Wednesday, August 4, 2010

Expo Giants in the City (fotos by Elsa Roberto)

The 2010 Summer Exhibition of Giants in the City, an inflatable sculpture public art project organized by founder and curator Alejandro Mendoza features twenty-five giant sculptures fabricated in nylon, inflated, and supported upright by a continuous supply of air through the interior. 

The exhibition closes with a giant reception on Friday, August 6th, 2010 from 7:00 to 11:00 p.m. offering music and refreshments.

Artists invited to participate in the 2010 Giants in the City exhibition at the Miami Beach Botanical include: Edouard Duval Carrie, Gisela Savdie, Gustavo Acosta, Frank Hyder, Jose Bedia, Joel Erland+ Kate Kaman, Noor Blazekovic, Pablo Laucerica , Lucinda Linderman, Tomas Esson, Leonel Matheu, Miguel Fleitas, Alejandro Mendoza, Karen Gilinski, Miguel Rodez, Nicolas Leiva, Maki Hashizume, Ramon Williams, Mariano Costa Peuser, Sergio Garcia, Yovani Bauta, Gino Tozzi, Anja Marais, Angel Vapor, Othon Castañeda


YOVANI BAUTA
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MARIANO COSTA PEUSER
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RAMON WILLIAMS
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LEONEL MATHEU
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GUSTAVO ACOSTA
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ALEJANDRO MENDOZA ARTISTA CURATOR
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TOMAS ESSON
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SERGIO GARCIA
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Fotos/Blog Gaspar El Lugareño (by Elsa Roberto)

Discurso del Cardenal Jaime Ortega en Washington (3 de agosto de 2010)


Discurso de Su Eminencia el Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino
Arzobispo de la Habana
Octavo galardonado por el Reconocimiento Gaudium et Spes
128 Convención Suprema Cena de Estados
Caballeros de Colón
3 de agosto de 2010.

Eminencias, Excelencias, Caballero Supremo Sr. Carl Anderson, distinguidos miembros de Caballeros de Colón, amigos.

Para mí es un gran honor, y un deber que desempeño con mucho gusto, aceptar la invitación que me hizo el Caballero Supremo, el Sr. Carl Anderson, para participar en esta Convención Suprema Anual.

En primer lugar, es ante todo un honor porque me permite agradecer públicamente este inmerecido reconocimiento que Caballeros de Colón me ha otorgado, y que me será entregado en esta importante ocasión. Cuando supe que sería honrado con el reconocimiento Gaudium et Spes, entregado por Caballeros de Colón a algunos de los personajes más importantes de la Iglesia Católica en el mundo, y escuché los amadísimos nombres de algunos de los galardonados anteriores, la beata Teresa de Calcuta, el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado de su Santidad el Papa Benedicto XVI, y mi inolvidable amigo el Cardenal O’Connor, sentí el impulso de comunicar al Caballero Supremo, el Sr. Carl Anderson, mi sorpresa por haber tomado en cuenta este sucesor de los Apóstoles, quien fue elevado a la dignidad de cardenal por Juan Pablo II en 1994, y actúa como Arzobispo de la Habana desde 1981; también quería transmitirle mi profunda gratitud por este gran honor inmerecido. Quisiera aprovechar esta oportunidad para hacerlo una vez más.

Dije anteriormente que también era mi deber decir unas palabras de gratitud especiales por los servicios eclesiásticos de Caballeros de Colón en favor de nuestra Iglesia en Cuba. Ustedes, queridos Caballeros de Colón, han hecho realidad el lema de la convención “Soy en guardián de mi hermano”.

Sin importar la distancia ni las diferencias entre nuestros sistemas sociales y políticos, ustedes han sido hermanos para los católicos cubanos y les han mostrado su solidaridad. Tan solo necesitaríamos mencionar su decisivo apoyo para la construcción del nuevo Seminario San Carlos y San Ambrosio en la Ciudad de la Habana, Cuba.

Estas nuevas instalaciones, que esperamos inaugurar en noviembre durante las Celebraciones de San Carlos Borromeo, tienen capacidad para cien seminaristas, y remplazará el edificio anterior situado en la Ciudad colonial, que no es funcional ni por su localización ni por sus condiciones. El antiguo edificio se convertirá en un centro cultural de gran trascendencia para la educación teológica de los laicos en las áreas de humanidades y el arte y la cultura en general.

De esta forma, al contribuir tan generosamente a la construcción del Nuevo Seminario, también han permitido el desarrollo de dos obras de gran impacto social y eclesiástico.

Como lo dijo el Papa Benedicto XVI, los sacerdotes son “un don del corazón del Cristo, un don para la Iglesia y para el mundo”. Por lo tanto, su capacitación y labor vocacional constituyen la principal tarea de un Obispo. De allí mi preocupación por tener un seminario adecuado que – gracias al apoyo de Caballeros de Colón – está a punto de terminarse. Pero el laicado ha desempeñado un papel preponderante en Cuba, en especial en los últimos 40 años, no solo por su trabajo en ciertos ministerios debido a la escasez de sacerdotes, sino también por su papel social en las familias, los lugares de trabajo, las escuelas y la sociedad en general; en ocasiones han tenido que enfrentar problemas debido a las restricciones y limitaciones que han sufrido los creyente en las décadas pasadas. El papel del laicado en Cuba es bien conocido por Caballeros de Colón, quienes estaban presentes en mi país desde los inicios de la República en 1902 con una labor que ha dejado huella en nosotros. Debo decir que los laicos de la Habana ya están organizando grupos de hombres que quieren unirse e Caballeros de Colón en diversas parroquias. Ahora les transmito un ruego en su nombre y una invitación muy especial del Arzobispo.

Les puedo asegurar que actualmente la situación es más favorable para la acción de los servicios caritativos característicos de Caballeros de Colón en la Iglesia Cubana.

Muchas obras sociales por los ancianos, por los niños discapacitados, talleres parroquiales para ayudar a los que tienen problemas de aprendizaje, para los jóvenes y adultos que quieren aprender humanidades o la Doctrina Social de Iglesia, etc., son algunas de las posibilidades de la presencia social de la Iglesia en Cuba, que se ve rebasada por estos esfuerzos que realizan también las numerosas Casas de Misión que reúnen comunidades de 60, 70 o hasta 100 personas en casas familiares. Muchas veces, estas comunidades están encabezadas por catequistas laicos que preparan a los fieles para pasar de ser comunidades evangelizadas a comunidades Eucarísticas. En mi Arquidiócesis, varias de estas comunidades se han convertido en parroquias. Ahora debemos construir iglesias parroquiales. Ya hemos conseguido algunos permisos para construirlas, pero nuestra Iglesia es pobre y necesita ayuda.

La Iglesia siempre se ha interesado – de una manera discreta, directa y no violenta – en todo lo que tiene que ver con la justicia y el bien común. Ha logrado que se lean y acepten sus publicaciones, no solo por los católicos practicantes sino también por otros, ya que reflejan las carencias y expectativas de muchos cubanos.

Últimamente, el gobierno cubano, en respuesta a nuestras peticiones, nos ha pedido que mediemos entre las familias de los prisioneros políticos y las autoridades gubernamentales para conocer sus propuestas. Así comenzó un proceso, que ha llevado al anuncio reciente de que cincuenta y dos convictos, considerados como prisioneros de conciencia por Amnistía Internacional, serían liberados en un periodo de tres a cuatro meses. Más de veinte de estos prisioneros ya se han ido a España.

Estas discusiones conducidas por la Iglesia no tienen precedentes y han provocado un nuevo reconocimiento social de nuestros católicos. Esperamos que este proceso de diálogo, en el cual estamos inmersos actualmente, desemboque en algo positivo. Les pedimos que oren por esta causa y por nuestra Iglesia en Cuba.

Hace poco, el portavoz de la Santa Sede, el Padre Lombardi, reconociendo la mediación de nuestra iglesia, dijo lo siguiente:

“El papel crucial en el proceso de diálogo asumido por el Cardenal Ortega Alamino y por el Arzobispo Dionisio García, presidente de la conferencia de obispos, fue posible por el hecho evidente de que la Iglesia Católica tiene profundas raíces en el pueblo y que es un intérprete confiable de su espíritu y sus expectativas.”

La Iglesia, observó, “no es una realidad extrínseca, no huye en los momentos difíciles. Soporta el sufrimiento y las esperanzas con dignidad y paciencia, sin servilismo, pero también sin tratar de exacerbar las tensiones ni tampoco exasperar los ánimos. Por otro lado, lo hace con un esfuerzo continuo para abrir vías para la comprensión y el diálogo.”

Creo sinceramente que ésta es también la razón por la que Caballeros de Colón me otorga este reconocimiento inmerecido. Me siente profundamente honrado. En nombre de la Iglesia de Cuba, reitero mi más profunda gratitud al Caballero Supremo y a todos los Caballeros de Colón. Ruego al Señor que siga bendiciendo sus acciones eclesiásticas, y que el Padre McGivney – quien fue inspirado por Dios para fundar esta extraordinaria obra eclesiástica – pronto sea canonizado.

Los bendigo a todos y rezo por ustedes.

Muchas gracias

Con la verdad a cuestas ( Sección a cargo de Ena La Pitu Columbié)

El Museo Judío de Florida



Texto y fotos por Ena LaPitu Columbié
(para el blog Gaspar, El Lugareño)
 
 
El término judío proviene de Judá o Yehuda, y nombra a uno de los hijos de Jacob Judá. La palabra Judío — “Alaba al Eterno”— no aparece en la Torah (los 5 libros de Moshéh), sino en el resto de los libro del Tanaj. El humanismo judío afirma que es judío "quien se siente judío" sin importar si tiene ascendencia judía, o si hace una conversión religiosa. Ese pueblo está conformado por hombres y mujeres inteligentes y con empeño, descendientes de los antiguos israelitas, y también los que se han convertido a la religión durante siglos de historia y persecución. Tienen dentro de su pueblo 172 hermanos laureados con el Premio Nobel, lo que representa aproximadamente el 29 % del total de dicho premio desde que se estableció. Entre esos nombres se encuentran: Boris Pasternak, Elías Canetti y Albert Einstein. Actualmente la mayor comunidad judía de la diáspora se localiza en Estados Unidos de América, con cerca de seis millones de judíos.

Miami Beach es uno de los lugares de recepción y acogida de judíos de todo el mundo, por lo que en sus alrededores he podido encontrar un creciente número de comunidades que han creado una red de sinagogas. Uno de esos lugares que considero de los más importantes, y que me impactó emocional y racionalmente es el Museo Judío de Florida.

Plantado en una antigua sinagoga construida en 1936, el museo abrió sus puertas al público en 1995 después de ser restaurado el edificio Art Deco Hohauser de Henry. El Mismo tiene un centro de investigación y selección, que posee colecciones propias de arte y de historia donde se ejemplifica por medios científicos y palpables los casi 300 años de historia de su etnia en Florida. También muestra exposiciones itinerantes junto a las que se imparten programas educativos y culturales, en los que pueden participar adultos y niños. Es el lugar ideal para que los propios judíos reafirmen sus ideales y fortalezcan su identidad; y para que el resto del mundo conozca por medio de las miles de fotografías, artefactos de la época, colecciones de arte, libros de historia y testimonios orales; el sufrimiento de millones de familias.

Recibí una sorpresa muy grande consultando documentos, al percatarme que existe una gran comunidad de judíos cubanos; y me emocionó saber que en 1895 muchos de los que vivían en la Florida estuvieron apoyando con donaciones de dinero y otras necesidades las recaudaciones que hacía Martí para la guerra que contra España se libraba en Cuba. Cuando Martí expuso en Key West las razones de los cubanos para irse a dicha guerra, los judíos de muchas partes del mundo reunidos en el sur de la Florida, se solidarizaron con esas ideas, porque ellos habían sufrido el mismo dolor. En el museo judío de Miami Beach se encuentran los testimonios.



ver todos los post anteriores de Con la verdad a cuestas
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Ena Columbié, “LaPitu” Guantánamo, Cuba. Poeta, ensayista, crítica, narradora y artista. Licenciada en Filología. Ha obtenido numerosos premios en crítica literaria y artística, cuento y poesía. Ha publicado los libros: Dos cuentos (Narrativa. Cuba 1987), El Exégeta (Crítica literaria. Cuba 1995), Ripios y Epigramas (Poesía Cuba 2001) y Ripios (Poesía. USA 2006) y en las antologías: Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (Cuba 1989), Epigramas (Cuba1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español (USA 2005), La Mujer Rota (México 2008). Dirige la editorial, Ediciones EntreRíos. Ha colaborado como editora en la editorial La Araña pelúa de París y en La Peregrina Magazine, así como en diversos proyectos privados independientes.Como fotógrafa ha publicado en revistas y periódicos de USA. Reside en Miami, Florida. USA.

Tuesday, August 3, 2010

(el Miami Cubano está cambiando) Dialogan Vigilia Mambisa y Generación Cambio Cubano en la Calle 8

Club Aché presenta la orquesta Aragón
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Alejandro Cantón (Generación Cambio Cubano) defiende apasionadamente sus razones
 frente a Miguel Saavedra (Vigilia Mambisa), quien le escucha de manera atenta.
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Hace unas pocas semanas reseñaba el encuentro que se celebró con los integrantes de Teatro Buendía en la sede de Teatro Miami Studio, y comentaba como me llamaba la atención que los allí presentes fuimos capaces por más de horas de enfocarnos en el tema convocado, ese hecho me hizo pensar que los cubanos estabamos cambiando, al menos los del exilio. (ver Una Buena Noche con Buendía, en Teatro Miami Studio)

Pero el tema de este post, es otro evento que considero interesante en grado sumo. En la noche del pasado sábado día 31 de julio pude, por azar, ser testigo y a la vez documentar un suceso que yo creía imposible podria presenciar en el Miami Cubano actual. Generación Cambio Cubano y Vigilia Mambisa estaban dialogando o mejor dicho intercambiando sus diferentes puntos de vista desde la conversación basada en argumentos.  El motivo por el cuál en esta ocasión ambos grupos habían coincidido (en la esquina de la calle 8 y la 36 Av del SW)  era la presentación de la orquesta Aragón en el Club Aché.

De forma apasionada en algunos momentos, o de manera pausada en otros, representantes de Generación Cambio Cubano, (Alejandro Cantón, ... ) y los líderes de Vigilia Mambisa encabezados por Miguel Saavedra expusieron sus  razones. Los de la izquierda (diría para referirme a los de Generación Cambio Cubano) defendían el derecho de cualquier artista de la Isla a cantar en Miami, y a la vez reconocían el derecho de los de la derecha (refiriendome a Vigilia Mambisa) para manifestarse en contra de ello.

Los de la derecha plantean que la ciudad está sirviendo de tribuna para artistas que no se oponen frontalmente al régimen de La Habana y a la vez estas presentaciones en la casa del exilio son una manera de contribuir económicamente al ya nombrado régimen.

En mi opinión ambos (la izquierda generacional y la derecha mambisa - con jóvenes también de su lado-) llevan razón en lo que dicen, tanto los artistas de la Isla tienen el derecho a presentarse acá, como esto a la vez constituye un alivio económico para el regimen de allá (aunque sea indirectamente) y por lo tanto es algo reprochable.

 Me pareció interesante el careo entre los representantes de ambos bandos (que se alejaron un tanto y un rato del campo de batalla oral para presentarse mutuamente sus divergentes criterios), conociendo previamente (en este caso) que el uno no iba a convencer al otro.

Es motivo de regocijo percibir que el Miami Cubano está cambiando, y que al parecer se comienza a respetar y a escuchar al otro. Ojalá que este suceso del sábado sea una nueva actitud y no un acto aislado de nuestra diáspora nacional.

Gaspar, El Lugareño


a la izquierda, la izquierda y a la derecha, la derecha
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la sede la izquierda
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el espacio de la derecha
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el espacio del diálogo

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Fotos/Blog Gaspar El Lugareño

Nota: Si utiliza alguna de estas fotos en su website, en sitios sociales como Facebook, o de cualquier manera debe mencionar: foto del blog Gaspar, El Lugareño, o foto por Joaquín Estrada-Montalván

El Card. Jaime Ortega en Washington (invitado por los Caballeros de Colon)

(Revista Palabra Nueva) La Habana, agosto 2 (2:45pm): El cardenal Jaime Ortega Alamino, arzobispo de La Habana, llegó el domingo a la ciudad de Washington D.C., Estados Unidos, invitado por la Orden de los Caballeros de Colón, quienes otorgarán al cardenal cubano el Premio Gaudium et Spes.

Está previsto que el cardenal Ortega reciba el Premio el martes 3 de agosto, y que responda con un discurso de aceptación, durante una sesión de la Conferencia de la Orden que sesiona esta semana en la capital de Estados Unidos.

Con anterioridad, otras siete personas habían sido distinguidas con el Premio Gaudium et Spes, entre ellas la Madre Teresa de Calcuta, el que fuera arzobispo de Nueva York, cardenal John O'Connor, y el actual secretario de Estado de la Santa Sede, cardenal Tarcisio Bertone.

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ver Cronología parcial de la mediación del cardenal Jaime Ortega

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en el blog:

El Trago de los Tigres (Novela inédita de Sindo Pacheco)

Capítulo 8: Ser verdadero
Foto Flickr (by Ken Berger)



por Sindo Pacheco
(para el blog Gaspar, El Lugareño)


Todos teníamos que ir a la Escuela al Campo, a sembrar tabaco o frijoles por una temporada, porque si no estabas frito, y no pasabas de grado, y te manchaban el Expediente. Había que trabajar durante el día, pero de noche andábamos como Cides Campeadores antes de entrar a Burgos, dándonos buenos chapuzones, sin importarnos si el agua estaba fría o el río crecido o si tenía remolinos y madres de agua y todas esas cosas que tienen los buenos ríos.

Desde el campamento se veían los campos roturados, listos para recibir las posturas de tabaco. Hacía fresco y brisa suave, y un vacío silencio de soledad de ser humano. Le llamaban el campamento como si estuviéramos en alguna guerra. Aquí todo está relacionado con la guerra. Un día vamos a ir a la guerra, a triunfar o morir, y así nos vamos preparando: Los macheteros, que cortan la caña para los ingenios, se agrupan en brigadas: Brigada Revolución de Octubre; los que operan las máquinas cortadoras, en pelotones: Pelotón de Combinadas XX Aniversario; Batallón Tal y Batallón Mascual; y los albergues son campamentos. Existen además Batallas por la Eficiencia, por la Productividad, Batallas por el Sexto Grado. Campañas Cafetaleras. Contiendas Azucareras.

Éramos la Brigada Siete, de turbineros, que cambiábamos los tubos cada una hora y luego descansábamos hasta que la tierra quedaba húmeda, bien empapada, con las posturas de tabaco buscando la luz del sol agradecidas, y volvíamos a cambiar los tubos, y entre un cambio y otro nos daba tiempo a caminar, a buscar guayabas, a darnos un chapuzón, o a ir al campamento de las muchachitas que era donde latía el corazón de aquellos campos porque allí estaba Ella, que siempre nos brindaba refrescos, y dulces y galletitas, y besos rosados repletos de calorías.

Fuimos a los potreros de la granja, a conseguir un buen caballo. Nos armamos de cintos y de cuerdas, y a la semana exacta ya teníamos en qué montar. Los atamos cerca del campamento, a la orilla de un arroyo para que pudieran beber agua, y le llevábamos hierba para verlos comer de nuestras manos. Algunas noches pasábamos bien cerca del campamento de las muchachitas de manera que ellas sintieran el tropel, y supieran que íbamos por ahí, como almas que se lleva el diablo. Porque nada hacíamos con Ella si no teníamos caballo, si no podíamos salir a la noche oscura, y desaparecer, y luego volver de madrugada, con el sereno del trayecto en los pulmones, y que las muchachitas supieran de una vez y se fijaran y se dieran cuenta por sí mismas, de lo que éramos capaces, aparte de amarlas toda la vida. Y cuando nos dolía la cabeza, nos tocábamos la frente para que Ella se alarmara, para verla así preocupada, con ese rostro a punto de llorar, y nos trajera aspirina, y jugo de naranja, y preguntara si hemos mejorado, cada minuto preguntando, Ella necesita saber, necesita que estemos mejor, que estemos aptos, y nos acaricia, nos pasa la mano por el pelo, y sentimos que nos quiere, que no puede vivir sin nosotros, y ya no resistimos verla así, tan preocupada, nos preocupa eso, que siga preocupada, y estamos mejor, mucho mejor, gracias, gracias a Ella, y nos despedimos, y nos ocultamos y volvemos a nuestro caballo, al campamento, buscando los recovecos, los senderos más ocultos, que nadie nos vea, que los profesores no nos vean así de héroe y sientan envidia, y quieran expulsarnos, seamos un bandolero, un bandido robador de caballos, un delincuente.

Dormíamos sobre literas de hierro o de madera, con sacos de yute como fondo, cuyo olor especial iba a ser para nosotros el mismo aunque pasaran los años: olor a yute: olor de Escuela al Campo:

Qué le dijo el chivo a la rana.

Y qué le dijo una nalga a la otra.

Y qué le dijo la barriga al espinazo.

Y Fidel a Raúl…

Y cuál es el animal que esto y el animal que aquello.

Y el colmo de tal y tal.

Y se sube el telón y se baja el telón.

—Cállense de una vez que no dejan dormir.

—A callar a tus gallinas.

—Fulano: Bemba de cloche.

—Y tú…, Tibor de cedro.

—Son las dos de la mañana.

—Mañana es domingo.

—Te meto el pingo.

—Méteselo a tu madre.

—Rony, ponme una piedra con tu hermana.

—Con tu madre.

—La tuya que es mi comadre.

—Voy a llamar al director.

—Cállate, imbañable.

—Perico imbañable, peste a pata.

—Silencio, caballeros.

—Hay que dormir.

—Váyanse para afuera a joder.

—Hay mucho frío.

—Pues cállense.

—A callar a tus gallinas.

—Me cago en la mierda.

Salimos afuera, contentos, felices, a cantar bajo las estrellas alguna canción que dijera algo como sin ti no puedo vivir, bésame mucho, necesito tu amor, en fin, que hablara de Ella, de muchachas bonitas, de tristezas, de amores verdaderos. Éramos eso: verdaderos. Fue una época muy corta en que fuimos verdaderos. Ser verdadero es un sentimiento, una noción, algo que está en el aire o dentro de uno, pero que al mismo tiempo no se puede captar. Solo al cabo del tiempo, cuando empezamos a ser falsos ocurrió el descubrimiento.

Una noche fuimos a comer naranjas. Cerca del campamento había un naranjal, cuyos frutos, radiantes como lunas doradas, nos enviaban sus brillos, sus señales, mensajes cifrados que decían tómame, desvísteme, chúpame, disfruta mi acidez, embarra tu cuerpo de mi jugo para irme en ti, y luego arroja mis restos al camino. Pero nos levantaron un acta, escrita con tinta china en un papel de primera: a las tantas horas del día tal fuimos sorprendidos robando frutos menores (grupo de los cítricos), aprovechando las sombras de la noche para cometer tal fechoría contra la propiedad del pueblo, perjudicando a niños y ancianos para los cuales estaba destinado ese producto…

Así que estábamos fritos, y nos dieron deseos de ver a Ella. Cuando pasamos mucho tiempo sin mirarla, la sangre se nos comienza a helar, a poner densa, a dejarnos como sin fuerzas, a punto de un infarto. Sólo el calor de sus ojos, de sus manos, de su cuerpo nos devuelve el flujo sanguíneo y nos revive. Hacía como diez horas que no la veíamos, que no nos miraba, que no nos brindaba un refresco. Y nos fuimos sin permiso, medio moribundos, arrastrando los pies hasta el campamento de las muchachitas. Eso es tan fatal como ir a la Iglesia, o traicionar la patria. Faltó poco para que mandaran a buscar a nuestros padres. Lo peor de todo fue el horario: llegamos a las tres de la madrugada, y silbamos bajito, y ellas salieron en silencio, y nos fuimos las parejas para una Casa de Tabaco a quitarnos aquel frío helado que hacían las noches interminables. Nos citaron a una reunión secreta porque aquello de acostarnos con las muchachitas en la Casa de Tabaco sí era grave, gravísimo, y si ellos querían podíamos ser llevados a la policía, a un juicio, a una granja, la cárcel y hasta el pelotón de fusilamiento, pero íbamos a dejar las cosas así, en secreto, en el más absoluto secreto, nos fijáramos bien, debido al gran aprecio que ya le tenían a nuestros padres, que vivían avergonzados de nuestro irracional comportamiento, y nos fuimos tranquilos, y prometimos y firmamos, estábamos de acuerdo, todo quedaba en secreto, puras tumbas, no iba a volver a suceder.

Pero después nos sorprendieron con los caballos en pleno terraplén y nos expulsaron del campamento. Esa vez no se acordaron del aprecio a nuestros padres.

Atrás quedó el tabaco y la turbina y los tubos y el campamento de las muchachitas, que era como irse y dejar el corazón.

Fuimos a ver a Tormenta, ya por última vez. Jamás comería en nuestras manos la hierba que dobla y que mastica sin dejar de mover la cabeza, diciendo que sí con la cabeza, que le gusta la hierba, que está rica, sí, exquisita, sí, y mira, Tormenta, es duro, pero tenemos que separarnos, sí, fuiste un gran socio, sí, pero ya no tendrás que esperarnos, no, que llevarnos, no, que transportarnos, no, fuimos amigos, buenos amigos, sí, y puede ser que no volvamos a vernos, no, a pesar de que te hicimos, sí, casi que te inventamos, sí, un día te escogimos, sí, tenías la crin larga y brillante, sí, sabíamos que te acostumbrarías a nosotros, sí, a reconocernos, sí, a dejarte acariciar, sí, a esperarnos, sí, pero ahora te quedarás en tu potrero, en tu soledad, sí, en tu vida sin dueño, sí, y ya no volverás a llamarte Tormenta, no, nunca más…

Después la gente volvió al pueblo y volvimos al aula, y allí estaba Ella, y volvimos a sentir el Sol que seguía calentándonos; pero no duramos una semana sin que nos expulsaran definitivamente. Frank Caballero tuvo suerte que a su papá le habían tomado mucho aprecio, y lo volvieron a matricular, pero a nosotros, de padres obreros pobres diablos cabezas huecas que somos, no nos pudieron resolver.

Pero íbamos a ser más libres sin Melibeas, ni Electroaguajes, ni directores, ni actas, sin tener que levantarnos temprano, ni forrar las libretas ni sacarle punta al lápiz. Y el mundo entero era nuestro como una ilusión de libertad.

Eso fue al principio. Al cabo de los días no sabíamos qué hacer con tanto frío. Íbamos a la Secundaria a ver si veíamos a Ella, si podía calentarnos aunque fuera por un rincón del receso. No sabíamos que nos hiciera tanta falta.

Pero Ella también se fue apagando. Su luz necesitaba de nosotros para poder calentar, y ya no estábamos allí para alumbrarla. Sus ojos muertos y opacos ya no podían mirarnos con aquel calor que ponía a hervir la sangre.

Nos salimos de sus ojos como el que se cura de una larga enfermedad o se enferma para siempre de otra enfermedad incurable.

Tampoco entraríamos jamás a un aula, ni a una escuela.

Algo nos estaba transformando en otra cosa diferente.

Ya no éramos verdaderos.

Y nos fuimos allí, donde una vez hubo una Virgen.

Era un lugar privilegiado, en la unión de la Avenida Libertad y la Carretera Central, junto a un parque infantil donde alguna vez giramos en el tío vivo, nos deslizamos por los toboganes y montamos cachumbambé. A un lado estaba la vieja gasolinera, con sus bombas de gasolina y de diesel, su tienda de piezas de repuestos y su local para lavar los carros, y al frente, la pizzería Milanesa donde podíamos disfrutar pizzas de queso y espaguetis a la napolitana, y alguna vez también conseguir unas cervezas, y un poco más acá el Taller de Refrigeración. Del otro lado la Carretera Central se abría en el Paseo, con sus dos hileras de álamos firmes como centinelas de guardia. También por allí estaba el Hotel Sevilla y el Perla, y más allá la calle Valle, con su iglesia y su Colonia Española, y su cine y su parque José Martí, también con álamos frondosos y con siete palmas reales, correspondiente a las siete Islas Canarias. Esta zona quedaba más o menos así:


Luego, al sur, el Ferrocarril Central, que fue lo primero que llegó al pueblo, antes que los isleños de Canarias, y por donde se construyeron las primeras viviendas con tabloncillo de pino tea y con horcones torneados de jiquí, que venían por mar del Canadá. Alrededor de todo eso estaban el Barrio Obrero, y el Jobo, y el Rastro y el Pelayo Cuervo, y el Reparto Canarias, cuyas calles tenían el nombre de las siete Islas y más allá los campos, el país, defectuoso y excesivo, bastante largo por un lado pero demasiado estrecho por el otro, rodeado de agua como un enorme castillo medieval sin puentes levadizos, y finalmente los mares adyacentes y las tierras más próximas a Cuba.

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Monday, August 2, 2010

Orlando Rossardi ofreció una lectura de poesía en Zu Galeria


En la noche del sábado 31 de julio Orlando Rossardi ofreció una lectura de poesía en Zu Galeria.

Las palabras de presentación estuvieron a cargo de Joaquín Badajoz, quien amablemente las comparte con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño.



Rossardi a vuela pluma: breve itinerario poético


por Joaquín Badajoz.
Fairlawn, Miami, Julio 31 i 2010


Pudiera decirse que Orlando Rossardi es el más español de nuestros poetas contemporáneos, sino fuera porque la angustia, la soledad y el asombro del que “se embarca en un violín y naufraga” —como dice un verso de Nicanor Parra—, lo delatan. Porque Cuba nunca ha faltado de su poesía: cósmica, la isla patria, se discute omnipresente sus versos, los sobrevuela. Puede ser una alusión, un trasteo de guitarras, “el océano de cañas que le avienta la mirada”, una música solaz y acompasada, un paisaje o una memoria que se devuelve. La patria holograma, la de las invenciones y la nostalgia, se las arregla siempre para entrar de contrabando entre sus versos. Ya en su primer libro El diámetro y lo estero (1964), publicado en Madrid, tres de sus poemas están dedicados a Cuba, mientras viaja aún “cargado de la patria rabiseca”. Veintisiete años después, en Los espacios llenos (1991), aliviado el dolor y reconciliado con su itinerario de pérdidas —las que años más tarde conformarán un detallado inventario en Libro de las pérdidas (2008)—, dirá: “Cuba es la palabra no aprendida./ De dos golpes (uno de salida, otro de entrada)/ tuve que decirla muchas veces/ para hacerla poderosa, blandamente/ de los pies a la cabeza.” Paradójicamente, esa recurrencia insular, no lo hace menos español. Es un poeta cubano, pero es también una voz que se posa y que florece en las ramas del árbol lírico peninsular.

Y no es sólo que todos sus libros hayan sido publicado en casas editoriales españolas, ni siquiera que sus largas e intermitentes estadías ibéricas le hayan dado ese sentido de pertenencia a una región del idioma que su exilio anglosajón después le ha negado —a fin de cuentas, todo desarraigado busca echar raíces, absorber alguna savia vital—, sino que bajo el aplomo de su poética, entre los timbres de esa lírica, a tiempos conversacional, regurgitan las sombras de Salinas, Celaya, Cernuda, Diego, Jorge Guillén, Antonio Machado o Juan Ramón Jiménez, aunque a veces su verbo esté atizado por cierta rispidez vallejiana.

Siendo un poeta tan generacional —gran parte de su obra está dedicada, dialoga constantemente o cita a algunos de los escritores cubanos más notables de la generación del 60: René Ariza, Rita Geada, Mauricio Fernández, Amando Fernández, Matías Montes Huidobro, Uva Clavijo, Reinaldo García Ramos, César López, Pío E. Serrano, Humberto López Morales, Amelia del Castillo, Ángel Cuadra—, también conversa estéticamente con la tradición y el canon poético español, lo que ya habían notado tempranamente Yara González y Matías Montes Huidobro en Bibliografía crítica de la poesía Cubana (Plaza Mayor, New York, 1972), más tarde Olga Connor y finalmente Santiago Montobbio en su detallado ensayo crítico La poesía de Orlando Rossardi (Casi la Voz, Aduana Vieja, Valencia, 2009). Solo basta aclarar que no se trata de simples influencias —un fenómeno común a toda la literatura hispanoamericana—, sino del pulseo con la sensibilidad, de la apropiaciónde los mismos temas, desvelos, ambientes y soluciones estéticas que cualquier joven poeta madrileño de su época, de su “conexión espiritual”, le llaman González y Montes, “con la poesía ibérica” (1) .

Curiosamente, la obra de Rossardi transita por un camino paralelo al de sus contemporáneos en la isla, como asolada por el mismo destino. Después de sus dos primeros cuadernos: El diámetro y lo estero (Agora, Madrid, 1964) y Que voy de vuelo (Plenitud, Madrid, 1970) se abre un silencio poético editorial, que no creativo, de veinte años, un período en el que publica varios libros de ensayos, dentro de los que se destaca su tesis doctoral León de Greiff: Una poética de vanguardia (Playor, Madrid, 1974) e Historia de la Literatura Hispanoamericana Contemporánea (UNED, Madrid, 1976), en seis tomos. Silencio que rompe con dos libros esenciales Los espacios llenos (Verbum, Madrid, 1991) y Memoria de mi (Betania, Madrid, 1996). Fue a través de este segundo libro que me llegó furtivo como una Samizdat, iluminada por la gracia de Gutemberg y la sonrisa cómplice de Ion de la Riva, a la sazón director del Centro Cultural de España en La Habana, que conocí la obra de Rossardi, borrado como muchos otros de la hagiografía poética insular. De este episodio a la fecha han pasado unos 14 años. Cuando leía al hombre “que no quiso estarse quieto ante el milagro”, no podía siquiera sospechar que compartiríamos andaduras una década después en la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ni que podría gozar del privilegio de su amistad. Y es que Rossardi, como todo buen poeta es un hombre lleno de contradicciones, de esas proteicas y sustanciosas que engendran el mito y otorgan el don de la ubicuidad.

De la misma manera que logra tocar la raíz hispana sin renunciar a su cubanismo, puede proyectarse transgeneracional sin dejar de comulgar con sus coetáneos. Por eso puede mostrarse generoso y filial con un escritor al que aventaja en universos conquistados y también disfrutar de ciertacomplicidad afectuosa e intelectual con otros grandes hispanocubanos, que ya eran capitales cuando Rossardi era un adolescente, y que son, quiero creer, dos de los poetas que más admira: Eugenio Florit y Gastón Baquero, con los que mantuvo una estrecha amistad.

Curioso al fin, aquel librico, de apenas 30 o 40 poemas, que incluía además una sección de excelentes prosas poéticas, fue el dintel para asomarme ansioso a una obra mayúscula que yo desconocía, cuatro décadas de ejercicio poético que se traducen en siete libros de poesía. La mayoría de ellos recogidos en la antología personal Casi la voz (Aduana Vieja, Valencia, España 2009), que incluye textos desde 1960 hasta 2008. Es cierto que hay escritores que han publicado mucho más, pero también hay muchos que se encumbrarían con uno solo de sus libros. La poesía es tenaz, difícil de pescar. Sobre todo para un poeta de fundamento trascendental, que sabe que el mundo sólo es cognoscible a través de la sombra proyectada por uno mismo o por otros, y que escribe: “Las tardes y los golpes de este hombre/ se dieron como se dan, a veces, los golpes y las tardes; ¡deslumbrantes, serios, torrenciales!/ Quiso no hacerles caso pero eran suyos/ y no tuvo más remedio que meterles todo el alma.” (Memoria de mí, 1996). Lírica de deslumbramientos, exclamatoria, desgarrada, que evade lo oscuro y se refugia en los prístino, buscando esa imagen transparente que explique su lugar en la tierra, que muestre el ensarte de visiones que el poeta ha conquistado para sus semejantes. Por eso dice Rossardi, en una bellísima estanza, que es de cierto modo, una profesión de fe, el resumen de su concepción estética: “La poesía no pica/ como pez en aguas turbias./ El poema la caza/—en vuelo abierto—/ por el aire claro.” (Los espacios llenos, Madrid, 1991)

Rossardi está presentando también esta noche su último libro Canto en la Florida, editado y publicado por Fabio Murrieta en Aduana Vieja (abril, 2010) —otra de esa magias fortuitas que me hacen regresar en el tiempo, a aquella época en la que compartí proyectos y ansiedades con el excelente editor y ensayista vueltabajero Murrieta, desde hace más de una década residente en España—.A la manera de los viejos legajos, o archivos de Indias, este cuaderno-plaquette, tiene un espíritu casi artesanal, la intensión de un libro objeto, como una antigua carpeta en la que se almacenan los pliegos de 24 crónicas del nuevo mundo, 24 poemas en los que el poeta, con calculada ambigüedad, anuncia que canta en esta tierra descubierta un día de pascua de resurrección, mientras, al unísono, canta a esa península, a la que alegóricamente llama “isla florida”, lengua continental al septentrión de la antilla mayor, en la que se ha trazado gran parte del viaje vital de la Cuba reverso. Por este libro pasa San Agustín, la primera ciudad española (y europea) en EE.UU.; los Everglades, Cayo Hueso; Tampa, con su cubanísima Ybor City, donde el maestro se sienta a diseñar la nación de humo, mientras recita: “La patria —templo, gacela—/ es novia nueva/ que enamoradamente espera”; Mariel, el otro extremo de ese puente marítimo que unió por varios meses las dos “islas floridas”; por supuesto, Miami, su Calle Ocho, su Torre de la Libertad; Coral Gables, con su “milla del milagro”; y episodios, vegetaciones trasplantadas. Canto en la Florida cierra con un epitafio en el que la suerte del poeta converge con la de la topografía (en)cantada. El viajero inmóvil se aferra a una nueva geografía, termina fundiéndose en una nueva identidad, raigal, premonitoria, cuando advierte: “(…) Bajo esta tierra/ está el futuro de las cosas, y está el pasado/ que parece no haber sido otra memoria/ que los versos que ahora escribo,/ por dejar —sin mucha o demasiada prisa—/ solo huesos que se escapen de su suerte”.

Antes de concluir, sólo convoco al ángel del silencio, ese que detiene el tiempo y aplaca todos los ruidos, las visitaciones. Lo común es que los poetas destrocen sus versos cuando cantan; los que han escuchado a Rossardi sabrán que en este caso sucede todo lo contrario, su poesía adquiere el ritmo de un ensalmo, crece, retumba, penetra sigilosa, como si con cada palabra regresara a ese instante de asombros en que el poeta descubre el poder taumatúrgico de una palabra.

(1) Montes Huidobro, Matías y Yara González. Bibliografía crítica de la poesía cubana (Exilio: 1959-1971). Plaza Mayor Ediciones, New York, 1972.
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Fotos/ Blog Gaspar, El Lugareño

Cristina Ovín presentó su libro "Canciones para contar" en Zu Galeria

Cristina Ovín presentó en Zu Galeria, el pasado viernes día 30 de julio, su libro Canciones para contar.

La actriz y escritora, quien es conocida y recordada mayormente por su popular personaje el Capitán Tormenta del espacio Aventuras de la Televisión Cubana y por ser la voz de María Silvia, la novia de Elpidio Valdés, compartió con quienes tuvimos la buena idea y la posibilidad de asistir, varias historias y anécdotas personales y del mundo cultural de la Isla.

Felicito y agradezco a quienes coordinaron este encuentro, a Manny López quien se ha constituido en uno de los fundamentales promotores de la cultura en la ciudad de Miami desde su espacio Zu Galeria, y a Cristina Ovin de visita en el town, por ofrecernos esa excelente velada.

Para tener una idea visual del evento les comparto un fotoreportaje de Elsa Roberto.

Gaspar, El Lugareño


Victor Jimenez, su hija Victoria y Cristina Ovín
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Cristina Ovín y Manny López
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Tertulia luego de la presentación del libro
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Fotos/ Blog Gaspar, El Lugareño (by Elsa Roberto)

La Luz Reconciliada (sección a cargo de Delio Regueral y Heriberto Hernández)


Foto/Blog Gaspar, El Lugareño (by Delio Regueral)
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ACCIDENTES GRAMATICALES
por Heriberto Hernández


Escribir el discurso −aceitosos sonidos−
y derramar palabras sobre el papel a mares.
Anegar las marismas de turbios titulares
y de tinta y razones embotar los sentidos.

No perforar los pliegos vírgenes, los graznidos
de otras aves, no de estas −si es preciso que aclares−,
silenciar, y otros dioses, y frente a otros altares
confundir causa y credo con efectos y aullidos.

La imagen de una mancha y otras revelaciones,
un documento, el cielo, la noche −aún más oscura,
tendida sobre el agua de nuestras abluciones−

no impedirán que el falso rigor de la escritura
contamine las aguas de otras conversaciones,
aunque apenas distingas el fondo y la figura.

Saturday, July 31, 2010

Oikos

Sección Oikos, con fotos de Juan Carlos Agüero. Dedicada a mostrar la wildlife del Sur de la Florida, es el espacio green (cada sábado) del blog Gaspar, El Lugareño. Las fotos de Juan Carlos en el website Anhinga Wildlife.
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