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Monday, May 20, 2024

Noche de ballet en el Jackie Gleason Theater. (por Wilfredo A. Ramos)



“Bailar es poesía con brazos y piernas”
Charles Baudelaire (poeta, ensayista y crítico de arte francés).





Como ya va siendo habitual, el Cuban Classical Ballet of Miami (CCBM), bajo la dirección de Eriberto Jiménez, ofreció una más de sus presentaciones con el propósito de entregar al público amante de esta manifestación artística, obras que de otra manera nunca subirían a los escenarios de esta ciudad, impidiendo su conocimiento y disfrute. Dicha función tuvo como escenario al The Filmore Miami Beach at the Jackie Gleason Theater, el imponente teatro de estilo Art Deco de la playa.

Raymonda
Natalie Álvarez, Ariel Morilla.
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Para esta oportunidad el programa seleccionado estuvo formado, en su primera parte, por el pas de deux del acto III del ballet ‘Raymonda’ (1898), con coreografía de Marius Petipa, música de Aleksandr Glazunov y libreto Petipa e Ivan Vsevlozhky; el pas de deux del ballet 'Le Papillon' (1860), coreografiado por Marie Taglioni, con música Jacques Offenbach y libreto de Jules-Heenri Vernoy de Saint Georges, y como tercer número el pas de troi del acto I del ballet 'El lago de los cisnes', coreografía de Marius Petipa y Lev Ivanov –aunque la original correspondió a Julius Reisinger- mientras que la música pertenece a Piotr Ilich Chaikovski.


El segundo acto de la noche brindó la oportunidad de apreciar lo que se conoce como ‘Bodas de Aurora’, que no es más que el acto III del ballet ‘La Bella Durmiente’ (1888), el cual tiene coreografía de Marius Petipa, música de Chaikovski y el libreto a cargo de Ivan Vsevolozky.

Esta presentación del CCBM contó además con la expectativa de ver bailar por vez primera en este país a algunos de los jóvenes bailarines que desertaron del Ballet Nacional de Cuba después de su presentación en la ciudad de San juan, en Puerto Rico en el pasado mes de marzo, hecho este que ha sido cada vez más frecuente, desde la histórica deserción de diez miembros de dicha compañía acaecida en París, en el año 1966. Lo anterior sin duda alguna atrajo una gran cantidad de público. que colmó el teatro.


Con respecto a la primera parte del programa, hay que destacar sin duda alguna la interpretación que del pas de deux de 'Raymonda' realizaran Natalie Alvarez -norteamericana de ancestros cubanos, y Ariel Morilla, uno de los bailarines recién llegados. Ambos poseedores de una muy buena figura, ante todo ofrecieron una hermosa pareja, que junto a un acertado trabajo se ganaron uno de los más merecidos aplausos de la noche. Esta coreografía requiere por parte de la bailarina de un riguroso trabajo de ajuste entre los tiempos musicales y la ejecución de sus movimientos, lo que la convierte en un reto interpretativo.

A lo anterior no se puede dejar de añadir que dicho ballet, por las fuertes raíces folclóricas que posee, pudiera ser considerado como una ‘danza de carácter de salón’, aspecto que tiene que ser muy bien concebido por ambos intérpretes, lo cual es necesario trabajar aún más por parte de ambos bailarines. A propósito de la entrega técnica, Alvarez es una bailarina que amén de poseer buenas dotes naturales, es poseedora de una impresionante preparación gracias a las excelentes maestras que intervinieron en su formación: las cubanas Lourdes Albarello y Aida Villoch.

En cuanto Morilla, se desenvolvió como un buen partner, dejando una grata impresión en cuanto a su técnica y desenvolvimiento en escena, elementos ambos que forman parte de la buena base que posee para continuar con su preparación en aras de su futura carrera artística.

Le Papillon
Cynthia Hamm, Kelvin Rabines
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Cynthia Hamm y Kelvin Rabines fueron los encargados de asumir la interpretación del pas de deux del ballet ‘Le Papillon’, trabajo que aunque no es de extraordinarias exigencias técnicas, si lo es en cuanto a las interpretativas, por ser una obra concebida dentro del llamado periodo ‘romántico’ del ballet, en donde el manejo del estilo es de suma importante y cada gesto o movimiento se encuentra en función de reflejarlo. Ambos bailarines asumieron su trabajo con elegancia y fragilidad, aunque no estaría de más un estudio más detallado de aquellos elementos casi sutiles que caracterizan este muy exigente estilo.

Pas de trois Act. III Lago de los cisnes,
 Eleni Gialas, Yalenis Rivero, 
Yandy Alvarez.
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La tercera propuesta de esta primera parte del programa corrió a cargo del conocido pas de troi del ballet ‘El lago de los cisnes’, llevado a escena por Eleni Gialas, Yelenia Riveron y Yandy Alvarez, los dos últimos integrantes del grupo de bailarines cubanos recién llegados. Este trabajo dejó de manifiesto falta de preparación -o de ensayos, que es lo mismo-, así como un pobre desempeño técnico sobre todo en el caso de los dos bailarines debutantes en este país. En realidad fue una decepcionante propuesta con la que no debió de haberse expuesto a sus intépretes sobre un escenario.

El supuesto plato fuerte de la noche sería la presentación de las muy promocionadas ‘Bodas de Aurora’, espectáculo que goza de mucha popularidad entre el público -sobre todo infantil- el cual se acostumbra a presentarlo de manera individual fuera de la producción completa del ballet al que pertenece.

Como ya es habitual para este tipo de trabajo, Jiménez, director del CCBN, siempre requiere de la participación de alumnas aventajadas de algunas academias de ballet para conformar el cuerpo de baile, las cuales en esta oportunidad mostraron notable falta de cohesión y de ensayos.

Este espectáculo incluye algunos pas de deux basados en cuentos infantiles -El Gato con Botas, Caperucita Roja y El Pájaro Azul- erróneamente atribuidos todos a la autoría de Charles Perrault (1628-1703), quien es el creador solamente de los dos primeros, siendo la escritora francesa Madame d’Aulnoy (1651–1705), la autora del último de ellos.


Los intérpretes del primero -El Gato con Botas- fueron Natalie Uribe y Oscar Nathanael Medina, quienes cumplieron con las sencillas exigencias que el mismo requiere, aunque denotaron un no terminado trabajo de manos, parte indispensable en sus respectivas caracterizaciones.

Caperucita Roja
Kyra Werbin, Kelvin Rabines.
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Por su parte Kyra Werbin y Kelvin Rabines -quienes por cierto fueron omitidos sus nombres en el ‘Quien es Quien’ del programa de mano- asumieron los conocidos personajes de la caperucita y el lobo con desenvoltura, destacándose los portentosos saltos del bailarín, lo que brindó algo de lucimiento a un trabajo al que poco se le puede extraer.

El siempre esperado pas de deux de El Pájaro Azul, que tuvo por intérpretes a Eleni Gialas y Yandy Alvarez, resultó una gran decepción. Pobre trabajo con el estilo de caracterización por parte el bailarín, junto a una desacertada muestra técnica por parte del mismo, así como dificultades para adaptarse a los tiempos musicales de ambos, dejó un amargo sabor.


La sorpresa de la noche fue la aparición del bailarín Carlos Caballero Hopuy, integrante del afamado Les Ballets Trockadero de Monte Carlo, interpretando el personaje de la maligna Hada Carabosse, al cual le insufló no sólo la energía que caracteriza a dicho personaje, sino que hizo de él una magnífica demostración de lo que puede lograr un bailarín bien entrenado en el baile en ‘puntas’. Su destreza y excelencia técnica quedó en evidencia para el disfrute de un público que los reverenció con sus aplausos.

En su segunda salida a escena, en esta oportunidad en el rol del Hada de las Lilas, Natalie Alvarez dejó a la vista que es una bailarina que se encuentra preparada para asumir retos mucho mayores. Su trabajo fue de una limpieza total, con el acostumbrado control sobre giros y balances, que muestra en cada una de sus actuaciones, incorporando su personaje con el estilo requerido. Nos gustaría poder tener noticias en un futuro próximo de su presencia en otros escenarios, el tiempo para los bailarines es demasiado breve y debe saber aprovecharse al máximo.

Bodas de Aurora
María Luisa Márquez, Ihosvany Rodríguez.
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Bodas de Aurora
María Luisa Márquez, 
Ihosvany Rodríguez, Natalie Álvarez,
 Carlos Hopuy.
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El momento esperado por todos los asistentes llegó con la aparición en escena de María Luisa Márquez -ex bailarina principal del BNC, en su debut en este país, después de desertar en Puerto Rico- asumiendo el papel protagónico de la princesa Aurora, artista que desde su salida a escena demostró el por qué de su meteórica carrera, la cual desde sus años como estudiante la llevara a obtener múltiples medallas de oro en diversos concursos y haber tenido el privilegio de ingresar a la agrupación danzaria cubana con el rango de ‘solista’, algo sin antecedentes en la historia de la misma. Su interpretación de este personaje, el cual fuera también su debut en el mismo, lo asumió con su acostumbrado virtuosismo técnico y una excelente muestra de nivel artístico, logrando junto a su pareja, Ihosvany Rodríguez, bailarín conocido de esta ciudad, un muy buen desempeño el cual recibió el fervoroso aplauso del conocedor público que asistió a esta velada.

Como último aspecto a comentar, he dejado uno, el cual merece toda nuestra atención por lo preocupante del mismo y que tiene que ver con el trabajo técnico que requiere la realización de todo espectáculo.

No es un secreto para nadie que se desenvuelva dentro del mundo de las artes escénicas en este país, lo que cuesta poder acceder a rentar un espacio donde presentar un espectáculo ya sea danzario o dramático y Miami no es la excepción. También es del conocimiento de todos que debido al cierre temporal del Miami Dade County Auditorium, esta ciudad se verá desprovista por un tiempo -ojalá no se alargue demasiado- de uno de sus escenarios más requeridos, lo que hace que un lugar con una mejor posibilidad en cuanto a condiciones técnicas, desaparezca de momento, quedando casi como única opción el Fillmore Miami Beach at Jackie Gleason, ya que pensar en el Adrienne Arsht Center es delirar.

El que el Cuban Classical Ballet of Miami tenga que subir a las tablas del teatro de la playa, también tiene otra razón, ésta debido a compromisos entre la institución artística y dicha ciudad, lo que por partida doble obliga a la agrupación danzaria a tener que presentarse en dicho escenario. El problema con esto último es que esta instalación no posee los requerimientos técnicos necesarios y por lo visto humanos, para asimilar tal tipo de espectáculos, el cual no viene respaldado por una cantidad de dinero apropiada que le permita poder resolver las carencias que el teatro presenta.

Para citar solo dos de las dificultades con las que tiene que enfrentarse el CCBM al momento de organizar su trabajo en este espacio, están la ausencia de un ‘ciclorama blanco’ -telón de ese color que se coloca cubriendo el fondo del escenario- indispensable para determinadas presentaciones de ballet; siendo la segunda, la enorme falta de equipos de luces, lo que provoca que los intérpretes bailen entre manchas de luces y de oscuridad, no pudiéndose realizar un adecuado diseño de iluminación.

En otro orden de cosas encontramos el inconcebible trabajo del personal técnico, que en la función de la cual estamos hablando, dejaron las luces de sala y las de trabajo en el escenario –para colmo dirigidas de frente al público- encendidas una vez abierto el telón de boca y comenzada la representación, pero si esto no fuera suficiente las luces de la sala se encendían y apagaban constantemente a lo largo de toda la representación y para colmo, durante una ejecución del cuerpo de baile se encendió igualmente un proyector -equipo potente de luz concentrada que es utilizado para iluminar a un artista en la escena- el cual en vez de ser apagado inmediatamente, fue desviado, dejando iluminado la embocadura del escenario por algunos minutos.

A estos inaceptables problemas técnicos, la función se vió afectada además por un mal manejo de la tramoya, ya que una vez comenzada la Bodas de Aurora, en la segunda parte de la noche, mientras se desarrollaba la acción bajaban unos telones de la escenografía, que habían olvidado colocar en su posición pertinente.

En este teatro, desde que fue vendido a una productora de espectáculos, se está acostumbrado a trabajar con las producciones que ya vienen armadas, que traen sus propios equipos técnicos -luces, sonidos, escenografía- por lo que han descuidado el acondicionamiento propio e indispensable de dicha instalación -y de cualquier otra de sus características- en detrimento de otros eventos que opten por subir a dicho escenario teniendo diferentes requerimientos y maneras de producirse, pero sobre todo, un tipo de respaldo económico más modesto.

Otro problema que se hizo demasiado obvio y que esta vez tiene que ver directamente con la dirección del espectáculo es el referente a las bandas sonoras utilizadas, las cuales no están calibradas para tener el mismo volumen entre sí, amén de terminar todas de manera brusca, mostrando de forma muy notoria el corte sonoro de las mismas. No sabemos si este último aspecto incidió en que casi la mayoría de las interpretaciones de los bailarines terminaran fuera de música, situación que se pudo apreciar en reiteradas oportunidades.

Como conocedores de los pormenores que conlleva dar vida a un espectáculo, consideramos que se debe velar con mucha más precisión todos los detalles a la hora de plantearse la realización del mismo e igualmente ser extremadamente exigentes con respecto al trabajo del personal técnico. Sin duda sabemos de las penurias materiales por las que pasan todos los artistas en la realización de sus proyectos, pero debemos recordar que se trabaja para un público que paga y va a disfrutar de un espectáculo profesional, al que debemos entregarle un trabajo con la mayor calidad posible. De las dificultades cotidianas ya se sabe, pero esas no le interesan al espectador.

Lamentablemente tanto esfuerzo no podemos decir que tuviera un feliz resultado del todo, pero no obstante siempre queda reconocer un esfuerzo que trata de hacer avanzar hacia delante la frecuentemente maltratada cultura.

Por nuestra parte quedamos en espera de la XXIX edición del Festival Internacional de Ballet de Miami, que como ya es habitual nos colocará por algunas semanas en el centro de interes de la danza a nivel mundial.


Bodas de Aurora
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Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, mayo 14, 2024
 
Fotos/Simón Soong.

Saturday, May 18, 2024

Las bodas de Aurora: una gran y lograda producción del Ballet Clásico Cubano de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 11 de mayo de 2024 acudí al Teatro Jackie Gleason, de la ciudad de Miami Beach, para ver Las bodas de Aurora, que es como se acostumbra a presentar el tercer y último acto de La bella durmiente del bosque cuando se ofrece solo; ballet que, basado en un cuento de Charles Perrault, con música del genial Piotr Ilich Chaikovski y coreografiado por Marius Petipa, tuvo su premiere el 15 de enero de 1890, en el Teatro Mariinski de la ciudad rusa de San Petersburgo.

Y digo “para ver Las bodas de Aurora”, porque ese fue el plato fuerte de la función, aunque, como tambien sucede en los restaurantes, hubo tres entrées (entrantes, aperitivos o antipastos) diferentes: el pas de trois del primer acto del ballet El lago de los cisnes, el pas de deux de Le Papillon (La mariposa) y el pas de deux de Raimonda.

En el pas de trois del primer acto del ballet El lago de los cisnes, música de Piotr Ilich Chaikovski y coreografía de Eriberto Jiménez sobre la original de Marius Petipa, Eleni Gialas y Yelenia Riverón fueron las seguras ejecutantes de este efervescente paso a tres, muy bien acompañadas por Yandy Álvarez, quien, tanto como su partenaire como en sus solos, las secundó también con la misma elegancia y virtuosismo que ellas mostraron en sus demandantes variaciones.

Yelenia Riverón, Yandy Álvarez y Eleni Gialas, en el pas de trois del primer acto de El lago de los cisnes. Foto: Simón Soong.
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A continuación, Cynthia Hamm y Kelvin Rabines trajeron a escena el pas de deux de Le Papillon, música de Jacques Offenbach y coreografía de Eriberto Jiménez sobre la original de Marie Taglioni, para revivir el triunfo del amor entre el príncipe Djalma y la joven Farfalla por sobre la maldad de la despechada Hada Hamza; con una entrega plena de lirismo, amén de virtuosa técnica.

Cynthia Hamm y Kelvin Rabines, en el pas de deux de Le Papillon. Fotos: Simón Soong.
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Y para concluir con los agradables entrantes del banquete que vendría a continuación, Natalie Álvarez y Ariel Morilla fueron los encargados de ofrecer el pas de deux del ballet Raymonda, música de Alexander Glazunov y coreografía de Marius Petipa, en una clase magistral de técnica, estilo e interpretación, sobre todo de Natalie, a quien le celebro además sus fouettés con pirouettes intercalados clavada en el lugar –cada día mejor–, eficaz y elegantemente partneada por Ariel, quien también brilló en sus variaciones.

Natalie Álvarez y Ariel Morilla, en el pas de deux del ballet Raymonda. Fotos: Simón Soong.
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Tras un adecuado intermedio, continúo mi elogiosa reseña diciendo que, mucho más que limitarse solo a presentar Las bodas de Aurora, el Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido con admirable esfuerzo y profesionalismo por el Maestro Eriberto Jiménez –de quien también es la coreografía sobre la de Petipa– subió la parada para ofrecer lo que a mi juicio fue una verdadera y ambiciosa suite de La bella durmiente del bosque, con una suerte de prólogo resumido del primer y del segundo acto, en el que la malvada hada Carabosse, disfrazada de mendiga, le obsequia a Aurora, durante la celebración de sus quince años, un ramo de flores con una aguja adentro para que se pinche (en vez de la del huso de una rueca de hilar como en el cuento original), pero el Hada de las Lilas, protectora de la princesa, logra conjurar la mortal maldición proferida por la despechada Carabosse durante el bautizo de Aurora, y la convierte en un largo sueño de cien años, junto a toda su corte, hasta que un apuesto príncipe, llamado Desiré, logra atravesar el tupido bosque que oculta al palacio y la despierta con un beso de amor.

Escena del ”prólogo”, con el rey y la reina al lado de Aurora ya dormida. Foto: Simón Soong.
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Escena del ”prólogo”, con Aurora dormida y el telón del bosque tupido que ya oculta al palacio detrás. Foto: Simón Soong.
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Y ya en el tercer acto, objeto central de esta gran y lograda producción del BCCM (CCBM en inglés), tiene lugar la gran boda de la princesa Aurora y del príncipe Desirée, a la que acude, por supuesto, el Hada de las Lilas, junto a las demás hadas y varios personajes de los cuentos infantiles, como la Caperucita Roja y el Lobo Feroz; el Pájaro Azul y la princesa Florina, y El Gato con Botas y la Gata Blanca.

Una vez desgranados ya los detalles sobre el argumento y sus personajes más notorios, corresponde ahora ir a comentar el desempeño de los bailarines a cargo de los mismos. María Luisa Márquez e Ihosvany Rodríguez se vistieron con los trajes de Aurora y Desiré –a propósito, el vestuario, tanto el de ellos como el de las hadas buenas y la malvada Carabosse, así como el de los reyes, las damas de la corte, el chambelán y demás participantes de esta magnífica producción, contribuyó a realzar aún más la puesta por lo vistoso y elegante, atribuido en el programa de mano a Rosa Aloma, Yuyo y Olga Yero; pero por supuesto que no bastaría la hermosa ropa ni la adecuada escenografía –con ese trono de película de Disney– si María Luisa e Ihosvany no hubieran bailado tan bien como lo hicieron; María Luisa, tanto desde el “prólogo” que ya tanto destaqué, como en el pas de deux final, cumbre de este ballet, en el que Ihosvany la acompañó con igual bravura y tres agarradas impecables, “a lo Nureyev & Fonteyn”, los intérpretes paradigmáticos de este pas de deux; sin descuidar sus variaciones y su precisa e impactante coda.

María Luisa Márquez e Ihosvany Rodríguez, como Aurora y Desiré en sus bodas. Fotos: Simón Soong.
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Natalie Álvarez, como el Hada de las Lilas –la principal, porque “ella es la suma todos los dones”–, si en Raimonda estuvo para premio de concurso internacional de ballet, aquí sí ya se llevó el Grand Prix, pues Natalie es, por sobre cualquier otro merecido atributo, una bailarina cautivadora, sumamente artista, como “las de antes”, con un equilibrio entre técnica, estilo e interpretación admirable, mientras que, a su vez, Deja Darbonne, Cynthia Hamm, Adriana Méndez-Tosín y Valeria del Valle como las demás hadas, tuvieron todas un desempeño correcto como su mágico séquito.

Natalie Álvarez (al centro) como el Hada de las Lilas, con Deja Darbonne, Cynthia Hamm, Adriana Méndez-Tosín y Valeria del Valle como las otras hadas. Foto: Simón Soong.
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Carlos Caballero Hopuy, como la pérfida Carabosse, también merece su respectiva corona de laurel, pues le imprimió a su siniestro personaje toda la fuerza que el mismo demanda, tanto técnica con interpretativamente.

Carlos Caballero Hopuy, como la pérfida hada Carabosse. Foto: Simón Soong.
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El desfile de personajes de conocidos cuentos infantiles resultó muy grato, con Oscar Nathanael Medina como el Gato con Botas & Natalia Uribe como la Gata Blanca; Kyra Werbin como la Caperucita Roja & Kelvin Rabines como el Lobo Feroz; y Yandy Álvarez como el Pájaro Azul & Eleni Gialas como la princesa Florina, todos ellos muy bien en sus caracterizaciones y la técica, sobre todo Kelvin como el Lobo Feroz y Yandy & Eleni en su “azulada” interpretación.

Oscar Nathanael Medina como el Gato con Botas & Natalia Uribe como la Gata Blanca. Foto: Simón Soong.
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Kyra Werbin como la Caperucita Roja & Kelvin Rabines como el Lobo Feroz. Foto: Simón Soong.
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Yandy Álvarez como el Pájaro Azul. Foto: Simón Soong.
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Eleni Gialas como la princesa Florina. Foto: Simon Soong.
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Como para mí no hay personaje sin importancia en una obra, no puedo dejar de mencionar y celebrar a Jesús Sanfiel como el Chambelán que anuncia y recibe a los invitados a la boda, así como a Phillipe Obregón y a Yelenia Riverón como los versallescos reyes de Francia; a Denise Biscaro, Ana Bugarim, Emily Chea, Thais de Moraes, Annette Sánchez, Greg Marte y Angel Refuse como su corte; y a Fernanda Alvarado, Deja Darbonne, Ismelly Echavarría, Cynthia Hamm, Ekaterina Lubek, Adriana Méndez-Tosín, Maylú Pena, Sabrina Pena, Yelenia Riverón, Natalia Rocamonde, Valeria del Valle, Kyra Werbin y Alexandra Werble en el precioso “Vals de la bella durmiente”.

Fernanda Alvarado, Deja Darbonne, Ismelly Echavarría, Cynthia Hamm, Ekaterina Lubek, Adriana Méndez-Tosín, Maylú Pena, Sabrina Pena, Yelenia Riverón, Natalia Rocamonde, Valeria del Valle, Kyra Werbin y Alexandra Werble en el precioso “Vals de la bella durmiente”. Foto: Simón Soong.
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Final con todo el elenco. Foto: Cortesía de Michael Góngora.
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En fin, una gran función que agradecer a su director y a todos los participantes, sobre todo por demostrar que en Miami sí se hace ballet de calidad y que vivimos en una ciudad donde se respira arte y cultura en libertad.




Hialeah, 17 de mayo de 2024

Thursday, May 16, 2024

Bernarda Alba en los escenarios miamenses. (por Wilfredo A. Ramos)


Federico García Lorca, sin duda alguna, es no solo uno de los escritores españoles más conocidos, sino el más popular internacionalmente. Nacido en el municipio de Fuente Vaqueros, provincia de Granada, perteneciente a la comunidad autónoma de Andalucía, un 5 de junio de 1898 y fallecido violentamente, tras ser fusilado el 18 de agosto de 1936 producto de la difícil situación política que vivía la España de aquellos tiempos. Su muerte fue sentida y denunciada por intelectuales desde todos los rincones del mundo, incluso desde orillas ideológicas bien diferentes.

Por ello no es de extrañar que en nuestra ciudad de Miami sus obras hayan subido una y otra vez a los escenarios, como ahora lo ha hecho ‘La casa de Bernarda Alba’. Este texto con anterioridad ya ha sido mostrado también sobre nuestras tablas, en puestas en escena de los directores Mario Martin, Eduardo Corbé, Juan Roca, respectivamente.


La puesta en cuestión se realizó en el Miami Dade County Auditorium, los días 28, 29 y 30 del mes de marzo de 2024, bajo la dirección de Miguel Sahid, en una producción de la Sociedad Actoral Hispanoamericana (SAH), contando la misma con un elenco formado por Alba Raquel Barros (Bernarda), Rosa Vasconcelos (Poncia), Noris Joffre (María Josefa), Vivian Morales (criada), Gabriela González (Angustias), Yani Martin (Magdalena), Elizabeth Lazo/ Vanessa López (Amelia), Roxana Montenegro (Martirio), Ariadna González-Medina (Adela) y Betsy Rodríguez (mendiga), así como también estudiantes del conservatorio SAH incorporando algunos otros personajes incidentales. Además se incluyó en la puesta a una pareja de acróbatas aéreos, integrada por Annete García y Lito Becerra.

La obra contó con música en vivo interpretada por los españoles José Luis de la Paz (director/guitarra), Elich García (percusión) y Salvador de Angela (cantaor), completando el elenco de esta producción el bailaor Pedro Medrano.

Aquí podríamos acotar, que la identificación de la obra de este autor con la cultura flamenca es una idea totalmente errónea. El propio Lorca se quejó en reiteradas oportunidades tras la publicación de su libro de poemas ‘Romancero Gitano’, que trataran de encasillarlo como un autor del mundo de la gitanería, diciendo: “Los gitanos son un tema y nada más” , por lo que acudir a la utilización de ritmos y bailes flamencos en una representación de su obra, es ignorar los sentimientos del escritor.

Indiscutiblemente la noticia de que una obra de Federico García Lorca vaya a ser llevada a las tablas va a resultar siempre una invitación para asistir al teatro, ya que la obra dramática de dicho autor tiende sin duda alguna a cautivar a todo tipo de público.


Al enfrentarnos a esta puesta en escena lo primero que llama la atención es el hecho que la misma haya abarcado todo el espacio del gran escenario del Miami Dade County Auditorium, para su representación, escenario este que por sus vastas dimensiones está concebido más bien para espectáculos de gran formato, como son los musicales, los de danza y conciertos. Un espacio escénico con tales dimensiones no es el más adecuado para una representación dramática y que en el caso particular de esta pieza, la misma requiere de un ambiente de encierro, de cárcel, que provoque claustrofobia que se desprende de ella. A consecuencia de ese gran espacio escénico, el desplazamiento de las actrices por el escenario resultaban por instantes veloces e injustificados.

Este problema espacial, se podría haber resuelto fácilmente reduciendo el espacio de representación por medio de la misma escenografía, redundando ello en una mejor proyección de la intencionalidad de la obra.

El concepto escenográfico de esta puesta estuvo concebido dentro de cánones mayormente conservadores, utilizando cuatro grandes paneles a modo de paredes, con ventanas y puertas incluidas, simulando el interior de la vivienda, los cuales no obstante, no cubrían todo ese espacio escénico, dejando grandes vacíos entre ellos, rompiendo como la atmósfera de sofoco que enuncia el texto dramático.

Aunque en el texto Bernarda hace alusión a sillas para ofrecer a doscientas mujeres, que según el autor las acompañaron en el velorio de su esposo, resulta gratuito que se haga un movimiento escenográfico donde se bajan sillas colgadas desde la parte superior del escenario, para unos escasos minutos a la vista, retirándolas de inmediato, efecto éste que además de ser un recurso demasiado utilizado, tampoco aporta como elemento al lenguaje simbólico, convirtiéndose en una ilustración forzada del texto, algo que en el teatro siempre debe ser evitado.

La incorporación dentro del espectáculo de una pareja de acróbatas aéreos con telas, a los que erróneamente se les ha acostumbrado llamar ‘bailarines’, no aportaba artísticamente nada a la puesta, alejando a la misma aún más del ambiente de sobriedad necesario. Vender el desenlace dramático de la obra desde la misma presentación -la muerte por ahorcamiento del personaje de Adela- mediante la aparición de la acróbata colgada en la tela, resultó una decisión descolocada que adelanta y descubre el proyectado clímax dramático de la obra, restando con ella la fuerza teatral al final de la obra.

Igualmente, hacer que la pareja de acróbatas interactuaran, durante el preciso momento en que el personaje de María Josefa -la madre demente de Bernarda- se encuentra en escena realizando su magnífico monólogo, es un desacierto total de dirección, ya que crea una interferencia visual, impidiendo que se le preste la atención requerida a tan hermoso instante, provocando una distracción ofensivamente inaceptable.

La realización en vivo de la música utilizada en esta puesta, a cargo de músicos situados a un extremo del escenario, fue un acierto loable. Del mismo modo la utilización de un bailaor a manera de representar a Pepe el Romano -personaje inferido en el texto lorquiano y otros de sus aciertos- podría considerarse como una lograda imagen, aunque para nada necesaria ya que atenta contra la intención dramatúrgica del autor de no mostrar a dicho personaje masculino en escena, convirtiéndolo de esa forma en todo un símbolo.

Llegado el momento de centrarnos en el resultado logrado con cada uno de los personajes lamentablemente presenciamos un trabajo donde el resultado no llega a ser convincente. En general cada actriz proyectó rasgos esquemáticos en la construcción de los mismos, lo que les restó naturalidad a sus proposiciones actorales. Quedando claro el desbalance en cuanto a lograr concepción homogénea del trabajo de dirección.

Acusadas dificultades con la dicción, proyección y control de la voz, insistencia por marcar más de lo debido intenciones provocadoras de risas entre el público, gesticulaciones no apropiadas con el contexto social y época, desplazamientos en el espacio no justificados, fueron algunos inconveniente que se pudieron apreciar a través del trabajo del elenco de manera general.

Ciertas actitudes caricaturescas fueron demasiado marcadas en algunos de los personajes, como en el caso de María Josefa, a quien se muestra como una anciana demente vestida con harapos, ofreciendo la imagen de una menesterosa, algo muy distante de la realidad del contexto original, ya que por ningun motivo la autoritaria y pulcra Bernarda hubiera permitdo. Otro personaje donde podemos encontrar algunas de esas exageradas características es en el de Magdalena, donde la actriz mediante su forma de desenvolverse y hablar, trae el recuerdo de otros personajes incorporados por ella y se los incorpora a este nuevo personaje, provocando risas por lo inapropiada de las mismas.

La Bernarda, centro de esta tragedia, no convence desde su supuesta posición de voz dominante y controladora de la trama Su configuración es realizada sobre la base de aquellos elementos maniqueos con los que de ninguna manera debe ser vestido dicho personaje, tales como una gesticulación brusca en todo momento, gritos innecesarios, imagen de debilidad dada por cierta cojera añadida al personaje -el uso del bastón no significa impedimento físico sino poder- una manera de hablar donde escasamente hay modulaciones del tono de la voz que impliquen autoridad desde la sobriedad, en fin, no estaríamos equivocados si dijéramos que en este trabajo se encuentra todo aquello que no se aviene con la imagen creada por Lorca para su Bernarda Alba.

En cuanto al personaje de Adela, el mismo es interpretado con una demasiada superficial imagen de inocencia y con serios problemas en su proyección vocal; mientras que en el de Martirio la actriz no mantiene en todo momento los rasgos de su algo exagerada deformidad física, como ocurre en el instante en que muestra toda la frustración y el rencor interno que la corroe, olvidando por instantes sus problemas de naturaleza física.

Si se nos preguntara cuáles de las actrices lograron la entrega más orgánica sobre la escena, sin duda alguna responderemos que dicho lugar le corresponde a Rosa Vasconcelos, en su incorporación de Poncia y Vivian Morales, como la criada, aunque ambas actrices son responsables de forzar ciertas intenciones y situaciones durante sus diálogos dirigidos a provocar risas en el público y en el caso de Morales además darle un toque de caricatura innecesario a su personaje.

Un aspecto inaudito en esta producción, resultó observar al público reaccionando con extremas carcajadas durante casi todo el desarrollo de la misma. Se supone que estamos en presencia de una de las tres tragedias salidas de la pluma de Federico García Lorca, por lo que no existen motivos para esas constantes expresiones de hilaridad. Es cierto que en la obra hay muy puntuales momentos donde de boca del personaje de Poncia y de la criada suelen salir algunas frases o historias que disminuyen el fuerte carácter dramático de la obra, pero no por ello hay lugar para risas estridentes. El ejemplo que más impacto nos produjo de lo anterior, fue cuando ya hacia el final de la obra, una vez que el personaje de Adela ha cometido suicidio y Bernarda declara que su hija a muerto virgen, el público estalla en una carcajada general. Pero al analizar más tarde dicha desacertada reacción por parte de los espectadores, entendimos que la misma es producto de la fallida representación del encuentro entre Pepe el Romano y Adela frente a la reja de su habitación, donde desatinadamente se muestra al hombre entrando a la misma y teniendo relaciones sexuales con la joven, hecho el cual no sucede en ese preciso momento. Como bien puede ser apreciado en el texto de la obra, es hacia los momentos finales, donde ambos personajes llegan a consumar sus relaciones sexuales, haciéndolo en el potrero, nunca dentro de la vivienda, siendo una acción referida, no vista en escena.


De modo general, aunque cada obra teatral al subir a las tablas está condicionada por el tipo de puesta que desea realizar quien la dirige, hay aspectos que no pueden ser pasados por alto. La esencia del texto dramático no puede ser traicionado de manera inoportuna, porque de ser así se estaría violentando el espíritu del mismo, situación que ocurre con esta puesta, donde ante la evidente falta de un estudio a conciencia de la obra en cuestión, se incurre en torpezas que atentan contra la dramaturgia, la simbología y los valores que plasma en ella su autor.

Hacer teatro lleva aparejado amor, tesón, sacrificio y una gran dosis de terquedad; pero de la misma forma exige largas horas de estudio, preparación, búsqueda de información, de tiempo dedicado a ver mucho teatro, para con ello comparar estilos, géneros, maneras de dirección, de actuación. El teatro requiere observación, pero sobre todo necesita seriedad, rigor y profesionalidad.

Esperemos en el futuro ver sobre los escenarios de Miami nuevamente a un Lorca orgulloso de su Bernarda.



Lic. Wilfredo A. Ramos.
Miami, abril 16, 2024.

Fotos/Alfredo Armas.

Saturday, May 11, 2024

"Júrame", un encuentro en las antípodas del amor. (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 20 de abril tuvo el gusto de asistir al Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami –al frente del cual se encuentra el Maestro Eriberto Jiménez– para ver la obra de teatro Júrame, del dramaturgo y director venezolano Eduardo Pardo, con los primeros actores Sonya Smith y Eduardo Ibarrola como los encargados de darle vida a una pareja que se amó, se separó y decidió volverse a encontrar, pero ya desde “las antípodas del amor”, como reza en el título escogido para esta reseña.

Inicialmente el título de la obra fue Sombras en blanco, pero luego de su estreno en Ecuador y a raíz de la puesta en escena con la actriz cubana Susana Pérez, pasó a denominarse Júrame, en referencia a la conocida canción de María Grever que es clave en la relación de los protagonistas.

El amor, ese sentimiento que, como expresé en mi Poema dramático al amor, “es una ‘variable’, un misterio, que no admite ser reglamentado, sino que solo puede ser ‘sentido’ y ‘estudiado’ cuando se padece –y mejor todavía, cuando duele–; y ‘explicado’ mediante dramas, novelas, canciones y poemas, que son como una partitura musical para esa gran orquesta que constituyen y bastan solo dos personas”; lo cual es, precisamente, el primer gran mérito de Júrame: el haber podido exponer, con solo una pareja, los altibajos y los avatares de una relación amorosa, mediante sus diálogos puntuales, punzantes y certeros, que gracias a la entrega y a la excelencia de estos dos primeros actores, dejaron de ser textos memorizados de un libreto para llenar de vida, de amor y desamor el escenario.

Escena de Júrame
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Conozco el excelente y reconocido trabajo actoral de Sonya desde que fui Jurado del Primer Festival de Teatro de Pequeño Formato de Art Spoken, celebrado en Miami del 1ro al 19 de diciembre de 2011, en que dirigida por Yoshvani Medina –también al frente de dicho festival–, Sonya protagonizó La hijas, un texto de Ulises Cala, en que la actriz venezolana encarnó a las hijas de Bernarda Alba y “transitó” de cada una a la otra de un modo impresionante, merecedora por ello del Premio a la Mejor Actriz, en un monólogo, de ese festival; amén de su inolvidable trabajo en varias telenovelas de Telemundo, en las que he estado a su lado en algunas de ellas como extra, por lo que me consta su elegancia y su clase, sin poses ni engreimientos de diva.

Con todos esos antecedentes, no fue ninguna sorpresa para mí que Sonya asumiera de modo totalmente contemporáneo y desenvarado su rol en Júrame, “arropada” por Eduardo Ibarrola, un actor mexicano de reconocida trayectoria, a quien no había tenido oportunidad de ver en escena.

Voy a confesar que su personaje me provocó un fuerte rechazo, al punto de que me dije que cómo una mujer tan bella y sensata como la que se metió en la piel de Sonya –y como es ella en realidad – se pudo enamorar de semejante tipo, pero cuando se lo comenté a mi amigo Ismael Requejo, me dijo que Ibarrola, en la vida real, no tiene nada que ver con el personaje, lo que evidencia su calidad como actor “camaleónico”, que ya es mucho decir.

Escena de Júrame
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Acoto que muchas veces en la vida nos encontramos con parejas así -disparejas–, por lo que la obra es solo uno de los tantos espejos que demuestran que, como ya dije en mi poema al inicio, el amor “es una ‘variable’, un misterio, que no admite ser reglamentado, sino que solo puede ser ‘sentido’ y ‘estudiado’ cuando se padece –y mejor todavía, cuando duele”, y que para tratar de entenderlo, se puede observar a “esa gran orquesta que constituyen y bastan solo dos personas”, en este caso, dos grandes actores.


Hialeah, 11 de mayo de 2024

Fotos: Ismael Requejo
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