a las Indias por ganar; 
las Indias aquí las tienen
si quisieran trabajar.
El prurito nacionalista y hasta regionalista o localista muy intenso en nuestra América, hace que los nativos de cada uno de nuestros países, regiones o poblaciones considere su patio mejor que los de los demás, celebrándolo con exagerados ditirambos o criticando los otros; lo cual obliga a poner en tela de juicio aquellos elogios, porque suele ocurrir que:

Ni la Vera Cruz es cruz, 
ni Santo Domingo, Santo; 
ni Puerto Rico, tan rico
para ponderarle tanto.

Hasta los habaneros que acusan de regionalistas a los de las otras provincias, del ínterior, y principalmente a los orientales y camagüeyanos, no se quedan atrás en eso de celebrar su capital. Así se pondera en aquella copla:

Tres cosas tiene la Habana
que no las tiene Madrid: 
son el Morro, la Cabaña
y ver los barcos salir.

Copla de la que existe una variante, en la que se alude a la gran lámpara que existía en el antiguo teatro de Tacón:
Tres cosas tiene la Habana
que causan admiración: 
son el Morro, la Cabaña
y la araña de Tacón.
Los matanceros, por su parte, ponderan así su ciudad: 
Dos cosas tiene Matanzas
que no las tiene Madrid: 
las cuevas de Bellamar
y el valle del Yumurí. 
O también:
Dos cosas tiene Matanzas
que son dignas de admirar:
el agua de Chuchuneco
y el puente Provisional.
Los spirituanos celebran sus mujeres como las más bellas de la Isla :
Para mulatas, el Cayo;
para dulces, Trinidad;
para muchachas bonitas
Sancti Spiritus no más.
Y parece que los manzanilleros también, pues existe este cantar:
Cuando salgo de mi casa 
aquí caigo, aquí levanto,
por ver las manzanilleras
que me las ponderan tanto.
Sobre la corta distancia que existe entre algunas poblaciones, no ya hoy, con ferrocarril, aeroplanos y carretera central, sino en la época colonial, tenemos esta copla:
Cuando los gallos pelones 
cantan el Ave María
de Villaclara salía
poniéndome los calzones; 
la leche tomé en Limones, 
en la Managua el café, 
y a las diez de la mañana 
en Matanzas almorcé.
Contra Baracoa sus vecinos cantan:
Baracoa la bella,
monte sin leña, 
mar sin pescado; 
clérigos, pocos
y estos, locos.
Y contra Guanabacoa es muy popular y conocida esta décima burlesca:
Guanabacoa la bella, 
con tus murallas de guano, 
ya se retira un cubano
porque el hambre me atropella.
o puede vivir en ella
ninguno de sentimiento.
Ya me falta el alimento;
hace tres días que no como. 
¡Me voy a vestir de plomo
pa que no me lleve el viento!
En la época de la dominación inglesa en la Habana, se censuró mucho a aquellas muchachas que sostuvieron relaciones amorosas con los ingleses conquistadores o a ellos se unieron, pues ha llegado hasta nosotros esta copla:
Las muchachas de la Habana 
no tienen temor de Dios, 
y se van con los ingleses 
en los bocoyes de arroz,
Sobre el problema de razas en hispanoamérica en general y en Cuba en particular, la poesía del pueblo nos descubre como en realidad la división entre blancos y negros es mucho más honda de lo que a primera vista parece y cómo el blanco mira y trata con mal disimulado desdén a su hermano negro. Hay un cantar que así expresa:
En San Juan de los Remedios 
las mulatas tienen don; 
la culpa tienen los blancos,
que les dan conversación. 
Hay este otro, de origen argentino: 
A los blancos hizo Dios; 
a los mulatos San Pedro; 
a los negros hizo el diablo
para tizón del infierno
El blanco, según la musa popular, no quiere al negro, lo acepta por compromiso y le atiende y agasaja por interés, como gráficamente expresa este cantar venezolano:
Cuando un blanco está comiendo 
con un negro en compañía, 
o el blanco le debe al negro 
o es del negro la "comía".
Y, en cambio, el negro se defiende prontamente de las diatribas del blanco y sus pretensiones por aparecer blanco, sacándole relucir su dudoso origen, según lo vemos estos Motivos de Son de nuestro Guillén:

Ayé me dijeron negro
pa que me fajara yo;
pero é que me lo decía 
era un negro como yo.

Tan blanco como te be 
y tu abuela sé quién é.

Sácala de la cosina, 
sácala de la cosina: 
Mamá Iné.

Mamá Iné, tú bien lo sabe, 
Mamá Iné, yo bien lo sé; 
Mamá Iné te llama nieto, 
Mamá Iné.

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