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Sunday, January 28, 2018

José Martí: Un místico del siglo XIX (por Antonio J. Aiello)



Cuando al peso de la cruz
El hombre morir resuelve,
Sale a hacer bien, lo hace, y vuelve
Como de un baño de luz.

Versos Sencillos (XXVI)

J. Martí


José Martí, una de las figuras literarias y políticas de relevancia en Cuba e Hispanoamérica a finales del siglo XIX, ha sido estudiado intensamente por la connotación de su obra como precursora del Modernismo, por su proyecto político liberal para la Cuba e Hispanoamérica del siglo XIX y por su eticidad. Asimismo, ha llamado la atención de algunos críticos el desentrañar su filiación filosófica, su idealismo y su anticlericalismo, los que al hacerlo han advertido en su vida y creación literaria algunos rasgos de misticismo, los cuales fueron determinantes para que se le considerara en la primera mitad del siglo XX el Apóstol de Cuba.

Este artículo examina la crítica acumulada sobre el tema y algunos de sus textos que muy cerca están de lo que se ha considerado la corriente mística desde la Edad Media con Meister Eckhart (1260-1328) y Tomás de Kempis(1) (1380-1471) hasta los místicos españoles del siglo XVII(2), Santa Teresa (1515-1582), Fray Luis de León (1527-1591) y San Juan de la Cruz (1542-1591), valorando la dimensión de su visaje místico.

Sobre su misticismo poco se ha dicho. Los autores que se han acercado al tema, lo han hecho buscando su filiación literaria, específicamente, su españolidad; y, casualmente, han advertido en él su espiritualidad. Una lectura de estas interpretaciones y de las fuentes martianas de donde surgen, nos facilitará apreciar esta perspectiva olvidada, y sensibilizarnos con su espíritu místico.

El ensayista y crítico dominicano, Pedro Henríquez Ureña (1884-1946), ha dicho:
Su estilo no ofrece semejanzas con el estacionario de la mayoría de sus contemporáneos de España: en ocasiones tiene la intensidad emocional de Teresa de Jesús (…) Siempre aquella prosa como hablada, rota en ritmos variables con la emoción de cada minuto: con el candor de Santa Teresa, de quien aprendió que no tiene por qué refrenarse el que siente como debe…” (Martí 214)
Muy cerca también estuvo la poetisa chilena, Gabriela Mistral (1889-1957), cuando expuso: “…tal vez lo podemos afiliar entre los trascendentalitas, en todo caso dentro de un grupo de un trascendentalismo muy especial: el trascendente familiar, que se mueve en un turno de grandeza y de cotidianidad, mejor que eso un grandilocuente de las ideas bajado a cada rato por la llaneza de los hábitos.” (La lengua 229). Para ella no fue ajena esa sensibilidad trascendentalita de la obra literaria martiana, reflejo de los complejos procesos de su pensamiento de formación humanista cristiana con aspiraciones escatológicas. Por lo que categóricamente añade: “El tipo es complejo, cuesta aceptarlo. Pensemos, aunque la comparación nos parezca a primera vista absurda, en un Víctor Hugo corregido de su exageración y de su garganta trompetera por un trato diario y enseñador de la Santa Teresa doméstica, y voluntariamente vulgar” (La lengua 229).

Un poco más allá llega el célebre crítico, novelista y ensayista venezolano, Mariano Picón Salas (1901-1965):
Los versos de Martí son acaso los que corresponden más en español al concepto goethiano de la poesía ingenua. Y aunque la complejidad de la prosa evoque a veces al conceptismo barroco, quizás esté más cerca de los grandes místicos españoles, de Santa Teresa o San Juan de la Cruz que de los hábiles prestidigitadores del idioma del siglo XVII (…) Ser místico en una edad positivista, y sin negar, tampoco, las razones pragmáticas de la época es una de las tantas sorpresas martianas. (Arte 503).
Los tres han percibido el aliento místico que rezuma de su obra: el primero siente la intensidad emocional y el candor de Santa Teresa; Mistral, lo trascendente familiar, el trato diario y enseñador de la Santa; y el tercero lo ve cerca de los grandes místicos españoles, de Santa Teresa o Juan de la Cruz, y llega a catalogarlo de místico en una edad positivista.

En sus definiciones, estos autores nos han dado elementos que están en armonía con la actitud de los místicos: intensidad emocional que lleva al éxtasis, el candor de quien se entrega a su obra con el espíritu limpio y sano, lo trascendente familiar que se eleva de lo cotidiano, su propósito didáctico derivado de su afán ascético.

Si bien de la valoración de Picón Salas no hemos podido sacar rasgos por ser taxonómica, sí encontramos en ese artículo los fundamentos de su tesis: “el drama de su vida en que se equilibran maravillosamente el sacrificio, la inteligencia y la ternura” (Arte 504), (…) “apostarse, también, en cruzada de amor y singularísima ternura que debió parecer insólita a sus propios compañeros de la insurgencia cubana” (Arte 505), “esta humildad de Martí, y su concepción de la vida como renunciamiento y dádiva universal” (Arte 508), (…) “No es solo el arte literario ni la coherencia de una ideología, sino la religiosidad –como en los grandes místicos- lo que nos acerca a la raíz de su mensaje” (Arte 509).

¿Qué místico no transitó por esos rumbos sublimes? Tanto los místicos de la Edad Media (Meister Eckhart, Tomás de Kempis) como los españoles del Renacimiento (Santa Teresa, Fray Luis de León, San Juan de la Cruz) llevaron una vida donde su inteligencia les mostró como vía para la consumación del bien en su persona su unión a lo trascendente: el sacrificio, la ternura que implicaba su cruzada de amor, la humildad sin otra aspiración que ser los últimos para poder estar entre los primeros el último día decisivo como exhortan los evangelios, la concepción de la vida como reunciamiento y dádiva universal en la negación de sí mismo y entrega a los demás para llegar a lo Divino, la religiosidad revelada en la coherente profesión de su fe.

En esta dirección, el poeta ensayista y crítico cubano, Juan Marinello (1898-1977), de filiación marxista, ahonda con sinceridad al profundizar en la españolidad literaria de José Martí:
Un estudio responsable y meditado de lo teresiano en Martí ha de tocar a los más delicados planos del escritor cubano, y ha de conducir al debate sobre su santidad. No puede ser este nuestro propósito. Digamos que no hay santo en Martí, sino místico, que no es lo mismo. Y que el misticismo, envuelto en posturas contradictorias, aparece a trechos en su obra y en ocasiones en que la vida lo enfrenta con las emociones decisivas. (Españolidad 143)
De entrada, Marinello ha intuido cómo la similitud entre Martí y la Santa está en los aires místicos que en ambos se respiran, aun cuando se presenten envueltos en posturas contradictorias –lo que merece la pena aclararse en su momento- o a trechos en su obra y en ocasiones en que la vida lo enfrenta con las emociones decisivas.

Más adelante, para precisar el término místico, cada vez más desdibujado en nuestros tiempos, señala lo que aludiría cualquier definición de místico:
…un estado de embriaguez contemplativa de infinitos grados y derivaciones, pero siempre unido a un polo ultraterreno. El arrobamiento místico puede ansiar la unión directa, por la muerte, con el motivo de la amorosa exaltación, o puede contentarse con la contemplación de lo amado a través del deliquio angustioso y dulce. En todo caso, lo místico es anublamiento de lo consciente, de lo racional y menosprecio y olvido de lo circundante. Estado irracional, integran el misticismo orbes contradictorios, pero obligados en su reino: el goce del dolor, a ocasiones. Y, a veces, el dolor del gozo. (Españolidad 143)
Así, pues, se precisan tres rasgos, para Marinello, determinantes en cualquier alusión a lo místico: el arrobamiento místico ansiando la consecución de su meta por la muerte o el deliquio, el anublamiento de lo consciente con el olvido de la realidad presente y el goce del dolor o el dolor del gozo. Más adelante, en esa misma página, prueba la presencia de estos en la obra martiana, refiriéndose a las múltiples muestras de su creación donde la pasión desorbitada de sus ansias le embota la función crítica y el sentido de lo científico, componente clave de su pensamiento positivista; o a la culminación de su éxtasis, cuando señala como remedio la muerte a la vez que goza de ese momento.

Un exponente de ello constituye el siguiente fragmento tomado de su carta a Federico Henríquez y Carvajal, escrita el 25 de marzo de 1895 y considerada su testamento político:
…Quien piensa en sí, no ama a la patria; y está el mal de los pueblos, por más que a veces se lo disimulen sutilmente, en los estorbos o prisas que el interés de sus representantes ponen al curso natural de los sucesos. De mí espero la deposición absoluta y continua. Yo alzaré el mundo. Pero mi único deseo sería pegarme allí, al último tronco, al último peleador: morir callado. Para mí, ya es hora. (Antología 239)
Merece, asimismo, considerársele testimonio del misticismo que lo alentó durante toda su vida. En él está presente su olvido de sí para dedicarse a menesteres más altos, su intención ascética al señalar donde está el mal, su anublamiento de lo consciente al adentrarse en lo metafórico, la consignación de su meta ligada a su muerte, el goce de esa muerte y su dolor.

Aceptada esta filiación en Martí, Marinello toma la caracterización del misticismo teresiano, realizada por el crítico español Américo Castro (1885- 1972), para buscar puntos de contacto con la obra martiana. Lo que ha pretendido ser un sondeo literario, concluye considerando actitudes ante la vida. La analogía establecida plantea:
• Lo místico como lectura y personalidad, encauzamiento del ánimo alumbrado a través del libro entrañable.
• El arrobo no producido entre tinieblas, sino entre luces cegadoras y sin prescindencia de los sentidos.
• La búsqueda desenfrenada de lo absoluto, de lo que nada está atado, abismo sin modo ni fondo. Ambos trasponen su querer dentro de su pensar, que arrastrará siempre su emoción y su fantasía.
Una idéntica utilización del vuelo místico: “Teresa de Ávila saca belleza de su arrobamiento a través de sus temblores de mujer. Martí, por la vía de su lirismo, que en muchos momentos ofrece un claro trasunto de femineidad. (Españolidad 145)
.• Un gozarse de la pena, un regodearse en la tortura interna que llega a la bendición del dolor. Como ejemplos, Marinello cita los siguientes fragmentos, el primero de Martí y el segundo de la Santa:
El dolor alimenta, el dolor purifica, el dolor nutre. El caudal de los pueblos son sus héroes, los hombres son pequeños maguas que chocan y se quiebran, y de los vasos rotos, surge esencia de amor que alienta al vivo. (Españolidad 145)

Yo sé persona que, con no ser poeta, le acaecía hacer de presto coplas muy sentidas declarando su pena… Todo su cuerpo y alma quería se despedazarse para mostrar el gozo que con esta pena siente. (Españolidad 145)
• El tránsito del gozo del dolor al anhelo ardoroso del largo sacrificio, a la alegría cósmica de la dación total, que Marinello ilustra con la siguiente cita del Apóstol:
Hasta hoy no me he sentido hombre. He vivido avergonzado y arrastrando la cadena de mi patria toda mi vida. La divina claridad del alma aligera mi cuerpo; este reposo y bienestar explican la constancia y el júbilo con que los hombres se ofrecen al sacrificio. (Españolidad 146)
• El querer de la muerte como una transformación libertadora hacia lo trascendente. Para Santa Teresa la muerte significa el alcance de los goces entrevistos en la comunicación ansiosa:
Vivo sin vivir en mí
Y tan alta vida espero
Que muero porque no muero. (Poemas 49)
Para Martí, es una transformación libertadora, fuera de sí mismo con tanteos panteístas en su intención última:
Pues, ¿hay mayor ventura que morir? ¡Pues es morir más que deleitadísimo premio, ansiado punto, sabroso puerto, estación nueva en viaje largo; objeto de amor al alma poética, braceo feliz del náufrago, y aligeramiento del peso carnal en beneficio de la esencia! (O.C. T.XIX 388)
• La senda de lo confidencial, iniciada por la Santa que alcanza su punto culminante en Martí con su intención confesional. Para Marinello:
Hay en él como la sublimación del pudor teresiano. Las lágrimas que derramaba la Santa porque la Princesa pérfida divulgaba sus ingenuas anotaciones biográficas, están enjugadas en Martí por la mano que cada día señala al mundo su corazón deshecho de anhelo de bien. En uno y otra –y ello denuncia la común mística-, lo confidencial es como marca dolorosa, pero necesaria de la autenticidad (…) en Santa Teresa y Martí, el develamiento total de lo propio no es sino un testimonio de la fe. (Españolidad 147).
• Su entrega a tareas apostólicas muy reñidas de políticas inmediatas. Al respecto fundamenta:
Santa Teresa daba una semana a una carta de altísima preocupación teológica y toda una tarde a pelear el precio de las reparaciones de un convento. Martí pasa un día como transportado y ausente entregado a la meditación del caso cubano; otro, disponiendo los párrafos de una arenga de mucha jerarquía y al tercero se da a la busca de las balas más eficaces y baratas para limpiar a Cuba de la sujeción española. (Españolidad 147)
• Dramáticas violencias del temperamento en ambos por la diversidad de funciones en lo político. Sobre la Santa señala:
Teresa de Ávila es dulce y mansa, humilde y plácida. La ruda misión que se impone exige palabra tajante y precisa, severidad del ceño, alimentación vitalicia del principio de autoridad. “En esto de dar contentos a otros, dice Teresa, he tenido extremo, aunque a mí me hiciese pesar”. Y en el mando inflexible ha de mermar mil veces el contento de muchos. (Españolidad 148)
Y sobre el Apóstol:
Martí lo dice numerosas ocasiones, quiere vivir entre el amor de los hombres, en la estimación tierna de sus semejantes (“…y me premien con cartas mis ternuras…”) y su deber político lo fuerza a ordenar enérgicamente, a decidir entre vanidades y celos, a poner su autoridad de líder entre las apetencias desbordadas. (Españolidad 148)
Así, Marinello delinea el misticismo martiano. Esa espiritualidad advertida en lo literario donde se revela como impronta constante e indeleble de su ser; más que filialidad literaria, actitud ante la vida y lo trascendental.

Por otro lado, el destacado crítico y ensayista cubano, Jorge Mañach (1898-1961), coincide con Marinello al percibir “…un fondo monista, panteísta y místico” (Perfil 90), en su obra y pensamiento. Al respecto deja por sentados los rasgos de este fondo: “Voluntad de sacrificio” (Perfil 89), “angustiada codicia de querer y servir” (Perfil 90), “su humildad está cuajada de admoniciones” (Perfil 91), ”La benignidad es su norma” (Perfil 91), “…ese panteísmo espiritualista no deja de estar matizado en Martí por ciertos reflejos de misticismo oriental” (Perfil 93), “De esa amalgama entre “el conocimiento racional y amoroso de la Naturaleza” y el de “la perdurabilidad y trascendencia de la vida”, deriva sus mensajes más personales y positivos…” (Perfil 94), “su austero sentido del deber, su aceptación del dolor y su aprecio de la dignidad humana…” (Perfil 94), “nos ha dejado una ética del deber que llega hasta la fruición del dolor “sal de la gloria”, y una didáctica del desinterés como “ley general de la naturaleza humana” (Perfil 94), “tiene en este sentido el pensamiento de martí dos direcciones fundamentales: una dirección ética y práctica, cuyo eje fue el amor, y otra doctrinal y política, cuyo fin es la libertad” (Perfil 95).

Llama la atención como Mañach coincide con los autores ya vistos, y enumera caracteres propios de un alma mística.

No está muy lejos tampoco el Poeta Nacional de Nicaragua, Rubén Darío (1867-1916), cuando al valorar la figura de José Martí advierte:
El cubano era “un hombre”. Más aún; era como debería ser el verdadero superhombre, grande y viril; poseído del secreto de su excelencia, en comunión con Dios y con la naturaleza (…) Y estaba en comunión con Dios habiendo ascendido hasta Él por la más firme y segura de las escalas, la escala del Dolor. La piedad tenía en su ser un templo; por ella diríase que siguió su alma los cuatro ríos de que habla Rusbrock el Admirable; el río que asciende, que conduce a la divina altura, el que lleva a la compasión por las almas cautivas, los otros dos que envuelven todas las miserias y pesadumbres del herido y perdido rebaño humano. Subió a Dios por la compasión y por el dolor (…) y por último, desbordante de amor y de patriótica locura, consagrose a seguir una triste estrella, la estrella solitaria de la Isla. (José 20)
Sin pretender definirnos el misticismo martiano, Darío enfila aspectos claves de esta espiritualidad que en síntesis retomamos: “en comunión con Dios y con la naturaleza”, “habiendo ascendido hasta Él por (…) la escala del Dolor”, “la piedad tenía en su ser un templo”, “desbordante de amor”, “consagrose a seguir una triste estrella”. Estos han caracterizado al místico de cualquier parte y de cualquier tiempo. Su meta: la comunión con Dios; su vía: el sacrificio, la piedad, el apostolado y el amor.

Asimismo, resulta interesante la siguiente cita del joven escritor de izquierda habanero, José Antonio Foncueva (1910-1930), de corta vida pero muy fértil, que aduce una nueva vertiente del misticismo, aunque nada se opone a las sostenidas por los autores citados. Veamos el caso: “Es cierto que José Martí fue un místico. Pero no uno de esos místicos al uso, que lo son por las ojeras o por la melena. El misticismo de José Martí es un misticismo revolucionario, fuertemente ligado a los deberes y esperanzas de los hombres” (Novísimo 301).

Decíamos que una nueva vertiente porque hasta ahora no habíamos visto el término “misticismo revolucionario”; pero pudiéramos pensar en el apostolado de todo místico: ¿Qué cosa no hizo Santa Teresa con su esforzada fundación de conventos que revolucionar su mundo? ¿Cuántos problemas no le acarrearon su celo apostólico? Y, por otra parte, ¿qué apostolado no está ligado a los dolores y esperanzas de los hombres? Así que más que opuesto, el término resulta complementario. Para Foncueva, Martí es místico y lo ha dicho de entrada.

Son también de interés las breves palabras, pero esclarecedoras, emitidas al efecto por el ensayista y profesor universitario cubano, Medardo Vitier (1886-1960), cuando se refería a algunos lineamientos formales de la oratoria de Martí:
Habla en ocasiones arrebatado por el numen de la lengua que aprendió en los clásicos y por el numen de la vida misma en cuyos senos ha visto a Dios. (…) En algunos pasajes oratorios hay ráfagas místicas. No fue el estado místico una constante en Martí. Solo en momentáneas iluminaciones ese estado llega a poseerlo, y no es para el arrobo, sino para la acometida. En la tribuna cuentan que se transfiguraba, y entonces, si decía en voz baja su prédica, se oía con reverencia, y si el tono subía, el auditorio experimentaba el despertar de cuantas potencias nobles oculta el hombre en su espíritu. Eso hacía el predicador: lograr que sus oyentes se descubrieran a sí mismos y quedaran seguros de que eran capaces de lo digno y lo grande. (Lineamientos 322)
Vitier sintió el misticismo de Martí en su oratoria, pero en ocasiones, “en momentáneas iluminaciones”, y en esto coincide con Marinello, quien –como hemos apuntado al inicio- lo capta “a trechos en su obra y en ocasiones en que la vida lo enfrenta con las emociones decisivas”.

Por último, citaremos un fragmento del poeta, narrador y ensayista cubano, José Lezama Lima (1910-1976), que habla por sí solo de esta visión de nuestro Apóstol:
José martí fue para todos nosotros el único que logró penetrar en la casa del alibi. El estado místico, el alibi, donde la imaginación puede engendrar el sucedido y cada hecho se transfigura en el espejo de los enigmas. (…) Las palabras finales de su Diario, uno de los más misteriosos sonidos de palabras que están en nuestro idioma, bastan para llenar la casa y sus extrañas interrupciones frente al tiempo. (Secularidad 291)
Todos los autores revisados hasta aquí, han sido pródigos al argumentarnos su percepción del misticismo en José Martí, con rasgos coincidentes en la mayoría de los casos o complementarios, que ayudan a develarnos esa imagen. Aunque no enumeraremos esos aspectos, ya delineados en su momento, sí nos referiremos a las características atribuibles, generalmente a los místicos:
• Vida espiritual en relación íntima con Dios.
• Vida contemplativa, en meditación, dedicada al conjunto de prácticas que conducen a la divinidad.
• Desprendimiento de todo lo sensible y hasta lo racional para lograr su fin.
• Entrega por amor a una causa con la que se identifica plenamente.
Si nos detenemos a relacionarlos con los ya analizados por los autores de las referencias anteriores, constataremos que estos cuatro aspectos devienen en polos que asimilan sin reparos los ya esbozados.
Por otra parte, merece especial atención el revisar los rasgos que han caracterizado a los místicos españoles y el compararlos con los detectados en nuestro Apóstol. Ello nos ayudaría a integrar su imagen mística, algo así como lo que hizo Marinello, pero limitado a una mística. Con este fin, hemos seleccionado las peculiaridades asumidas regularmente por estos, de varias historias de la Literatura Española (Chabás, del Río, Alborg), meditado en su presencia en la obra martiana y corroborado las analogías que en síntesis exponemos:
• La exaltación de la personalidad humana y del libre albedrío, e hincapié en la necesidad de las obras para lograr la salvación del alma, de cuya presencia en el pensamiento martiano dan fe múltiples textos de su obra:
¡Al hombre ha de decirse lo que es digno del hombre, y capaz de exaltarlo!
(Antología 238).
Tales responsabilidades suelen caer sobre los hombres que no niegan su poca fuerza al mundo, y viven para aumentarle el albedrío y decoro… (Antología 237).
La muerte no es verdadera cuando se ha cumplido bien la obra de la vida (O.C., T. II 630).
• Un misticismo más activo que contemplativo y el latir generoso del sentimiento de la caridad. Precisamente a esta vertiente mística pertenece el Apóstol como la mayoría de los místicos españoles. Activismo que consagran a su apostolado con la urgencia de lograr el éxtasis supremo de comunión con la divinidad, a través del amor por su obra.

• Un sentimiento de la belleza terrestre sublimado por el ansia de lo absoluto, por la percepción y apetencia de Dios, creador e imagen perfecta de esa belleza.
Cuando nos cautiva una grandeza, cuando el corazón se mueve de regocijo, cuando muchas bellezas nos deslumbran, se siente amor, y esperanza, y orgullo por los demás, y fe en la gloria (…) Poetas, músicos y pintores, son esencia igual en formas distintas: es su tarea traer a la tierra las armonías que vagan en el espacio de los cielos, y las concepciones impalpables que se agitan en los espacios del espíritu. Formalizar lo vago: hacernos terreno lo divino. (O.C., T.VI 424)
• La embriaguez de divinidad se humaniza por el sentimiento vivo de la realidad, que el místico español, aun en los casos extremos de éxtasis nunca pierde. Martí alcanza su éxtasis en vinculación con esa realidad que le duele y que le desborda en ansias de poner remedio a su patria y consumar su obra.
• La honda tradición de moralismo de la Literatura Española, presente en sus místicos y en nuestro Maestro:
¡Qué terrible enemigo para el logro de la virtud es la desesperada necesidad de dinero! (O.C., T.II 580)
Estas reflexiones nos han permitido apreciar los aires místicos que han palpado los autores citados, algunos a trechos, ligados a la manera de decir, de sentir, de pensar y de actuar de José Martí; a pesar de que pertenecían a diversas geografías, tiempos diferentes y que profesaban ideologías disímiles; pero que nos han develado con sus juicios ese cauce misterioso. Misticismo del siglo XIX, permeado de positivismo, de razones pragmáticas de la época, conjugado con su fe heterodoxa de base cristiana católica, teñida de un panteísmo intuitivo desde una percepción filosófica krausista. Así también lo sentimos cuando nos llegan de su obra citas como esta: “No sabe las delicias del mundo el que desconoce la realidad de la idea y la fruición espiritual que viene del constante ejercicio del amor” (O.C., T.I 171), que se remontan a la fruición suprema experimentada por los místicos en su comunión con Dios.




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  1. La Edad Media (5000- 1500) es un largo período histórico en el cual fructificó la corriente mística en Europa, con diversos matices, pero caracterizada por lograr la unión con Dios en la vida terrenal, practicando las virtudes cristianas en el amor al prójimo y a Dios. Esta vida centrada en Dios generó una prolífica literatura que recoge las experiencias de esa labor y amor, que se ha llamado la mística cristiana.
  2. Durante el Renacimiento, se generó en España una tardía y brillante literatura mística como resultado de la oposición al protestantismo en Europa. La mística fue un movimiento propio de la Edad Media en toda Europa; sin embargo, España que no había tenido místicos en la Edad Media (con excepción de la musulmana y Raimundo Lulio), crea en el Renacimiento una profunda y perfecta mística. Posteriormente son escasos los autores con una obra mística coherente, como los casos de Gertrudis Gómez de Avellaneda en el Romanticismo o Miguel de Unamuno en el siglo XX). Esta corriente literaria mística se caracteriza por dos tendencias: El ascetismo y el misticismo. La ascética: Dominio de las pasiones y esfuerzo personal por alcanzar la perfección. La mística: Anticipación de la unión beatífica con Dios, sólo alcanzable normalmente en la otra vida. Las prácticas ascéticas son el camino obligado para llegar a esta unión beatífica con Dios.

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OBRAS CITADAS

Cepeda y Ahumada, Teresa de. Poemas de Santa Teresa de Jesús. Comp. Camilo Pino. Estados Unidos: Amazon Digital Services, Inc, 2010. Kindle e-book.
Darío, Rubén. “José Martí”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 19-43. Impreso.
Foncueva, José Antonio. “Novísimo retrato de José Martí” Anuario del Centro de Estudios Martianos. Nº 1. La Habana: Editorial del CEM, 1978: 300-309. Impreso.
Henríquez Ureña, Pedro. “Martí escritor”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 213-217. Impreso.
Lezama Lima, José. “Secularidad de José Martí”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 291-292. Impreso.
Mañach, Jorge. “Perfil de Martí”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 85-97. Impreso.
Marinello, Juan. “Españolidad literaria en José Martí”. Órbita de Juan Marinello. La Habana: 140-150. Impreso.
Martí, José. Antología Mínima Tomos I y II. La Habana: Ed. Ciencias Sociales, 1972. Impreso.
---. Obras Completas. La Habana: Editorial Nacional Cuba, 1963-1973. Impreso.
Mistral, Gabriela. “La lengua en Martí”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 225-241. Impreso.
Picón Salas, Mariano. “Arte y virtud en José Martí”. La conquista del amanecer. La Habana: Casa de las Américas, 1992: 503-504. Impreso.
Vitier, Medardo. “Lineamientos formales de los discursos de José Martí”. Letras. Cultura en Cuba I. La Habana: Editorial Pueblo y Educación, 1989: 321- 352. Impreso.





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Anthony J. Aiello. 

Ph. D., in Spanish in the University of Arizona
M.A., in Latin American Studies in the University of Camaguey, Cuba
B.A., in Spanish and Literature in the Higher Pedagogical Institute “José Martí” at Camaguey, Cuba
Email:ajaiellofdez@yahoo.com

Dr. Anthony J. Aiello is a faculty at The University of Arizona. He also has taught at the College of Charleston, SC, as visiting assistant professor at Oregon State University, graduate associate teaching in the University of Arizona and New Mexico State University, adjunct faculty at Pima Community College in Tucson, Arizona, assistant professor at University of Kabul, Afghanistan and assistant professor at University of Camaguey, Cuba. He has taught Spanish language as second language in basic, intermediate and upper levels; Spanish and Spanish American Literature, and Hispanic Linguistics since 1977 to students from various countries from America, Europe, Africa and Asia. 

His formation began in the Higher Pedagogical Institute “José Marti” in Camaguey, Cuba as a Bachelor in Spanish and Literature. He got his Master in Latin American Studies in the University of Camaguey. Later he took different courses about Semiotic and Theory of Information with the University of Valencia, Spain, and University of Oriente, Cuba. Finally he got his Ph. D. in Spanish at the University of Arizona, with a major in 20th - 21st centuries Spanish American Literature, and two minors in 20th – 21st centuries Spanish Literature, and Hispanic Linguistics.

His researches have been related with the Postmodern Literature, the Spanish and Spanish American Literature, the literature in the cinema, the Hispanic Linguistics and the process of languages acquisition,. Their results have been presented at various international events and at various universities and associations in the United States. He is also author of the book Presencia de la episteme posmoderna en el discurso narrativo hispanoamericano de los umbrales del siglo XXI: Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura Fuentes, and some textbooks for the Spanish as second language teaching. Besides, he has published several articles with the results from his investigations. Furthermore, he has collaborated with publishing house like Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, John Wiley and Sons, Inc.; Hispania a Journal of AATSP; La gota de agua, Philadelphia, PA. and the journal Mexican Studies/Estudios Mexicanos of The University of California Institute for Mexico and the United States, and the Universidad Nacional Autonoma de Mexico.

He is also a professor dedicated to improving the strategies about the process of teaching and learning and the technological delivery, paying attention to its efficiency and outstanding process.

His current research focuses on postmodern Spanish American Literature about narrators as Zoé Valdés, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa and Leonardo Padura. He expects to fulfill soon some books untitled: Current Trends of Latin American Postmodern Narrative, Lezama Recipe Book, The Postmodern Narrative from Zoé Valdés and The postmodern narrative in Cuba. A reality: Leonardo Padura.

Tuesday, August 9, 2016

Reseña sobre el reciente libro La Historia del Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Camagüey, del Rev. Rafael Marrero Ramírez SS. CC.


 


por Anthony Joseph Aiello



 Nuestra generación atestiguó momentos singulares
en la historia de la Iglesia cubana, si esos hechos no se escriben…

Mons. Juan García, Arzobispo de La Habana


Afortunadamente, ya el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre (1734) de Camagüey, Cuba, tiene su historia escrita y actualizada, gracias al esfuerzo, constancia y dedicación apostólica de su primer diácono permanente, el ingeniero Rafael Marrero Ramírez, quien con sabiduría y amor logró recopilar y organizar una amplia información procedente de la tradición oral, de la memoria colectiva historiográfica, de las vivencias de la comunidad y de, lo que es más importante, su experiencia individual acumulada en los últimos años, como uno de sus testigos más fieles y creíbles, por su vida comprometida con esta parroquia, la misión salesiana y la Iglesia camagüeyana. Por sus páginas corre la historia de este Santuario desde su fundación, del cómo se convirtió en cuna de la obra salesiana en las Antillas, de su vínculo con los mambises durante la Guerra de Independencia y de su lucha por mantenerse hasta el presente, como testigo de Cristo y de la Obra Salesiana. Un libro que viene a llenar ese vacío de información actual sobre la Iglesia camagüeyana y cubana en general, que ha vivido momentos críticos, pero que allí está con sus fieles, con su obra de caridad e ingente labor por anunciar el Evangelio y preservar los valores éticos cristianos en medio de nuestro pueblo necesitado.

Quizás en otros países hispanoamericanos, este hecho sea algo consuetudinario, pues generalmente han acumulado una larga literatura religiosa historiográfica desde los tiempos de la fundación de las colonias hispanas, divulgando la marcha de la Evangelización en el Nuevo Mundo, las congregaciones religiosas que participaron en él; las instituciones religiosas, educativas y de salud pública fundadas; la denuncia de los desmanes de los conquistadores, y la apología de los religiosos consagrados elevados a los altares. Lo que lamentablemente no ha pasado en Cuba, no por la falta de hechos y figuras relevantes, sino por un determinismo negativo al que su pueblo ha sido arrastrado, el cual, sin perder la dimensión de lo que sucedía en la Iglesia cubana, ha estado involucrado incesantemente en acontecimientos en su contra como las continuas guerras por su definitiva emancipación y las dictaduras de derecha e izquierda desde el siglo XX hasta nuestros días, a lo que hay que sumar la carencia de medios editoriales y eventos que propulsen la labor investigativa histórica de la Iglesia cubana. Por lo que la edición de este libro resulta un hecho de gran relevancia y el inicio de una voluntad que debe continuar dejando en blanco y negro la historia de la fe católica cubana, su santidad y sus avatares.

El libro es de un ameno fluir narrativo y apropiado lenguaje, incentivado por acontecimientos de gran interés que resultan desconocidos para la mayoría de los camagüeyanos y cubanos. En sus páginas se narra la historia de la Iglesia de este Santuario, de gran estoicismo cristiano y comparable con la de los apóstoles de Cristo en su diáspora por evangelizar el mundo o la de los religiosos y grandes místicos españoles del siglo XVI que dedicaron sus vidas a la fundación de templos y conventos con la fe firme de llevar el Evangelio a los lugares más remotos con extrema humildad y en el más profundo silencio sin ambicionar roles ni primeros puestos. Así de estas páginas se desborda ese quehacer paciente, silencioso pero firme de esta comunidad católica bajo el auspicio de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre y los Salesianos, llevándola a Cristo a través de la Virgen y a su juventud a través de la pedagogía salesiana.

El libro, después de una página de merecidos agradecimientos a los que de una manera u otra contribuyeron a la realización de la obra, nos ofrece una introducción clave sobre la Misión de la Iglesia de este Santuario, implícita en el exordio que la encabeza: “Ustedes saben lo que sucedió en el país de los judíos… con Jesús de Nazaret… que pasó entre nosotros haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo…” (Hech. 10, 37-38). Seguidamente nos presenta un capítulo sobre la génesis de la devoción a la Virgen de la Caridad en Camagüey con sus características específicas, pero con el común denominador de haber empezado por los más humildes. 
Las Sagradas Escrituras nos revelan que el Señor siempre ha llamado a los pobres para colaborar en su plan de Salvación, y, así como en Belén escogió a los pastores para anunciar el nacimiento de su Hijo, en Cuba llamó a los indios y a un negro esclavo, representantes de las clases más desposeídas de entonces, para llevar a todos los cubanos la noticia del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad en una de nuestras playas (Marrero 15-16).
A continuación un extenso capítulo de índole cronológica nos aborda la historia de este Santuario y su Iglesia desde 1734 hasta el año 2011, estructurado en los siguientes epígrafes: De la inauguración del Santuario en Camagüey a la declaración de la Virgen de la Caridad del Cobre como Patrona de Cuba (1734-1917), Primer período de presencia salesiana en el Santuario de la Caridad en Camagüey (1919-1960), El Santuario de la Caridad en Camagüey bajo el cuidado del clero diocesano (1961-1987) y Nueva presencia salesiana en el Santuario de la Caridad en Camagüey (1988-al presente).

Coronan la obra una valiosa conclusión que da fe de la dimensión de este quehacer católico sintetizado en las palabras de su autor “El pasado ha sido glorioso, el Espíritu se mueve en el presente, esperamos un futuro de amor pleno a Dios y a nuestros hermanos para encontrar la vida eterna al término de nuestro peregrinaje” (75); una bibliografía de gran valor para los que se interesen en continuar investigando sobre nuestra Iglesia camagüeyana; y un conjunto de 30 anexos que recogen biografías de figuras excelsas de esta Iglesia, como la señorita Dolores Betancourt y Agramonte (Anexo 6); y documentos tan importantes como la partida de matrimonio del Padre de la Patria, Carlos Manuel de Céspedes con Ana de Quesada y Loynaz (Anexo 3) y una Reseña sociorreligiosa 1959-1961, que testimonia, coherentemente con reflexiones de causa y efecto, el camino de hostigamiento, persecución y campaña antirreligiosa emprendido por los nuevos gobernantes de la última Revolución que se desenmascaraba poco a poco como marxista y comunista, sin el consenso del pueblo; aunque sus líderes decían que no eran comunistas, olvidando como al principio de la Revolución la Iglesia Católica había respaldado las medidas revolucionarias progresistas tomadas. Ese estorbo de la fe cristiana fue acompañado de una campaña difamatoria, atropellos a las figuras representativas de esta Iglesia en Cuba, a todos sus religiosos y religiosas y a sus feligreses. Por último, a estos anexos habría que añadir el Anexo Fotográfico que nos preserva la imagen de figuras y momentos claves de la Iglesia de este Santuario.

Sin lugar a dudas, les recomiendo la lectura de este libro, imprescindible para cualquier camagüeyano y cubano amante de los orígenes y la evolución de su Iglesia Católica, como para cualquier católico que se interese por cómo la fe es capaz de medrar en terrenos infértiles y lo que la fe es capaz de hacer en un pueblo que muy pocas oportunidades ha tenido de ser libre, pues desde la conquista y colonización de la Isla por los españoles, pasando por la República Democrática y la Revolucionaria el despotismo y la demagogia han sido una constante subyugadora.


Obras citadas

Biblia de Jerusalén. Edit. José Ángel Ubieta. Basauri-Bilbao: Editorial Española Desclée de Brouwer, S.A., 1976. Impreso.
Marrero Ramírez, Rafael. Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Camagüey. Cuna Salesiana en Las Antillas. n.p.: n.p., n.d.: Impreso.


Nota sobre la adquisición del libro: El libro, Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Camagüey. Cuna Salesiana en las Antillas, fue editado bajo los auspicios de la congregación Salesiana en Cuba, y se está vendiendo al módico precio de $10.00 dólares más el envío desde Miami hasta donde usted resida. Los fondos que se recuperen de su venta contribuirán al apoyo de su misión en Cuba. El punto de contacto para su solicitud es la hermana salesiana de Camagüey Luisa Fernández. Solicitar por correo a 12522 SW 9th St. Miami Fl. 33184. Muchas gracias por su cooperación.

Monday, April 20, 2015

Gertrudis Gómez de Avellaneda: Entre los lauros y las displicencias (por Antonio J. Aiello)



A dos siglos de su nacimiento, Gertrudis Gómez de Avellaneda (Puerto Príncipe, Cuba 1814 - Madrid, España 1873) prosigue sosteniéndose tristemente en un ámbito controversial. Su fama y su talento no han podido negársele desde que dio a la publicidad su excelente obra lírica, dramática, narrativa y ensayística, pero ese reconocimiento le ha llegado siempre tristemente acotado junto al esplendor, aunque la fuerza de su legado literario se ha impuesto por sí sola en estos dos siglos. Nadie pudo obviar su talento, su inspiración, su buen gusto, su elegancia, ni la pureza de forma de sus composiciones que, cargadas del pathos del romanticismo y atrevidas transformaciones formales, velaban por la forma académica del neoclasicismo, del cual provenía su desmesurado afán de corrección(1) y maestría; sin embargo tanto talento y fama despertaron envidias, temores a la sombra de su genio literario, a elucubrar historias retorcidas sobre su vida íntima de mujer, aún cuando se divulgaron sus confesiones a Cepeda(2) por su esposa, y hasta el especular de su patriotismo y ciudadanía. Un balance de las principales aristas en que la recepción y valoración de su figura ha estado enfocada, desde la perspectiva actual, nos permiten develar en ese sentido cómo su personalidad y su obra han medrado entre los lauros y las displicencias.

Desde su llegada a Sevilla entre 1837 y 1838, atrae el reconocimiento de escritores, críticos, académicos e instituciones que pronto le dan acogida en los Liceos de Sevilla, Málaga y Granada, y ya en Madrid después de 1840 su fama alcanza un insólito apogeo con la publicación de su Poesías (1841) y el estreno de su obra dramática Munio Alfonso (1844). Además, el liceo de Madrid la recibe como socia de Literatura. En ese entorno se rodea de grandes escritores neoclásicos y románticos como Lista (1775-1848), Gallego (1777-1853), Quintana (1772-1857), el Duque de Frías (1783-1851), Bretón (1796-1873), Hartzembusch (1806-1880), Espronceda (1808-1842), Pastor (1811-1863) y Zorrilla (1817-1893). Dentro de este representativo grupo no faltaron tampoco las pocas voces femeninas del momento como las de Cecilia Bölh de Faber (1796-1877), Concepción Arenal (1820-1893), Carolina Coronado (1820-1911) y Rosalía de Castro (1837-1885). En ese universo, como señala María Luz Morales en su Libro de oro de la poesía en lengua castellana, fue "desaforadamente elogiada por los críticos de su época" (12).

Una prolífica labor literaria, lírica, dramática y narrativa, así como la valoración de los críticos, académicos e instituciones del momento así lo atestiguan. Teodoro Guerrero en su nota necrológica “Gertrudis Gómez de Avellaneda” recoge una serie de epítetos y valoraciones encomiásticas que en vida le dedicaron personalidades de la época:

…eminente poeta a quien Mr. Durien llamó la Melpómene castellana, era el privilegiado ingenio, según Gallego, <>; era la escritora laureada que había debido tantos elogios al académico francés Mr. Joly, que tradujo algunas escenas del Baltasar; era la que había merecido de otra dama, ilustración del siglo, de Carolina Coronado, las siguientes frases: <>; era la célebre contemporánea a quien la gran autoridad de Mr. Villemain, en su introducción de las Obras de Píndaro, había llamado la heredera de la lira de Fray Luis de León; era en una palabra, la autora de Saúl, de Baltasar y de Catilina. (3)
Tal fue su notoriedad en esos años que un mes después de la jura de Isabel II en el Liceo Artístico y Literario de Madrid, durante la celebración con motivo de la declaración de la mayoría de edad de la reina, Gertrudis Gómez de Avellaneda brilló hasta ser llamada por los románticos de la época como “la otra reina” (Lorenzo, Preludio V)(3).

Sin embargo algunos críticos han querido restarle importancia a estos triunfos, estimando que esa notoriedad se debió a implicaciones políticas que la beneficiaron, tal es el caso de Manuel Lorenzo Abdala, quien en un notorio esfuerzo por revivir la obra de GGA trata de justificar el vertiginoso ascenso de la principeña en la sociedad madrileña de su tiempo, señalando que “Detrás de todas aquellas noticias que los periódicos se empecinaban en publicar estaba la mano oculta del capitán general de Madrid, Ramón María de Narváez” (Preludio VI), el cual había recibido órdenes de La Casa Real - principalmente de Isabel II - para enaltecer la figura de la joven GGA y “demostrar a los mil y un detractores, carlistas y de otras tendencias políticas, que el bello sexo podía sobresalir, gobernar y hasta reinar, igual que hacían los hombres” (Preludio VI), pues “El genio y talento, que la criolla desbordaba por los cuatro costados, no eran lo suficiente para alcanzar la cúspide de la fama en un mundo gobernado por hombres, aunque reinara una mujer” (Preludio VI). Otros van más allá de esta opinión y aún recientemente establecen la sospecha de que Narváez sostuvo amores con La Avellaneda(4) después de que esta tuvo su fracasada relación con Gabriel García Tassara y a sostener que sus cartas a Cepeda fueron solo una estrategia para desviar la atención de su relación con Cepeda, lo que no se documenta en ninguna parte, ni remotamente es una presuposición en las abiertas confesiones de su autobiografía epistolar a Cepeda, pero si nos parece una elucubración infundamentada y retorcida(5).

Sea cierto o no este apoyo, inconsciente para La Avellaneda, su triunfo no hubiera sido posible sin su genio como escritora, el cual le permitió crear una obra universal que aún no ha perdido su interés, citemos los casos de una parte de su poesía lírica(6), la mayor parte de su narrativa(7), algunas obras dramáticas como Errores del corazón (1852) y La hija de las flores o todos están locos (1852), y su epistolario amatorio a Ignacio de Cepeda (1816-1906) devenido en novela epistolar, según Emil Volek(8), al contrario del interés de la obra de sus contemporáneos, que salvo contadas excepciones, la mayor parte solo son leídas en un curso de literatura(9). Del mismo modo, cuando se habla del triunfo de la puesta en escena de Munio Alfonso (1844), se trata de restarle importancia a la obra dramática, dándole primacía al espectáculo teatral e ignorando las posibilidades del texto dramático que propulsaron ese espectáculo. Con menos interés para hoy, dado su tema histórico(10), aunque el gusto por el pasado es de interés hoy en día con la neonovela histórica posmoderna.

Su biógrafo y amigo don Nicomedes Pastor Díaz (1811-1863)(11) ofrece un testimonio de ese entorno lleno de disquisiciones que rodearon a La Avellaneda durante su vida en la biografía que encabeza la última compilación realizada por la autora de sus escritos en sus últimos días (1869-1871), dedicados con ternura y pasión a cerrar su excelsa obra literaria:
A pesar de las prevenciones que reinan en la sociedad contra la mujer escritora, Tula, dominó todos los recelos y acalló todas las antipatías con la superioridad reconocida de un inmenso talento, con el poder de una inspiración vigorosa y viril, con el clasicismo, buen gusto y elegancia de una forma siempre pura y correcta, de un lenguaje cuyo fácil manejo y singular maestría contrastaban ciertamente en una mujer con los descuidos o extravíos que se permitían, o de que no sabían prescindir, muchos hombres. (Obras T.1 XXIX)
Tal vez uno de los estigmas sobre su personalidad y talento de escritora se expandieron a partir de la anécdota contada por José Zorrilla (1817-1893) en su colección de artículos Recuerdo de los Tiempos Viejos en la que hacía una excelente descripción de Gertrudis Gómez de Avellaneda, quizás la mejor que se haya hecho de la escritora destacando su belleza y femineidad, pero estigmando su figura al considerarla que “era una mujer; pero lo era sin duda por un error de la naturaleza, que había metido por distracción un alma de hombre en aquella envoltura de carne femenina” (1052). Luego en esa dirección se sucedieron numerosos juicios en los que reincidió su biógrafo Nicomedes Pastor Díaz, quien calificó la fuente de su numen “con el poder de una inspiración vigorosa y viril”. Juan Nicasio Gallego, que fue uno de sus mentores literarios, en el prólogo a su primer libro de poesías, dice: «Todo en sus cantos es nervioso y varonil: así cuesta trabajo persuadirse de que no son obra de un escritor del otro sexo» (Poesías de la Señorita Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, Madrid, 1841, p. IX). Y se hizo famosa la exclamación de Bretón de los Herreros al oír la lectura de unos poemas de la escritora: «Es mucho hombre esta mujer»(12) el cual fue repetido por representativas figuras de las letras, entre las que está la de José Martí, quien aunque reconoció su grandeza calificó su talento como el de un hombre(13) e ignoró que más representan la nacionalidad y la cultura de un país una pléyade de poetas con su visión complementaria de esa realidad, que una sola que dé una fracción de ella(14).

Enrique Piñeyro(15) es quien más temprano discute esa injusticia, defendiendo que no se le llamó poetisa, por la ausencia de ternura y melancolía que es muy sutil en su poesía lo que constituye una “paradoja que nada expresa ni puede significar gran cosa” (147). Además resalta que Gertrudis “Fue mujer, muy mujer en todos sus escritos, como en sus cartas privadas, como en su vida entera; mujer del tipo y carácter de que tantas otras ha debido haber: altiva, orgullosa, de corazón entero, que no se dejaba dominar y difícilmente cedía a sus sentimientos dulces y apacibles” (147).

Tantos lauros tampoco fueron suficientes para lograr la aprobación de su solicitud de ingreso a la Real Academia Española en 1853. Se le había reconocido de sobra su talento, brillaba con una sólida reputación como literata; pero la Academia no contemplaba plazas para mujeres. Ella fue la primera mujer a la que la Academia dijo no, luego le siguieron Emilia Pardo Bazán y María Moliner hasta que en 1979 se le dio entrada a Carmen Conde; en 1984, a Elena Quiroga y en 1998, a Ana María Matute. Sin embargo, ningunos de los académicos de aquel momento han trascendido en vigencia y fama a La Avellaneda. Sus figuras quedan como hitos de lo que fue la literatura de su época, generalmente sus obras han perdido la frescura que las haría interesantes a los lectores de hoy, salvando a los estudiosos y académicos.

Su gloria había traspasado las fronteras de la península ibérica extendiéndose principalmente a Francia y a América, pero al lado de esa gloria iban acompañados los reparos. En su Cuba adorada, donde siguió publicando en periódicos y revistas y fundó la revista quincenal: Álbum Cubano de lo Bueno y lo Bello(16), las mayores personalidades literarias del momento se aprestaron a recibirla y homenajearla. En La Habana, José Ramón Betancourt (1823-1890), director del Liceo de La Habana, organizó el principal homenaje donde Luisa Pérez de Zambrana le ciñó una corona de Laureles. Asimismo en su Puerto Príncipe nativo el presidente de la Sociedad filarmónica, Salvador Cisneros Betancourt, marqués de Santa Lucía, organizó un homenaje en el que intervinieron numerosos artistas, entre ellos Amalia Simoni (1842-1918). Lo significativo del hecho es que todos eran independentistas y más tarde se vieron involucrados en las luchas libertadoras. Salvador Cisneros Betancourt llegó a ser Presidente de la República en armas y Amalia Simoni, la esposa de Ignacio Agramonte, el organizador de aquella gesta en la provincia de Camagüey. Ninguno tuvo reparos en homenajear ni reconocer la grandeza literaria de Tula, como le llamaban sus familiares y amigos. Sin embargo la crítica posterior ha especulado sobre el consenso de ese homenaje, sobre su cubanía y su patriotismo. Citemos el caso de Ana dolores García que en su artículo “Gertrudis Gómez de Avellaneda” conjetura refiriéndose a los homenajes brindados a La Avellaneda que “La recibieron, algunos con entusiasmo, otros con recelo”. ¿Existe alguna fuente que pueda justificar esta valoración? Por supuesto que no, son solo los estigmas que tratan de dejar para la posteridad los que se acercan a su figura, sin valorar a la mujer y la escritora que es, orgullo de España, Cuba, Hispanoamérica y de la Literatura Universal.

En ese sentido también ha avanzado el tratar de negársele su cubanía y patriotismo, dos conceptos que se rozan, pero que no hay que alinearlos, lo que es una tendencia insertada por el régimen cubano en la cultura cubana actual, que parte del totalitarismo reinante en Cuba con el fin de justificar su absolutismo. Pero, aunque la idea ha cobrado fuerzas en algunos círculos desde fines del siglo pasado, la idea tiene su origen en la exclusión que se hizo de La Avellaneda para figurar con sus composiciones en el libro La Lira Cubana por el Areópago literario de La Habana, ya fuera por envidia entre los escritores del patio que conocían de su fama o por sentirla como extraña después de 25 años fuera de la Isla; así como a un artículo publicado en La Habana en el periódico El Siglo, en la cual la excluyen entre los poetas cubanos por “no ser cubana sino madrileña” (Mujica). No obstante la queja de La Avellaneda se hizo sentir en una carta del 3 de enero de 1868 a ese diario y al Fanal de Camagüey, que demuestra lo al tanto que ella estaba de los acontecimientos en la Isla, recalcando: “Amo con toda mi alma la hermosa patria que me dio el cielo… Tales acusaciones, señor director de El Siglo, solo debían hacer reír a quien como yo ha hecho gala en muchas de sus composiciones de tener por patria la de Heredia, Palma, Milanés, Plácido, Mendive, Agüero, Zenea, Zambrana, Luisa Pérez… y tantos otros verdaderos poetas, con cuya fraternidad me honro” (Mujica).

Si bien el dilema de la cubanía de GGA quedó esclarecido sabiamente por el periodista Antonio Martínez Bello (1910-19--) a finales de la primera mitad del siglo XX(17), ya desde finales del siglo XIX se habían levantado voces defendiéndosela. El propio J. Martí, quien simplemente repitió lo que se decía sobre su talento viril, en 1891 llamó “hispanófobos y literatos de enaguas” (Obras VI 98) a aquellos que querían negarle la gloria de su Patria como cubana, pero las displicencias en este sentido siguieron y nuevas voces del siglo XX se levantaron para reivindicar tal verdad, entre ellas las de Mariano de Aramburo y Machado (1872-1941), Dulce María Loynaz (1992-1997), Salvador Bueno y Cira Romero entre otras muchas más contemporáneas.

Paralelo a este regateo de su nacionalidad ha avanzado el de su patriotismo, concepto que no parece claro en la actualidad y al que aparentemente se le quiere sumar otros significados como el de militante de un movimiento, revolución o partido. Realmente “patriotismo”, según el Diccionario de la RAE, alude a “Amor a la patria” y “Sentimiento y conducta propios del patriota”. ¿Quién puede dudar de ello después de haber leído su obra literaria y constatar los hechos de su vida? Exigirle ahora a doscientos años de su natalicio su afiliación a la Revolución de 1868 a cuatro años y tres meses y veintiún días de su muerte, cuando estaba retirada de la vida social y entregada a una vida espiritual intensa, enferma y casi ciega, resulta disparatado y necio. No tienen justificación los intelectos que se dedican a crear sospechas y a afirmar incongruencias. No olvidemos las palabras de José Ortega y Gasset en Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo” (Obras I 332). Gertrudis Gómez de Avellaneda no necesita ser salvada, ella misma lo hizo en vida creando una obra paradigmática del primer romanticismo hispano, sea español o cubano o hispanoamericano o universal, pues cuando se hable del romanticismo en cualquiera de esas literaturas no se podrá soslayar su obra, también se salvó como mujer con su firme, decidida y apasionada vida femenina romántica, que desde la publicación de su Autobiografía y cartas de la ilustre poetisa, en 1907, nada deliberado por ella, su figura de autora trascendió a la de personaje de una novela epistolar, granjeándose la inmortalidad que ya estaba asegurada con su obra.

Esta es la talla de la excelsa Gertrudis Gómez de Avellaneda, la querida Tula para sus familiares, amigos y los que más allá de su época la reconocemos en las aristas de su universo, sin quererle apostar nada de lo que no tuvo ni hizo falta para lograr su grandeza e inmortalidad. Aún en su plena juventud a los 37 años, en la segunda edición de sus poesías(18), su amigo y sacerdote académico Nicomedes Pastor Díaz vislumbró esa inmortalidad profetizando: “su decadencia y su muerte… no han aparecido todavía; esas no se presentan nunca en la vida de aquellos talentos que desaparecen en el cielo, como Elías en su carro: la decadencia y la muerte pertenecen a la vida física y mortal; y la severidad de la crítica arranca siempre, de las flores queridas de su edén literario, aquellas lacias y amarillentas hojas que nacen al fin del otoño para anunciar la hora de retirar la maceta espléndida al invernáculo de la gloria.” (Obras Literarias XVII). Este Bicentenario de su natalicio así lo ha demostrado, destapando la caja de Pandora repleta de los lauros y las displicencias que la han rodeado.


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Citas y Notas

  1. Téngase en cuenta que su poesía lírica fue retocada y pulida para cada edición que hizo GGA de ellas (las de 1841, 1850 y 1869-1971). Además, para esa última edición de 1869-1871, revisó todas sus obras, desechando por ese afán de pureza algunas de gran valor que luego fueron incluidas en la edición de sus Obras Completas de 1914, entre ellas: los dramas Egilona y El donativo del diablo; las novelas Sab, Guatimozín y Dos mujeres; su relato Mi última excursión a los Pirineos y su Epistolario amatorio con Ignacio de Cepeda y Zúñiga al que fue inútil negarle cabida en esa edición, pues la voluntad de la escritora de mantenerlo en secreto había sido violada por la esposa de Ignacio, publicándolo en Huelva el año de 1907 . (Ver OC., edición de 1914, T. I, P.V.).
  2. A la muerte de Cepeda (1906), su viuda María de Córdova y Govantes sufraga la edición de este epistolario que su esposo había conservado por casi sesenta años fiel al pedido de GGA de que “nadie más que usted en el mundo tenga noticia de que ha existido.” (Gómez, Diario 19). Sin embargo esta petición le fue negada y su mundo intimo revelado a la publicidad.
  3. “El periódico El Laberinto en su edición del 16 de enero de 1844 da testimonio gráfico de dicho acto, celebrado el 23 de diciembre de 1843. De la misma manera el famoso crítico literario artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días” (Lorenzo, Preludio VI). Consultar la serie de estudios presentada por Manuel Lorenzo Abdala “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).José Augusto Escoto en una serie de artículos publicados en 1911 analiza en profundidad todo lo acontecido durante aquellos días” (Lorenzo, Preludio VI).
  4. Tal es el caso de la prestigiosa crítica española María del Carmen Simón Palmer, quien especula sobre esta relación amorosa de Narváez con La Avellaneda. (Lorenzo, “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).
  5. Consultar la serie de estudios presentada por Manuel Lorenzo Abdala “La Divina Tula: Detractores Avellanedianos (II)”).
  6. Principalmente la recogida en su edición de 1850 que Anderson Imbert considera la mejor versión de su poesía por su lirismo, algo perdido en la edición de 1969 por su afán estilístico de perfección (246).
  7. Constituida por novelas como Sab (1841), Dos mujeres (1842-1843), La baronesa de Joux (1844), Espatolino (1844), Guatimozín (1846), Dolores (1860), El donativo del diablo (1858), La mano de Dios (1853), y un grupo de leyendas al estilo de las de Bécquer entre las que sobresalen La flor del ángel (1857) y El aura Blanca (1859).
  8. Consultar la introducción del prólogo de Emil Volek a su edición de Cartas de amor. Novela Epistolar. pp. 9-47..
  9. Entre estas excepciones del romanticismo español están Espronceda y a Bécquer; y el grupo de mujeres citadas que han redoblado su interés actual desde la perspectiva feminista de la literatura y son reconocidas por su entrega y dedicada labor a la literatura y defensa de la mujer en un mundo que las asfixiaba.
  10. Alfonso Munio vincula a los antecesores de la autora con la historia de las guerras entre dos antiguos reinos de la península ibérica, Navarra y Castilla, antes enemigos y víctimas de enfrentamientos armados hasta lograr la paz, mediante un acuerdo que determina que la infanta Blanca de Navarra y el príncipe Sancho de Castilla se unan en matrimonio. Pero Blanca no ama realmente a Sancho y este, a su vez, delira de amor por Fronilde, la hija de Munio. El conflicto va creciendo en la medida que Sancho lucha por su amor y Blanca por lograr su matrimonio, lo que concluye con la tragedia de la muerte de Sancho de manos de Munio al creer deshonrada su hija.
  11. Un influyente amigo y admirador de GGA de cuya autoría es la biografía que encabeza sus Obras Literarias. Fue rector de la Universidad de Madrid desde 1847 a 1850 . En 1856 fue nombrado Consejero de Estado. Fue ministro de Estado en 1856 con la Unión Liberal de Leopoldo O'Donnell. Fue elegido miembro de número de la real Academia de Ciencias Morales y Políticas en 1857. Fue nombrado senador del Reino en 1858. Embajador en Cerdeña (1854) y Lisboa (1859-1861). Consejero de Estado y ministro de Gracia y Justicia con O'Donnell durante dos meses en 1863, antes de su muerte.
  12. Véase E. Cotarelo y Mori, La Avellaneda y sus obras, Madrid, 1930, p. 78.
  13. A pesar de su formación krausista que le abre las puertas a la mujer y que está patente en su ideario, abogando por el derecho a la instrucción y el trabajo de ella.
  14. Aludo al paralelo que José Martí escribe entre Gertrudis Gómez de Avellaneda y Luisa Pérez de Zambrana, nada favorecedor para Doña Gertrudis aún cuando la califica de “atrevidamente grande”, en una breve reseña del libro Poetisas americanas, y proponiendo a la Zambrana como la más representativa para la poetisa nacional por sus modos delicados y más afines con el canon patriarcal de fines del siglo XIX. (Ver José Martí, Obras Completas Vol. 13. 1914: 96-99).
  15. Junto a Enrique Piñeyro la crítica más favorable de su obra ha sido ejercida por Menéndez y Pelayo, Aramburo, Cotarelo , Enrique José Varona, Dulce María Loynaz, Salvador Bueno y algunos más, aunque no han sido la mayoría sus seguidores.
  16. El Álbum Cubano lo Bueno y de lo Bello fue una revista quincenal de La Habana, Cuba cuyo primer ejemplar salió a la luz pública el 15 de febrero de 1860. Dejó de publicarse en agosto de 1860.
  17. Consultar al respecto su artículo “La Cubanidad de la Avellaneda” en la revista Carteles del 31 de agosto de 1947.
  18. Ver nota 6.



Obras citadas

Anderson-Imbert, Enrique. Historia de la Literatura Hispanoamericana. México: Fondo de cultura Económica, 1954. Impreso.

Aramburo Machado, Mariano. “Discurso pronunciado en el homenaje popular efectuado en el Malecón de La Habana, el 22 de marzo de 1914, con motivo del Centenario de La Avellaneda”. Obras de La Avellaneda T. I. Imprenta de Aurelio La Habana Miranda, 1914: VII-XIII. Impreso.

García, Ana Dolores. “Gertrudis Gómez de Avellaneda”. Camagüeyanos por el mundo. 31. Agosto. 2003. Ver Web. 14 Agosto. 2013.


Gómez de Avellaneda, Gertrudis. Cartas desde la Pasión. Comp. Mónica Olivera Guerra. La Habana: Editorial Letras Cubanas, 2007. Impreso.
---. Diario de amor. Comp. Bernardo Callejas. La Habana: Editorial letras Cubanas, 1981. Impreso.
---. La Avellaneda. Autobiografía y cartas de la ilustre poetisa, hasta ahora inéditas, con un prólogo y una necrología por D. Lorenzo Cruz de Fuentes. Huelva: Imprenta de Miguel Mora, 1907. Impreso.
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Zorrilla, D. José. Obras Completas t II. Valladolid: Librería Sanitaren, 1943. Impreso.

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Dr. Antonio J. Aiello is a faculty at the College of Charleston, SC. He also has taught as visiting assistant professor at Oregon State University, graduate associate teaching in the University of Arizona and New Mexico State University, adjunct faculty at Pima Community College in Tucson, Arizona,assistant professor at University of Kabul, Afghanistan and assistant professor at University of Camaguey, Cuba. He has taught Spanish language as second language in basic, intermediate and upper levels; Spanish and Spanish American Literature, and Hispanic Linguistics since 1977 to students from various countries from America, Europe, Africa and Asia.
His formation began in the Higher Pedagogical Institute “José Marti” in Camaguey, Cuba as a Bachelor in Spanish and Literature. He got his Master in Latin American Studies in the University of Camaguey. Later he took different courses about Semiotic and Theory of Information with the University of Valencia, Spain, and University of Oriente, Cuba. Finally he got his Ph. D. in Spanish at the University of Arizona, with a major in 20th - 21st centuries Spanish American Literature, and two minors in 20th – 21st centuries Spanish Literature, and Hispanic Linguistics.
His researches have been related with the Postmodern Literature, the Spanish and Spanish American Literature, the literature in the cinema, the Hispanic Linguistics and the process of languages acquisition,. Their results have been presented at various international events and at various universities and associations in the United States. He is also author of the book Presencia de la episteme posmoderna en el discurso narrativo hispanoamericano de los umbrales del siglo XXI: Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura Fuentes, and some textbooks for the Spanish as second language teaching. Besides, he has published several articles with the results from his investigations. Furthermore, he has collaborated with publishing house like Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, John Wiley and Sons, Inc.; Hispania a Journal of AATSP; La gota de agua, Philadelphia, PA. and the journal Mexican Studies/Estudios Mexicanos of The University of California Institute for Mexico and the United States, and the Universidad Nacional Autonoma de Mexico’
His current research focuses on postmodern Spanish American Literature about narrators as Zoé Valdés, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa and Leonardo Padura. He expects to fulfill soon some books called Lezama recipe book, The Postmodern Narrative from Zoé Valdés and The postmodern narrative in Cuba. A reality: Leonardo Padura.

Monday, March 30, 2015

Lezama Lima - Severo Sarduy: Un binomio desde el neobarroco hacia el Nirvana (por Antonio J. Aiello)

 


Un acercamiento a la vida y obra de José Lezama Lima (La Habana, 1910-1976) y Severo Sarduy (Camagüey, 1937-París 1993) nos remite de algún modo, salvando la época y las estéticas de por medio, a los poetas malditos de fines del siglo XIX(1). Fueron escritores que reflexionaron sobre su quehacer literario, se segregaron de la sociedad, huyeron de los honores y de los puestos oficiales; adquirieron aspectos de marginados sociales y conocieron la miseria, las enfermedades y el abandono. Ya fuera por intención propia, un estilo de vida o rechazo social, todos tardaron algunos años en ser plenamente comprendidos y asimilados para llegar a ser figuras conocidas y respetadas; y sus obras, un patrimonio de la literatura universal. 

Por esa vía avanzaron también, de alguna manera, Lezama y Sarduy, dos figuras muy controvertidas de la literatura cubana, sumidas en la incomprensión y el rechazo de quienes pudieron facilitar su difusión y conocimiento durante muchos años, tanto dentro como fuera de la Isla. Sin embargo, ambos fueron abriéndose paso por su propio peso y el esfuerzo personal en condiciones nada favorables, sin olvidar a alguno que otro talentoso escritor, como el argentino Julio Cortázar (1914-1984), quien apreció desde muy temprano su valía, lo que les sirvió de estímulo y de ventana al mundo.

Ambos desarrollaron una relación más allá de la amistad por el deslumbre que la obra lezamiana causó en Sarduy y la confianza que éste representó para el autor de Paradiso, como medio de divulgar su obra fuera de Cuba. Pero más allá de estos nexos, ambos constituyen un binomio perfecto de creación y reflexión sobre su estilo discursivo que de alguna manera se ha llamado el neobarroco.

De la relación entre ellos nos habla el propio Lezama en una carta a Sarduy, recogida en la edición crítica de Paradiso y también en Cartas a Eloísa y alguna correspondencia:
Si en la primavera me vuelve a hacer la invitación la Unesco, quizás haría mis valijas. [Tachado: Ahí podríamos hablar del geugeuma [sic] [gneuma?], de la diacronía, de las aporías.] tendremos oportunidad de hablar del P. Le Tellier, confesor de Luis XIV y devoto del Dr. Kung Tse (el Confucio de los jesuitas) o de los americanos que formaban parte de los ballets del conde de Villamediana, apresados por la Inquisición. Por nuestro encuentro [alusión a Severo Sarduy] les quemaremos un cabrito a los dioses. Un buen amigo suyo es,
José Lezama Lima (Paradiso 720-21) 

¿Cuántos deseos se intuyen en estas líneas sobre ese reencuentro de estos dos grandes de la literatura? Un acontecimiento que hubiera significado horas de conversación y constatación de sus talentos y excentricidades. ¿De cuántas cosas hablarían? De “Geugeuma o gneuma”(2), de las diacronías(3), de las aporías(4), todo un léxico de la cultura clásica y filológica. Una muestra, además de la preocupación de estos escritores por el uso de una terminología rebuscada, centrando la atención en los conceptos, una preocupación propia de la tendencia barroca conceptista; o, también, una forma de sintetizar al máximo diferentes temas que bajo estos tópicos podían haber tratado y les eran comunes. 

Asimismo Lezama propone hablar de personajes históricos como del P. Le Tellier, confesor de Luis XIV, a quien le atribuye ser devoto del Dr. Kung Tse (el Confucio de los jesuitas) o de los americanos que formaban parte de los ballets del conde de Villamediana, apresados por la Inquisición. Una mezcla de personajes históricos reales, pero con atributos muy simbólicos elegidos por Lezama y que parecen haber sido del conocimiento de Sarduy. A nuestro alcance solo está el buscar lo que de común tenían Le Tellier, Kung Tse y el conde de Villamediana, para deducir cuáles serían los temas de esa ansiada conversación. 

Toda la obra de Lezama y Sarduy es el desarrollo de un discurso más allá de las fronteras ontológicas donde se mezclan personajes históricos que nunca se vieron o personajes reales con otros de ficción o simplemente una ilación de personajes cuyos atributos es lo más importante para llegar al significado del discurso. Lamentablemente, este modo de discurrir literario no ha sido comprendido por muchos, quienes han querido ver incongruencias cognoscitivas en ambos, como en otros de la narrativa hispanoamericana desde la época del boom hasta la más reciente, sin avisorar lo que de intención lúdica hay en él para construir la imagen lezamiana. Así, Horst Rogman(5) no vacila en señalar:
Me refiero a las incorrecciones, algunas incorrecciones, de Lezama, que creo que no son tan irrelevantes como a veces se afirma. (…) Un ejemplo modélico de la manera de naufragar la sapiencia lezamesca vemos en La expresión americana, donde un Schelemaicher (Schleiermacher?) se reúne con un Gershin, un Litz, un Tchaikovsky y un Honneger. (…) sobre todo el latín macarrónico de Lezama deleita o irrita al lector por doquier. (78-9)
Desacertadamente, este crítico pierde de vista lo que es la ficción literaria y olvida que toda la literatura está plagada de ella desde la que nos llegó del viejo mundo, ni tampoco avizora que es una de las marcas que se intensifica en el quehacer literario posmoderno que ya en los años 60 venía gestándose. Por el contrario, Sarduy ve en este modo de ficcionar un método de narrar novedoso y de vanguardia, haciendo compatible lo inimaginable:
alógenos, a fuerza de multiplicar hasta “la pérdida del hilo” el artificio sin límites de la subordinación, la frase neobarroca –la de Lezama, por ejemplo– muestra en su incorrección –falsas citas, malogrados “injertos” de otros idiomas, etc. – en su no “caer sobre sus pies” y su pérdida de la concordancia, nuestra pérdida del ailleurs único, armónico, conforme a nuestra imagen, teológico en suma. (…) Barroco de la Revolución. (103-104)
Al final, Lezama propone que por ese encuentro les quemarían un cabrito a los dioses, como voto por su realización. Lamentablemente, esa visita no se fraguó y todo lo soñado quedó en lo imposible.

De la solidez y confianza de esta amistad, hablan las empresas que Lezama, siempre tan desconfiado, había puesto en el joven escritor, quien venía a ser como su representante literario en París. Veamos el siguiente fragmento:
Te remito [alusión a Severo Sarduy] el posible contrato con la Casa du Seuil, para que lo entregues a la persona o personas indicadas. Responden a la solicitud de esa Casa según último cable que me enviaron. Si están de acuerdo, basta que hagan el contrato y me lo envíen. Como no conozco los usos y procedimientos de esa casa en relación con el número de ejemplares a editar, ni el tanto por ciento sobre la venta de cada ejemplar que me correspondería por derecho de Autor, le envío las condiciones que a mí me han parecido en relación con esos puntos. Al mandarme el contrato firmado, la Casa du Seuil deberá fijar sus condiciones, las cuales serán estudiadas por mí. Es decir, estas bases que yo señalo en el contrato pueden servir de punto de partida, pudiendo establecerse las modificaciones consiguientes puestas de acuerdo ambas partes.

Desearía una respuesta lo más rápidamente posible, para saber a qué atenerme en relación con esos extremos. Por lo demás, la Casa du Seuil tiene todo mi afecto y gratitud por su decisión adoptada de publicar mi novela Paradiso. (Cartas 335)
Dos figuras de talento que de algún modo naufragaron en las mismas aguas, lo que quizás posibilitó el que establecieran una coherente y devota simpatía intelectual, que les sirvió de paliativo, defensa y protección de sus obras. Basta recordar las palabras de Lezama a Sarduy en sus Cartas a Eloísa y otra correspondencia para tener una idea:
Yo he recibido tus cartas [alusión a Severo Sarduy] y los recortes de periódicos, todas las cartas las he contestado al día, pues es muy agradable para mí, y no es pirueta de cortesía, tener frecuentes conversaciones epistolares contigo. Siento que se haya perdido la última carta que te envié, donde te daba las gracias por tus innumerables cuidados y cariños con mi obra. (343)
Asimismo, entre cuidados y cariños hacia la obra de Lezama, Sarduy fue descubriendo el quid de ese quehacer literario y desarrollando toda una teoría centrada en el estilo neobarroco, que él también asumió aunque de un modo diferente. Fue justamente Barthes, su maestro del estructuralismo, quien escribió sobre su escritura: “El texto de Sarduy merece todos los adjetivos que forman el léxico del valor literario: es un texto brillante, ágil, divertido, inventivo, sorprendente y, sin embargo, claro y afectuoso”. (1) 

No obstante, Sarduy es también un representante y teorizador del neobarroco. Sus estudios al respecto, recogidos en dos valiosos ensayos Escrito sobre un cuerpo (1969) y Barroco (1974) dilucidan los puntos de vista del escritor sobre este estilo de la narrativa hispanoamericana presente en gran parte de sus autores del siglo XX, y que ha tenido otras apreciaciones a partir del ensayo de Carpentier Tientos y Diferencias (1964), y el ensayo de Lezama La expresión americana (1969). Sin embargo, ha sido Sarduy el que pudo recoger esa tradición de los teóricos cubanos del neobarroco y desarrollar su propia teoría en el marco de los cambios culturales de los años 60, o sea, cuando la crisis de lo moderno comienza a desalojar el discurso intimidatorio de la razón y la estética posmoderna comienza a fraguarse haciendo uso de un nuevo estilo barroco: el neobarroco. De este modo,
el barroco actual, el neobarroco, refleja estructuralmente la inarmonía, la ruptura de la homogeneidad, del logos en tanto absoluto, la carencia que constituye nuestro fundamento epistémico. Neobarroco del desequilibrio, reflejo estructural de un deseo que no puede alcanzar su objeto, deseo para el cual el logos no ha organizado más que una pantalla que esconde la carencia (...) Neobarroco: reflejo necesariamente pulverizado de un saber que sabe ya que no está apaciblemente cerrado sobre sí mismo. Arte del destronamiento y la discusión.” (Barroco 183)
Una descripción del neobarroco que alude a rasgos de la literatura posmoderna apuntados por muchos críticos(6), la inarmonía, lo heterogéneo, la carencia, la política del deseo, lo abierto, lo discutible, entre otros. Su teoría del Barroco se organiza a partir de tres conceptos: la artificialización (estructurado en tres etapas de desarrollo: la sustitución, la proliferación y la condensación de significantes), la parodia y la carnavalización, al centro de la productividad textual latinoamericana:
Espacio de dialogismo, de la polifonía, de la carnavalización, de la parodia y la intertextualidad, lo barroco se presentaría, pues, como una red de conexiones, de sucesivas filigranas, cuya expresión gráfica no sería lineal, bidimensional, plana, sino en volumen, espacial y dinámica. (Barroco 175)
De ese neobarroco, consideró a Lezama uno de los modelos centrales cuando refirió en una entrevista que le realizara Emir Rodríguez Monegal:
Sí, yo creo que Lezama, con una de esas intuiciones geniales que lo caracterizan, ha practicado precisamente este sentido de la parodia y hasta lo ha formulado teóricamente. En Analecta del Reloj, a propósito de Góngora, Lezama habla de los múltiples idiomas que forman la voz única del texto, y de las "traducciones" en el interior de un mismo lenguaje. Yo, forzando un poco el texto de Lezama, quisiera postular que esos idiomas son los textos que dialogan en la parodia bakhtiniana. Lezama, aunque mucho después que Bakhtine, pero sin haberlo leído, puesto que las primeras traducciones a lenguas occidentales del formalista ruso han tenido lugar recientemente, formuló los mismos conceptos de base. Paradiso es, en el sentido fuerte de la palabra, un carnaval. (339)
Sin lugar a dudas, ambos hicieron del neobarroco su razón de ser como escritores, asumiendo ese estilo; y como críticos, analizando la tradición teórica y la manifestación de ese estilo en la obra de los escritores del momento. Centrados en el neobarroco pudieron medrar en el mundo de su tiempo, y tras los avatares de sus vidas llegar desde el neobarroco – una vez que fueron plenamente comprendidos, asimilados, conocidos y respetados– al nirvana, ese estado que para el hinduismo y el budismo implican la liberación definitiva del sufrimiento, de la existencia, y el alcance de lo absoluto. Precisamente en esa dimensión, los críticos y enamorados de la literatura los ven por todo el orbe hoy por hoy.

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Citas y Notas

  1. Los poetas franceses Baudelaire (1821-1867), Verlaine (1844-1896), Rimbaud (1884- 1891) y Mallarmé (1842- 1898).
  2. Gneuma es un término griego que alude al espíritu o aliento de vida.
  3. Diacronía es un término griego para referirse al desarrollo o evolución de los acontecimientos a través del tiempo.
  4. El término aporía, también del griego se refiere a los razonamientos en los cuales surgen contradicciones o paradojas irresolubles, dificultades lógicas de índole especulativas.
  5. Profesor de la Universidad de Bonn, Alemania, durante el Coloquio Internacional sobre la obra de José Lezama lima (1982), celebrado en la Universidad de Poitiers en Francia, presentó un artículo titulado “Anotaciones sobre la erudición en Lezama Lima” donde se hace eco de esa corriente europea que tras el boom de la narrativa hispanoamericana quiso tildar a sus autores como de falta de erudición en correspondencia con su mundo subdesarrollado.
  6. Consúltese el modelo de lo posmoderno descrito por Ihab Hassan en su obra The Dismemberment of Orpheus: Toward a Postmodern Literature. New York: Oxford University Press, 1982: 267-68.

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Referencias

Barthes, Roland. “Severo Sarduy: La cara barroca”. La Quinzaine Litteraire 28 (1967): 1.

Hassan, Ihab. The Dismemberment of Orpheus: Toward a Postmodern Literature. New York: Oxford University Press, 1982: 267-68.

Lezama Lima, José. Cartas a Eloísa y otra correspondencia. Madrid: Editorial Verbum, 1998.
--- Paradiso [Edición crítica] Madrid: Edición Cátedra, 1988.

Rodríguez Monegal, Emir. "Conversación con Severo Sarduy". Revista de Occidente 93 (1970): 315-343.

Rogman, Horst. “Anotaciones sobre la erudición en Lezama Lima.” Coloquio Internacional sobre la obra de Lezama Lima. Poesía. Madrid: Editorial Espiral/Fundamentos, 1984. 83-85. 

Sarduy, Severo. Barroco. Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1974.
--- Escrito sobre un cuerpo. Buenos Aires: editorial Sudamericana, 1969.



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Dr. Antonio J. Aiello is a faculty at the College of Charleston, SC. He also has taught as visiting assistant professor at Oregon State University, graduate associate teaching in the University of Arizona and New Mexico State University, adjunct faculty at Pima Community College in Tucson, Arizona,assistant professor at University of Kabul, Afghanistan and assistant professor at University of Camaguey, Cuba. He has taught Spanish language as second language in basic, intermediate and upper levels; Spanish and Spanish American Literature, and Hispanic Linguistics since 1977 to students from various countries from America, Europe, Africa and Asia.
His formation began in the Higher Pedagogical Institute “José Marti” in Camaguey, Cuba as a Bachelor in Spanish and Literature. He got his Master in Latin American Studies in the University of Camaguey. Later he took different courses about Semiotic and Theory of Information with the University of Valencia, Spain, and University of Oriente, Cuba. Finally he got his Ph. D. in Spanish at the University of Arizona, with a major in 20th - 21st centuries Spanish American Literature, and two minors in 20th – 21st centuries Spanish Literature, and Hispanic Linguistics.
His researches have been related with the Postmodern Literature, the Spanish and Spanish American Literature, the literature in the cinema, the Hispanic Linguistics and the process of languages acquisition,. Their results have been presented at various international events and at various universities and associations in the United States. He is also author of the book Presencia de la episteme posmoderna en el discurso narrativo hispanoamericano de los umbrales del siglo XXI: Carlos Fuentes Macías, Mario Vargas Llosa y Leonardo Padura Fuentes, and some textbooks for the Spanish as second language teaching. Besides, he has published several articles with the results from his investigations. Furthermore, he has collaborated with publishing house like Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, John Wiley and Sons, Inc.; Hispania a Journal of AATSP; La gota de agua, Philadelphia, PA. and the journal Mexican Studies/Estudios Mexicanos of The University of California Institute for Mexico and the United States, and the Universidad Nacional Autonoma de Mexico’
His current research focuses on postmodern Spanish American Literature about narrators as Zoé Valdés, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa and Leonardo Padura. He expects to fulfill soon some books called Lezama recipe book, The Postmodern Narrative from Zoé Valdés and The postmodern narrative in Cuba. A reality: Leonardo Padura.
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