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Monday, November 8, 2021

Las patriotas de Teresa (por María del Carmen Muzio)


Debido a los avatares por todos conocidos del virus de la covid, demoró en llegar a mí el segundo tomo de la monumental obra de Teresa Fernández Soneira, Mujeres de la Patria. Desde el primer tomo dedicado a las participantes en la Guerra de los Diez Años, ya sea acompañando a sus esposos o como enfermeras, se advierte la enjundiosa investigación de la autora.

No obstante, el segundo tomo, continúa sin desmayar y aún lo aumenta la línea investigativa seguida por la escritora. Se sabe que la historia, y sus libros, los escriben fundamentalmente hombres y, con más razón, se hacía necesario e imprescindible rescatar para la verdad histórica, aquellas figuras ocultas tras la sombra de chalecos y bombines.

Se ejemplifica muy bien con las palabras del diario del coronel Cosme de la Torriente ante la valentía de la capitana Luz Noriega: “Tiene mucho valor esa señora, pero no sé si es por lo mucho que me choca verla en la fuerza, el caso es que no me agrada(1)." Y aunque no deja de referirse a su juventud, belleza, y su valor, ese “no me agrada” es la expresión del patriarcado dominante en el siglo XIX. Muestras como la anterior nos bastan para demostrarnos la importancia de la investigación de Fernández Soneira.

Otro mérito del libro es el capítulo II “La mujer negra en la sociedad y en la guerra” que inicia con una foto de una esclava negra, ama de leche con un bebé blanco en sus brazos; aspecto destacable del tomo son sus innumerables imágenes que apoyan los temas tratados: desde imágenes de la manigua, retratos familiares o individuales.

Se muestra una tabla con los nombres de mujeres negras que contribuyeron a la Guerra mediante dinero o sus propiedades. Y un acápite importante es el dedicado a la familia del conocido patriota Juan Gualberto Gómez a través de su madre Serafina Ferrer, hija de una negra carabalí; y de su esposa, Manuela Benítez, nacida en Cádiz, quien lo conociera cuando él se hallaba prisionero en Ceuta.

Un detalle importante es que la portada del libro ostenta la foto de Rosa “La Bayamesa”, insigne mujer que participara en las dos guerras, valiosa por su trabajo como enfermera y por sus conocimientos de las plantas medicinales.

Y así, muchas más a las que su condición social las relegaba a las peores labores y al olvido; pero que la autora Teresa Fernández Soneira ha buceado en archivos, bibliotecas y fuentes inimaginables para desempolvar a estas mujeres negras, mayoritariamente menospreciadas.

El tercer capítulo se dedica al nefasto episodio de la Reconcentración engendro creado por el ambicioso Valeriano Weyler apodado “El Carnicero”. Una muestra de los horrores que sufrió el pueblo cubano, en especial las provincias occidentales, es transcrito a través de las cartas de la patriota Magdalena Peñarredonda a don Tomás Estrada Palma; y apunta la autora: “Luego de meses de sufrir la infame Reconcentración, sin comida, ni agua, ni baños; sin cuidados de salud, edificios donde cobijarse y ropa, los reconcentrados murieron de hambre, deshidratados y la viruela en proporciones alarmantes(2)."  Además, este capítulo lo acompaña un espeluznante testimonio gráfico.

Hasta al Santo Padre se escribió pidiendo clemencia y terminar con el genocidio, como lo hizo la cubana Elena Mayolini de Valdés. También se muestra una tabla con la cantidad de defunciones causadas por la Reconcentración en las distintas provincias.

Concluye este capítulo con los nombres de las patriotas que se dedicaron, al terminar la guerra, a socorrer a los huérfanos, entre ellas, María Cabrales de Maceo, Aurelia Castillo de González y las hermanas Rosalía y Marta Abreu.

El capítulo IV, “La labor humanitaria de mambisas, religiosas y enfermeras” resalta la figura de aquellas mujeres, ya fueran de congregaciones religiosas femeninas, mambisas o que dedicaron su empeño a los hospitales de sangre.

De estas valerosas mujeres aparecen reflejadas, entre otras, la capitana Adela Azcuy, Rosa Castellanos “La Bayamesa” quien ya había colaborado en la Guerra de los Diez Años; Isabel Rubio, Regla Socarrás, y Mercedes Sirvén Perez-Puelles, farmacéutica, y la única mujer que alcanzaría el grado de comandante.

Exhaustivo el estudio sobre las religiosas y sus congregaciones que se dedicaron a socorrer a enfermos y heridos mediante la transcripción de importantes documentos. Se destacan las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl; las Siervas de María de los Desamparados, ministras de los enfermos; y el Instituto de Religiosas del Apostolado del Sagrado Corazón de Jesús. En todas ellas se mencionan nombres imprescindibles de religiosas consagradas a sus votos.

En el capítulo final “Que la Patria os contempla orgullosa” nos dice la historiadora: “Reseño en este capítulo por orden alfabético, a las cubanas meritorias producto de mis investigaciones de esta etapa pre-independentista de nuestra historia. Las numerosas mujeres que marcharon al exilio, constan en el volumen III de esta obra(3)”. De esta forma desfilan una serie de mujeres poco conocidas u olvidadas como es el caso de América Arias, cuyo nombre aun lleva un hospital de maternidad. Se dedica un espacio a la familia Bolaños-Fundora entre otras, y llama la atención la figura de Elena Borrero, opacada por su hermana Juana; las mujeres de la familia de Martí, en fin, sería interminable destacar las grandes figuras redimidas por Fernández Soneira.

Resulta arduo reseñar una investigación tan meticulosa y profunda, de la que es difícil sustraerse. Sus últimas páginas, como importante complemento, transcriben un emotivo texto del “hermano del alma” de Martí, el médico Fermín Valdés Domínguez, “La Noche Buena”; y con la promesa de su autora de continuar en el tercer volumen con las patriotas en el exilio. Al estudio lo acompaña una Cronología de la Guerra del ’95, la Bibliografía y un Índice Onomástico.

Libro de imprescindible consulta para quien desee acercarse a un tema tan poco estudiado como es la participación de las cubanas durante la Guerra de Independencia, es lamentable que ejemplares de este no puedan encontrarse en las bibliotecas cubanas por separaciones que nada tienen que ver con las excelentes investigaciones de nuestra historia patria.





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  1. Teresa Fernández Soneira, Mujeres de la Patria, Volumen 2, Ediciones Universal, Miami, 2018, p. 199.
  2. Teresa Fernández Soneira, Mujeres de la Patria, Volumen 2, Ediciones Universal, Miami, 2018, p. 148.
  3. Teresa Fernández Soneira, Mujeres de la Patria, Volumen 2, Ediciones Universal, Miami, 2018, p. 262.



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Ver en el blog




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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.

Friday, February 12, 2021

El Venerable Hno. Victorino rumbo a los altares (por Teresa Fernández Soneira)



Conocí al Hno. Victorino De La Salle en Cuba cuando era una niña y por la gran amistad que lo unía a mis padres quienes se habían conocido y casado en las filas de la Acción Católica Cubana, mi padre en el grupo San Luis Gonzaga de la iglesia del Espíritu Santo, y mi madre en el grupo del colegio Apostolado del Vedado donde era alumna. Luego volví a ver al Hermano ya en el exilio, en Miami. Estaba ya muy mayor y mis padres me dijeron que estaba deprimido por el problema cubano. Poco tiempo después nos enteramos que el Hno. Victorino había fallecido en Puerto Rico. Nos había dejado físicamente pero no espiritualmente, como advertí después por el trato con antiguos federados. Pero hagamos un poco de historia.

Nymphas Victorin Arnaud Pagés había nacido el 7 de marzo de 1885 en el poblado de Onzillon, en el alto Loira, en Francia. A los 11 años comenzó sus estudios con los Hermanos de las Escuelas Cristianas, y el 27 de octubre de 1901 entró en el Noviciado recibiendo el hábito religioso con el nuevo nombre de Nymphas Victorino. Aunque el 5 de julio de 1903 obtuvo el diploma de la enseñanza, debido a las leyes de supresión de las congregaciones religiosas en Francia(1), Victorino, así como otros hermanos, escogió viajar a Canadá. Salió de Le Havre en febrero de 1904 y fue a residir por un año a Quebec. No pensando quedarse en ese país tomó clases de lengua española pues desde joven había leído en los periódicos franceses sobre la lucha de los cubanos por la independencia de Cuba, y siempre le había atraído la idea de trabajar en aquella isla. El 23 de agosto de 1905 junto a un grupo de 15 hermanos, Victorino se trasladó a Cuba llegando a La Habana el 10 de septiembre de ese mismo año. Desde su llegada en 1905 hasta 1961 en que los religiosos y religiosas fueron expulsados de Cuba, el Hno. Victorino se dedicó a trabajar con y para la juventud cubana a la que llegó a querer con pasión, y los jóvenes cubanos a su vez lo amaron por su sencillez, piedad, bondad y espíritu de entrega.

Junto a la bandera de la Federación de la Acción Católica Cubana, un grupo de alumnas del colegio del Apostolado del Vedado circa 1940. Entre ellas aparecen: Josefina Zaragoza, Presidenta Nacional de la Acción Católica Cubana Femenina; Teresa Soneira González, presidenta del grupo de Acción Católica del Apostolado del Vedado: Teté Castañeda, Rosa Etchegoyen, Isabel del Rey y otras alumnas del Apostolado. Foto de la colección de la autora. Todos los derechos reservados. ©
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En su afán por construir una Cuba creyente, además de ejercer el magisterio en las escuelas lasallistas, Victorino realiza un fecundo apostolado. Una de sus principales obras es la fundación de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, establecida en La Habana el 11 de febrero de 1928. Con el tiempo irían surgiendo, aparte de la JAC (Juventud de Acción Católica), las otras ramas: la JEC (Juventud Estudiantil), la JOC (Juventud Obrera), y la JUC (Juventud Universitaria)(2). La labor se fue extendiendo por toda la isla en donde se establecieron 1,080 grupos de Acción Católica en colegios y parroquias; en universidades y centros laborales, y hasta en los más humildes bateyes, llegando a tener la institución 32,000 miembros en 1956(3). Así las notas del himno de la Federación se escuchaban ya por toda Cuba: “Juventud porvenir de la Patria; Juventud porvenir de la fe… Con la Estrella y la Cruz como emblema… ¡Viva Cuba, creyente y dichosa!”

Grupo de matrimonios fundadores del Movimiento Familiar Cristiano con sus hijos. En la foto los equipos de matrimonios celebrando el Día de la Sagrada Familia en el Colegio de La Salle del Vedado, circa 1950. El Hno. Victorino aparece de pie, el cuarto de la derecha. Yo estoy de pie agarrada por mi mamá, la primera de la primera fila abajo a la izquierda. Foto en la colección del Cuban Heritage Collection, Universidad de Miami.
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Además de la Federación de Acción Católica Cubana, el Hno. Victorino concibió la idea de establecer el Hogar Católico Universitario en La Habana para facilitar a los universitarios del interior de la Isla un lugar donde hospedarse mientras estudiaban en la capital. Luego creó el Movimiento Familiar Cristiano compuesto por equipos de matrimonios jóvenes que se habían casado dentro de las filas de la Acción Católica, y cuyo fin era perpetuar el ideal federado en las familias cubanas legándolo así a sus hijos. Es indiscutible que el Hermano Victorino fue un adelantado a su tiempo ya que todas estas ideas eran sumamente innovadoras para la época que se vivía, mucho antes de la renovación del Concilio Vaticano II. Pero con la llegada de la revolución comunista a Cuba y la confiscación y nacionalización de colegios y universidades católicas de todo el país en 1961, los sacerdotes, religiosos y religiosas, tuvieron que exiliarse o fueron expulsados. El Hno. Victorino lo hizo primero a Miami, luego a Nueva York, Montreal, Santo Domingo, estableciéndose finalmente en Bayamón, Puerto Rico en 1962 donde viviría los últimos años de su vida. El 16 de abril de 1966, luego de haber estado sufriendo y añorando con toda su alma poder regresar a Cuba, fallece de insuficiencia respiratoria. Fue sepultado en el panteón de los Hermanos De La Salle del Cementerio de Porta Coeli en Bayamón.

En 1985 y con motivo del centenario de su nacimiento, muchos antiguos miembros de la Acción Católica así como antiguos alumnos de los colegios De La Salle de Cuba, solicitaron la apertura de un proceso de beatificación para el hermano Victorino. Ellos decían que siempre lo habían considerado un santo; un hombre de Dios, lleno de piedad, humildad, y entrega. “Aquel hombre de gesto suave, de habla cálida y de presencia tímida, que revolucionó a la juventud llenándola de ideales cristianos,”(4) merecía que fuera elevado a los altares. Su dedicación a Cristo, a la juventud y a la Iglesia cubana eran su mejor testimonio por lo que había que intentar aquel proceso, decían ellos, para que su figura sirviera de modelo a los cubanos y a la Iglesia Universal.

El arzobispo de Puerto Rico, Cardenal Luis Aponte Martínez, comenzó el proceso ya que allí había fallecido Victorino, y era en ese lugar donde debían comenzar las gestiones. La petición fue remitida a la Congregación para las Causas de los Santos el 15 de marzo de 1999. La investigación continuó ante las autoridades competentes de la Iglesia con los pasos requeridos para los permisos necesarios. El Tribunal comenzó a escuchar declaraciones y revisar textos en Miami, en San Juan de Puerto Rico, Chicago, La Habana y otros lugares. El 1 de febrero de 2003(5) el caso pasó a la redacción y preparación de la Positio(6) por el entonces Relator General. Los documentos enviados a Roma recibieron el decreto de validez jurídica el 6 de mayo de 2005, y la presentación de la Positio se llevó a cabo en Roma el sábado, 21 de noviembre del 2015. El Hermano ya era Siervo de Dios. Con gran alegría el Hno. Rodolfo Meoli DLS, Postulador de las Causas de los Santos de la familia lasallista, comunicó la noticia.


Siguieron los trámites, y luego de varios años de estudio y de reuniones, el 6 de abril de 2019 y para regocijo de todos los federados y antiguos alumnos De La Salle, el Santo Padre firmó en el Vaticano el Decreto de Virtudes Heroicas del Siervo de Dios, Hermano Victorino de la Salle que había sido aprobado por unanimidad por la Congregación para la Causa de los Santos, documento que le otorgaba la condición de Venerable. ¡Cuánta alegría ha causado a todos la noticia! El Venerable Hno. Victorino de La Salle se encuentra ahora a las puertas de la beatificación. Luego de más de 40 años desde que comenzó todo el proceso, solo falta un milagro para que lo declaren santo. Es deber de todos seguir orando para que ocurra el milagro de manera repentina, duradera y permanente en favor de nuestro querido Hermano Victorino. Mientras tanto, damos gracias a Dios por esta gran noticia. ¡Cuba ya tiene otro Venerable! Como afirma un amigo periodista, “su santidad pertenece a la Iglesia que peregrina en Cuba, por eso es Victorino de Cuba”(7). ¡Que viva el Hermano Victorino!, y que ¡Viva Cristo Monarca Ideal!


Nota: Se ruega a quien obtenga favores o gracias por intersección del Venerable Hermano Victorino De La Salle, lo comuniquen en un breve mensaje dirigido a: Victorino@saintly.com.


Oración: Señor Dios, que has prometido ensalzar a los humildes y que brillaran como estrellas en perpetuas eternidades los que enseñaren a muchos la justicia, dígnate glorificar al Venerable Hno. Victorino de La Salle, trabajador incansable en la parcela de la niñez y de la juventud, desde el Cielo, en los trabajos y aflicciones de esta vida, ayudándonos a conseguir la bienaventuranza eterna. Amén. Se rezan un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


 Monumento en homenaje al Venerable Hno. Victorino de la Salle.
 Fundador de la Acción Católica Cubana. Actualmente
 rumbo a los altares. Ermita de la Caridad. Miami.

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1 Con la Tercera República se implanta la laicización del Estado francés. En 1901 todas las congregaciones religiosas existentes en Francia son prohibidas, excepto cinco que no se dedicaban a la enseñanza. Miles de colegios católicos fueron cerrados.
2 Teresa Fernández Soneira: Con la Estrella y la Cruz, historia de la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones
Universal, Miami, 2002.
3 Alberto Salas Mestre: “Venerable Hermano Victorino de La Salle, Causa de Beatificación”, febrero 13, 2018,
4 Testimonio del Hno. Pedro Acevedo DLS, Santiago de los Caballeros, República Dominicana.
5 Exactamente a los 80 años de fundarse la Federación de las Juventudes de Acción Católica Cubana en La Habana.
6 La Positio es un documento que puede llegar a contar hasta con unas mil páginas que recoge los resultados de la encuesta que se realizó en Miami, en Cuba y en Puerto Rico, con las deposiciones de numerosos testigos. Contiene documentos publicados en periódicos de la época, y un
estudio grafológico de los escritos del Hermano para conocer su personalidad con mayores detalles.
7 Manuel Bonet: “Victorino de Cuba” en Bajo la sombra de las Palmas cubanas, 25 octubre, 2014.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas.


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Texto publicado originalmente en Maris Stella, publicación de la Asociación de Antiguas Alumas del Apostolado de Cuba, en el verano de 2019.

Sunday, January 3, 2021

Marta Abreu. Benefactora y patriota (por Teresa Fernández Soneira)


por Teresa Fernández Soneira
(para el blog Gaspar, El Lugareño)



El 2 de enero se cumple aniversario de la muerte de Marta Abreu Arencibia en París. En el centenario de su partida, Santa Clara le rindió homenaje, y una tarja fue colocada en el ayuntamiento. El amor de Marta Abreu por Cuba, y especialmente por su ciudad natal, Santa Clara, quedó evidenciado en las obras que realizó y en sus constantes preocupaciones, dando desinteresadamente una gran parte de su fortuna a la provincia y a la causa de la independencia. Por eso es que hoy la recordamos.

El 13 de noviembre de 1845, en la calle Sancti Spiritus de la ciudad de Santa Clara, nace Marta de los Ángeles Abreu Arencibia. Sus padres, Pedro y Rosalía, eran personas acaudaladas por lo que la familia vivía cómodamente. Poseían hermosos caballos, volanta y criados; viajaban con frecuencia a Europa y a los Estados Unidos, lo que hizo que Marta y sus hermanas Rosa Beatriz y Rosalía Paula, estuvieran en contacto con figuras prominentes y adquirieran una vasta cultura.

¿Cómo era Marta?, su biógrafo, Pánfilo Camacho la describe: “[…] de alta estatura y delgada de cuerpo, posee hermoso cabello castaño oscuro… peinado hacia atrás…de facciones finas, tez trigueña clara, ojos verdes… […] es esbelta y erguida, de una belleza moderada […]amiga de la lectura de libros escogidos, adquiere cultura excepcional dado el medio en que vive. La melancolía de la niñez deviene en un carácter que reúne la reciedumbre y la reflexión. Marta no es una mujer común”(1). No cifra Marta su existencia en tal o cual baile, como ocurre con la mayoría de sus amigas, ni tampoco está pendiente del halago de jóvenes casaderos. Aunque muchos se han acercado a ella con intereses amorosos, Marta no encuentra en ninguno lo que ella desea en un compañero”.

LA GUERRA DE LOS DIEZ AÑOS

El 10 de octubre de 1868 llegan noticias a Santa Clara de la hazaña de Carlos Manuel de Céspedes y sus seguidores de lanzarse a los campos de Cuba en son de guerra. En 1869 la insurrección ha prendido en Oriente y Camagüey, y en la finca Dos Hermanas, propiedad de los Abreu, el padre de Marta declara hombres libres a todos los esclavos que se sumen a la insurrección. Desde entonces Marta se adhiere a la causa de la libertad de Cuba y está al tanto de todos los acontecimientos. Pero Pedro Abreu llega a la convicción de que la guerra no va a terminar tan pronto y que amenaza con extenderse hacia las regiones occidentales. Es por ello que comienza a planificar el traslado de la familia para La Habana. Adquiere la casa número 72 del Paseo del Prado, una de las mejores de la ciudad. A la fiesta de inauguración de la residencia asiste el licenciado Luis Estévez Romero, abogado matancero que tiene su bufete en La Habana, donde atiende a lo mejor de la sociedad habanera. Es allí en aquella fiesta que Estévez se siente atraído por Marta y comienza a visitarla. Esta vez Marta se enamora y encuentra finalmente en Estévez el compañero que ansía. En 1874 Marta y Luis contraen matrimonio, y a los 12 meses les nace Pedro, el hijo fruto de su amor. Luego tendrían una niña que fallecería pocos días después de nacer.

LAS OBRAS DE MARTA


En 1876 fallece el padre de las Abreu y meses más tarde fallece la madre, por lo que la fortuna es distribuida entre las tres hermanas. Esto facilita a que Marta pueda llevar a cabo la labor social, educativa y cultural que siempre ha deseado para su provincia. Establece escuelas, un asilo para ancianos, la estación de bomberos y policía, un dispensario para enfermos pobres, y muchas otras obras sociales (ver reseña al final de este artículo). Con la fundación del Teatro La Caridad, el 8 de septiembre de 1885, festividad de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, obsequia Marta a Santa Clara con la institución cultural más importante de ese siglo en aquella ciudad. Los fondos provenientes de las funciones que se llevaban a cabo en el teatro eran utilizados a partes iguales entre las diferentes obras benéficas que ella había instituido.

Hay una curiosa anécdota que cuenta que Marta una vez viajaba por Suiza en compañía del científico, Dr. Carlos de la Torre, cuando vieron desde el tren a unas mujeres lavando en el río. Marta le dijo a Carlos de la Torre: “Se me ha ocurrido una idea; voy a hacer unos lavaderos en Santa Clara”. Y así fue. Mandó construir los lavaderos que tenían una bomba de agua para que las mujeres no tuvieran que ir al río a abastecerse. Estos fueron utilizados por casi 40 años. Los planes de Marta de beneficiar a su ciudad natal tenían una doble vertiente, como explica la historiadora K. Lynn Stoner: “Marta se comprometió con el movimiento independentista ya desde 1885, y mandó construir una planta eléctrica para su ciudad natal sin ayuda ni permiso de España”. Y continúa Stoner: “Trayendo luz a su ciudad significaba, y era así visto por sus ciudadanos, como una señal de seguridad y de apoyo a la soberanía nacional”(2). La planta eléctrica comenzó a funcionar en marzo de 1895, a sólo 14 meses de haberse comenzado a construir. El día de la inauguración se veían carteles por todas partes que decían: “¡Marta, Santa Clara te quiere!”; o “¡Marta, la gran santaclareña!”. En la Plaza Mayor levantaron una torre de madera, réplica de la parisina Torre Eiffel, recubierta de luces, y luego para festejar se celebró una gran gala en el teatro.

Marta se siente tan cubana y desea tanto la independencia de Cuba, que cuando en 1894 el ayuntamiento de Santa Clara presenta una moción para que se le conceda un título de Castilla con la denominación de condesa de Villaclara, se opone a esta distinción. No accede por su modestia y por su patriotismo. Marta no quiere ser condesa de Castilla; ella es cubana cien por cien y sólo quiere ser benefactora de Santa Clara sin que España tenga nada que ver en eso.

LA GUERRA DE 1895

“Mi última peseta es para la Revolución, y si hace falta más y se me acaba mi dinero, venderé mis propiedades […] y si eso todo fuese poco, nos iríamos nosotros a pedir limosna […], porque lo haríamos por la libertad de Cuba”, afirmó Marta Abreu.

En junio de 1895, al comenzar la guerra, Marta y su esposo se exilian a París. Para allá también se ha ido parte de la crema y nata de la sociedad cubana de la época: los azucareros, los cafetaleros, los hacendados y terratenientes. En las tertulias parisinas Marta conversa con las personalidades que impulsan esta guerra desde el exterior, y pide el apoyo de la aristocracia cubana. Envía cables a Estrada Palma con el seudónimo de “Ignacio Agramonte” para que se mantenga en el anonimato, y para averiguar cómo van los progresos de la guerra. Indaga sobre cuánto costaría alistar a un ejército, y sin pensarlo dos veces envía la cantidad 240,000 pesos, cuantiosa suma para aquella época, y que hoy significaría millones de dólares. Estando residiendo en París, Marta también se preocupa por dar a conocer su país a los franceses, y logra establecer en la Sorbona una sala dedicada a la cultura cubana.

Al concluir la guerra, en febrero de 1899, los esposos Estévez retornan a Cuba Libre. Aunque sólo unos pocos saben de su llegada, y a la servidumbre de su casa se le indica que se estén listos en espera de la visita, pronto empieza a correr la noticia por la ciudad. Santa Clara se preparaba para recibirlos con honores y agasajos, y el 19 de marzo, hacia el atardecer, arribaba Marta a su ciudad natal. Se sentía vecina, y nada más que vecina e hija de aquella ciudad querida, y para su regreso solo deseaba la sencillez. “¡Ha llegado Marta!”, decían los vecinos. “Viva la benefactora!” La alegría cundió en todas direcciones. Hubo brindis, discursos y alborozo por las calles.

Ya en su patria, Marta quiso continuar la tarea inacabada antes de su partida a Paris, así como la que demandaba los estragos producidos por la guerra. Había que reconstruir y fabricar; ayudar a los huérfanos; aliviar a las viudas y a los pobres. Tenía que también proseguir con su labor filantrópica y patriótica que incluiría levantar una escuela vocacional de arte, porque ella decía que había que despertar en el cubano su amor por las artes y la cultura.


Pero no podrían disfrutar mucho de Santa Clara ya que al Dr. Luis Estévez había sido nombrado para desempeñar el cargo de Secretario de Justicia bajo la administración norteamericana de ocupación bajo el General Leonardo Wood. Tendrían que trasladarse para La Habana. Marta desea estar en Santa Clara, pero se ve en una disyuntiva. Sin embargo, no vacila pues su corazón y su patriotismo la llevan a la resignación. Tiempo después vendría otra prueba para el matrimonio. Dice Fernando Ortiz: “A propósito de la designación de candidatos a la presidencia y a la vicepresidencia de la República, el nombre de Luis Estévez y Romero se balanceó en la cresta de la ola”(3). Marta estaba nuevamente en el umbral, siempre dispuesta a subordinarlo todo, a ejercer su patriotismo por la necesidad histórica. Luis Estévez y Romero aceptaría la designación para la vicepresidencia de la República junto con Tomás Estrada Palma como Presidente. Los sueños de Marta tendrían que aguardar una vez más. Pero en 1905 Estévez renuncia como vicepresidente, y el matrimonio por fin se retira a su hogar en Cruces. Parece que ha llegado la hora de satisfacer definitivamente sus aspiraciones. En el sosiego de la paz hogareña, Marta vuelve a dedicarse, incansable, a sus tareas habituales: la casa, la cultura, la beneficencia.

EL ADIÓS DEFINITIVO A CUBA

Pero ni sus deseos íntimos, ni sus proyecciones públicas debían verse satisfechos ya que pocos años más tarde Marta y su esposo emprendían viaje a Europa. Los motivos inmediatos pueden quizás colegirse, pero no constan en ninguna parte, y no hay certeza ni autenticidad de las razones que los hizo dejar a Cuba. De “necesidad de resolver asuntos importantes” hablan algunos; de “criterios políticos” aludían otros; pero en concreto nada puede afirmarse con seguridad. El hecho es que el matrimonio regresó a París. ¿Sintió quizás Marta una profunda melancolía al perder de vista las playas de Cuba? ¿Le asaltó quizás un presentimiento?

Residiendo en Francia no cesó de recibir cartas de Santa Clara con pedidos y lamentos de desgracias, “aquello que no puede una menos que atenderlas y servirlas; - escribía Marta en una carta. “Estoy pasando mesadas a varias familias que se han quedado en la calle, y pagando colegios a niñas que me han recomendado y a otras que han quedado desamparadas”.

En París Marta tiene problemas de salud. En los últimos días de diciembre del 1908 es sometida a una cirugía, pero debido a las complicaciones de ésta, muere el 2 de enero de 1909. A Santa Clara llegan las noticias de su deceso y es tanta la devoción que tiene su pueblo por ella, que se declara duelo nacional por nueve días, y los edificios públicos se visten de cortinas negras. Más de 100 periódicos reseñan el suceso. Los funerales se llevan a cabo el 4 de enero en la iglesia de San Felipe de París y ese mismo día la entierran en el cementerio de Montmartre. Luis Estévez queda totalmente desconsolado. Su compañera de 35 años lo deja solo y triste; ha sido un gran golpe. Ni los nietos, ni el hijo, ni los cuñados lo hacen salir de su profunda depresión, y al mes y dos días después del fallecimiento de Marta, Luis Estévez Romero se suicida. Triste y trágico final para una pareja que tanto ennobleció y que tanto sacrifico y luchó por una Cuba mejor.


Años más tarde, el 20 de febrero de 1920, los restos de Marta Abreu y de Luis Estévez fueron exhumados y trasladados a La Habana en el vapor Flandes para ser sepultados en el panteón de la familia Abreu-Arencibia en el Cementerio de Colón.

Santa Clara fue siempre una de las preocupaciones constantes en la vida de Marta Abreu. La ciudad jamás dejó de estar en ella; siempre la llevó consigo, tanto en la mente como en el corazón. Pudiendo vivir cómoda y tranquilamente en Francia, al margen de lo que pasaba en Cuba, decidió sacrificar parte de su comodidad y ofrecer una porción considerable de la fortuna de sus cofres en beneficio de su país. Supeditó sus deseos a la necesidad que Cuba tenía entonces en la figura de su esposo. Sus contribuciones a la vida civil fueron vistas por todos en la isla como un compromiso público, un acto sagrado, que contribuyó a la causa de la democracia en la nueva nación. Su cubanía, su bondad y su grandeza de espíritu hicieron que se ganara el título de “La Gran Benefactora”. A Marta le debemos mucho los cubanos, y a pesar de los años transcurridos, su vida nos sigue enseñando lo que es la constante preocupación por los necesitados y el amor a la patria.


El Legado de Marta Abreu Arencibia. Fundaciones  y obras.  

  • El Teatro La Caridad – 8 de septiembre de 1885
  • Colegio San Pedro Nolasco (31 de enero de 1882)
  • Asilo de Ancianos San Pedro y Santa Rosalía
  • Obelisco dedicado a los sacerdotes Juan Martín de Concedo y Francisco Antonio Hurtado de Mendoza (15 de julio de 1886)
  • Dispensario El Amparo para niños pobres enfermos y sus familias (1 marzo 1897)
  • Escuela La Trinidad para niños negros
  • Escuela El Gran Cervantes para niños negros
  • Escuela El Buen Viaje
  • Reforma la Ermita del Buenviaje de los Padres Pasionistas
  • Escuela Santa Rosalía
  • Casa de Bomberos (1886)
  • Escuela municipal Concedo (1886)
  • Cuerpo de Policía de Santa Clara (1886)
  • Construcción de cuatro lavaderos públicos: La Pastora, El Carmen, del Puente
  • y el Condado. (18 mayo 1887)
  • Estación meteorológica de Santa Clara, incluyendo todos sus instrumentos
  • y equipamiento técnico (1889).
  • Planta eléctrica para el alumbrado público de la ciudad de Santa Clara (1 de marzo de 1895)
  • Estación de Trenes de Santa Clara
  • Erección del Puente sobre el Paso del Minero en Santa Clara
  • Instrumentos para la Banda de Música del Cuerpo de Bomberos (1899)
  • Donación de una bóveda para los pobres en el Cementerio de Santa Clara.
  • Contribuyó a la reparación del camino a Camajuaní
  • Contribuyó a las reformas que se hicieron a las iglesias del Buen Viaje y
  • la de Encrucijada.
  • Reconstrucción de los hospitales de San Lázaro y San Juan de Dios.
  • Mecenas de artistas, intelectuales y hombres de ciencia como los doctores Carlos de la Torre (científico), Julio Jover Anido (astrónomo) y Manuel Velasco (médico).
  • Quince envíos de remesas para la independencia de Cuba equivalentes a más de 240,000 pesos



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Citas y Notas 

  1. Camacho, Pánfilo: Marta Abreu, Una Mujer Comprendida, Ediciones Universal, Miami, 1995, p. 49.
  2. Stoner, K. Lynn: Militant Heroines and the consecration of the Patriarcal State: The glorification of Royalty, Combat and National Suicide in the making of Cuban National Identity, p 5.
  3. Fernando Ortiz: “Homenaje Póstumo”, Revista Bimestre Cubana, núm. 2, Vol. VII, marzo-abril, 1912.





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BIBLIOGRAFÍA

Camacho, Pánfilo: Marta Abreu: Una Mujer Comprendida, Ediciones Universal, Miami, 1995, Pág. 49.
De Castromori, Javier: “Marta Abreu y Luis Estévez en el centenario de sus muertes”, Memorando Vitae, www.blogger.com
Fernández Soneira, Teresa: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vol. III, Ed. Universal, Miami (en preparación).
Fernández Triana, Juan Manuel: Marta Abreu, Excelsa Cubana, Centro del Patrimonio Cultural de Santa Clara. www.verbiclara.nireblog.com.
Fernando Ortiz, “Homenaje Póstumo”: Revista Bimestre Cubana, Núm. 2 Vol. VII, marzo-abril, 1912.
Stoner, K. Lynn: “Militant Heroines and the Consecration of the Patriarcal State: The glorification of royalty, combat and national suicide in the making of Cuban national identity”, Cuban Studies 34 (1): 71-96, enero 2003.


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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Thursday, December 24, 2020

Esteban Salas, el Bach cubano (por Teresa Fernández Soneira)


Esteban Salas, el Bach Cubano(1)

por Teresa Fernández Soneira


“… fue el más sabio y el más ilustre de los músicos cubanos, el Presbítero Don Esteban Salas, el “Bach cubano” como se le ha llamado siempre; bajo su dirección aprendieron los pocos músicos que entonces cultivaban el arte en ese país”(2). Rafael Salcedo




Poco se ha escrito de él y mucho menos reconocido al primer gran compositor clásico que tuvo Cuba, el músico habanero Esteban Salas y Montes de Oca. Pero debido a la importancia del papel que desempeñó en la historia de la música cubana del siglo XVIII, nada más justo que colocar a Salas en el lugar que le corresponde.

El historiador José Luciano Franco encontró la partida de bautismo de Salas en la iglesia del Santo Cristo del Buen Viaje. En ella consta lo siguiente:
Libro III de bautizos de blancos, del Archivo Parroquial del Santo Cristo del Buen Viaje, correspondiente al año 1726, figura inscrito con el número 77, el de Esteban Salas, que nació el 25 de diciembre de 1725 en la ciudad de La Habana. Hijo legítimo de Don Tomás de Salas y Castro y Doña Petrona de Montes de Oca, ambos naturales de Islas Canarias. Folio 13 (vuelto)(3).
Monseñor Ramón Suárez Polcari en su Historia de la Iglesia Católica de Cuba(4), relata: “Sus contemporáneos lo describen con tez morena, nariz aguileña, frente despejada, labios gruesos y carnosos, y sensibilidad tropical exuberante en su obra. Hombre de Iglesia, siempre vestido con el traje talar, muy escueto y pobre, con la tela envejecida hasta la trama”.

De joven, Esteban Salas se educó en La Habana. Primero estudió gramática, y luego ingresó como tiple de coro en la Parroquial Mayor. Algunos años más tarde se matricula en la Universidad de La Habana y estudia Filosofía y Teología, y aprende los oficios de organista y compositor, pero no termina sus estudios de Derecho Canónico por motivos de salud. Desde muy joven vive como un sacerdote aunque se considera indigno de ordenarse. Ha hecho votos de pobreza y castidad, y siempre viste de negro.


La Parroquial Mayor de La Habana (la ciudad aún no tenía catedral) poseía un alto nivel de riqueza material y actividad intelectual por el intercambio comercial, ya que las flotas que regresaban a España y que viajaban en la ruta de Veracruz-Habana-Sevilla, y luego Cádiz, hacían escala en La Habana. Por esa vía se cree vinieron a la Isla los maestros españoles que servirían en la Parroquial Mayor, y que pudieron preparar a un músico de la talla de Esteban Salas. Santiago de Cuba, aunque era capital de la Isla, no tenía la vida cultural que tenía La Habana, pues se encontraba en el extremo oriental de la isla, con pocos recursos económicos por la lejanía de las rutas comerciales. En La Habana, los instrumentos eran usados para los oficios religiosos, pero en Santiago se carecía hasta de libros de música, y Cuba los organistas y músicos permanecían en sus cargos por poco tiempo pues tenían su vista siempre puesta en La Habana.

En 1722, el Obispo Francisco Jerónimo Valdés funda en Santiago de Cuba el Colegio Seminario de San Basilio el Magno y establece una cátedra de canto llano. Eso, sin embargo, no soluciona el dilema de la música en la Catedral de Santiago. En diciembre de 1755 el Cabildo se dirigió al Rey Fernando VI, pidiéndole licencia y ayuda para finalmente establecer una capilla de música en Santiago de Cuba. No sería hasta diez años después que Carlos III (sucesor de Fernando VI), respondiera a la solicitud.


Mientras tanto, en 1753 el dominicano Pedro Agustín Morell de Santa Cruz había sido nombrado Obispo de Cuba y establecido su residencia en La Habana. Allí conoce a Esteban Salas y piensa que él es la persona indicada para constituir la capilla de música de Santiago de Cuba. Al recibirse el 26 de abril de 1765 la Real Cédula, Morell de Santa Cruz pide entonces a Salas que se traslade a Santiago.

Salas en Santiago de Cuba




Cuando Salas llega a Santiago es ya un hombre maduro. Su extremada modestia comienza a dar de qué hablar. Los canónigos, algo desconfiados, lo someten a prueba y le exigen la composición inmediata de un himno a la Virgen. Salas sale victorioso de aquel examen escribiendo el motete Ave Maris Stella. Algo tranquilizado, el Cabildo le hace otra encomienda: la composición de un salmo que Salas también escribe para beneplácito de los más exigentes. Finalmente le es concedida la plaza de Maestro. Muy pronto el Cabildo también le confía a Salas la enseñanza de algunas clases en el Seminario San Basilio el Magno, enseñando allí las cátedras de Filosofía, Teología y Moral. Salas lo acepta a condición de no recibir estipendio alguno. Escribe también varios textos de filosofía que son publicados.

Una vez asentado en Santiago en su nuevo cargo, Salas comienza a laborar intensamente y pide al Cabildo un estipendio de 1,400 pesos anuales para el mantenimiento de la capilla, y una asignación de 370 pesos para él. Expone la gran pobreza de los músicos que habrían de actuar bajo su dirección y la necesidad de que puedan llevar una vida digna. Después procede a la creación de plazas: tres tiples, dos altos, dos tenores; dos violines, un violón, dos bajones y un arpa, además del órgano: un total de catorce ejecutantes. No es mucho, pero es un buen comienzo para una iglesia que sólo había conocido, hasta entonces, organistas temporales y capilla de dos voces. Hace trabajar mucho a sus músicos y cantores, y les impone nuevas disciplinas. Forma a varios discípulos, entre ellos Manuel Miyares y Francisco José Hierrezuelo. Está siempre componiendo y escribe con letra clara y segura, lo que más tarde haría más fácil el descifrar sus manuscritos.

El entusiasmo que puso Salas por hacer de la capilla de música de la Catedral algo digno de ésta, se aprecia por los resultados. La capilla se fue enriqueciendo con flautas, oboes, trompas y violas, llegando a establecer una pequeña orquesta clásica que podía ejecutar sinfonías, convirtiendo a la Catedral en sala de conciertos. El historiador Pablo Hernández Balaguer(5) dice: “Salas fue el verdadero punto de partida de la práctica de la música seria en Cuba. Con él comienza a apreciarse en Cuba y a diferenciarse la música popular de la música culta en el templo y en el pueblo”.

Cuando en 1783 parecía haber llegado al punto más alto de su carrera, el Supremo Consejo de Indias le exige la devolución de las sumas suplementarias que le habían estado entregando para mayor lucimiento de la capilla de música. Sorprendido y desconcertado, sin saber cómo reunir aquella tremenda cantidad de dinero, dirigió una larga carta al Rey explicando lo ocurrido. Pero la respuesta se hizo esperar siete años, y en ese tiempo la angustia y la incertidumbre quebrantaron su salud hasta el extremo de que estuvo a punto de morir. Por entonces los canónigos lo instan a que tome las órdenes sacerdotales, pero por estimarse a sí mismo indigno de llevar el hábito o de decir misa, sigue en su propio mundo, llevando traje de abate.

En 1789, el Obispo Antonio Feliú y Centeno llega a Santiago. Mientras el Cabildo lo agasajaba, observa que Salas permanece en segundo plano, en medio de los monaguillos. El prelado va hacia él, le toma en brazos y le pide que solicite su ordenación. Esta vez el músico accede y recibe la primera tonsura en noviembre del mismo año, y en marzo de 1790 ya es sacerdote. El Viernes Santo de 1790 recibe la tonsura y oficia su primera misa, componiendo para aquella ocasión tan solemne un Stabat Mater monumental. “[Salas] llegó a vivir como un mendigo”, nos dice Monseñor Polcari(6) en la obra ya citada. “Su sotana se iba haciendo trizas y sólo se alimentaba con chocolate, pero seguía atendiendo a sus deberes ministeriales… aunque todo el dinero debía entregarlo para sufragar las deudas”, termina diciendo Polcari.

El 12 de noviembre de 1801, una Real Cédula pone fin a la deuda y a su preocupación, pero ya para Salas era muy tarde. Enfermo y deprimido, deja de existir, en la mayor pobreza, el 15 de junio de 1803, después de haber desempeñado su cargo por 39 años. Su cuerpo fue sepultado en la Santa Iglesia del Carmen(7), y el señor obispo dispuso que sus exequias se hicieran con la mayor pompa y solemnidad, y toda la ciudad de Santiago de Cuba se asoció al duelo. El día de sus funerales se leyeron estos versos:
No es muerto Esteban no, que vida ha sido/ de perdurable paz su monumento; por él con subterráneo apartamento/a la mansión de Dios se nos ha ido. Ya desnudo del hombre mal nacido/dejó la patria y valle turbulento, viajando en derechura al firmamento/por la lóbrega senda del olvido. Puerta dichosa fue, no sepultura/la que le abrió el destino en su partida.


Salas deja al morir un precioso legado al Archivo Catedralicio compuesto por más de un centenar de obras. En los años subsiguientes a su muerte se siguieron oyendo en la Catedral de Santiago sus villancicos y algunas otras obras como la Misa de Réquiem. Esta obra fue perpetuada por Juan París(8), el maestro de capilla que le sucedió, quien realizó numerosas copias de las composiciones de aquél de modo que pudo continuarse y renovarse su interpretación en los oficios de la Catedral. En 1855, el Semanario Cubano publicó el primer artículo dedicado a la memoria de Esteban de Salas, cuya obra fue calificada como ‘venerable”. En lo adelante, alguna que otra vez su nombre fue mencionado en estudios sobre la música cubana, pero una vez disuelta la capilla y con la entrada del nuevo siglo, su figura comenzó a ser poco a poco olvidada.

No sería hasta la década de 1940 en que el escritor, investigador y musicólogo Alejo Carpentier se da a la tarea de desenterrar la obra de Esteban Salas y Montes de Oca. Los documentos y las obras se encontraban en estado lamentable y en gran desorden en un armario de la Catedral, y su estudio fue tarea larga y paciente. Algunas partituras no sólo estaban semi destruidas, sino que fue preciso hacer un estudio minucioso de muchas otras obras para determinar lo que era realmente obra suya. “Las prolongadas búsquedas que nos llevaron a dar con un buen lote de partituras de Salas”, dice Alejo Carpentier, “arrojan plena luz sobre una figura que no sólo es adquisición para Cuba, sino para la historia musical de todo el continente”(9).

A raíz de este hallazgo, los investigadores se dedican a estudiar la figura de Salas, y en 1953, al cumplirse los 150 años de la muerte del compositor, José Luciano Franco escribe para la revista Carteles un artículo titulado “Salas, el compositor olvidado”. Tres años más tarde, Pablo Hernández Balaguer(10) comienza la ardua labor de catalogación de la obra. “De toda la música conservada de este compositor, 146 obras en total, sólo 80 y tantas pudieron ser devueltas a la vida; las demás solamente nos dan una pista de lo que fueron”, dice Hernández Balaguer. “No obstante, tal pista es en extremo valiosa para la investigación, pues nos brinda la oportunidad de estudiar mejor la naturaleza de su música, el conjunto vocal e instrumental de que se valía Salas, a más de otros aspectos de su obra”, termina diciendo Hernández Balaguer.

Salas compuso misas, lecciones, las Siete Palabras, un Himno a la Virgen, pasionarios, salmodias, Letanías del Corazón de Jesús, Letanías del Trisagio; 16 salves y motetes para la Octava de la Asunción; te deums, stabat maters, motetes, pastorelas y 30 villancicos, así como un himno titulado Saludad a la Aurora Divina, autos sacramentales y unas canciones compuestas junto con Pérez y Ramírez. Carpentier añade: “[…] la finura, el buen gusto, el frescor de ideas, nunca abandonan a Salas. Su lenguaje es además conciso y directo. No hay espacio perdido. Se vale del canon y de la fuga con frecuencia, pero no abusa gratuitamente del juego contrapuntístico”(11).

Conciertos, grabaciones y publicaciones

En 1959 el Coro de Madrigalistas, dirigido por el maestro Manuel Ochoa, grabó un disco de villancicos en el que aparecen varios villancicos de Salas. En 1960 se interpretó la música de Salas en la Catedral de Santiago, repitiéndose el mismo programa en La Habana. Después, el viernes 15 de abril de ese mismo año, Viernes Santo, en la iglesia del Espíritu Santo de La Habana, Monseñor Ángel Gaztelu(12), su párroco entonces, predicó el Sermón de las Siete Palabras a la par que se interpretaba, por primera vez la versión musicalizada de este texto atribuida a Esteban Salas. Este oficio de Semana Santa fue dirigido por Juan Viccini y estuvo a cargo de un coro, dos solistas y un conjunto de cuerdas(13).


En 1996 el coro Exaudi de Cuba, bajo la batuta de María Felicia Pérez, graba los tres primeros discos compactos con música de este compositor, y más tarde el conjunto Música Antigua Ars Longa, bajo la dirección de Teresa Paz y Aland López, continúa el “rescate” y difusión de la obra de Salas con los discos: Nativité en Santiago de Cuba, y Cantus in honore Beatae Mariae Virginiae. Estos coros han seguido ofreciendo conciertos y dando a conocer la música religiosa de Salas en Cuba y en el extranjero. También se han venido celebrando los Festivales de Música Antigua Esteban Salas en La Habana. Importante es la colección de libros Música Sacra de Cuba, siglo XVIII, escritos por la musicóloga cubana Miriam Escudero.

En Miami, el grupo coral Seraphic Fire, con residencia en esta ciudad, presentó en septiembre del 2008, y luego en enero del 2019, unos conciertos de música religiosa de Latinoamérica, y escogió de Cuba la música de Salas. Como dijo esa noche su director, Patrick Dupré Quigley, “oirán las composiciones de Esteban Salas como hubieran sonado en la Catedral de Santiago de Cuba en el siglo XVIII”. Para los que pudimos asistir, estos conciertos fueron memorables.

En palabras de Carpentier, Salas “fue un verdadero místico” y el primer gran compositor serio de música religiosa clásica que tuvo Cuba. De él parte en línea recta la tradición que luego continuarían Laureano Fuentes, Ignacio Cervantes, Cratilio Guerra, Antonio Raffelin, Manuel Saumell y otros. La vida de Salas estuvo llena de dificultades y siempre tuvo que luchar contra los que, celosos de su talento, se empeñaban en amargar su productiva vida. Pero nos ha quedado su música que le ha conquistado, aunque dos siglos después de su muerte, un lugar cimero en la historia de la música religiosa de Cuba.


Discografía:

Esteban Salas: Les Grandes Heures du Baroque Cubain, 1996

Esteban Salas: un barroco cubano del siglo XVIII, 1996

Nativité à Santiago de Cuba, 2001

Cantus in honore Beatae Mariae Virginis, 2002

Esteban Salas: un barroco cubano, 2003

Esteban Salas. Passio Domini Nostri Jesu Christi, 2004


Citas y Notas

1. Publicado en la Revista Herencia Cultural Cubana, Miami, marzo 2009, pp. 87-91.

2. Carlos M. Trelles: Bibliografía Cubana de los siglos XVI y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejercito, 1927.

3. Pablo Hernández Balaguer: Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.

4. Mons. Ramón Suárez Polcari: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.

5. Pablo Hernández Balaguer, Ibid.

6.  Suárez Polcari, Ibíd.

7. Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, no. 50, Catedral de Santiago de Cuba.

8. Juan París (Barcelona, 1759 – Santiago de Cuba, 1845) sacerdote y compositor.

9. Alejo Carpentier: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.

10. Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.

11. Carpentier, Ibídem.

12. Ángel Gaztelu, (Puente la Reina (Navarra, España), 1914-Miami, Florida octubre 2003). Emigró con su familia a Cuba y se naturalizó cubano. Sacerdote, escritor, poeta, y una de las figuras principales del grupo literario Orígenes que marcó el desarrollo de la poesía en Cuba en los años 40 del siglo XX.

13 Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 julio 2003.

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**Este artículo fue publicado en la revista Herencia Cultural Cubana, vol. 15, no. 1, marzo 2009.



Referencias:

  1. Pablo Hernández Balaguer, Los villancicos, cantatas y pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987, cédulas y órdenes, legajo 2, núm. 198.
  2. Mons. Ramón Suárez Polcari, Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, Florida, 2003.
  3. Hernández Balaguer, Pablo, Ibid.
  4. Según Alejo Carpentier en obra citada: Libro de Entierros No. 7, folio 25 vuelto, No. 50, Catedral de Santiago de Cuba.
  5. Alejo Carpentier, La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
  6. Balaguer, Pablo Hernández, El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, 1986.
  7. Carpentier, Alejo, Ibid.

Bibliografía


  1. Arrate, Martín Félix de: Llave del Nuevo Mundo, Antemural de las Indias Occidentales, Fondo de Cultura Económica, México.
  2. Balaguer, Pablo Hernández: Los Villancicos, Cantatas y Pastorelas de Esteban Salas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
  3. Carpentier, Alejo: La Música en Cuba, Fondo de Cultura Económica, México, 1972.
  4. El Más Antiguo Documento de la Música Cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1986.
  5. Miriam Escudero: “Esteban Salas in aeternum”, Opus Habana, La Habana, 11 de julio de 2003, en www.opushabana.cu/noticias.
  6. ____________: Esteban Salas, maestro de capilla de la Catedral de Santiago de Cuba (1764-1803). Libros I-VIII, Ediciones Boloña, Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, Universidad de Valladolid, España, Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana.
  7. Suárez Polcari, Mons. Ramón: Historia de la Iglesia Católica de Cuba, Vol. I, Ediciones Universal, Miami, 2003.
  8. Trelles, Carlos M.: Bibliografía Cubana de los siglos XVII y XVIII, La Habana, Imprenta del Ejército, 1927.



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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

Friday, November 27, 2020

Las madres de los estudiantes de Medicina (por Teresa Fernández Soneira)


El 27 de noviembre de 1871 fueron fusilados en el paredón de La Punta, en La Habana, ocho estudiantes del primer año de medicina de la Universidad de la Habana. Es un capítulo negro en la historia colonial de Cuba. Los estudiantes fueron acusados de profanar la tumba de un periodista español en el cementerio de Espada, pero todo fue una falsedad y un invento para asesinar a ocho indefensos e inocentes jóvenes estudiantes cubanos. En total eran cuarenta y cinco estudiantes, ocho de ellos condenados a la pena de muerte: Alonso Francisco Álvarez y Gamba; José Ramón Emilio de Marcos y Medina; Carlos Augusto de la Torre Madrigal, Eladio Federico González y Toledo, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Pablo Bermúdez Piñera, Ángel José Eduardo Laborde y Perera y Carlos de Jesús Verdugo y Martínez, este último quien ni siquiera estaba en La Habana cuando ocurren los hechos, sino en Matanzas.

¿Quiénes fueron las madres de estos estudiantes de medicina? Poco se sabe de ellas y la historia las ha olvidado. Recordemos hoy sus nombres: Manuela Madrigal, Inés Martínez, Emilia Medina Ferrara (venezolana), Francisca Perera, Rosa Pérez Román, María Luisa Piñero, Rosalía Toledo y Leonor Amoedo. ¿Cómo se habrán quedado estas mujeres al perder a sus hijos que eran inocentes? ¿Cuántas de ellas no habrán enloquecido o caído en una gran depresión al saber de la injusta sentencia del régimen español?

De los demás estudiantes encarcelados, trece debieron purgar seis años de presidio figurado, entre ellos Fermín Valdés Domínguez. Diecinueve de ellos fueron castigados a pasar cuatro años de presidio, otros cuatro en reclusión por seis meses, y todos con incautación de sus bienes. Solo dos fueron absueltos. Pero debido al revuelo de la opinión pública mundial, antes de seis meses el rey Amadeo I decretó el indulto de los jóvenes que guardaban presidio.
Dibujo a plumilla de la patriota Emilia Casanova
publicado en  el libro Apuntes Biográficos de Emilia Casanova, Nueva York, 1874.
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Al mes de cometerse el atroz crimen, la matancera Emilia Casanova de Villaverde quien residía exiliada en Nueva York dedicada a trabajar por la libertad de Cuba, pide a varias cubanas en esa ciudad que la acompañen a visitar al presidente de los Estados Unidos, Ulises Grant, para abogar por los estudiantes encarcelados. La patriota Ana Betancourt apunta: “En diciembre fui invitada por la señora de Villaverde para que la acompañase con doce señoras más a Washington. El objeto de esta comisión era pedirle al Presidente Grant en nombre de las madres de los estudiantes que se habían escapado de la muerte y se hallaban arrastrando una cadena en el presidio de La Habana, que interpusiese todo su influjo para con el gobierno de Madrid, para ver si conseguía se les conmutase la pena del presidio por la del destierro”. Fueron indultados a los pocos meses, pero obligados a trasladarse todos a España. Cuatro de ellos fueron sentenciados a seis meses de encierro, y no fueron excarcelados en La Habana hasta extinguir completamente su condena”.

Ana Betancourt:
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Y continúa Ana Betancourt:
El día de nuestra salida fue la de Villaverde a buscarme y al llegar al paradero me declaró que ninguna de las otras señoras habían querido acompañarla. Le dije que me parecía algo ridículo el que nos presentásemos solas las dos. Me contestó que ella tenía ya formado su plan y que aunque las otras no fuesen, aparecería como que estaban enfermas en el hotel. Así lo hizo presente al Sr. Presidente, el que nos dio una cordial acogida; nos alentó mucho y por último nos dijo que si hacíamos de manera que no se trasluciese el objeto de nuestra entrevista con él, casi estaba seguro de conseguir lo que le pedíamos. Para alejar toda sospecha, se hizo circular que habíamos ido a pedir la beligerancia. Estos nos ponía en ridículo, pero ¿qué nos importaba el ridículo si lográbamos salvar aquellos inocentes niños del presidio, y devolver la paz al corazón de sus madres? Cuando el éxito coronó nuestra empresa; cuando se supo que los estudiantes habían sido sacados del presidio y enviados a España por nuestra intervención, entonces callaron. Siempre agradeceré a Emilia el que me hubiese asociado a ella para esa misión tan santa y tan caritativa(1).
En este incidente aparece también Concepción Capdevila Pina (Sancti Spiritus, 1884–La Habana, 1956), hija del capitán español Federico Capdevila, quien había sido el defensor de los estudiantes. Y también vemos a Dolores Sirvén Borrás, esposa del doctor y profesor de medicina de la Universidad de La Habana, Juan Manuel Sánchez de Bustamante, quien valientemente intercede ante el gobernador de La Habana por los estudiantes para que la soldadesca española no se los llevara del aula.

Pensamos que tanto Concepción Capdevila como Dolores Sirvén abogaron por estos muchachos, y estuvieron unidas a las madres de los estudiantes de medicina y a sus maridos en la defensa de estos.
Después de estos sucesos, Dolores Sirvén y su esposo Juan Manuel, que era español, tuvieron que exiliarse. “La familia de Dolores”, dice un descendiente, el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, “estuvo muy envuelta en la lucha contra España y algunos miembros fueron fusilados. Tomás Sirvén, el padre de Dolores, tuvo que salir al exilio”(2). Luego del Pacto del Zanjón, los esposos Sánchez de Bustamente-Sirvén regresaron a Cuba en 1880.

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Nieves Xenes, nació en la finca Santa Teresa cerca de Quivicán en La Habana, el 5 de agosto de 1859. Al cumplir los diecinueve años se traslada para La Habana y comienza a escribir versos en los que exalta las bellezas naturales de Cuba y su amor por la patria. Cuando el incidente de los estudiantes de medicina, Nieves les dedica unos versos(3) :

Con orgullo rendid vuestro amoroso tributo
A los estudiantes de Medicina
A la memoria bendecida del hermano
Que tierno y generoso supo
a la patria consagrar su vida.

Como él, luchad por conquistar un día
de la gloria los lauros inmortales,
palpitantes sentid como él sentía
de la doliente humanidad los males
Como él con noble y varonil denuedo,
ante la torva faz de la injusticia,
alzad la frente y defended sin miedo
el bien, la libertad y la justicia.

Y a la patria, abrumada de dolores,
que el triste seno desgarrado siente,
la corona de abrojos punzadores
¡arrancaréis de la abatida frente!


Monumento dedicado a los estudiantes de Medicina.
La Habana
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  • Texto incluido en el libro de Teresa Fernández Soneira: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vol. 1, Ediciones Universal, Miami, 2014, pp 451-455.
  1. Sarabia: Ob.cit., p.89.
  2. Correspondencia con el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, Orlando, Florida, 24 de diciembre de 2012.
  3. Domitila García de Coronado: Álbum poético, fotográfico de escritoras y poetisas cubanas. Impr. El Fígaro, La Habana, 1926
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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.
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