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Wednesday, March 29, 2023

Noticias y detalles del Príncipe en las "Cartas del Lugareño". (por Carlos A. Peón-Casas)


La compilación de las Cartas del Lugareño, nuestro emblemático Gaspar Betancourt Cisneros, en la muy completa edición de Federico de Córdoba, que vio la luz en 1951, es un tratado singularísimo de asuntos y noticias del Puerto Príncipe de antaño.

En unas misivas muy particulares escritas desde Florencia, por nuestro héroe; el del ferrocarril a Nuevitas, y de tantas otras lindezas del progreso ciudadano en nuestro Camagüey, con destino al Conde de Pozos Dulces, se enmarcan más de una interesante alusión.

Unas muy precisas, aluden a la progenie de Don Gaspar, en especial a su padre, y a qué describe como:
un señorito del lugar educado a la antigua usanza y mediante los recursos de que entonces se podía disponer con este objeto en el interior de la Isla, donde no había colegios, ni escuelas regulares públicas y todo el sistema de educación consistía en mucho rezo, poca escritura, ninguna ortografía, gramática cotorrera y aritmética por los suelos...
De su madre acota para completar el cuadro de aquel Puerto Príncipe dieciochesco que:
Su entendimiento era claro, capaz de cualquier cultivo... Sobreponiéndose a las preocupaciones de su tiempo, no necesito de maestra para aprender a escribir, lo que se estimava entonces en el Camagüey como pecaminoso para las mujeres porque pensaban que ese arte les serviría para corresponderse con los hombres". Leía mucho, y tal vez tenía ella más libros que todas las demás señoras camagüeyanas de su tiempo.
Las alusiones muy puntuales a las tertulias de Doña Luisa Rufina, abuela de nuestro Lugareño eran proverbial es en la ciudad. Del hecho da igual constancia en aquella misiva:
Mi madre lucía por entonces en la terulia de mi abuela... en cuya casa se reunían los personajes que visitaban a Puerto Príncipe para desempeñar alguna comisión del gobierno o algún empleo principal... Entre los concurrentes, se distinguían por su ilustración y finura el señor Chávez y el doctor Núñez de Cáceres, regente el primero y relator el segundo de la Audiencia primada de las Indias... y los célebres abogados D. José Bernal y Don Antonio Herrera...
En otro testimonio, esta vez un artículo escrito desde el paterno lar, en 1843, nos descubre el Lugareño una sentida página de la ciudad y el entorno de su infancia:
Me encuentro en el mismo lugar donde me hallaba a los once años de mi edad... Me parece ver las respetables cañas que me protegían en mi temprana peregrinación y suplían, en cuanto a suplirse pueden, la ausencia y presencia de los padres, me parece oír los regaños del virtuoso sacerdote que corregía mis bellaquerías infantiles, y me penitenciaba por las faltas a las primeras lecciones de la lengua latina que me enseñaba cuando nadie me dijo entonces aprende tu lengua patria, en que te convendrá más comprender a Cervantes y Jovellanos que a Tíbulo y a Cicerón. En este lugar pues escribo estos renglones gozando de aquella sensación y aquellos recuerdos que en graciosa antítesis llamó Voltaire un triste placer, y que yo llamaría una dulce melancolía...
En otra misiva contenida entre las tantas cruzadas con su amigo Domingo Delmonte, el Lugareño alude a su terruño príncipeño, y en específico al sitio donde tenía su casa por el año de 1838.

Hace constar, junto a la fecha de su carta que la escribe desde el "Gran Camagüey, Sabana del Padre Porro, Baronía...."

La alusión nos ubica en esa misma región famosa en un tiempo anterior por una funesta emboscada a las tropas del pirata Morgan, de camino al Príncipe, con las huestes principenas pretendían detener sin éxito, la entrada a la villa del corsario inglés

Dice el Lugareño que su morada distaba poco espacio del sitio preciso donde los ríos locales, el Tínima y el Hatibonico unen sus aguas antes de convertirse en el San Pedro, de camino a su desembocadura por el sur. Tal sitio era entonces una zona netamente campestre, aunque de algún modo en las cercanías de la ciudad.

En algún lugar de su carta alude al entonces incipiente plan. para dotar al Príncipe de Plaza pública y le dice a su amigo del necesario pecunio que se precisa:

"Venga la plata; dinero, dinero de La Habana para la plaza del Camagüey... Cuidado; que no porque seamos el ombligo (Escena del trabajo) de la Isla dejamos de ser lo más ilustres...."

En otra misiva, y con muy divertida manera alude de los invaluables quesos del Camagüey, que son fruto del trabajo de su hacienda propia en Najasa, así le dice a Delmonte del que piensa obsequiarle:
Preparad el colmillo, ratón del Monte, para encajarselo a un queso ecléctico del Horcón de Najasa que os envío por no sé qué buque, y manos de un catalán que me ha ofrecido entregarlos a Ramón de Armas en persona. Veremos si ese queso es de mandaría y cuña; y si sabe a tierra, y a polvo de rincón y otras lindezas con que la sarcástica musa del Magdaleno o del lago de Maracaibo ha zaherido el emporio de las vacas de Cuba que es el Camagüey: lo veremos.
La divertida alusión prosigue en otros términos, con otras precisiones sobre los quesos del Camagüey, comúnes y abundante entonces, y que se compartía a amigos en otras regiones de la Isla como testimonio de amistad, como el Lugareño hacia con Delmonte residenciado en la ciudad de Matanzas.

Con tales cercanías, que nos resultan hoy elocuentes y distantes, cierro mi proximidad.

Aquí van los comentarios del Lugareño sobre tan común y siempre apetecido manjar de antaño se nos ha vuelto aquí y ahora, una rara y ya inalcanzable delicatessen:
Si no pudiereis contener los instintos ratoniles, es preciso que en el precio del queso hagáis la rebaja debida al estado frescal en que van, pues apenas tienen un mes de hechos y necesitan lo menos de tres meses para curarse. Iten que son quesos de primavera, que las yerbas del Sao corrales están muy flojas. Los que se harán ahora, de Noviembre a Enero esos si que se harán con leche gorda voto a bríos que le hablo a un poeta, como si fuera un criador de vacas ¿que entenderá el de yerbas del Sao corrales, ni de primavera, ni de invierno para que estén como cazabe, o como bizcochudo?

Wednesday, March 22, 2023

De Potreros, Quintas y Tejares en Puerto Príncipe. (por Carlos A. Peón-Casas)



Un interesante y antiguo mapa topográfico de Santa María del Puerto del Príncipe, levantado por el bien informado agrimensor Don José Muñoz del Canto en el primer cuarto del siglo XIX, y oportunamente reactualizado en formato digital, por otro entendido investigador, el Lic. José María Camero Álvarez, nos permite hoy estás cercanías a un tema siempre revelador.

El mapa originario del agrimensor príncipeño, incluía la novedad de mostrar las inmediaciones de la entonces ciudad hasta la distancia de media legua en todas las direcciones de los puntos cardinales.

Amén de recoger datos tan interesantes como los materiales constitutivos de paredes y techos de las viviendas, la calidad de los suelos de quintas, y la del agua de sus pozos.

Para el lector neófito, en tales temas, pero apasionado como acaso este humilde escribidor, igualmente un aficionado a estos los asuntos de nuestro ancestral terruño, no deja de ser una oportuna puerta a los saberes del siempre invitante y legendario Camagüey.

La mirada se pierde en la lotananza de esté bien trazado mapa donde se cuentan con simbología clara y precisa los distintos emplazamientos de las quintas, estancias, potreros, tejares, cererías y tenerías que rodeaban la otros ciudad, en las jurisdicciones correspondientes a aquel territorio, a saber: La Zaragoza, el Monte de Horno; el Guayabo, Sabana Grande y Maraguán.

Una mirada más específica hacia la coordenada norte del mapa, enrumbando desde la salida de la villa desde el otrora puesto militar de La Vigía, y a lo largo de la hoy Avenida de los Mártires, el curioso lector notará la sucesión de propiedades a uno y otro lado de la otrora calzada, que a la altura de la Sabana de Méndez entroncaba, como hoy, con otros tres caminos: el Real de la Guanaja (Camino de la Matanza), el de Caonao o Real de Morón, y el de Los Ingenios (Juruquey).

En el lado derecho se contaban en sucesión, las quintas y tejares de Don Francisco Páez y Don Bernabé Sánchez, la de Doña Soledad Sánchez, el Tejar de los bienes del difunto Don Jacinto de Agramonte, y la estancia y potrero de don Zeferino Alvarez.


A la izquierda, el potrero de Don Pablo Betancourt, el tejar de Don Basilio Andrades, el de Francisco Estrada, la quinta de Don Francisco de Usatorrez, y la de Doña Francisca Arteaga, y el tejar de Don Vicente Henríquez.

Como detalle curioso, justo enfrentando a la otrora parroquia de San José en la calle homónima y coincidiendo con la actual conformación del actual Parque Finlay, se alineaban dos propiedades, las quintas de Don Gaspar de la Torre, y de Don Juan Nepomuceno.

Mirando hacia el sur y el oeste, en las inmediaciones de la iglesia del Cristo y detrás del camposanto se localizaban las quintas de Don Fernando Garrido y del presbítero Jose María Hernandez, y en sus inmediaciones igualmente se agrupaban la Quinta del Márquez de Santa Ana, y la estancia de Don Francisco Hernández.

En la misma zona y hasta bordear las márgenes del río Hatibonico se localizaban aguas arriba, la estancia de Don José Manuel Caballero, la nombrada El Jardín de Don Marciano Barreto, y el potrero de Quintana Arriola; y aguas abajo, la quinta y tejar de Doña Isabel Batista, la de José Antonio Márquez, y el asiento nuevo de la conocida como Hato Viejo, propiedad de Dona Rufina Grau.

En las inmediaciones de aquella propiedad se sumaban al Hatibonico las aguas del río Tínima.


En el curso del Tínima, desde el norte, igual se podían contar otras propiedades, como el tejar de Don Miguel Masvidal, el de Francisco Aymerich, la Quinta y tejar de Luis Mola, el tejar de Carrasco de Don Pedro Alejandrino Rodriguez, y la quinta, tejar y potrero de Don José de Varona.

Por la zona de la iglesia de la Caridad se localizaban la quinta de Don Juan Bautista Hernández, la de Don Martín del Castillo, la del Lic. Iraola, y la propiedad de Don Carlos Arteaga.

Más allá, siguiendo el Camino del Salvaje se contaban el Tejar El Marquesado de Don Juan García, y los potreros de Don Carlos Saldívar, y el potrero y tejar de Don Andrés Castellanos ya en las márgenes del Arroyo de Santa Cruz.

El mapa, prolijo en información permitirá al lector degustar a sus anchas este material que compartimos desde el asombro y el deseo de promover tan necesarios referentes de nuestra memoria histórica camagüeyana.






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Fuente: Plano Topográfico de las Inmediaciones de la Ciudad de Puerto Príncipe hasta la distancia de media legua. Confeccionado por el Lic. José María Camero Álvarez, a partir de imagen obsequiada por el arqueólogo Javier Navarro. Confeccionado en el Instituto de Historia de Cuba. Junio del 2007.

Tuesday, March 21, 2023

"Cuando tengo temores..." Un poema de Keats traducido por Heberto Padilla. (por Carlos A. Peón-Casas)


La poesía que convida hoy desde su día de celebración mundial, nos deja atisbos siempre serenos de su perdurabilidad más allá de cualquiera sea la lengua de partida, o gracias a la magia traductiva, inevitable intermediaria, a la de llegada.

Los versos de John Keats como los de sus contemporáneos románticos en la Inglaterra del temprano siglo XIX no son excepción.

El que hoy aireamos fue recogido en lo que a mi gusto fuera una impecable Antología del género, publicada en el año 1979, seleccionada y prolongada por Martha Eugenia Rodríguez, por entonces profesora de la Facultad de Artes y Letras, y de la de Lenguas Extranjeras, en la Universidad de La Habana, una especialistas sin par en la materia y de la que tuve el enorme gusto de ser humilde discípulo.

La Antología de verdadero lujo, con los textos traducidos por otro connossieur, amen de poeta y traductor: Heberto Padilla, incluía los textos originales, un sobreañadido que no deja de agradecerse nunca.

Blake, Burns, Gray, Scott, Wordsworth, Shelley... Byron... sumaban sus textos más reconocidos en aquella entrega editorial regentada por la Editorial Arte y Literatura, con la edición de Felipe Cunill, y prologado por la propia profesora Rodríguez.

El libro es hoy verdadera rara avis. Un ejemplar conservado en los fondos ya raros de la Biblioteca Diocesana de Camagüey, me permite hoy el gusto de esta redención y el gesto compartido del poema de Keats que me sirve de pretexto.


Cuando tengo temores


Cuando tengo temores de desaparecer
sin que mi pluma haya en mi alma rica ahondado
ni los libros, impresos, puedan contener
cual graneros llenos el grano dorado.

Cuando veo en la noche estrellada asomar
vastos, oscuros símbolos de una gran creación
y siento que no pueda vivir para trazar
sus sombras con la mano maga de la creación.

Y cuando, hermosa criatura de una hora,
siento que no te volveré a mirar
ni gozaré jamás la fuerza encantodora

de este loco amor, entonces en la rada
del ancho mundo, a solas, me detengo a pensar
hasta que Amor y Fama se hunden en la Nada.

Wednesday, March 15, 2023

Guerrerito. La historia del clown cubano que fue camagüeyano por accidente. (por Carlos A. Peón-Casas)

Fotos/ Carteles. Enero 12, 1957
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El detalle de su accidental nacimiento sucedió en Santa Cruz del Sur y en los predios de un circo ambulante de entonces, el de Antonio Becerra.

Su padre era clown y su madre dialoguista, y en medio de una función su progenitora se puso de parto, y el padre vino a saber del nacimiento del vástago terminada la presentación.


Guerrerito, famoso por el solo apelativo, es ya hoy un poco o nada recordado hombre de circo, el más antiguo de los clown en la Cuba de 1957, dotado ya desde entonces, como decano de su oficio, de un aura de bien ganada inmortalidad que estamos aún por descubrir.

Leemos de su vida y obra en una añosa revista Carteles donde contara de los avatares de su vida en el mundo siempre inolvidable del circo, como acaso ya muy pocos lo recuerdan en estos tiempos.

De paso, un fotógrafo capturaba para la posteridad la imagen del ya por entonces envejecido y talentoso Guerrerito.

Para ese minuto de 1957, contaba con 64 años bien vividos, por lo que podemos remontar su nacimiento al año de 1894.

En su larga carrera no siempre fue un talentoso clown, sino que antes discurrió por muchas otras funciones desde contorsionista hasta acróbata.

En 1912 se embarcó con una familia de acróbatas japoneses, los Matsumoto, en un viaje por América del Sur. Según su relato eran "icarios" es decir trabajaban con su pies, pero Guerrerito era por entonces contorsionista, y al edurecersele el cuerpo sus mentores japoneses le recomendarían se hiciera acróbata.


Ya con su padre había aprendido aquel oficio, y con práctica logró ser muy pronto un hábil catcher, el que recibe en tierra al que ejecuta los peligrosos saltos del oficio.

De vuelta a Cuba comenzó a trabajar en otro circo de la época el Canaria propiedad de un nativo del puerto de Casilda en Trinidad.

Corrían los años de la famosa guerrita entre liberales y conservadores e iban por vía marítima en una goleta, a aquella localidad de donde era oriundo su dueño, pero ya avistado su destino, sufrieron un terrible desencuentro

Guerrerito contaba como al aproximarse a Casilda el emocionado dueño del circo que había estado ausente por años, mandó a tocar a la banda circense, y un guardacostas del gobierno conservador, confundió la tonada con la famosa Chambelona el himno de guerra de los liberales, y creyéndoles por tales, les cañoneó el barco sin miramientos. Del terrible descalabro lograron salir milagrosamente ilesos.

Desde 1916, era ya parte del famoso Circo de Santos y Artigas como payaso, oficio en el que se consolidó prontamente, viajando en 1926 a Nueva York donde hizo parte del celebrado staff del circo más grande del mundo, el Ringling Brothers.

Con aquella compañía hizo temporadas por todos los Estados Unidos aparejado con el entonces famosísimo clown francés Polidor.

Pero Guerrerito no olvidó sus orígenes y simultaneó sus labores con el Santos y Artigas, y otras compañías que sumaron su paso por la Cuba de las décadas de los 30 a los 50.

En una de aquellas, laborando con un circo foráneo, en una función en Victoria de las Tunas, sufrió el intespestivo ataque de un chimpancé que pudo costarle otra vez la vida. Superadas las lesiones, el infatigable artista prosiguió su carrera, ya para entonces como invaluable entrenador del oficio para las nuevas generaciones.

Dos hijos suyos lo imitaron en su arte, aunque lastimosamente hubo de sufrir la pérdida del mayor, Manuel que ejercía el riesgoso oficio de alambrista. Había debutado ya con éxito en circos en Alemania y Nueva York, pero no no sobreviviría una caída que resultó mortal en 1944 en aquella urbe norteña.

Para cuando se publicará aquella entrevista, Guerrerito era ya un veterano en el arduo oficio circense.


De lo que siguió en sus andares no puede añadir más este escribidor. Su nombre y su impronta se han borrado como de un plumazo, aunque quizás en el imaginario de muchos que disfrutaron su arte, aún perduren esos indelebles recuerdos.

Monday, March 13, 2023

Del paisaje del Camagüey de hoy

 

Leyendo las "Ordenanzas Municipales de la Ciudad de Puerto Príncipe", vigentes en el año 1857, encuentro las regulaciones relacionadas con quienes deseaban bañarse en los ríos Hatibonico y Tínima.

Mirando estas fotos que me llegaron hoy desde Camagüey, es imposible imaginar que el río, alguna vez fue considerado un balneario natural en la ciudad. (JEM)


"ARTICULO 14.

En la estacioón de los baños, el Teniente Gobernador señalará los puntos de los ríos Hatibonico y Tínima en que puedan bañarse las mujeres, y aquellos que correspondan a los hombres, procurando que de un lugar a otro quede la distancia conveniente para evitar comunicaciones que puedan ofender las buenas costumbres y la moral pública.

ARTICULO 15.

Ninguno bañará en los indicados ríos caballos u otros animales, sino a distancia de cien varas del lugar de los baños públicos, y los conductores de aquellos no entrarán montados ni enteramente desnudos dentro del agua; pena de uno a tres pesos.

ARTICULO 81.

El que arrojase basura ó animales muertos en los ríos Hatibonico o Tínima, o de cualquier modo ensuciare sus aguas, incurrirá en una multa de uno a tres pesos." ("Ordenanzas Municipales de la ciudad de Puerto Príncipe" [actualmente Camagüey]. Vigentes en enero de 1857)

Saturday, March 11, 2023

(Social. Marzo 1932) Valor de la imagen en el cine. Por Eugenio Florit.

Teatro Principal. Camagüey
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Existe una leyenda sobre el origen de la pintura, en la que creían las señoritas del siglo pasado. Un doncella de Corinto, en los tiempos de la Grecia homérica, amaba tiernamente a su prometido. Este hubo un día de partir para una guerra, de la que tal vez no volvería. La doncella, en el dolor de los adioses, miraba la bella figura de su amado, y la sombra que el mismo proyectaba en la cercana pared. Entonces, con un impulso intuitivo, de esos de los que sólo son capaces las muieres, tomó del suelo unntrozo de carbón y, febrilmente, dibujó en la pared el contorno de la figura amada.

Si hemos de creer, con Croce, que el arte reside en la imaginación, antes de que tome forma, sonido, color; es decir, antes de exteriorizarse, aquel deseo de amor, de perpetuar la imagen de la persona amada, ya tenía en sí tal carga artística, que bastó un solo impulso para hacerla surgir. El arte, según esto, está basado en el poder de formar imágenes. Sin embargo, puede el hombre concebir obras de arte en su mente y permanecerán éstas ignoradas si no las vierte en un continente de adecuada forma. Todo el proceso del arte ha consistido siempre en aislar una cualquiera de las formas bellas imaginadas o vistas por el hombre, reducirla a límites precisos, separarla del conjunto que hace a su atención vagar sobre ellas, y, una vez detenido, el vuelo, trabajar sobre aquel pedazo de realidad o fantasía, hasta obtener de él un pequeño mundo de pujante significado artístico.

Esa fuerza de imaginación del individuo, capaz de crear en su mente las formas más extraordinarias de belleza, condénsase, en nuestros días, en la contemplación de tales imágenes en la pantalla. Existe en ello un goce. La imagen, desplazada de la mente del individuo, va a ocupar su puesto frente a él. El poder de imaginar, de "hacer arte con el cerebro", como quería Miguel Angel, cede al poder de contemplar esas, imagenes.

Por el cine, cada uno de nosotros viene a ser un espectador de ideas. El concepto emersoniano del poeta se ha fragmentado en tantas partículas cuantos sean los hombres que tienen la mirada fija en la pantalla. Habrá siempre, claro está, el Poeta con mayúscula inicial que, según la clara palabra de Emerson "es el verdadero y único doctor; sabe y relata; es el único recitador de, noticias, porque asistió privadamente a la aparición de lo que describe". Pero, a su lado, estamos nosotros, que vamos al cine por la noche a ser es­pectadores de ideas, es decir, a ser también poetas, dentro de nuestra personal limitación.

El desarrollo del film va exponiendo ante la vista el pensamiento objetivado. La vida misma está allí hecha ima­gen. El suceso trivial, que a diario miramos sin concederle importancia, cobra, por virtud de haberse eternizado en un segundo, en una vuelta de la manivela de la máquina cine­matográfica, tal condición artística que al contemplarle proyectado en la pantalla nos fascina con su poder egregio.

La pantalla y su marco poseen en grado sumo virtud expresiva, -diré mejor: capacidad expresiva.- EI cuadro en que se mueven las figuras, desde el momento en que recibe la luz, viene a situar ante nosotros un mundo ajeno en el que sin embargo, nos sumergimos, arrastrados por su poder absorbente. Es el Maelstrom indomable que refleja en sus aguas el color de muchos mares, de colores diversos. Y el marco -serenidad circundante a esa deificación del movimiento- tiene un encanto de playa rumorosa en la que se duermen, cansados de agitar los brazos, tantos deseos ya con el aliento quebrado y la voz, hecha pálida sombra de potencia. Hay en el tercer tomo de "EI Espectador" un delicioso ensayo, que Ortega y Gasset titula "Meditación del Marco". A caza el hombre de un tema que aprehender entre los puntos de su pluma, fija la vista en el motivo de meditación que le ofrece el humilde marco dorado, suspendido frente a él como una ventanita para mirar un paisaje lejano. El revolar de la abeja de su pensamiento lleva después al autor a detenerse un instante, sin fijar mucho la vista, en la boca del telón, que es marco de la escena, Qué bello tema el del marco de la pantalla cinematográfica, para haber sido clavado por ese entomólogo de todos los sucesos vitales que es Ortega y Gasset. Siempre que iba yo al cine, de, pequeño, preocupábame por saber cómo la acción del film se desenvolvería a derecha e izquierda de la pantalla. Más que lo que veían mis ojos, estaba mi curiosidad alerta para descubrir un detalle de vida por las esquinas del lienzo iluminado. El marco era, para mi infantil imaginación, algo así como los libros que en la biblioteca de mi padre me estaban vedados por expresa prohibición. Un límite; una valla de infranqueable acceso. Ante el negro pespunte que rodeaba la pantalla, como ante el título sonoro de alguno de aquellos volúmenes se estrellaban mis ansias de niño curioso. ¿Qué se dirían los hombres y las mujeres cuando, cogidos del brazo, atravesaban el cuadro en movimiento? Y aquél perrillo que escapó de manos de su dueño, ¿en qué lugar no visible lo atraparían?

Después comprendí y el marco de la pantalla adquirió su verdadero significado. Ya no limitaba, o, si limitaba, era para hacer resaltar las figuras que en su interior brillaban. Ya es sólo marco, que vale tanto como decir ventana. Abierto el hueco en el testero del salón, cruzan por él todos los cuadros de la fantasía, unidos con invisible mano prodigiosa. Viene el ensueño a posarse dentro del marco y las mil y una noches que Scheherazada necesitó para, narrar sus cuentos al Sultán, se han trocado en e devanar de unos segundos

Pedro Henríquez Ureña ha dicho que cada obra de arte crea medios propios y peculiares de expresión. Si es cierto este postulado, referido al cine se reafirma con una realidad irrebatible. El cine ha creado su propio medio expresivo. El cine, arte contemporáneo, se ha hecho visible por la imagen viva.

Este arte integral que es, el cine, convence de su genuina prosapia si nos detenemos a considerar el valor que ha representado la imagen en el arte de todas las épocas. Desde el hombre que en las cuevas de Altamira se propuso detener el tiempo -representado éste por el impulso de la embestida, que se dejó el bisonte eternizado en un lecho de piedra- el poder de imaginar ha correspondido siempre a una objetivación de las imágenes. El hombre artista, que ya imaginó, antes de revelarse al mundo como tal, se ha visto eternamente impelido a ello por condición de la naturaleza humana, siempre propicia a exteriorizar sus mundos íntimos. La poesía, arte imaginativa por excelencia, es, de todas ellas; la que mayores posibilidades de exteriorizar sus imágenes tiene, por la misma condición de ser un arte en el que el pensamiento se vuelca, casi íntegramente, sobre la palabra. Sin embargo, en ella se hace necesario, una vez traducida la imagen a forma visible, retraducirla en la imaginación del lector para, con eso, asimilarla en lo posible con su primitiva esencia. Por el arduo proceso -viaje con billete de ida y vuelta- va perdiendo la imagen sus más puras calidades artísticas, dejando algo de sí en cada estación del trayecto.

En la pintura, la imagen está materializada. Se tradujo en color, en forma. Pero todo ello a costa de su vida. Un rostro en un cuadro, aunque "parezca que está hablando", no lo está. Perdóneseme la perogrullada y esta imposibilidad de hablar, de moverse, o para no referirme sólo a las figuras, este detención del fluir vital -o esencial- de las cosas, lleva en sí su limitación como traductor de la imaginación del artista. Ved, si no, cuando en el cine, por una interrupción cualquiera se quedan fijas las imágenes en la pantalla. Nuestra primera impresión es de desasosiego. El ritmo que íbamos llevando con el devanar del film ha quedado roto y ahora somos nosotros los que, por la inercia, nos adelantamos, como cuando el automóvil en que vamos se detiene de pronto. No es que la imagen que aun aparece sea desagradable; puede, incluso, ser bella. Es que ha perdido su correspondencia con la mente del realizador del film, que la imaginó y la llevó a cabo en movimiento. Precisamente, el cine ha obtenido uno de sus más legítimos triunfos porque es el único arte -bienaventurado su predecesor, el "Phenakisticopio" de Plateau- que supo entonar con la vida. Y más aún: con nuestra vida actual, caracterizada por un romántico amor a la acción, al movimiento. Toda la fantasía de Julio Verne, que nos llevó al fondo de los mares y a las dormidas llanuras de la Luna y que galopó sobre los cinco Continentes, tuvo aún el libro como vehículo. Hace cincuenta años había que soñar leyendo. El ensueño permanecía preso entre las páginas del libro, y la mariposa sólo agitaba sus locas alas a una descarga eléctrica, resultante del contacto de dos fantasías de nombre contrario: la del autor y la del lector. Ahora, gracias a los prodigios de la cinematografía, soñamos viendo. Se ha rasgado el velo que nos ocultaba el melificar de la fantasía en celdas hasta ayer inaccesibles. Y este magno suceso que es el pensamiento humano, vió de pronto abiertas de par en par las puertas de su recoleto laboratorio y ya descubierto el íntimo trabajar de sus abejas, inició su vuelo por el mundo exterior.

Existe, como cualidad esencial del cine, el deseo de narrar y de narrar con imágenes y no con palabras. Con las imágenes que por sí solas -al decir de Epstein- vienen a narrar todo lo demás: el asunto, la acción, el gusto, la tesis de la obra. Todo lo que la palabra no puede explicar por sí misma -limitada como está a la expresión oral de los conceptos- el cine lo sugiere con una imagen o una sucesión de ellas. Pensamientos, deseos, recuerdos, se nos presentan en el cine con una diafanidad y una belleza ejemplares. Basta un enfoque, un cambio de perspectiva, un gros plan, y el relieve que con ellos adquieren los sucesos -hombres y cosas- estará gritando su calidad de hecho estético.

Thursday, March 9, 2023

(Social. Septiembre 1917) Los santos de Juan. Por Enrique José Varona.

Casa Natal de Enrique José Varona
Aspecto actual
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La casa antes de las reformas 
que se le hicieron en la primera mitad del siglo XX.
Foto/Año 1905.
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Voy a hojear un poco el libro de mis recuerdos. Si alguien, no muy ducho en los placeres de la memoria, me critica, recuerde que no está obligado a oirme cuando hablo, ni a leerme cuando escribo. Ya ve que empiezo previniéndolo, para que no pueda llamarse a engaño.

Fue mi niñera una morena llamada Fabiana, de muy buena pasta y de supina igno­rancia. No lo digo en desdoro suyo, pues la pobre no tenía la culpa, sino porque hace muy mucho al caso. Andando el tiempo, y cuando ya era yo un mozalbete, entraron en la servidumbre de mi casa dos chinos asiáticos, semi esclavos o esclavos de un todo, aunque solo por contrata de cierto número de años. Debían estar bautizados o cosa así, pues el uno, que era jardinero, se llamaba Felipe, y el otro, jefe supremo de la cocina, respondía al nombre de Juan.

Era éste tan ladino, como cazurro el otro. Mientras Felipe se mantuvo siempre a distancia, todo dado a ingertar rosales y a escardar la huerta, y al cabo desapareció sin dejar huella en los anales familiares, Juan, por el contrario, cada dia se apegó más o hizo que se apegaba a la familia, y especialmente a los criados de color.

Era un hombrecillo delgaducho, de movimientos rápidos y desembarazados, que chapurreaba bastante el castellano, y guisaba de un modo muy aceptable en aquella tierra de buenos cocineros. No era un cordon bleu, como lo era Juana Apolonia, pero podía pasar por un cordoncillo azuloso. Pulcro en la cocina y en el traje, que pronto acomodó por completo a los usos del pais. Nada de coleta, al menos al exterior. Todavía recuerdo una famosa caña de Indias con puño de oro, que enarbolaba pomposa9mcnte años después, cuando ya no era chino contratado ni cocinero, sino prestamista y casi, casi hacendado.

Juan tenía ojo de chalan. Cuando conoció a Fabiana, ya ésta no se encontraba en su primera juventud, y no creo que nunca, ni en su estación más florida, hubiera podido pasar por un pimpollo. Pero era de lo más hacendoso, y sabía a maravilla hacer de un huevo, dos, y con dos una tortilla para cuatro. Juan se prendó de Fabiana, y, ayudando eI tiempo y el trato, se casaron. Por la iglesia, desde luego, pues la novia era· católica a macha martillo, como lo era su madre; sin que sea posible ir mas lejos hacia atrás, pues aquí se embroIlan mucho la genealogía y la religión de los ascendientes.

Una vez casados, se establecieron, poniendo lo que en Camagüey se llamaba una venduta. A fuerza de revender cocos y lechugas, empujando pacientemente a la fortuna con el ahorro, y alguno que otro negocillo de préstamo, amén tal vez de su matute de opio, llegaron a comprar una quinta en los alrededores de la ciudad, para dedicarse al cultivo de frutos menores.

Algunos años habían pasado y Fabiana, cada vez que me veía, me rogaba con instancia que fuera a conocer y admirar sus dominios. Al fin me decidí e hice el corto viaje, que no pasaría de veinte minutos, en quitrín. Mi antigua niñera, ascendida a propietaria, me enseñó con visible satisfacción toda la casa, que era amplia y limpia, y solo por algun tenue tufillo opiáceo delataba la naturalidad del dueño.

Como quien guarda para lo último lo de más precio, después de recorrer hasta la cocina, me llevó Fabiana. a una grande habitación, donde no reinaba la claridad meridiana de las otras, y me mostró radiante de orgullo un gran retablo que ocupaba todo un testero. Lo llenaban no pocas imágenes de santos, todas de bulto y vestidas, a la usanza española y napolitana. Todavía recuerdo un San Roque, descalzo de pie y pierna, con sus úlceras sanguinolentas, y su perrillo al lado. Las presidía una angustiadísima Dolorosa, con lágrimas cuajadas en los hermosos ojos, y las siete espadas cabalísticas clavadas simétricamente en el costado izquierdo. Todo ello entre macetas de flores de trapo, candeleros con pequeños cirios y otros adminículos de la devoción.

Me acerqué, si no interesado, pues el espectáculo no tenía para mi nada de nuevo, curioso; y al recorrer todas aquellas muestras del fervor de la buena mujer, me suspendieron un tanto dos o tres figurillas exóticas, mezcladas indistintamente y en santa hermandad con las imágenes. Las miré de cerca, y advertí que eran pequeños Budas, sentados a la turquesca sobre el místico loto.

Sin mostrar sorpresa, me volví a mi acompañante, y le pregunté:

- ¿Qué es esto, Fabiana?
- Son los santos de Juan, me contestó ingenuamente.


Vedado, 1 de septiembre de 1917.

Wednesday, March 8, 2023

Amelia Earhart estuvo en Camagüey (por Carlos A. Peón-Casas)


Para muchos en la ciudad, su nombre no diría hoy mucho, y quizás poco o nada para los que habitaban la ciudad de los tinajones en la siempre recordada década de los años veinte, del pasado siglo.

Sin embargo, Amelia Earhart era ya para entonces una mujer famosa. Fue la primera aviadora que logró “saltar” sobre el Atlántico en 1928, aunque en el vuelo la acompañaran dos pilotos, y que luego repetiría la hazaña, esta vez en solitario, en el año de 1932.

Su presencia en Camagüey, aunque acaso sólo fuera en una corta escala aérea, fue realidad el 9 de enero de 1929. Era el día en que la Pan American, inauguraba un servicio aéreo con escalas entre las ciudades de Miami y San Juan en Puerto Rico.

Camagüey en tal época, y como luego seguiría siendo en años sucesivos, era un punto de parada imprescindible en el tema de las comunicaciones aéreas desde la costa este de Estados Unidos, para enlazar con destinos en Suramérica y el Caribe, y fue junto con la Habana y Santiago, una de las paradas de aquel primario vuelo.

El itinerario completo era Miami-Habana-Camagüey- Santiago de Cuba-Puerto Príncipe- Santo Domingo-San Juan, y viceversa.

Para la época ya la Pan American era propietaria de los terrenos del campo de aviación en la ciudad en el lugar que hoy conocemos, pues antes hubo un primitivo campo de aviación en lo que hoy ocupan las barriadas de Garrido y La Zambrana. El vuelo fue llevado a cabo en un flamante Fokker trimotor(1), que ya era un success de la aviación de su tiempo aunque sólo podía transportar a diez pasajeros.

Amelia Earhart, fue la designada para pilotear aquel vuelo inaugural, y quien por necesidad pisó suelo camagüeyano dos veces, a la ida y a la vuelta de aquel atrevido itinerario.

Hasta donde sepamos, no hubo una reacción de la prensa de aquel minuto, destacando el hecho, ni acaso una mención de la presencia de la ya famosa aviadora norteamericana, quien capitaneaba la nave aérea que sobrevoló la ciudad de entonces, sin que sus habitantes pudieran imaginar que quien regia los destinos de aquella aeronave a, la que muchos desde tierra, mirarían con no poca curiosidad, era nada más y nada menos que una mujer.


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  1. Todos los datos citados aparecen recogidos en Índice Histórico de la Provincia de Camagüey. 1899-1952. Instituto del Libro, La Habana, 1970.

(Primer Congreso Nacional de Mujeres. La Habana. Abril, 1 al 7 de 1923) La mujer en el periodismo. Por María Collado




Señora Presidenta del Congreso Nacional de Mujeres: 
Señoras congresistas: 
Señoras y señores: 



Mucho he vacilado antes de desarrollar este interesante tema de ‘‘La mujer en el periodismo’’, digno por todos conceptos de ser tratado por persona de más competencia que yo, sobre la orientación que debía seguir, por ser precisamente la profesión de periodista una de las que con menos brios ha abrazado la mujer cubana, y por ello es difícil relacionarle con el avance feminista. 

Si la cualidad de escritora coloca a la mujer en condiciones de llamarse periodista, podemos decir que contamos con un gran número de mujeres que pueden ostentar este título; pero si nos referimos al periodismo verdadero, al que requiere la ardua labor del reporter siempre en movimiento para obtener la noticia de última hora que ha de llevar a la redacción sin pérdida de  tiempo, el que impone el comentario oportuno de cualquier suceso interesante y que trae consigo, en fin, tantas y tantas responsabilidades, entonces podemos decir que en Cuba no hay o existen muy pocas mujeres periodistas. Entre este pequeño grupo figuran Isabel Margarita Ordex, compañera muy estimada, en ‘‘La Discusión’’; María Villar Buceta, en ‘‘La Lucha’’; Yuya Martínez, cronista de ‘‘La Prensa’’; Dulce María Roberts, Jefe de Redacción de ‘‘Smart’’, y algunas otras que en estos momentos lamento no recordar; pero que estoy cierta que no hacen un número considerable. Y ¿por qué es esto? me pregunto sin poderme yo misma responder. Por qué aquí todas las mujeres cuando van a fundar un periódico se deciden por la revista literaria?... Gertrudis Gómez de Avellaneda, mujer de cerebro prodigioso, de fuerte carácter por muchos tildado de varonil, de avanzadísimas ideas impropias de su época, funda un periódico en esta capital y éste es una revista literaria, Más tarde otras  siguen su ejemplo y así van surgiendo entre muchas que sería  prolijo enumerar, ‘‘La Revista Blanca’’, dirigida por Luz Gay,  la poetisa hoy demente y recluída tras las rejas de un manicomio. “‘La Golondrina’’, de la también poetisa Srta. María Urzais; ‘‘Cuba Libre’’, de la Srta. Rosario Sigarroa, y sucesivamente otras publicaciones de igual índole que desaparecen casi siempre tras un corto período de tiempo, como ha sucedido con las recientemente dadas a la publicidad en Matanzas, Santiago de Cuba y Guantánamo respectivamente tituladas ‘‘Albores’’, de la Srta. Oliver; ‘‘Astral’’, de Mariblanca Sabas Alomá, y  “Preludios’’, de Rebeca Elía Poveda. Pudiendo considerar casi como una excepción “‘Letras Güineras’’, de Rosa Trujillo, que lleva como seis u ocho años de vida, y la ‘‘Revista de la Asociación Femenina de Camagiiey’’, que se sostiene firme hace dos años; pero que no sería arriesgado asegurar que ello consiste en que es el órgano de una Sociedad más que un periódico de circulación, es decir: que esté más bien sostenida por los miembros de la agrupación cuyo vocero es, que por el favor público. 

Desde luego, no debe llamarnos la atención este fracaso del esfuerzo femenino en pro de las letras porque a infinidad de revistas fundadas por hombres les ha ocurrido igual; pero yo sólo he querido significar que el periodismo femenino ha sido casi siempre un periodismo más literario que activo y que muchas  energías se han perdido sin que el éxito coronara los esfuerzos de la mujer periodista, porque el camino ha sido equivocado. Tal vez un periódico diario atendido por mujeres hubiese dado más positivos resultados, al mismo tiempo que la mujer, que casi  siempre escribe alentada por un ideal, podría hacer del periodismo un baluarte poderoso para la defensa de todas las causas nobles y generosas que hoy atraen su atención y la obligan a unirse en universal clamor pidiendo un mundo mejor para las generaciones venideras. 

La prensa es, indiscutiblemente, un formidable auxiliar para toda empresa, nosotras, las que sostenemos el pabellón del feminismo en esta República, lo hemos palpado: si no hubiésemos contado con su cooperación, nuestra labor hubiese sido aun más difícil de realizar porque nuestras aspiraciones hubiesen quedado ahogadas entre las paredes del recinto donde eran expuestas, con mas o menos elocuencia; pero sin resonancia alguna. La prensa ha sido la encargada de divulgarlas, de llevarlas al apartado rincón campesino haciéndolas repercutir en el corazon de la mujer selvática que no obstante su escasa cultura nos corresponde y brinda su concurso. Ella quien le ha hecho oir al legislador cubano nuestro grito de rebeldía contra los viejos moldes opresores, obligándolo a pensar seriamente en concedernos los derechos que todo ser consciente debe tener. Estos y muchos servicios nos ha prestado la prensa, pues hasta el éxito de este Congreso le pertenece en parte y ello no obstante estar monopolizada por el hombre, que si nos ha prestado su concurso, en ese sentido, ha sido casi siempre, salvo excepciones contadas, por galantería. ¿Qué no sería entonces si contáramos con periódicos propios donde nuestras ideas no encontraran objeciones de ninguna clase? 

No sé si será porque soy una apasionada del periodismo, del periodismo verdadero que impone sacrificios y absorbe el tiempo obligando a indagar y a buscar siempre algo emocionante con que sorprender a los lectores; pero creo, que si nosotras penetrásemos con paso firme en este terreno casi inexplorado por nuestro sexo, el éxito mas lisonjero habia de coronar nuestros empefios, pues ellos nos brindaria oportunidad no sólo para extender nuestro campo de acción hacia una nueva actividad de positivos resultados económicos, sino que contaríamos con un fuerte lazo de unión internacional, pues nada podría crear más cordiales relaciones entre las feministas cubanas y las del mundo entero, que el canje de los periódicos por nosotras sostenidas. De esto tengo adquirida experiencia, pues recibo frecuentemente publicaciones extranjeras dirigidas por mujeres en países lejanos hasta donde el periódico ha llevado el conocimiento de mi modesta labor en pro de la causa. Asi llegan a mí, como mensajeros  fraternales, por ejemplo, ‘‘El Hogar’’ de México, dirigido por  Emilia Enriquez de Rivera, y ‘‘Nuestra causa’’ de la Argentina,  por Lola S. B. de Bourguet. Asi puedo llamar compafieras a las  otras mujeres que dispersas por el mundo, como yo piensan y como yo luchan por el progreso de todas, así conozco sus nombres, así han conocido ellas el mio y asi aprenderán ellas a amar mi patria como aprenderé yo a amar la suya. 

En nombre, pues, del engrandecimiento y progreso de Cuba y de la unión universal, bello principio sustentado hoy por todos los que saben sentir, invito a las dignas compafieras aquí congregadas a aunar sus esfuerzos para que la mujer cubana incline su ánimo hacia el periodismo y sepa hallar el encanto indiscutible que tiene como propagador de la cultura y de todos los ideales que hoy alienta la Humanidad.



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Tuesday, March 7, 2023

"Anita Sánchez y Esteban. Hija del doctor Eugenio Sánchez Agramonte, expresidente del Senado, cuyas bodas con el señor Alfredo Longa y Aguirre, se efectuaron con gran pompa el 20 del pasado mes." (Social. Agosto 1917)

 

(Social. Agosto 1917) El mayor encanto de la mujer cubana. Por Eulogio Horta.

Camagüey 1963 
Foto by Henri Cartier-Bresson.
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El caso es difícil, pero muy atrayente, y a mí con los años me ha entrado el amor a lo peligroso. Nada fácil me atrae, porque todo lo fácil me parece vulgar; por eso un tema como el que se enuncia al frente de este artículo tiene para mí la delicia irresistible de la fruta prohibida.

Desde luego que, al hablar de la mujer cubana, me refiero a la mujer joven que figura en la sociedad, enaltecida por los prestigios de la educación y perteneciente a una raza superior dentro de la inmensa variedad de las estirpes humanas.

Yo me he aproximado al borde de ese abismo que se llama la "joven cubana", y lo he visto, poseído de vértigo, esmaltado de las más poderosas seducciones; he contemplado a la femenina trópical, y me ha parecido más, bella que un trofeo de soles, más espléndida que una pléyades de eternidades gloriosas.

Yo he visto al viajero que llega a nuestras playas ponerse embelesado con la mujer, flor o mariposa, que anima nuestra vida, que, da una nota de color y de entusiasmo en nuestros salones y en nuestras calles, y que cuando pone su pie en tierras extranjeras sacude la tristeza y lo alegra todo con el ruido enloquecedor de sus fanfarrias.

¡Cuántas cosas que ella no tiene se le han atribuído y cuántas que son únicamente suyas se le han negado!

¿Habrá llegado la hora de la reparación ? Yo creo que sí. La mimosa criatura, rubia o morena, resignada o heroica, es ya por todo el mundo una expresión deliciosa de nuestro pequeño mundo antillano. Todos la quieren, todos la aman; nos la arrebatan orgullosos los extranjeros, la idealizan los artistas y proclaman sus méritos hasta los más adustos.

Si se le mira de cerca encontramos en ella la gracia de Manón, la ternura de Ofelia, y hasta la eucaristía de la belleza, como en Beatriz que promete al Dante la visión de los cielos paradisíacos.

Los sutiles analistas del alma femenina: Rabelais, Goethe, Stendhald, Balzac, Musset, Bourget y Prevost, no podrían pronunciar un voto, ni aun aproximado, de la Eva cubana. La solución más sencilla es la que en todas las cosas se aleja más del pensamiento; por la misma razón sin duda la clave del encanto inefable de la mujer cubana, no le podría adivinar ningún pensador improvisado.

Sépanlo de una vez los curiosos impacientes: la cubana es ella misma, y no se parece a ninguna otra mujer. Pudiera asegurarse sin vanidad, que la naturaleza, hizo con ella en lo físico y en lo moral, un glorioso ensayo que no se repetirá jamás.

Un francés muy observador, me dijo una vez que la cubana valía porque era una mujer completa, sin parecerse al hombre.

¿Qué había yo de responder, gustándome tanto su opinión. Sin embargo, no me dejaba satisfecho.

El no se contentó tampoco con mi silencio, y me interrogó a su vez:

¿Qué le agrada más a usted en la mujer cubana?
Y no pude dejar de satisfacerle, contestando:

Su manera de andar;
Su voz armoniosa;
Su gracia espontánea;
Su sencillez de maneras;
Su dulce mirar...

Mi amigo el francés no pudo replicar de mejor manera que impartiendo su aprobación absoluta a lo que yo acababa de expresar.

A pesar de todo, diré que el mayor encanto de la mujer cubana, consiste en que posee:

La voluntad en la dulzura; la energía en la gracia, y sobre todo: en que vive amando y amando muere.

Monday, March 6, 2023

... en el "8 de marzo".


Empezamos a intercambiar mensajes, siguieron conversaciones, llegaron las madrugadas virtuales... hasta que acordiamos el primer encuentro (presencial que ahora le llaman).

Quedamos en un parqueo para el "trasbordo", era 8 de marzo. Luego, cada semana: "en el '8 de marzo' a tal hora".

Pasó el tiempo, ya no era necesario el "trasbordo ochomarzoano", pero esa fecha y ese lugar quedaron sellados por el primero de los besos. (JEM)

Friday, March 3, 2023

El río Najasa (un poema de José Fornaris)

Foto/Henry Constantin
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Tu clara corriente 
resuena en los valles 
con rápido son: 
y meces las ramas 
y arrastras las flores, 
y luego retumbas en alto peñón. 

Te cubren las sombras 
del alto dagame 
y el fresco bambú: 
de todos los ríos 
que cruzan mis bosques 
el más adorado, Najasa, eres tú. 

Mas bello te miro 
que el Cauto abundoso 
y el claro Jigüey, 
que Yara y Canímar 
y Nipe y Jobabo 
pues tú eres la gloria del Sol Siboney. 

En noches serenas de lunas brillantes 
al vivo esplendor 
las indias se arrojan
corriendo a tus aguas, 
y tú las halagas con blando rumor. 

Cubiertas de ramas 
preciosas canoas 
se mecen en ti: 
jamás tan ligeras 
vagaron ¡oh río! 
ni acá en Yarayabo, ni allá en Yumurí. 

Se arrastra en tu margen 
del alba a los rayos 
el bello carey: 
y sobre tus rocas 
altivas se mecen 
las seibas más altas que vió el Siboney. 

En estas orillas 
en lecho de flores 
humilde nací: 
corrí por tus valles, 
crucé por tus montes... 
¡Te adoro, Najasa, mi cuna está aquí! 

Te adoro, te adoro, 
tú formas mis dichas, 
tú empleas mi mal: 
tus aguas me arrullan 
y son mi embeleso 
tus límpidas conchas, tu verde juncal. 

Bajo estos palmares 
habito dichoso, 
mi pobre caney... 
¡oh patria querida! 
yo soy de tus hijos, 
yo soy de Najasa, yo soy Siboney. 

En estas sabanas 
en danzas y juegos 
toqué el caracol:
sobre estas arenas, 
sobre estas colinas 
tostaron mi frente los rayos del sol. 

Oh, límpido río, 
si muero en tu margen, 
jurándote amor: 
piadoso a mi tumba 
tu cauce desvía, 
y exhala un gemido y arroja una flor. 

¡Oh! llega a mi tumba 
que cubren las ramas 
de un alto jagüey; 
tal vez si te escucho 
aún me alce gritando: 
¡Yo soy de Najasa, yo soy Siboney!





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Thursday, March 2, 2023

La conciencia pública (un texto de Gaspar Betancourt Cisneros, El Lugareño)



La charité la moins digne de ce nom 
est celle qui ne donne que de l'or. 
Degerando




Un pensamiento grave, profundo, doloroso, me preocupa constantemente. Por más que procuro alejarle, desasirme de él, vuelve sobre mí, y se clava en mi mente, como las garras del tigre en las entrañas del corderillo. ¿Por qué hay pobreza en Cuba? De aquí un remordimiento. ¿Y por qué un remordimiento? ¿He robado algo á los pobres? ¿He oprimido á algún pobre? ¿Qué culpa tengo yo de no ser pobre para que la presencia del pobre me atosigue el alma y despedace el corazón? ¡Ah! yo no sé; pero ese fatal pensamiento viene siempre acompañado de la tortura de los remordimientos. ¡Perdón, Dios mío! Y vosotros, ricos de mi patria, escuchad atentos como sucede esto. 

Allí le teneis, arrastrándose por las aceras de la opulenta Habana, al pobre lisiado. ¿Por qué, sin más esfuerzo que mirarme á la cara, parece que me hace violencia, y docil mi mano á su voluntad pone entre las suyas una moneda de plata? ¿Regalé ó pagué? ¿Obedecí á un sentimiento generoso, ó á la fuerza del derecho del pobre reclamado por mi propia conciencia? Nada me dijo el pobre, y sin embargo, yo oí una voz imperiosa que me decía: ese hombre es tu hermano: él no tiene donde reclinar su cabeza, mientras que tu descansas en mullido almohadón; él está todavía en ayunas, mientras que de tu mesa caen pechugas de aves para regalar á un galguito mimado; él nunca ha experimentado los placeres ni consuelos que pudieran proporcionarle las ciencias y las artes, mientras que tú, en reuniones de artistas y literatos, gozais todos de sus encantos y embelesos, sin ocuparos jamás de averiguar por qué hay pobreza en Cuba, ni de que modo se dis tribuirán las riquezas y los conocimientos humanos de manera que alcanzasen á satisfacer las necesidades, y asegurar el bienestar del mayor número posible. ¿Qué voz es, pues, la que constantemente resuena en mis oidos? La conciencia. ¿Y qué más hace la conciencia? Lleva la mano á la faltriquera, saca una moneda de plata y la pone entre las del mendigo. ¿Regalé ó pagué? ¿Quién debe á quién? 

La sociedad, como persona moral, tiene también su conciencia: hay una conciencia social, una conciencia pública, más severa y estrecha en sus deberes, que la conciencia individual, más responsable por cuanto sus poderes son muchos mayores y más suficientes. Ilustrad esa conciencia pública, y también ella sufrirá la tortura del remordimiento, buscará el consuelo en el duro - pero más moral y más santo, - principio de la expiación, y obtendrá el perdón de Dios, y las cordiales bendiciones del pobre. 

Elevad los ojos al cielo. Dudais que el sol alumbra para todos? Bajadlos hacia la tierra. Dudáis que es la madre común en cuyo seno se ofrece igual descanso al pobre que al rico? Fijadlos en el espacio. Dudáis que en él podríamos caber cómodamente los habitantes de Cuba? ¿Qué os falta, hombres de Cuba? ó mejor dicho, ¿qué nos ha prodigado la generosa mano de la Providencia? La tierra os brinda en sus montes, en sus sabanas, en sus montañas, tesoros que nunca podreis agotar; y los montes, y las sabanas, y las montañas de Cuba, están desiertas y vírgenes aún; en ellas no resuena sino el eco del ave nocturna, ó el melancólico ahullido del indómito jíbaro

¿Por qué tanta tierra sin propietarios, ó por qué el monopolio de la tierra en manos que no la cultiven? La tierra de Cuba está desierta, inculta, abandonada á la espontaneidad de la naturaleza. Ni los cantares nacionales, ni la risa inocente, ni la candorosa alegría, ni las danzas festivas, ni la abundancia, ni aun la salud y lozanía de los pueblos pastores, se columbran en los campos de Cuba. ¿Estarán en las capitales? Allí los extremos se ofrecen en contraste: la opulencia en muy pocos; la indiferencia en muchos: orgullo, soberbia, y vanidad en la familia, más allá de la esfera del hombre; abyección, abatimiento y bajeza en las masas, más acá de la esfera del bruto. No son éstas la Habana, Puerto Príncipe y Cuba? A nadie hago cargos; pero mientras las grandes mayorías no tengan propiedad, y el territorio de Cuba esté sin repartir, sin poblar, sin florecer; mientras las grandes mayorías no estén educadas para las ciencias, las artes, la virtud y el trabajo; mientras necesitemos del extranjero la máquina que sirve á nuestra agricultura, comercio é industria, y el maquinista que la comprende, la dirige ó la repara, la sociedad cubana no está ilustrada, ni conoce sus deberes, y carga sobre la conciencia pública una deuda de que nadie podrá redimirla, y que tanto más demore el pago, cuanto con más usura le será cobrada; porque bien puede ser que vivamos en una sociedad donde una inmensa mayoría se componga de hombres pobres é ignorantes; pero no está en humano poder evitar las consecuencias de la pobreza y de la ignorancia, ni redimirnos de los remordimientos de la conciencia pública. 

Ya oigo á alguno que murmura, y se ríe, y me llama declamador insulso y fastidioso, ó Lugareño fanático. La corona de los mártires de la verdad siempre fué tejida de las flores del ridículo, de la calumnia y de la persecución; mas no por esto es menos brillante y apetecible. ¡Y qué! No es la conciencia pública la que grita y clama por el dulce consuelo de la expiación? 

¿Qué significa, sino, ese bazar ó feria? ¿Quién agolpa en él las primeras filas, las clases adineradas, aristocráticas, poderosas? ¿Qué venís á buscar aquí? Vosotros mismos lo ignorais... ¡Ya se vé! ... estais tan distantes de figurároslo ni de creerlo ... Son tan diversas y tan varias las miras particulares que aquí os conducen ... Aquella respetable matrona trae su mira particular, que sólo ella lo sabe. Aquellas señoritas elegantes han estudiado una semana entera el papel que cada cual se propone representar en el Bazar habanero. El señor Conde, el señor Marqués, el señor Creso, el positivista comerciante, el condecorado militar, el sentimental y almibarado poeta, el gran literato, cada cual trae su fin particular á esta feria, muy estudiadito, muy intencional; ésta, por lucir su hermosura, aquélla por ostentar sus galas, cual por echarla de rico y patriota, cual por recojer hechos y anécdotas para lisonjear por la prensa periódica la susceptibilidad del pueblo cubano, cacareando una civilización de trasparencia, azás distante de la civilización filosófica y cristiana. ¿No es esta la verdad?

¿Pero no hay en ello algo más que el fin particular de cada uno? ¡Insensatos! Os digo que ignoráis lo que por vosotros mismos está pasando... no comprendéis el gran misterio, ni la obra de que sois dóciles y flexibles instrumentos. La conciencia pública empieza á sufrir la tortura del remordimiento; quiere pagar la deuda al pobre, al huérfano de Cuba, vuestro hermano, y cada uno de vosotros viene á contribuir al escote con la parte que le cabe, esto es todo, he aquí toda la función del Bazar. Teneis en abandono, ó no servís como debiérais la honrosa tutela que os ha encomenda do la Providencia, como sociedad cristiana y rica, la tutela del pobre, del huerfanito, de la niñez, y venís á expiar el pecado, preparando los cimientos de una regeneración moral con sacrificios, que aunque cortos, serán aceptados por la patria, porque ellos traerán otros, y otros más, que al fin alcanzarán para difundir la educación primaria entre todas las clases, con cuyo auxilio se facilitarán á los pobres los medios de subsistencia; no será tanta la pobreza en Cuba, y se asegurará un porvenir y un bienestar más públicos, más positivos, más equitativamente repartidos entre el mayor número posible de cubanos... ¿Lo entendéis ahora? Convendréis en que no soy un Lugareño fanático? 

¿Y tú, sexo amado y embelesador, á quien dotó la Providencia de tan exquisita sensibilidad; tú que lloras cuando nace un hombre, que lloras cuando le crías, que lloras cuando le pierdes, por que siempre es un pedazo de tu corazón, sonríete hoy en el Bazar, contemplando el porvenir y las esperanzas que la civilización debe hacerte columbrar. 

La conciencia pública, torturada por el remordimiento, se acoje y busca su consuelo en la expiación del crímen, del crímen cometido contra tu dignidad de mujer, contra la más hermosa obra de la creación. No serás más la sierva, sino la señora del cubano ilustrado. No serás más el vil juguete de sus más torpes pasiones, sino la joya más preciosa, de más alto precio para su razón cultivada. La ignorancia te hará siempre esclava: la educación te devolverá tus derechos; la ignorancia te hundirá en las cloacas del vicio; la educación te elevará á los altares de la virtud; la ignorancia te retendrá en la miseria; la educación te abrirá las puertas de la fortuna; la ignorancia, en fin, es la que te hará más débil que te formó la naturaleza; la educación nivelará tu poder y tus fuerzas con la del hombre. Mujer, edúcate; aprende á conocer primero tu propia dignidad y tus deberes, que el triunfo de tus derechos es tan glorioso como seguro. 

¡Y qué! Toda la bulla del bazar se reducirá á reunir unos cuantos millares de pesos, que apenas alcanzarán para educar unas cuantas niñas pobres? ¿Tan mezquinas y raquíticas son las miras de la capital de Cuba, tan reducidos los poderes y recursos de sus primeras clases, de estas clases educadas, que por lo mismo deben apreciar en lo que valen los frutos de la educación de la clase menesterosa? No lo creo yo así. 

De ir tengo al Bazar, y decirles á las filantrópicas jóvenes de la Habana: "Yo he visto en otras capitales á las señoritas de la clase más elevada y rica, asociarse en ciertos lugares para dar lecciones de religión, lengua patria, caligrafía, aritmética, &, á las niñas pobres de su parroquia, y esas señoritas no se sonrojaban de hacerlo. Yo he visto á las matronas de otros pueblos, concurrir á las Penitenciarias, sufrir el aliento pestífero de mujeres públicas y criminales, sobrellevar con humildad evangélica hasta sus insultos, á trueque de conseguir una conversión, á trueque de reformar y dar consuelo á otra mujeres más desgraciadas que ellas, y esas matronas no se han sonrojado. Desengañaos: la caridad menos digna de un cristiano es la que se reduce á dar un poco de dinero; no insultéis la pobreza con vuestro oro; consolad al pobre con vuestras palabras, con vuestros servicios personales, con vuestra protección de poderosos. Si queréis que el pobre os sirva, dad primero el ejemplo con servicios que lejos de humillaros, os engrandecen. Cumplid con la tutela que se os ha encargado. ¿La queréis más noble, más honorífica, más satisfactoria? ¡Ah! educad una sóla niña, dadle rango social, ponedla en estado, y decid después, si entre los honores y placeres que han inundado vuestro corazón, hubo alguno más puro ni que á aquél se compare. 

Si cada una de vosotras, las que la Providencia ha colmado de bienes de fortuna, educase una niña, labrase la suerte de una pobre niña de la Habana, lo cual se lograría con la milésima parte de lo que el Diablo se lleva en lujo y despilfarro para devolverlo en remordimientos y castigos, la ciudad de la Habana encerraría el mayor número de mujeres apreciables, que serían el orgullo de los hombres, y las que escogería para presentar de modelos al bello sexo de Puerto Príncipe. 

Habana, diciembre 15 de 1843






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Texto tomado de la Memoria Oficial de la Cuarta Conferencia de Beneficencia y Corrección de la Isla de Cuba. Camagüey, 22 al 24 de abril de 1905.


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Se respetó el texto como fue publicado.
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