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Monday, March 25, 2024

Procesiones Semana Santa 2024 en la ciudad de Camagüey.

Cortesía/Luis F. Bastián Cadalzo
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Procesión del Viernes Santo.
Camagüey 2010
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Domingo de Resurreción
Camagüey 2019

Thursday, March 21, 2024

Emilia Bernal, para su primer libro. (por Manuel Márquez Sterling, 1915)


La señora Emilia Bernal da al público, en este volumen, los primeros frutos de su ingenio y los primeros cantos de su lira; y reclama, por derecho propio, lugar preferente, y muy alto, entre los cultivadores de las bellas letras en nuestro país, prolongando así, como una gloriosa estela y un hermosísimo privilegio cubano, la lista de insignes damas que en esta romántica y próvida tierra han conquistado, por sus versos admirables, eternos laureles. La poesía femenina permítaseme llamarla de tal modo ha sido, en nuestra literatura, desde largo tiempo, brillante galardón y singular exponente de la psicología nativa, de las tendencias íntimas y originales de nuestra sociedad y, sobre todo, del vigor y consistencia moral de la familia cubana. Del patriarcado que lánguidamente se desenvuelve en Camagüey nace la más ilustre de las poetisas castellanas, y es, acaso, por eso mismo, la que menos huella de sus triunfos ha dejado en el suelo donde meciera su cuna; salió de aquel rincón apartado y melancólico para llenar, con su nombre, una época luminosa, y si no fué, en su vida, ni en su magnífica obra, representación de ideales cubanos, es un hecho que los destellos de su victoria universal -hoy riquísimo tesoro- enorgullecen y honran a Cuba. Sin quererlo he rozado un punto ha poco debatido y, a mi ver, no bien resuelto, ya que, según entiendo, conformáronse a un solo dictamen las distintas opiniones y encontrados pareceres respecto al patriotismo de aquella inmortal mujer que inscribió su nombre, la Avellaneda, en sitio del cual jamás ha de borrarse, ni por las tormentas y los desastres de la historia, ni por las veleidades propias del gusto literario y las escuelas poéticas. El sentimiento patriótico, en la autora de Munio Alfonso, rápidamente quedó diluído en el ambiente inmenso de sus éxitos, y no se escapa a la pluma de los biógrafos el mencionar, en mérito de la poetisa, la hostilidad y censura de sus comprovincianos contra la flor del genio que en los años juveniles de la Avellaneda pugnaba por abrirse al sol de su carrera literaria. En España encontró lo que no le ofrecía la colonia; pero de la colonia llevó a España lo que, entonces, no había en España. Y, por explicable proceso, quedó muy poco del espíritu cubano, y del amor a Cuba, en su apasionado y ambicioso corazón de artista. Por otra parte, el patriotismo de antaño no era, ni con mucho, el de ogaño, ni existía, comenzado el siglo XIX, una línea divisoria, clara y recta, entre españoles y cubanos, ni fué el medio en que se educó la Avellaneda el de la colonia oprimida, sino el de la autoridad opresora. La interesante autobiografía que conservó don Ignacio de Cepeda y Alcalde, y que don Lorenzo Cruz de Fuentes, prestando un servicio eminente a las letras, publicó en 1907, esclarece el particular en una ingenua página en que consigna la Avellaneda este recuerdo: "Algunos años hacía que mi padre proyectaba volverse a España y establecerse en Sevilla; y en los últimos meses de su vida esta idea fué en él más fija y dominante. Quejóse de no dejar sus huesos en la tierra nativa, y pronosticando a Cuba una suerte igual a la de otra isla vecina, presa de los negros, rogó a mamá se viniese a España con sus hijos. Ningún sacrificio de intereses, decía, es demasiado: nunca se comprará cara la ventaja de establecerse en España”. A tales ideas modeló su espíritu la Avellaneda; y reproduciéndolas, en amorosa correspondencia, no les opuso reparo alguno. Apenas conservaba un solo recuerdo grato del Camagüey, de su infancia, de su juventud, cuando estuvo a pique de realizar, a disgusto, un desventajoso matrimonio; su familia materna, es decir, su rama camagüeyana, la trató injustamente, y fuera del cariño de su abuelo, que murió siendo ella casi niña, los demás parientes la hicieron víctima de la codicia doméstica, mermando sus bienes de fortuna, heredados legítimamente; y en los episodios que a su mente se grabaron figuran el novio de mediana inteligencia, vano y pueril, y la compañera pérfida que le robara, con hipócrita sonrisa y artificial ternura, sus cariños. La Avellaneda comienza a experimentar verdaderas satisfacciones en España; allá, sus alegrías y también sus dolores; allá su esplendor literario; allá su gloria. Viuda, y atormentada por el amor que Cepeda le inspira, alude a Cuba en una carta confidencial, esto es, hablando sin testigos: "Te diré que a pesar de mis treinta y un años y de mi aspecto de sepulcro de ilusiones, un joven de veinticinco, que dizque es muy rico, se empeña en hacerme contraer segundas nupcias. Es habanero, lo cual es para mí un gran defecto; es más joven que yo, lo cual aun es un defecto mayor; es de un talento mediano, de esos que se encuentran sin dificultad; de una figura que no es mala, pero que me causa mala impresión, porque tiene un aspecto marchito" y más adelante añade: "La echa de joven pensador, inglesado, melancólico, excéntrico; pero a mí sólo me parece un pedante de cierto género propio del país en que nació." 

El patriotismo ha sido, por lo contrario, para las demás poetisas cubanas, fuente de melodías exquisitas. Distínguese, entre otras, doña Aurelia Castillo de González, por la fuerza y la entonación de sus ritmos guerreros, por el generoso impulso del pensamiento y, además, por el esmero de la forma. Camagüeyana, a semejanza de la Avellaneda, la señora Castillo se le parece también en la amplitud de sus facultades y en la intensidad de su cultura. Limitada al escenario de Cuba, la señora Castillo escribe en verso y en prosa por la necesidad y por el entusiasmo de su alma refinada, y diríase que perfuma la atmósfera del benéfico y abundante aroma que dan peculiar encanto a sus obras, no exentas de varonil entereza, como las de su eximia conterránea. La generación inmediata a la Avellaneda es ya más cubana, más peculiarmente cubana, y tiene más motivos y más pesares para serlo. Nuestro patriarcado camagüeyano principia a sentir el aguijón revolucionario; los señores de la caña de azúcar caminan ya rumbo al heroísmo, y amos de millares de esclavos ansían trocar la opulencia por la libertad, los goces del oro por los padecimientos del ciudadano que crea la democracia con la ofrenda conmovedora de su sangre. Joaquín de Agüero y sus leales arrojan el guante a los dominadores, y la pelea inicia la catástrofe; se levanta el patíbulo en medio de la consternación general, y vístese de luto la sociedad camagüeyana. Cuatro vistosas palmas fueron sembradas por los patriotas en misteriosa conmemoración de aquel acontecimiento; y las damas camagüeyanas, en señal de duelo, cortaron sus lindas cabelleras. Ya está perfectamente determinado y caracterizado el sentimiento cubano y su pugna al gobierno de España. El patriotismo local participa de la más alta virtud; y la devoción de los mártires consolida las prédicas del Lugareño, don Gaspar de Betancourt y Cisneros, prócer de influencia poderosa en la dirección política y filosófica de los bravos camagüeyanos. 

Este nuevo estado de conciencia no alcanzó a la Avellaneda; y la tranquila villa de aristocratas agricultores, que ella abandonó en 1836, es el centro de una tragedia que decidirá, sobre el mármol de abnegados precursores, los destinos de una patria engendrada entre lágrimas al grito de los caudillos. Sin probabilidades de éxito, Joaquín de Agüero había obrado como un artista sublime de la acción patriótica; y en el ensueño de arriesgada empresa, erigiendo sus castillos de fantasía que el aire, en soplo huracanado, destruyera, fué más bien un poeta que no un político, sellada la frente con la visión de lo futuro sobre su cadáver mutilado. Porque era el baluarte de una familia de poetas, y mejor que el fusil de los conjurados, manejaban ellos, los Agüero, la lira de reformadores que clavan, en dulces arpegios, sus ideales, un día locos, una eternidad apóstoles, jamás expuestos al olvido. En el combate de San Carlos cayó, precisamente, y expiró en el húmedo follaje, improvisado sudario, Antonio María de Agüero, pariente cercano del héroe, tierno poeta, de quien se conservan felices estrofas; y le sobrevivió, en la brega de sus convicciones liberales, perseverante y noble en el creador empeño, otro familiar, don Francisco de Agüero y Estrada, de variadísima capacidad, y poeta de más vuelo, que hizo conocer, y le dió fama, en Cuba, a su seudónimo, El Solitario, usado en España también por don Serafín de Estévanez, benévolamente lisonjeado por Cánovas en profundo estudio de su tiempo. Unas veces perseguidos, expatriados otras, y siempre en difíciles trances, los Agüero, en tribulaciones continuas, padecen las angustias de la espoleada colonia, y la vena poética es maravilloso manantial que alivia el sufrimiento sin tregua y el anhelo sin esperanza. Diríase que el horizonte se ha cerrado a los ojos de la piedad, que ya la existencia no ha de ser sino un gemido, que las virtudes, un día practicadas, otro han de merecer castigo, desapareciendo, al cabo, entre los brazos hercúleos de la borrasca. Así se forma el alma sensitiva de Brígida de Agüero, hija de El Solitario, y encuentra resignación del fatal destino en la fe cristiana, 
porque eres tú, dulcísima creencia,
 vivido faro de esplendor interno,"
y así llega a escribir, otra de las herederas del prócer, versos de honda emoción y sugestivos matices, hiriendo siempre con fortuna la cuerda más potente de su numen: el patriotismo. Concepción de Agüero es, acaso, la lira más completa de aquella generación de artistas. La recuerdo, en mi adolescencia, en compañía de su esposo, artista como ella, ambos en franca lucha con la vida, camino de abrojos. Y aunque no concediera importancia a sus versos, como su ilustre marido, Emilio Bernal, no presumiese de excelso pintor, su modestísima morada era como un centro de arte, oasis en el desierto; pobres, enfermos, arrebatando al infortunio el sustento de sus pequeños hijos, la belleza era culto entre ellos, y sobrábanles el entusiasmo y la decisión para cualquier empeño de arte; y como olvidados, en lo inútil de aquel esfuerzo, dejó la esposa, al viento, unos cuantos rasgos de su musa, unas cuantas imágenes de su talento, unos cuantos latidos de su alma apasionada y melancólica. Fué larga senda, en el progreso artístico de la provincia, la de este matrimonio intelectual, unido en sagrada alianza contra la adversidad; y aun así no comprendíal Concepción de Agüero y Emilio Bernal, otra orientación, para el triunfo, que la del arte, educadores de su pueblo, predicadores de la buena doctrina, en el naufragio lento a que los condenaba el ambiente inadecuado. Muerta ella, como su hermana Brígida, devorada por la tisis, Bernal continuó sólo en la tremenda liza, y hoy ensaya la fundación de una revista literaria, que perecerá mañana, y debate, por los más nobles ideales, en el amanecer de nuestra independencia, y cae pronto a la fosa, como un héroe que jamás rindió su pabellón. Ilustre, también, su apellido, él encarnaba el mérito de una familia de preclaros varones, que honran la tierra camagüeyana. Cito a don Calixto Bernal, su cercano pariente, y me refiero a la más alta intelectualidad cubana, del mismo estilo y carácter de José Antonio Saco, paladín de libertades en el campo del pensamiento, escritor serio, intencionado, profundo, y con el lastre de una cultura difícilmente sobrepujada por nuestros más conspicuos representativos, en la ciencia y en las letras, sociólogo de ancho horizonte, jurista de insondable sabiduría, y autor, además, de un libro delicioso, Impresiones y Recuerdos, en el que recogió apuntes de viaje por Europa. 

Emilia Bernal y Agüero, con el arrastre de esas espléndidas tradiciones, viene a ser, en el mundo de las letras, el símbolo de tanta grandeza desperdiciada por el curso de la existencia colonial, y no espera tímidamente el aplauso, porque surge a la conciencia cubana ya victoriosa, ejerciendo un derecho de su propia naturaleza. De su sangre, toda ilustre, la vocación inquebrantable; de su espíritu, por maternal herencia, la melancolía suave y dulce de los ritmos; y la infinita tristeza, la mirada penetrante e indagadora que en sus ojos claros, redondos y llenos, copiaron de su padre las hadas milagrosas dispensadoras de fortuna. Su primer volumen de versos no pertenece a la clase de los que a menudo se publican, exploraciones, generalmente frustradas, de una ambición mediocre: es un libro que nunca perderá su brillo, que contiene toda la ternura, toda la romántica emoción, toda la dulce flexibilidad de la verdadera poesía, con sus estremecimientos, con sus dolores, con sus sollozos, con sus alegrías, con sus esperanzas, con sus recuerdos; himno primaveral a la gloria que asoma entre las nubes y ha de ser, al fin, esclava...


Manuel Márquez Sterling.
Habana, 28 de agosto de 1915.




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Nido es el alma que tengo 

¡Nido es el alma que tengo 
de ilusiones peregrinas, 
emigradoras constantes, 
pasajeras golondrinas!



Oh, yo te haré una barca de mis sueños


¡Oh, yo te haré una barca de mis sueños,
ligera como un haz de mimbrecillos. 
Te hará mi amor una canción de cuna 
al golpe leve que le den las olas, 
cuando a los besos del terral, la noche
traiga a mecer la barca hacia la orilla.



No tengo besos... no tengo flores

Flores del alma quiero mandarte 
para que en nombre mío te besen; 
mas... no las mando, que están heladas 
y con sus besos dañarte pueden. 

Cosas del alma quiero decirte 
para que siempre de mí te acuerdes; 
mas... no las digo, que son muy tristes 
y las tristezas callarse deben. 

¡No ha de arrancarte mi verso pobre 
ni una sonrisa, ni un gesto alegre! 
¡No tengo besos... no tengo flores... 
no tengo nada para ofrecerte!


Guardo una sola carta

Guardo una sola carta, en una caja sola, 
que leo todas las noches de mi vida infeliz. 
Ella es en su lenguaje, como una blanca estola 
o lo mismo que un blanco, talar sobrepelliz, 
que sabe cariñosa abrigar mi alma yerta, 
eternamente sola y eternamente gris, 
como si fuera el cuerpo de una novicia muerta 
arropado entre encajes y entre flores de lis. 
Y es esa carta sola, la que en las soledades 
de mis horas de insomnio me habla de castidades, 
la que todas las noches oye mi triste voz 
cuando la leen mis ojos adormecidos, cuando 
terminan su lectura mis labios, silabeando 
un muy dulce, muy lento: "Hasta mañana...! ¡Adiós...!”

Wednesday, March 20, 2024

Un "Compendio de la Historia de la Literatura Inglesa" según J. J. Russerand, traducida del francés al castellano por un camagüeyano. (reseña por Carlos A. Peón-Casas)


Confieso mi asombro ante la novedad de esta traducción publicada en la primera mitad del siglo XX, obra de un reconocido coterráneo, políglota y filólogo: Aurelio Boza Masvidal. Proveniente de una familia de principal estirpe puerto príncipense, hermano mayor del reconocido obispo Mons.  Eduardo Boza Masvidal (1915-2003).

Aurelio era por entonces catedrático de la Universidad habanera donde se había recibido años atrás como Doctor en Filosofía y Letras. La traducción del referido libro del conocido autor francés, la había acometido en sus años de estudiante, como un atinado ejercicio práctico de la hermosa lengua francesa, y de paso para la mejor comprensión de la materia en cuestión que cursaba por entonces.


La novedad de tal trabajo le mereció incluso el elogio del propio autor a quien el traductor había contactado previamente con el ánimo de buscar su aprobación para tal empeño.

Fue finalmente publicada en La Habana a mediados del siglo XX, por la editorial La Propagandista.


El ejemplar que tenemos a la vista está dedicado por el propio traductor a sus amigos Yolanda Lleonart y Andrés de Piedra Bueno, y es parte del fondo bibliográfico de la biblioteca de la Kent State University.

La obra traducida está igualmente acompañada por la carta del autor agradeciendo el gesto del traductor cubano y autorizando con gusto la susodicha versión.

De ella dejamos de cierre al lector cumplida referencia:
Señor,

Me conmovieron mucho los sentimientos en su interesante carta…

Sólo puedo sentirme halagado… Una petición similar también me la enviaron desde Cuba, hace tiempo pero el proyecto no tuvo seguimiento y obviamente fue abandonado.

Por tanto, me considero perfectamente libre de autorizarlo a traducir al español mi libro. Los notables escritos de su pluma que me ha comunicado son para mí la seguridad de que este trabajo estará bien hecho; mi estilo, como habrá notado, es muy simple y directo y seguro que se encargará de reproducirlo….

Si llegado el momento tuvieran la amabilidad de enviarme algunas pruebas se lo agradecería mucho. No sé si tiene la segunda edición de mi libro. Contiene algunas correcciones, pocas en número, pero que sería bueno tener en cuenta y quisiera enviar una copia.

Tenga mis mejores deseos para el éxito de una empresa en la que considero que estamos asociados; le pido que reciba, estimado señor, la expresión de mis más distinguidos sentimientos. (El autor agradece la amable colaboración del Sr. Lazlo Ivan Castro en la traducción desde el francés de esta misiva.)




 

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BOZA MASVIDAL, Aurelio (Camagüey, 28. 11.1900-La Habana, 28.6.1959). Se doctoró en Farmacia y en Filosofía y Letras en la Universidad de la Habana. Cursó estudios en la Reale Universita Italiana per Stranieri, de Perugia. Como miembro de la delegación de esa Universidad asistió al Congreso de Universidades. Trabajó como asistente de Fonética y más tarde como profesor de Literatura Italiana y de Teoría de la Literatura en la Escuela de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. En 1926 fundó y dirigió el Seminario de Historia de la Literatura Italiana. Colaboró en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias, Revista Bimestre Cubana, Revista de Educación y Universidad de la Habana. Era socio de número de la Sociedad Económica de Amigos del País y miembro del Ateneo de La Habana. Presidió la Sociedad Italo-Cubana de Cultura. Fue socio de mérito de la Societá Internazionali dei Studi Francescana, socio perpetuo de la Sociedad Nazional «Dante Alighieri» y miembro de la Unión Intelectualle Franco Italienne a la Sorbonne. Además de su labor en la cátedra desarrolló gran actividad como conferenciante.  (Diccionario de la literatura cubana. Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 1999)


 

Tuesday, March 19, 2024

¡La primavera es ya! (un poema de Emilia Bernal, 1915)


¡La primavera es ya!

Ven! Que ya las abejas zumbadoras,
como rayos del sol cuajados, vuelan
sobre las copas de las campanillas
llenas de miel dorada y olorosa.
¡La primavera es ya! Toca en las almas
sus cascabeles el amor. Te espero!


Emilia Bernal, 1915

Sunday, March 17, 2024

Camagüey colonial (por Emilia Bernal)


La casa solariega

El siglo XIX y el XX han mezclado en Camagüey lo encantadoramente típico a lo moderno, confortable y oportuno; mas no por eso de mayor validez que sus peculiares tesoros pueblerinos. Todo lo nuevo resulta, en la armonía envejecida del conjunto, postizo, falso, de pega. Así, pues, uniéndose al prestigio de lo clásico, lo cursi de lo nuevo, la ciudad ha perdido la unidad estética. 

La casa típica camagüeyana es característica de todas las poblaciones antiguas de Cuba, fundadas por Diego Velázquez de Cuéllar, el primer colonizador español que urbanizó nuestra isla, allá por el año de 1512. Tal Bayamo, Sancti Spíritu, Trinidad... 

Si algo revela con luz meridiana el genio, el carácter, la psicología toda de una raza, es, sin duda, el albergue que se fabrica para habitar. Tal como las cualidades físicas de un individuo, por lo general, dan la medida exacta, o cuando menos aproximada, de su modo de ser interno, así, la casa del hombre, que es como si dijéramos la otra vivienda de su espíritu; pero más amplia, más adjetiva que el propio cuerpo, revela cuáles son los gustos suyos, sus costumbres, y a cuáles necesidades de todo género debe corresponder la construcción. 

No habiendo codicia de la tierra, y contando los colonizadores españoles con toda la isla de Cuba para holgar en sus viviendas, la primer condición de la casa cubana de esa época es la amplitud. Cada edificio cuenta con una gran parcela de terreno para su emplazamiento. Por eso lo espacioso de sus habitaciones: gran sala, múltiples aposentos, ancho comedor, espléndido patio, al que se suma, casi siempre, otro de área aún más extensa, llamado traspatio. 


Las cualidades de esta vivienda dicen de la confianza en el goce de la vida, la serenidad del espíritu equilibrado en el sosiego y disfrutador en el reposo, de lo plenamente poseído: altas de puntal; aunque sin pretensiones orgullosas de escalar el cielo, los edificios parecen a primera vista de poca elevación, menguada su altura por sus dimensiones extensivas. La armónica sobriedad del conjunto da la sensación de la sencillez hidalga de sus moradores. 

La techumbre de tejas de barro, propias del uso de los primeros colonizadores, que copiaban en la urbanización criolla la de la España Meridional y Levantina, cuyo dominio acababan de completar los Reyes Católicos en esta época con la toma de Granada. Allí los árabes habían puesto su nota genial arquitectónica, en la que se contaba como elemento único, para el techado, la mencionada teja. Su uso exclusivo entre nosotros da a la urbanización criolla un sello morisco. 

Las paredes hechas con ladrillos, o de calicanto, son de una consistencia de baluarte romano. Macizas, inexpugnables. Y en sus pulidas superficies, de una blancura deslumbrante, por la lechada cuidadosa que las viste. Contrastando con esa blancura, en el interior, el suelo, de color de almagre encendido, hecho de hormigón o con ladrillos en forma de paralelogramos. 


Y en lo exterior, anchas, hospitalarias puertas del cedro o la caoba que dan los bosques, puertas que jamás encontraba cerradas el pasajero, en cuyos umbrales el huésped siempre halló un amigo... Altas ventanas de palo, construídas con balaustros gruesos, cubiertas todo el día con espeso coletón de rusia y descubiertas desde la tarde para que lucieran sus bellezas las muchachas hogarinas; el guardapolvo, todo entelarañado, protegiendo la parte superior de la puerta del chapotear del aguacero, decorado por los colgantes curujeyes, y del cual pendía el gancho rústico, suspendiendo el farol de lámpara de aceite que iluminaba leve la cercanía; después, los quicios, todos disparejos, por donde, de casa en casa, había de ir subiendo y bajando el transeúnte si deseaba caminar frontero a los edificios... 

El Patio


Pero el mejor trofeo del pintoresco recinto era el patio, murallado de altos tapiales cubiertos de frondosas enredaderas de madreselva amarilla y olorosa; quiscalias bermellón que trascienden a fragancia de fruta; blancas estefanotas; azules campanillas; menudas hipomeas y rosado coralillo. 

Del patio en el centro, el pozo, de brocal de piedra carcomido y alto, donde a la hora de la siesta da su clarinada al viento el gallo enamorado; donde cacarea entusiasmada la gallina anunciando a la dueña de la casa que la acaba de obsequiar con un huevo; dentro, la piedra erizada de picos en las paredes laterales del pozo, y en sus huecos la fértil yerba colgante, la verdolaga de terciopelo verde intenso, el llantén medicinal... Y en el fondo, el agua clara y fresca, a veces borboteante, surgiendo de abajo o de los flancos, a veces tersa, inmóvil, a cuya superficie se asoma a mirarse la muchacha coqueta, antes de turbar su quietud lanzando el balde, que después sube lleno, acompasando el mover de los brazos a la música de la garrucha. 

En otro lugar del patio el aljibe, con su solado de ladrillos escarlata y su brocal hermético, donde el agua, recogida del techo por las canales, se hace añeja, y abastece durante el largo estío y el corto invierno. 

Y alrededor del aljibe el milagro de las flores en rústicos canteros hechos con fondos de canecas invertidos. Canteros siempre llenos de rosas, de azucenas, de claveles y de jazmines. ¡Maravilla en los amaneceres cuando las flores despiertan salpicadas de rocío! 

Y semiocultos entre las enredaderas que trepan los tapiales, los tinajones, vasijas ventrudas llenas de agua llovediza. Sus paredes internas llenas de musgo y desbordando el copioso culantrillo. En sus contornos, al frescor del agua que filtran sus poros, el hacinamiento de las espontáneas matas de mariposas, que embalsaman el ambiente cálido en las noches de junio, cuando el cielo negro se tachona de estrellas o la luz de la luna palidece el infinito. 

En el traspatio cada familia guarda su alborotado gallinero; acaso en estrecho corral alimenta, con palmiche, un cerdo para sacrificar en el festín de Nochebuena, o suelta, entre las aves, da de pastar a una chiva, con cuya leche cría al recién nacido de la casa; o en el establo aposenta al caballo que hace los viajes cotidianos a la finca... Todo, animales y gente , viviendo dentro de la más cordial armonía. 

¡Antaño! ¡Antaño!


¿Adónde se ha ido todo esto? La casa noble y señorial se ha convertido en la moderna mansión de superpuestos pisos donde se vive como en sepulcros, en habitaciones exiguas, llenas de largas y estrechas ventanas, y de puertas que apenas dejan pasar. Los patios arrebatados a la urbe por necesidad de la tierra, para las fábricas nuevas. Los árboles arrasados por disposición sanitaria para extinguir los mosquitos. Y por eso mismo suprimidos el pozo, el aljibe, el tinajón, la tinaja y el tinajero. 

La tinaja que filtrando el agua gota a gota en su gran piedra caliza, durante el silencio de la noche familiar era música afinada, a la que se podían acompasar todos los sueños gratos que cantan en el alma cuando se duerme tranquilo...

¿Qué se ha hecho la luz de esas pálidas lámparas que iluminaban suavemente los salones y alcobas... aquellas lucecitas de vela de cera virgen que el cuidado de la guardabrisa de cristal mantenía en llama erecta, a cuyo amor cantaba la madre adormeciendo al niño, la abuela decía a la parvada de los nietezuelos los legendarios cuentos y la ternura de los enamorados encontraba velo con que cubrirse...? 

Sin embargo, aún queda en tu forma lo indeleble de tu pasado, ciudad querida. Nadie podrá enderezar tus calles y tus callejones que se retueren. Tus calles por donde corrió la vida de tus héroes, tus calles que suenan a gloria... 


¿Quién podrá silenciar la voz de tus campanas que salmodian la elegía del pasado, y quién podrá desteñir tu cielo de azul único que oye el lamento en la hora del crepúsculo, cuando todo parece que en la memoria resucita...?


Escrito en Nueva York en el otoño de 1919.

Saturday, March 16, 2024

El alma de mi pueblo, el Camagüey. (por Emilia Bernal)


Diez y ocho leguas por el Norte, y otras tantas por el Sur, está el Camagüey lejos del mar, y ese pueblo metido en el corazón de la tierra, un solo corazón tenía. Sus latidos, recios, serenos, no se daban mas que para la grandeza y el honor. 

La patria fué su más puro y ferviente ideal, y de allí son los primeros mártires que le ofrecieron sus vidas. En los inicios del siglo XVIII, por amor a la libertad, Andrés Sánchez y Francisco Agüero, camagüeyanos de cepa, fueron ahorcados por los españoles en las proximidades de este pueblo. 

De Camagüey fué el mártir Joaquín de Agüero, que por manumitir a sus esclavos y declararse en rebeldía armada después, los españoles fusilaron en el año de 1851, junto con sus tres compañeros de revuelta. 

Y Agramonte, el paladín de leyenda, el más poético de nuestra epopeya del sesenta y ocho, aquel que cayó muerto en Jimaguayú, combatiendo por la independencia, cuyo cadáver apresó el enemigo y extendiéndolo sobre un lecho de leña y paja quemó, aventando al cielo sus cenizas, camagüeyano era. 

Del hogar amoroso y honorable salieron aquellos tipos que sintetizan el genio cubano. La familia que fué allí ejemplar de perfección, era paradisíaca. El patriarca, su mujer y una docena de hijos, alrededor de las amplias mesas, en la hora de las comidas, ofrecían un cuadro eglógico. La tierra les daba todo lo necesario para el sustento, y el hogar era modesto y abundosamente abastecido. Pueblo agricultor y pecuario, en sus fértiles campos y potreros anchurosos encontró siempre los elementos de la subsistencia. Cumplían honrados con las leyes de la naturaleza. El más grande orgullo de un hombre y una mujer era tener muchos hijos. 

De aquel viril apostolado había de nacer la generación briosa, fecunda en todo. El talento ha brillado frecuentemente en los hombres de aquella estirpe. De allí han salido los cubanos. más preclaros. Desde el año XIV del pasado siglo el genio consolidó en el espíritu de una mujer en aquella tierra. Se llamaba Gertrudis Gómez de Avellaneda. Era poetisa, novelista y dramaturga insigne. De alma ardiente y visionaria, un genio trágico la iluminaba, y así escribió obras inmortales: Saul, Baltasar y Munio Alfonso, consideradas como obras maestras en la literatura del Romanticismo.

Tal es, a grandes rasgos, descrita, la fuerza psicológica del pueblo a cuya filiación pertenezco y en cuyo seno se desarrolló mi primera existencia. 



Escrito en Nueva York en el otoño de 1919.

Wednesday, March 13, 2024

Por bares y cantinas en la ciudad principeña del ayer (Por Carlos A. Peón-Casas)


 Bar Hotel Plaza
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El pie forzado para esta crónica con rememoraciones y efluvios alcohólicos de la mejor graduación, dese ello por seguro, me lo ha puesto un buen amigo, de esos que cada mediodía calcinado se suman a una tertulias infinitas, pero de gratísimo sabor, en este sitio de libros y memorias, este espacio que, parafraseando a Papa Hemingway, es remedo de aquel paraíso de los madriles que el degustó: “A clean, and well lighted place”, y que yo remedo por aca, como “un lugar calmo y con aire acondicionado”, para mejor estar…

Se trata de una rememoración de mi amigo, teatrista y autor radial de altos quilates: Don Nikitín, para sus no pocos amigos y conocidos, José Rodríguez Lastre, para sus infinitas oyentes de las bien puestas novelas radiales con que gana el sustento. 

Niki, una de estas tardes encendidas de sol y aupadas con no muy reconfortantes presagios sobre inminentes precariedades, más de las mismas que ya eso es bastante, me ha llevado de la mano por los entresijos de aquella ciudad principeña de los 50’s, en un rememorativo periplo por bares de ocasión, que junto a sus tíos, aficionados inveterados al Bacardí Añejo, hubiera de cumplimentar más de una vez.

Su recorrido imaginario hoy, arrancaba cerca de su hogar, en la calle San Clemente, y después de las diez de aquellas mañanas de asueto, en un sitio, que como todos los que siguen en su gran mayoría ya no existen: La Segunda Mía, para degustar el primer shot, léase la famosa línea, del consabido Ron Añejo Bacardí, que se tomaba de pie, pero sin premura, paladeando la textura infinita de aquel elixir de los dioses báquicos, y que hoy con buena suerte, sólo es bebible en algún exquisito bar de cuentapropistas de último minuto, de muchas campanillas, y precios de cielo…

De aquella primera estación, seguían otras a lo largo de la ya citada San Clemente: la Bodega de Puso, en la esquina de Bembeta; le seguía El Bar de Raúl, en la de la calle Hospital con la ya citada, luego el Emma, a la altura de Santa Catalina, y pasando igualmente en ruta al Parque Agramonte, por la Casa Rovirosa y la de Viñas, con sus respectivos traganíqueles, donde la degustación podía enlongarse al ritmo de los bolerones de Panchito Risset o la Guillot. 

Ya a la altura del Parque Agramonte solían detenerse igualmente en el Bar homónimo, al lado de la Tienda de Eusebio Cal, o cruzar el diagonal hasta alcanzar el famoso Cambio Bar. 

Después, retomando Independencia, la próxima pausa sería en el Bar de Pepe, justo en la intersección con la calle del General Gómez, un bar que igualmente tuvo el apelativo un poco discordante y yo diría hasta irreverente, de nuestra Patrona: Virgen de la Caridad, que si no e vero e bien trovatto…. y que hoy en el imaginario citadino no deja de ser conocido por el muy sugerente de La Babita, cuando devino ya en otro minuto más cercano, un expendio de café aguado y otras hierbas, en tazas no muy pulcras.. 

Pasando entonces a la calle Maceo, el periplo continuaba por otros establecimientos como El Jerezano, a la altura de las conocidas Sombrillitas, de allí al Bar Dalmau, ya en la Plaza de la Soledad, y luego enrumbando por la calle República, en el regentado por los chinos frente al inexistente Cine Apolo. 

Para entonces, con un espíritu más bien alegre por los sucesivos cañángazos, se seguía hasta el muy famoso Baturro, en la esquina de San José, que hoy expende el ron más aguado que se pueda ud. imaginar, y del sólo le queda el nombre, pero que entonces era famoso por sus sándwiches y tragos.

Si a esa altura del “juego”, los tíos de Niki todavía soportaban algún bebedizo más, el periplo se extendía hasta el famoso Bar Plaza, ubicado en el hotel homónimo, el primero además en climatizarse en la ciudad. 

La vuelta, ya a la altura del mediodía, se verificaba por toda Avellaneda, para entroncarse con el callejón de Castellanos. En aquel pasadizo a la altura de República, se ubicaba el muy famoso bar La Cotorrita, donde nuestros ya inevitablemente achispados personajes, pero aún dueños de sí, gracias a la ingestión entre copa y copa de la infaltable tapa: el coctel de ostiones, camarones o langostas, las bien provistas lonjas de jamón, queso y aceitunas, y vaya ud. a saber que más….hacían su penúltima libación, el consabido trago “del estribo”.

Friday, March 8, 2024

El "Potro Criollo" continúa adornando la sabana del Camagüey (por Oreidis Pimentel Pérez)


Un inusual cambio de rutina me hizo encontrarlo hace unos años. Allí estaba, firme aunque sin sus arreos de cuero, listo para cuando le griten ¡Caballo! Igual al cuento de Onelio Jorge Cardoso.

Por fortuna “El Potro Criollo”, ese azabache de madera que adornaba la talabartería de República sigue en Camagüey. Al parecer lo llevaron a la calle Apodaca para su restauración antes que lo ubicaran en su lugar actual, el parque conocido como "El Lago de los Sueños".

Su belleza obliga a cuidarlo. Pocos saben la historia de tan ilustre equino, pocos saben es también un símbolo con más de 80 años en la ciudad.  

Su pelaje y color han cambiado con el tiempo. Para eso se le hizo, para lucir arreos de cuero, monturas, y en cada década sus dueños lo tiñeron desde el blanco o carmelita rojizo hasta el negro.


El origen de este, desde hace mucho nuestro caballo de madera sin ser el de Troya, nos lleva al norte de Las Villas en 1925. Allá por Sagua la Grande, tierra de peloteros, surgió una talabartería con el nombre de “El Potro Criollo”, aunque no fue hasta un quinquenio más tarde que a sus dueños les dio por publicitar más el negocio con semejante obra torneada, de cuatro patas y a tamaño natural.

Es que ese potro de criollo no tiene mucho. Es una reproducción de la delgada y altiva raza europea Nonius, y vino a parar a La Habana, junto a otro ejemplar similar, desde la fría Alemania, luego de hacer escala en Argentina y casi extraviarse el lote entre las aduanas portuarias. Uno de los caballos se quedó en la capital cubana para exhibirse en un comercio afín a los cueros, y el otro, el que vemos hoy en Camagüey, fue comprado por los sagüeros.

A nosotros llegó en 1935 porque dicen aquí se vendían más las monturas. Y tiene que ser verdad por la fama de vaqueros recios entre los altos pastos de la llanura.

Lo curioso es que desde entonces el Potro cambió de República y San Martín a la acera de enfrente, entre San Martín y Correa, pero solo “trotó” fuera de esa calle en tres ocasiones. Una fue durante la feria de 1950, la otra en el año 2013 cuando lo encontramos en Apodaca, con una astilla de menos, vaya accidente, luego a su establo actual "El Lago de los sueños."



Texto y fotos/ Oreidis Pimentel Pérez.

Wednesday, March 6, 2024

“A mi amado... lechero”. Un poema satírico de la Cuba de 1899 (por Carlos A. Peón-Casas)


Quien lea este poemita, firmado bajo seudónimo por un airado cubano de aquella lejana fecha, que se hacía llamar Fray Tabarra, publicado en El Fígaro, diario habanero de mucha prestancia en aquel minuto, no dudaría de inmediato en hacer unas muy imprescindibles analogías con el mismo asunto en este hic et nunc cubensis, pues en cualquier tiempo y lugar se cuecen habas…

Lo que resulta del contenido de este jocoso comunicado en versos, es acaso la misma queja matutina, o muchas veces vespertina y hasta de muy altas horas de la noche, de los actuales consumidores del alimento que nos dan las vacas, cuando tienen finalmente la dicha de recibirla, o al menos como se debe entender en buen cubano: la leche pura, y no diluida procazmente, donde aplica aquello que dijera Chesterton, también con mucho humor inglés, del vino de su tiempo: “no me importa donde corra el gua, mientras no vaya a mi vino”.

Principia nuestro Fray Tabarra, presentando su condición de persona maltrecha por alguna afección, al lechero de marras, el de su época, que todavía hacía sus labores muy de madrugada y de puerta en puerta, y dice así al empezar sus versos:
Mi más amado señor
Y lechero distinguido:
Hágame usted el favor
De atenderme en lo que por
Diez mil veces le he pedido.
Se que es usted testarudo
Como todos los lecheros,
Pero a su piedad acudo,
Y, por esta vez, no dudo
Que entre los dos no haya peros.
Estoy enfermo y bien cabe
Que resulte el caso grave
Si no me ando con cuidado,
Y en cuestión tal, ya usted sabe
Lo que yo estaré empeñado
¿Morirme? No lo deseo
Vivir es lo que yo creo
Que hoy por hoy más necesito;
Pero a usted, por lo que veo,
Todo eso le importa un pito…
Después de esbozarle su situación, el jocoso poeta va al punto neurálgico de su queja: la calidad del nutritivo alimento, que tanto precisa:
Porque la leche que me despacha
Amigo no es leche pura, sino lechada:
Preparación que hace usted
De agua y leche almidonada…
La diatriba del molesto “marchante” continúa con otros muy objetivos argumentos:
Del pesa-leche respondo,
Que al meterlo, con presteza
Se va derecho hacia el fondo
Del vaso, y no vas mas hondo
Porque en el fondo tropieza
Si la trato por el yodo
Mi amado lechero, crea
Que de veras me incomodo,
Porque el líquido azulea,
Pero todo, todo, todo.
Si me quejo tan campante
Me da usted excusa formal,
Diciéndome en un instante,
Que no tiene usted un marchante
Que no se la tome igual.
Y se lo creo, vaya sí
Se lo creo; pero es que así
No convence usted jamás
¿Por qué? Porque a los demás
Los revienta como a mí.
La queja que es del anónimo poeta y sufrido consumidor de aquella mala “lechada”, es la misma de los demás, que no la ejercen, pero que sufren por igual la iniquidad de tan malévolo comerciante, a la hora de consumir tan necesario alimento que les expende lo suficientemente “bautizado”, como bien se dice y se sufría y se sufre, entre cubanos, cualquiera sea el producto que se expenda en la categoría de “a granel”, tan oportuna modalidad para tales menesteres.
¿Qué le vende usté al fiscal?
¿Qué le vende a un coronel?
¿Que le vende a Don Pascual?
¿Qué vende a Don Abel
Y a la corte celestial?
Su mirada sobre tan negativo e incluso insalubre proceder, revela las circunstancias de aquel minuto histórico, que sigue explicitando hasta el final de su airada diatriba contra aquel lechero de marras, en aquella Cuba, recién salida de los marasmos de la guerra final contra España, donde la anécdota que desgrana el poema, se vuelve oportuna crónica social.
Y eso es inmoral, malvado
Con arte tan mal pensado,
Pone la vida en un tris:
Lo que es en otro país
Ya estuviera usted colgado.
Porque abuso tal, yo entiendo
Que se castiga al segundo
De saberse, y no le arriendo
La ganancia a usted, vendiendo
Su leche en el otro mundo
¿Qué es lo que usted se figura?
¿Qué plan diabólico fragua
Usted con tanta frescura?
Su consejo final al lechero transgresor es oportuno y sapiente, ojalá y fuera igualmente escuchado por quienes todavía, en nuestra actualidad, hacen de tales prácticas, non sanctas, un medio de vida:
Póngale usted precio al agua,
Y venda la leche pura.
Desde hoy, ya sabe usté
De toda mezcla descarte
La leche y la tomaré:
Tráigame usted el agua aparte,
Que también la compraré.
Y como puesto en razón
La verdad no se me esconde,
Para mi satisfacción
Mándeme el real de almidón
Que también me corresponde.





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Texto aparecido en el El Fígaro. Periódico Literario y Artístico. Habana, 9 de Abril de 1899. Año XV. Núm. 14. p.97

Tuesday, March 5, 2024

Realidad (un poema de Esteban Borrero Echeverría)


No hay fértil prado que de trecho en trecho
no esconda del zarzal la espina aguda,
ni hay venturoso pecho
que no torture alguna vez la duda.

No hay cúspide vecina al Sol radioso
que no envuelva la sombra algún momento,
ni anhelo generoso
que no hiera glacial el desaliento.

Siempre hay una pasión que nos anima
y un imposible que su afán refrena;
no hay hombre que no gima
ni pueblo que no arrastre su cadena.

1882

Monday, March 4, 2024

Saturday, March 2, 2024

"ojo de pescao"


Aparecieron un par de "ojo de pescao", en un "deo" y en la muñeca del left brazo. El médico me ofrecía quemarlos, quedaban las marcas y, según me dijo, podrían volver a salir. Pero me dejó saber de un señor en el Reparto Puerto Príncipe, que los "curaba" para siempre, sin dejar señales.El buen Dr. me facilitó la dirección.

Ruta 9, más una caminaíta bajo el sol del mediodía.

- Buenas tardes.

- Buenas Tardes.

Le extendí la mano, dijo algo (que le llamo un "rezo").

- .. ya puedes regresarte, no te mires los "ojo de pescao". Gracias por venir.

Caminaíta bajo el sol del mediodia, más Ruta 9 pa trá.

Al muy poco tiempo, no más "ojo de pescao". 

Sucedió +- año 1984.


(JEM)

Thursday, February 29, 2024

La Iglesia Bautista de Guáimaro: una aproximación a su historia. (por Desiderio Borroto Jr.)


En 1899 visitó la ciudad de Santiago de Cuba una misión de los Misterios Internacionales y sientan las bases para crear la Convención Bautista de Cuba Oriental, la convención quedó fundada en el oriente cubano en 1905 aunque ya antes estaban activos algunos templos diseminados por el oriente del país, uno de estos templos bautista fue levantado en la villa de Guáimaro.


El templo guaimareño se comenzó a construir en marzo del año 1904 y se constituyó la comunidad con 20 integrantes en abril de 1905 acontecimiento ocurrido alrededor de las Fiestas de Abril con las que el pueblo celebraba el suceso cimero de la historia local que es la Asamblea Constituyente de la República de Cuba en Armas efectuada el 10 de abril de 1869, el primer pastor fue el Rev. José R. O' Halloran Valdés que se mantuvo oficiando hasta 1918, en la década de los años 30 fue pastor Jorge Lores, éste pastor adquirió una imprenta y publicó el periódico local “Eco de Guáimaro” y colocó en su dirección a Abel Sedeño Fernández, éste periódico se imprimía en la imprenta que estaba en el propio templo y fue el primer impreso realizado completamente en la villa durante el siglo XX, el “Eco de Guáimaro” tenía como lema que estaba dedicado al bienestar del pueblo, circuló el Eco de Guáimaro hasta 1945.

Dibujo del temeplo original,
realizado por el Dr. Alejandro Fernández,
dentista e historiador local. 
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El templo bautista de Guáimaro constructivamente y originalmente se levantó siguiendo las pautas de diseño que adoptaron los levantados hasta entonces en el oriente de la Isla. Entre los pastores que han servido a su comunidad desde este templo se pueden mencionar, no son los únicos, a Rev. Anastasio Díaz Santos que sustituyó a Jorge Lores, también ha sido pastores en la Iglesia Bautista de Guáimaro, los reverendos Félix Labrada Pérez, Orestes Hernández Viera, Benardino Martínez Pérez, Félix Santos Perrand, Luis Villalón Rubio, Asael E. Corrales Cervera.y actualmente guía a la comunidad el Rev. Nathán Gamez

La Iglesia bautista de Guáimaro, su templo y comunidad forman parte de la historia de la ideas en la comarca y de la historia de la ciudad.



Texto e imágenes/ Desiderio Borroto Jr.


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Desiderio Borroto Jr. (Guáimaro 1961) Licenciado en Historia por la Universidad de Oriente y Master en Cultura Latinoamericana por la Universidad de las Artes en Cuba. Historiador, escritor, guionista radial y curador. Ha obtenido varios Premios y reconocimientos por su obra como investigador histórico y escritor.

Tiene publicado varios libros, entre ellos Abrazado sobre la Tierra (1996), El Guajiro Barba (2001), Historia de Guáimaro: Época colonial (2003), Historia de Guáimaro: República y Revolución (2005), La Vista Gorda (2007), ensayos, entrevistas y artículos han aparecido en colecciones y antologías como: Cien años con Soler Puig (2016), Calixto García la nobleza de servir a la Patria (2018), Cuando la luz del mundo crece: Sesquicentenario de la Asamblea de Guáimaro (1869-2019) (2019). También publicaciones suyas ocupan páginas de los Cuadernos Principeños, Revista Antena, Revista Santiago, Revista Viña Joven. Además de antologías y revistas de España, Uruguay e Israel.

Wednesday, February 28, 2024

Notas sobre Manuel Roblejo: El Poeta esclavo del Camagüey que con sus versos logró su libertad. (por Carlos A. Peón-Casas)


La cercanía a algunos poemas del poeta esclavo del Príncipe aparecidos en el diario El Fanal de Puerto Príncipe, nos conectan de inmediato con un suceso del que poco o nada se suele recordar.

El 1 de febrero de 1866 se reproduce en aquel diario su poema Resignación:
En este mísero mundo
Todo se cambia y se muda,
Solo mi ser y el destino
Están en constante lucha.

Cuando del sol la llegada
Les avecillas anuncian,
Naturaleza sonríe
Y de placeres se innunda.

Pero el destino implacable
Por combatirme se aduna
Al derecho de la fuerza
Que a sus esfuerzos coadyuva.

¡Dios Eterno! ¡Dios Eterno!
Que tu mandato se cumpla,
Que yo apuraré impasible
El cáliz de la amargura.
También en esa misma tirada del número se incluye otra inspiración suya : Romance que dedica a su buen amigo R.A (Arcano) y que comienza con unos versos de Espronceda que rezan así "Tú también, como yo, tienes/desgarrado el corazón “.

Antes ya el mismo diario había incluido otros poemas suyos. Con el título. ¿Quién soy yo?, El Fanal publicaba un texto laudatorio del poeta esclavo a su amigo principeño Francisco Argilagos. A pie de página se hacía constar que:
... publicamos una poesía del vate esclavo Manuel Roblejo, cuya manumisión se trata de llevar a cabo, no sólo por los libertos de su clase, sino por otras personas interesadas, de hacer esa obra de misericordia en favor de ese joven. La muestra que ofrecemos, si bien carece de reglas, hay estrofas dignas de recomendación, por la belleza de pensamiento y la sencillez y fluidez que descubren el sentimiento del poeta sin arte y sin estudio. Deseamos que el infortunado Robles adquiera su manumisión.
La prensa de aquel minuto se hacía eco de un caso de singular lucimiento en la persona de aquel esclavo que sin estudios conocidos de la gramática ni de la Preceptiva escribía versos de innegable factura.

Los que leyeron sus versos en aquel Puerto Príncipe en los albores de la Guerra de los Diez Años no quedaron indiferentes. El esclavo contó desde entonces con el apoyo y la suscripción popular para que sus versos fueran publicados de inmediato.

La publicación de su poemario Ecos del Alma en 1867, al parecer estuvo motivado por el ejemplo de un esclavo de apellido Echemendía (trinitario) que logró con un libro de poemas comprar su libertad. Otro dato se cita en el periódico norteamericano de Boston "The Commonmealth" correspondiente al sábado 2 de mayo de 1868 en él se dice:
Manuel Roblejo, un esclavo cubano, a quien los literatos blancos describen como un poeta sin pocas pretensiones, intenta comprar su libertad con la venta de su obra y anuncia que pide ayuda, de esta manera, para completar la suma necesaria.
Carlos Manuel Trelles, bibliógrafo cubano nos dice que Ecos del Alma tenía 135 páginas impresas en 4to en la Imprenta de R. García, todo esto en Puerto Príncipe, que su autor era esclavo y la obra se imprimió en octubre o noviembre de 1867. Advierte también que sus obras están en "prosa y verso". Las considera "incorrectas, pero inspiradas" y ofrece el dato de que "murió peleando en el campo insurrecto. Estos datos se recogen para beneficio del curioso lector, en su Bibliografía cubana página 306 tomo 4 (1856-1868)

Como colofón de tan interesante referente a la vida y obra de Manuel Roblejo dejo al lector esta perla tomada de otro autor norteamericano de la época: Walter Goodman quien en su libro Un artista en Cuba habla sobre Manuel Roblejo y dice:
Ese negro de cara inteligente que me pide una peseta para comprar un fajo de billetes para la rifa, es un mendigo muy conocido. Se llama Roblejo y debe su libertad a la publicación de un libro de poemas escrito por él mismo. Asistido por un literato benevolente. Roblejo pudo poner sus elucubraciones poéticas en forma legible, y la novedad atrajo la atención del público, se encontraron suficientes suscriptores para imprimir el libro y efectuar la emancipación del autor.


(Agradezco la fraterna colaboración del joven pero talentoso filólogo camagüeyano José Carlos Guevara Alayón por sus notas, comentarios y traducciones personales.)


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Ver en el blog

Monday, February 26, 2024

del arroz en Vertientes


Recuerdo que en el "Período Especial en Tiempos de Paz", primera mitad de los 90s, me "lanzaba" para Vertientes con jabones, y alguna ropa de segunda mano, y regresaba con un saco de arroz (un poco por aquí, un poco por allá, hasta llenar el saco). Eso servía para comer en la casa y vender una parte.

Recuerdo a Vertientes como un mercado medieval, en la que muchas personas "aterrizábamos" (desde la parte de atrás de un camión) con algunos productos (de aseo, ropa, tabacos, cigarros, ...) y salíamos del pueblo cargados de arroz.

Leo que en Vertientes para que sus habitantes hoy puedan comer arroz, tienen que esperar que llegue de afuera del país y que cada mes les vendan una pocas libras en lo que llaman "bodega". (JEM)

Thursday, February 22, 2024

¿Quién soy yo? (un poema del esclavo Manuel Roblejo. Camagüey 1865)



               Dedicado a mi amigo D. Francisco Argilagos



Ilustre camagüeyano
Que en pos de la gloria vuelas;
Tú que del progreso anhelas
Elevar aquí el pendón.
   Permite que un ser oscuro,
Carente hasta de albedrío,
Te dedique asaz sombrío
Un canto de admiración.

No temas, no, que del fango
Donde el que te canta queda
Un miasma suba que pueda
Empañar tu excelsitud;
 Que  a menudo salir vemos,
En la tempestad temida,
De una nube ennegrecida
Breve ráfaga de luz...

¿Quién soy yo? un triste esclavo:
Sin misión, nombre ni cuna,
Hijastro de la fortuna,
Sin gloria ni porvenir:
 Yo vago a merced del viento
Cual vaga la débil hoja
Del árbol que asi la arroja
Para secarse y morir.

Yo soy el hombre que sufte
Con paciencia desmedida
El huracán de la vida
Sin inmutarse jamás:
   Soy la nave destrozada
que en una noche sombría,
Vaga  sin timón ni guía 
Sobre las olas del mar.

Yo soy el hombre que vive
En los brazos del olvido,
Miserable, embrutecido,
Falto de luz y razón:
  Que lleva en su frente mustia
El desconsuelo grabado
Y el corazón destrozado 
Por el dardo del dolor.

Yo soy el hombre que lleva
Agotado el sufrimiento,
Sin encontrar un momento
De benéfica expansión:
   Sin encontrar esa calma
Que busco, que tanto anhelo,
Que mitigue ¡oh Santo Cielo!
Las penas del corazón,

Yo soy el hombre que espera,
Que anhela, que mucho ansía
Un porvenir de alegría
Lleno de amor y de paz:
   Que quiere asentar su planta
En el campo de la ciencia, 
Para ilustrar su conciencia
A la luz de la verdad.

Yo soy el hombre que nunca
Puede Ievantar la frente
Para ver si el sol luciente
Se detiene en el zenit:
  Pues el destino me ordena 
Que en vez de mirar al Cielo
Tenga para siempre al suelo
Inclinada la serviz.

Yo soy el hombre que marcha
Por el dolor impelido,
Que relegado al olvido
Vive de la sociedad:
  Que marcha siempre impelido
Por los ámbitos del mundo,
Desdeñado, gemebundo,
Tras de la felicidad.

Yo soy el hombre que nunca
La paz contempló en el oro,
Ni encontró digno tesoro
La riqueza material:
   Yo busco el bien positivo
Que brinda goces e iustruye;
El haber que constituye
La riqueza intelectual.

Cuando despliega a mi vista
Sus creaciones natura,
Acreciendo mi tristura
Multjplica mi pesar:
   Pues ese alarde que hace
De sus galas y sus flores, 
Mas aumentan los dolores.
Que me oprimen sin cesar.

En vano entonces le pido 
Favor al castalio coro,
Pues queriendo cantar, lloro,
Inspirado del dolor:
  En vano quiero buscarle
Vado a mi pesar profundo,
Pues el destino iracundo
Más aumenta su rigor.

Todo es en vano... infelice!
¿Qué será de mi existencia
Si bajo tan dura influencia
Tengo aun que continuar?
     Y si por acaso un día
Me faltare el snfrimiento
¿Cómo podré del tormento
mi  peso sobrellevar?

Pero no, que en este instante
Me señala en lontananza,
El dedo de la Esperanza
Un rayo crepuscular:
    Y el Ser que creó los mundos
Y en lo justo se recrea
Hará que el rayo sea
Mi sol de felicidad.



Con el título ¿Quien soy yo? publicamos una poesía del vate esclavo  Manuel Roblejo, cuya manumision se trata de llevar a cabo, no solo por los libertos de su clase, sino por otras personas interesadas de hacer esa obra de misericordia en favor de ese jóven. La muestra que ofrecemos, si bien carece de reglas, hay estrofas dignas de recomendación, por la belleza de pensamiento y la sencillez y fluidez que descubren el sentimiento del poeta sin arte y sin estudio. Deseamos que el infortunado Roblejo adquiera su manumisión. (El Fanal. Septiembre de 1865)



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Nota mía. Manuel Roblejo murió en febrero de 1879, luchando por la independencia de Cuba. 
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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