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Wednesday, November 8, 2023

"Cavalleria Rusticana" y "Suor Angelica", por la Miami Lyric Opera. (por Baltasar Santiago Martín)


El domingo 5 de noviembre de 2023 asistí al Dennis Moss Cultural Arts Center, de la ciudad de South Miami, para ver una puesta doble de la Miami Lyric Opera, dirigida con encomiable talento y tesón por el Maestro Raffaele Cardone: Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, y Suor Angelica, de Giacomo Puccni, fresca aún en mi memoria la exitosa puesta de Lucia de Lammemour, el pasado mes de julio, con un elenco de lujo en ese mismo escenario, la cual reseñé muy elogiosamente.

Yo acostumbro a dar detalles históricos de las óperas a las que asisto cuando las reseño, pero en este caso voy a prescindir de ello, debido a la premura –casi urgencia– que me compulsa a escribir esta reseña, que mejor dicho, considero un necesario contraste de la que el señor Lawrence Budmen escribió y publicó en la página digital South Florida Classical Review, el 6 de noviembre de 2023, sobre las mencionadas puestas.

Voy a comenzar por Cavalleria Rusticana/ Caballerosidad rústica, con un elogio para los telones pintados de la escenografía, el adecuado vestuario de los protagonistas y el coro, así como para la acertada iluminación, a cargo respectivamente de Stivanello/ Sormani de Nueva York; Carmen Musteliers y Mercy Romeu; y Kristina Villaverde.

Ahora paso a comentar los aspectos menos afortunados de la puesta, como el pobre desempeño del coro, dirigido por Pablo Hernández, en el Himno de Pascua conocido como Regina Coeli, uno de los coros de ópera más bellos que existen, que no tuvo el impacto ni la fuerza que el mismo requiere, al punto de que no recibió grandes aplausos del público al finalizar, y también considero que el director Leo Waltz le pudo haber sacado más brillo a la exigua orquesta, porque en Suor Angelica Beverly Coulter la hizo sonar mejor.

Si bien la soprano Natalie Ávila actuó de modo muy convincente su Santuzza, su cuerda no es la más adecuada para este rol, pensado y escrito por Mascagni para una mezzosoprano o soprano dramática –y además, como ya es costumbre designar para este papel tan dramático–, que en el mencionado coro lo hubiera reforzado con una voz menos lírica, que, sin embargo, fue la adecuada para la Mimi de La Boheme, la Tosca de la ópera homónima y la Micaela de Carmen, roles donde brilló sin la menor objeción, tanto en lo vocal como en lo actoral.

La soprano Natalie Ávila como Santuzza
 en Cavalleria Rusticana.
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Antes de pasar a comentar el desempeño del tenor Alessio Borraggine, quiero dejar bien claro que Natalie estuvo muy decorosa como Santuzza, no así Alessio como Turiddu, cuya voz es cualquier cosa menos “robusta”, el adjetivo que le adjudicó el señor Budmen en su reseña, y para colmo, sus agudos fueron bastante desiguales, mientras que a su actuación le faltó el carácter que sí le imprimió Nelson Martínez a su Alfio, que en su aria Il cavallo scalpita (El caballo patea) ratificó una vez más su categoría como barítono de clase mundial.

El tenor Alessio Borraggine como Turiddu
 en Cavalleria Rusticana.
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Raquel Rubí “cumplió” como la casquivana e infiel Lola, aunque no vi a la Angela Didier de El Conde de Luxemburgo con Grateli, rol en que sí estuvo brillante y deliciosa, mientras que como Lola “palideció” y sé que pudo haberse lucido más.

Con la Mamma Lucia de Lauren Frick sí que no tengo punto de comparación como con Raquel, pero le aconsejo que estudie ese rol en lo que a interpretación se refiere, ya que en lo vocal se limitó también a “cumplir”, por lo menos en la cuerda adecuada a su papel, pero Mamma Lucia no es una mesera bonachona ni condescendiente; sino una madre sufrida que intuye la tragedia que se avecina, porque conoce bien a su hijo Turiddu y sabe o se imagina en lo que anda.

Antes de pasar a reseñar Suor Angelica, para hacerle la merecida justicia a la soprano Marinel Cruz en el rol titular, como mi indignada respuesta a la inexplicable y negativa opinión del señor Lawrence Budmen, publicada en la página digital South Florida Classical Review el 6 de noviembre, como ya había mencionado al inicio de esta reseña doble, quiero reafimar mi admiración y mi agradecimiento al Maestro Raffaele Cardone, por su amor a la ópera y su incansable trabajo para que este género se mantenga vivo en Miami, y hacer constar que mis señalamientos son desde el amor y siempre con el deseo de mejorar sus entregas. Quien ha leído mis anteriores reseñas, comprobará que la de Cavalleria ha sido hasta ahora la primera y la única en que he señalado aspectos negativos, y con mucho respeto y cuidado. La crítica, como tan bien escribió nuestro José Martí, debe “señalar con noble intento el lunar negro, y desvanecer con mano piadosa la sombra que oscurece la obra bella”.

Afortunadamente, en Suor Angelica solo puedo alabar la puesta, de nuevo desde el telón pintado de la escenografía, el vestuario y las luces, todo ello con los mismos créditos de Cavalleria, y sobre todo, la atmósfera tan real de convento lograda, en que todas las artistas participantes parecían monjas de verdad.

La soprano Marinel Cruz, a cargo del rol titular, amén de actuar su personaje con todo el drama, el sufrimiento y la angustia por su obligada renunciación a su familia y a su hijo, como “castigo” a su “pecado”, logró la interpretación más sublime y perfecta de la doble función, con el aria cumbre de esta ópera: Senza mamma (Sin madre), que cantó de manera exquisita, arropada por una orquesta a la que su directora Beverly Coulter sí le pudo sacar en esta ocasión la belleza que esta aria demanda.

La soprano Marinel Cruz
 como Suor Angelica
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Marinel nos deslumbró con sus agudos limpios, sin el menor trémolo lento y con sus pianissimos impecables, sostenidos hasta desvanecerse casi en el infinito, y la escena de su firma a la renuncia a la herencia familiar, a favor de la hermana que se casa, tras enterarse de boca de su tía (rol a cargo de una “tenebrosa” mezzo Katiuska Rodríguez) –que la visita después de siete años sin hacerlo– de la muerte de su hijo debido a la fiebre, tuvo una intensidad totalmente verista, cinematogáfica, como demanda esta propia ópera de Puccini y el tríptico a la que pertenece, junto con Gianni Schicchi e Il tabarro.

La ópera concluye con el suicidio de Suor Angelica por envenenamiento, y la visión de la Virgen que con el niño la recibe en el cielo, algo que ya se aparta del verismo de la obra, pero que bien vale como consuelo por su muerte.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO para el arte público.

Hialeah, 7 de noviembre de 2023

Fotos: Howard Hahn (cortesía de la MLO)


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Cavalleria Rusticana and Suor Angelica, by the Miami Lyric Opera

By Baltasar Santiago Martín


On Sunday, November 5, 2023, I attended the Dennis Moss Cultural Arts Center, in the city of South Miami, to see a double performance of the Miami Lyric Opera, directed with commendable talent and determination by Maestro Raffaele Cardone: Cavalleria Rusticana, by Pietro Mascagni, and Suor Angelica, by Giacomo Puccni, with the successful production of Lucia de Lammemour, on last July –with a luxury cast on that same stage, which I reviewed very glowingly– still fresh in my memory.

I usually give historical details of the operas I attend when I review them, but in this case, I am going to do without it, due to the haste almost urgency – that compels me to write this review, which, better said, I consider a necessary contrast to that which Mr. Lawrence Budmen wrote and published on the South Florida Classical Review website, on November 6, 2023, about the aforementioned settings.

I am going to begin with Cavalleria Rusticana/Rustic Chivalry, with praise for the painted curtains of the scenery, the appropriate costumes of the protagonists and the chorus, as well as the successful lighting, by Stivanello/Sormani of New York; Carmen Musteliers & Mercy Romeu; and Kristina Villaverde, respectively.

Now I will comment on the less fortunate aspects of the performance, such as the poor performance of the choir, directed by Pablo Hernández, in the Easter Hymn known as Regina Coeli, one of the most beautiful opera choirs that exist, which did not have the impact nor the strength that it requires, to the point that it did not receive great applause from the audience at the end, and I also consider that the conductor Leo Waltz could have made the meager orchestra more shiny, because in Suor Angelica, Beverly Coulter made it sound better.

Although the soprano Natalie Ávila performed her Santuzza very convincingly, her vocal register is not the most suitable for this role, conceived and written by Mascagni for a mezzo-soprano or dramatic soprano – and also, as is used to designate for this very dramatic role –, that in the aforementioned choir she would have reinforced it with a less lyrical voice, which, however, was appropriate for Mimi in La Boheme, Tosca in the opera of the same name and Micaela in Carmen, roles where she shone without the slightest objection, both vocally and acting.

The soprano Natalie Ávila as Santuzza
 in Cavalleria Rusticana
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Before commenting on the performance of tenor Alessio Borraggine, I want to make it clear that Natalie was very decorous as Santuzza, but not Alessio as Turiddu, whose voice is anything but “robust”, the adjective that Mr. Budmen gave him in his review, and to make matters worse, his high notes were quite uneven, while his performance lacked the character that Nelson Martínez did give to his Alfio, who in his aria Il cavallo scalpita (The horse kicks) once again ratified his category as a world class baritone.

The tenor Alessio Borraggine as Turiddu 
in Cavalleria Rusticana
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Raquel Rubí “accomplished” as the clumsy and unfaithful Lola, although I did not see Angela Didier from The Count of Luxembourg with Grateli, a role in which she was brilliant and delicious, while as Lola she “pale” and I know that she could have shined more .

With Lauren Frick's Mamma Lucia I do not have a point of comparison as with Raquel, but I advise her to study that role in terms of interpretation, since vocally she also limited herself to "fulfilling", at least in the right vocal register for her role, but Mamma Lucia is not a good-natured or condescending waitress; but a long-suffering mother who senses the tragedy that is coming, because she knows her son Turiddu well and knows or imagines what is up to.

Before going on to review Suor Angelica, to do the deserved justice to the soprano Marinel Cruz in the title role, as my indignant response to the inexplicable and negative opinion of Mr. Lawrence Budmen, published on the South Florida Classical Review website on December 6 November, as I had already mentioned at the beginning of this double review, I want to reaffirm my admiration and my gratitude to Maestro Raffaele Cardone, for his love to opera and his tireless work to keep this genre alive in Miami, and to state that my comments are made from love and always with the desire to improve his deliveries. Those who have read my previous reviews will see that Cavalleria's has so far been the first and only one in which I have pointed out negative aspects, and with great respect and care. Criticism, as our José Martí wrote so well, must “point out with noble intent the black mole, and banish with a pious hand the shadow that darkens the beautiful work.”

Fortunately, in Suor Angelica I can only praise the staging, again from the painted curtain of the scenery, the costumes and the lights, all with the same credits as Cavalleria, and above all, the very real convent atmosphere achieved, in which all the participating artists looked like real nuns.

The soprano Marinel Cruz, in charge of the title role, in addition to acting her character with all the drama, suffering and anguish due to her forced renunciation to her family and her son, as a “punishment” for her “sin”, achieved the performance most sublime and perfect of the double function, with the crowning aria of this opera: Senza mamma (Motherless), which she sang exquisitely, supported by an orchestra whose director Beverly Coulter was able to bring out the beauty on this occasion that this aria demands.

The soprano Marinel Cruz 
as Suor Angelica
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Marinel dazzled us with her clean treble, without the slightest slow tremolo and with her impeccable pianissimos, sustained until fading almost into infinity.

The scene of her renunciation signing to the family inheritance, in favor to the sister who is getting married, after knowing from her aunt (a role played by a “dark” mezzo Katiuska Rodríguez) –who visits her after seven years without doing so – about her son's death due to fever, was totally veristic, with such cinematographic intensity, as demanded by this own opera by Puccini and the triptych to which it belongs, along with Gianni Schicchi and Il Tabarro.

The opera concludes with the suicide of Suor Angelica due to poisoning, and the vision of the Virgin with the child in heaven, who receives her, was something that departs from the verismo (truthfulness) of the work, but well worth as consolation for her death.




Baltasar Santiago Martín
APOGEO Foundation for Art Public

Hialeah, November 7, 2023

Photos: Howard Hahn (courtesy of MLO)


Wednesday, September 6, 2023

Gran Gala Clásica del XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami (por Baltasar Santiago Martín)


El sábado 12 de agosto de 2023 tuvo lugar, en el Miami Dade County Auditorium, la Gran Gala Clásica del XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami, que comenzó con las palabras del Maestro Eriberto Jiménez, director artístico del Festival, quien dio la bienvenida a los presentes y evocó en su discurso el inolvidable legado de Pedro Pablo Peña, fundador del Festival y su mentor y maestro.

A continuación, se procedió a la entrega del premio “Una vida para la danza” –una estilizada estatuilla del artista plástico mexicano David Camorlinga, inspirada en la prima ballerina Maya Plisétskaia– al Maestro Vladimir Issaev, entrega antecedida por la proyección de un ameno documental sobre su extensa y muy reconocida trayectoria artística. Debido a que Vladimir estaba fuera del país por motivos de trabajo, su esposa, Ruby Romero Issaev, agradeció y recibió el premio en su nombre.

David Camorlinga – quien también hizo uso de la palabra– y Eriberto Jiménez antes de la entrega del premio. Fotos: Abelardo Reguera.
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David Camorlinga, Daniel Panameño, Ruby Romero Issaev y Eriberto Jiménez durante la entrega del premio. Fotos: Abelardo Reguera.
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Daniel Panameño, David Camorlinga, Ruby Romero Issaev y Eriberto Jiménez durante la entrega del premio. Foto: Simon Soong.
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Como comienzo de esta Gran Gala Clásica, Mary Carmen Catoya y Daniel Panameño, en representación de Arts Ballet Theatre of Florida, bajo la dirección artística del Maestro Vladimir Issaev –premiado con toda justeza al inicio de la gala–, salieron a escena para interpretar el adagio del segundo acto de Vértigo, un ballet en proceso, con coreografía del propio Maestro Vladimir Issaev y música compuesta en 1958 por Bernard Herrman (New York, 1911-1975), por encargo de Alfred Hitchcock, especialmente para su película homónima, cuyo argumento ha sido llevado a libreto para ballet por quien esto escribe.
(…) Pocas veces el arte de un director de cine ha sido tan bien servido por su músico como en Vértigo, una película que se puede oír transcurrir con los ojos cerrados mientras la música suena sugerente.

(…) Esa música no viene de ninguna parte, viene de todas partes, es la música ubicua, la música total, la música del cine, en que las imágenes son otra forma de música, pero donde la música es la forma final de las imágenes. (Guillermo Cabrera Infante)

Mary Carmen Catoya y Daniel Panameño en el adagio de Vértigo. Foto: Simon Soong.
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Mary Carmen Catoya y Daniel Panameño en el adagio de Vértigo. Foto: Simon Soong.
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Tal y como escribí cuando su estreno en el XXII Festival Internacional de Ballet de Miami, en 2017: “Es muy difícil y riesgoso ser juez y a la vez parte de un hecho artístico, pero no puedo pasar de largo ante este adagio, solo porque la idea de verlo en escena haya sido un sueño mío desde hace ya casi más de diez años. Creo, por tanto, que el primer mérito que tiene el mismo es haber demostrado que “esa música” puede ser bailada, que su drama ha podido encontrar a un talentoso coreógrafo y a una dotada pareja de bailarines de ballet que lo asuman”.

Es muy importante que tanto los bailarines protagonistas como el público estén conscientes de que este adagio no es un dúo de amor convencional, tipo Romeo y Julieta, sino que es un encuentro entre una mujer – Judy Barton– que ha sido cómplice de un asesinato y el hombre –John “Scottie” Ferguson– utilizado por el asesino para atestiguar el ‘suicidio’ de Madeleine, pero con el hecho de que Judy se enamoró de Scottie y este se enamoró/obsesionó con su personaje como Madeleine.

Repito, como cuando su estreno: “En este adagio de Vértigo, Judy debe llegar con todos los cambios de vestuario, color de cabello y peinado que John le ha obligado a hacer, con tal de complacerlo en su obsesión enfermiza por ‘recuperar’ a ‘Madeleine’, y como después de la ‘asombrosa’ transformación, Judy es exactamente igual a ‘Madeleine’, tal parece que ya podrán disfrutar juntos de su amor, pero Judy sabe que ha jugado con fuego y que se puede quemar”.

Mary Carmen hizo gala de su técnica arrolladora y de su probado histrionismo para “ser” esa “Judy” inmortalizada por Hitchcock en su memorable film, mientras que Daniel, si bien la secundó técnicamente como partenaire sin ninguna objeción, debe comprender mejor el complejo personaje que baila, para llegar de verdad a interpretarlo.

La compañía Unblanche, de Japón, con Rainer Krenstetter como director artístico, presentó el pas de trois del ballet La Bayadera, coreografía de Marius Petipa y música de Ludwig Minkus, bailado por Mirai Yamada, Kano Umeno y Mako Yamada, quienes con gran acople y musicalidad sobresalieron sobre todo con sus arabesques y grand jettés.

El Ballet Clásico Cubano de Miami, con Eriberto Jiménez como su director artístico, escogió Ser, coreografíado por Beatriz García, música de Ezlo Bosso y vestuario de Armando Brydson, para su primera participación en esta gala, con la propia Beatriz, Daniela Cepero y el propio Armando como intérpretes, quienes, en sensuales mallas color carne que les hacían lucir desnudos, parecían esculturas en movimiento, “en una interacción plástica tan hermosa, que lograron que el presunto erotismo del trío pasara a un segundo plano, con Daniela Cepero como la tercera en concordia, nunca en discordia”, tal y como escribí sobre su presentación en la Tercera Gala Moderna y Contemporánea de este XXVIII Festival.

Beatriz García, Daniela Cepero 
y Armando Brydson en Ser
Fotos: Simon Soong.
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Mayuko Nijel y Eric Rodríguez, de la Compañía Nacional de Danza de México, dirigida artísticamente por Elisa Carrillo y Cuauhtemoc Nájera, escogieron el adagio del pas de deux del segundo acto de El lago de los cisnes, con música de Chaikosvki y coreografía de Marius Petipa, para su actuación en el festival; adagio en el que Odette ha recuperado la forma humana por un breve tiempo ante Sigfrido –que por ello no baila con un cisne sino con una princesa–, y Mayuko lo tuvo muy en cuenta para no abusar del port de brass como hacen algunas bailarinas erróneamente.

Por lo demás, ambos brindaron una ejecución muy limpia y cuidada de la coreografía, ella con una hermosa línea y un partneo elegante y sobrio por parte de Eric, sin salirse de sus personajes en los saludos finales.

Mayuko Nijel y Eric Rodríguez 
en el adagio del pas de deux 
 del segundo acto de El lago de los cisnes.
 Fotos: Simon Soong.
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A continuación, Marizé Fumero y Randy Crespo, del Ballet de Milwaukee (Estados Unidos), cuyo director artístico es Mikael Pink, nos trasladaron al París de Víctor Hugo, con el pas de deux del ballet Esmeralda, coreografía de Jules Perrot y música de Cesare Pugni, en el que brillaron desde el adagio, elegantes, precisos y muy musicales, bailando el uno para el otro, en el que sobresalieron unos lifts (cargadas) de Marizé por parte de Randy “de concurso”, y ya en sus respectivas variaciones, Randy mostró un ágil trabajo de pies, amén de un raudo óvalo de grand jettés y giros en el aire ya más rápidos que al principio, mientras que Marizé “bordó” la suya, pandereta en mano, con la gracia y la musicalidad que la caracteriza –aunque no debió desplazarse en los fouettés– y cerraron con una coda muy vistosa, con saludos también en personaje como debe ser.

Marizé Fumero y Randy Crespo 
en el pas de deux de Esmeralda
Fotos: Simon Soong.
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Tras un acertado y adecuado intermedio, Linda Messina y Michelle Morelli, del Teatro Massimo di Palermo, Italia, con Jean Sebastian Colau como su director artístico, nos trasladaron al Medio Oriente, con el adagio del Cave pas de deux del ballet El corsario, coreografía de José Carlos Martínez y música de Riccardo Drigo, en el que mostraron un delicado trabajo de pareja, con un partneo muy cuidado por parte de Michelle, que incluyó impresionantes “agarradas” de Linda y una cargada “sin esfuerzo” caminada por todo el escenario.

Linda Messina y Michelle Morelli en el adagio 
del Cave pas de deux del ballet El corsario.
 Foto: Simon Soong.
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Después de esa incursión al Medio Oriente de los chicos de Palermo, Nicole Natalia Duque y Andrés Felipe Vargas, de Incolballe, Colombia, bajo la dirección general de Beatriz Delgado Mottoa y la artística de José Manuel Ghiso, trajeron al escenario el Grand pas de deux del segundo acto del ballet Giselle, coreografía de Ivan Nagy sobre la original de Jean Corelli & Jules Perrot y música de Adolfo Adam, para revivir a Albrecht y Giselle ante su tumba en el bosque medieval.

Nicole Natalia comenzó el adagio girando en planta a 90 grados sin el menor titubeo, con el arabesque a 180 grados ideal que se espera al final de esta parte, mas sin descuidar la delicadeza que este ballet romántico requiere, acompañada por un Andrés Felipe entregado y pendiente, para pasar luego a sus demandantes variaciones, ella con unos raudos entrechats quatre sin pausa alguna –como debe ser– y vistosos grand jettés, mientras que él, con igual lucimiento, entregó unos veloces entrechats six y audaces saltos y volteretas en el aire antes de caer rendido al piso del “bosque”, con retirada de ambos de escena con sendos grand jettés, para luego salir a saludar en personaje.

Nicole Natalia Duque y Andrés Felipe Vargas
 en el Grand pas de deux
del segundo acto del ballet Giselle.
 Fotos: Simon Soong.
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Del bosque medieval de la aldea de Giselle, Martina Prefetto y Federico Mella, del Ballet de la Ópera Estatal de Varna, Bulgaria, con Sergej Bobrov director artístico, nos transportaron a la mítica ciudad de Verona, con el pas de deux del ballet Romeo y Julieta, coreografía de Sabrina Bosco y música de Serguéi Prokófiev.

Tanto Martina como Federico lograron una caracterización de los amantes de Verona plena de lirismo, con todo ese “descubrimiento” del otro, ternura, regodeo y deslumbramiento que asociamos a los dos enamorados por antonomasia, para lo cual su indudable preparación técnica y su condición de artistas plenos, subyugados tanto por la hermosa historia como por la gloriosa música de Prokófiev, les permitieron sacarle todo el jugo posible a la coreografía, hasta con volteretas en el aire de Julieta y delicadas cargadas, posibles gracias al excelente partneo de Federico, conmovedor y creíble hasta el último momento, en que, ida Julieta, se acuesta en el piso, feliz con su amor correspondido y olvidado del mundo.


Martina Prefetto y Federico Mella 
en Romeo y Julieta
Foto: Simon Soong.
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Después de todos esos pas de deux y adagios de ballets con argumentos –Vértigo, La bayadera, Lago, Esmeralda, El corsario, Giselle y Romeo y Julieta– tocó a Hannah Carter y a Lucius Kirst, del Ballet Theatre de Pittsburg, traer a escena un pas de deux de un ballet sin argumento: Diamantes, coreografia de Georges Balanchine – el “abanderado” de las coreografías “sin historia” (ni un cuento de hadas ni nada de la literatura clásica), con música –paradójicamente– de Piotr I. Chaikovski, el compositor de grandes ballets con argumento como La bella durmiente, El lago de los cisnes, El cascanueces y su Romeo y Julieta –antecesor del de Prokófiev,

Hannah Carter y Lucius Kirst en Diamantes. Foto: Simon Soong.
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Hannah y Lucius –vestidos de blanco como príncipes pese a que, como ya dije, ¡no lo son!– se comportaron no obstante como si tuvieran una hermosa historia de amor como pareja, al punto de que, al final, él de rodillas, besa su mano.

Elegantes y entregados el uno al otro, alabo además el cuidadoso trabajo como partenaire de Lucius y la hermosa línea “diamantina” de ambos; en fin, que ellos mismos son, de por sí, una bella historia.

Y como cierre de esta Gran Gala Clásica del XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami, Natalie Álvarez e Ihosvany Rodríguez, del Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido por el Maestro Eriberto Jiménez, salieron a “encender” La llama de París –coreografía del soviético Vasili Vainonen y música de Boris Asafiev–, con su bravura, desde el “chispeante” adagio hasta sus “luminosas” variaciones.


Natalie Álvarez e Ihosvany Rodríguez en La llama de París. Fotos: Simon Soong.
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Ihosvany, con grandes saltos “de tijera” y audaces volteretas en el aire casi horizontales –que son ya como su “marca de fábrica"–, precisas caídas y vertiginosos giros, mientras que Natalie, por su parte –quien ya había realizado una primera diagonal de piqués intercalados con pirouttes en el adagio–, en su variación la complicó con fouettés y la cerró con un hermoso balance, para culminar con los consabidos fouettés, también intercalados con pirouttes, que debió dar sin avanzar hacia adelante, pero sin que ello menoscabara su efervescente entrega, y que ambos, en la coda, no pusieran el broche final de lujo de la gala.

Gracias, maestro Eriberto Jiménez, por tanta entrega y devoción por el ballet y el arte en general, fiel continuador del legado del inolvidable Maestro Pedro Pablo Peña.




Baltasar Santiago Martín.
Fotos: Abelardo Reguera / Simon Soong

Sunday, September 3, 2023

Posible poema al amor ¿imposible? de Ernestina Lecuona (por Baltasar Santiago Martín)


Querida Ernestina,
por ser matancero como tú 
                                        –y habitante 
también de esa otra galaxia
que son los amores escondidos–,
es que me atrevo
–por cuánto te comprendo, te admiro y te “siento”–
a imaginar tu calvario,
como mujer indomable y febril,
siempre a la sombra de tu genial hermano,
de tener vedado el paraíso
que es amar y ser amado,
porque una mujer puede amar
a otra mujer
sin dejar de ser una flor exquisita
que se ofrenda con total devoción
a la culpable de su encanto,
y dudo mucho el que la afortunada damisela,
no tuviera en su más querido álbum,
tu inmenso amor escondido,
y más aun,
que se negara a estar entre tus brazos.



Friday, August 25, 2023

Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea del XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


La Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea de esta prestigiosa fiesta del ballet y la danza en los Estados Unidos –uno de sus más grandes aciertos desde que su fundador, el maestro Pedro Pablo Peña (E.P.D), tuvo la gran visión de invitar al festival a las compañías y bailarines que apuestan por un repertorio más innovador, menos “clásico”– tuvo como escenario el Amaturo Broward Center for the Performing Arts de Fort Lauderdale, el domingo 6 de agosto de 2023, en horas de la tarde.

La función comenzó con On Commence, coreografía y diseño de vestuario de Young Soon Hue –confeccionado por Theama for Dance–, luces de Salvatore Scollo, y música de Ezio Bosso, presentado por la de nuevo sorprendente y deslumbrante Arles Youth Ballet Company/Compañía Ballet Joven de Arlés, Francia –ya los habíamos “descubierto” y “gozado” en el pasado XXVII Festival–, cuyo director artístico es el amable y encantador Norton Fantinel; bailada por los excelentes bailarines Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard.

Antes de detallar la presentación como tal, quiero hacer énfasis en que esta compañía –al igual que todos los participantes en esta gala–, mostraron una preparación técnica tan rigurosa y “académica”, que echó por tierra esa profana y errónea percepción –en gran parte debida a Isadora Duncan, por su aversión al ballet clásico “en puntas” y sus ofensivos comentarios sobre la gran Anna Pávlova– de que los bailarines de danza contemporánea no tienen que mostrar una gran técnica, sino ser mucho más “espontáneos” y “libres”, como lo fue la irreverente Isadora.

Además, me regocija sobremanera que en el país cuna de la primera escuela de danza del mundo: la Académie Royale de Musique, en la Ópera de París, creada por el rey Luis XIV en 1661, “haya surgido y se mantenga una compañía con bailarines tan jóvenes, que con su pasión honran ese gran legado de Francia, pero sin el ‘polvo’ del siglo XVII” –como ya dije sobre ellos mismos en el XXVII Festival.

La juvenil troupe irrumpió en el escenario del Amaturo con una muy fluida secuencia de dúos, tríos, parejas (tres) –al principio, ellos de blanco con línea negra a lo largo de donde irían los botones de una supuesta camisa, y ellas de negro, pero tipo short–; luego solos femeninos con cuerpo de baile masculino detrás; un adagio, más variadas y dinámicas composiciones grupales, otro adagio –con vertiginosos cambios de vestuario además, que fueron, de estar todos con mallas color carne, a regresar de nuevo al blanco y negro, pero con diseños diferentes: ellas, con mallas negras, y ellos, pantalón negro y camisa blanca, conservando la línea negra ya mencionada; en fin, una verdadera fiesta de la imaginación y la creatividad con el más absoluto rigor técnico, que hubiera complacido a la Pávlova pero “encabronado” a Isadora –por las ágiles zapatillas de punta de las “arlesianas” y las medias puntas de los “arlesianos”.

Juan Negreira en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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Maria Vittoria Scamarda y Matteo Ghidoli
en On Commence.Foto: Young Soon Hue.
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Diana Brandao y Juan Negreira 
en On Commence. Foto: Young Soon Hue.
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Los bailarines en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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El Ballet Nacional Dominicano, con Stephanie Bauger como directora artística, acudió a escena a continuación, representado por Cora Collado y Alexander Duval, quienes interpretaron de modo muy sensual, sin descuidar la técnica ni el buen gusto, Locked up Laura, música de Bart Rijnink y coreografía y vestuario de Annabelle López Ochoa.

Cora Collado y Alexander Duval 
en Locked up Laura. Foto: BMG.
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Cora Collado y Alexander Duval 
en Locked up Laura. Foto: BMG
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A esta hermosa coreografía enfocada en la pareja absorta en sí misma –cada quien en el otro–, le siguió Nosotros, por el Ballet Clásico Cubano de Miami, firmada por su propio director artístico, Eriberto Jiménez, con música de Phillip Glass y con Eleni Glalas, Rafael Ruiz, Beatriz García y Armando Brydson, como las dos parejas ya no tan “convencionales” que protagonizan esta transgresora –y muy lograda, además– coreografía de Eriberto.

¿Por qué “transgresora”?, pues porque, como dice la canción del pop español de los sesenta (1969), cantada por Karina: “No, no somos ni Romeo ni Julieta, ni estamos en la Italia medieval”, y estas dos parejas mixtas –sin dejar luego de serlo–, sucumben a la atracción por su mismo sexo, sin que quede claro si a escondidas o con pleno conocimiento y convencimiento de los cuatro –que es mi primera lectura de lo visto.

Me encantó la entrega, la soltura y la frescura con que los cuatro bailarines asumieron los inquietantes roles asignados por el coreógrafo, lo cual es, indudablemente, un mérito del quinteto; entonces, ¡felices los cinco! (le subieron la parada a Maluma).

Una de las dos parejas en Nosotros
Rafael Ruiz y Eleni Glalas. Foto: BSM.
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La “pareja” masculina en Nosotros.
 Foto: BSM.
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La “pareja” femenina en Nosotros
Foto: BSM.
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Las dos parejas en Nosotros
Foto: BSM.
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Tocó después a la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, bajo la dirección general de Beatriz Delgado y la artística de José Manuel Ghiso, salir a defender La hora azul, con coreografía de Mathieu Gilhaumon, música de varios compositores y vestuario de Carolina Vergara y Adriana Pérez, que un desenfadado, dinámico y refrescante octeto se encargó de hacer posible en escena, siempre con ese azul de fondo de la transición de la tarde a la noche, “donde todo puede suceder” y “sucedió”, con total success (esa casi false cognate word que es éxito y no suceder), pues Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera, al igual que sus colegas arlesianos, reinvindicaron que lo contemporáneo no está reñido con la más rigurosa técnica, con el añadido de la renovación y la innovación con pasos nada académicos, pero no por ello menos atractivos, como si viéramos una danza improvisada en una plaza callejera latina –que fue lo que más disfruté de ellos y de la azul coreografía.

El octeto en La hora azul. Foto: BSM.
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A La hora azul de los colombianos le siguió Cigua, una oferta con un fondo que terminó en verde del Ballet Nacional Dominicano, con coreografía de Stephanie Bauger y música de Henrik Schwarz, de nuevo con Cora Collado y Alexander Duval como intérpretes, quienes demostraron su madurez artística al asumir un dueto my diferente al de Locked up Laura, con un énfasis fetichista en una falda verde que le pone Duval a Cora para manipularla a su antojo, no queda claro si con anuencia o resistencia por parte de ella, por la ambigüedad de su interacción, de la sutil rebeldía a la sumisión; en fin, una muy complicada relación de pareja esta que mostró Cigua, que según el programa, “es un tributo al ave nacional dominicana”, lo cual yo no percibí en ningún momento, pues no vi a Cora como tal.

Cora Collado y Alexander Duval 
en Cigua. Foto: BMG.
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Y tras Cigua, regresó la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, para ofrecernos La culpa es del son, coreografía de Arlar González, música de varios compositores y vestuario de Ángel Restrepo, interpretado también por Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera.

Considero muy importante volver a destacar el evidente entrenamiento de todos los bailarines implicados en “culpar al son” por su desenfadado desempeño, tanto en la danza como en la vida real, pues con total dominio técnico y acentuada expresividad lograron evocar ese sabor latino que nos hace tan diferentes a los ojos del elitista eurocentrismo.

Los chicos colombianos 
“echándole la culpa al son”. Foto: BMG
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Y ya demostrada la culpabililidad del son en nuestra manera latina de ser, el Ballet Clásico Cubano de Miami retornó a escena con Ser, coreografíado por Beatriz García, música de Ezlo Bosso y vestuario de Armando Brydson, con la propia Beatriz, Daniela Cepero y el propio Armando como las esculturas danzantes de sus composiciones de grupo, en una interacción plástica tan hermosa que lograron que el presunto erotismo del trío pasara a un segundo plano, con Daniela Cepero como la tercera en concordia, nunca en discordia.


Beatriz García, Daniela Cepero
 y Armando Brydson en Ser. Foto: BMG.
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Y como cierre de esta Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea, los chicos de Arles Youth Ballet Company se volvieron a desbordar por el escenario para abordar Shimmer Simmer, coreografía de Kinsun Chan, vestuario de Theama for Dance y diseño de luces de Kinsun Chan y música de Antonio Vivaldi con arreglos de Max Richter; ballet en el que Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Anna McCoy, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard se volvieron a lucir como virtuosos bailarines, arropados por un moderno pero a la vez suntuoso vestuario, en todas las composiciones de grupo y combinaciones ofrecidas durante el transcurso de la dinámica coreografía.

Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO & ACE Miami
Hialeah, 24 de agosto de 2023


Fotos: Cortesía de la Compañía Ballet Joven de Arlés. BMG.

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