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Wednesday, July 5, 2023

Hemingway entrevisto. Declaraciones casi inéditas para el Diario de la Marina, al recibir el Premio Nobel de Literatura.(Octubre 29, 1954). Por Carlos A. Peón-Casas.

Foto/ Diario de la Marina.Octubre 29, 1954.
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Fue el día que el mundo supo que el recio escritor norteamericano, avecindado desde 1939, en su legendaria Finca Vigía, en la habanera barriada de San Francisco de Paula, era el ganador del del Premio Nobel de Literatura de aquel año.

La noticia pudo haberlo sorprendido en cualquier parte, sabida la constante movilidad del escritor entre su casa cubana y los más disímiles puntos geográficos del mundo por donde solía discurrir. Pero la buena nueva lo alcanzó entre nosotros, y la prensa de la época, cubana y no, tomó por asalto aquel mítico paraíso, para llevarse al vuelo las inevitables primicias de aquel suceso.

El Diario de la Marina, estuvo como el primero. Y el texto que hoy rescatamos es a no dudarlo, uno de esos testimonios todavía no bien aireados, de la impronta del Hemingway que ese mismo día se calificaría como “cubano sato”.

El cronista del minuto describe el ambiente de la casa colmada por más de un centenar de periodistas y así nos lo transmite para esta posteridad de ya casi pasadas siete decadas:
Hemos tenido que extraer materialmente al escritor de entre los micrófonos que captan su voz y las cámaras que captan su estampa de todos los días, desgarbada y descuidada, para llevarlas al público norteamericano por cuenta de la National Broadcasting y la Columbia Broadcasting… Unas veces en inglés y otras en su pintoresco español, según los casos, Hemingway compone calmosamente aunque con desusada alegría en los brillantes ojos, sus primeras impresiones tras haber ganado el Premio Nobel.
Sus primeras palabras para el Diario de la Marina resuenan todavía hoy con un hálito muy singular:
Este es un triunfo de Cuba, porque yo se lo ofrezco… Lo que ofrezco es un galardón a la tierra que escogí para vivir y en la que moriré para que siempre me caliente el sol.
Se trataba a no dudarlo de una verdadera declaración de principios, una aseveración a todas luces muy sentida y aún más lúcida.La vida empero, con su añadido de circunstancias nevitables, no le dejaría cumplir ese anhelo; pues como bien sabe el lector, terminaría sus días en las frías praderas del norteño Idaho, pero lo dicho y recogido y perpetuado por el diario habanero, inmortaliza a no dudarlo aquel deseo.

Y en otro aparte, seguiría redondeando su idea:
No se trata solamente de que mi presencia física en esta hermosa isla escogida por mi de entre el mundo entero, sino de mis afinidades, que se han vuelto profundo amor, y de un hecho tan importante como ese de que tenga ambiente cubano el libro premiado: El Viejo y el Mar.
El Premio Nobel, como bien acotaba, premiaba la que fuera, una obra suya de madurez sugerente y estilo de profunda maestría narrativa, aquella bellísima fábula del pescador y el gran pez, la historia de Santiago,vencido pero no derrotado, y singularmente construidadesde la realidad cubana, en el setting del inolvidable poblado marítimo de Cojimar.

Al respecto, y ante la inevitable pregunta del reportero, por cual aspecto de aquella obrahubiera podido haberle alcanzado tan merecido galardón de la Academia Sueca, Hemingway se lo dejaba muy claro:
Su costumbrismo, su colorido que no le doy yo sino que le dan esos héroes y ese ambiente que por lo visto he tenido la suerte de expresar, acaso porque he puesto en ello lo más puro de mi sinceridad.
El titular de la noticia que parafraseaba sus palabras en la primera plana el Diario de la Marina de aquel viernes 29 de Octubre de 1954 no hacía más que confirmar un apego de singulares alcances a la Isla, a su gente, a su geografía marítima, pero también, y a no dudarlo a su humana condición. Lo dejamos ahora para el lector en las exactas palabras del laureado escritor:
Lo que obtiene el Premio Nobel es un himno a la reciedumbre de la brava gente de la costa Norte desde Cabañas hasta Jaruco, y que yo he admirado a lo largo de veinticinco años, sólo distinta de la que ocupa la costa sur en que aquella hace frente a las marejadas que vienen de arriba, mientra que la otra se bate con los ciclones. Pero unos y otros- y yo- amamos el mar como a una mujer, porque como una mujer es capaz de dar y de quitar 
La entrevista fue accidentada y casi por entregas, entre los inevitables avatares de aquella jornada tan inusual para el escritor, rodeado de la prensa plana y televisiva, acostumbrado empero, al recogido silencio creativo que imponía como condición en su refugio literario y vital.

El cronista nos deja un esbozo de aquel minuto, y de lo que el propio Hemingway le declarara con cierta resignación, por tener que sufrir ser el centro de la inevitable atención mediática. Sus palabras nos redondean aquel sentimiento:
Verdaderamente no soy un actor y esto es cosa de actores. Las cámaras, los micrófonos. Dirigirse al público de esta manera…. Que sea lo que Dios quiera…
Y ya al final, una declaración muy sugerente que nos permite recobrar y entender, algo de su más profundo sentimiento de responsabilidad creativa, y que nos sigue reafirmando su ética y sus convicciones:
Mi manera son los libros y con ellos me siento seguro, porque como te dije la última vez que nos vimos cuando no me gusta algo lo mando al cesto. ¿Pero cómo hago lo mismo con unas palabras recogidas ya con estas endiabladas y peligrosas grabaciones?

Wednesday, May 17, 2023

Cayo Hueso: Noticias del viajero recién llegado que busca y encuentra a Hemingway en su actual casa museo. (por Carlos A. Peón-Casas)



Para el viajero ha sido una experiencia total. Es el cumplimiento de un sueño antiguo que se materializa de la mano de amigos y hermanos entrañables.



El periplo por la US 1 es inolvidable en cada tramo de la andadura desde los predios floridanos de tierra firme hasta el último destino: the southernmost point del continente norteamericano tan cerca y tan lejos de la añorada patria cubana.

En el destino final del gps, el consabido navegador del auto, marcaría sin dudarlo un destino inevitable: la calle Whitehead, con más precisión, la casa del dios de bronce de la literatura norteamericana, el admirado y pocas veces superado escritor Ernest Hemingway.


El motivo central para el cronista que ha historiado con pasión al celebrado narrador peso pesado de la narrativa más inolvidable pero también del periodismo más raigal, al corresponsal de guerra, y hasta la mismísima poesía de la que muchos se sorprenden cuando la ubican por placer o por azar en su largo y magnífico corpus narrativo.

La que fuera hogar de escritor con su segunda esposa Pauline y con sus dos vástagos de aquel matrimonio finiquitado a finales de los años treinta, es aun espacio de memorabilias espléndidas y de un aura muy sugerente que muchos, muchísimos quieren explorar con fruición.

La casa con sus jardines asendereados que bifurcan los sueños y las nostalgias del escritor y de la inacabable troupee de los visitantes es una visión de imprevisibles acentos.

De pronto aparece la piscina con el mitológico centavo adosado al pavimento, el último que Papá habría podido ahorrar de la supernumeraria cifra que en plan halago para su esposo ausente, pagara Pauline para endulzar la ya no muy católica relación matrimonial que hacía agua con la llegada a los predios de la que sería la tercera y próxima cónyuge en línea para el escritor ya consagrado, la también narradora Martha Gelgorn.


Los espacios físicos de la casa son otros descubrimientos de incalculables referentes que aportan más que los aditamentos, las fotos y hasta el propio moblaje de la que fuera casa familiar y refugio creativo del creador.

Confirmó con otros que se siente algo especial y atrayente en ese recorrido que va por los espacios antes habitados y ahora revividos.

El cronista que escribió antes de oído sobre sucesos allí acaecidos, en especial sobre algún poema menor pero sugeridor siempre, suscitado en aquel ambiente, cree descubrir una especie de alumbramiento de especial connotación en aquel ambiente tan evocador.


Desde el corredor superior que recorre la casa se distingue otro ángulo imperdible: el antiguo faro que se alza frente a aquella y que nos sugiere la más próxima presencia por entonces del ahora no tan cercano mar que ha cedido espacio a nuevas edificaciones.


Para el cronista hay una y otra memoria que alude al despistado Hemingway en cualquier noche de libaciones intensas en el otra vez mítico Sloppy Joe de la calle Duval, copia y extensión del habanero que su íntimo amigo Russell fundara en aquel tiempo.

Luego de muchas y variadas mezcla etílicas, el escritor ponía rumbo a la no lejana vivienda de Whitehead, para entonces borrosa en la memoria, y solo reconocible en la certeza de seguir el inexorable foco del faro de marras, que le dejaba extraviar el camino hacia su apacible hogar.

La noche se cerraba entonces y el refrescante efluvio marino recorrería los espacios de la distinguida propiedad donde la esposa desvelada esperaba al trasnochador impenitente en aquella recámara tan bien puesta donde hoy el visitante encuentra, sobre el imponente lecho de la pareja, a un durmiente mínino, la herencia de los no pocos gatos, sus preferidos y de exclusivo pedigree que el escritor vio corretear por su casa en aquel cayo paradisíaco que hizo también su hogar.


Carlos A. Peón-Casas, Marta Rosa Trujillo,
Gabriela Galbis y Pedro Camacho
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Ver

Wednesday, June 22, 2022

Friday, July 2, 2021

Hemingway seleccionó Bohemia, para publicar "El Viejo y el Mar" por primera vez en español


"Bohemia ofrece hoy a sus lectores una gran novela. Ya ésto es decir bastante. Una gran novela no es cosa de todos los días. Importa subrayar además que es una novela cubana -como también americana y de todos los hombres. Es también una obra de todos los tiempos.

Pero no queremos adelantar juicios. Solamente señalar la féliz circunstancia que nos ha permitido ofrecer por primera vez en español y en esmerada traducción (por el autor revisada y autorizada) el libro que la crítica de todo el mundo está acogiendo como uno de los más originales aciertos literarios de todas las épocas: Una obra de arte cuyo profundo sentimiento humano rebasa todas las fronteras.


La circunstancia se la debemos al autor mismo. Ernest Hemingway, que en Cuba vive y ama a Cuba, ha querido en testimonio de afecto a nuestro pueblo, que fuera aquí y en Bohemia -y vaya por ello nuestra más sincera gratitud- dónde primero apareciera en español.

Y dejamos ya al lector con el Viejo y con el Mar. A él dejamos también apreciar el esfuerzo editorial y periodístico que supone esta presentación extraordinaria, en una edición ordinaria de su revista Bohemia."

(Bohemia. Marzo 15, 1953)

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Algunas de la páginas de Bohemia,
donde se aprecia la primera edición español
de El Viejo y el Mar

Wednesday, March 24, 2021

Cézanne en Hemingway. Sus influencias pictóricas en la concepción del paisaje narrativo hemingwayano (por Carlos A. Peón-Casas)

Nota preliminar: Aprovecho para anunciar que Carlos ha iniciado el blog "La Bitácora de Hemingway" , dedicado a compartir sus estudios sobre el escritor norteamericano.  Les invito a visitarle en este enlace.



Hemingway, alguna vez, medio en broma o quizás en serio, qui lo sa, llegó a afirmar que de no haber sido el narrador que fue, hubiera querido ser pintor(2).

Y es que su gusto personalísimo por las obras de Miro, Masson o Juan Gris-todos sus contemporáneos-, de los cuales tenía cuadros, o su inmensa cercanía a Picasso y Fernand Leger, es un hecho trascendental que influyó decisivamente en su formación intelectual. 

Pero en ningún caso, sin que llegaran a ser una influencia en sus creaciones literarias, y por ende inevitables alusiones a esos pintores modernos y contemporáneos, o a algunos también fuera de tal periodización, como pudo ser el caso del célebre creador renacentista Mantegna(3). Amén de otras preferencias por autores de la talla de un Greco o un Goya, cercanos en su inevitable accionar a escenarios de la España que amó con incondicionalidad.

Sin embargo, la proximidad admirativa del Hemingway narrador, por las técnicas innovadoras del arte pictórico de Paul Cézanne, y aún más, las influencias, que se acusan de aquellas en su obra narrativa, no resultarían muy obvias, para un lector principiante de su corpus narrativo, si acaso no fuera ya un conocedor a priori de la obra del escritor norteamericano y del pintor galo.

Cézanne había muerto dos décadas antes de la llegada del joven reportero Hemingway a un París habitado por las reminiscencias inevitables del arte del que sin dudas fuera maestro indiscutido del Post Impresionismo, y de quien, por no se sabe qué misteriosos senderos, acabaría prendado de su saber hacer pictórico, para incorporarlo luego, en un proceso de oportuna deglución, sus recónditas reminiscencias a su estilo narrativo.

En una temprana carta de Hemingway dedicada a Gertrude Stein su inevitable mecenas parisina, en 1924, le hablaba ya a las claras de tales influencias. No hay recato alguno en el joven aprendiz de narrador cuando le afirma tácitamente que:
I have finished two long short stories, one of them not much good, and the other very good(…) where I am trying to do the country like Cezanne…(4)
Y no puede ser de otro modo. Es precisamente en la casa de aquella ya reconocida mecenas, de los jóvenes norteamericanos expatriados, aspirantes a ganarse un sitio en la República de la Letras, y a la que ella signara con su famosa afirmación de: “la generación perdida”, donde el joven reportero Hemingway admiraría por primera vez y de primerísima mano obras del singular maestro que abriría las puertas de par en par a la pintura más innovativa a la generación de los pintores cubistas.

Lilliam Ross lo recuerda en su Retrato de Hemingway:
Hemingway fue presentado a la obra de Cezanne en el estudio de la calle de las Fleurus durante sus regulares visitas a la Stein, cuando aquella era su mentora. Había dos cuadros del artista, y la Stein no escondía su propia deuda con el pintor en relación a su propias teorías sobre la estructura en la escritura(5)
Poco se sabe de cuales pudieron haber sido aquellos lienzos primarios, presentados ante su vista en la casa de su amiga y mentora, cualesquiera que fueran, marcarían indefectiblemente los derroteros e aquella futura influencia pictórica en su obra descriptiva, y de manera sobresaliente en sus descripciones paisajísticas.

En aquellos tempranos años parisinos igualmente Hemingway fue asiduo caminante cada tarde por los sombreados senderos de grava del parque de Luxemburgo, donde igualmente se recreaba con los Cézannes y los Monets coleccionados en su Museo. Baker deja evidencias de aquellas visitas contemplativas:
(al mirarlos) se deleitaba pensando para sí mismo que lo que habían logrado con sus pinturas y lienzos, eran lo mismo que habría conseguido con su ardua labor con las palabras en la habitación de aquel viejo hotel(6)
Pudo haber sido allí mismo donde Hemingway se deleitara por vez primera por el cuadro: Rocas—Bosque de Fontainebleau, que ya en su madurez volvería a contemplar en una visita suya a la colección de Cézanne guardada para entonces en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York. De aquella ocasión, y en discurso rememorativo apuntaría a la propia Lillian que:
Eso es lo que tratamos de hacer en nuestra escritura, esto y lo otro, y los bosques, y las rocas en las que tuvimos que treparnos. Cézanne es mi pintor favorito(…)(7)
Lo cierto es que tras ambigua y hermética reflexión que ni Hemingway, ni la propia Lillian Ross pretendieron nunca esclarecer, el leit motiv hemingwayano frente a la impecable técnica pictórica de Cézanne a la hora de dar vida a sus paisajes no fue otro que, otra vez en sus propias palabras:
Escribir historias de un modo tan objetivo y real como las pinturas de Cézanne, recrear el paisaje como Cézanne lo había plasmado(8)
Tan temprano en su accionar creativo como a la altura de su segunda novela Adiós a las Armas, y justo en el opening de la novela, la técnica narrativa resulta muy paisajística, a la hora de describir la locación que ocupa el narrador cercano al frente. Así lo retrata Hemingway:
Aquel año al final del verano, vivíamos en una casa de un pueblo que, mas allá del rio y de la llanura miraba a las montañas. En el lecho de rio había piedrezuelas guijarros, blancos bajo el sol, y el agua era clara y fluía, delante de la casa y se alejaban por el camino, y el polvo que levantaban cubrían las hojas de los arboles. Los troncos también estaban polvorientos(…)

La llanura estaba cubierta de cosechas. Había muchos vergeles y, en el horizonte, las montañas se destacaban pardas y desnudas. En ellas todavía se combatía y, al atardecer, veíamos los relámpagos de la artillería. En la oscuridad se hubiera dicho que eran relámpagos de verano, sin embargo las noches eran frescas y no se tenia la impresión de que amenazara tempestad(…)

También se luchaba en esa montaña, pero sin resultado, y en otoño, cuando aparecieron las lluvias, las hojas de los castaños empezaron a caer y no se vio mas que ramas desnudas y troncos ennegrecidos(…) Al llegar el invierno, una lluvia persistente comenzó a caer, y la lluvia trajo el cólera…(9)
El manejo de este paisaje donde la naturaleza, parece ajena a los avatares de la guerra, recrea sin embargo, la morbidez y el desasosiego de la refriega. 

Sin dudas, es precisamente en Cézanne donde se puede encontrar el modelo imitado, donde se da con lujo de detalles la objetivación del elemento representado por medio de un alejamiento aparente, y que conduce finalmente a una elaboración “consciente y normativa de la sensación original’’(10)

Igualmente, su técnica implicaba ‘’la omisión de colores, dejando lugares en blanco en el lienzo’’; Hemingway por su parte, omitía los detalles en sus textos: el concepto archiconocido de la teoría del iceberg, ‘’que ayudaba a añadir sentido a las narraciones de manera que el lector pudiera acceder a los conceptos sumergidos’’(11).

Tomemos como ejemplo para ilustrar lo anteriormente dicho una de las series mas portentosas del creador galo ya citado: Las Montañas de Sainte- Victoire(12), donde los críticos hablan por la primera vez de lo que la síntesis pueda lograr con ‘’la partición mecánica del espacio y la creación de una nueva dimensión emocional’’(13)

Compárese entonces esa vista siempre enigmática del accidente geográfico, con la descripción ya citada de Hemingway en Adiós a las Armas, o con cualquier otra de las muchas alusiones al paisaje en su obra, y el resultado será un asombrosos parecido, no ya por los efectos malintencionados de un copista avezado que quiere parafrasear mas que re-crear una realidad, sino por el armonioso contraste que la pagina escrita logra, al transmitirnos las necesarias coordenadas de la profundidad, el valor de los colores y sus tonalidades, y en suma, de la vitalidad de un paisaje que emula, aventajándoles, con aquellos que se conforman solo con la reproducción física de las esencias mas epidérmicas y no se zambulle en el alma oculta de la realidad. La diferencia es precisamente que la descripción tiene ‘’alma’’, y genera sensaciones que pueden ser percibidas sensorialmente.

En “El rio de los dos corazones”- una narración que recrea además de la cercanía al paisaje, la necesaria noción de lo sensorial-, podemos apreciar una vez mas como Hemingway es capaz de hacer un contraste muy señalado entre el paisaje, y la percepción que personaje tiene de aquel:
No había nada mas allá de su vista que una llanura de pinos que se extendía hasta las azules y lejanas colinas que marcaban la altura del Lago Superior. Las veía con dificultad e la lejanía que se le perdía por sobre la cálida luz de los pinos. Si las miraba fijamente se le perdían, pero si lo hacia con los ojos entrecerrados, entonces estaban allí, las colinas lejanas sobe una elevación el terreno(14).
A Nick Adams, el alter ego del narrador, le confiaría el segundo, en la primera versión del relato de marras, un monologo interior a modo de cierre del relato donde de paso, estaría confiándonos sus muy particulares observaciones sobre sus principios estéticos:
El, Nick (si) quería escribir sobre el paisaje, debería hacerlo como Cézanne lo había hecho en su pintura. Tu pudieras lograrlo si lo intentaras. Si lo vivieras con tus propios ojos. Porque era algo que no podrías comunicar con palabras(…) El sabría como Cézanne hubiera pintado este pedazo de río. Dios, si estuviera solo aquí para hacerlo(…)(15)
Cézanne por su parte, lo entendió muy bien cuando le decía a su hijo: 
El arte es una armonía paralela a la naturaleza. Pintar no es copiar servilmente, es captar una armonía entre las relaciones numerosas y trasladar esas relaciones a cierta escala propia, desarrollándola con una lógica nueva y original(16)
Por allí esta el detalle que Hemingway parecía apreciar más en el creador de Las Montañas de Provenza o de El Golfo de Marsella visto desde L. Estaque(17). Se trata en prime lugar de la necesaria descomposición de ese paisaje como figura geométrica, donde el efecto natural, al decir del propio Cézanne, el tratamiento dado a los cilindros, esferas y conos que conforma el resultado final de la obra, y que integran el todo estable y sólido de la naturaleza, en contraste con los cambiantes movimientos del alma humana.

Esa distinción que hace posible en los textos de Hemingway darle al lector no solo la sensación física el paisaje sino además el estado anímico, es parte proverbial en todas sus narraciones, y tiene destaques señalados en momentos descriptivos que tienen un gran peso en toda su obra, y que integran el todo estable y solido de la naturaleza, en contraste con los cambiantes movimientos del alma humana, primordialmente en muchos de los ‘’paisajes’’ hemingwayanos, desde Fiesta hasta La Breve vida feliz de Francis Macomber, desde la corriente del Golfo, pasando por España y singularizados a los de Africa.

A efectos de este acercamiento, me atrevo a priorizar uno poco mentado, donde creo entender que se da muy bien la simbiosis ya contrastada entre el paisaje y la sensación como arquetipos singulares de lo constante y lo voluble. Pienso en su narración El Vino de Wyoming(18) no muy oportunamente trabajada por sus críticos, y la hermosa descripción de apertura y cierre de la misma, la de las montañas lejanas, azules y nevadas en sus cimas, vistas desde la frescura del porche, donde un narrador ensimismado paladea con fruición una cerveza helada:
Era una tarde cálida en Wyoming, las montañas estaban a gran distancia y se podía ver la nieve en sus cimas, pero no brindaban sombra, y en el valle los campos de trigo amarilleaban, el camino estaba polvoriento por el paso de los autos, y todas las pequeñas casa de madera en un extremo del pueblo se resecaban al sol(19)
Hemingway sabe hacer con sus palabras, con su dicción, y con su estilo paratáctico, el mejor cuadro donde la estabilidad del ambiente natural, es el mejor de los fondos posibles para proyectar las cambiantes circunstancias e su personajes, acosados todos por la sensación de que el vacío y el dolor les aguardan inevitables, y de que el tiempo por vivir es mas pasajero que lo que muchos se atreven a imaginar. Entendamos de una vez que leer las descripciones de los paisajes en Hemingway tiene el mismo signo que genera pararnos frente al lienzo todavía húmedo done los colores de la vida se han acomodado lo mejor posible para recordarnos que la existencia también se pinta con palabras. Su talento como narrador toca si dudas, y muchas veces, las mismas coordenadas del pintor.

En el cierre de El Vino de Wyoming nos retrata otro paisaje con la misma maestría la mirada de un consagrado artista
La carretera asfaltada se acababa. Seguía un camino de grava que dejaba la planicie se perdía entre dos colinas y ascendía entre ellas. El suelo de las colinas era rojo, la salvia crecía en grupos grisáceos, y a medida que el camino ascendía, podíamos mirar mas allá de a través de las colinas, la planicie de los valles que chocaban con las montañas. Se veían cada vez mas lejanas y lucias mas parecidas que nunca a las de España. El camino hizo una curva subió de nuevo, y por delante había un grupo de urogallos, que levantaron el vuelo tan pronto nos acercamos a ellos, agitando fuertemente sus alas, remontando el aire en largos giros para posarse luego en la ladera de una colina mas abajo(20)
La cuestión que se impone, al leer este fragmento, es si dudas s seria posible escribir como se pinta. La respuesta nos parece de una certeza mas que evidente Hemingway fue capaza de mejorar su estilo mirando los cuadros de Cézanne, cualquier lector de su obra es capaz de pintar su propio cuadro en las intrincadas coordenadas de su mente gracias a “la sustancia inmejorable su estilo, al balance tan perfecto entre lo imaginario y lo real, y a la armonía con la naturaleza a la hora de todas sus caracterizaciones”(21). Al final, el lector acaba también siendo un creador, y eso es si dudas la mejor cualidad que toda obra de arte, cualquiera sea su genero, puede tener. Con Hemingway tenemos asegurado ese privilegio.









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  1. Paul Cézane (Aix –en-Provence, Francia, 1839-id.,1906. Pintor francés. Hijo de un banquero, comenzó sus estudios en el colegio Bourbon de su ciudad natal, donde entabló relación con Emile Zola. Prosiguió en la escuela de dibujo y posteriormente se matriculó, por influencia paterna, en la facultad de derecho, aunque pronto comprendió que su verdadera vocación era la pintura. Instaló su primer estudio en la casa de campo de su padre hasta que en 1861 su madre y su hermana lo apoyaron para reunirse en Paris con su amigo Zola(…) Una vez en la capital francesa se inscribió en la Academia Suiza para preparar el ingreso a en la de Bellas Artes. En el Museo del Louvre descubrió la obra de Caravaggio y de Velázquez y este hallazgo marcó profundamente su evolución artística.(…) En 1886 su obra fue rechazada por el Salón de Otoño por vez primera, lo que se repetiría una y otra vez hasta el final de sus días y provocó en él un profundo resquemor,(…) Como sus coetáneos se convenció de la importancia de pintar al aire libre(…)en 1872 realizó una colección de paisajes en Louvecieiennes junto a Pissarro y otros artistas que inauguraron su denominado “período impresionista”. En 1878 se estableció casi permanentemente en Provenza alcanzando progresivamente la madurez expresiva que iba a configurar uno de los estilos más influyentes del ate del siglo XX. (…) En 1886 murió su padre y Cézanne abandonó a su esposa y su hijo, pasando a instalarse a Aix, donde pintaría la serie de cuadros de la montaña de Sainte-Victorie(…) en 1895 el marchante Amboise Vollard organizó, con el apoyo de Pissarro, Renoir y Monet, una exposición sobre su obra que fue bien recibida por la crítica.(…) El primer Salón de Otoño de 1904 le dedicó una sala de forma exclusiva lo que sería un acontecimiento fundamental para el devenir de las primeras vanguardias y una especie de reconocimiento casi póstumo(…) Dicha exposición confirmó a Cézanne como el padre de cubistas y fauvistas, y ejerció un gran impacto sobre artistas como Picasso, Braque o Derain. (…) Consagrado definitivamente en la retrospectiva que se le dedicó un año después de su muerte, Cézanne es considerado una de las figuras más influyentes del ate del siglo XX. En Ruiza, M., Fernández, T. y Tamaro, E.(2004). Biografía de Paul Cézanne. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea. Barcelona(España) Recuperado de https://www.biografiasyvidas.com/biografía/c/cezanne.htm el 19 de agosto de 2020.
  2. Citado por Michael Reynolds en Sarah Bayliss: ″ The Old Man and the paintbrush″, ARTnews. (Summer 1999), p. 34
  3. Andrea Mantegna (1431-1506). De este ultimo citado nos vienen las primeras referencias en: “El Cristo Muerto” y “El Martirio de San Sebastián” a los que Hemingway alude en su narración “El revolucionario”, y en cuya anécdota un comunista que viaja por Italia se resiste a la vista del primero, aduciendo que simplemente no le gusta, aunque la verdadera razón, subyacente, tiene que ver con el hecho de que al personaje tal obra le recuerda las torturas que le fueron infringidas por sus captores, prefiriendo en lugar de Mantegna las reproducciones de Giotto o Piero della Francesca. Resulta coincidentemente curioso que en otro lugar, esta vez en Adiós a las Armas, se aluda otra vez a El Cristo muerto en términos de ‘’montones e huecos de clavos”, algo que en materia descriptiva, y de la mano de un escritor realista e impávido como Hemingway, refiere inevitablemente a las experiencias que por su crudeza serian las ultimas que alguien prefiriera recordar. No es aventurado conjeturar que Hemingway hubiera conocido de primera mano estas obras maestras en sus primeras andanzas europeas, y – entrando otra vez en el campo de lo especulativo-, que sintiera una especial repulsión por Mantegna por alguna experiencia personal al respecto; no huelga comentar que El Cristo muerto se puede admirar en Milán, ciudad donde Hemingway paso su convalecencia después de herido en el frente italiano.
  4. (He terminado dos historias largas, una no muy buena, y la otra sí(…) donde trato de representar el paisaje como Cézanne).Ernest Hemingway to Gertrude Stein and Alice Toklas, 15 August (1924). En The Letters of Ernest Hemingway (1923-1925). Edited by Sandra Spanier, Defazio III & Trogdon. Cambridge University Press, New York, 2013 p. 141.
  5. Lillian Ross. Portrait of Hemingway. En http:/departments.edu/engdept/commonroom/volume_five/number_one/Lat/index.html#:¬:Cezanne.
  6. Carlos Baker. Ernest Hemingway: A Life Story. New York: Scribner, 1969, p.85
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. Otra acotación de una relevante biógrafa de Hemingway: Mary V. Dearborn complementa muy bien el panorama de aquellas elucubraciones hemingwayanas a la Ross, al decirle aquel mismo día que “no solo escribió como Cézanne, sino también como Mr. Johann Sebastian Bach”(Ross, 51) En Mary V. Dearborn: Ernest Hemingway. A Biography. New York, 2017, Alfred A. Knopf, p.531
  9. Ernest Hemingway: Adiós a las Armas, p. 5-6
  10. Elle Charles Hammand: El Renacimiento I. Aguilar, Madrid, 1969 pp. 77-83
  11. Ernest Hemingway, París era una fiesta, citado por Sarah Wright en The Influence of Paul Cezanne art work on Hemingways writing style. University of North Carolina. Pembroke (El articulo esta tomado de Internet). Hemingway se imbricaría con aquel desde los primeros tiempos parisinos, y en su Paris era una fiesta, acabara por reconocer que admirando sus cuadros en el Museo de Luxemburgo, aprendió todo lo que un narrador necesita para componer un paisaje con palabras. A propósito de la técnica del iceberg que tanta fama le da al creador norteamericano, referimos al lector a esa sensacional pieza maestra Los Asesinos, narración donde el nivel de detalles que se omiten, redundan al final en una eclosión de realidades que es el propio lector quien tiene que desentrañar, sobre todo en lo referente a la solución e la historia. Otros momentos de su narrativa hacen evidente tal técnica de manera muy convincente, pienso en otra narración como puede ser ‘’Alla en Michigan”, o en “Colinas como elefantes blancos”.
  12. Paul Cézanne, Pinacoteca de los Genios, p. XIV-XV
  13. Elle Charles Hammand. Óp. cit
  14. Ernest Hemingway The Short Stories. “Big Two Hearted Rivers Part I’’, p. 211 El texto citado es una traducción personal.
  15. Carlos Baker. Ernest Hemingway: A Life Story. New York: Scribner, 1969 p.85
  16. Ibid.
  17. Paul Cézanne. Pinacoteca de los Genios, p V.
  18. Todas las citas traducidas correspondientes a ese relato son de mi autoría. Consúltese si es de interés la que corresponde a J Gomez del Castillo para Luis de Caralt en Los Asesinos, Barcelona 1991.
  19. Ernest Hemingway. The Short Stories. Wyne of Wyoming. p.450
  20. Ibíd. p 466
  21. Sara Wright, Óp. cit.

Wednesday, January 20, 2021

Los amigos camagüeyanos de Hemingway (por Carlos A. Peón-Casas)


Ciertamente Hemingway y Camagüey tienen conexiones inevitables, que pasan esencialmente, por aquella bien documentada experiencia en la cayería norte, en los primeros años de la década del 40, del pasado siglo, dándole caza a los submarinos alemanes que infestaban la zona en aquellos aciagos día de la II Guerra Mundial. 

Del suceso, queda incluso, el testimonio ficcionalizado de su novela póstuma Islas en el Golfo, bien conocida por acá. Pero, si de otras cercanías y amigos se trata, todavía el Camagüey y Hemingway, tienen otras aristas casi nada divulgadas, que pretendemos desgranar a la luz de lo que Carlos Baker, a nuestro ver el biógrafo más sólido de Papa, o al menos, el único a quien autorizó a airear su vida después de su deceso, recrea en su conocida biografía Ernest Hemingway. A Life Story; e igualmente echando mano a otras muy interesantes fuentes epocales que nos ayudan a poner en blanco y negro estos todavía inéditos detalles.

La amistad reconocida entre Hemingway y su inseparable amigo Mayito Menocal Sr., pero quien no era oriundo de esta región, lo acercan a Camagüey en 1940, a los predios del Central Santa Marta, propiedad de la familia García Menocal, un hecho igualmente bien documentado por Baker, y al que ahora solo mencionamos de pasada. 

Pero si de verdaderos amigos autóctonos de esta comarca de “pastores y sombreros” se trata, tendríamos que empezar refiriendo a dos hermanos camagüeyanos, de los que hasta aquí sólo encontramos una mínima pero ilustrativa mención en Baker y muy pocos detalles que refieran a tal relación con Papa: refiero a Graziella y Thorwald Sánchez Culmell, hijos del reconocido comandante de la Guerra de Independencia y rico hacendado local, Bernabé Sánchez Batista, quien luego fungiría como Gobernador de la Provincia de Camagüey en los tiempos del famoso alzamiento liberal de la Chambelona en 1917. 

Es un hecho que la pareja de hermanos nacieron en estas tierras, sin que podamos aún precisar el lugar y la fecha exactos, aunque con toda presunción por la época antes citada, o alrededor de las dos primeras décadas del siglo veinte entre la ciudad de Camagüey, y las propiedades de la familia en los extensos predios de la zona del Central Senado, posesión del citado Bernabé, o hasta quizá presumiblemente en la ciudad de Nuevitas. 

Junto al resto de la familia se afincaron a posteriori en La Habana, donde posiblemente conocieron a Papa. La fecha de ese primer encuentro puede perfectamente coincidir con ese primer minuto de los años treinta (1932) en que Hemingway cruza a La Habana desde Key West, donde estaba su casa, para iniciar esa nunca terminada luna de miel con la corriente del Golfo y sus infinitas coordenadas piscatorias.

La relación, al menos con Thorwald, estaría signada a no dudarlo, como la que la unía con Mayito Menocal, al mundo de la caza y la pesca. De Thorwald sabemos que detentaba una muy exquisita educación al graduarse en Harvard, y ya era reconocido en Cuba “como uno de los principales deportista de la pesca” 

La alusión que hace Baker tiene inevitablemente ese último signo. Y aunque el hecho narrado discurre ya en la década de los 40’s, es clara evidencia de la amistad que ya los unía, aunque en la relación, Baker no nos aclare nada más al respecto.

La cita de marras da cuenta de un suceso marítimo que involucra al Pilar en misión de rescate del schooner, propiedad de Thorwald a la altura de Bahía Honda, en Pinar del Río en noviembre de 1943:
Los salvajes vientos del norte hicieron muy difícil la navegación durante casi todo el mes de noviembre. El día 9 el Pilar se las arregló para rescatar el schooner de Thorwald Sánchez, al que se le había roto sus moorings cuando no había nadie a bordo y estaba camino de estrellarse contra las rocas…
Se trata sin dudas de un suceso enmarcada en el minuto en que Hemingway junto a sus socios del Crook Factory, siguen rastreando los submarinos nazis a lo largo de la costa norte cubana, un poco antes que Hemingway, pusiera fin a esa fallida aventura, y se embarcara a Europa para reportar para Collier’s las “heroicas hazañas de la Fuerza Aérea Real Británica” 

Las alusiones para Graziella, corresponden a un minuto posterior en la historia personal de Hemingway, para cuando Papa retorna a la Habana via New York de los campos guerreros en tierras alemanas a los que ha llegado desde Bélgica, y donde ha seguido los desempeños de la 4ta división y el Regimiento 22 a cargo de su amigo el general Lanham. 

El detalle que da Baker, es tan mínimo como el primero ya citado, y alude a una cena en casa de la amiga el sábado14 de abril de 1945, cita que alargó hasta las dos de la madrugada en un café de la bahía. No hay más alusiones al personaje, y tenemos que barruntar que la amistad de Papa con Graziella, viene precisamente por la que iniciáticamente lo acercó a su hermano mayor, aunque no dejamos de sospechar que quizás Graziella compartiera con aquel su gran pasión por la pesca deportiva, algo no muy común entre las damas, pero acaso no imposible, en la acaudalada muchacha.

De la vida particular de Graziella y Thorwald, sabemos no mucho más, para esa época la primera estaría casada con el ciudadano norteamericano Roy Archibald, y su hermano, quien en los años 50’s era igualmente propietario de la Fábrica de Helados Guarina S.A, con Tina Sarrá. 

Hay empero, una fuente documental, que incluye muy valiosas fotografías de la familia Sánchez, y donde presumiblemente aparecen nuestros personajes. Corresponden a un viaje de veraneo a la propiedad de la familia en los predios de la Boca de Carabelas, a la salida de la bahía de Nuevitas en los años veinte o treinta. Igualmente, hemos podido rastrear fotos de una Graziella veinteañera aparecidas en la revista Social del año 19 rodeada de lo mejor y más graneado del jet set habanera de la época.

Como dato curioso, en la última edición del Directorio Social de Camagüey, correspondiente al año de 1960, hay una entrada para Thorwald, donde se anunciaba como Industrial y Propietario, y declaraba su residencia para entonces en el muy aristocrático reparto habanero de Alturas de Miramar. Su hermano mayor Bernabé también afincado en la Habana, sí detentaba todavía oficinas comerciales en Camagüey, en el número 62 de la calle General Gómez . No hay empero ninguna referencia para Graziella.

De cualquier modo, sigue siendo un detalle no esclarecido, sobre el que sería oportuno seguir abundando, si acaso Hemingway y los Sánchez coincidieron alguna vez por tierras camagüeyanas, quizás en las interminables llanuras de su extensísima finca Santa Beatriz , o en los ardientes arenales de la playa Santa Lucía en los que ciertamente Papa recaló alguna que otra vez. El hecho no sería ciertamente improbable, y añadiría otra coordenada siempre interesante a sus inevitables cercanías a nuestro entrañable terruño.

Wednesday, November 25, 2020

René y Raúl Villarreal. Una remembranza personal (por Carlos A. Peón-Casas)


In memoriam. 




En el año 2007 me tocó la enorme responsabilidad de servir de moderador o facilitador, en la sesión de apertura del Coloquio Ernest Hemingway, que aquel año sesionara en el antiguo Convento de Santa Clara en La Habana, evento que venido aglutinando con frecuencia bianual, a investigadores hemingwayanos de este mundo plural. 

La sesión prometía ser de lujo, y en verdad no podía ser para menos. Se presentaba aquella mañana de aquel junio radiante, el testimonio de valía excepcional de René Villarreal sobre Ernest Hemingway, transcripto en un libro con sus memorias, escrito a cuatro manos con su hijo Raúl, quien daría en representación de su padre, unas muy esperadas referencias para aquel expectante plenario. 

Se trataba de un minuto singular, poder escuchar las remembranzas inolvidables de aquel hombre. Posiblemente el más cercano a los intríngulis de la vida de Papa en Cuba, por su condición de mayordomo en Finca Vigía, y ser a todas luces, la persona más autorizada para ponerlos en blanco y negro. 

La sesión fue sin dudas reveladora. La presentación de los prolegómenos de aquel libro antológico intitulado: “El hijo cubano de Hemingway”, del que su presentador leería algunos fragmentos, se convirtió de pronto en una mágica sesión de revelaciones inesperadas, un suceso que ocurrió imprevisiblemente tal y como lo revelara el propio Raúl en un posterior rememoración de los hechos: 

Él no quería hablar, pues no se sentía cómodo con tantas personas y las cámaras de televisión. Él se sentó en la primera fila con su hermana Nilda, mi hermano y unas sobrinas. La sala estaba repleta y había una gran alegría y expectación.

Yo tenía un capítulo del libro traducido al español para leer y había practicado por las últimas tres semanas ya que mi español no es tan fluido como el inglés. Pues, comencé mi presentación dando las gracias al público por estar presente y también a Ada Rosa por su invitación y algo me decía por dentro “este público no es para ti”. Fue, entonces, que yo dije: “Señoras y señores yo puedo hablarles por los próximos 30 minutos de la vida de mi padre con Hemingway y les puedo leer un capítulo. Pero ustedes no están aquí por mí. Ustedes están aquí por mi padre. Así que le vamos a dar la bienvenida y que él tome su puesto”. El público empezó a aplaudir con gran entusiasmo y la sala se animó de una manera increíble y mi padre sin fallar se levantó, saludó al público y se sentó al lado mío.

Él habló más de una hora y las preguntas eran una tras otra y observé que en ese momento él estaba viviendo su juventud y sus años al lado de Papa Hemingway y lo estaba haciendo en Cuba y al frente de la televisión cubana. Mi tía y mis primas estaban muy orgullosas y sumamente alegres. Yo feliz al ver a mi padre con tanta energía y contando anécdotas que mantenían el público enfocado en cada palabra, cada sílaba. Al final de los tres días se hizo un último evento en la Finca Vigía donde le dieron a mi padre un galardón y fue entrevistado y fotografiado por la prensa de muchos países europeos, asiáticos y latinoamericanos.”[1]
Como excepcional testigo de aquella novedad, no escapé junto al público congregado a la magia infinita de aquellas revelaciones. Mis humildes cercanías a las labores académicas, entre tantos investigadores de tanto lustre, habían comenzado solo pocos años antes, y para entonces no pasaban de algunas ponencias presentadas en anteriores coloquios. De cualquier modo, me sentí muy privilegiado de haber tenido la inmerecida dispensa para estar en aquella misma mesa del plenario junto a René y su hijo Raúl. 

Lastimosamente nunca fuimos presentados. Y mi timidez me jugó una mala pasada, cuando no me atreviera a hacerlo por mí mismo, rompiendo todo protocolo. 

Justo diez años después de aquella ocasión, y sin haber tenido nunca más otra cercanía con tan ilustres personas, sólo el detalle de haber sabido del deceso de René por las noticias al uso; recibí noticias por un buen amigo en Miami, de la persona de su hijo Raúl, y de un evento hemingwayano que organizaría en junio de aquel año 2017 en la Florida. 

Mi buen amigo Andrés Trujillo, por mediación de otra amiga suya a quien no conocía ni siquiera de nombre, y muy cercana a Raúl Villarreal, me procuraba, la oportunidad de poder participar en aquel convite. 

Por esas cosas del destino, había conseguido en abril de aquel año una visa para visitar Estados Unidos. La ocasión me sería igualmente propicia para presentar allí, entre mis amigos y conocidos, mi primer libro sobre con varios ensayos sobre Hemingway: El Vino Mejor, que había visto la luz aquel mismo año en edición digital e impresa en amazon.com. 


Pero el hombre pone y Dios dispone. Justo para la misma fecha en que discurrirían ambos sucesos, me fue diagnosticado un fallo renal completo que se me presentó subrepticiamente, anexo a una insuficiencia renal crónica silenciosa y de etiología desconocida. 

Sometido a hemodiálisis como ultima ratio a mi dolencia, pude empero concretar para el mes de octubre de aquel año, mi ansiado viaje a Miami, que duró exactamente tres días, el tiempo justo entre las sesiones hemodialíticas. 


Tuve la dicha entonces de poder presentar mi libro en la mismísima Ermita de la Caridad del Cobre, en el emblemático Salón Félix Varela, cedido con amabilísimo gesto para la ocasión. Y allí no fue poca mi sorpresa. 

Pude reencontrarme con aquellos amigos entrañables salidos de la Isla en la últimas tres décadas y a quienes no había visto nunca más. 

Igualmente conocí a otras personas amistadas con ellos, entre ellos a la persona que me habría facilitado mi inclusión en el evento hemingwayano de junio de aquel año: la editora y periodista Grace Piney, quien para mi desconocimiento había hecho una particular entrevista a René Villarreal justo antes de su fallecimiento, y al propio Raúl; donde se aludía al hecho de su presencia en el coloquio habanero. El mundo ciertamente intangible en su vastedad, a veces nos queda chico. 

Ese mismo año, el 8 de diciembre, fui el feliz receptor de un riñón que me donó mi hijo mayor Francisco Javier. Su gesto me devolvió a la vida nuevamente. Y de nuevo a mis habituales lides hemingwayanas. 

En junio de 2019, retomé mi presencia en la convocatoria de una nuevo Coloquio Ernest Hemingway, celebrado entre los días de junio de aquel año en el Hotel Havana Riviera. 

Para mi grata sorpresa, entre los asistentes se incluía el propio Raúl Villarreal, esta vez presentando un interesante documental. 

Nos tocó para colmo de las coincidencias posibles, y no de la casualidad, que en esa no creo, convivir aquellos días en el mismo sitio de alojamiento, y compartir cada mañana el mismo shuttle que nos llevaba a las sesiones académicas del Coloquio. 

Mi timidez empero me jugaría una mala pasada. Pospuse una y otra vez, el minuto de presentarme y comentarle de nuestra común cercanía a quien fuera su entrevistadora y amiga incondicional en Miami, la ya citada editora Grace Piney. 

Pero el azar volvió a ser concurrente y ponernos en el mismo elevador, justo el día final de aquel convite, luego de una animada farewell party en los predios de su querida Finca Vigía. 

Allí fue la ocasión, breve y fugaz si se quiere en lo que aquel adminículo nos conducía, porque, believe it or not, nuestros sitios de alojamientos habían sido contiguos el uno al otro, y de tal suerte sólo me percataba en aquel minuto. 

Bastó que me presentara como el amigo de su amiga, y en un gesto que nunca olvidaré, y dirigiéndose hacia el colega que lo acompañaba, en perfecto inglés, le espetó: - “este era la persona que habíamos invitado a nuestro evento, ¿recuerdas? 

Con un apretón de manos nos despedimos. Y sería, sin que acaso pudiera imaginármelo posible, para siempre. 

Casi un mes después sabría de su repentino deceso, por mi buena amiga y colega Gladys Rodríguez Ferrero, otra de sus amigas incondicionales en las lides hemingwayanas, y Directora por muchos años del Museo de Finca Vigía, esa otra casa, la que Raúl recordaría siempre, y a cuyos más resonados espacios seguirá volviendo de la mano de su querido padre desde toda la Eternidad. 




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[1] El hijo cubano de Hemingway, René Villarreal. Por Grace Piney. (Entrevista exclusiva y que se publica póstumamente, a la persona más cercana a Hemingway durante su vida en Cuba; quien único podía entrar a su estudio mientras escribía) 28 de enero de 2015.https://www.radiotelevisonmarti.com/a/rene-villarreal-el-hijo-cubano-hemingway/85455.html

Wednesday, September 9, 2020

Cuando Hemingway donó la Medalla del Nobel a la Virgen de la Caridad (por Carlos A. Peón-Casas)


Cuando Hemingway donó la Medalla del Nobel a la Virgen de la Caridad.
Precisiones imprescindibles.
(En El Viejo y la Marca, crónica de Guillermo Cabrera Infante para Ciclón.)

por Carlos A. Peón-Casas


Del tema se ha hablado con profusión. No así del ruidoso acto que se pensó como un homenaje al escritor afincado en Cuba, durante el cual Hemingway hizo donación de su valioso trofeo a la Madre de los Cubanos.

La rememoración del suceso, ha sido transcrita alguna que otra vez, con algunas precisiones, a veces imprecisas, contadas y recontadas por personas que ciertamente no fueron testigos directos.

Por contarlo mal, los que oyeron campanas y no supieron dónde, han dicho hasta que ocurrió en Santiago de Cuba, en los predios de la famosa fábrica Bacardi, gazapo imperdonable, pues Hemingway jamás estuvo en aquella ciudad del oriente cubano.

Pero como ya iremos explicando en su minuto, el hecho aconteció en La Habana, presumiblemente a comienzos del mes de agosto de 1956(1), casi dos años después de haber recibido la noticia de ser el agraciado de aquel año con el Premio Nobel de Literatura por boca del entonces cónsul sueco, durante una ceremonia privada, ocurrida el 21 de octubre de 1954 en los predios de su Finca Vigía(2).

En How it was, el libro de memorias de Mary Welsh, la anécdota se cuenta en sentido inverso. Posponiendo la visita del cónsul al día siguiente en que la noticia fue hecha pública (el 28 de octubre), sugiriendo que Hemingway no fue convenientemente avisado con toda antelación como realmente sí ocurrió.


Resulta sin embargo muy interesante leer allí su personal transcripción de las palabras de Hemingway a la prensa de entonces, y a la multitud de amigos, que se congregó aquel 28 de octubre en su Finca para testimoniarle su afecto, y que traducimos por su interés para el curioso lector.
Como saben hay muchas Cubas. Pero igual que la Galia, Cuba puede dividirse en tres. La de los que tienen hambre, la de los frugales, y aquella de los que comen demasiado. En este convite de hoy todos estamos en la tercera categoría, por lo menos por ahora.
No soy un hombre político. Este es un gran defecto, pero es preferible a tener arterioesclerosis. Con este defecto de ser apolítico, uno pude apreciar los problemas del Palmolivero, y los triunfos de mi amigo Alfonsito Gómez Mena. Igual fui amigo de Manolo Guas, primo de Felo Guas, y también de Manolo Castro.
Me gustan las peleas de gallos y también la Orquesta Filarmónica. Fui amigo de Emilio Lorents y esto no ha interferido con mi amistad con Mayito Menocal quien junto a Elicio Arguelles son mis mejores amigos en este país.
Dios permita que no sea pecado mortal considerar que Antonio Maceo sea mejor general que Bernard Law Montgomery, ni desear la muerte de Trujillo, y que muera en su cama de muerte natural por supuesto. El es la única persona que me gustaría ver morir antes que yo.
Discúlpenme ahora por algunos chistes y una legitima crítica que sigue y que uno ve cada mañana en el espejo. Están faltando esos tipos en los que uno puede ver lo buena que es la humanidad, y aquellos que pueden digerir sus fracasos.
Son ya demasiadas palabras. No quiero abusar de ella, y vayamos a los hechos. Deseo ofrecer esta medalla sueca a Nuestra Señora la Virgen del Cobre(3).
Como fácilmente se colige de lo dicho, la decisión de Papa, de donar la Medalla correspondiente a la Virgen de la Caridad, en su Santuario del Cobre, fue firme desde el principio. Pero un misterioso suceso, la desaparición momentánea de la Medalla en Finca Vigía, retrasó el hecho(4).

El acto, ya enunciado, fue cubierto por Guillermo Cabrera Infante, por entonces nobel periodista, para la revista Ciclón, junto otros famosos reporters de la época, como el P. José Rubinos, cronista por su parte del Diario de la Marina.

El convite había sido pactado como un almuerzo con multitud de invitados, en los jardines de la Cervecería Modelo(5), ubicada en el Cotorro, donde se fabricaba la conocida marca, de cervezas y maltas, Hatuey.

La noticia en los diarios fue escueta(6), pero Cabrera Infante recoge en su relato, los detalles acaso no más triviales, pero sí los que dan la nota más psicologista posible.

El arranque de su crónica nos ubica en contexto con mucha celeridad:
El almuerzo se sirvió a la hora de la merienda y Ernest Hemingway parecía cansado. Llegó poco después de la una y de inmediato fue asaltado por una turba entre la cual los fotógrafos elevaban sus cámaras, como hace el nadador que lleva su ropa seca en la mano. El agrupo apenas si lograba avanzar un paso, todos apretados en torno a la figura del escritor(7).
Allí distinguimos de pronto a la figura principal, la del maestro Hemingway, el centro magnífico de aquel minuto que la prensa le anunciaba “como homenaje de simpatía”, rodeado, o “asfixiado” casi por aquellos “muchachos de la prensa” y el convite unánime de sus más declarados admiradores.

 

Pero Cabrera Infante, sabía que aquel minuto era quizás aquello y algo más, su relato sigue develando aristas muy evocadoras de aquellas circunstancias no dichas explícitamente
Hemingway parecía uno de esos monumentos junto al cual todo el mundo ase retrata. Esta vez el monumento se movía. Vistiendo una guayabera blanca, encanecido, con la cara abatida por el tiempo, aparecía prematuramente envejecido y con una suerte de cansancio en la mirada. También había sorpresa en sus ojos y quizá por primera vez en su vida, estaba realmente asustado(8).
Y al cronista no le faltaba razón, aquel año de 1956 había sido de una intensidad desgastante y salvaje para el escritor, enfrascado en los detalles cinematográficos de la versión de su novela El Viejo y el Mar, que lo llevó hasta Perú, tras un marlin suficientemente digno para al filme, y alejado de sus afanes creativos por más de tres o cuatro meses. Su estado anímico no era bueno para el minuto en que cumpliera sus cincuenta y siete años, marcado por una irritabilidad que “sin dudas tenía sus orígenes en el hecho que su propia escritura no iba todo lo bien que el desearía”(9).

Aquel baño de masas no parecería el mejor paliativo para aquel Hemingway poco acostumbrado a aquellas manifestaciones de simpatías “a la cubana”, y que como el mismo cronista acotaba, ante aquellas efusiones:
Hemingway pugnaba por escaparse y no lo lograba…pero esta vez se trataba de su homenaje y un homenaje es lo más parecido que hay a un martirio. Incluso para el homenajeado(10)
La firma Bacardí era patrocinadora del acto, y a tal efecto había provisto una bien servida barra, donde los asistentes se podían proveer a libre demanda, de daiquiris, preparados con el ron homónimo y cervezas Hatuey. Para cuando Hemingway se presentará, ya la concurrencia con toda seguridad estaría bien animada con la ingestión de aquellos espirituosos bebestibles, y es de entender la euforia con que celebró su llegada.

Igualmente, en una improvisada tribuna, un trío, compuesto de dos guitarras eléctricas y un bongó, muy al uso de la época, animaba el ambiente sonoro, y justo a la llegada del homenajeado, hacía sonar los compases de un chachachá compuesto en su honor, intitulado: “Viva Hemingway”

Entre la concurrencia de aquel día no faltaron los pescadores de Cojimar, a no dudarlo unos gremios entrañables para Papa, cercanos siempre, irrumpieron según lo narra el cronista:
“Por uno de los pasillos centrales avanzó hasta la mesa principal una larga teoría de hombres jóvenes y viejos, todos curtidos por el sol, atezados por la vida al aire libre”(11),

Eran los mismos y algún otro, de aquellos que en otro hermoso y muy sincero gesto le habían entregado una medalla conmemorativa cuando Hemingway publicara su noveleta El Viejo y el Mar, que sin dudas los inmortalizaba. Una foto de aquel minuto los evoca: “el Sordo, Cachimba, Cheo López, Arsenio, Ova Carnero, Gregorio Fuentes, Tato y Quintín”(12).

El cronista sigue narrando los pormenores de aquel animado acto de homenaje, al ritmo de las improvisaciones que el trío musical prodigaba:
“En la tribuna el trío era otro, pero la música muy parecida. De entre una guaracha de moda surgió una letra conocida:
¡Hemingway!, ¡Hemingway! ¡Hemingway!
Continuo el trío:
Hemingway, Hemingway,
¡Campoamor!, ¡Campoamor!, ¡Campoamor!(13)
Era la clarísima alusión al que fuera el “padre de la idea”, el intelectual cubano Fernando G. Campoamor.

La voz animosa de una cantante muy popular de aquella hora, Amelita Frade, entonaba ya una décima homenaje a Hemingway, con la típica melodía de la Guantanamera, el cronista transcribía su emotiva inspiración:
El Premio Nobel “pescó”
Porque es un “tigre” escribiendo:
Cuando escribe estamos viendo
Los momentos que el vio
Ante su estampa tembló
La pantera de Zambeze:
Su libro decir parece
Que “el viejo” fue Hemingway:
Pero que el mar es de Hatuey.
¡porque el se la merece!
Le gusta sentir bravío
El viento sobre “El Pilar”
Y de noche conversar
Con la selva y con el río
Le gusta este suelo mío
Y nuestro mar antillano;
Le gusta estrechar la mano
De los humildes de aquí,
Y le gusta el Daiquirí:
Sano, sabroso y cubano.
Pero ya justo para final, cuando la multitud congregada casi empezaba a hacer mutis por el foro, después del opíparo almuerzo(14), faltaba lo mejor de aquel convite, el minuto tan esperado que llegaba en las palabras de Papa, quien a duras penas fue casi cargado en andas hasta la tribuna, escoltado, o mejor dicho empujado, otra vez por aquella misma multitud.

Cabrera Infante lo sigue contando en su crónica:
De alguna manera lograron subir a Hemingway a la tribuna. De alguna manera que no fuese cargado, pero allí estaba (…) Hemingway aparecía entre ellos y vacilaba con un papel en la mano. Alguien suplicó silencio (…) Hemingway habló.
-Un hombre que no sabe hablar un idioma no debe hablar ni en su casa. Se refería a su español. Su español era bastante correcto-se percibían claras las “ces” españolas- aunque su acento es fuerte. Leyó el discurso:
-Me siento muy agradecido y emocionado por este no merecido homenaje. Siempre he entendido que los escritores deben escribir y no hablar. Por lo tanto, quiero ahora donar la medalla que recibí del Premio Nobel de Literatura a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, patrona de este país que tanto amo.
Fernando Campoamor agradeció esas frases.
-Hemingway, Cuba te quiere como una madre”(15).
Lo que siguió fue el acabose dicho en mejor cubano. Un minuto antes habían repartido a todos los presentes un folleto(16), recordatorio del acto, que entre otros detalles incluía una foto bastante inapropiada de Papa en traje de baño.

Ninguno de los presentes quería irse sin que el propio Hemingway estampara su firma. No más dicha la última frase, la multitud inundó la tribuna, que empezó a crujir peligrosamente por el peso inusitado de tantas personas.

El cronista dejaba entonces constancia de una no muy simpática anécdota de aquella masiva pesca de autógrafos:
solo un momento pareció disgustado Ernest Hemingway mientras firmaba los folletos y fue cuando le presentaron la fotografía para que estampara su firma sobre ella. Apartó ese folleto y dijo grave:
-No firmo ahí. No me gusta esa fotografía. Parece que estoy desnudo, no firmo. El solicitante dobló la hoja y tendió a Hemingway otra página. Con una sonrisa que quería parecer una sonrisa éste firmó”(17).
Para casi el final, Hemingway se mostró algo impaciente. En su peculiar español hizo saber
“Quiero marchar. No me gusta divertirme aquí, mientras entierran a mi amigo Agustín Cruz”(18).
El homenaje había terminado, y el cronista así lo dejaba saber, confirmando con su última frase, la del cierre de su crónica, algo que ya había intuido desde el comienzo:
“Como se ve, los periódicos no lo dijeron todo”(19)

Diario de la Marina
Octubre 29, 1954


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  1. La crónica en cuestión apareció publicada en septiembre de 1956, pero Hemingway, no estaba en La Habana para entonces, había viajado a Nueva York a finales del mes de agosto, por lo que colegimos que el acto debió ser a comienzos de aquel mes, o quizás a finales de julio.
  2. Los hechos sucedieron así, según lo precisara Mary Welsh en 1965: “El embajador telefoneó desde la Habana e hizo una cita para ver a Hemingway. Se preparó una ceremonia privada para aquel día. Hubo un pequeño intercambio de discursos, con la presencia del embajador sueco y su esposa y muy pocos amigos, todos de pie en nuestra biblioteca, y después siguió un almuerzo muy animado de unas cuatro horas con unas diez o doce personas a la mesa”. Hemingway no viajó a Estocolmo, como bien se sabe, por razones de salud, y el discurso de aceptación del galardón, in absentia, lo leyó en su lugar, George M. Abbot, Encargado de negocios de la embajada de Estados Unidos en Suecia, durante acto de ocasión, acaecido el 8 de noviembre de aquel mismo año. En Ernest Hemingway. A Life Story.Carlos Baker. Charles Scribner’s Sons. NY, 1969. p.661
  3. How it Was. Mary Welsh Hemingway. Futura Publications. London, 1978. p.411
  4. Hemingway en Cuba. Norberto Fuentes. La Habana, 1984. p.130
  5. Filial de Ron Barcardí S.A. Todos sus accionistas lo eran de la casa matriz. Su presidente era José M. Bosch. En Las Empresa de Cuba en 1958. Guillermo Jiménez. Ciencias Sociales. La Habana, 2004. p. 193
  6. “En horas del mediodía de ayer tuvo lugar en los jardines de la cervecería Modelo, en el Cotorro, el homenaje de simpatía que las instituciones culturales cubanas rindieran a Ernest Hemingway, el gran escritor norteamericano autor de El Viejo y el Mar quien desde hace años reside entre nosotros” en El Viejo y la Marca. Guillermo Cabrera Infante. En Ciclón.Vol.2 No. 5. Septiembre 1956. p.51
  7. Ibíd
  8. Ibíd.
  9. Ernest Hemingway. A Life Story. Op. cit. p.534
  10. El Viejo y la Marca. Op. Cit.
  11. Ibíd. p. 52
  12. Ibíd. p.174
  13. El viejo y la marca. Op cit. p.53
  14. El menú incluyó “Arroz congrí, yuca salcochada, lechón asado, tamal y cerveza Hatuey” Ibíd.
  15. Ibíd.
  16. “El folleto estaba impreso en un rústico pero agradable pedazo de papel de estraza y en la portada llevaba una viñeta coloreada a mano. Dentro tenía un pedazo de El viejo y el mar en que se mencionaba la Hatuey beer, una reproducción sobre papel rojo de la décima cantada, una foto a toda página de Ernest Hemingway en trusa reclinado sobre una tumbona, un pedazo de los primeros capítulos de Tener y no tener que decía algo sobre Hatuey beer y un recordatorio.” Ibíd.
  17. Ibíd.
  18. Ibíd.
  19. Ibíd.


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