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Tuesday, July 21, 2020

Carlos A. Peón-Casas publica libro sobre la obra poética de Ernest Hemingway

Carlos A. Peón-Casas publica nuevo libro, Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos, de la mano de la editorial DMcpherson. 

En el año 2017, presentó el volumen El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)

Comparto información sobre el libro, para ofrecer una mirada a su contenido. Además, el link en Amazon donde se puede adquirir. 

Se puede adquirir en Amazon
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Palabras al lector

por José Emilio Hernández Sánchez


La editorial DMcpherson pone a su disposición un nuevo título: Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos, de Carlos Peón Casas.

Sobre Ernest Miller Hemingway (Oak Park, Illinois, 21 de julio de 1899-Ketchum, Idaho, 2 de julio de 1961) se ha escrito bastante. Pero fíjese estimado lector que en la mayoría de las reseñas sobre su obra se señala que:

• Fue escritor y periodista.

• Uno de los principales novelistas y cuentistas del siglo xx.

• Su estilo sobrio y minimalista tuvo una gran influencia sobre la ficción del siglo xx.

• Su vida de aventuras y su imagen pública dejó huellas en las generaciones posteriores.

• Ganó el Premio Pulitzer en 1953 por El viejo y el mar y al año siguiente el Premio Nobel de Literatura.

• Publicó siete novelas, seis recopilaciones de cuentos y dos ensayos.

• Póstumamente se publicaron tres novelas, cuatro libros de cuentos y tres ensayos.

Muchos de estos son considerados clásicos de la literatura en Estados Unidos.

Muy poco se ha hablado sobre su obra poética quizás eclipsada por su monumental creación narrativa. Esta es la primera gran virtud de este libro, el presentarnos una profunda pesquisa sobre la lírica del insigne escritor la cual recorre poemas de juventud en su natal Oak Park, pasando por poemas-testimonios de sus distintos amores en otros sitios, así como aquellos textos que refieren su es-tancia y experiencias sociales en París como reportero del Toronto Star hasta llegar a su vida en la casa habanera de Finca Vigía, que habitara desde 1939. Para ello Carlos Peón hace un riguroso cotejo biográfico y bibliográfico de cada texto y nos presenta cada poema en su versión original en inglés y en su traducción al español, lo cual es otro acierto de su trabajo.

Nos adentra así en una zona poco explorada de la escritura de Hemingway, asumiendo como estrategia un recorrido lo más anecdótico posible sobre la génesis de cada poema sin excluir la valoración interpretativa. Peón destaca el carácter confidencial de la poesía de Hemingway, por lo que unido al texto nos va develando el contexto en íntima conexión, fiel a aquella máxima que reza que todo texto fuera de contexto se convierte en un pretexto y puede ser fácilmente manipulado, por lo tanto no deja brecha alguna.

Con Hemingway: Poeta enamorado y otros ensayos Carlos Peón Casas nos presenta ejes imprescindibles de la biografía del escritor, así como sucesos vivencialmente relevantes de su andadura personal y con ello estamos incorporando indudablemente nuevas dimensiones a nuestro conocimiento sobre uno de los escritores más sobresalientes de la literatura universal.

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Índice


Querido lector / 3

Sobre la poesía hemingwayana. Coordenadas para una traducción. / 5

Juvenilia. La obertura palatal de la poesía hemingwayana. / 13

Hemingway, poeta enamorado. / 25

Mitrailliatrice: Un poema hemingwayano singular. Los golpes en stacatto… de una máquina de escribir marca Corona. / 31

Captives/Cautivos y Champs d’ Honneur/Campos de Honor. Dos poemas sobre la guerra. / 37

They All Made Pace-What is Peace? Los entresijos de la sátira y el humor en un poema hemingwayano. / 43

Y todo lo que sabe el autor: un ejercicio poético de Hemingway en París. / 55

Critical Intelligence/Inteligencia Crítica. Un nocturno y perturbador poema hemingwayano. / 61

Valentine. Hemingway dice adiós a su aprendizaje poético. / 69

Un poema hemingwayano para Scott Fitzgerald / 75

Second Poem to Mary, las noches y los bosques del alma, en la Hürtgenwald. / 81

El poeta se despide. Poemas crepusculares a caballo entre París y Finca Vigía. / 105


Wednesday, June 24, 2020

Hemingway, Gutiérrez y Russell pescadores en la Corriente. A propósito de "Pursuit as Happiness", otro inédito hemingwayano ambientado en la La Habana. (por Carlos A. Peón-Casas)


La Habana, y sus inevitables coordenadas hemingwayanas desde comienzos de la década del treinta, en razón inevitable de la pesca de agujas, es nuevamente el setting predilecto para la hasta hoy desconocida producción literaria del mismo Hemingway, esta vez narrador y alter ego de una acción piscatoria que preludia en su contenido, a su magistral noveleta El Viejo y el Mar.

El relato, un manuscrito, descubierto recientemente por su nieto Sean Hemingway(1), en la todavía inabarcable papelería que se atesora en la Biblioteca y Museo John F. Kennedy de Bostón, depositaria de su legado literario, fue publicada en el New Yorker(2), bajo el título de Pursuit as Happiness (Persecución como Felicidad), que repite el de una sección del libro Las Verdes Colinas de Africa(3).

La historia, totalmente autobiográfica, tiene unas inevitables coordenadas temporales y espaciales con su conocida Tener y no Tener, “la novela nerviosa y dura(…)”(4)  al decir de Norberto Fuentes y que discurre a caballo entre La Habana y Cayo Hueso, y en la que Hemingway trabajaba para entonces.

Ernest Hemingway, Carlos Gutierrez, Joe Russell, and Joe Lowe
 aboard the "Anita"
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Son los tiempos a partir del año 1932, cuando Hemingway aparece en los escenarios habaneros a bordo del Anita, el barco de su entrañable y pintoresco amigo Joe Rusell, compinche de muchas incursiones pesqueras y dueño del afamado Sloppy's Joe en Cayo Hueso, cuyos contenidos etílicos habría de mantener gracias a un activo contrabando desde Cuba, en los años duros de la Ley Seca.

En el puerto habanero, el dúo de pescadores sumaba a la tripulación a un reconocido lobo de mar de la época, y hombre muy entendido en la pesca de la aguja: Carlos Gutiérrez, quien para cuando Hemingway comprara su yate Pilar sería su primer patrón.

Desde abril y hasta a veces ya entrado el mes de noviembre, antes de la llegada de los primeros nortes, el inseparable trio se harían a la mar cada día, en busca de los preciados pejes de pico, cuya corrida era habitual en tal periodo “desde Punta Gobernadora, en el extremo occidental, hasta Cayo Cruz del Padre, en el noroeste de la península de Hicacos”(5).

El opening del relato nos da la clave del leit motiv, y de a dónde se mueve la acción, y que a nuestro ver, complementa con fruición todo el discurso que alude a los pormenores de aquellas interminables jornadas piscatorias habaneras:
Aquel año habíamos planeado la pesca del marlín aguas de Cuba por un mes. El mes dio inicio el 10 de Abril, y para el 10 de Mayo ya habíamos cogido 25, y el arrendamiento se acababa. Lo que habría que hacer era entonces comprar algunos regalos para llevar a Cayo Hueso, y llenar el tanque del Anita con el un poco más caro combustible, suficiente para cruzar el Estrecho y llegar a casa. Pero el gran pez todavía no había empezado a correr(6)
La ficción, que no nos parece tanta, entendiendo muy bien que los personajes sólo se nos trasmutan en apariencia, enseguida se hace sentir, y lo hace en el relato con una entrada del ya citado Joe (Josie) Rusell, propietario del bote, que interpela al Hemingway alter ego y narrador, con el apelativo de Capitán:
Capitán, ¿quieres alquilarla un mes más? El era el propietario del Anita y la rentaba por diez dólares diarios. El precio estándar de entonces eran treinta y cinco. Si tu quieres puedo rebajártelo a 9.”(…) Acepto, le dije, y pescamos por otro mes. Ya teníamos cuarenta y dos marlines, pero para entonces los grandes no habían llegado todavía(7)
El relato está centrado como el lector puede ya barruntar en la demanda siempre insatisfecha de un verdadero trofeo, de entre los más grandes y escurridizos marlines, siempre difíciles de conseguir, y que muchas veces, tal y como sucede en este relato terminaban en rotundos fracasos.

Hay una evidencia de una de tales empresas fallidas muy bien ilustrada por Carlos Baker en su autorizada biografía que data del año 1933.

Mas allá del Morro, el 6 de julio Ernest engancho un marlín de 750 libras. La lucha duro una hora y media y cubrió un área de unas ocho millas, en apretado y lento movimiento circular al nivel de las veinte brazas, ganando una yarda o dos de línea en cada giro. Ya había cogido un segundo aire cuando la vara se partió y perdió el pez…Ernest se encolerizo por mas de media hora. Pero su orgullo pronto volvió a su nivel. Había estado con el pez mas de lo que ninguno con menos habilidad habría durado antes de darse por vencido(8).
La anécdota, puede muy bien coincidir con la escogida por Hemingway para ilustrar este relato postergado que ahora ve la luz. Hay coincidencias en algunos detalles específicos de aquella dura jornada, en el relato también están en el mes de Julio, y los sucesos se encadenan de igual manera, aunque la ficción fije sus inevitables coordenadas:
Entonces un día soleado, con una corriente pesada y oscura(…) nos topamos con nuestro primer peje grande justo pasado el Morro(…) Carlos me sostenía por la cintura y frente a nosotros el pez estaba saltando. Lucía tan enorme como un barril de vino cuando saltaba. Era de color plateado y yo veía las franjas moradas de sus costados. Cada vez que saltaba hacía salpicaduras como un caballo saltando de una colina(…)-Es grande, dijo Carlos.-Es el marlin más grande que yo haya visto. El pez hizo su primera carrera más allá del Morro y en dirección contraria al Hotel Nacional(9).
Los detalles de tan singular batalla con aquel monstruoso espécimen que en algún minuto se nos dirá en boca del propio personaje Carlos Gutiérrez que llegaría a las novecientas libras, está cuajada de tintes muy dramáticos, que el Hemingway narrador va matizando como hábil artista, justo hasta el minute fatal en que la victoria sobre el pez se les muestra esquiva:
La próxima vez que lo vimos fue una hora y media después, más allá de Cojimar(…) El pez se movía en pequeños círculos.(…) Justo entonces el gran pez empezó a hundirse cada vez más(…) Yo sostenía al pez todo lo que podía con la vara inservible. El pez avanzó sostenidamente en su movimiento circular, y Mr. Josie recogía la línea pie a pie y se la pasaba a Carlos quien la iba anudando a la línea blanca.-Ya lo tiene atado, dijo Mr. Josie.-Córtala cuando ya estés listo, le dije a Carlos(…) Yo miraba la línea verde y al gran pez cuando Carlos cortó. Entonces escuche un agudo grito, como nunca lo oí antes. Era como si destilara todo el pesar y lo volviera un sonido. Entonces vi como la línea verde se escapaba lentamente por los dedos de Josie, y la vi hundirse cada vez más, y perderse de vista. Carlos había cortado el nudo equivocado. El pez se nos perdió de vista.-Capitán, dijo Mr Josie. El no luce muy bien. Entonces miro a su reloj-Cuatro horas y veintidós minutos, dijo(10)
El relato, más allá de esa coordenada, tiene otros momentos singulares que nos transparentan aquellos ambientes de la ciudad habanera del machadato, recorrida por las singularidades sociales que no escapaban al ojo avisor del narrador-personaje:
Éramos muy populares a lo largo del paseo marítimo, porque troceábamos nuestra captura y la regalábamos, y no más pasábamos el Morro y enfilábamos por el canal hacia el muelle de San Francisco, enarbolando nuestra presa, podíamos ver a la multitud que echaba a correr hacia el desembarcadero. La libra del pez podía venderse entre ocho y doce centavos, y en el mercado valía el doble. El día que llegamos con cinco pejes como banderas, la policía cargó contra la multitud usando sus bastones. Eso fue feo y malo. Pero era más feo y más malo aquel año en la orilla(11).
La anécdota del relato hemingwayano que sigue, sobre la repartición de toda la captura de jornada de pesca lo pone todo en contexto:
La maldita policía ahuyenta a nuestros clientes y se lleva todo el pescado-dijo Mr. Josie.-Al Diablo contigo- le dijo a un policía quien se estaba apropiando de un pedazo como de diez libras de nuestro marlin.-Yo nunca he visto antes tu fea cara- ¿Cómo te llamas? El policía le dijo su nombre.-Capitán, ¿ está anotado en el libro de compromiso-No. Aquel era donde listábamos los nombres de la gente a quienes le habíamos prometido el pescado. -Apúntalo para la semana que viene, Capitán.-Ahora, policía, vete al Diablo de aquí y apalea a cualquiera que no sea amigo nuestro. Ya he visto demasiados policías en mi vida. Vete con tu porra y tu pistola a otro sitio, aunque trabajes aquí. Finalmente el pez fue porcionado y entregado de acuerdo a nuestro libro, y el libro estaba lleno de promesas para la siguiente semana(12)
La alusión no es para nada gratuita. Hemingway conocía todos los entresijos y vaivenes del momento político. De su estancia en aquella temporada de 1933 se suman otros elementos interesantes como su cercanía al reconocido fotógrafo norteamericano Walker Evans y la anécdota de cómo Papa llevó consigo a bordo del Anita, unas fotos muy comprometedoras que el fotógrafo había hecho en la convulsa ciudad(13)

Justo para Agosto, y de nuevo en La Habana, para embarcarse a Europa, con rumbo a su primer viaje africano, fue testigo de los últimos pataleos del ya decadente régimen machadista, que caería unos días después. En Baker encontramos la oportuna alusión al hecho:
Cuando los Hemingway llegaron a La Habana el 4 de Agosto, la revolución izquierdista en contra del dictador Gerardo Machado, estaba por alcanzar rápidamente su climax (…) Los Hemingway estaban seguros en el Ambos Mundos, aunque Pauline y Jinny experimentaron un tiroteo cuando se aventuraron a salir a la calle. Las simpatías de Hemingway estaban con el pueblo cubano. El había dicho en privado que esperaba en Cristo que ellos se pudieran librar del vil tirano Machado(14)
En el decursar de la historia, volvemos a conocer de primera mano, los detalles ya explícitos de la vida del Hemingway que desde la primera vez en La Habana, pone su casa en el Ambos Mundos, cercano al muelle donde atraca, y en donde se alquila, por una bagatela.

Aquella especial habitación a la que volverá una y otra vez hasta tener su propia casa en la ciudad, y que le sirve de irreductible espacio para sus labores escriturales, las que no abandona nunca, y en las que ejercita sus horas mañaneras antes de partir a las faenas de la pesca:

Caminé por la calle adoquinada que servía de atajo al Ambos Mundos(…) Mi habitación estaba en la esquina nordeste y el viento entraba por las ventanas y la mantenía fresca. Miré desde allí los tejados de la parte antigua de la ciudad y más allá a la bahía(…)(15)
La noche es propicia para otras andanzas citadinas, y el relato las sigue explorando de boca de nuestro singular narrador y partícipe, retomando los tradicionales recorridos de aquel marinero en tierra:
Estábamos caminando por la estrecha acera de la calle Obispo, y Mr. Josie miraba las vidrieras iluminadas de las tiendas(…) Pasamos las dos últimas, (…) y empujamos la batiente puerta del antiguo Floridita. -Mejor te sientas Capitán, dijo Mr Josie.-No, prefiero estar de pie frente al bar.-Cerveza, dijo Mr. Josie.-Cerveza alemana. ¿Qué vas a tomar , Capitán?-Daiquirí helado sin azucar. Constante preparó el daiquirí y dejo suficiente en la batidora para un par extra(…)(16)
Otras alusiones a la vida nocturna habanera nos llegan en la voz del personaje de Josie, quien frecuenta otros ambientes muy hemingwayanos como la cercana Plaza de San Francisco, el Café La Perla, o el bar Donovan, todos ubicados en aquel setting que es el oportuno ambiente de la ya citada novela Tener o no Tener.
Me senté y escuché esa orquesta de mujeres en la plaza y me tome algunas cervezas, y de allí me fui al Donovan(18)
El cierre de la historia, vuelve otra vez a tener el paisaje de la ciudad, esta vez en lontananza, los impenitentes pescadores vuelven a la Corriente:
Mire a la orilla y estábamos muy distantes de un horno cercano a la playa donde el agua era muy profunda y donde la Corriente del Golfo casi llega a la orilla. Salía humo del horno y pude observar la polvareda que dejaba un camión que se movía sobre el camino de piedra. Algunos pájaros se disputaban un pedazo de carnada. Entonces escuché gritar a Carlos: ¡Marlin, Marlin(18)


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  1. Unknown Hemingway short story Pursuit As Happiness published. Alison Flood. Wed 3 Jun 2020 13.58 BST.wwwtheguardian.com/books/2020/jun/unknown-hemingway-short-story- pursuit as happiness-published.
  2. https: www.newyorker.com magazine /2020/ pursuit as happiness?fbclid/lwAR3enxju9yVj48W74DwDUEklqJgaZyfR8WB65IJKf4xEuxdqo-3r9oReqDA
  3. Citado en Ernest Hemingway o la multiplicación de los peces. www.centroonelio.cult.cunoticiaernesthemingway-o-la-multiplicaci%C3%B3n-de-los-peces
  4. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. Letras Cubanas, La Habana, 1984. p.152.
  5. Ibíd. p.151
  6. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. En https: www.newyorker.com magazine…Op. Cit.
  7. Ibid. Las traducciones de éste y los subsiguientes fragmentos del relato son de mi autoría.
  8. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969 p.244
  9. Pursuit as Happiness by Ernest Hemingway. Op. cit.
  10. Ibíd.
  11. Ibíd.
  12. Ibíd.
  13. Véase mi trabajo sobre el particular: Hemingway y Walker Evans, amigos por una vez, en las tórridas noches habaneras de 1933
  14. En Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Scribner, NY. 1969. p.245
  15. Ibíd.
  16. Ibíd.
  17. Ibíd.
  18. Ibíd.

Wednesday, January 15, 2020

De Finca Vigía al Floridita (por Carlos A. Peón-Casas)


De Finca Vigía al Floridita:
Un viaje de Papa Hemingway por La Habana en la piel de Thomas Hudson(1)


por Carlos A. Peón-Casas


Las muchas veces de este recorrido en veinte años de su estancia habanera, no lo harían nunca trivial, y Papa Hemingway lo acabaría inmortalizando en su novela póstuma Islas en el Golfo, acaso entre sus producciones con signo tan cubano, y por sus alusiones impostergables a la ciudad habanera, que la recorren de continuo.

Y es que a no dudarlo, el personaje de Hudson, irremediable alter ego del Hemingway escritor, y que lo pone a vivir bajo su misma piel, incluso en los escenarios más personales e íntimos del narrador, habitó con largueza esos espacios, los que Hemingway acabó reproduciendo con la magnificencia de los detalles más prolijos, en la ya aludida historia del Hudson personaje, artista y hombre de acción, quien enmascara los avatares existenciales de un Hemingway, aireados a través de la novela, diez años después de su muerte.

Aquella Habana de la primera década de los cuarenta del pasado siglo XX, emerge con suspicacias, y sin retoques ni amaneramientos discursivos. Hemingway la pinta como es, en la descarnada lobreguez de sus contrastes, y la devela como en un lienzo de líneas bien trazadas con el realismo más discursivo de su prosa lapidaria.

El viaje se narra inequívocamente casi en el mismo tiempo en que la realidad del recorrido se hace evidente a bordo del automóvil que conduce al narrador y a su personaje, desde el interior de la Finca y hasta los predios habanensis del Floridita y sitios conexos.
En el automóvil Thomas Hudson y el chofer descendieron por el camino, y el chofer bajó un momento y quitó la cadena del portón(…) Avanzaron a través de la miseria de una calle lateral del pueblo y doblaron para coger la Carretera Central(2).
A partir de tal punto discurre el periplo, que le ocupará al lector el tiempo en que se leen doce páginas del texto, salpicado una y otra vez con observaciones y consideraciones que marcan ese espacio físico que, en un mapa, y medido en línea recta, ocuparía una distancia de unos diez kilómetros, un poco más en la realidad.

En un punto la carretera, luego de dejar atrás el poblado de San Francisco de Paula y “el último bar y el inmenso árbol de laurel español”(3), se tornaba cuesta abajo, y así lo sigue retratando el narrador:
La carretera corría loma abajo durante casi cinco kilómetros, bordeada por grandes árboles viejos. Había criaderos, granjas pequeñas y grandes, con decrépitas casas coloniales españolas (…) pastos ondulados, cortados por calles que terminaban en barrancos, cubiertos de hierba seca y carmelitosa por la sequía(4).
La próxima mención del recorrido ocurre a la altura de Luyanó, sin que antes se haga ninguna otra, a su paso por el proverbial parque de La Virgen del Camino.
Ahora habían pasado el puente y subían por la colina rumbo a Luyanó, donde había una vista del Cerro, hacia la izquierda, que a Thomas Hudson siempre le recordaba a Toledo(…) Luego la colina se terminó y Cuba volvió a rodearlos por ambos lados(5).
Un poco más adelante, ante un obligado paso a nivel ferroviario el auto se detiene, y Hemingway en el discurrir del fluir de la conciencia de su personaje, nos vuelve a retratar el paisaje circundante, ya a la altura del castillo de Atarés:
Más allá de las hileras de automóviles y camiones detenidos, estaba la colina con el castillo de Atarés(…) A lo lejos el humo atravesaba todo el cielo, desde las altas chimeneas de la Compañía de Electricidad de La Habana, y la carretera corría por el viejo empedrado bajo el viaducto, paralela al extremo superior del puerto, donde el agua era tan negra y grasienta como la que se bombea del fondo del tanque de un buque petrolero(6).
El paisaje que continúa en su narración es precisamente el del puerto habanero ya citado, que para entonces mostraba a esa altura su cara no más feliz:
(…) los barcos de casco de madera de la lamentable y grotesca marina mercante de tiempo de guerra, yacían contra los pilotes cubiertos de creosota de los muelles de madera; la escoria del puerto se adhería a sus costados, más negra que la creosota de los pilotes y maloliente como una cloaca sucia(…)(7)
Su aguda mirada sobre el ya lamentable y avanzado grado de contaminación de la rada habanera, le merece otra interesante perspectiva a su narración:
Este puerto, que ha sido contaminado durante trescientos o cuatrocientos años no es el mar, de todos modos. Y este puerto no está mal, cerca de la entrada. NI tampoco al lado de Casablanca(8).
El recorrido continúa, esta vez bordeando la bahía, y hasta alcanzar la calle San Isidro. La descripción de ese minuto del viaje, es sugerente por las descripciones de aquella zona de la capital, donde se aluden circunstancias muy peculiares de aquellos años cuarenta.
Había doblado por la calle San Isidro, detrás de la estación principal del ferrocarril y frente a ala entrada de los viejos muelles donde fondeaban los barcos que venían de Miami y Cayo Hueso y donde estaba la terminal de la línea aérea de la Pan American cuando aún usaban los viejos clippers(9).
De aquella barriada, pródiga en sus buenos tiempos en burdeles regentados por franceses, y poblados por muchachas de aquel país que ejercían en esos predios el “oficio más antiguo del mundo”, deja Hemingway su particular evocación, en la voz de Hudson, al transitarla aquella fría mañana:
En esa época conocía cada bar y tugurio de esa parte de la ciudad, y San Isidro había sido la gran calle de los burdeles y los muelles. Estaba muerta ahora, sin una casa que funcionara en ella, y había estado muerta desde que la cerraron y embarcaron a todas las prostitutas de regreso a Europa(…)Pero mucha gente quedó muy triste después que se fue el barco y la calle San Isidro nunca volvió a ser lo que había sido(10)
La próxima referencia del recorrido lo es otro sitio simbólico de la ciudad, el embarcadero de la emblemática “lanchita de Regla”, frente al cual desemboca el automóvil después de dejar atrás San Isidro. Sobre aquella comarca marinera el autor/personaje deja otras reflexiones que compartimos ahora con el lector:
Ahora el automóvil había salido a la calle que daba frente al mar, donde atracaba la lanchita que iba hasta Regla y los barcos costeros. El agua del puerto estaba oscura y picada, pero en el mar no se veían crestas blancas. El agua estaba demasiado turbia.(…)Mirando a través de ella vio que la bahía estaba en calma en la parte que quedaba al reparo de las colinas que coronaban Casablanca(…) donde sabía que estaba fondeado su propio barco, aunque no alcanzaba a verlo desde aquí(…)(12)
Referimos ahora, y transcribimos con toda exactitud, en animo de oportuno cierre a esta crónica rememorativa, la parte final del recorrido hasta el afamado Floridita, el sitio preferido por Papa y también por su personaje el pintor Hudson;

Lo hacemos en atención a esa amalgama de intangibles que recorre el relato, matizado de olores y colores locales que tanto impresionaban al narrador, desde la primera vez que descubrió los avatares inenarrables de aquella Habana, que lo enamoró para siempre.
Se dirigieron directamente hacia la ciudad(12) y, pasando entre almacenes y tiendas, se encontraron fuera del viento. Thomas Hudson sintió el olor de la harina, el olor de las cajas de embalaje recién abiertas, el olor del café tostado, que era una sensación más fuerte que la de un trago por la mañana, y el delicioso olor a tabaco, que se sintió más fuerte justamente antes de que el automóvil doblara a la derecha hacia el Floridita.




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  1. Un grupo de amigos, presididos por el Sr. Gaspar Muñoz López, todos amantes del cicloturismo, que desandan la capital en tan saludables andares, me piden desempolvar este interesante recorrido de Papa Hemingway, para incluirlo entre sus andanzas, por la ya cinco veces centenaria ciudad habanera. A ellos va dedicada esta crónica.
  2. Islas en el Golfo. Ernest Hemingway. Editorial Arte y Literatura. Ciudad de La Habana, 1981.p.55
  3. Ibíd.
  4. Ibíd.
  5. Ibíd. p.58
  6. Ibíd. p.59
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. p.60
  9. Ibíd. p.64
  10. Ibíd.
  11. Ibíd. p.65
  12. Colegimos que lo hicieron por alguna calle de las que corren de este a oeste, y comunican la zona del puerto con la calle Egido, donde se ubica el famoso bar y restaurant.


Wednesday, January 8, 2020

Hemingway y la noche (por Carlos A. Peón-Casas)



Es innegable que en el Hemingway narrador hay una cierta fascinación con el signo de la noche de cariz no muy positivo, diría más bien una fobia mal curada por lo que entendemos fueron desencuentros primarios: su oscuridad y su misterio.

Una mirada muy sucinta a su obra narrativa, en particular a algunas de sus narraciones cortas, aunque igual a su obra de más peso de signo novelístico, nos descubre ese inevitable affaire, donde lo que en buena psicología se define como “terror nocturno”, emerge una y otra vez en los afanes creativos del escritor.

Tan temprano como en su narración Campamento Indio que data del año 1924, uno de los textos alusivos al personaje de Nick Adams, su clarísimo alter ego, Hemingway vuelve a recrear la anécdota que pudo ser de su niñez cuando acompañara a su padre médico en excursiones nocturnas de caza y pesca, y de paso aquel, atendía a llamadas de urgencias en medio de la noche.

El relato de marras, ilustra una de aquellas emergencias en un cercano campamento al lago Walloon, donde el doctor Adams (ahora el personaje ficcionalizado del Dr. Hemingway), debía practicar una cesárea a una joven madre india, y que termina con el subrepticio suicidio del marido de aquella, y futuro padre, que no soporta los gritos de ella durante la intervención.

Pero la historia, según nos lo relata Baker, tenía otro comienzo, un pasaje preliminar, que Hemingway decidió sesgar del que conocemos, donde un Nick todavía niño, temeroso de la oscuridad, dispara su rifle para atraer la atención de sus mayores, afanados en la pesca en el cercano lago. Al regreso de los adultos el muchacho inventa un relato fantástico de un extraño animal, una mezcla de lobo y zorro que lo acosaba desde el exterior de su tienda.
El motivo para la omisión del pasaje sigue siendo un enigma. Las explicaciones que se manejan hablan a favor del acortamiento del cuento para publicarlo en transatlantic, la revista de Ford. O podría tratarse de su nueva teoría de que algo que se omite, puede aun seguir influyendo sobre el lector como si estuviese. Podría haber decidido que los aspectos cómicos del relato del pequeño niño, suavizaba los embates de violencia en el climax doble de la historia sobre el nacimiento y la muerte. Finalmente, su decisión para la omisión se debería a que claramente era indicativo de un sentimiento de cobardía en Nick Adams, a quien planeaba desarrollar como un héroe de pelo en pecho(1)
Otro relato con unas coordenadas muy similares es “Now I Lay Me”, perteneciente a su colección Men Without Women, también con Nick Adams como protagonista, y rememorando las propias experiencias del autor en sus días en el frente italiano, y con flash backs a su infancia y sus padres en Oak Park.

El relato es la recreación de un Nick Adams insomne, la clara consecuencia de lo que hoy llamaríamos un síndrome de stress post traumático, luego de ser alcanzado, como Hemingway por el fuego de los morteros, en una trinchera italiana, en Fossalta. El hecho nunca fue olvidado por Hemingway:
Me sentí muerto entonces. Sentí mi alma o algo semejante como si saliera de mi cuerpo, como si sacara un pañuelo de seda de un bolsillo, tomándolo por una de las puntas. Se movía a mi alrededor y luego regresaba penetrando nuevamente en mí, y ya no estaba muerto…(2)
El personaje de Nick, igual que Hemingway no puede dormir de noche. Teme que al hacerlo el alma escape de su cuerpo.
Aquella noche yacía en el suelo de la habitación y oía a los gusanos de seda mientras comían…Yo no quería dormir pues había vivido con el temor de que, si cerraba mis ojos en la oscuridad y me dejaba ir, mi alma se saldría de mi cuerpo. Había sentido aquello desde que fui herido en la noche, y sentí algo salía de mí y luego regresaba(…)(3)
Para evitarlo, el insomne Nick, pasa sus noches en vela, recreando en su imaginación, interminables sesiones de pesca en los más variopintos torrentes de truchas que hubo de frecuentar desde su niñez.
Algunas veces puedo pescar en cuatro o cinco sitios diferentes durante toda la noche; comenzando tan cerca como pueda de su fuente original, y siguiendo su corriente. Cuando lo he hecho muy rápido, y no pasa el tiempo, vuelvo a comenzar desde el principio, justo donde desagua en el lago y subiendo contracorriente(4)
Otras veces, cuando “la pesca no le es posible”, reza:
una y otra vez y trato de rezar por todas las personas que he conocido en mi vida. Eso me toma un gran espacio de tiempo, pues si uno trata de recordar a toda la gente conocida (…) puedes recordar a una gran cantidad de gente. Y si rezas por todos ellos, dedicándoles un Ave María y un Padrenuestro a cada uno, esto te ocupa mucho tiempo, y finalmente puede que ya amanezca, y entonces te puedes dormir, si estuvieras en un sitio donde pudieras dormir de día(5)
Una derivación poco aireada de este relato, A Way You’ll Never Be, terminada en La Habana, en 1932, tiene otra vez a Nick por personaje. Para Baker resulta como:
una secuela-pesadilla del mismo. Hemingway luego explicó que el enigmático título aludía al calor de la Habana, que le recordaba aquel verano de Piave en 1918(6)
El joven soldado busca curarse en salud, regresando al sitio donde fuera herido, Hemingway ya lo habría hecho en 1922. En ese minuto el escenario guerrero estaba completamente difuminado. Hemingway concluiría afirmando que:
No había más que decir (…) Perseguir el ayer, es inútil, y si tienes que probarlo, regresa a tu antiguo frente(7)
La historia hurga otra vez en las derivaciones oníricas de Nick, esta vez en un claustrofóbico refugio en las mismas proximidades del sitio donde fuera herido:
(…) Algunas veces su novia estaba allí, y otras estaba con otro, y no lo podía entender., pero esas fueron las noches en que el río corría con mucha más calma y volumen del que debiera, y afuera de Fossalta había una casa baja de color amarillo (…) Esa casa significaba más que todo, y cada noche estaba allí, rodeada de sauces y un establo bajo, y había un canal, había estado allí mil veces, pero no lo había visto. Pero allí estaba tan plano como la colina, sólo esto lo atemorizaba (…) Ahora había regresado al río, había atravesado el mismo pueblo, y no estaba la casa. Tampoco estaba el río de ese modo. Entonces a dónde iba cada noche, y cuál era el peligro, y por qué despertaba empapado en sudor, y más atemorizado que cuando estuvo en un bombardeo, ¿debido a una casa, a un establo y a un canal? (…)(8)
El saldo de aquella experiencia, inevitablemente va a gravitar en otros minutos creativos hemingwayanos. Tal es el caso de su narración “Un Lugar Limpio y Bien Iluminado” que ve la luz en Scribner’s Magazine en 1933.

Pero esta vez, el hálito autobiográfico, al decir de Baker, subyace en esas alusiones “al lado no visible del mundo espiritual de Hemingway, esa pesadilla de la nada que lo acosa ocasionalmente.(9)

Esa misma nada que atenaza el alma, y que preside el discurso del personaje mas singular del relato, un camarero viejo, que busca retrasar la hora de cierre, marcado otra vez, como el ya aludido Nick Adams, por esa necesidad inevitable de “más luz” en un lugar ya suficientemente iluminado.

Hemingway pone en su boca un soliloquio altamente revelador de esa circunstancia que preside su realidad existencial, dice el viejo:
¿Es la luz, por supuesto, pero es necesario que el lugar sea limpio y agradable (…) Qué temía? No era miedo ni temor. Era una nada que el conocía muy bien. Era todo una nada y el hombre era nada también. Era sólo eso y la luz era todo lo que necesitaba y una cierta limpieza y orden.
Y esa claridad es, a no dudarlo, un leit motiv cuya recurrencia resuelve el dilema de la oscuridad, como marca del vacío y el no ser que agota y desnaturaliza, que extingue las esencias y las certezas de la existencia en sí y para sí.

Esa luz que se vuelve reparo esperanzador, y que hace la diferencia para el personaje a la hora de volver sobre sí mismo, a la soledad permanente de su cubil de insomne impenitencia, a esperar que amanezca:
Yacería en su cama, y finalmente, con las primeras luces del día, se dormiría. Después de todo, se dijo a sí mismo, es probable que sea solo insomnio. Muchos lo deben padecer(11).




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  1. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.127
  2. En Hemingway: Mi Casa de Cuba. Emma Pérez. Bohemia. 10 de abril de 1960.p.35
  3. Now I Lay Me. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. Scribner Paperback Edition. NY, 1998 p.277
  4. Ibíd.
  5. Ibíd.
  6. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.228
  7. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.94
  8. Now I Lay Me. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway Op Cit. pp.310-11
  9. Ernest Hemingway. A Life Story, Op.cit, p.238
  10. A Clean, Well-Lighted Place. The Complete Short Stories of Ernest Hemingway. Op. Cit. p.291
  11. Ibíd.

Wednesday, September 11, 2019

Hemingway y Gary Cooper, amigos entrañables (por Carlos A. Peón-Casas)


La amistad de estos dos grandes, el primero desde sus marcas de escritor inmortal, el segundo signado por los grandes protagónicos que Hollywood produjo a perpetuidad, los vincula ciertamente por esas mismas coordenadas, la del cine y la literatura, o al menos, dicho con más precisión, por un par de versiones al cine de dos de las novelas más populares de Papa: Adiós a las Armas y Por quién doblan las campanas, donde Cooper fue muy celebrado protagonista.

La primera fue versionada prontamente en 1932, luego de ver la luz editorial en 1929, pero para tal época todavía el escritor y el actor, no se conocían personalmente.

Del hecho da fe una biografía muy reciente de Papa, firmada por Mary V. Dearborn(1), quien asegura que en lo particular a Hemingway le había disgustado la versión fílmica donde Cooper había protagonizado al joven Frederic Henry.

Baker por su parte nos recuerda que:
Hemingway tuvo a bien, ante su inconformidad por la versión fílmica de su novela Adiós a las Armas, que consideraba una verdadera abominación, enviar una declaración pública a su agente literario Max Perkins donde puntualizaba entre otras cosas su disgusto por el final feliz dado al filme que contradecía el original, e incluso por los intentos esgrimidos por los agentes publicitarios, de ensalzar su heroísmo guerrero y sus habilidades como boxeador(2).
El texto en cuestión apuntaba lo que sigue:
Mr. Hemingway (escribía él mismo), quien es un escritor de ficción, declara que estuvo en Italia durante una pequeña parte de la última guerra, esto fue así debido a que un hombre estaba menos expuesto a morir allí que en Francia. Condujo, o intentó conducir una ambulancia y se ocupó de otros asuntos menores, y nunca se vio envuelto en ninguna acción heroica. Cualquier persona cuerda sabe que un escritor no pude noquear a un peso pesado a no ser que se llame Gene Tunney. Aunque Mr. Hemingway agradece el intento publicitario de convertirlo en un personaje glamoroso como Floy Gibbons o Tony el caballo de Tom Mix, lo desaprueba, y le agradece a la gente del cine que dejen su vida privada en paz(3)
No obstante, Hemingway y Cooper, terminarían conociéndose y fundando una duradera amistad en Sun Valley, donde ambos solían concurrir a las lides de caza de la que ambos eran grandes aficionados.

Cooper había hecho ya la experiencia de un safari en Africa dos años antes que Hemingway, y de la ocasión exhibía el trofeo de sesenta animales a su favor incluyendo dos leones. Hemingway por su parte tenía a su cuenta treinta y una piezas y tres leones.

Tenían en común otras cosa, como el hecho de ser ambos conversos al catolicismo, en particular por la influencia de sus esposas(4).

En aquella primera vez en Sun Valley, Hemingway todavía estaba inmerso en la escritura de su novela Por quién doblan las campanas, pero ya las grandes casas productoras de Hollywood veían un filón en la posible adaptación de la novela al cine, y corrían ya rumores de que incluso la Paramount, visualizaba al propio Hemingway encarnando el rol de Hudson, pretendiendo que el escritor se sometiera a una prueba de pantalla(5).

Pero Hemingway desde el mismo principio, apostaba por Cooper para el papel. El actor ya había sido galardonado con un Oscar en 1941por su actuación en Sergeant York(6).

La historia fílmica vio la luz en 1943, con Cooper como protagonista en el rol de Robert Jordan, y la actriz Ingrid Bergman, caracterizando a María.

La cercanía de estos dos grandes siguió un curso regular con más de una alternancia en los predios de caza norteamericanos, cambiando el setting de Wyoming al de Idaho, en especial el de Sun Valley, donde Hemingway hubo de tener su “ultima residencia en la tierra”, antes del pistoletazo fatal.

En 1951 Gary Cooper se dio un salto hasta los predios de Finca Vigía, coincidió allí con otra multitud de invitados, Mary recuerda la ocasión, en que el actor “vino por una noche y estuvimos hablando de sus dilemas privados hasta el amanecer, y continuamos la conversación el día siguiente”(7).

Al parecer el actor confrontaba serios problemas matrimoniales, y se dice que Hemingway lo aconsejó, desde su experiencia de tres divorcios y cuatro enlaces matrimoniales, que perseverara en aquellos afectos, y apostara por la reconciliación, como así mismo sucedió.

La vida, les jugó otra coincidencia final. Ambos amigos murieron en el mismo año, con sólo una pequeña diferencia de dos meses. Cooper, de un cáncer avasallador, y Papa, como bien se sabe, por el marasmo de circunstancias físicas y mentales que lo precipitaron a aquel pistoletazo fatal.

Una anécdota recreada por Mary Dearborn, su biógrafa ya citada, alude a la ultima vez que aquellos dos amigos se saludaron vía telefónica, y que constituyó singularmente la despedida entre ambos.

El hecho sucedía en abril de 1961.
Los Hemingway y sus viejos amigos los Arnolds coincidieron para ver la edición de los Oscars de aquel año. A Gary Cooper, ya moribundo por su cáncer de próstata, se le otorgaban un premio honorario(…) Cuando el show terminó, Mary decidió llamar a los Cooper, establecida la comunicación Mary conversó con Cooper y su esposa Rocky por unos diez minutos(…) Pero Ernest sólo pudo hacerlo por unos treinta segundos, con el que fuera su entrañable compañero de cacerías, la leyenda subsiguiente dice que Cooper, a modo de despedida dijo a Hemingway: ¨Te apuesto que yo salto la cerca antes que tú¨(8)
Se sellaba allí, a no dudarlo la proximidad de aquellos dos gigantes, signada por una vida de vitalidades y sugerencias: uno en el glamoroso, pero demandante mundo del cine y la actuación, el otro desde el duro y solitario oficio del escritor, en ambos: iconos incuestionables, unidos a perpetuidad, por pasiones y sueños, y por el signo perdurable de la amistad sincera.



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  1. Ernest Hemingway. A Biography. Mary V. Dearborn. NY, 2017, p.414
  2. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.235
  3. Ibíd.
  4. Conversos buscadores de Dios. 12 historias de los siglos XX y XXI. Pablo J. Ginés. Madrid, 2019. p.23
  5. La Paramount compró los derechos del libro por 100.000, un record para la época. Ernest Hemingway. A Biography, op cit, p.414
  6. Ibíd. p.416
  7. How It Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications. London, 1978. p.295
  8. Ernest Hemingway. A Biography. op.cit. pp. 623-624

Wednesday, May 22, 2019

Un ejercicio poético de Hemingway en París (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota del blog: Los miércoles en la sección de Carlos A. Peón-Casas, están siendo publicados una serie de ensayos que formarán parte de su próximo libro, el cuál estará dedicado a la obra poética de Ernest Hemingway.

Carlos A. Peón-Casas publicó, en el año 2017, El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)


Y todo lo que sabe el autor(1): un ejercicio poético de Hemingway en París.



por Carlos A. Peón-Casas


El poema que referenciamos ahora vio la luz en 1926, en alguno de aquellos cafés parisinos, donde el joven Hemingway solía dedicarse ya en plan de escritor serio, a generar sus tempranas, pero definitivamente imperecederas obras maestras.

Es el mismo año en que da a las prensas dos de aquellas producciones: Torrents of Spring/Torrentes de Primavera, en mayo; y The Sun Also Rises, en octubre. Es el minuto, en que igualmente la muy reconocida editora Scribner’s de Nueva York, pasa a ser su editorial permanente.

En aquellos minutos, donde la prosa parece ser definitivamente su norte y guía, Hemingway empero, no deja de escribir poemas. Al menos, otros cinco(2), se suman al que hoy referenciamos.

Acaso todos tengan en común, un detalle muy singular. Son “ejercicios de calentamiento”(3), apuntes preparatorios, para una jornada prosística de más largo aliento.

Pero su permanencia en su poco manejado corpus poético, siguen teniendo una importancia a veces desdeñada, a la hora de entender al escritor total que fue Hemingway.

Nicholas Gerogiannis apunta muy oportunamente como estos textos poéticos se recogieron en los cuadernos que Hemingway usaba entonces, junto a otros intentos por lograr sus ansiadas “oraciones verdaderas”, esa primaria materia prima para remontar los escenarios más recónditos de su creatividad literaria.
La naturaleza incoherente de esas notas sugieren que Hemingway escribió mucho de su poesía como ejercicios de calentamiento, temprano en las mañanas, cuando intentaba mantener el flujo creativo(4).
El fruto resultante, pudo haber sido perfectamente, ese primario discurrir de sus acentos más elementales, una especie de escritura automática, emparejada con disquisiciones más o menos trascendentes, o acaso muy nimias, extrapoladas desde la realidad y la vivencia como ente iniciático del discurso.

En el caso particular del poema que nos ocupa, se vuelve de pronto una inopinada revelación sobre el quehacer de sí mismo y de otros de sus pares.

De tales coordenadas emerge el poema, en cuyas líneas iniciales parece desplegarse el motivo central que luego se hace explicito sobre la marcha, y donde hay un inevitable guiño, del joven Hemingway al estilo reiterativo, de la que fuera una mentora imprescindible, aunque luego desdeñada por el mismo, en aquellos años parisinos: Gertrude Stein
Y todo lo que sabe el autor
Lo muestra, y lo muestra, y lo muestra, y lo muestra
Su ropa interior
Tiene más importancia que el sol

Un trabajo en proceso
Significa que queda aún mucho por hacer(5)
Los versos subsiguientes van en pos de ir develando nuevas revelaciones que aludirán a tirios y troyanos, incluyendo entre unos y otros a autores más o menos conocidos del poeta, velados quizá por esa necesaria niebla que suele usar para enmascararlos, pero que un conocedor, o incluso o un lector avisado puede perfectamente descubrir a primera vista.
(…)
Algunos escriben sobre los pobres
Describen la labor de las alcantarillas
Narran el contenido de los drenajes
Todo autor le produce al otro dolor
Otros escriben de los ricos
Sus personajes son todos unos malnacidos
Sus mujeres están locas
Por uno que otro de su hermano
Otro autor está enamorado de su madre
Algún otro escribe de cosas felices
Y gana lo suficiente para beber
Hasta matarse y olvidar
sus pesares inhalando
burbujas gaseosas de Champagne
Algunos otros piensan que lo que escriben
Es de poca importancia
Pero insisten.
La lectura atenta, de la mano del bien informado Gerogiannis, nos permite identificar al menos a un par de tales autores a los que Hemingway señala, el primero aludido en el verso: “Otro autor está enamorado de su madre, es probablemente referencia a D.H.Lawrence y su obra Sons and Lovers/Hijos y Amantes (1913)(6).   Y cuando leemos la afirmación: “Y gana lo suficiente para beber: posiblemente es una referencia a Scott Fitzgerald, a quien Hemingway había conocido en 1925”(7).

Las líneas finales quizás aludan al propio rimador, por sobre todo, en el mensaje conclusivo, donde apuesta por la perseverancia, que al final acabará dándole la razón cuando logre finalmente, un lugar respetabilísimo bajo el sol de la literatura mundial, ya anunciado desde aquellos versos acaso hoy considerados, un tanto a la ligera, como meras apoyaturas circunstanciales, muy al final, no precisamente frutos menores de su inmortal cosecha literaria.



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  1. Complete Poems.Ernest Hemingway. Edited by Nicholas Gerogiannis. University of Nebraska Press. U.S.A, 1982. p.84
  2. Son a saber: Neothomist Poem, I think that I have never trod…, Little drops of grain alcohol, To a Tragic Poetess, y Portrait of a Lady. Ibíd.
  3. Nicholas Gerogiannis. Explanatory Notes. Ibíd. p. 148
  4. Ibíd. p. 148
  5. Ibíd. p.84
  6. Ibíd.
  7. Ibíd. Para otros detalles sobre un poema especialmente dedicado por Hemingway a Fitzgerald, véase mi ensayo Un poema hemingwayano para Scott Fitzgerald.

Wednesday, May 15, 2019

Un poema hemingwayano para Scott Fitzgerald (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota del blog: Los miércoles en la sección de Carlos A. Peón-Casas, están siendo publicados una serie de ensayos que formarán parte de su próximo libro, el cuál estará dedicado a la obra poética de Ernest Hemingway.

Carlos A. Peón-Casas publicó, en el año 2017, El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)



El texto lo escribe Hemingway en 1935, y se lo dedica a su amigo Scott Fitzgerald, inmerso para entonces en una enorme crisis depresiva. Va precedido de un largo título que no parece nada laudatorio, pero si cargado de una gran ironía: Líneas para ser leídas en el lanzamiento de los testículos de Fitzgerald al mar desde Eden Roc (Antibes, Alpes Marítimos)(1).

Su lectura pudiera parecer chocante a un lector no advertido, pero evidentemente, Hemingway apela con aquel, al para nada desconocido escritor, a superar aquella circunstancia de su vida personal, marcada por un incontrolable alcoholismo, y la terrible enfermedad mental de su esposa Zelda, que le ha lastrado sin remedio su brillante carrera de escritor.

Ya desde 1934, Hemingway ha intentado muy en serio sacar a su amigo de su tan terrible marasmo.

Hay en especial una carta de Papa a su amigo que resulta esclarecedora, y que funciona como un muy claro antecedente al poema que venimos comentando. En ella Hemingway responde a su amigo que le ha pedido un necesario feedback para su última novela Tender is the Night.
… Hace tiempo dejaste de escuchar, excepto a las respuestas a tus propias preguntas (…) Olvida tu tragedia personal. Todo hemos sido desgarrados desde el principio y tu especialmente lo has sufrido mucho más porque tú puedes escribir seriamente. Pero cuando te toca sufrirlo, úsalo, no te lamentes (…) no creas que sea importante sólo porque te pase a ti, o a alguien que te pertenece. Como ves Bob, tu no eres un personaje trágico, tampoco lo soy yo. Todo lo que somos es escritores, y nuestra obligación es escribir (…) Puedes escribir dos veces mejor que lo que lo hacías antes. Solo lo que necesitas es escribir con verdad y no preocuparte cual será la suerte de lo escrito(2).
Al parecer hay un minuto en que Fitzgerald parece reaccionar, y pone manos a la obra para recuperar sus habilidades de novelista, su intento, sin embargo, involucra a Hemingway de una manera ciertamente estrafalaria, al tomarlo como inspiración para uno de sus personajes, el relato nos llega de las manos de Carlos Baker:
Scott Fitzgerald había comenzado a trabajar en una novela histórica ambientada en la Edad Media, y que tenía por título tentativo Felipe, Conde de las Tinieblas, cubriendo la vida de un noble francés (…) el elemento más sorprendente fue que el retrato de de Felipe de Villafranche, fue modelado en Hemingway, tal y como pudiera haber existido en una encarnación medieval. Será la historia de Ernesto, escribió Scott en uno de sus cuadernos. Así mismo como el retrato de un hombre byroniano hizo El Rojo y el Negro, ¿por qué no mi retrato de Ernest como Felipe no puede hacer al hombre real?(3).
Para aquel minuto, mayo de 1935, Hemingway se encontraba en afanes piscatorios en Bimini, y según lo sigue acotando Baker, invitó a su amigo a sumársele, pero Fitzgerald declinó la invitación, con la excusa de que no está en buenas condiciones físicas.

La situación, empero, no pareció mejorar definitivamente para el atribulado Scott, y ya para finales de año, Hemingway le dedicó otra carta, que al parecer parece inspirar a este singular poema. Aquella esquela es antes que nada una apelación en tono más que convincente pero que a veces como el propio texto poético tiene una carga de cínico humorismo:
Si realmente te sientes tan deprimido hazte de un muy buen seguro, y yo me encargaré de que te maten (..) así tu familia estará bien provista y tú no tendrás que escribir nunca más, y yo me encargaré de la escritura de un buen obituario que Malcom Cowley se encargará de publicar en la New Republic, y podremos sacar tu hígado y dárselo al Museo de Princenton, tu corazón al Hotel Plaza, un pulmón a Max Perkins y el otro a George Horace Lorimer (…)(4)
El tono se hace entonces más sarcástico, y alude de inmediato al asunto ya esbozado en el título del poema:
Y si finalmente podemos localizar tus testículos yo los llevaré vía el Ile de France a París y de ahí a Antibes, y haré que los arrojen al mar desde Eden Roc. Y haremos que Mac Leish escriba un Poema Místico (…) Te gustaría que escribiera ese poema místico ahora mismo. Veamos(5).
Lo que nos narrará el poema es exactamente una recreación muy detallada de aquel hipotético minuto, a suceder en un bellísimo paraje de la Riviera Francesa, un sitio en que Hemingway y Scott, junto a otros amigos hubieran de coincidir alguna vez.

El hecho ya perfectamente anunciado en la misiva, tiene una carga singular, que el propio Hemingway le adicionará para hacerlo aun más tragicómico, si es que acaso cabe considerarlo de tal modo, entendiendo el posible efecto que el poeta y amigo quiere imprimirle. Así arranca en sus primeras líneas con una primera indagación:
¿Voló acaso desde aquí,
Desde estas grises colinas
El mismo, sin protección,
¿Y completamente borracho?
No. (6)
Una segunda inquisición de parte del poeta-narrador complementa las formalidades del acto:
¿Algún camarero?
Sí.(7)
Y a continuación, sobrevienen unas órdenes conminatorias, que llevarán al minuto conclusivo, y que luego, marcarán el ritmo de la última ratio, del acto final, ya inevitable donde que nos llega lo ya anunciado, como en una sucesión casi imperceptible, pero de cualquier manera concluyente:
Empújenlo tiernamente, oh pequeños brotes de pasto
Cosquilléenle la nariz
Pase
El grisoso y movible mar de Ben Finney
Con profundidades aún más recónditas que nuestra deuda con Elliot
Láncese lo propiamente suyo
Finalmente sus dos, su único
Esférico, colloidal, intersticial
Con temor
Natural
No artificial
Un hundimiento que no deja ondas(8)
No hay evidencia alguna que finalmente Fitzgerald leyera este poema. Su deceso ocurriría el 21 de diciembre de 1940, que sucedió finalmente en la glamorosa Hollywood, donde Fitzgerald pasó algunos de sus años más oscuros, escribiendo guiones para sobrevivir, justamente a los cinco años que Hemingway le escribiera aquella carta que inspiró al poema.

La última carta de Scott a su amigo Hemingway está fechada en noviembre de aquel año. El motivo era para agradecer a Papa, el envío de una copia de su última novela Por Quién Doblan las Campanas. Baker nos trascribe sus palabras:
(…) Te envidio a rabiar, y no hay ironía en ello. Te envidio el tiempo que te permitió hacer lo que tú querías.(9)
Si como se dice la casualidad no existe, entonces, nos cabe barruntar la posibilidad de que Hemingway acaso tuviera alguna extraña premonición sobre el próximo final de su amigo, por quien, llegaría a afirmar a su editor Perkins, “siempre había sentido un estúpida e infantil sentido de superioridad- como el de un niño terco burlándose de otro pequeño que fuera talentoso pero delicado”(10).





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  1. Complete Poems. Ernest Hemingway. Ed.Nicholas Gerogiannis.University of Nebraska Press. U.S.A., 1982. Según el citado editor Gerogiannis, “posiblemente es una referencia al mito del nacimiento de Afrodita, cuando Cronos cortó los testículos de Urano y los lanzó al mar”. En Explanatory Notes.Op cit. p.153
  2. Hemingway to Fitzgerald. May 10, 1934. Letters of Note: Correspondence Deserving of a Wider Audience. En Hemingway Tough-Love Letter of Advice to F. Scot Fitzgerald on Writing and Turning Suffering into Creative Fuel by Mary Popova. https://www.brainpicking. org
  3. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. New York, 1969. p.274
  4. 21 de diciembre de 1935. En Complete Poems. Ernest Hemingway. Op cit. p. 135
  5. Ibíd.
  6. Ibíd. p.99
  7. Ibíd.
  8. Ibíd.
  9. Ernest Hemingway. A Life Story. Op. cit. p.357
  10. Ibíd. p.340

Wednesday, May 1, 2019

Hemingway dice adiós a su aprendizaje poético (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota del blog: Los miércoles en la sección de Carlos A. Peón-Casas, están siendo publicados una serie de ensayos que formarán parte de su próximo libro, el cuál estará dedicado a la obra poética de Ernest Hemingway.

Carlos A. Peón-Casas publicó, en el año 2017, El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)



Valentine(1). (1927)
Hemingway dice adiós a su aprendizaje poético.



por Carlos A. Peón Casas.



Hemingway concibió este poema en el año1927, pero no lo dio a conocer hasta 1929, en el último número de la revista Little Review, ateniéndose a un inusual pedido Margaret Anderson, su editora: un texto que no fuera literatura.

Con su entrega, cumplió con aquel requisito, que igualmente era extensivo para el resto de los escritores que colaboraban con la revista; adscritos todos a las corrientes literarias emergentes de aquel minuto.

Sería su última contribución poética, para aquella publicación, con la que había colaborado desde los tempranos años veinte.

En carta a la Anderson Hemingway apuntaba al respecto:
Espero este (poema) cumpla con sus cualificaciones de que no debe ser literatura. He trabajado noche y día desde que recibí su carta y disfrutaría mucho su reconocimiento y si lo publicará, pues hay una gran demanda por mis trabajos de parte del Atlantic Monthly y otras publicaciones y no me gustaría contrariar a tales editores cuando dispongo de una obra tan inminente y eminentemente vendible(2).
El sarcasmo de la misiva era evidente. La alusión a su dedicado trabajo, durante noche y día, en un poema que apenas llega a veinte líneas, es ciertamente una ironía total, que se sumaba, además al hecho muy cierto de su ya ganada reputación como narrador, justo cuando no solo Atlantic Monthly, sino también Scribner’s Magazine demandaban de sus contribuciones.

Por ende el texto tiene un valor añadido, como inevitable punto de ruptura, entre el poeta y el narrador. Sin dudas sus versos, en esa primera y fundamental hornada parisina, no pasaban de ser un muy pasivo ejercicio creativo, simple pretexto en su definitiva aspiración de convertirse en un narrador reconocido.

Hemingway acaso ya lo había entendido desde su temprano Tres Relatos y Diez Poemas, percatándose desde entonces que, finalmente sus narraciones podrían perdurar, pero de los poemas acaso, podría prescindirse en algún minuto futuro.

Justo para este instante, ya había podido dar fe de ello con su colección de relatos cortos: Men Without Women, dados a las prensas en 1927.

Sin embargo la crítica no pareció favorecerlo, o al menos tal fue la reacción del crítico literario Lee Wilson Dodd, en un número de la publicación Saturday Review Literature(3).

El artículo en cuestión aparecía bajo el título Simple Annals to the Callous (Anales elementales para los Insensibles), y Hemingway nunca lo olvidaría, pues tendría muy en cuenta el título de aquella crítica para parafrasearla(4)  muy convenientemente en su poema, haciendo de ella un boomerang contra sus malos jueces.

De tal suerte, y acaso aplicando aquel dicho a veces manido de que la venganza es un plato que se come frío, el texto le sirvió para rumiar en silencio aquel agravio, donde finalmente airear su inconformidad contra el crítico, hasta darlo a las prensas dos años despúes.

El poema lo explicita desde la dedicatoria: “Para un tal Mr. Lee Wilson Dodd y cualquiera de sus amigos que se lo merezcan”(5).

No pueda haber mejor introito para la andanada que sigue, y donde Hemingway aireará su inconformidad ante un juicio literario que sin dudas no le hacía ninguna justicia. El poema se vuelve entonces en un arma ciertamente defensiva que esgrimir contra esos malos críticos, incluyendo a Dodd, y otros de su condición, aunque a esos últimos, no explícitamente. Pero, al final, cualquier lector bien informado, podría descubrirles leyendo entre líneas:
Entonan una canción de críticos
Los bolsillos llenos de mentiras
Veinticuatro de ellos te desean la muerte,
que fracases
que decaigas, así que puedan ser ellos los primeros
Los primeros en señalar
Cualquier alegre debilidad, algún signo de decadencia(6).
Para lo que sigue del poema, el joven escritor, para quien la poesía ya no será más que una apoyatura en la continuidad de su proceso creativo, sigue atacando, con más dureza y crudeza, a sus inoportunos inquisidores:

Todos son muy parecidos, un hastió enorme,
Pequeñas y sórdidas catástrofes,
Amontonan las cartas del destino
Gente muy vulgar, traseros de los insensibles
Tontos, desalmados, soldados, prostitutas(…)(7)

Para el cierre, les deja la peor de las ofensas, que sin dudas resulta malsonante, pero son sus propios versos, o mejor sus palabras más injuriosas, las que dejan concluido el acto de venganza literaria, con aquel oportuno y sui generis Valentine:
Y si no les gusta
Hagan algo,
Embútanselos por salva sea la parte(8).




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  1. El poema, ocupa el número 71, en la sucesión de todas sus producciones en el orden más cronológico posible. La cifra total llegaría finalmente a 88. Cfr. Complete Poems. Ernest Hemingway.University of Nebraska, Revised Edition, 1992.
  2. Citada por Nicholas Gerogiannis en Complete Poems. Op. Cit.
  3. “Simple Annals to the Callous”. Lee Wilson Dodd en Saturday Review Literature. 19 November 1927. Otro trabajo crítico de signo desfavorable lo publicó Joseph Wood Krutch en la revista The Nation. Vol 125 (Nov.6,1927)
  4. En el poema es notorio el recurso Hemingwayano de jugar con las palabras annals y anal (En Inglés), transfiriendo a la primera del sentido peyorativo que tiene la segunda. El resultado es una frase ciertamente ofensiva. (Véase el poema)
  5. Valentine. En Poemas Completos. Op. Cit.
  6. Ibíd. p.93
  7. Ibíd.
  8. Ibíd.

Monday, April 29, 2019

La poesía hemingwayana. Coordenadas imprescindibles para una traducción (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota del blog: Este miércoles en la sección de Carlos A. Peón-Casas, se inicia la publicación de una serie de ensayos que formarán parte de su próximo libro, el cuál estará dedicado a la obra poética de Ernest Hemingway.

Carlos A. Peón-Casas publicó, en el año 2017, El Vino MejorEnsayos sobre Ernest Hemingway. (Ver información en este enlace)


El asombro marcará para muchos su cercanía, a esta tan deseada y a la vez precaria aproximación a algunos de los poemas traducidos del autor norteamericano.

Pero tal sentimiento es perfectamente entendible, aún entre los que se califiquen como buenos conocedores de la obra del gran narrador Ernest Hemingway.

Su poesía, que indudablemente tiene un peso específico dentro de su obra, aunque aún se le desconozca, es a no dudarlo, la asignatura pendiente de ese corpus total, un fragmento ineludible de ese todo, aún mejor, un imprescindible complemento, en ese inquietante entramado que toda obra creativa lleva implícito, a veces sin que el propio creador llegara a ser del todo consciente, durante el demandante proceso de su forja.

Valorarla en su justa dimensión no es óbice para seguir las pistas del poeta que siempre habitó el alma hemingwayana, a lo que ya hemos apuntado antes cuando afirmamos que:
aunque no llegue a tener el grandeur de su prosa, (…) Hemingway sabe de esos efluvios reconfortantes que nacen al calor del sentimiento poético y los recrea, y se vale de ellos, no ya en sus textos poéticos, sino en muchos sitios de su poderosa prosa. Por ello, no dejaré de insistir que conocer al poeta que lo habitó entre pecho y espalda, ayuda a desentrañar al narrador, al cuentista impecable, incluso al corresponsal impenitente, que abre su alma en un poema, que muy bien pudiera funcionar como una muy efectiva corresponsalía. Leer su poesía, como Paris, bien vale una misa…(1)
Una experiencia de exquisita degustación de unos textos demandantes y exigentes, un proceso de incesante lecturas y relecturas, y una búsqueda a veces escabrosa entre el casi siempre agitado y proceloso mar de las equivalencias entre el Inglés original, y nuestra rica lengua.

El resultado es el fruto, a ratos agridulce, de una rigurosa, pero ineludible discriminación; estos ensayos sobre sus poemas, pudieran servir para cualquier lector asombrado, ante este Hemingway poeta, como oportuno báculo, para el viaje sugeridor a través de unos textos, que el rimador enmarca en las inevitables coordenadas de su excitante vida.

Todos se mueven en el espectro de los tiempos biográficos del autor: desde sus primeros poemas juveniles en su natal Chicago, hasta sus penúltimas creaciones, en su entrañable refugio cubano de Finca Vigía.

Remiten, con toda precisión, a un minuto específico de la vida del adolescente, del joven soldado, del periodista, del escritor en ciernes en aquel París que siempre fue un convite inenarrable, del ya establecido narrador, del novelista de pesos pesados, del corresponsal de guerra, del hombre enamorado, en suma del poeta con todas sus letras, de ese que siempre se puede afirmar con el adagio que “nace y no se hace”(2).

Todos y cada uno lo acompañaron en un minuto de su meteórica carrera, y como ya hemos apuntado antes en un ensayo precedente:
Aunque su producción poética decrecería a partir de sus años parisinos, justo con la emergencia del narrador de altos quilates que ya no dejaría de ser, aún en ese bien ganado limbo literario, no dejaría de expresarse poéticamente como un ser total (…)(3)
Si bien es cierto que como apunta su muy lucido crítico, y editor de su obra poética, Nicholas Gerogiannis: “Sería un error atribuirles mucha importancia a estos poemas en el desarrollo artístico de Ernest Hemingway”(4), no deja de ser un hecho incontestable que su primera obra conocida fue una colección donde la narrativa y la poesía compartían en igualdad de términos, referimos a sus tempranos Tres Relatos y Diez Poemas(6), que viera la luz editorial en 1923.

Y aunque suscribamos otra vez la autorizada voz de Gerogiannis, respecto a que “su poesía temprana fuera claramente el trabajo de un aprendiz”(5). Podemos entender igualmente el valor intrínseco que para el poeta-narrador tenía aquel primer libro suyo, cuando escribiera en 1951 a Charles Fenton que: “El único trabajo de mi autoría que reconozco y firmo como mi verdadera obra es lo que he publicado en Tres Historias y Diez Poemas (…) Y en otro lugar le hacía participe a Edmund Wilson de su satisfacción interior: “Estoy feliz de darlos a la luz(…)”(7)

Media docena de aquellos textos recogidos en ese libro, ya habían empero visto la luz en 1922, en una publicación norteamericana de Chicago: Poetry: A Magazine of Verse. La editora, Harriet Monroe, no tuvo objeción para que fueran añadidos al nuevo libro(8).

De este mismo período parisino, el más prolífico del autor, destaca otro poema como reveladora descripción de ambientes vitales de la propia Ciudad Luz, en aquellos roaring twenties, en atención a las funciones reporteriles que para entonces, todavía desempeñara como modo de vida, para el Toronto Star.

Montparnasse es el título de este texto complementado con una crónica(9)  alusiva al minuto en que recreara también aquellas circunstancias en forma poética, “otra interesante mezcla entre dos estilos en las mismas antípodas de la creación literaria, pero que logran fusionarse bajo el hacer inconfundible de Hemingway”(10).
No ocurren muchos suicidios entre la gente que uno conoce
No suicidios exitosos
Un niño chino se mató y está muerto
(Todavía le siguen poniendo su correo en la casilla del Dome)
Un niño noruego se mató y está muerto
(nadie sabe donde ha ido el otro niño noruego)
Encontraron una modelo muerta (…)
Cada tarde uno encuentra a la gente que conoce en el café.(11)
La voz poética del narrador fluye con alusiones, desgranando a su vez, los pormenores de aquella circunstancialidad vital sin cortapisas:
(…) a ese paisaje de la vida más anodina, en medio del concurrido barrio latino parisino en que se mueven los personajes más disímiles, los expatriados, los inmigrantes de todas las naciones que hacen lo indecible para sobrevivir, entre calles atestadas y malolientes(…)(12)
Hemingway dejará Paris, pero igual, nunca dejará de volver a la ciudad que lo marcaría como siempre para la Literatura con mayúsculas. Desde 1926, con la aparición de su novela Fiesta, se le reconocerá y se le admirará como un reconocido escritor. Su evolución posterior en el mundo de la narrativa, lo confirmará como uno de entre los más reputados creadores literarios del siglo XX.

Pero Hemingway, el poeta, no dejaría de existir, a pesar de que su elaboración poética pareciera decrecer y, hubiera períodos incluso de sequía extrema. La poesía le servirá de complemento, y a veces le funcionará como un mecanismo rememorativo, donde visualizar su existencia, siempre agitada por ese tremendo elan vital que lo lanzará impenitente a las más inopinadas aventuras humanas, y a la creación como ejercicio de inevitable y recurrente perennidad.

Un texto de tal signo es Poema, 1928. Lo firmaría en Berlín en 1929, y al recorrerlo sentimos a un narrador que nos alude al hombre, y que va denudando los espacios más autobiográficos del propio Hemingway, como quien hace un inventario de lo vivido y lo contrasta con cualquier posible futuro. Citamos algunos fragmentos del texto que ofrecemos íntegro como oportuna overtura palatal según el buen decir Lezamiano:
Dijeron se acabó (…)
Debemos estar llenos de gracia, o en camino a estarlo (…)
Pero nosotros
Que hemos matado a otros hombres
Y luchado en guerras extranjeras
Enterrado a nuestros amigos
Y a nuestros padres cuando se dispararon por razones económicas (…)
Hemos sido curados, nos hemos casado y engendrado hijos (…)
Que hemos estado en Troya
En Flandes, En Artois y en Picardy
Durante batallas allí acaecidas (…)
Que hemos vivido en otros países lo mismo que en el nuestro (…)
Tenemos algo que no nos pueden quitar (…)
Pero si perduramos y no somos destruidos
Y somos duraderos porque hemos sobrevivido (…)
Escribiremos los libros
Que ellos no leerán
Pero puede que sí sus hijos
Si acaso tienen hijos.(13)
La suma de todas las composiciones poéticas conocidas de Hemingway, ascienden a 88 en total, y permanecieron totalmente inéditas hasta el año de 1978, los criterios para darlas a la luz, las había fijado Mary Welsh, esperando al minuto a que ninguna persona aludida en aquellos estuviera viva.

Pero aún así, otros textos, controvertidos, no vieron nunca la luz, atenidos al principio antes citado, y de que obviamente no fueran a herir susceptibilidades. En una segunda edición de su poesía.

Leer pues a este Hemingway poeta, que sigue sorprendiendo a los lectores que lo descubren como tal, y que se muestra con una sugerente vitalidad a pesar del tiempo y sus desvanecidas señales, conlleva además de un acto de re-conocimiento, el inevitable placer que suele siempre acompañar a lo que es bueno y perdurable. Que sirva entonces last but not least:
como introito necesario al conocimiento más completo de su vasta obra creativa, en la que también la poesía tuvo sus coordenadas singulares dentro del corpus monumental de un autor al que la Literatura (siempre con mayúsculas), sigue reverenciando por sus dotes de inigualable signo.(14)






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  1. “Carlos Peón: “Leer su poesía, como París, bien vale una misa…” (Entrevista). Por Gladys Rodríguez Ferrero. Fuente CUBARTE 18.06.2015
  2. Poeta nascitur non fit (El poeta nace, no se hace) Frase atribuida al poeta latino Publio Annio Floro. Citado por Fletcher, Robert M.D. The Poet is he born, not made. En The American Antropologist. Washinton D.C., April., 1893
  3. "Los Poemas Cubanos de Hemingway" en El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. Carlos A. Peón Casas. Create Space Publishing Co (Amazon Company) South Caroline, U.S.A, 2017. p.106
  4. Complete Poems. Ernest Hemingway. Edited by Nicholas Gerogiannis. Univesrity of Nebraska Press, 1992. p.xxi
  5. Ibíd. p.xv
  6. Ibíd.
  7. Ibíd.
  8. Ernest Hemingway. A Life Story. Carlos Baker. Charles Scribner's Sons. NY, 1969. P.100
  9. Bohemios norteamericanos en París. Toronto Star Weekly,25 de Marzo de 1922. Ci En Un Corresponsal llamado Hemingway. Felipe Cunill (selección y edición). Arte y Literatura. La Habana 1984. p.24
  10. "Entre Textos y Contextos. La Imprescindible cercanía entre la Poesía y la Prosa Hemingwayana. Reflexiones desde una Traducción". En El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. Op. cit. p. 84
  11. Tres Relatos y Diez Poemas (1923) en
  12. Entre Textos y Contextos…Op. cit. p.85
  13. Poema, 1928 En Complete Poems..Op cit. p.
  14. "Ernest Hemingway: El poeta que todavía no conocemos". En El Vino Mejor. Ensayos sobre Ernest Hemingway. Op. cit. p. 124
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