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Monday, October 26, 2009

Fragmento de la primera novela que está escribiendo Elena Tamargo

Foto/Blog Gaspar, El Lugareño
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(Fragmento de la primera novela que está escribiendo Elena Tamargo, leídos por primera vez, esta noche, en Agartha Galería. La escritora agradece al amigo Joaquín Estrada -Montalván esta primicia en su blog Gaspar, El Lugareño.)
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Cada vez que me siento en un sillón dejo una mancha de sangre. Se que he perdido tantas cosas que no podría contarlas, sólo el que ha muerto es nuestro de verdad, sólo lo que he perdido es mío, no hay otro paraíso. También es nuestra suerte saber convalecer.

Mis mayores me hablaron de la sangre, del apellido y los abuelos, pero nunca de ésta que pierdo y pierdo en los trenes, las camillas y los cines.

Nunca encontré tristeza en la carne. El cielo que iría a buscar lejos lo tengo sobre la cabeza. Se me queman los labios por decirlo.

Mi figura es un mar que asoma desde el pequeño muro encalado de una iglesia de pueblo y sólo lo ve la otra muchacha a quien el viento le levanta el vestido, y yo lucho con el consuelo que dan unas palabras griegas. He ahí la pequeñísima esterilla en la que puede bordarse el ideograma de mi vida. Por lo demás, no es la claridad sino el peligro de la claridad que conforme avanzamos hacia el norte y conforme nos acercamos a nuestra época aumenta sin cesar, ese secreto que en nuestra tradición contuvo la mano del poeta para que nunca insultara. Una vez consumada la ruptura con todo mito divino el poeta ha sido llamado a actuar el papel principal.

Tengo miedo. Camino por una costa y nadie siente a nadie. Vuelvo a mi manuscrito y mientras llega el rocío que nada ocurra, que nada se mueva, por si acaso de pronto sale el sol y me deslumbra. No quería llegar sin temblar hasta ahí donde la carne acumula la sangre y hunde en el corazón un apresurado reloj. Cuando el amor y el rencor están ausentes todo se vuelve claro. Sigo caminando aunque no haya lugar a donde llegar.

Qué les ocurrió a los hombres que les dio por combinar las palabras de tal modo que no dijeran lo que decimos cotidianamente. En las canciones con que me criaron jamás me vino algo semejante a la cabeza. Pero ahí, en la edición facsimilar alemana que tenía en las manos, había otra cosa que no entendía porque, claro, no entendía el griego clásico, y eso seguramente explicaría el modo especial de la escritura. Intento expresar con palabras actuales la sensación que tenía en aquella época y que volví a encontrar en una sola cosa; en los conjuros que con sobrecogimiento y admiración sin reserva le veía hacer al mismo hombre al que quise besar en los labios.

Al mundo se entra admirándolo, me decía a mí misma. Imaginé mi obra destruida y encontrada por fragmentos. Veinticinco años de mis dones me dejan perdida de mi muerte. Pero mirando al hombre de los conjuros en los labios había aprendido esa misma mañana, que si uno tiene la belleza delante y no la ve comienza a empobrecer, entonces el tiempo sin acaecimientos me empezó a resultar más franco; así sin arabescos, me parecía el misterioso refugio que andaba buscándole a mi miedo.

Porque la palabra vacío me asustaba todavía, no era capaz de darle fe a esa sugestión de vastedad que tenía el vacío, donde antes había arrojado la voluntad.

“La vieja verdad --decía Goethe—aférrate a ella”; y yo la buscaba en los sueños, porque en el día no la hallaba. Sabía que habían existido y existirían siempre hombres excelentes a quienes dirigirles una buena palabra, decirla y dejarla escrita sobre el papel. Esa era la comunión con los santos que entonces profesaba.

Era importante la escritura; con los labios no es suficiente la palabra, siempre hay alguien que oye algo completamente distinto a lo que dices, aunque tal vez eso también sirva. Ambas cosas las pensaba antes. Después supe que las grandes verdades que uno busca se escriben en el cielo, con letras de oro, que es como se escribe en el cielo. Ese misterio lo había aprendido y era mi tesoro.

Elige un norte para tu afán, me había dicho una vez el hombre en manto blanco. A los muertos les decía amigos ocultos a sus amigos por las nuevas colinas, y los llamaba por su nombre y los levantaba de abajo de aquellos sellos ya borrados donde yacían tendidos. Todo eso se me confundía con Goethe y con Fichte y con Schleiermacher. Pero buscaba seres que se parecieran a mí en ese sentido. La profesión más deseada, mi única ambición era anticiparme, era encontrar el ideal de la comunidad con las personas animadas de los mismos sentimientos. Buscaba espíritus en los que la oscuridad era vencida por la luz y la claridad serena se había impuesto sobre la confusión. La divinidad que ansiaba alcanzar es la que actúa en lo vivo no en lo muerto, en lo que transforma y deviene, no en lo que ya ha sido y ahora es una piedra.

Porque al mundo lo encontraba viejo, y marcada por mi tiempo como estaba, la tradición y lo antiguo no los consideraba clásico por viejo sino por su vigor. La fe tenía que ser una revelación eterna.

Ahora, febrero sepulta mi paisaje, pero todo respira nuevamente, el mantel volverá a ser blanco. La constancia es más fuerte que el destino. Me dio seguridad aquel tablero, y un signo resumió lo que seguía: la tierra se pudrió pero no se murió, dijo con voz nerviosa el adivino.

En una sala de hospital empezó la historia. Puede ser cáncer, y yo dije, es cáncer, porque las palabras eternas, duras, únicas, cuando se pronuncian ya van siendo, también lo había aprendido con Goethe, quien al contemplar unas caracolas en una playa de Sicilia exclamó: “so wahr, so seiend”, “tan verdadero, tan siendo”. Así son las palabras como cáncer, si la dices ya es. El médico mexicano, en ese pueblo del volcán a donde había ido a vivir con el poeta, para escribir libros por encargo, me dió la noticia. Me viró boca abajo en una camilla, “baje las manos y levante los gluteos”, y al poeta, le dijo, “usted me tendrá que ayudar”, y mirando aquellas nalgas, que en alguno de sus poemas, ya clásicos, él había calificado, como cola de pez, y unas manos que eran alas y unas piernas y un cuello como cisne lento en el estanque y la cintura de mujer pero más fina y pronunciada y unos dientes de conchas y los labios abriéndose en un rictus amargo, como el que prueba sal, los ojos, grandes de pez y pájaro, se abrían como el mundo en su día inicial, pero ya aquellos versos no podían seguir resonando, porque aquello que pasó en la camilla, no era una lluvia lenta, cayendo dulcemente desde el cielo del alma, como una melodía, aquello era el acto de dolor más grande que habríamos de experimentar los dos juntos, un corte con tijera del tumor, y “abra el frasco”, que el poeta aguantaba temblando entre sus manos. “Lleven al laboratorio esa muestra para una biopsia”. El pomo con el pedazo mío estuvo algunos meses por ahí guardado y un día lo boté, de todos modos la palabra ya estaba pronunciada.

Las palabras son mis amuletos, creía en el pensamiento, en la cabeza, en los ritos que las religiones le hacían a la cabeza. El bautizo, agua en la cabeza sobre la pira, y ya está la criatura bendecida. Y los yorubas, sangre caliente de animal en la cabeza, sin pira, sobre el santo, que es una piedra, no es cualquier piedra, sino la que se convirtió ya en santo, y el animal sin cabeza ahí presente, sufriendo, pataleando sin cabeza un buen rato, eso se llama rogarse la cabeza.

Yo entonces explicaba el asunto africano como mímesis, y decía que la única y verdadera rogación de la cabeza era la que le hacía la madre al hijo al nacer, porque cuando iba a salir le dejaba caer unas goticas de sangre de su sexo, ahí, en la cabecita, y por eso los niños nacen con la cabecita embarrada, es decir, rogada; lo demás es una repetición muy cruel, porque hay que ver el dolor que siente un animal sin cabeza, para aquellos que creen que el dolor es solamente racional.

Entonces me volqué a buscar sanaciones, diversas, todas, de donde vinieran, pero si eran con palabras mejor, si eran con la cabeza mejor, y en ese pueblo del volcán junto al poeta, empecé a recordar las palabras más viejas de mi vida: rosario, lechón, fermin, cabañas, pide perdón, se dice gracias, gaseosa, dios, plátano macho, vaca, historia, novio, nube, piedad, buñuelo, prohibido, tristeza, hija mía, negro y blanco, francisco, abedul, ceniza, libélula, camino real, purita izquierdo, la primera maestra, escoba, espada, menta, leyenda, cuchillo, lengua, carne, golondrina, desierto, desnudez, abanico, columpio, piano, tamargo, leche, leche, leche, y algunas se quedaban goteando; busqué palabras en la tierra, en la mesa, en la escuela, en la cama, en la noche, en el mar, en el potrero, en el amor, en la poesía, y estas últimas eran las más viejas. Sabía que podía sanarme con palabras, y por eso no estaba triste con el pomito que guardaba la sentencia. Era valiente, porque todavía era feliz.

Thursday, October 22, 2009

Poemas inéditos de Elena Tamargo

Foto/Blog Gaspar. El Lugareño
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Nota mía: Agradezco a Elena Tamargo que comparta, en el blog Gaspar, El Lugareño, estos tres poemas inéditos de su libro El año del alma, que saldrá pronto en Betania, Madrid.


El tiempo de los besos se acabó


No tengo brazos ni caballos ni musgos en las sienes

busco farmacias, ay de mí

yo tenía un hijo, ay de mí

lo vi empinar un papalote y tenía un poeta, dios mío,

y bebíamos vino y hacíamos silencio

y alguna vez dijimos “hay que huir”.

Partimos nueces en Moscú y vimos irse en las cáscaras la dicha.

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Yo era poeta

La boca llena de perlas
Sylvia Plath


Yo era poeta, como él

pero quería vivir demasiado

el dormía pero ya no soñaba

me envolvían los chales y su humo.

Su nombre se le había perdido

mas a mí me llamaba

no acabé de vaciar la arena de sus botas

la arena del errante

el pelo me ha crecido en estos meses

su papel en el sueño sigue siendo invisible

yo lo sigo esperando, me pongo el delantal cada mañana,

le tengo los fósforos a mano, y su vino y su beso.

Había dejado atrás hacía tiempo las fronteras

y el sabor de mi boca era su urgencia

ahora

me las arreglo sola

sonrío me aniquilo me como las conchas y me como mis perlas

retorno teatral a plena luz

al mismo lugar que me liquida

para escucharme el corazón.

Hasta las hierbas lloran mi desgracia si las piso

y mis pies me recuerdan que aquí he vuelto

otros, mientras, me atizan.

--inundación de sangre es inundación de amor--

Mis palabras ahora ya no tienen jinete

igual que del poeta

sólo me queda un poco de ceniza en las manos.

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La muerta

Teníamos en común algunas cosas: comíamos la sobra de los pájaros;
compartimos el vino y las almohadas;
escogimos el nombre de Nazim y el aire para poner las tumbas;
él no creía en dios porque ya lo había visto;
teníamos amuletos: las palabras;
ahora yo soy la muerta y él escribe estos versos.




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Sunday, October 4, 2009

El Cielo Sabe que te Salva

El historiador y amigo Joaquín Estrada-Montalván me ha permitido presentar a sus lectores hoy unos fragmentos del libro El cielo sabe que te salva, del escritor y religioso cubano, radicado en México, Nelson A. Freires, publicado por Editorial Fridaura, México, y a propósito de este día en que la religión yoruba celebra a Orula, deidad mayor, orisa de la adivinación, oráculo supremo, gran benefactor de la humanidad y su principal consejero. Respeto y celebro la revisión que está produciéndose entre los estudiosos y practicantes de esta religión, dentro y fuera de Cuba. Nelson A. Freires es mercadólogo, periodista y presidente de la empresa IRT S.A de C.V (Interactive Reality Transmission) y directivo de la Sociedad Cultural Yoruba IFA ORISA de México, presidida por Leonel Gámez Céspedes, uno de los más reconocidos y respetados estudiosos de esta religión.


Foto: Nelson A. Freires


Elena Tamargo

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El Cielo Sabe que te Salva


por Nelson A. Freires



El cielo sabe que te salva significa del nombre del irunmole mayor: Orúnmila.

La cultura yoruba no supone el abandono de la identidad nacional. La expansión de esta cultura es fruto del proceso mundial de mezcla que se vive. La cultura yoruba, en su expansión en el continente dentro del contexto de la colonización española, se sincretizó con el catolicismo como expresión de esa simbiosis que impuso el devenir histórico.

El conocimiento y la convicción es lo que más garantiza el sentido de la fe.

Los babalawos (padres de los secretos) requieren tener la memoria de varios elefantes. Se dice en algunos textos que existen alrederor de más de 400 mil poemas o caminos de IFA en donde se recoge toda la fundación del universo y el devenir con sus correspondientes ebo (sacrificios).

Es muy difícil contar con todo ese material debido a que la religión se formó en Nigeria por linajes y en Cuba por Ile (casa de santos). Y si unido a ello se toma en cuenta que las tradiciones y conocimientos se trasladaron de forma oral, ello supone la gran cantidad de conocimientos repartidos (Ogbe di) que existe, y los que pudieran haberse perdido con la muerte de los viejos sabios.

La religión yoruba tiene para más de un libro, pero las propias características de su desarrollo y estructura social en el que se desempeñó, determina que no haya sido así.

Hoy muchos intelectuales, profesionales o personas simplemente con cultura han arribado a la religión y se han dedicado a plasmar elementos de la cultura y la historiografía yoruba.

El cielo sabe que te salva fue el inicio de nuestra búsqueda de los elementos filosóficos y conceptuales que sostienen, a su vez la práctica del sacrificio, razón de ser de esta cultura que se traduce en ayudar al hombre a resolver sus problemas y transformar su situación negativa en positiva.

Dicen varios textos yorubas que “Ori” (la cabeza, y al mismo tiempo la raíz de la palabra Orisha) es el santo supremo de cada persona.” En la realidad terrenal, la sentencia se verifica como una metáfora. En primer lugar, eres lo que tu cabeza te ordena. La cabeza es el almacén de las experiencias vitales, de las sensaciones, de los conceptos, de los valores o antivalores que orientan el timón de los comportamientos totales de la vida.

En el mundo místico, el concepto de Orí significa destino y, a su vez, representa la cabeza de las personas, desempeñando el papel de receptáculo del alma, o sí mismo, denominada por los yorubas Ori Inu.

Ori Inu es una prolongación de Ori Isese, la cabeza celestial radicada en ORUN (el cielo); es decir, el doble espiritual de la persona ubicada en el universo intangible, mientras que Orí Ode consituye la parte exterior visible de la cabeza.

ELEDA WA: NUESTRO CREADOR.

Ori se identifica con el creador (Eleda). De acuerdo a los textos yorubas, Olodumare (dios supremo) se valió de Ori Isese, Ori Akoko y Ori Ooro, todos representantes de la primera cabeza del universo, para crear a los IRUNMOLES, deidades no paridas por seres humanos; a los restantes ORISAS (santo de origen humano o cabeza escogida) y a los seres vivientes. El concepto de Ori representa la creación. Todos fuimos creados: el universo por Olodumare; nosotros por los antecesores respectivos, por nuestros pares, de esta manera el mundo es una cadena de creación, en la que Ori es el origen y la continuidad de los seres místicos y vivientes. Si Ori es continuidad, probablemente entonces, a través de este concepto, podríamos acercarnos a la idea de que el alma es una prolongación interminable desde los orígenes del universo, de la vida y de los planetas. La persona que vive en la tierra (araiye), según los textos yorubas, es un eslabón de una larga cadena ancestral; de esta manera, la persona no es más que una representación en la tierra de su creador; es decir su Ori existe por millones de años, y puede ir reencarnando. Así el Ori de la persona en la tierra es representado por su Ori creado en el cielo, lo que nos lleva a considerar que todos tenemos un doble espiritual y que Orí y los ancestros, representados estos últimos en el ORISA EGGUNGÚN, constituyen la jerarquía de toda invocación. En el Odu Ogunda Oworin, un rezo invocatorio dice,

Eleda eni ni isese, Ori eni ni sese, se reponde Isese lababo Kaito mi BORISA:

(Antes que los santos ruego a mi cabeza)

El resto del rezo, no incluido en este texto, continúa invocando a Olodumare, los muertos, al padre, a la madre, la vagina, al pene, al padrino y al ángel de la guardia, después siguen, sucesivamente, reverenciados todos los que le dieron origen a la persona.

Los yorubas privilegian a Ori, en orden de importancia, luego a los ancestros y sucesores directos y en seguida al ángel guardián u ORISA regente de la persona.

¿POR QUÉ ORI ES EL DESTINO?

Ori inu (el alma) y Ori isese (la primera cabeza, la de arriba) sugieren la existencia de una línea infinita como una cadena que perdura en tiempo y espacio; esa estela que viene desde el origen como un hilo espiritual infinito, puede llevar impreso los códigos de una personalidad ancestral que no desparece, y por lo tanto continuará en el devenir, como una suerte de cromosoma del espíritu que permanece en Olorun (la casa de dios) y que se reproduce provocando la reencarnación humana: es el Ori propio que siempre está más arriba, sosteniendo la cabeza.

La física indica que la materia, --léase en este caso la energía---, no desaparece sino que se transforma. El proceso de nacimiento de cada persona bajo ese Ori ancestral sería entonces la renovación, o el principio del concepto que tenemos de reencarnación. Visto así, el espíritu estaría dispuesto a elegir una nueva cabeza y un nuevo cuerpo, para transformarse, mejorarse, evolucionar, pero bajo la misma cadena espiritual, en términos místicos y bajo la misma cadena genética, en términos terrenales. En este entendido, estaríamos de acuerdo con que el destino viene de la prehistoria hacia el devenir. Sobre este concepto, Odi meji, tercer odu o signo matriz de IFA, según algunos babalawos, se decodifica como el renacimiento.

Los comportamientos, como consecuencia del Ori Inu, son igualmente regidos por la información genética implícita en el nuevo cuerpo y las cabezas escogidas por afinidad.

EL CONOCIMIENTO DEL DESTINO: ORI O ATUNWA

Respetar el destino, Ori o Atunwa, visiblemente, puede parecer intangible. No es posible una comprensión plena de una historia espiritual, sino a través de los instrumentos religiosos. Por eso la importancia del extraordinario rol que desempeña el IRUNMOLE mayor denominado Orunmila, ibekeji Olodumare, el segundo del creador.

Dentro de la diversidad de nombres con los que la milenaria cultura yoruba suele identificar a Orunmila, Elerepin, espíritu del destino, testigo del destino o modelador del destino de los hombres, es el que describe su misión más importante, otorgada por Olodumare.

Orunmila, llamado también el segundo de Olodumare, es el testigo de la creación del universo y de los Ori del conjunto de seres que existen en él. Elerepin está por encima de los Orisas, quienes forman debajo de él una cadena, cada uno con una misión específica y con la responsabilidad de ofrecer protección a los humanos, que por su Ori le son respectivamente afines.

Orunmila es el poseedor de la filosofía denominada IFA. Este término significa la agrupación de todos los Odu o códigos (signos) en la que está registrada el origen y la historia del universo y las herramienas para defender la vida, los seres humanos frente el infortunio, las fuerzas negativas, y ofrecerles una mejoría, para experimentar el Iré: la suerte, la bendición y la congruencia con la parte del destino que brinda prosperidad.

En las tradiciones de la diáspora (la adaptación de la cultura yoruba en Occidente), Ifa es el principal vehículo para conocer el destino de las personas en el acto de itefa, (momento en el que “habla” el oráculo de mayor complejidad). En esta ceremonia se conoce el signo propio que explica las posibles sendas por las que ha transitado y transitará la persona.

Los yorubas tradicionales realizan este mismo acto ritual directamente con los fundamentos de Ori que son asignados mediante ceremonias a cada persona.

El Odu revelado en el proceso ritual indica la personalidad y el destino según la cadena a la cual pertenece el creyente. Es importante decifrar más ampliamente que el concepto Odu está concatenado con el Ori, el destino, la prehistoria y la historia del universo, y de sus miembros vivientes.

De acuerdo con un poema yoruba del signo Iworin Sogbe, los Odu de IFA son archivos cósmicos que están fundados en precedentes históricos. Los Odu explican una parte del universo desde su creación y dentro de ellos la personalidad o el ORI de la parte de los seres vivientes que se mueven dentro de ese astral. Por lo tanto, si Ori y Atunwa tienen sus orígenes en la propia fundación del universo, el Odu es una fotografía de ese camino y es la revelación del triunfo, de los éxitos y de los fracasos. Si esa información que se borra de la memoria de la persona al nacer, puede ser rescatada por acceso místico a IFA, cómo no aprovecharla para saber cuándo estamos en el camino por el cual venimos descendiendo o ascendiendo.

El otro modo de actuar congruente hacia el Atunwa, el destino u Ori, si no es por vía mística es por medio del buen comportamiento, llamado por los yorubas Iwa Pele. Es una práctica intuitiva no fácil de seguir, mucho más si la persona tiene una naturaleza desviada.

ORO Y OWE: TRASCENDENCIA EN LA RELACION CON LOS ORISAS E IRUNMOLES

El problema del sonido (la comunicación) en la tradición yoruba tiene una estrecha relación con el mundo filosófico de Ori. Este es un tema relevante que tiene altas implicaciones en el rezo (oriki) y los encantamientos (Ofo).

Para un entendimiento del asunto es importante describir el Odu Osa kuleya en el que Ifa explica cómo bajó a la tierra la comunicación inteligente, su significación y alcance en el rezo.
No habían cosas vivas.

Aquello que estaba suspendido por qué descendió, por qué no descendió

era el sacerdote del aire

se adivinó para la tierra y el cielo, cuando ambos existían sin habitantes

en dos conchas vacías

no habían pájaros, ni espíritus

viviendo en ellos

Olodumare entonces se creó él mismo

Siendo la primera causa, por lo cual le llamamos

“el único sabio en el cielo y la tierra”

La única causa en la creación. El único sabio en el cielo

Que creó humanos cuando no tenía compañía.
Se dice que Olodumare se sentó y pensó acerca de cómo crear los componentes del universo, además de él. Su carga de energía era tan inmensa que no podía establecer una relación directa con las cosas vivas pues las deshacía. Por lo tanto, necesitaba establecer intermediarios entre él y los seres vivientes. A partir de ahí creó Ogbón (la sabiduría), lo sostuvo en la palma de la mano y pensó en dónde podría vivir. Pasado un tiempo liberó a Ogbón para que volara y buscara un lugar apropiado en donde refugiarse y vivir. Pero no halló ese lugar y voló de regreso a Olodumare, dicen que zumbando como una abeja. Olodumare lo tomó y se lo tragó. Asimismo sucedió con Imo y Oye ( el conocimiento y la comprensión). Todos regresarón a Olodumare y él tuvo que comérselos.

Según explica un tratado yoruba de Ori, pasaron miles de años, en cuyo tiempo Olodumare estuvo preocupado por el zumbido constante de estas tres categorías dentro de su mente. Decidió liberarse de ellos con el propósito de alcanzar la paz. Entonces, ordenó a estas tres entidades descender a la tierra dentro de un huevo, haciendo el sonido de Hoo-ro-oro. Como eran fuerzas energéticas enormes bajaron a la tierra provocando relámpagos y truenos. Toda la materia sólida se derritió y se convirtió en gelatina. El huevo estuvo suspendido un largo tiempo hasta que la tierra se enfrió.

Al producirse el enfriamiento, Oro en forma de huevo cayó sobre la misma y al romperse produjo el sonido de “la”. Por eso en su nuevo estado a Oro se le identifica con Elá. Este se convirtió en la primera fuente de comunicación y explicación de la naturaleza de Olodumare y de toda su creación. De ahí que a Orúnmila, el testigo de la creación, frecuentemente se le denomine Elá.

ORO Y ELA, EL ALMA DE LA COMUNICACIÓN RELIGIOSA YORUBA

Este concepto de Oro y Elá es lo que se simboliza como los vehículos de la comunicación. Por eso, a todos los rezos yorubas, invocaciones, encantamientos, se le denominan Oro, aunque éste no sea justamente el significado exacto de la palabra hablada. Oro y Elá son las identificaciones correspondientes del arte verbal y visual yoruba sin las cuales Ori no pudiera manifestarse.

Se dice que Elá habla a través de Ofo (encantamiento), Odu (signo) y múltiples conceptos que hacen un amplio y esotérico uso de las metáforas en los contextos rituales.

Los yorubas llaman a Owe el vehículo que decodifica a Oro y a Elá. Es decir, la poética yoruba que explican los Odu, la danza de los Orisas, las esculturas, los fundamentos y sus representaciones. Ellos tienen el refrán Owe L´esin Oro: Owe es el caballo de Oro. Si Oro se pierde Owe es empleado para buscarla.

ORO NO ES LA PALABRA HABLADA, SINO SU ALMA

De manera que Oro, a diferencia de la palabra hablada como comúnmente se dice, es más bien un concepto abstracto, suspendido, es un código no entendible por el ser humano, mientras que Owe no lo transmita y comunique de manera entendible.

Gastón Bachelar explica un concepto de extraordinaria convergencia con esta concepción yoruba. Dice que el alma (aliento, emi en yoruba, lo que se conoce aunque no correctamente como espíritu) produce una resonancia, y la repercusión de esa resonancia, que no es más que la forma, es lo que nos llega y penetra en nosotros. Es decir, lo que entendemos y asimilamos. El plantea que la forma hermosa de esa repercusión es lo que determina nuestra aceptación. Digamos, por ejemplo, no es lo mismo decir “feo” que es rechazable por cualquiera que decir “lo no precioso”. Así la poesía, el canto y la danza es el lenguaje del alma, el de las deidades. La palabra que viene del aliento o del alma según él debe producir una energía especial. De ahí que los rezos yorubas, generalmente, vengan en forma poética como todas las antiguas religiones. La metáfora y sus declinaciones tienen una vibración especial que genera su fuerte y ágil movimiento en el espacio. Los Orisas e Irunmoles deben agradarse más aún cuando sienten un rezo poético, una forma trascendental en vez de una palabra normal. Sí es algo dicho con el aliento y el alma tendrán gran alcance. Algo profundamente expresado puede curar a un enfermo. Hay experiencias de todas las religiones que grandes dolores se han aliviado sólo con rezos, es decir, con poesía.

Tuesday, September 29, 2009

Elena Tamargo en la prensa ...

Foto/Blog Gaspar, El Lugareño
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(Entrevista en Martí Noticias) MN. ¿Qué opina de la poesía cubana en el presente?

ET. Hace unas semanas leí a un crítico cubano de literatura que hablaba de la poesía cubana actual de un modo poco riguroso e injusto, "poetas a dos por medio". Cómo no va a haber poetas en un país con tanto sufrimiento. La poesía cubana hoy no tiene más remedio que contar, ser biográfica, porque la poesía es afirmación, una afirmación que da testimonio de sí misma, y en esta coyuntura la palabra del poeta tiene necesidad de tener afinidad con el reportaje; lo que tal vez esté pasando es que los poetas hayan bajado necesariamente el tono de voz, pero de ninguna manera están enmudeciendo. Hay una excelente poesía cubana dentro, aquí, en España, en México. El poeta comunica algo al que tiene oídos para oír. Siempre vuelvo a Hölderlin, creo que en estos versos suyos "los pensamientos del espíritu común, acaban callados en el alma del poeta" puede verificarse la poesía cubana de hoy y de cualquier tiempo.

MN. ¿Qué opina de la narrativa cubana en el presente?

ET. De la narrativa creo, además, que son los novelistas cubanos los que están escribiendo la historia actual de Cuba. La novela cubana enuncia una realidad inminente, porque la novela es un instrumento central para afianzar; como ha dicho Carlos Fuentes, la condición es escribirlo todo para obtener algo, la parcela de realidad que nos corresponde vivir. Creo que el novelista cubano actual tiene un mérito grande al ofrecer un camino fuera de la historia para ver a la historia. La novela actual en Cuba parecería una incesante invención de fábulas que son reales aun en su misma irrealidad. (ver entrevista completa)

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(El Nuevo Herald). Elena Tamargo es ensayista y poeta, ha publicado: Sobre un papel mis trenos, Habana tú, El caballo de la palabra, Bolero, clave del corazón y Hay que vivir el momento: 101 boleros. Este último lo tengo sobre mi piano, pues es la constatación en la antología de esta poeta, de que un bolero es un poema, que nació en nuestra ``Provenza desplazada'' --cuna del romance trovadoresco--, Santiago de Cuba, a fines del siglo XIX. Y por eso creo que también impacta el alma de Tamargo, quien tradujo a Federico Hölderlin, el romántico alemán. Germanista y filóloga, Tamargo es, sobre todo, creadora. Ella sabe su oficio, altamente reconocido: Premio de Poesía de la Universidad de La Habana, en 1984, y Nacional de Poesía de Julián del Casal, 1987, entre otros premios. (sigue)

Sunday, August 23, 2009

4 poetas Anoche en Zu Galeria

Zu Galeria Fine Arts
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Noche de poesía con Elena Tamargo, Rosie Inguanzo,
Odaliz De León y María Eugenia Caseiro

Elena Tamargo, Odaliz De León, Ana María, Manny Lopez,
María Eugenia Caseiro y Rosie Inguanzo
------------------------------------------------------------- María Eugenia Caseiro

María Eugenia Caseiro
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Las artistas peruanas Esther Chávez e Ivette Kellems
interpretando una versión musicalizada del poema
"Me gritaron negra" de Victoria Santa Cruz, una de las
figuras mas importantes del arte afroperuano

Odaliz De León y Esther Chávez
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Odaliz De León

Rosie Inguanzo

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Elena Tamargo

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Grettel Singer
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Alejandro Fonseca y Efrain Riverón
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Susana Della Latta y Manuel Vázquez Portal
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Fotos/Blog Gaspar El Lugareño

Sunday, June 21, 2009

Cumpleaños y tertulia

Noche de Sábado. Elena Tamargo invitó a su casa para celebrar el cumpleaños del escritor Raúl Ortega Alfonso. Buen vino, excelente comida y agradable conversación ...
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Amada, Carlos A. Díaz Barrios, Raúl Ortega Alfonso,
Elena Tamargo, Gaspar, El Lugareño, Narciso J. Hidalgo
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Enrique y Ayessa, Carlos A. Díaz Barrios, Raúl Ortega Alfonso,
Narciso J. Hidalgo, Elena Tamargo, Bernardo Marqués Ravelo
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Fotos/Blog Gaspar, El Lugareño




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Ver Elena Tamargo en el blog

Thursday, March 26, 2009

en la presentación del libro de Carlos García (update)

El libro de arte CARLOS GARCIA fue presentado esta noche, 25 de marzo,
en la librería Books and Books de Coral Gables.

Carlos García
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Elena Tamargo
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Palabras para Carlos


Una poesis de sus signos


Por cortesía (que mucho agradezco) de Elena Tamargo, publico,
sus Palabras en la presentación del libro.


Desde que hace ya unos cuantos años Carlos me pidió que escribiera las primeras letras sobre sus cuadros, hasta ahora, no he dejado de hacerlo desde la misma perspectiva, la poética; de este modo he leído sus espacios, sus signos, sus tonos, que el mar no sea azul, la metáfora de sus contornos, sus distancias entre el trazo y el sentido virtual, las paradojas con que chocan sus figuras; las violaciones de sus códigos, que es la única forma en que se genera poesía.

Una persistencia en la forma parecería una contradicción en un pintor como Carlos García de la Nuez, quien se sitúa entre los más grandes y connotados abstractos de la historia de Cuba; un abstracto-expresionista, como él se define, sin embargo, esa persistencia la explica su propia poética de la imagen, su noción de principio, su reconocimiento del presente. Porque el acto creador, para este pintor, no tiene pasado, no tiene al menos un pasado próximo, remontándose al cual se podría seguir su preparación y su advenimiento. Aún cuando esta pintura establece de antemano una relación entre una imagen poética nueva y arquetipos dormidos en el fondo del inconciente -- relación que no es causal porque la imagen del artista no está sometida a un impulso-- no es el eco de un pasado, es más bien lo contrario: en el resplandor de sus formas, resuenan los ecos del pasado lejano, sin que se pueda ver hasta qué profundidad van a repercutir y extinguirse. Su novedad en la forma responde a una imagen que tiene ser propio, dinamismo propio.

Una transubjetividad opera en su esencia, únicamente por los hábitos de las referencias cultas que habitan al artista. Carlos es lenguaje joven. Como suele ocurrir en el poeta, la novedad de sus imágenes es siempre origen de su lenguaje. Su obra tiene cada vez más un origen en el alma, en esa palabra inmortal, de aliento, imprescindible para retener por sí sola la atención, y para determinar el tono del artista. Para comprender, para sentir y amar sus mensajes, hay que lanzarse al centro, a la encrucijada, a esa visión íntima que el pintor conoce y traduce en el mundo de los colores de la tierra y en el mundo de la luz del sol. Sus cuadros participan de una luz interior que no es el reflejo de una luz del mundo exterior. Donación tal vez de sus largos años en tierra mexicana, de grandes pintores, asistida siempre por el sol como un dios, grabado en su calendario, inmortalizado por Octavio Paz en Piedra de sol. En México Carlos se ha apropiado de esa noción de significación que queda en suspenso, por eso la opacidad de su discurso estético se identifica de forma inmediata con la ausencia de referencias. Si como suele decirse, frente al discurso transparente de un cuadro existe el opaco, tan cubierto de signos que no deja entrever sus propósitos, estaríamos ante un lenguaje que se basta a sí mismo, como le ocurre al poeta.

El ADN de mi Modernidad; Vuelo Infinito; Siete Pausas; Lágrimas cardinales; La Noche, su caligrafía, sus signos de puntuación, sus encuentros figurativos, que son desencuentros, sus paisajes, sus flores, sus caminos, sus casas vacías que no invitan a entrar, todo, todo es un rompimiento de la convención iconográfica que ha sido aceptada tácitamente para instaurar una tranquilizante serenidad, en armonía con lo exasperante de la percepción con que Carlos embiste la forma y luego queda silencioso ante el espacio. Así es fácil defender la alta usura poética de Carlos García de la Nuez, pues él sabe que el acto creador siempre es un alma inaugurando una forma, que viene a habitarla, a complacerse en ella.

Su lenguaje artístico nos pone en estado de emergencia. Viviendo sus cuadros se tiene la experiencia saludable de la emergencia.

Carlos García de la Nuez reclama que la obra le ofrezca tanta sorpresa como la vida; por eso sus cuadros son una especie de emulación en la sorpresa, que excitan su conciencia artística y le impiden repetirse. Carlos no crea como vive, vive como crea. Encerrado en sus formas prepara sus explosiones o sus proezas, y todos los espacios de soledades pasadas, de goces, de deseos, de compromisos, de influencias, se hacen imborrables, se convierten inconcientemente en materia dispuesta. El artista sabe por instinto que esos espacios son constitutivos. Entonces, cuando Carlos García de la Nuez llega a las regiones más profundas de la ensoñación conoce, tal vez, reposos antihumanos, y toca así lo inmemorial.

Muchas gracias


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Aldo Menéndez
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Heriberto Hernández, Arturo Cuenca y Pancho Céspedes
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Fotos/Blog Gaspar, El Lugareño

Saturday, November 8, 2008

Presentación de "Verdades como templos"

Foto/Blog Gaspar, El Lugareñoy Blog La Primera Palabra
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Le agradezco a Elena Tamargo que comparta con los lectores del blog Gaspar, El Lugareño, el texto que leyó anoche en la presentación de “Verdades como templos”, del fraterno Heriberto Hernández Medina.

ELENA TAMARGO: La Habana, Cuba. Premio de Poesía de la Universidad de La Habana, 1984; Premio Nacional de Poesía “Julián del Casal”, de la UNEAC, 1987. Germanista y Filóloga; Doctora en Letras Modernas. Académica, ensayista y poeta. Traductora de la obra de F. Hölderlin. Entre sus libros de encuentran: Sobre un papel mis trenos, Habana tú, El caballo de la palabra, El año del alma, Poesía de la sombra de la memoria y Bolero, clave del corazón. Después de una estancia en Rusia y otra en México, ahora vive en Miami.
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"Verdades sobre Verdades"
por Elena Tamargo

Nos sentimos atraídos por un sentido exacto y, al mismo tiempo somos conscientes de que ese sentido se resiste o se oculta, se “vela” artísticamente. Debemos preguntarnos sobre el fondo de esta poesía, la que Heriberto Hernández representa, domina, que aspira a que la fuerza de gravedad de las palabras desarrolle toda su potencialidad, sin constreñirlas mediante recursos sintácticos o lógicos.

La experiencia vivida permanece en forma privada, pero su significación, su sentido, se hacen públicos a través de la escritura, en ese momento en que el escritor cruza el umbral más allá del cual el lenguaje se sostiene como discurso, en particular, el del lenguaje como trabajo y como acontecimiento. El destino del discurso es, entonces, entregado a la littera y no a la vox.

El título Verdades como templos anticipa, como todo título que tiene un significado concreto, una cierta comprensión. Una cuestión es en qué sentido recoge el texto esas verdades. No puede llamarse así sin evocar toda la tradición de la palabra verdad. En una sola palabra se concentra aquí la aporía de la vida humana. La estructura de versos y formas líricas que han de soportar esas tensiones no puede contemplarse desde el ideal estilístico que desde los románticos determina nuestra tradición literaria: la naturalidad; en estos poemas más bien se pone de manifiesto, que no se trata de la ocultación y del encubrimiento de un sentido que podría expresarse clara y llanamente, porque las costumbres lingüísticas de nuestro tiempo exigen otros estímulos, y también licencian las formas poéticas maravillosamente calculadas, conscientes y dominadas, que ya sustentaron Trakl, Rilke, Celan, y muchos más, inspirados en el estilo hímnico de Píndaro, que supone el reconocimiento de algo absolutamente superior, que se eleva por encima de nosotros y cuya presencia nos colma de satisfacción: la palabra, a la que Heriberto despliega una escala de actitudes que va desde el reconocimiento y la admiración, el miedo y la veneración, hasta la adoración, como en los griegos, su religión, de donde brota la forma literaria de los himnos. Sólo que en esta forma del himno que aquí nos atrevemos a distinguir, no hay coro, hay soledad, la única suerte del poeta en tiempos de penuria.

La anunciación de este texto es prenda de lo anunciado. El tono de la designación, de la llamada a aquello que es, descarta ambigüedad alguna; el lenguaje y lo que el poeta logra en su lenguaje dan testimonio de una realidad común que no necesita de otra legitimación.

Mi lectura ha dividido estas verdades en grupos diferentes de “yuxtaposiciones ásperas”, término que han usado los teóricos del siglo XX europeo para distinguir los recursos poéticos de conexión, necesarios para poder leer frases y no sólo palabras en la poesía, especialmente en la que tiene tono de himno, la que debe ser escuchada. Heriberto utiliza estas conexiones, de maneras diversas, para hacer surgir de las estrofas de palabras de lo nombrado, la unidad del discurso y la presencia del mensaje, casi siempre de dolor. En la primera parte del libro la palabra que reina es sombra.

Es sólo el final del sueño, hemos dormido un tiempo tan breve e inabarcable

que la verdad, su sombra inicia y teme.

Esta es una poesía que arranca en la sombra de la memoria que recuerda con facilidad las cosas vividas, y el arte y la virtud agregan la perfección y lo extraordinario, insólito o exquisito del alma sensitiva que la emite. En esta región lejana del poeta, memoria e imaginación no permiten que se las disocie; una y otra trabajan en su profundización mutua, y ese espacio habitado es la sombra.

yo prefiero a sombra y herida

sumar sombra y asombro.

La palabra del poeta, porque da en el blanco, conmueve los estratos profundos, siega y labra, y por eso prefiere no erigir el catastro de sus instancias perdidas, sino sumarle la inocencia; porque sabe que el asombro es de los niños, y que por esa infancia permanente conservamos la poesía del pasado. No hay rencor en la poesía de Heriberto, hay mucho dolor, hasta la ira de vaciar cajones en cada casa que naufraga, pero no hay rencor; en cada casa que se estrecha contra su habitante, en cada puerta que se convierte en celda de los cuerpos, en cada refugio contraído, hay una sombra que lucha.

Hombre o árbol, historia o miedo,

son simples palabras

que no hablan más de mí que de tu sombra.

Interroga la oscura noche de los equívocos,

nunca mi sombra, nunca

mi voz de cielo y páramo.

El hombre se pregunta ¿seré un habitante del mundo a pesar del mundo? Este dibujo objetivo es un documento duro y estable que señala una biografía. Y como Paul Celan, Heriberto enuncia seguro su verdad, porque sabe que “dice la verdad quien dice la sombra”.

En la lectura de la segunda parte del libro la palabra que distingo es signos, y el rasgo que la privilegia es la capacidad que el poeta tiene de debilitar el final del verso en favor de hacerlo fuerte en su interior. Una suerte de metáfora del hombre mismo que es Heriberto. El recurso del que él se vale para esta debilitación es intensificar la tensión en el interior con asonancias y vocalizaciones internas, empleados con singular intencionalidad, que elevan extraordinariamente la calidad formal de su lenguaje poético. Mediante este recurso consigue que el final del verso, debido a esta mitigación, quede libre para mantener el tono. En la palabra final Heriberto no baja la voz, porque tanto se ha tensionado el peso de su vocalización interior, que el tono final del verso se pierde. Este efecto tan singular en el trazado de su corpus poético, da la impresión de estar ante una gran obra arquitectónica.

Los signos son el miedo que le hará cambiar la historia, el sueño, el cuerpo sangrante, el agua que da orden, la memoria; los signos son tesoros, “los grises objetos del recuerdo”; los signos de la violencia, “el fruto de lo incierto”; “una puerta al abismo que se abre y nombra el futuro”; “a su música oscura se vuelve como al sueño/ si el sueño un sueño fuera”.

El agua es, tal vez, el más poderoso signo de este pedazo del discurso. Para los cubanos el agua, además de ser sustancia de vida es sustancia de muerte. Y esto queda insinuado: “para que agua, aire y cielo su soledad ordenen”; “donde el agua termina, inicia el agua breve”; “muchacha de agua, espuma en su leche tendida /y en agua sus vestidos y su voz sumergida”; “al agua que regresa de una muy larga ausencia”; “Duerme en el agua inútil, sumergida su sombra, /y parece que fuera ella una sombra inerte /que en su negar, negara las aguas de la muerte”; “Si su dolor no sangra, no niegues que ha llorado; /sangre y agua se funden en su filo”; “hay un sitio en las aguas en que el hombre /pone a pruebas sus fuerzas”; “el agua traza, alejada de todo esfuerzo humano, /líneas que han de cruzarse en un espacio incierto”.

El héroe del mar es un héroe de la muerte. Y todos los que hemos experimentado esa doble insularidad hemos sido héroes cautivos del agua. Dice Gastón Bachelard que “el primer marino es el primer hombre vivo que fue tan valiente como un muerto”. Las aguas de este poemario tienen tragedia, no son mansas ni claras, ni son de manantiales; son inútiles, se niegan, han llorado, terminan; son aguas a punto de morir; sin embargo, también, anuncian lo que el corazón desea, porque el agua nos devuelve siempre a nuestra madre.

En la última parte de mi lectura de este excelente libro, quiero distinguir la significación que tiene el long poem; la monumentalidad conclusiva de textos como “Llegan cartas”, “Domingo en Chosica” y “Verdades como templos”. Poemas con que sustento el tono de himno, la yuxtaposición áspera y la palabra final debilitada. Poemas que recuerdan a los poetas rusos de la tormenta, en su tono tribunicio y trágico; donde dios se menciona con ironía, dios es más bien la prueba de no estar; la carencia es una descripción de te amargo y oscuro con patatas y sal, y esos son los bordes de la única verdad; poemas donde todo ya se ha vuelto ceniza y la verdad ya es vacía. Sin embargo en Homestead se salva la palabra, porque ya el poeta ha llegado hasta arriba, y arriba sólo existe el descenso:

“Ha llovido toda la noche, el agua corre sobre el asfalto, /se quiebra en el filo que marca el comienzo de la hora /siguiente, /el final de unas palabras que habrán de rescribirse”.

En Verdades como templos, sale ileso el poeta, porque inaugura otro modo de lenguaje en el silencio, con las pocas cuerdas que sabe suficientes, después de otro naufragio, limpiar los escritorios, golpeando de impotencia las maderas, los cedros, echando al fuego “palabras que un día fueron dulces”.

La hermenéutica que he tratado de elaborar al leer este bello libro de verdades, ha sido repensar un dilema al que el romanticismo alemán dio una vuelta dramática cuando se preguntó ¿cómo hacernos contemporáneos de los genios del pasado? ¿Cómo emplear las expresiones de vida fijadas en la escritura para poder trasladarse a una vida sensible tan ajena?




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