Thursday, May 6, 2021

Joel Cano: “... creo firmemente que la dramaturgia debe ser la construcción de una sorpresa permanente” (por Wilfredo A. Ramos)



Con motivo del próximo estreno en Miami el venidero 7 del presente mes de Mayo, de “Fallen Angels”, obra del dramaturgo cubano radicado en Francia desde hace casi tres décadas, Joel Cano (1968, Santa Clara, Cuba), en una producción de Arca Images, bajo la dirección de Larry Villanueva, con las actuaciones de Adrián Más e Ysmercy Salomón, que subirá a escena en el Adriana Barrasa Black Box, en el área del Doral de esta ciudad, nos comunicamos a través de una llamada telefónica, con este importante autor teatral cuya obra aún sigue ignorada en los escenarios miamenses por parte de los propios colegas cubanos.


Aunque como afirmamos anteriormente la obra de Cano no ha subido a las tablas de esta ciudad, por el contrario su presencia física no ha sido extraña en la misma debido a su participación en eventos teóricos, como los organizados dentro del Festival Internacional de Teatro “Casandra”, producido por El Ingenio Teatro que dirige Liliam Vega, así como por visitas en donde en un pasado se previó el montaje de esta misma obra, que ahora se estrena, pero que por distintas circunstancias no pudo llevarse a vías de hecho en esos momentos.

El rastro de Joel Cano nos remonta al tiempo en que aún era estudiante de la especialidad de dramaturgia en el Instituto Superior de Arte de la Habana, (ISA), donde como fruto de un trabajo de grado escribe la que será su primera obra y su primer éxito, nos referimos a “Fábula de un país de cera” (1987). Dicha obra, escrita en verso, fue presentada a instancia de sus profesores a un evento en el cual gana premio, siendo recomendada su publicación en la Revista Tablas, medio que recoge el quehacer teatral cubano a través tanto de la aparición de textos dramáticos, como de trabajos de opinión e investigación. Este hecho se constituyó ‘per se” en todo un acontecimiento, teniendo en cuenta que el autor de la obra era tan solo un estudiante que daba sus primeros pasos en la escritura teatral.

La obra dedicada a los niños, utiliza un lenguaje y contenidos que va más allá del mundo infantil, mostrado de manera tal que lo obvio puede ser portador de otro mensaje, por lo que el propio autor no la considera una obra infantil propiamente debido a que la misma atrapa a todo tipo de público, algo que ha sido una constante en cuanta representación de ella se ha realizado. Este, primer rasgo que salta de la lectura del texto, será la nota distintiva en el resto de las obras escritas por este autor y dedicadas en apariencia solo a los más pequeños de la familia.

Acerca de este comportamiento, en conversación con otro destacado teatrista cubano, Rubén Darío Salazar, dedicado también al teatro para niños, Joel Cano expresa: “... escribo siempre para un individuo en el que la niñez y la edad adulta son una continuidad y no un rompimiento” (Joel Cano o el excitante desafío de la escritura teatral, La Jiribilla, Febrero 2016).

Dos años más tarde de ese primer texto, sin terminar aún sus estudios, sale a luz su segunda obra, “Fábula del nunca acabar” (1989), esta vez en prosa, estilo de escritura que escoge debido a los temas a tratar que giran en torno a los males de la burocracia y de la contaminación ambiental, los cuales requerían según el autor, de un vocabulario y un estilo de habla más directo y agudo. La aparición de este nuevo trabajo generó algunos comentarios como que esto era “no teatro”, algo insólito para el autor pues según él es su obra que más ha subido a los escenarios.

Otro texto, “Fábula del insomnio” (1990), es considerado por su autor como un trabajo cargado de ambiciones literarias y estructurales, a la vez que portador de un lenguaje popular y poético, dedicado nuevamente a los niños, en donde por medio de las décimas y los dicharachos populares cubanos, hace que el texto se escape hacia rumbos insospechados cautivando nuevamente a todo tipo de espectador. Su estreno, que estuvo a cargo del aún muy joven director Raul Martín en el Teatro Nacional de Guiñol de la Habana, constituyó un nuevo éxito para este autor y lo posicionó por derecho propio entre los destacados jóvenes dramaturgos cubanos del momento.

“Fábula verde”, otra de sus obras, viene a ser una segunda parte de la anterior, retomando Cano algunos de los personajes de aquella otra para tratar problemas morales y otra vez preocupándose por el medio ambiente. De nuevo utiliza el verso como lenguaje, acompañándolo con canciones. Este texto espera aún por ser terminado para quizás algún día subir a las tablas.

Con la intención de enviarlo a un concurso internacional, lo cual no llegó a hacer, escribe “Los aretes que le faltan a la luna” - título que nos hace recordar inmediatamente al bolero de igual nombre – una obra para marionetas, que trata sobre los miedos y los sueños, a la que Cano define como ‘fábula surrealista’ y que algunos consideraron irrepresentable pues la veían más como un guión cinematográfico que como una obra para niños, aunque no dejaban de tener en cuenta el valor literario de la misma.

Es interesante acotar como algunas obras de este autor han sido en el momento de su aparición señaladas como irrepresentables sobre las tablas, por parecer escritos más para la gran pantalla que para el teatro, lo que muestra el gran sentido de ruptura en la concepción de la escritura de Cano al proponerse la realización de un texto dramático. Llegados a este punto tendríamos que tener claro que en sus obras la imaginación y la fantasía no están en oposición a la realidad, no son excluyentes, por lo que para el autor no hay ninguna imposibilidad en poder plasmar sobre el escenario los mundos oníricos o cualquier irrealidad que estos emanen. Es ahí donde encontraremos esa magia, ese hechizo que atrae a todos los espectadores al enfrentarse a sus obras.


Si con sus trabajos dirigidos a la grey infantil Joel Cano asombró a públicos y especialistas, ganándose inmediatamente un lugar destacado en la dramaturgia cubana, la irrupción de un texto como “Timeball”, terminó por colocarlo en la mira de todo el gremio teatral cubano

En esta obra el autor se vale de las cartas y las posibles combinaciones de las mismas para tratar de construir-reconstruir el futuro de Cuba a través de diversas situaciones posibles. Si sus anteriores textos dedicados a los niños pudieran haber sido tachados de complejos, de irrepresentables, con este va a poner en juego la paciencia y la astucia de los posibles directores que se arriesguen a llevarlo a escena, así como del lector al leerlos, pues la construcción del discurso de la acción dramática se hace sumamente complejo, mostrando dicha acción a través de múltiples lecturas y posibilidades casi infinitas.

Esta obra, con su aparición polarizó nuevamente las opiniones del ambiente intelectual teatral cubano de los años 80 e hizo saltar las alarmas de los anquilosados patrones del ‘realismo socialista’ que había tratado de imponerse en la cultura del momento. Investigadores y teatristas llenaron páginas de publicaciones y espacios de discusión, a favor o en contra, de tal tipo de discurso teatral.

No es hasta pasado mucho tiempo y ya residiendo en el país europeo que Cano retoma la escritura teatral, como expresamos al principio de este artículo, al transformar “Fallen Angels”, un texto concebido como cuento, en texto dramático.

Según el autor, desde el momento en que lo escribe, surge la posibilidad-necesidad de convertirse en una pieza teatral. Cuenta Cano que al leerle dicho texto a la ya fallecida actriz Miriam Acevedo radicada en Roma, ésta se interesó inmediatamente por llevarlo a escena. Tiempo después otros actores mostraron el mismo interés por hacerla, pero como ya dijimos anteriormente ninguno de esos intentos vieron finalmente la luz.


Como dato curioso, debemos agregar, que fue tanto el interés del autor por los personajes y la trama de dicho texto, que se vió motivado a convertirlo también en novela con el título de “La isla de los quizás”, haciendo de esta forma que el mundo de los dos personajes del cuento, Ignacio y Jane la Petite, ampliaran sus historias y mostraran la complejidad de las mismas, a la vez que se profundizara en la exhibición de la decadente situación social, económica y moral reinante en Cuba, un elemento constante en toda la obra de este autor, lo que desde un principio fue detectado por algunos dentro del ambiente teatral cubano y por lo cual se trató de censurar o problematizar sus textos.

El contenido de esta obra va a buscar un balance entre el humor, la ironía y la frustración existencial de ambos personajes, siempre enmarcado en las condiciones de deterioro social que determinan la paupérrima realidad cubana, haciendo que cada personaje refleje sus ideas, proyectos y manera de ver el medio que los rodea de forma muy personal a través principalmente de monólogos que se enfrentan durante toda la obra, dejando los breves diálogos existentes como un sutil medio de enlace entre ambos, reforzando la imagen de puesta cinematográfica que se respira en dicho texto.

Llegados a este punto estamos obligados a plantear que Joel Cano pertenece a una generación de autores dramáticos cubanos de la década de los 80, entre los que hay que mencionar a Carmen Duarte, Ricardo Muñoz, Lira Campoamor y Salvador Lemis, que chocaron con su entorno teatral, no solo por lo que decían en sus obras, sino por el lenguaje utilizado y las maneras de plasmarlo en escena, lo que llevó a dichos artistas a que se sintieran obligados a tomar la decisión de abandonar el país en búsqueda de la posible libertad no solo material sino también artística. Por desgracia, algunos ante la difíciles posibilidades que encuentra el teatro para su representación han abandonado la escritura teatral, perdiéndose de esa manera la dramaturgia de esos autores para la escena.

El hecho que una obra de Joel Cano suba por primera vez a la escena de Miami representa un espaldarazo a esa generación de teatristas cubanos que debido a sus decisión de emigrar, desaparecieron del mapa teatral de su país y al mismo tiempo es una manera de enriquecer la escena de esta ciudad con obras de autores que han marcado la dramaturgia cubana y latinoamericana.




Wilfredo A. Ramos
Mayo 5, 2021

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