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Wednesday, September 27, 2023

"Ignacio Agramonte en la vida privada". Detalles y recuerdos personales del Mayor en un libro de Aurelia Castillo. (por Carlos A Peón-Casas)


Con gusto siempre renovado repasamos las páginas menos conocidas y divulgadas de la vida de nuestro héroe epónimo. Esta vez por intermedio de este opúsculo que Aurelia Castillo, le dedicara a su memoria en el año de 1911.

Reveladores son algunos de estos apuntes que ahora comparto al siempre animado lector de estas páginas, y que buscan resaltar la memoria ancestral del terruño puertoprincipeño en sus facetas más reveladoras.

Principian estas memorias de Aurelia Castillo, que indagan por la trayectoria vital de Agramonte, remontándonos al tiempo de su primera cercanía con el joven patricio, en aquel Puerto Príncipe donde fueran coterráneos y compartieran sincera amistad:
Le conocí siendo estudiante de Derecho en la Universidad de La Habana. Ya antes lo había sido en el Colegio de Don José de la Luz... Iba el estudiante a pasar sus vacaciones en la ciudad de Puerto Príncipe (Camagüey hoy), donde residían sus padres, y en bailes y reuniones nos encontrábamos y nos hicimos buenos amigos.
Sus primeras impresiones del joven y gallardo Agramonte vienen de seguido en un retrato muy sugestivo:
Me parece verle. Era alto, delgado, muy pálido, no con palidez enfermiza… sino con palidez de fuertes energías reconcentradas; su cabeza era apolínea, sus cabellos castaños, finos y lacios; sus pardos ojos velados como los de Washington; su boca pequeña y llena, como la que se ve en las representaciones de Marte, y sombreada apenas por fino bigote; su voz firme.(...) Distinguíase además… por su educación esmeradísima, por su trato respetuoso por su seriedad, por su intachable conducta. Estaba exento de vicios y lleno de virtudes…
La autora, nos sigue relatando aquellas facetas de amistad que con el que el tiempo y las circunstancias del que con el tiempo se convertiría en el héroe inolvidable y hacedor de nuestra historia patria:
Yo fui -perdónenme la jactancia- una de sus amigas predilectas. Cuando en bailes nos encontrábamos, jamás dejó de bailar conmigo; cuando en reuniones siempre se acercaba a saludarme.
Un recuerdo particular de aquella entrañable cercanía de indudable y sincera amistad nos llega en las palabras de Aurelia, la anécdota que nos habla de la enorme sensibilidad del héroe por las bellas letras, pasión que compartía con la que sería celebrada rimadora.
Estábamos en una de aquellas ferias de la Caridad, delicias de los camagüeyanos, y muchachas y muchachos jugábamos a las prendas en la casa de una tía mía. Ignacio había perdido: tenía que sacar su prenda, y como se le sabía grande aficionado a las letras, y un cultivador de aquellas a ratos, se le mandó a recitar, y él recitó de una manera que yo no he podido olvidar, algunas estrofas del Canto del Cosaco, de Espronceda. Cada palabra fuertemente acentuada, parecía un golpe de maza descargado sobre los opresores de pueblos, sobre los opresores de Cuba especialmente…
En otro minuto de sus rememoraciones sobre el Mayor, Aurelia nos regala una fina estampa de aquella entrañable cercanía. Alude otra vez a la exquisita sensibilidad de aquel Agramonte, hombre de acción y valentía y arrojo probadas hasta la saciedad; pero a la vez dotado de una sensibilidad que le desbordaba.

La comparto con el lector en plan de cierre a esta memorabilia tan entrañable con que Aurelia del Castillo rememorara y celebrara su amistad con Ignacio Agramonte:
(...) No puedo fijar el año, pero fue indudablemente entre los de 1866 y 1867…Tomaba yo a la sazón lecciones de francés. Hubo de decirme Ignacio un día que deseaba leer conmigo un libro francés para ver las impresiones que esa lectura me produjese y oír mis observaciones. Y efectivamente, pocas noches después se presentó en casa de mi hermana, donde yo recibía mis visitas, con el libro prometido… no pudimos leer aquella noche, ni Agramonte repitió su visita pero el libro quedó en mi poder. Su título era Le christianisme et le libre examen… el autor era deista. Su argumentación echaba por tierra todas la religiones positivas… Pero se quedaba con Dios, y yo que sabía esto porque el autor lo indicaba en los primeros capítulos… estaba grandemente intrigada…por saber de que manera podría… salvar lo esencial después de haber destruído todo lo accesorio... Y esta curiosidad, quién lo creyera, debo yo quizás el haber prolongado tanto mi existencia…

Wednesday, September 6, 2023

Carolina Fernández del Castillo, Cocola: la discípula camagüeyana de Martí. (por Carlos A. Peón-Casas)


Las noticias sobre esta singular mujer, discípula del Maestro en los años de su emigración neoyorquina, cuando junto a su familia, y por causa de la guerra del 95, cruzara hasta el frío y norteño territorio, nos llegan por intermedio de una entrevista que Gonzalo de Quesada y Miranda publicara, en Bohemia en 1935.


Para entonces, la entonces la que fuera muy joven discípula del Apóstol, frisaba la séptima década de su vida, y estaba casada con Emilio Cassi, periodista de origen italiano, amigo personal del cronista, y quien junto a los rough riders de Roosevelt, protagonizara hazaña de valor durante la toma de la Loma de San Juan en la emblemática acción a las puertas de Santiago de Cuba.

La estirpe camagüeyana de Carolina, Cocola para sus íntimos, era de rancia prosapia. Asi nos lo hace saber el cronista:
… su madre, Doña Angela Castillo y Agramonte, parienta cercana del Bayardo centauro Ignacio Agramonte, de los Cisneros Betancourt, de los Quesada; la figura de su padre, Miguel Fernández Ledesma y de Céspedes, de noble linaje español, pariente de Carlos Manuel de Céspedes, el Padre de la Patria.
La cercanía neoyorquina de Cocola con Martí se urdió desde el destino. Su padre, prisionero de los españoles en la acción de Guaicanamar durante la Guerra Grande y donde  combatió a las órdenes del general Ángel del Castillo y Agramonte, fue conducido a Puerto Príncipe para ser fusilado, pero por intermedio de un influyente amigo de la familia, se le obtuvo la conmutación de la pena por la de cadena perpetua.

En el presidio político conoció al joven Martí. Junto al adolescente compartió las premuras de la durísima cárcel, y compartió con generosidad los alimentos que solo los adinerados podían conseguir a los reos, sufragándolos de su bolsillo, gesto que Martí jamás olvidó.

La vida los distanciaría cuando el prisionero Fernández fuera conducido al presidio de.Santoña en África, de donde lograria escapar y finalmente alcanzar tierras de libertad en Nueva York donde se asentó.

La casa de don Miguel Fernández y de su familia en Nueva York sería destino de encuentro.

Al decir del periodista:
un verdadero hogar de tan hondos afectos que cuando su amigo murió, en 1891 le escribió a su viuda y a su hija: 'Mándeme Angela, mándeme Cocola, que en estos momentos de su inmenso y justo dolor, soy para ustedes todo corazón'
En aquella casa fue donde Cocola hubiera de conocer a Martí, y “convertirse en pura discípula de sus elevadas prédicas”. En palabras de la propia Cocola a Gonzalo de Quesada y Miranda, compartía sus vivencias:

Siendo una niña aún conocí a Martí me cuenta Cocola, enseñándome un retrato de ella de esa época, continuando mientras saca otros suyos, con los largos y complicados vestidos femeninos de entonces. Algunas veces acompañaba a mis padres en las visitas al colegio.del Sagrado Corazón de Manhattanville, donde yo estaba estudiando. En los paseos por.los jardines del colegio me revelaba su amor por por la Naturaleza y sus conocimientos de floricultura… Solía rememorar, entonces su juventud, sus primeros sentimientos contra España, sus horas felices al lado del buen Mendive, la tristeza de verse incomprendido por.su familia en sus ansias de ver a Cuba libre. De exquisita cortesía, Martí poseía el raro don de saber tratar a cada persona de acuerdo con su edad y condición, lo cual, sin duda, representaba además de su gran genio y bondad, una de sus cualidades más atractivas.

Recuerdo como ejemplo, una gran muñeca mía traída de París y bautizada con el nombre de Josefina. Tal era mi delirio por ella que mamá mandaba a hacerle ropas y zapatos, y casi siempre la elegante Josefina se encontraba sentada en la sala como hoy las grotescas muñecas de Lenci. Y Martí, en cada visita, nunca dejaba de saludarla y de simular una.conversación con la muñeca… Libros buenos me regaló muchos, presentándome con el primer ejemplar de la traducción suya de la novela “Ramona” con la dedicatoria: 'Para la niña que con sus cortos años comprende lo que lee y que considero con el alma tan pura como Ramona…'
La entrevista tan particular y reveladora refleja otros atisbos de la cercanía de la entonces jovencísima camagüeyana con nuestro Martí. Son perlas ineludibles para esta rememoración que hoy rescata tales afectos de aquella coterránea nuestra:

De las manos de Cocola tomo una vieja fotografía del Maestro hecha en Nueva York en 1888, al dorso leo en la dedicatoria: 'A Cocola hija de un hombre generoso y de una amiga fidelisima'. Y de sus labios oigo los versos escritos expresamente por Martí para una fiesta cubana en la cual trabajaron Cocola y sus compañeras de destierro, en casa de mi abuela, Doña Isabel Arostegui…
Cocola deja al final unas notas evocativas de sus lúcidas memorias martianas. En ellas laten facetas no muy nombradas y poco esclarecidas de su recia, pero igual de sensible  personalidad:
Es muy difícil sumar todos los afectos de que era capaz el corazón de Martí… El sacrificio cumplido para con los otros era la única balanza en la que se podría pesar la capacidad de su corazón… su abnegación encontraba su origen en el sentimiento de piedad para quien sufre, y en el patriotismo aceptado como su gran religión. Tenía la necesidad de soñar sueños irrealizables, o de correr tras la quimera siempre vaga y nunca alcanzada, o tener un grupo de discípulos pendientes de sus labios como de un Apóstol… Amó, pero cómo pueden amar los seres que tienen una alta misión por cumplir y que por ella deben sacrificarse a sí mismos y a muchos y muchos otros; ninguna de la graduaciones de afectos humanos le faltó. Todas las comprendió, y fue esa facilidad y don de comprensión lo que le hizo sufrir infinitamente y que también lo hizo inmortal.

Wednesday, August 30, 2023

Carmen Cordero: Noticias de una inusual poetisa camagüeyana (por Carlos A. Peón-Casas)



Paralelas era el poemario que la identificaba en la ciudad en 1940. El original que entonces circulara entre los amantes de las bellas letras del Camagüey, en una tirada a todas luces limitada, nos llega hoy en estas tierras de promisión, por intermedio de las Bibliotecas de la Universidad de la Florida.

El susodicho ejemplar estaba dedicado por la propia autora a Angel Augier, a quien calificaba como “hondo y fino poeta vanguardista”.

Las notas liminares a la poesía de aquella “muchacha que hace interesantes versos, en la tierra que antaño nació la Avellaneda”, lo firmaba otro escritor y poeta del terruño: el entonces ya reconocido Felipe Pichardo Moya.

Para Pichardo Moya, la obra de esta incipiente poetisa merecía difusión entre sus pares y así lo testificaba luego de leer de primera mano aquel primitivo manojo de versos de 
aquella muchachita menuda y sencilla… que apenas ha dejado de ser una adolescente… por la materia que en ella alienta, por la fuerza creadora y sentimental que en ella arde nos atreveríamos a decir que es una realidad respetable de nuestras letras… una poetisa que dejara ver su nombre junto a los de Gertrudis Avellaneda y Emilia Bernal.
El tiempo sería el único juez para juzgar si el entendido preceptista, promotor con sinceras intenciones de aquella voz del camagüeyano lar, podría o no ser depositaria de tan elevados augurios.

Reconozco mi impericia para juicios tan altos, porque acaso bebí igualmente de ese cáliz que el verso nos regala en los primeros años de todo creador, cuando el latido poético nos es consustancial con tantos sueños por definir y clarificar. Y es impensable que me erija en juez y parte.

Regalo al lector con algunos botones de muestra de esta poco conocida edición de los versos de Carmen Cordero, concebidos allá en el paterno y materno hogar camagüeyanensis, y hoy a salvo de todo olvido en este confín no tan remoto ni tan lejano de nuestras playas, donde la vida y la esperanza nos convocan.


¿Qué pudiera contarte?

¿Qué pudiera contarte,  si mi vida serena: 
ha dormido los sueños de la paz y el descanso?... 
¿Qué pudiera contarte un espíritu manso 
que no tiene el arrojo de romper su cadena?... 

¿Qué pudiera contarte, que valiera la pena
de contar; si mi vida igual es a un remanso, 
con sus aguas dormidas que, cobarde no lanzo. 
a otro curso en la bella perspectiva terrena?....

Nada puedo contarte; ni dolor, ni alegría, 
ni placeres ni encanto. En la paz de la villa 
una vida perdida, siempre igual cada día.  

Nada puedo contarte para tu maravilla 
que escucharas absorto... pues mi vida sencilla, 
de emociones y fiestas siempre ha estado vacía. 


La llama oculta 

Yo muero macerada
por una oculta herida.
De pena estoy doblada
de angustia estoy transida

Y tú... no sabes nada.
Tú duermes, y yo velo;
túcantas, y yo lloro
tú ries, y yo al cielo
inútilmente imploro.

Y tú, todo sereno,
y yo, toda exaltada...
de hiel el vaso pleno
bebiendo silenciada
sin que túsepas nada.

Te miro indeferente 
pasar junto a mi vera, 
sin que, ni levemente
se fije tu mirada
sobre mi faz de cera.

Y, siempre yo callada
me quemo en la hoguera
de oculta llamarada...
sin que tu sepas nada.

De toda mi tortura,
de todo mi fracaso;
de toda la amargura
mortal en que me abrazo...
ay!.. tú no sabes nada.

No ves?... Muero olvidada
de tí, como una mustia
Vestal, junto a la grada
del templo de la angustia,
Y tú, no sabes nada,
Y tú, no sabes nada.


Tristeza 

Tristeza indefinida,
tristeza torva, fuerte,
¿me vienes de la vida
o, acaso de la muerte?

¿De donde te produces
inagotable fuente?...
¿Adónde me conduces
tan dolorosamente?...

Tristeza inmensa y vaga,
tristeza plañidera,
tristeza que naufraga
Dios sabe en qué ribera!...

tu angustia indefinida,
tu negro tedio fuerte...
¿es de vivir la vida
o, de anhelar la muerte?

Tristeza que en mis sienes
tu negro signo luces...
no sé de dónde vienes,
ni adónde me conduces...


Alma

¡Oh, alma atada siempre del cuerpo al duro barro! 
¡Oh, alma blanca y pura!... ¡Oh, lámpara votiva! 
Por mas que la materia que te oprime desgarro,
inútil es, en ella permaneces cautiva. 

Y, no poder el vuelo tender, mientras se viva 
ungido a la carroña como a un duro carro! 
Tú has florecido en ella, cual una sensitiva 
florece resignada y herida del guijarro.

Sólo una bella cosa, y ella es el dulce sueño, 
consigue el elevarte de la terrena esfera. 
Pero, unos instantes, no más, se hace tu dueño. 

¡Oh, alma asi opresa, que el sueño es la escalera 
por donde te levantas de tu mundo pequefio 
para volverte luego al cuerpo prisionera.


Inmortal

No te adora mi carne, no te adora mi vida,
hay algo dentro de ella que te adora quizás
con más blanca pureza que la carne podrida
y es, su amor más eterno que la vida fugaz.

No está por los deseos, ni la ansiedad roída. 
Es mansa como el agua, y da más bien la paz.
no temas que te queme su luz, es la encendida
lámpara de mi alma que no muere jamás!

Deja pues, que con ella, dulcemente quiera
el alma es como un puro y claro manantial
inagotable, inmenso... Acércate a su vera,

apura de sus aguas; bañate en su caudal...
su amor es tan sublime que cuando yo me muera
te seguiré queriendo: el alma es inmortal.


Conformidad 

La quietud de mi vida no la turbes Señor,
por estas vanas cosas: gloria fama y amor.

Déjame así olvidada, en la paz de la villa,
gusto tanto el deleite de la vida sencilla.

De las aves que trinan, de la fuente que salta,
déjame ser la amiga: nada más me hace falta..

De mi vida hogareña que la paz no perturbe
el vértigo ruidoso de la fastuosa urbe.

Déjame que me apague tal una débil llama,
empolvada de olvido, huérfana de la fama...

Wednesday, August 23, 2023

Una guía para conocer Miami y el Condado de Dade en 1941 (por Carlos A. Peón-Casas)


Tan interesante prontuario para el turista que visitaba la ciudad, y que data de los años cuarenta del pasado siglo XX, es hoy día, un singular documento de valores históricos y culturales bien añadidos.

Precisamente para el año 1941, en que circulaba por vez primera vez, la susodicha guía, se mostraban algunos hints interesantes. Por ejemplo, la ciudad contaba con sólo un par de estaciones radiales: la WQAM y la WIOD, ambas con mil watts de potencia.

Se contaban entonces 24 salas cinematográficas, cuatro de aquellos para personas de color. El aforo total era para 25.000. Y entre las instalaciones destinadas a la recreación en general, se encontraban el Miami Lummus Park, ubicado en la calle tercera y la avenida del mismo número en la zona del noreste. El público podía practicar allí juegos de mesa como el ajedrez y el de las damas; igualmente una modalidad del juego de bolos sobre césped.


Otro espacio público, el Bayfront Park, acogía una clase bíblica cada domingo y siempre a las 3.30 pm. En la misma área, que podía alcanzarse a una distancia apropiada para los paseantes desde la calle Flaggler en su porción más oriental, se ofrecían conciertos gratuitos a cargo de la Banda Municipal, durante la etapa invernal.

Otras opciones incluían las populares carreras de galgos en el Biscayne Kennel Club en la segunda avenida y la calle 115, que se sucedían todas las noches excepto los domingos, desde Diciembre hasta Abril. Las entradas costaban 25 centavos. Igual diversión estaba disponible en otro club de igual perfil y mismo precio de entradas, esta vez en West Flaggler.

Un frontón de jai alai, el popular deporte de origen vasco, se localizaba en el Biscayne Fronton, a la altura de la avenida 35 del Noroeste. Los partidos discurrían todos los días, descansando los domingos.El precio de admisión era igualmente de 25 centavos.

Se anunciaban para el mes de noviembre una temporada de bailes en el Centro Cívico localizado en el número 35 de la calle segunda del Noroeste. Para el mes de Diciembre el mismo espacio acogía partidas de bridge. Y ofrecía una velada de Año Nuevo.

Para esa misma temporada de fin de año la ciudad acogía un Torneo Abierto de Golf, a celebrarse las instalaciones del Country Club de Miami Gardens, y dotado de una bolsa de 2500 dólares.

Para empezar el año, igualmente se sucedían otras atracciones como el Torneo Metropolitano de Pesca, que ocupaba desde el mes de Enero y hasta Abril. Una Regata para veleros, era ofrecida por el Yatch Club de Miami, en el Miramar Course.

También el arte se hacía presente durante el segundo mes del año, con una Exhibición Anual en el Miami Woman’s Club, y la ciudad celebraba con fruición su aniversario de cumpleaños en el mes de Julio.

Aludimos ahora a otros pormenores de aquella ciudad de los años cuarenta del pasado siglo XX, en medio de los avatares de la Segunda Guerra Mundial.

El antiguo y estrecho trazado de las calles originales ya causaba algunas dificultades al ya aumentado tráfico rodado de la época, cuando la ciudad contabilizaba más de 80.000 automóviles, que llegaba a la astronómica cifra de 200.000 al sumarse los vehículos procedentes de otras ciudades norteamericanas, durante la etapa alta del turismo. En la temporada alta de 1937-1938, desde Octubre hasta Marzo, la ciudad proveyó alojamiento para 796.000 visitantes. Se contaban entonces con 186 hoteles y 978 edificios de apartamentos, 1157 casas rentaban sus habitaciones. Los gastos de los visitantes promediaban anualmente unos 60 millones de dólares.


Para entonces ya se acometía la construcción de nuevos puentes sobre el río. Igualmente se hacían más anchas las calles y avenidas. Biscayne Boulevard y Coral Way se adornaban para entonces con una sucesión de palmas.


La población de entonces ascendía a los 170.000 habitantes. Un dato que nos parece sugerente apuntaba que para tal minuto que las presencia en la ciudad de Latinos e Indios Seminoles “eran relativamente pocos en número y no tenían una gran influencia sociológica”

De aquella temprana población de origen latino se nos sigue diciendo que ocupaban una pequeña área en el borde norte del distrito comercial, y aunque mantenían sus costumbres y tradiciones, eran asimilados con facilidad.

Otro segmento poblacional eran las personas de color, que contabilizaban 30.000, un número que se incrementaba en la etapa invernal con la presencia de más de 1000 choferes, trabajadores domésticos y empleados de hoteles. Se les sumaban igualmente unos 5000 procedentes de las Bahamas, de quienes se hacía notar su especial y preciso acento británico al hablar el Inglés.

Se reconocían ya entonces que los antecedentes culturales de todos aquellos grupos eran variopintos y diferían entre los distintos grupos. Los clubes, sociedades y asociaciones hacían esfuerzos para proveer oportunidades a sus miembros, para participar en la vida comunitaria. Entre aquellas destacaban las distintas iglesias que sumaban 131 en el area de los blancos, y 59 en la de los negros.


Las ingentes oleadas de trabajadores temporeros ya eran notorias. Interminables caravanas se dirigían a la ciudad a partir del mes de noviembre. Como consecuencia a la avalancha de tanta magnitud, los salarios locales ofrecidos a los recién llegados se deprimían grandemente. Para los que concurrían en busca de empleos más calificados se exigía alguna licencia como en el caso de electricistas, plomeros, carpinteros y pintores. El resto dependía grandemente de las fluctuaciones del mercado laboral. Y aunque la ciudad se empeñaba ya entonces en promover su industria y agricultura, seguía dependiendo primordialmente en los ingresos generados por el turismo.

De tal suerte para el mes de septiembre la ciudad se aprestaba a recibir a todos los turistas posibles. Hoteles y restaurantes cerrados en su mayoría durante el verano, abrían con gran premura sus puertas.

La línea de costa con más de 10 millas de extensión ofrecía a los bañistas un espacio para cualquier temporada. La pesca en la bahía y en la Corriente del Golfo ofrecían posibilidades increíbles desde pequeñas presas hasta increíbles especímenes de enorme talla y peso.

Las apuestas paramutuales en los casinos eran legales y la concurrencia de jugadores tan enorme que solo en la temporada de 1937 a 1938, sumaron un millón de personas, y las apuestas totalizaron 44 millones.

Aunque la ciudad era tan joven como para no haber figurado en los anales fundacionales de la nación americana, se hacía en aquel minuto imprescindible como un centro potencial para la industria del ocio cuyo crecimiento y popularidad, dada su espectacular posición geográfica, se nos hace obvia esta puntual referencia que hoy hemos compartido.





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Con notas traducidas de A Guide to Miami and Dade County. American Guide Series, Bacon, Percy & Dagget, NY, 1941.



Wednesday, August 16, 2023

Noticias de Puerto Príncipe en "El Trabajo". Revista Obrera y de Intereses Generales. Enero 20 de 1895. (por Carlos A Peón-Casas)


La publicación que se presentaba con tan particular destino, tenía su redacción para aquellas fechas en la calle San Diego, hoy Martí, en el número 23. Allí se localizaba igualmente la Imprenta La Luz donde era impreso.


Se publicaba cuatro veces al mes, lo que nos hace pensarlo como un semanario de su tiempo. La suscripción para un mes para los lectores locales era de solo 20 centavos. Para los de cualquier otro punto de la Isla: 25. Es de suponer que para tales alcances contaba con un sistema apropiado de distribución.

El periódico tenía cuatro páginas de lectura y la peculiaridad añadida de que:
… regala a sus suscriptores un libro científico o literario el que repartirá por cuaderno semanales de ocho páginas adjuntas a cada número del periódico.
La novedad de aquellas entregas lo hacía particularmente atractivo, y lo ponía a la altura de cualquiera de las publicaciones de su época, no solo en la Isla sino en cualquier sitio del mundo plural de ese tiempo.

En este particular número se suscitaba una interesante polémica con otro diario de la ciudad de entonces El Fanal: en razón de la supuesta falta de brazos en el entonces ingenio El Lugareño.


El diario obrero aludía a las razones que alejaban a los braceros, aludiendo a los trabajos del ferrocarril urbano entonces en marcha, y los de las “composiciones de calles” donde recibían mejor sueldo. Un detalle curioso, era que el propio ingenio había importado la presencia de “50 gallegos para las faenas de la zafra”.

Entre otras razones para contrarrestar las afirmaciones del diario integrista, el articulista aludía a “el despotismo teocrático que que existe en esos centros… donde cada dueño es un sultán, y cada capataz un bajá de tres colas”.

En cuatro a la afirmación del “pingue sueldo” que le ofrecía a los braceros, contraponía como “sangriento sarcasmo los 17 o 18 pesos mensuales por un trabajo rudísimo de 13 o 14 horas diarias, mitad efectuado durante el día y mitad durante la noche.”

Rematando así los argumentos El Fanal de que “no hay voluntad para el trabajo y el inmoderado afán que existe en todas las clases de figurar de señoritos y de no querer doblar el espinazo…”

Aludo con igual interés a lo que constituían la voz de los anunciantes en la porción de página de anuncios varios. Su lectura sin dudas, nos hace llegar atisbos sugerentes de aquel minuto en la ciudad a las puertas de la que sería la asonada mambisa de aquel año 1895.

Un primer anuncio era de La Protectora, que se anunciaba como la Gran Fábrica de Cigarros de Manuel Benitez. La industria en cuestión se localizaba en la entonces calle de Santa Ana, hoy General Gómez, en el número 54 antiguo.



El cuerpo del anuncio rezaba lo siguiente:
Los cigarros elaborados en esta fábrica no contienen sustancia alguna contra la salud, como las que usan otras fábricas para darle fortaleza y aroma a la picadura, ni tampoco admite desperdicios de fábricas de tabacos.
El que pruebe una vez los productos de La Protectora queda convencido de lo que decimos. 
No olvidar que se encuentra establecida en Santa Ana 54.
En aquella misma calle, pero esta vez en el número 88, se localizaba y se anunciaba igualmente la Armería de Salvador Soberats. El propietario hacía saber que se hacía cargo de: “todo clace de trabajos y compra cobre amarillo de todas cantidades”

La tabaquería de Carlos Montejo Montejo avisaba por su parte su dirección social en la calle de San Ignacio esquina a la de la Príncipe. José Rodríguez, carpintero ebanista tenía su negocio en Santa Ana 94, y así lo hacía saber a sus potenciales clientes. Igualmente Angel Morales, barbero de profesión avisaba que trabajaba a domicilio y recibía ordenes coincidentemente en San Diego 23, lugar de la redacción del periódico y de la Imprenta que lo publicaba.

Dos muy particulares y anuncios de ventas se incluían en esta edición, y con ellos doy cierre a esta mirada de miércoles a nuestra memoria de ciudad principeña. El primero tiene especiales simpatías, que aún hoy pudieran lucirle a cualquiera de una practicidad sugerente:

Se vende un carretón con sus arreos y un Chivo que lo hace muy práctico.
El otro, aludía a un sabroso alimento: el Maní tan prolífico ayer y siempre, y hacía saber a los degustadores, que el producto era “de muy buen grano”.

Llama otra vez la atención que la dirección sea San Diego en el número 23, aunque aclaraba que se expendía en una accesoria en aquella misma ubicación.

Wednesday, August 2, 2023

Agramonte escribe a su madre desde la manigua camagüeyana. Septiembre 19 de 1870. (por Carlos A Peón-Casas)


Las cartas íntimas de Agramonte a su madre, como las que dedicara a su esposa Amalia, son un testimonio ciertamente insondable y revelador del alma del guerrero, del hijo, y del esposo amantísimo.

A la que aludimos hoy, descubrimos esas coordenadas, e igualmente los avatares a veces inenarrables de la separación, y de la consiguiente falta de noticias de uno y otro lado.

Sabida era la cierta precariedad de aquellos correos subrepticios que corrían lás más de la veces la pérdida inexorable de las misivas, en azarosos viajes marítimos entre ambas y distantes riberas.

En el caudillo, y en sus inspiradas palabras, laten también las esperanzas irrevocables de conseguir llegar hasta la madre y la familia toda, y retomar con ellos la vida siempre deseable en la paz y la quietud del hogar tan anheladas. Así principia su misiva con esperanzadoras palabras:
Continúo sin novedad alguna, y continúa la guerra siempre con tesón y esperando yo que un triunfo pronto nos permita dar un buen abrazo a mi Mamá y a cada uno de los hermanos, colgar la espada, y volver a aquella vida de familia tan dulce, sacrificada durante la Revolución en aras de la independencia de la patria.
Sabemos por esta misiva del Mayor a su madre que, Amalia Simoni, luego de ser capturada junto al pequeño vástago, nacido entre los fragores de las batallas y la azarosa y dura sobrevivencia, ya había recién arribado a Nueva York en aquel casi mismo minuto:
He sabido que Amalia llegó a Nueva York en los primeros días del mes pasado y supongo que habrán tenido el gusto de verse cuando quizás Ud no lo esperaba.
Lo que leemos a continuación en palabras del padre y del esposo ejemplar es un testimonio de profundo cariño, encomendando a su madre el cuidado encarecido a la esposa y al hijo que las circunstancias le alejaban de su cuidado:
Cuídemela mucho y cuénteme cuando me escriba cómo se halla, lo detalles de su primera entrevista, todo lo que ella haya pasado y todo lo que le ha parecido mi nieto.¿Verdad que es muy gracioso?
A los hermanos y al padre también le encomienda les deje su amor incondicional:
Un abrazo a mis hermanos, a Mercedita, a Pepa y a Manuel y dígales que siempre los tengo presentes y que no por ser soldado ahora dejo de quererlos como antes…
Para cerrar pide a su mamá lo bendiga, con la misma emoción a no dudarlo de sus años de infante, cuando acaso aún tierno adolescente, también hubo de separarse de su lado en sus experiencia de estudios por la Madre Patria:
Y Ud mi Mamá, reciba el afecto y acendrado cariño de su más amante hijo que le pide la bendición.
A no dudarlo, esta misiva es un texto que nos fundamenta los apegos y los afectos del hijo, del esposo, y el padre que convivieron con pasión en la ejemplar vida de nuestro adalid camagüeyano, y que nos lo devuelve imperturbable en su magnífica condición humana.

Wednesday, July 26, 2023

De cuando Puerto Príncipe (hoy Camagüey) regía los designios de medio mundo. Algunas memorias de la Real Audiencia (por Carlos A. Peón- Casas)


El 30 de Junio de 1800 es una fecha singular para la otrora villa principeña. Fue el día que recuerda la historia como el de la instauración, en Puerto Príncipe, del entonces conocido como “el decano de los tribunales de Indias”(1), o también acreditado con el apelativo de la “Audiencia de las Antillas”(2).

La historia principeña cambió sin dudas para bien aquel día. El tribunal que hasta aquellas fechas, había regido los destinos de toda legalidad en los territorios antillanos, había tenido asiento desde tiempos inmemoriales en la ciudad Primada de Santo Domingo. El hecho se precipitaba por la cesión de los territorios que la comprendían en Santo Domingo, por parte de la metrópoli a favor de Francia por el tratado de Basilea.

Pero la llegada efectiva del alto tribunal a nuestra villa, tomó su tiempo. Su traslado ocurrió por partes, o por entregas sucesivas, como esas telenovelas de hoy día que van sucediéndose de temporada en temporada. Primero que todo, el valiosísimo archivo, que fue a parar a La Habana juntamente con “las personas de más cuenta de Santo Domingo”(3). El traslado según lo cuenta un historiógrafo español, citado por Santovenia, se verificó en sendos barcos de la armada española que “dejaron en Puerto Rico los situados, recogieron en Santo Domingo a los oidores y otros individuos y, ya mudando rumbo entre cruceros enemigos, ya evitando sus ataques con ligereza, llegaron a la capital de Cuba sin tropiezo amediado de enero de 1800”(4).

De enero a junio de aquel mismo año se verificó el traslado a la villa puertoprincipeña, el destino mejor pensado para tan alto tribunal, un sitio de tierra adentro donde resguardarse del asedio de los enemigos de España.

Y al quedar sesionando en la otrora comarca, hecho que nos cuenta Torres Lasqueti en su bien informada Colección de datos históricos… no sucedería hasta:
después del 30 de julio en que las 41/2 de la tarde entró en la villa con toda solemnidad el Real Sello, y quedó constituida definitivamente el Tribunal Superior, cantándose el 4 de agosto inmediato en la Parroquial Mayor , un solemne Te Deum, en acción de gracias, por tan fausto suceso(5)
Hasta ese momento nada o poco relevante sucedía en le opacado terruño, que fuera de relevancia en el panorama socio político insular, -a partir de allí vendrían sin dudas tiempos mejores cuando la Audiencia, haría efectiva su vastísima prerrogativa jurídica, abarcando toda Cuba, Puerto Rico, y los territorios continentales, todavía españoles, de la Luisiana y la Florida.

Pero igualmente, hacía sentir localmente el peso de su ley y de sus atinados juicios sobre el buen gobierno y las buenas costumbres. Así lo testimonia el propio Torres Lasqueti ya citado cuando apunta a un singular fallo del Tribunal Superior de la Audiencia sobre un suceso casi pedestre acaecido en la villa en 1802:
El 3 de septiembre el Real Acuerdo dictó un auto conminando al Ayuntamiento, y apercibiendo en particular al Fiel Ejecutor y al Regidor de mes de ser privados de voz y voto en las elecciones del próximo año, por no visitar los puestos donde se vende pan, carne fresca y salada, manteca, viandas y demás artículos de primera necesidad, ni repasarlos, condenando a los transgresores con las penas que imponen las leyes” y todo esto a consecuencia que ese día se vendió pan “ de mala calidad, falto de peso y de cocción, capaz de ocasionar enfermedades peligrosas(6).
El decursar de su autoridad en tierras del Príncipe, se extendería hasta diciembre de 1853 cuando fuera suprimida e incorporada a la Pretorial de La Habana, volvería después a la ya crecida ciudad en 1868, pero su jurisdicción alcanzaría sólo entonces los departamentos Central y Orientra.

En ese interín mucho ganó la otrora villa con la presencia de aquellos primeros juriconsultos dominicanos, hombres en su mayoría de cierta cultura, que promovieron y animaron la estancada vida cultural principeña: “las fiestas anuales de tablas”(7) (por el cumpleaños del Rey o por las celebraciones de las festividades de La Merced y La Caridad). Igualmente, florecerían bajo su influencia otras bellas artes como el teatro y la música.

Amén de los innumerables estudiantes de Derecho en la Pontificia Universidad de San Gerónimo, que luego de terminar sus estudios, en la capital, tenían que por obligación hacer el largo y fatigoso periplo tierra adentro, para recibirse de abogados en la Real Audiencia del Príncipe, luego de los acostumbrados ejercicios de rigor que practicaban en aquella. La lista de los que concurrieron sería particularmente copiosa pero entre los más ilustres estarían Heredia, Saco y Bachiller y Morales, entre otros.

Puerto Príncipe vería por entonces promoverse el ansia del saber. Se contaban ya para el año de 1827, “diez escuelas públicas de varones y tres de hembras”(8). Destacándose por su matricula las que estaban dotadas por el Ayuntamiento y regidas por Manuel Zaldibar Puerta y Juan de Dios Cruz. En ambas se contaban 13 alumnos de color. De carácter privado y sin dotación se destacaban las regidas por el Presbítero José Eduardo Rivero y el sub diácono Juan de Mata y Rivera en la que también se aceptaban pupilos de la raza negra.

Las que eran sólo para niñas estaban dirigidas por Mariana Martínez de Rodríguez, Juana Cordero y María Isidora Rodríguez. En estas se educaban la cantidad de cincuenta y siete niñas de color y pasaban de la centena las de la raza blanca.

Lasqueti apunta al respecto que:

“Quizás en ningún otro pueblo de la isla se diera una educación más democrática a la niñez de ambos sexos, como en esta ciudad”(9). El dato estadístico que daba pie a su aseveración lo tomaba de una Guía de Forasteros publicada el año anterior. 

Muchos fueron los sucesos en la propia villa asociados a la existencia de tan alto tribunal, pero ahora y ya de cierre a esta sucinta rememoración, me gustaría airear uno, que quizás no fuera de los más conocidos, pero que tuvo sin dudas una sonada y hasta divertida connotación.

Fueron sus protagonistas los altos cargos del tribunal y el arzobispo de Santiago de Cuba, Don Mariano Rodríguez de Olmedo y Valle. El hecho acaecía en marzo de 1839, con motivo de la vista eclesial que el prelado efectuaba a los territorios de su dilatada diócesis de entonces.

Según nos relata Lasqueti en el nobiliario del obispo se leía: ”El que más vale no vale tanto como Valle” o “El que más da no da tanto como ha dado Valle”(10); y de tales aseveraciones podemos colegir que el prelado tenía su carácter y sus “malas pulgas”.

Pero dejemos la narración de los hechos al propio Lasqueti, y rememoremos en la dilatada distancia histórica el success de entonces:
Durante su permanencia en esta se le presentó un grave conflicto con la Audiencia en la Parroquial Mayor, por un descuido del maestro de ceremonias del Superior Tribunal. Disponía el Reglamento del ceremonial de este que cuando asistiese a las fiestas de tabla, si concurría a él el prelado, al pasarle por delante se bajase la cabeza del dosel donde se encontrase el Presidente o el Regente, y aquel arrastrase la cauda; pero no habiéndose hecho lo primero, el caudatario continúo con ella recogida y ahí fue el conflicto, pues el dependiente de la Audiencia dirigiéndose a dicho funcionario le gritó, ¡esa cauda!, y elcaudatario contestó igualmente en alta voz, ¡ese dosel!
Y allí ardió Troya; pero la sangre no llegó finalmente al río, pues la queja remitida por la Audiencia local al Tribunal Superior, fue desestimada por aquel, desaprobando, según sigue relatando Lasqueti, la conducta de ambos implicados.

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  1. La Audiencia en Puerto Príncipe. En Un día como hoy. Emeterio Santovenia. Tropico. La Habana. 1946 p.369.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd. p. 370
  5. Colección de Datos Históricos, Geográficos y Estadísticos de Puerto Príncipe y su Jurisdicción. Juan Torres Lasqueti. Habana. 1888.
  6. Ibíd. p.48
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. p. 198
  9. Ibíd. 200
  10. Ibíd. p. 204

Wednesday, July 19, 2023

La Fabrica de Licores de Suárez, Calvo y Cía. (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto actual
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A Victoriano Calvo Suárez. (1915-1995).
In Memoriam.



En el año 1944, la susodicha empresa(1) era ya un negocio próspero y conocido en Camagüey y en muchos otros sitios de la geografía republicana. Tenía para entonces su casa matriz en la calle García Roco en los números 4 y 6, en la barriada de Beneficencia.

El edificio se mantiene tal cual ocupando toda la acera derecha desde la esquina de Ignacio Sánchez, y hasta la de Calle A, aunque lastimosamente ha devenido, de próspera industria licorera a un oscuro almacén.

Pero sus orígenes se remontan a 1925. Aquella primera fundación corría a cargo de Benjamín Suárez Alonso, llegado a Cuba desde León España en 1905, y quien ejerciendo sus buenos oficios primero como empleado de los ferrocarriles y colono en la provincia de Oriente, y luego como prospero comerciante de víveres finos, ya en Camagüey establecería un café y un almacén de víveres y sería viajante de licores, para finalmente fundar aquella empresa licorera.


Aquella primera razón social era acompañada por el Sr. Manuel Calvo Suárez, y para el año de 1933, se sumaban a la firma en calidad de asociados sus hermanos: Antonio y Victoriano.

De tal fecha databa el edificio ya mentado, dotado para entonces de maquinarias modernas, incluyendo las de embotellamiento directo, etiquetado y taponamiento, y asistida la producción por muy competentes técnicos y especialistas, en la ideación y fabricación de licores finos, a partir de exquisitos extractos alcohólicos sabiamente añejados.

De tal época fueron sus conocidas marcas registradas de vinos y vermut: Los Calvos, Alondra y Flor de las Flores, todos ellos de reconocido bouquet y aceptación en los mercados nacionales y extranjeros.

Sus logros eran más que evidentes ya para aquel año de 1944, cuando su capital social ascendía a los $98.000, si se toma en cuanta que dos décadas atrás habían partido las operaciones con la mínima suma de $3500.

Para aquel minuto sus ventas anuales ascendían a $150.000, y disponían de una flota de camiones para el trasiego de la mercancía por los mercados ya habituales de la provincia agramontina, y de Santa Clara hasta todo Oriente.

La industria solo tenía 18 empleados, y seis agentes vendedores distribuidos por toda la República. Las tributaciones al Gobierno rondaban anualmente los $60.000.

La fábrica prosperó en el tiempo, y para finales de la década del cincuenta, era regentada por el Sr. Victoriano Calvo Suarez, encargado inicialmente de la supervisión de la producción de licores, y luego avezado gerente, bajo cuya atenta mirada verían la luz otras marcas muy bien prestigiadas.

Entre aquellas se hacían notables producciones de vinos de frutas del país, como la frutabomba, y otro bien peculiar e igualmente demandado: el anís dulce, que se presentaba al mercado en una botella de duro cristal y peculiar diseño.


Otras producciones incluían también rones de muy bien elaborada factura que eran muy bien acogidos, y que competían con suficiente dignidad con otras marcas más conocidas y mejor posicionadas en el mercado nacional.

A Victoriano, o simplemente Víctor, según el grado de familiaridad de los que tuvimos la suerte de conocerlo en nuestra niñez y primera juventud, lo recordaremos siempre, sentado en el quicio de la puerta de su residencia, en la esquina de García Roco y Calle A, contraria a la fábrica, y donde habitó toda su vida acompañado por su esposa Nina y su hermana Amparo.

Era un hombre de mente muy lúcida y daba gusto escucharlo desgranar historias y memorias singulares, a la par que mi abuelo Nicolás Peón, quien junto a mi inolvidable abuela Emilia, fueron sus vecinos de toda la vida.

Víctor alcanzó todavía a vivir, casi octogenario, las peripecias nunca olvidadas y mucho menos superadas del Período Especial.

Lo recuerdo todavía marcando en plena madrugada las consabidas colas de las inolvidables hamburguesas al uso. También, y haciendo honor a su prosapia como inveterado fabricante de licores, produciendo a sus expensas un muy popular destilado alcohólico que ante la escasez de cualquier otro, satisfizo la demanda, y que fue jocosamente bautizado en el barrio como Ron Pita, en alusión a otro divertido apodo que alguien en pura chanza le endilgó a su fabricante: Pitágoras

La fábrica de Víctor, como la conocí por boca de mis mayores y a la que le dedicó su vida entera, fue intervenida alrededor del año 1962. A su antiguo gerente, y a la familia de sus asociados, les fue dispensada una compensación monetaria.

La fábrica fungió todavía por unos años más, con su mismo cometido social, incluso se siguió fabricando allí un delicioso licor producido desde antaño, una de las recetas que fuera insignia en su bien provisto catálogo, preparada a base de uvas pasas, previamente maceradas en alcohol y que se expendía como Vino de Pasas.

La nueva versión que circuló a partir de entonces, aprovechó las reservas madres de aquellas maceraciones, que se conservaban en las gigantescas barricas de roble americano, y que fue oportunamente rebautizado con el apelativo de Viña 95.

Años después la industria vio llegar la obsolescencia y el olvido. Por mucho tiempo solo sobrevivió de su antiguo stock, una antigua estera con rodamientos por fricción, que aún cumplía imperturbable su primaria función.

Todavía, en casa de mis abuelos, entre los tesoros añejos de sus ya lejanos tiempos de próspera memoria, queda el recuerdo indeleble de alguna botella de aquel excelente licor de anís, y algún fragmento sobreviviente de alguna duela, de las enormes cubas o barriles de añejamiento, que un buen día terminaron también deshechas en cualquier basural.


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1. "Importancia que tiene en Camagüey la Fábrica de Licores de Suarez, Calvo y Cía". En Cuba Contemporánea. Provincia de Camagüey. Centro Editorial Panamericano. La Habana, 1944.

Wednesday, June 28, 2023

Anécdotas sanjuaneras para no olvidar (por Carlos A. Peón-Casas)

Folleto editado 
para el San Juan del año 1959
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Las extemporáneas celebraciones de la fiesta sanjuanera, tan del gusto camagueyanensis, en este muy caldeado agosto, me motiva estás notas recordatorias.

Refiero a sucesos de memorable signo festivo, en otros minutos citadinos, que para no hacer quedar mal al adagio de marras, siempre nos lucirán mejores.

Los narra el bien enterado autor local Abel Marrero Companioni en unas páginas inolvidables de sus Tradiciones Camagueyanas:
En uno de aquellos convites de Junio del siglo XIX, justo antes de la Guerra Grande de 1868, sucedió un hecho singular que transcribo desde el original del autor citado, y qué refiere a la unas muy populares cabalgatas, precursoras de los tradicionales paseos de este aquí y de ahora:
Cómo la mayoría de nuestras calles en aquellos días carecían de pavimento alguno, eran prácticamente caminos de tierra, y por ser estás fiestas en el mes de Junio, mes en el que llueve diariamente, se forrmaban en las calles grandes baches, de agua y fango, lo que aprovechaban los alegres sanjuaneros cómo pretexto para salpicar y a los no parrrticipantes de sus cabalgatas. Está costumbre dió origen a un muy serio incidente con un grupo de Sargentos del Ejército Español, puesto que al pasar una tarde por frente a La Filarmónica -hoy Liceo-, ellos salpicaron a varios socios cubanos allí sentados. Estos se prepararon con pinturas de Almagro aguas malolientes y en otros no feos y podridos huevos y tomates, arrojándoles al pasar de nuevo. Los Sargentos se bajaron de sus caballos dispuestos atacar con sus armas a la juventud cubana, iniciándose una batalla en la que por la rápida intervención de las autoridades españolas no fue de mayores proporciones...
Justamente para esos mismos minutos antes de la contienda por la Independencia durante las cuales se suspendieron las fiestas, tuvo lugar un ce la ebrado suceso. La anécdota es oportuno cierre por esta vez:
En la tarde del San Juan en el año 1867, apareció en el paseo una volanta reluciente, enjaezados sus caballos con arneses de plata; una pareja de caleseros con gustas cuyos cubos eran de plata, y estribos del mismo metal. Llevando solo a bordo a las hermanas Amalia y Matilde Simoni Argilagos, que hacía pocos meses habían regresado de Europa, dónde habían recibido esmerada educación y aprendido los idiomas Alemán Francés e Italiano, así como canto y música. La volanta era seguida por dos apuestos jóvenes camagueyanos: los señores Ignacio Agramonte Loynaz y su primo hermano Eduardo Agramonte y Piña, que en magníficos potros trotaban detrás de la volanta, que llevaba en su parte trasera letras de plata con la siguiente inscripción: Belleza, Nobleza, Riqueza, siendo muy comentada durante largos años aquella por los cronistas...

Wednesday, June 21, 2023

Carta de Ignacio Agramonte a su madre desde la manigua camagüeyana, en ocasión de la pérdida de su padre Ignacio de Agramonte y Sánchez (por Carlos A Peón-Casas)

Casa Natal de Ignacio Agramonte
Foto ACN/Rodolfo Blanco
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Muy bien conocidas son las misivas de Agramonte, nuestro héroe epónimo, a su adorada esposa Amalia en su exilio neoyorquino. Pero en el epistolario que salva esta edición(1), y que ahora tenemos a la vista, descubrimos algunas perlas de brillo inigualable.

Se incluyen, algunas de las que Ignacio dirigiera a su señora madre: María Filomena Loynaz y Caballero. Una en particular nos ocupa hoy, la que le dirigiera en ocasión de haber recibido la dolorosa y lacerante noticia del fallecimiento de su padre, acaecido en Agosto de 1869.

Bueno es acotar al lector que en tiempos de la azarosa contienda libertaria, la correspondencia como bien se puede colegir salía por azarosas vías, cada vez que alguna expedición organizada desde los Estados Unidos, llegaba a bordo de alguna embarcación en viaje subrepticio, y luego del presuroso desembarco, devolvía a tierra firme la correspondencia y otras comunicaciones. El tiempo que mediaba era de imprevisible duración.

Justamente la última carta que su padre le enviará, fue reembarcada por error en el vapor Anna, y recibida a posteriori, de su muerte.

El hijo testimonia entonces a su madre su pesar. No tiene otro medio que confesar su tristeza en tan impersonal medio. Con honda tristeza el hijo desolado por la noticia que le ha llegado tarde, dice emocionado a su madre:
Desde aquel día, todo nuestro afán, todo nuestro deseo fue volar al lado de nuestra madre adorada y de nuestros hermanos menores. No se nos ha apartado de la imaginación su tormento y el desamparo en que quedaban en país extranjero. Consolar en lo posible su aflicción y consagrarnos a su cuidado fue nuestro pensamiento desde luego.
El deseo ardiente de estar junto a los suyos en aquel minuto queda en suspenso por las circunstancias que igualmente acompañan al héroe Agramonte y así lo sigue testimoniando:
Pedimos nuestro pasaporte y aunque se nos concedió en los primeros momentos, tanto se me ha insistido no me separe en estos momentos del mando de las fuerzas del Camagüey, y tanto se me ha dicho que mi ausencia sería funesta para la Revolución en este Estado, que he aceptado la mensualidad de ciento setenta pesos que me ofreció el Gobierno en New York para los gastos más urgentes de mi familia y a cuenta de sueldo, y he resuelto quedarme, sacrificando así mis deseos más ardientes en aras de la Patria. No quisiera negar la continuación de mis servicios cuando tan encarecidamente se me pide, y cuando ya tanto he sacrificado por su independencia. Por otra parte ella me ofrece una suma que quizás no me proporciona mi trabajo en país extranjero donde no pudiera ejercer mi profesión.
En un minuto de tanto pesar para la familia, Agramonte decide que sea su hermano Enrique quien vaya junto a la madre y los hermanos y los consuele también en su nombre.

A renglón seguido, testimonia a su madre su anhelo más encarecido, en aquel minuto que lo retienen sus obligaciones con la Patria, el eco de sus palabras son de una elocuencia que aún en este hic et nunc nos conmueven:
Acaso no esté muy lejos el día en que pueda abrazarlos diciendo: Cuba ya es independiente. No han sido infructuosos tantos sacrificios. Verdad que no podré decir lo mismo a mi Papá; entonces no lo podré abrazar, no le podré dar a conocer a mi hijo; pero él nos bendecirá desde el cielo.
Casi en el cierre, Agramonte le reitera a su madre su convicción más profunda en los apegos irrenunciables a ella y a toda la familia, lo dice con firmeza y resolución profundas:
No tenga cuidado por mi, Mamá mía; tengo bien presente que hoy más que nunca me debo a mi familia y que esta me necesita.
Y casi al final le hace saber en tono de promesa:
Enrique lleva el encargo de arreglar las cosas del mejor modo, y si fuera necesario …todo lo dejaré, y marcharé con Amalia y Ernesto a cumplir mis deberes más sagrados si estos no fueran compatibles con los de la Patria.
La dura circunstancia de su realidad vital haría imposible la concreción de aquel sueño anheloso. Amalia y su hijo Ernesto, y con la que sería su segunda hija Virginia en su seno materno, habrían de partir al doloroso exilio en Mayo de 1870, para ser en su lugar, sus mejores embajadoras. Ellas vivirían juntas y con un terrible pesar, el terrible holocausto de su temprana desaparición en combate en las llanuras del Camagüey.



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1. Patria y Mujer. Cuadernos de Cultura. Prólogo de José Manuel Pérez Cabrera. La Habana, 1942. 

Wednesday, June 14, 2023

El río Hatibonico desbordado el 2 de junio de 1841 (por Carlos A. Peón-Casas)


(Según una antigua nota marginal en un libro de Bautismos de la parroquia de La Soledad)

La historia de cualquier sitio, se cuenta también en los márgenes de los libros oficiales. Este es el caso de la memoria que hoy reseñamos: un tremendo desbordamiento del principeño río Hatibonico, acaecido el 2 de junio de 1841.

El suceso lo reseñó para la historia local, el que era por entonces cura párroco de la Iglesia de la Soledad, Don Joseph Ma. Cabrera y Herrera, y lo hizo como nota curiosa, en la apertura del libro de Bautismos de blancos, empezado por aquel, el día anterior a la terrible riada del siempre pacífico Hatibonico, siempre que no le llueva en la cabezada, como muchos ya tienen por experiencias repetidas a lo largo de casi tres siglos.

El párroco de marras, parecía además tener dotes artísticas, pues había dibujado, con la misma tinta que acotaba sus escrituras, una mariposa de alas desplegadas, ocupando la mitad de la hoja inicial de aquel libro.

A renglón seguido, dejaba el testimonio de lo recién acontecido, texto que transcribimos íntegramente y con la ortografía original, por su enorme interés, para los lectores curiosos por la historia siempre fecunda de esta parcela principeña.
El dos de junio de 1841 fue tan extraordinaria la corriente del rio Hatibonico que circunda esta Ciudad, que anegó todo el barrio de la Caridad en los esremo;; que más allá de la medianía de dha calle, se vieron balsas qe provisionalmente se hicieron para prestar algun aucilio á las personas que estaban en medio del peligro mas inaudito, é inesperado. Varias personas fueron victimas de las corrientes impetuosas, que se llevaron en pos de ellas, nnumerables casas, y cuanto les servia de obsatculo, á su rapidez, pero la misericordia divina siempre compasiva, y por un rasgo de su benignidad, calmo la lluvia, a las nueve de la mañana, de modo que si hubiere sido nocturna semejante inundación, ninguno de los moradores se hubiera salido victorioso de una inansion tan repentina que jamás había acontecido. Las cortinas del puente se cubrieron por las aguas y esto basta pa formarse una idea de semejante catástrofe.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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