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Wednesday, August 23, 2023

Una guía para conocer Miami y el Condado de Dade en 1941 (por Carlos A. Peón-Casas)


Tan interesante prontuario para el turista que visitaba la ciudad, y que data de los años cuarenta del pasado siglo XX, es hoy día, un singular documento de valores históricos y culturales bien añadidos.

Precisamente para el año 1941, en que circulaba por vez primera vez, la susodicha guía, se mostraban algunos hints interesantes. Por ejemplo, la ciudad contaba con sólo un par de estaciones radiales: la WQAM y la WIOD, ambas con mil watts de potencia.

Se contaban entonces 24 salas cinematográficas, cuatro de aquellos para personas de color. El aforo total era para 25.000. Y entre las instalaciones destinadas a la recreación en general, se encontraban el Miami Lummus Park, ubicado en la calle tercera y la avenida del mismo número en la zona del noreste. El público podía practicar allí juegos de mesa como el ajedrez y el de las damas; igualmente una modalidad del juego de bolos sobre césped.


Otro espacio público, el Bayfront Park, acogía una clase bíblica cada domingo y siempre a las 3.30 pm. En la misma área, que podía alcanzarse a una distancia apropiada para los paseantes desde la calle Flaggler en su porción más oriental, se ofrecían conciertos gratuitos a cargo de la Banda Municipal, durante la etapa invernal.

Otras opciones incluían las populares carreras de galgos en el Biscayne Kennel Club en la segunda avenida y la calle 115, que se sucedían todas las noches excepto los domingos, desde Diciembre hasta Abril. Las entradas costaban 25 centavos. Igual diversión estaba disponible en otro club de igual perfil y mismo precio de entradas, esta vez en West Flaggler.

Un frontón de jai alai, el popular deporte de origen vasco, se localizaba en el Biscayne Fronton, a la altura de la avenida 35 del Noroeste. Los partidos discurrían todos los días, descansando los domingos.El precio de admisión era igualmente de 25 centavos.

Se anunciaban para el mes de noviembre una temporada de bailes en el Centro Cívico localizado en el número 35 de la calle segunda del Noroeste. Para el mes de Diciembre el mismo espacio acogía partidas de bridge. Y ofrecía una velada de Año Nuevo.

Para esa misma temporada de fin de año la ciudad acogía un Torneo Abierto de Golf, a celebrarse las instalaciones del Country Club de Miami Gardens, y dotado de una bolsa de 2500 dólares.

Para empezar el año, igualmente se sucedían otras atracciones como el Torneo Metropolitano de Pesca, que ocupaba desde el mes de Enero y hasta Abril. Una Regata para veleros, era ofrecida por el Yatch Club de Miami, en el Miramar Course.

También el arte se hacía presente durante el segundo mes del año, con una Exhibición Anual en el Miami Woman’s Club, y la ciudad celebraba con fruición su aniversario de cumpleaños en el mes de Julio.

Aludimos ahora a otros pormenores de aquella ciudad de los años cuarenta del pasado siglo XX, en medio de los avatares de la Segunda Guerra Mundial.

El antiguo y estrecho trazado de las calles originales ya causaba algunas dificultades al ya aumentado tráfico rodado de la época, cuando la ciudad contabilizaba más de 80.000 automóviles, que llegaba a la astronómica cifra de 200.000 al sumarse los vehículos procedentes de otras ciudades norteamericanas, durante la etapa alta del turismo. En la temporada alta de 1937-1938, desde Octubre hasta Marzo, la ciudad proveyó alojamiento para 796.000 visitantes. Se contaban entonces con 186 hoteles y 978 edificios de apartamentos, 1157 casas rentaban sus habitaciones. Los gastos de los visitantes promediaban anualmente unos 60 millones de dólares.


Para entonces ya se acometía la construcción de nuevos puentes sobre el río. Igualmente se hacían más anchas las calles y avenidas. Biscayne Boulevard y Coral Way se adornaban para entonces con una sucesión de palmas.


La población de entonces ascendía a los 170.000 habitantes. Un dato que nos parece sugerente apuntaba que para tal minuto que las presencia en la ciudad de Latinos e Indios Seminoles “eran relativamente pocos en número y no tenían una gran influencia sociológica”

De aquella temprana población de origen latino se nos sigue diciendo que ocupaban una pequeña área en el borde norte del distrito comercial, y aunque mantenían sus costumbres y tradiciones, eran asimilados con facilidad.

Otro segmento poblacional eran las personas de color, que contabilizaban 30.000, un número que se incrementaba en la etapa invernal con la presencia de más de 1000 choferes, trabajadores domésticos y empleados de hoteles. Se les sumaban igualmente unos 5000 procedentes de las Bahamas, de quienes se hacía notar su especial y preciso acento británico al hablar el Inglés.

Se reconocían ya entonces que los antecedentes culturales de todos aquellos grupos eran variopintos y diferían entre los distintos grupos. Los clubes, sociedades y asociaciones hacían esfuerzos para proveer oportunidades a sus miembros, para participar en la vida comunitaria. Entre aquellas destacaban las distintas iglesias que sumaban 131 en el area de los blancos, y 59 en la de los negros.


Las ingentes oleadas de trabajadores temporeros ya eran notorias. Interminables caravanas se dirigían a la ciudad a partir del mes de noviembre. Como consecuencia a la avalancha de tanta magnitud, los salarios locales ofrecidos a los recién llegados se deprimían grandemente. Para los que concurrían en busca de empleos más calificados se exigía alguna licencia como en el caso de electricistas, plomeros, carpinteros y pintores. El resto dependía grandemente de las fluctuaciones del mercado laboral. Y aunque la ciudad se empeñaba ya entonces en promover su industria y agricultura, seguía dependiendo primordialmente en los ingresos generados por el turismo.

De tal suerte para el mes de septiembre la ciudad se aprestaba a recibir a todos los turistas posibles. Hoteles y restaurantes cerrados en su mayoría durante el verano, abrían con gran premura sus puertas.

La línea de costa con más de 10 millas de extensión ofrecía a los bañistas un espacio para cualquier temporada. La pesca en la bahía y en la Corriente del Golfo ofrecían posibilidades increíbles desde pequeñas presas hasta increíbles especímenes de enorme talla y peso.

Las apuestas paramutuales en los casinos eran legales y la concurrencia de jugadores tan enorme que solo en la temporada de 1937 a 1938, sumaron un millón de personas, y las apuestas totalizaron 44 millones.

Aunque la ciudad era tan joven como para no haber figurado en los anales fundacionales de la nación americana, se hacía en aquel minuto imprescindible como un centro potencial para la industria del ocio cuyo crecimiento y popularidad, dada su espectacular posición geográfica, se nos hace obvia esta puntual referencia que hoy hemos compartido.





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Con notas traducidas de A Guide to Miami and Dade County. American Guide Series, Bacon, Percy & Dagget, NY, 1941.



Wednesday, August 16, 2023

Noticias de Puerto Príncipe en "El Trabajo". Revista Obrera y de Intereses Generales. Enero 20 de 1895. (por Carlos A Peón-Casas)


La publicación que se presentaba con tan particular destino, tenía su redacción para aquellas fechas en la calle San Diego, hoy Martí, en el número 23. Allí se localizaba igualmente la Imprenta La Luz donde era impreso.


Se publicaba cuatro veces al mes, lo que nos hace pensarlo como un semanario de su tiempo. La suscripción para un mes para los lectores locales era de solo 20 centavos. Para los de cualquier otro punto de la Isla: 25. Es de suponer que para tales alcances contaba con un sistema apropiado de distribución.

El periódico tenía cuatro páginas de lectura y la peculiaridad añadida de que:
… regala a sus suscriptores un libro científico o literario el que repartirá por cuaderno semanales de ocho páginas adjuntas a cada número del periódico.
La novedad de aquellas entregas lo hacía particularmente atractivo, y lo ponía a la altura de cualquiera de las publicaciones de su época, no solo en la Isla sino en cualquier sitio del mundo plural de ese tiempo.

En este particular número se suscitaba una interesante polémica con otro diario de la ciudad de entonces El Fanal: en razón de la supuesta falta de brazos en el entonces ingenio El Lugareño.


El diario obrero aludía a las razones que alejaban a los braceros, aludiendo a los trabajos del ferrocarril urbano entonces en marcha, y los de las “composiciones de calles” donde recibían mejor sueldo. Un detalle curioso, era que el propio ingenio había importado la presencia de “50 gallegos para las faenas de la zafra”.

Entre otras razones para contrarrestar las afirmaciones del diario integrista, el articulista aludía a “el despotismo teocrático que que existe en esos centros… donde cada dueño es un sultán, y cada capataz un bajá de tres colas”.

En cuatro a la afirmación del “pingue sueldo” que le ofrecía a los braceros, contraponía como “sangriento sarcasmo los 17 o 18 pesos mensuales por un trabajo rudísimo de 13 o 14 horas diarias, mitad efectuado durante el día y mitad durante la noche.”

Rematando así los argumentos El Fanal de que “no hay voluntad para el trabajo y el inmoderado afán que existe en todas las clases de figurar de señoritos y de no querer doblar el espinazo…”

Aludo con igual interés a lo que constituían la voz de los anunciantes en la porción de página de anuncios varios. Su lectura sin dudas, nos hace llegar atisbos sugerentes de aquel minuto en la ciudad a las puertas de la que sería la asonada mambisa de aquel año 1895.

Un primer anuncio era de La Protectora, que se anunciaba como la Gran Fábrica de Cigarros de Manuel Benitez. La industria en cuestión se localizaba en la entonces calle de Santa Ana, hoy General Gómez, en el número 54 antiguo.



El cuerpo del anuncio rezaba lo siguiente:
Los cigarros elaborados en esta fábrica no contienen sustancia alguna contra la salud, como las que usan otras fábricas para darle fortaleza y aroma a la picadura, ni tampoco admite desperdicios de fábricas de tabacos.
El que pruebe una vez los productos de La Protectora queda convencido de lo que decimos. 
No olvidar que se encuentra establecida en Santa Ana 54.
En aquella misma calle, pero esta vez en el número 88, se localizaba y se anunciaba igualmente la Armería de Salvador Soberats. El propietario hacía saber que se hacía cargo de: “todo clace de trabajos y compra cobre amarillo de todas cantidades”

La tabaquería de Carlos Montejo Montejo avisaba por su parte su dirección social en la calle de San Ignacio esquina a la de la Príncipe. José Rodríguez, carpintero ebanista tenía su negocio en Santa Ana 94, y así lo hacía saber a sus potenciales clientes. Igualmente Angel Morales, barbero de profesión avisaba que trabajaba a domicilio y recibía ordenes coincidentemente en San Diego 23, lugar de la redacción del periódico y de la Imprenta que lo publicaba.

Dos muy particulares y anuncios de ventas se incluían en esta edición, y con ellos doy cierre a esta mirada de miércoles a nuestra memoria de ciudad principeña. El primero tiene especiales simpatías, que aún hoy pudieran lucirle a cualquiera de una practicidad sugerente:

Se vende un carretón con sus arreos y un Chivo que lo hace muy práctico.
El otro, aludía a un sabroso alimento: el Maní tan prolífico ayer y siempre, y hacía saber a los degustadores, que el producto era “de muy buen grano”.

Llama otra vez la atención que la dirección sea San Diego en el número 23, aunque aclaraba que se expendía en una accesoria en aquella misma ubicación.

Wednesday, August 2, 2023

Agramonte escribe a su madre desde la manigua camagüeyana. Septiembre 19 de 1870. (por Carlos A Peón-Casas)


Las cartas íntimas de Agramonte a su madre, como las que dedicara a su esposa Amalia, son un testimonio ciertamente insondable y revelador del alma del guerrero, del hijo, y del esposo amantísimo.

A la que aludimos hoy, descubrimos esas coordenadas, e igualmente los avatares a veces inenarrables de la separación, y de la consiguiente falta de noticias de uno y otro lado.

Sabida era la cierta precariedad de aquellos correos subrepticios que corrían lás más de la veces la pérdida inexorable de las misivas, en azarosos viajes marítimos entre ambas y distantes riberas.

En el caudillo, y en sus inspiradas palabras, laten también las esperanzas irrevocables de conseguir llegar hasta la madre y la familia toda, y retomar con ellos la vida siempre deseable en la paz y la quietud del hogar tan anheladas. Así principia su misiva con esperanzadoras palabras:
Continúo sin novedad alguna, y continúa la guerra siempre con tesón y esperando yo que un triunfo pronto nos permita dar un buen abrazo a mi Mamá y a cada uno de los hermanos, colgar la espada, y volver a aquella vida de familia tan dulce, sacrificada durante la Revolución en aras de la independencia de la patria.
Sabemos por esta misiva del Mayor a su madre que, Amalia Simoni, luego de ser capturada junto al pequeño vástago, nacido entre los fragores de las batallas y la azarosa y dura sobrevivencia, ya había recién arribado a Nueva York en aquel casi mismo minuto:
He sabido que Amalia llegó a Nueva York en los primeros días del mes pasado y supongo que habrán tenido el gusto de verse cuando quizás Ud no lo esperaba.
Lo que leemos a continuación en palabras del padre y del esposo ejemplar es un testimonio de profundo cariño, encomendando a su madre el cuidado encarecido a la esposa y al hijo que las circunstancias le alejaban de su cuidado:
Cuídemela mucho y cuénteme cuando me escriba cómo se halla, lo detalles de su primera entrevista, todo lo que ella haya pasado y todo lo que le ha parecido mi nieto.¿Verdad que es muy gracioso?
A los hermanos y al padre también le encomienda les deje su amor incondicional:
Un abrazo a mis hermanos, a Mercedita, a Pepa y a Manuel y dígales que siempre los tengo presentes y que no por ser soldado ahora dejo de quererlos como antes…
Para cerrar pide a su mamá lo bendiga, con la misma emoción a no dudarlo de sus años de infante, cuando acaso aún tierno adolescente, también hubo de separarse de su lado en sus experiencia de estudios por la Madre Patria:
Y Ud mi Mamá, reciba el afecto y acendrado cariño de su más amante hijo que le pide la bendición.
A no dudarlo, esta misiva es un texto que nos fundamenta los apegos y los afectos del hijo, del esposo, y el padre que convivieron con pasión en la ejemplar vida de nuestro adalid camagüeyano, y que nos lo devuelve imperturbable en su magnífica condición humana.

Wednesday, July 26, 2023

De cuando Puerto Príncipe (hoy Camagüey) regía los designios de medio mundo. Algunas memorias de la Real Audiencia (por Carlos A. Peón- Casas)


El 30 de Junio de 1800 es una fecha singular para la otrora villa principeña. Fue el día que recuerda la historia como el de la instauración, en Puerto Príncipe, del entonces conocido como “el decano de los tribunales de Indias”(1), o también acreditado con el apelativo de la “Audiencia de las Antillas”(2).

La historia principeña cambió sin dudas para bien aquel día. El tribunal que hasta aquellas fechas, había regido los destinos de toda legalidad en los territorios antillanos, había tenido asiento desde tiempos inmemoriales en la ciudad Primada de Santo Domingo. El hecho se precipitaba por la cesión de los territorios que la comprendían en Santo Domingo, por parte de la metrópoli a favor de Francia por el tratado de Basilea.

Pero la llegada efectiva del alto tribunal a nuestra villa, tomó su tiempo. Su traslado ocurrió por partes, o por entregas sucesivas, como esas telenovelas de hoy día que van sucediéndose de temporada en temporada. Primero que todo, el valiosísimo archivo, que fue a parar a La Habana juntamente con “las personas de más cuenta de Santo Domingo”(3). El traslado según lo cuenta un historiógrafo español, citado por Santovenia, se verificó en sendos barcos de la armada española que “dejaron en Puerto Rico los situados, recogieron en Santo Domingo a los oidores y otros individuos y, ya mudando rumbo entre cruceros enemigos, ya evitando sus ataques con ligereza, llegaron a la capital de Cuba sin tropiezo amediado de enero de 1800”(4).

De enero a junio de aquel mismo año se verificó el traslado a la villa puertoprincipeña, el destino mejor pensado para tan alto tribunal, un sitio de tierra adentro donde resguardarse del asedio de los enemigos de España.

Y al quedar sesionando en la otrora comarca, hecho que nos cuenta Torres Lasqueti en su bien informada Colección de datos históricos… no sucedería hasta:
después del 30 de julio en que las 41/2 de la tarde entró en la villa con toda solemnidad el Real Sello, y quedó constituida definitivamente el Tribunal Superior, cantándose el 4 de agosto inmediato en la Parroquial Mayor , un solemne Te Deum, en acción de gracias, por tan fausto suceso(5)
Hasta ese momento nada o poco relevante sucedía en le opacado terruño, que fuera de relevancia en el panorama socio político insular, -a partir de allí vendrían sin dudas tiempos mejores cuando la Audiencia, haría efectiva su vastísima prerrogativa jurídica, abarcando toda Cuba, Puerto Rico, y los territorios continentales, todavía españoles, de la Luisiana y la Florida.

Pero igualmente, hacía sentir localmente el peso de su ley y de sus atinados juicios sobre el buen gobierno y las buenas costumbres. Así lo testimonia el propio Torres Lasqueti ya citado cuando apunta a un singular fallo del Tribunal Superior de la Audiencia sobre un suceso casi pedestre acaecido en la villa en 1802:
El 3 de septiembre el Real Acuerdo dictó un auto conminando al Ayuntamiento, y apercibiendo en particular al Fiel Ejecutor y al Regidor de mes de ser privados de voz y voto en las elecciones del próximo año, por no visitar los puestos donde se vende pan, carne fresca y salada, manteca, viandas y demás artículos de primera necesidad, ni repasarlos, condenando a los transgresores con las penas que imponen las leyes” y todo esto a consecuencia que ese día se vendió pan “ de mala calidad, falto de peso y de cocción, capaz de ocasionar enfermedades peligrosas(6).
El decursar de su autoridad en tierras del Príncipe, se extendería hasta diciembre de 1853 cuando fuera suprimida e incorporada a la Pretorial de La Habana, volvería después a la ya crecida ciudad en 1868, pero su jurisdicción alcanzaría sólo entonces los departamentos Central y Orientra.

En ese interín mucho ganó la otrora villa con la presencia de aquellos primeros juriconsultos dominicanos, hombres en su mayoría de cierta cultura, que promovieron y animaron la estancada vida cultural principeña: “las fiestas anuales de tablas”(7) (por el cumpleaños del Rey o por las celebraciones de las festividades de La Merced y La Caridad). Igualmente, florecerían bajo su influencia otras bellas artes como el teatro y la música.

Amén de los innumerables estudiantes de Derecho en la Pontificia Universidad de San Gerónimo, que luego de terminar sus estudios, en la capital, tenían que por obligación hacer el largo y fatigoso periplo tierra adentro, para recibirse de abogados en la Real Audiencia del Príncipe, luego de los acostumbrados ejercicios de rigor que practicaban en aquella. La lista de los que concurrieron sería particularmente copiosa pero entre los más ilustres estarían Heredia, Saco y Bachiller y Morales, entre otros.

Puerto Príncipe vería por entonces promoverse el ansia del saber. Se contaban ya para el año de 1827, “diez escuelas públicas de varones y tres de hembras”(8). Destacándose por su matricula las que estaban dotadas por el Ayuntamiento y regidas por Manuel Zaldibar Puerta y Juan de Dios Cruz. En ambas se contaban 13 alumnos de color. De carácter privado y sin dotación se destacaban las regidas por el Presbítero José Eduardo Rivero y el sub diácono Juan de Mata y Rivera en la que también se aceptaban pupilos de la raza negra.

Las que eran sólo para niñas estaban dirigidas por Mariana Martínez de Rodríguez, Juana Cordero y María Isidora Rodríguez. En estas se educaban la cantidad de cincuenta y siete niñas de color y pasaban de la centena las de la raza blanca.

Lasqueti apunta al respecto que:

“Quizás en ningún otro pueblo de la isla se diera una educación más democrática a la niñez de ambos sexos, como en esta ciudad”(9). El dato estadístico que daba pie a su aseveración lo tomaba de una Guía de Forasteros publicada el año anterior. 

Muchos fueron los sucesos en la propia villa asociados a la existencia de tan alto tribunal, pero ahora y ya de cierre a esta sucinta rememoración, me gustaría airear uno, que quizás no fuera de los más conocidos, pero que tuvo sin dudas una sonada y hasta divertida connotación.

Fueron sus protagonistas los altos cargos del tribunal y el arzobispo de Santiago de Cuba, Don Mariano Rodríguez de Olmedo y Valle. El hecho acaecía en marzo de 1839, con motivo de la vista eclesial que el prelado efectuaba a los territorios de su dilatada diócesis de entonces.

Según nos relata Lasqueti en el nobiliario del obispo se leía: ”El que más vale no vale tanto como Valle” o “El que más da no da tanto como ha dado Valle”(10); y de tales aseveraciones podemos colegir que el prelado tenía su carácter y sus “malas pulgas”.

Pero dejemos la narración de los hechos al propio Lasqueti, y rememoremos en la dilatada distancia histórica el success de entonces:
Durante su permanencia en esta se le presentó un grave conflicto con la Audiencia en la Parroquial Mayor, por un descuido del maestro de ceremonias del Superior Tribunal. Disponía el Reglamento del ceremonial de este que cuando asistiese a las fiestas de tabla, si concurría a él el prelado, al pasarle por delante se bajase la cabeza del dosel donde se encontrase el Presidente o el Regente, y aquel arrastrase la cauda; pero no habiéndose hecho lo primero, el caudatario continúo con ella recogida y ahí fue el conflicto, pues el dependiente de la Audiencia dirigiéndose a dicho funcionario le gritó, ¡esa cauda!, y elcaudatario contestó igualmente en alta voz, ¡ese dosel!
Y allí ardió Troya; pero la sangre no llegó finalmente al río, pues la queja remitida por la Audiencia local al Tribunal Superior, fue desestimada por aquel, desaprobando, según sigue relatando Lasqueti, la conducta de ambos implicados.

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  1. La Audiencia en Puerto Príncipe. En Un día como hoy. Emeterio Santovenia. Tropico. La Habana. 1946 p.369.
  2. Ibíd.
  3. Ibíd.
  4. Ibíd. p. 370
  5. Colección de Datos Históricos, Geográficos y Estadísticos de Puerto Príncipe y su Jurisdicción. Juan Torres Lasqueti. Habana. 1888.
  6. Ibíd. p.48
  7. Ibíd.
  8. Ibíd. p. 198
  9. Ibíd. 200
  10. Ibíd. p. 204

Wednesday, July 19, 2023

La Fabrica de Licores de Suárez, Calvo y Cía. (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto actual
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A Victoriano Calvo Suárez. (1915-1995).
In Memoriam.



En el año 1944, la susodicha empresa(1) era ya un negocio próspero y conocido en Camagüey y en muchos otros sitios de la geografía republicana. Tenía para entonces su casa matriz en la calle García Roco en los números 4 y 6, en la barriada de Beneficencia.

El edificio se mantiene tal cual ocupando toda la acera derecha desde la esquina de Ignacio Sánchez, y hasta la de Calle A, aunque lastimosamente ha devenido, de próspera industria licorera a un oscuro almacén.

Pero sus orígenes se remontan a 1925. Aquella primera fundación corría a cargo de Benjamín Suárez Alonso, llegado a Cuba desde León España en 1905, y quien ejerciendo sus buenos oficios primero como empleado de los ferrocarriles y colono en la provincia de Oriente, y luego como prospero comerciante de víveres finos, ya en Camagüey establecería un café y un almacén de víveres y sería viajante de licores, para finalmente fundar aquella empresa licorera.


Aquella primera razón social era acompañada por el Sr. Manuel Calvo Suárez, y para el año de 1933, se sumaban a la firma en calidad de asociados sus hermanos: Antonio y Victoriano.

De tal fecha databa el edificio ya mentado, dotado para entonces de maquinarias modernas, incluyendo las de embotellamiento directo, etiquetado y taponamiento, y asistida la producción por muy competentes técnicos y especialistas, en la ideación y fabricación de licores finos, a partir de exquisitos extractos alcohólicos sabiamente añejados.

De tal época fueron sus conocidas marcas registradas de vinos y vermut: Los Calvos, Alondra y Flor de las Flores, todos ellos de reconocido bouquet y aceptación en los mercados nacionales y extranjeros.

Sus logros eran más que evidentes ya para aquel año de 1944, cuando su capital social ascendía a los $98.000, si se toma en cuanta que dos décadas atrás habían partido las operaciones con la mínima suma de $3500.

Para aquel minuto sus ventas anuales ascendían a $150.000, y disponían de una flota de camiones para el trasiego de la mercancía por los mercados ya habituales de la provincia agramontina, y de Santa Clara hasta todo Oriente.

La industria solo tenía 18 empleados, y seis agentes vendedores distribuidos por toda la República. Las tributaciones al Gobierno rondaban anualmente los $60.000.

La fábrica prosperó en el tiempo, y para finales de la década del cincuenta, era regentada por el Sr. Victoriano Calvo Suarez, encargado inicialmente de la supervisión de la producción de licores, y luego avezado gerente, bajo cuya atenta mirada verían la luz otras marcas muy bien prestigiadas.

Entre aquellas se hacían notables producciones de vinos de frutas del país, como la frutabomba, y otro bien peculiar e igualmente demandado: el anís dulce, que se presentaba al mercado en una botella de duro cristal y peculiar diseño.


Otras producciones incluían también rones de muy bien elaborada factura que eran muy bien acogidos, y que competían con suficiente dignidad con otras marcas más conocidas y mejor posicionadas en el mercado nacional.

A Victoriano, o simplemente Víctor, según el grado de familiaridad de los que tuvimos la suerte de conocerlo en nuestra niñez y primera juventud, lo recordaremos siempre, sentado en el quicio de la puerta de su residencia, en la esquina de García Roco y Calle A, contraria a la fábrica, y donde habitó toda su vida acompañado por su esposa Nina y su hermana Amparo.

Era un hombre de mente muy lúcida y daba gusto escucharlo desgranar historias y memorias singulares, a la par que mi abuelo Nicolás Peón, quien junto a mi inolvidable abuela Emilia, fueron sus vecinos de toda la vida.

Víctor alcanzó todavía a vivir, casi octogenario, las peripecias nunca olvidadas y mucho menos superadas del Período Especial.

Lo recuerdo todavía marcando en plena madrugada las consabidas colas de las inolvidables hamburguesas al uso. También, y haciendo honor a su prosapia como inveterado fabricante de licores, produciendo a sus expensas un muy popular destilado alcohólico que ante la escasez de cualquier otro, satisfizo la demanda, y que fue jocosamente bautizado en el barrio como Ron Pita, en alusión a otro divertido apodo que alguien en pura chanza le endilgó a su fabricante: Pitágoras

La fábrica de Víctor, como la conocí por boca de mis mayores y a la que le dedicó su vida entera, fue intervenida alrededor del año 1962. A su antiguo gerente, y a la familia de sus asociados, les fue dispensada una compensación monetaria.

La fábrica fungió todavía por unos años más, con su mismo cometido social, incluso se siguió fabricando allí un delicioso licor producido desde antaño, una de las recetas que fuera insignia en su bien provisto catálogo, preparada a base de uvas pasas, previamente maceradas en alcohol y que se expendía como Vino de Pasas.

La nueva versión que circuló a partir de entonces, aprovechó las reservas madres de aquellas maceraciones, que se conservaban en las gigantescas barricas de roble americano, y que fue oportunamente rebautizado con el apelativo de Viña 95.

Años después la industria vio llegar la obsolescencia y el olvido. Por mucho tiempo solo sobrevivió de su antiguo stock, una antigua estera con rodamientos por fricción, que aún cumplía imperturbable su primaria función.

Todavía, en casa de mis abuelos, entre los tesoros añejos de sus ya lejanos tiempos de próspera memoria, queda el recuerdo indeleble de alguna botella de aquel excelente licor de anís, y algún fragmento sobreviviente de alguna duela, de las enormes cubas o barriles de añejamiento, que un buen día terminaron también deshechas en cualquier basural.


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1. "Importancia que tiene en Camagüey la Fábrica de Licores de Suarez, Calvo y Cía". En Cuba Contemporánea. Provincia de Camagüey. Centro Editorial Panamericano. La Habana, 1944.

Wednesday, June 28, 2023

Anécdotas sanjuaneras para no olvidar (por Carlos A. Peón-Casas)

Folleto editado 
para el San Juan del año 1959
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Las extemporáneas celebraciones de la fiesta sanjuanera, tan del gusto camagueyanensis, en este muy caldeado agosto, me motiva estás notas recordatorias.

Refiero a sucesos de memorable signo festivo, en otros minutos citadinos, que para no hacer quedar mal al adagio de marras, siempre nos lucirán mejores.

Los narra el bien enterado autor local Abel Marrero Companioni en unas páginas inolvidables de sus Tradiciones Camagueyanas:
En uno de aquellos convites de Junio del siglo XIX, justo antes de la Guerra Grande de 1868, sucedió un hecho singular que transcribo desde el original del autor citado, y qué refiere a la unas muy populares cabalgatas, precursoras de los tradicionales paseos de este aquí y de ahora:
Cómo la mayoría de nuestras calles en aquellos días carecían de pavimento alguno, eran prácticamente caminos de tierra, y por ser estás fiestas en el mes de Junio, mes en el que llueve diariamente, se forrmaban en las calles grandes baches, de agua y fango, lo que aprovechaban los alegres sanjuaneros cómo pretexto para salpicar y a los no parrrticipantes de sus cabalgatas. Está costumbre dió origen a un muy serio incidente con un grupo de Sargentos del Ejército Español, puesto que al pasar una tarde por frente a La Filarmónica -hoy Liceo-, ellos salpicaron a varios socios cubanos allí sentados. Estos se prepararon con pinturas de Almagro aguas malolientes y en otros no feos y podridos huevos y tomates, arrojándoles al pasar de nuevo. Los Sargentos se bajaron de sus caballos dispuestos atacar con sus armas a la juventud cubana, iniciándose una batalla en la que por la rápida intervención de las autoridades españolas no fue de mayores proporciones...
Justamente para esos mismos minutos antes de la contienda por la Independencia durante las cuales se suspendieron las fiestas, tuvo lugar un ce la ebrado suceso. La anécdota es oportuno cierre por esta vez:
En la tarde del San Juan en el año 1867, apareció en el paseo una volanta reluciente, enjaezados sus caballos con arneses de plata; una pareja de caleseros con gustas cuyos cubos eran de plata, y estribos del mismo metal. Llevando solo a bordo a las hermanas Amalia y Matilde Simoni Argilagos, que hacía pocos meses habían regresado de Europa, dónde habían recibido esmerada educación y aprendido los idiomas Alemán Francés e Italiano, así como canto y música. La volanta era seguida por dos apuestos jóvenes camagueyanos: los señores Ignacio Agramonte Loynaz y su primo hermano Eduardo Agramonte y Piña, que en magníficos potros trotaban detrás de la volanta, que llevaba en su parte trasera letras de plata con la siguiente inscripción: Belleza, Nobleza, Riqueza, siendo muy comentada durante largos años aquella por los cronistas...

Wednesday, June 21, 2023

Carta de Ignacio Agramonte a su madre desde la manigua camagüeyana, en ocasión de la pérdida de su padre Ignacio de Agramonte y Sánchez (por Carlos A Peón-Casas)

Casa Natal de Ignacio Agramonte
Foto ACN/Rodolfo Blanco
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Muy bien conocidas son las misivas de Agramonte, nuestro héroe epónimo, a su adorada esposa Amalia en su exilio neoyorquino. Pero en el epistolario que salva esta edición(1), y que ahora tenemos a la vista, descubrimos algunas perlas de brillo inigualable.

Se incluyen, algunas de las que Ignacio dirigiera a su señora madre: María Filomena Loynaz y Caballero. Una en particular nos ocupa hoy, la que le dirigiera en ocasión de haber recibido la dolorosa y lacerante noticia del fallecimiento de su padre, acaecido en Agosto de 1869.

Bueno es acotar al lector que en tiempos de la azarosa contienda libertaria, la correspondencia como bien se puede colegir salía por azarosas vías, cada vez que alguna expedición organizada desde los Estados Unidos, llegaba a bordo de alguna embarcación en viaje subrepticio, y luego del presuroso desembarco, devolvía a tierra firme la correspondencia y otras comunicaciones. El tiempo que mediaba era de imprevisible duración.

Justamente la última carta que su padre le enviará, fue reembarcada por error en el vapor Anna, y recibida a posteriori, de su muerte.

El hijo testimonia entonces a su madre su pesar. No tiene otro medio que confesar su tristeza en tan impersonal medio. Con honda tristeza el hijo desolado por la noticia que le ha llegado tarde, dice emocionado a su madre:
Desde aquel día, todo nuestro afán, todo nuestro deseo fue volar al lado de nuestra madre adorada y de nuestros hermanos menores. No se nos ha apartado de la imaginación su tormento y el desamparo en que quedaban en país extranjero. Consolar en lo posible su aflicción y consagrarnos a su cuidado fue nuestro pensamiento desde luego.
El deseo ardiente de estar junto a los suyos en aquel minuto queda en suspenso por las circunstancias que igualmente acompañan al héroe Agramonte y así lo sigue testimoniando:
Pedimos nuestro pasaporte y aunque se nos concedió en los primeros momentos, tanto se me ha insistido no me separe en estos momentos del mando de las fuerzas del Camagüey, y tanto se me ha dicho que mi ausencia sería funesta para la Revolución en este Estado, que he aceptado la mensualidad de ciento setenta pesos que me ofreció el Gobierno en New York para los gastos más urgentes de mi familia y a cuenta de sueldo, y he resuelto quedarme, sacrificando así mis deseos más ardientes en aras de la Patria. No quisiera negar la continuación de mis servicios cuando tan encarecidamente se me pide, y cuando ya tanto he sacrificado por su independencia. Por otra parte ella me ofrece una suma que quizás no me proporciona mi trabajo en país extranjero donde no pudiera ejercer mi profesión.
En un minuto de tanto pesar para la familia, Agramonte decide que sea su hermano Enrique quien vaya junto a la madre y los hermanos y los consuele también en su nombre.

A renglón seguido, testimonia a su madre su anhelo más encarecido, en aquel minuto que lo retienen sus obligaciones con la Patria, el eco de sus palabras son de una elocuencia que aún en este hic et nunc nos conmueven:
Acaso no esté muy lejos el día en que pueda abrazarlos diciendo: Cuba ya es independiente. No han sido infructuosos tantos sacrificios. Verdad que no podré decir lo mismo a mi Papá; entonces no lo podré abrazar, no le podré dar a conocer a mi hijo; pero él nos bendecirá desde el cielo.
Casi en el cierre, Agramonte le reitera a su madre su convicción más profunda en los apegos irrenunciables a ella y a toda la familia, lo dice con firmeza y resolución profundas:
No tenga cuidado por mi, Mamá mía; tengo bien presente que hoy más que nunca me debo a mi familia y que esta me necesita.
Y casi al final le hace saber en tono de promesa:
Enrique lleva el encargo de arreglar las cosas del mejor modo, y si fuera necesario …todo lo dejaré, y marcharé con Amalia y Ernesto a cumplir mis deberes más sagrados si estos no fueran compatibles con los de la Patria.
La dura circunstancia de su realidad vital haría imposible la concreción de aquel sueño anheloso. Amalia y su hijo Ernesto, y con la que sería su segunda hija Virginia en su seno materno, habrían de partir al doloroso exilio en Mayo de 1870, para ser en su lugar, sus mejores embajadoras. Ellas vivirían juntas y con un terrible pesar, el terrible holocausto de su temprana desaparición en combate en las llanuras del Camagüey.



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1. Patria y Mujer. Cuadernos de Cultura. Prólogo de José Manuel Pérez Cabrera. La Habana, 1942. 

Wednesday, June 14, 2023

El río Hatibonico desbordado el 2 de junio de 1841 (por Carlos A. Peón-Casas)


(Según una antigua nota marginal en un libro de Bautismos de la parroquia de La Soledad)

La historia de cualquier sitio, se cuenta también en los márgenes de los libros oficiales. Este es el caso de la memoria que hoy reseñamos: un tremendo desbordamiento del principeño río Hatibonico, acaecido el 2 de junio de 1841.

El suceso lo reseñó para la historia local, el que era por entonces cura párroco de la Iglesia de la Soledad, Don Joseph Ma. Cabrera y Herrera, y lo hizo como nota curiosa, en la apertura del libro de Bautismos de blancos, empezado por aquel, el día anterior a la terrible riada del siempre pacífico Hatibonico, siempre que no le llueva en la cabezada, como muchos ya tienen por experiencias repetidas a lo largo de casi tres siglos.

El párroco de marras, parecía además tener dotes artísticas, pues había dibujado, con la misma tinta que acotaba sus escrituras, una mariposa de alas desplegadas, ocupando la mitad de la hoja inicial de aquel libro.

A renglón seguido, dejaba el testimonio de lo recién acontecido, texto que transcribimos íntegramente y con la ortografía original, por su enorme interés, para los lectores curiosos por la historia siempre fecunda de esta parcela principeña.
El dos de junio de 1841 fue tan extraordinaria la corriente del rio Hatibonico que circunda esta Ciudad, que anegó todo el barrio de la Caridad en los esremo;; que más allá de la medianía de dha calle, se vieron balsas qe provisionalmente se hicieron para prestar algun aucilio á las personas que estaban en medio del peligro mas inaudito, é inesperado. Varias personas fueron victimas de las corrientes impetuosas, que se llevaron en pos de ellas, nnumerables casas, y cuanto les servia de obsatculo, á su rapidez, pero la misericordia divina siempre compasiva, y por un rasgo de su benignidad, calmo la lluvia, a las nueve de la mañana, de modo que si hubiere sido nocturna semejante inundación, ninguno de los moradores se hubiera salido victorioso de una inansion tan repentina que jamás había acontecido. Las cortinas del puente se cubrieron por las aguas y esto basta pa formarse una idea de semejante catástrofe.

Wednesday, June 7, 2023

"Bar Miami", Café Restaurant y otras dependencias comerciales en la calle República. Camagüey, 1944. (por Carlos A. Peón-Casas)

"Bar Miami". Café Restaurant.
Camagüey, año 1944
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Aspecto actual
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Así se presentaba a este sitio de acreditada presencia en la ciudad agramontina allá por 1944, según oportuna reseña, en un aparte de la revista Cuba Contemporánea a la provincia de Camagüey.

Y no podía ser de otro modo. El acreditado bar que sumaba servicios de café y restaurant se ubicaba en la muy céntrica calle República en el número 272.

Lo había fundado el Sr. Antonio Vall en 1932, con el nombre de aquella ciudad floridana: "donde se rinde culto a la vida elegante y placentera"

Una década después, el sitio se había constituido, según lo apuntaba el cronista, en "el centro social de más importancia de la ciudad de Camagüey"

Para entonces, según sigue en su narración, el Bar Miami contaba "con amplios y ventilados, salones para café y restaurant, y su especialidad era la confección y venta de helados y refrescos de la mejor calidad".

El Sr Vall era originario de España. Había nacido en 1906, y con solo dieciocho años vino a Cuba, radicandose en esta ciudad camagüeyana, para luego contraer nupcias y nacionalizarse cubano

La foto que ilustra aquel entorno nos devela el ambiente movido de aquel establecimiento, justo en la esquina de la calle San Esteban, y cuyo local se conserva hoy, ya sin techo, que colapsó en algún minuto, y dedicado a un muy menguado expendio de comestibles y cerveza dispensada, aún más deprimido en este minuto de pandemia.

Otros dos establecimientos, reseñados en este aparte que hoy desgranamos sobre espacio comerciales ca. 1944, se ubicaban igualmente en la movida calle República, conocida como Reina en los años coloniales, y asiento de espacios de tal signo, que junto a la de Maceo, haciendo de aquellas, una larga arteria signada como espacio ideal para la compra y venta de bienes y servicios.

Se trataban de las ferreterías La Vajilla y La República.

La primera era propiedad del Sr. Lino Rodríguez, también español de origen, reconociendose su comercio con los mejores productos importados de ferretería general, cuyo local actual, conserva el mismo nombre, aunque con funciones diversas y también deprimidas, en el número 459 y próxima a la calle de San Martín.

La República por su parte era entonces propiedad de los Sres. Gómez y Cia era conocida bajo otra administración por sus ventas al detalle de artículos de ferretería. Su local social correspondía a los números 518 y 520 de la misma calle.

Wednesday, May 31, 2023

Más Noticias de un cubano ya no tan recién llegado. (por Carlos A. Peón-Casas)


Dos meses en Miami no es mucho. Pero el “new comer” ya lo siente y de que manera. Todavía “suena en cubano”, como otros en sus respectivas esencias natales, una circunstancia tan factual como inamovible a la condición del emigrante, con ese sentimiento encontrado de haber arribado al “right place”; pero muriendo por la herida de la nostalgia de los que deja atrás en la precariedad galopante de su Isla impracticable, y ese aire de lo propio que ahora trasmuta en su tierra de acogida.

Lo demás es la vida diaria del que empiezas a dar pasos hacia la imprescindible aunque definitivamente aún precaria independencia.

No hay otra mayor ni más imprescindible aspiración que a un empleo y perseverar en las largas tiradas a lomo de los buses que pasan casi vacíos y convenientemente refrigerados; pero que solo sirven tramos pre establecidos, en horarios muy determinados, a un público mayoritariamente en retiro, o a quienes transitan sin el consabido stress del “rush hour”.

Todo antes de lograr el sueño de calzarse las botas de un “transportation”, condición sine qua non para la movilidad laboral que exige puntualidad a rajatabla, y el moverse con autonomía y con celeridad añadida de uno a otro empleo, por la larga geografía de una ciudad que como Miami con un trazado de megaciudad, se extiende sin cesar.

El reto aunque arduo le pone adrenalina y ganas al asunto, que ya lo dijo Lezama Lima, un connoisseur de nuestras letras cubensis cuando aseveró: “Solo lo difícil es estimulante”.

El recién llegado lo sabe de memoria y se empeña en hacerlo un axioma fundamental para su nueva y salvadora vida que recién empieza.

Wednesday, May 24, 2023

De paraderos, guaguas y viajeros en el Camagüey del recuerdo (por Carlos A. Peón-Casas)


La ciudad de entonces los vio proliferar. Viajar a cualquier parte era lo mas natural, en ese minuto, lo mismo a la capital, que a cualquiera de las capitales provinciales, o a lugares intermedios. Pocos en el Camagüey de hoy día, podrían dar testimonio al respecto, que ha quedado indeleble solo en la mente de los que ya pasan de las seis décadas.

Una multitud imparable de ómnibus, regentados por varias compañías del rubro del transporte por carretera, cubrían las rutas sin descanso, noche y día.

Los sitios para abordarlos, los populares paraderos de entonces, a falta de una estación central, estaban dispersos por la geografía citadina.


Santiago-Habana(1), una de las compañías con más renombre y volumen de viajes se acomodaba en la esquina de Avellaneda y San Fernando, sus ómnibus, hacían el mismo recorrido que describía su nombre, en uno u otro sentido entre la capital y la oriental Santiago de Cuba.

El precio del billete en aquella época, se calculaba a razón de un centavo por kilometro recorrido, a la Habana se pagaban por entonces unos seis pesos o dólares al cambio de uno por uno, con algunos centavos. A Santiago, unos cuatro pesos.


Pero aunque el volumen de salidas de esta compañía, casi que desbancaba a la competencia, siempre había algún margen de posibilidad para otras firmas: la Cooperativa de Ómnibus Aliados(2), era una de aquellas, conocida por sus siglas como la COA, y quien igualmente cubria la misma ruta. Se ubicaba también en la calle Avellaneda, en el Hotel Quisisana, frente a la farmacia de Yuesma, (Pobres y Avellaneda) y se identificaba popularmente como la Ruta 34.

Completaba sus ofertas con otra ruta, la 80, que tenía su paradero muy cerca de allí, en el entonces Hotel Residencial, localizado en la Avenida de los Mártires, y que ofrecía viajes a los mismos destinos.


Aparejada con aquellas ya mentadas, y a la par de sus pares, con igual oferta a los mismos destinos, estaba La Cubana. Su paradero estaba localizado en lo más céntrico de la ciudad de los tinajones, en la Plaza de Maceo.

Correspondía aquel al local que hoy ocupa el Restaurant Rancho Luna. Para entonces incluía una especia de andén que corría de la calle hacia el fondo, y aun lado eran famosas una barra y un restaurant siempre concurridos, y no solo por los potenciales viajeros.


Otra línea bien conocida, era La Flecha de Oro(3), que tenía salidas hacia Cienfuegos, y su sitio de abordaje coincidía con la esquina de Avellaneda y San José.

Pero si se trataba de viajar dentro de los límites provinciales de aquel extenso Camagüey de ayer, a cualquiera de sus pueblos interiores, las ofertas y posibilidades eran igualmente variadas.

Si el viajero quería dirigirse a Florida, podría abordar sin mayores consecuencias un ómnibus que enlazaba ambas localidades, en una esquina tan céntrica como las de las calles Independencia y la entonces Estrada Palma, hoy Ignacio Agramonte, frente al desaparecido Bar San José.

Si el destino era Santa Cruz del Sur, la opción era tomar, uno de los por entonces famosos jeeps comandos, remanentes del equipamiento militar norteamericano de la Segunda Guerra Mundial, rematados a particulares a precios de ganga, después del conflicto, y que cubrían la ruta entre la ciudad y los predios de la conocida villa marinera del sur. Su salida se localizaba en la antigua Tienda La Sultana, en la Avenida de la Libertad.

Igual servicio era prestado en dirección al antiguo Central Ecuador, en la muy próspera región de Najasa. La salida era también en la ya citada Avenida de la Caridad.

Un poco más hacia el este, en dirección a las márgenes del rio Jobabo, el antiguo límite oriental de la extensa provincia del Camagüey, era popular una línea de ómnibus bajo el simpático apelativo de Elicanu, que conectaba la ciudad con el poblado de Elia.


Hacia el poniente, o en cualquier otra dirección, amen de las ya mentadas posibilidades a bordo de los ómnibus que partían hacia la capital, y las otras muchas que hacían transito por la ciudad, el interesado podía disponer, a módico costo, del servicio de una maquina de alquiler que lo llevara en tal sentido a cualquier hora, alcanzando incluso los entonces límites de la entonces dilatada provincia.

El escribidor conoce un caso puntual de una maestra de la ciudad que tenía su aula en el poblado de Jatibonico, y cada día hacia en una de aquellas su recorrido de ida y vuelta. Las piqueras de aquellos carros particulares o taxis al uso eran igualmente comunes en varios puntos de la ciudad.






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  1. Contaba con 117 ómnibus y 35 salidas diarias. Su filial hotelera la Santibana S.A, proyectaba ya en 1956 adicionar un hotel en la ciudad de los tinajones sumados a los ya en operaciones en Colon, Matanzas, Santa Clara y Ciego de Avila. En Las Empresas de Cuba 1958. Guillermo Jiménez. La Habana, 2004. p.535
  2. Cubría el 70% del transporte de pasajeros en la República. Tenía 1800 carros. Ibid. P. 220
  3. Sus propiedades estaban valoradas en 500.000 pesos o dólares de la epoca. Tenía 18 ómnibus, y era la quinta ruta por sus ingresos. Ibid. p.472

Wednesday, May 10, 2023

Los Refrescos Pijuán. Noticias de la Pijuán, Hermanos y Cía en la ciudad de Camagüey. (por Carlos A. Peón-Casas)

Foto/El Progreso Catalán en América.
 Tomo IV. Año 1927.
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Remontamos nuestras referencias a una página de una publicación local: Camagüey Contemporáneo, datado en el año 1944, y a salvo entre la papelería de la Biblioteca Diocesana de Camagüey.

Leemos con atención como ya antes de 1884 el nombre de la conocida casa Pijuán, ya era conocida en el mundo mercantil de la Isla de Cuba, gracias al empeño de los hermanos Ramón y José Pijuán, que establecieron su primitivo negocio en Baracoa, luego en Guantánamo y posteriormente en Santiago de Cuba.

Ya para, aquel año citado estaban también en Puerto Príncipe (actualmente Camagüey) con una primigenia Fábrica de Gaseosa, esta vez la razón social correspondía a José Pijuán, localizada en la calle de los Pobres en el número 143 y cuarto, y en cuya vivienda justo en la parte destinada a cochera instalaron las primeras máquinas de embotellado, y que por cuya novedad, dio origen a la marca registrada de fábrica conocida como La Moderna.

Ya bien reconocidos por sus Refrescos Pijuan, se produjo el primer traslado de la industria a la calle Candelaria hoy Independencia, en la esquina con la entonces calle de San José, y popularmente bautizada como Cuerno, que el pueblo conoce como callejón, pero que tiene su salida por San Pablo.

De allí, el establecimiento comercial hizo otra mudada, está veza la calle Mayor, frente a la entonces Plaza de Armas, en el mismo local que luego se conoció como Casa Cabaña, especializado en instrumentos musicales y muebles, y propiedad del Sr. Cabaña.

El 15 de abril de 1892 ya abarcando otros rubros como Almacén de Víveres y Licorería, la empresa tuvo nuevo local social esta vez la casa número 45 de la calle de las Mercedes, hoy Lope Recio, haciendo esquina con la de San Esteban y abriendo para entonces sucursales en Nuevitas y Ciego de Ávila.

La calidad de la producción de sus licores fue también muy sugerente, particularmente su conocida marca de Ron Pijuán, avalada por la experticia del maestro licorería D. Ramón Pijuán. La marca dio lugar a un conocido giro muy de la región principeña: apijuanarse, en referencia a quienes abusaban del susodicho licor en sus libaciones celebrativas.


Para el año 1910 y ya girando con el nombre de Pijuán Hno y Cia., S en C. decidió fundar una amplia fábrica de fósforos y una anexa y moderna planta de embotellado de refrescos. El sitio escogido se localizaba por la calle San Esteban.

Para cuando el artículo que hoy referimos era, escrito en 1944, la fábrica con el antiguo nombre de La Moderna poseía equipamiento de última hora
con aparatos de esterilización, suavización y purificación de agua, higiénicas lavadoras, fregadoras, llenadoras y tapadoras de botellas, todas automáticas, y donde encuentran su sustento unipersonal de 120 a 150 obreros y obreras camagüeyanos que perciben entre jornales, vacaciones, etc, más de 80.000 pesos al año.



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Un dato curioso relacionado con los fósforos Pijuán, es que están presentes en la colección del Museo del Fósforo de Tomar, Portugal. Este museo está considerado como el que contiene la mayor colección de cajas de fósforos de Europa. 

Wednesday, May 3, 2023

Crónicas Miamenses (IV). La luna de Cuba brilla en Hialeah… (por Carlos A. Peón-Casas)


Oscar de León suena en la fiesta de Hialeah.

Hay jolgorio infinito y de pronto un anuncio en Inglés en la radio interrumpe el mágico minuto…

El viajero recién llegado no sabe si reír o llorar….

El ambiente de la noche se calienta con los bebestibles de ocasión: un whisky Buchanan, un vinito Californiano, o las cervecita Corona o las Heineken de preferencia.

La luna brilla sobre Hialeah, la noche es la misma en la ínsula de más abajo donde a esa hora señorea el apagón y la desilusión.

La fiesta continúa... alguien pregunta al recién llegado si baila casino o juega dominó… otra vez el interpelado no sabe si negar o afirmar… si fingir una sonrisa cómplice o negarse de plano… la luna de tanto cubano desastre sigue brillando en las dos orillas… un gracioso de los que no falta en ninguna fiesta al uso, acota que el hombrín no bailará ni jugará el jueguito de las diez fichas y los doble blancos o doble nueves… pero que definitivamente gusta del ron, el vino, el whiskey y los pastelitos de guayaba… the rest is silence….
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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