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Sunday, September 3, 2023

Posible poema al amor ¿imposible? de Ernestina Lecuona (por Baltasar Santiago Martín)


Querida Ernestina,
por ser matancero como tú 
                                        –y habitante 
también de esa otra galaxia
que son los amores escondidos–,
es que me atrevo
–por cuánto te comprendo, te admiro y te “siento”–
a imaginar tu calvario,
como mujer indomable y febril,
siempre a la sombra de tu genial hermano,
de tener vedado el paraíso
que es amar y ser amado,
porque una mujer puede amar
a otra mujer
sin dejar de ser una flor exquisita
que se ofrenda con total devoción
a la culpable de su encanto,
y dudo mucho el que la afortunada damisela,
no tuviera en su más querido álbum,
tu inmenso amor escondido,
y más aun,
que se negara a estar entre tus brazos.



Friday, August 25, 2023

Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea del XXVIII Festival Internacional de Ballet de Miami. (por Baltasar Santiago Martín)


La Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea de esta prestigiosa fiesta del ballet y la danza en los Estados Unidos –uno de sus más grandes aciertos desde que su fundador, el maestro Pedro Pablo Peña (E.P.D), tuvo la gran visión de invitar al festival a las compañías y bailarines que apuestan por un repertorio más innovador, menos “clásico”– tuvo como escenario el Amaturo Broward Center for the Performing Arts de Fort Lauderdale, el domingo 6 de agosto de 2023, en horas de la tarde.

La función comenzó con On Commence, coreografía y diseño de vestuario de Young Soon Hue –confeccionado por Theama for Dance–, luces de Salvatore Scollo, y música de Ezio Bosso, presentado por la de nuevo sorprendente y deslumbrante Arles Youth Ballet Company/Compañía Ballet Joven de Arlés, Francia –ya los habíamos “descubierto” y “gozado” en el pasado XXVII Festival–, cuyo director artístico es el amable y encantador Norton Fantinel; bailada por los excelentes bailarines Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard.

Antes de detallar la presentación como tal, quiero hacer énfasis en que esta compañía –al igual que todos los participantes en esta gala–, mostraron una preparación técnica tan rigurosa y “académica”, que echó por tierra esa profana y errónea percepción –en gran parte debida a Isadora Duncan, por su aversión al ballet clásico “en puntas” y sus ofensivos comentarios sobre la gran Anna Pávlova– de que los bailarines de danza contemporánea no tienen que mostrar una gran técnica, sino ser mucho más “espontáneos” y “libres”, como lo fue la irreverente Isadora.

Además, me regocija sobremanera que en el país cuna de la primera escuela de danza del mundo: la Académie Royale de Musique, en la Ópera de París, creada por el rey Luis XIV en 1661, “haya surgido y se mantenga una compañía con bailarines tan jóvenes, que con su pasión honran ese gran legado de Francia, pero sin el ‘polvo’ del siglo XVII” –como ya dije sobre ellos mismos en el XXVII Festival.

La juvenil troupe irrumpió en el escenario del Amaturo con una muy fluida secuencia de dúos, tríos, parejas (tres) –al principio, ellos de blanco con línea negra a lo largo de donde irían los botones de una supuesta camisa, y ellas de negro, pero tipo short–; luego solos femeninos con cuerpo de baile masculino detrás; un adagio, más variadas y dinámicas composiciones grupales, otro adagio –con vertiginosos cambios de vestuario además, que fueron, de estar todos con mallas color carne, a regresar de nuevo al blanco y negro, pero con diseños diferentes: ellas, con mallas negras, y ellos, pantalón negro y camisa blanca, conservando la línea negra ya mencionada; en fin, una verdadera fiesta de la imaginación y la creatividad con el más absoluto rigor técnico, que hubiera complacido a la Pávlova pero “encabronado” a Isadora –por las ágiles zapatillas de punta de las “arlesianas” y las medias puntas de los “arlesianos”.

Juan Negreira en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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Maria Vittoria Scamarda y Matteo Ghidoli
en On Commence.Foto: Young Soon Hue.
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Diana Brandao y Juan Negreira 
en On Commence. Foto: Young Soon Hue.
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Los bailarines en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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El Ballet Nacional Dominicano, con Stephanie Bauger como directora artística, acudió a escena a continuación, representado por Cora Collado y Alexander Duval, quienes interpretaron de modo muy sensual, sin descuidar la técnica ni el buen gusto, Locked up Laura, música de Bart Rijnink y coreografía y vestuario de Annabelle López Ochoa.

Cora Collado y Alexander Duval 
en Locked up Laura. Foto: BMG.
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Cora Collado y Alexander Duval 
en Locked up Laura. Foto: BMG
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A esta hermosa coreografía enfocada en la pareja absorta en sí misma –cada quien en el otro–, le siguió Nosotros, por el Ballet Clásico Cubano de Miami, firmada por su propio director artístico, Eriberto Jiménez, con música de Phillip Glass y con Eleni Glalas, Rafael Ruiz, Beatriz García y Armando Brydson, como las dos parejas ya no tan “convencionales” que protagonizan esta transgresora –y muy lograda, además– coreografía de Eriberto.

¿Por qué “transgresora”?, pues porque, como dice la canción del pop español de los sesenta (1969), cantada por Karina: “No, no somos ni Romeo ni Julieta, ni estamos en la Italia medieval”, y estas dos parejas mixtas –sin dejar luego de serlo–, sucumben a la atracción por su mismo sexo, sin que quede claro si a escondidas o con pleno conocimiento y convencimiento de los cuatro –que es mi primera lectura de lo visto.

Me encantó la entrega, la soltura y la frescura con que los cuatro bailarines asumieron los inquietantes roles asignados por el coreógrafo, lo cual es, indudablemente, un mérito del quinteto; entonces, ¡felices los cinco! (le subieron la parada a Maluma).

Una de las dos parejas en Nosotros
Rafael Ruiz y Eleni Glalas. Foto: BSM.
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La “pareja” masculina en Nosotros.
 Foto: BSM.
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La “pareja” femenina en Nosotros
Foto: BSM.
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Las dos parejas en Nosotros
Foto: BSM.
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Tocó después a la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, bajo la dirección general de Beatriz Delgado y la artística de José Manuel Ghiso, salir a defender La hora azul, con coreografía de Mathieu Gilhaumon, música de varios compositores y vestuario de Carolina Vergara y Adriana Pérez, que un desenfadado, dinámico y refrescante octeto se encargó de hacer posible en escena, siempre con ese azul de fondo de la transición de la tarde a la noche, “donde todo puede suceder” y “sucedió”, con total success (esa casi false cognate word que es éxito y no suceder), pues Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera, al igual que sus colegas arlesianos, reinvindicaron que lo contemporáneo no está reñido con la más rigurosa técnica, con el añadido de la renovación y la innovación con pasos nada académicos, pero no por ello menos atractivos, como si viéramos una danza improvisada en una plaza callejera latina –que fue lo que más disfruté de ellos y de la azul coreografía.

El octeto en La hora azul. Foto: BSM.
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A La hora azul de los colombianos le siguió Cigua, una oferta con un fondo que terminó en verde del Ballet Nacional Dominicano, con coreografía de Stephanie Bauger y música de Henrik Schwarz, de nuevo con Cora Collado y Alexander Duval como intérpretes, quienes demostraron su madurez artística al asumir un dueto my diferente al de Locked up Laura, con un énfasis fetichista en una falda verde que le pone Duval a Cora para manipularla a su antojo, no queda claro si con anuencia o resistencia por parte de ella, por la ambigüedad de su interacción, de la sutil rebeldía a la sumisión; en fin, una muy complicada relación de pareja esta que mostró Cigua, que según el programa, “es un tributo al ave nacional dominicana”, lo cual yo no percibí en ningún momento, pues no vi a Cora como tal.

Cora Collado y Alexander Duval 
en Cigua. Foto: BMG.
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Y tras Cigua, regresó la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, para ofrecernos La culpa es del son, coreografía de Arlar González, música de varios compositores y vestuario de Ángel Restrepo, interpretado también por Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera.

Considero muy importante volver a destacar el evidente entrenamiento de todos los bailarines implicados en “culpar al son” por su desenfadado desempeño, tanto en la danza como en la vida real, pues con total dominio técnico y acentuada expresividad lograron evocar ese sabor latino que nos hace tan diferentes a los ojos del elitista eurocentrismo.

Los chicos colombianos 
“echándole la culpa al son”. Foto: BMG
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Y ya demostrada la culpabililidad del son en nuestra manera latina de ser, el Ballet Clásico Cubano de Miami retornó a escena con Ser, coreografíado por Beatriz García, música de Ezlo Bosso y vestuario de Armando Brydson, con la propia Beatriz, Daniela Cepero y el propio Armando como las esculturas danzantes de sus composiciones de grupo, en una interacción plástica tan hermosa que lograron que el presunto erotismo del trío pasara a un segundo plano, con Daniela Cepero como la tercera en concordia, nunca en discordia.


Beatriz García, Daniela Cepero
 y Armando Brydson en Ser. Foto: BMG.
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Y como cierre de esta Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea, los chicos de Arles Youth Ballet Company se volvieron a desbordar por el escenario para abordar Shimmer Simmer, coreografía de Kinsun Chan, vestuario de Theama for Dance y diseño de luces de Kinsun Chan y música de Antonio Vivaldi con arreglos de Max Richter; ballet en el que Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Anna McCoy, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard se volvieron a lucir como virtuosos bailarines, arropados por un moderno pero a la vez suntuoso vestuario, en todas las composiciones de grupo y combinaciones ofrecidas durante el transcurso de la dinámica coreografía.

Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO & ACE Miami
Hialeah, 24 de agosto de 2023


Fotos: Cortesía de la Compañía Ballet Joven de Arlés. BMG.

Saturday, July 8, 2023

"Lucia di Lammermoor", otra puesta memorable de la Miami Lyric Opera con un elenco de lujo. (por Baltasar Santiago Martín)


Como asiduo espectador de todas las dignas puestas de la Miami Lyric Opera, confieso que asistí, el domingo 2 de julio de 2023, al Dennis Moss Cultural Arts Center, de la ciudad de South Miami, con las más altas expectativas estéticas –y sentimentales–, por volver a escuchar a la aclamada soprano –y admirada y querida amiga – Eglise Gutiérrez, en el rol titular de la ópera Lucia di Lammermoor, que para ella tiene un significado muy especial, según sus propias palabras:
Fue la ópera con la que debuté; la ópera con la que descubrí que iba a ser mamá cantándola; la ópera con la que con siete meses de embarazo la estaba cantando, y la ópera con la que cuando mi bebé tenía un mes y cinco días de nacida, la estaba cantando. Este es el motivo de el porqué le puse al ser que más quiero en este mundo el nombre de Lucia.
Cantar Lucia dos veces seguidas –y sin día por el medio– es una verdadera hazaña para toda soprano, porque no solo tiene que cantar las muy difíciles coloraturas con toda la pirotecnia que requieren, sino que debe hacerlo con un desempeño dramático completamente coherente, para que sea creíble el intenso drama que “vive” durante toda la representación, y Eglise sobrepasó todas mis más halagüeñas expectativas al respecto, al centralizar, de principio a fin –y de modo magistral– el gran e inolvidable banquete operístico que constituyó esta brillante puesta de la MLO – y de su director general y artístico, el Maestro Raffaele Cardone.

Sería muy injusto de mi parte referirme y elogiar solo el “plato principal” de este “banquete”, pues Eglise estuvo arropada por un Edgardo y un Enrico también de lujo, en un perfecto equilibrio, a la altura de las mejores casas de ópera del mundo: el tenor uruguayo Martín Nusspaumer y el barítono cubano –y holguinero, al igual que Eglise– Nelson Martínez, respectivamente.

En esta parte de mi reseña debo hacer una acotación: ¿qué tiene Holguín, su aire, su acueducto, que ha dado voces líricas tan sobresalientes, no solo a ellos, sino también a la soprano María Aleida Rodríguez, al propio hijo de Nelson, el también barítono Jorge Nelson Martínez, y en el pasado reciente, a la soprano María Luisa Clark, el barítono Raúl Camayd y la soprano Náyade Proenza, quien fuera su esposa? (para mi consuelo como matancero, Nelson está casado con una flor del Yumurí, la exquisita soprano lírica de coloratura Hilda del Castillo, mi amiga querida).

Después de estos necesarios elogios y comentarios generales, toca pasar ya a aspectos más “específicos”.

En el libreto original musicalizado por Gaetano Donizetti, Lucia, enloquecida tras su forzada boda y su involuntaria traición a Edgardo, mata a Arturo, su impuesto esposo, y muere, mas como preámbulo a toda esta tragedia medieval escocesa, en la escena segunda del primer acto, “en los predios del Castillo de Ravenswood” –evocados por funcionales telones pintados– , Lucia canta la bellísima aria Reinaba en el silencio, la segunda en importancia en esta ópera, donde le cuenta a Alisa su encuentro con el fantasma de la mujer asesinada en el lugar por su celoso esposo, y Eglise la abordó –y la “bordó” – con todos los ornamentos de su magnífica voz y una actuación que la volvió a confirmar como la gran actriz que es, sin excesos melodramáticos, pero con la angustia premonitoria que esta bella aria demanda.

A continuación, en el siguiente cuadro, el barítono Nelson Martínez, como Henry Ashton –Enrico–, se apropió de tal modo de su rol como el perverso hermano de Lucia, tanto actoral como vocalmente –sobre todo en el dúo del segundo acto con Eglise y en el famoso sexteto–, que en los saludos finales, pese a su bravura vocal e interpretación, los aplausos me parecieron mermados por el rechazo a su interesado y cruel comportamiento hacia su hermana, mientras que Elizabeth Defronzo, como Alisa, cumplió dignamente su cometido como confidente y apoyo de Lucia, al igual que Jared Poroune, como Normanno; el tenor Ray González, como Arturo, y Gibson Dorce como Raimondo Bidebent –en agradecida sustitución de última hora de Mikhail Smigelski, el bajo previsto originalmente para ese rol.

A su vez, sobre el tenor Martín Nusspaumer, como el defraudado Edgardo de esta sublime Lucia de Eglise, tengo que pensar muy bien lo que voy a decir, para que mi entusiasmo por su exquisita interpretación no me haga caer en un excesivo –mas muy justificado– ditirambo. Voy:

Martín ha cantado y actuado ese Edgardo como si no fuera la primera vez que lo hace –lo cual me comentó cuando lo felicité afuera del teatro al finalizar la función–, con esa voz preciosa, afinada –y con el color además– que uno idealiza para un tenor lírico, con florituras intercaladas como adorno pero sin traicionar la partitura original, al extremo de que les confesé a Eglise y a él que fue la primera vez en mi vida como espectador que he gritado “bravo” en un teatro: “¡Bravo, Eglise!”; “¡bravo, Martín!”.

En el segundo acto –tras la forzada boda– el famoso sexteto fue reivindicado brillantemente por todos sus cantantes, y el extraordinario sobreagudo de Eglise nos preparó para el “banquete” que sería sin lugar a dudas su aria de la locura.

Ray González como Arturo, y Nelsón Martínez como Enrico. Foto: Paola Elorza.
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En el tercer acto, el aria cumbre –y realmente borrascosa– de esta ópera, fue magistralmente interpretada por mi admirada diva holguinera, con toda la pirotecnia que sus difíciles coloraturas requieren, y con un desempeño dramático completamente coherente, que hasta me recordó a Alicia en su paradigmática “locura de Giselle”, interacción con el coro de los cortesanos incluida, otro de los aciertos de esta puesta de Cardone.

Eglise, pese a situaciones extremas, no perdió una nota, ni sobreactuó la demencia del personaje, algo que a veces mella un mejor despliegue vocal, y su “muerte” también me hizo evocar la de Alicia en el primer acto de Giselle, por lo convincente.

En la escena final, Martín, con total emoción y excelente desempeño histriónico, asumió las dos arias más importantes para tenor de esta ópera, principalmente la segunda, El alma enamorada –tras conocer la noticia de la muerte de Lucia–, con toda la brillantez y la belleza vocal que ya me habían hecho gritarle: “¡Bravo, Martín”, desde antes de llegar a este final, donde sin dudas logró el paroxismo de su actuación.

Un reconocimiento agradecido para el coro, dirigido por Pablo Hernández; las luces de Kristina Villaverde, la orquesta bajo la dirección de Beverly Coulter, y por supuesto, para el principal artífice de toda esta hermosa magia: el Maestro Raffaele Cardone.

Desde la izquierda, el elenco completo en los saludos finales: Jared Poroune, Gibson Dorce, Nelson Martínez, Raffaele Cardone, Beverly Coulter, Eglise Gutiérrez, Pablo Hernández, Martín Nusspaumer, Ray González y Elizabeth Difrondo. Fotos: Abelardo Reguera.
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La próxima producción de la Miami Lyric Opera será Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, junto con Suor Angélica, de Giacomo Puccini.


Para precisar más informacion: www.miamilyricopera.org and www.smdcac,org/events/miami-lyric-opera.


Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO para el arte público.
Hialeah, 8 de julio de 2023

Fotos: Paola Elorza (cortesía de la MLO) y Abelardo Reguera.

Saturday, June 24, 2023

La dictadura del rey Pepino: ¿una obra de teatro infantil neocostumbrista y neoabsurda, o “desacostumbrada”? (por Baltasar Santiago Martín)


La actriz y novel directora Yani Martín ha vuelto a reincidir haciendo teatro para niños, ahora con La dictadura del rey Pepino, una obra que a mi juicio “puentea” entre el sainete neocostumbrista y el neoabsurdo, para resultar un híbrido realmente “desacostumbrado”, pero no por ello menos original y sorprendente.

Para entender mejor mi calificativo de “sainete neocostumbrista” para La dictadura del rey Pepino, considero necesario repasar primero qué caracteriza al teatro costumbrista, el cual surgió como una forma espontánea de satisfacer al público con temas de carácter popular, más realistas y menos exóticos que los de algunas óperas de Puccini –léase Turandot, en China, y Madama Butterfly, en Japón– y menos trágicos y melodramáticos que los del teatro de William Shakespeare, cuyos Otelo, Hamlet y Romeo y Julieta son todas tragedias con finales infelices.

No es difícil entender entonces que como contrapartida a todo ese sin dudas magistral teatro –mas demasiado tremebundo para el pueblo “llano” –, el teatro costumbrista derivara hacia el sainete, “obra teatral frecuentemente cómica, aunque con un tema de carácter serio como trasfondo, con ambiente y personajes populares, en uno o más actos”, y que en Cuba se popularizara –valga la redundancia– el teatro costumbrista y los sainetes, al punto de que en las dos principales zarzuelas del patio: Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, y María la O, de Ernesto Lecuona, sus autores incluyeron un sainete cómico –con el negrito, la mulata y el gallego arquetípicos–, aunque ambas terminaran con el asesinato de su protagonista masculino.

Explicado ya el por qué de mi calificativo de “sainete neocostumbrista” para esta obra de Salvador Lemis, versión para teatro y adaptación del libro Me importa un comino el rey Pepino, de Christine Nöstingler, premio Andersen, dado que su argumento está enfocado en un familia actual, diríamos que típica, con un matrimonio con dos hijos adolescentes y un abuelo medio cascarrabias –y un marcado tono de farsa a pesar de tocarse un tema tan serio como el de las dictaduras–; pasaré ahora a defender mi calificativo de “neoabsurdo”.


El Teatro del absurdo surgió a mediados del siglo XX, en Europa, y aunque se atribuye al rumano Eugène Ionesco ser su precursor con La soprano calva (11 de mayo de 1950), y a Samuel Beckett, con Esperando a Godot (1953), yo, como buen cubano, considero que lo fue nuestro Virgilio Piñera, con Electra Garrigó (1941), Falsa alarma (1949) –considerada una de las primeras muestras del Teatro del Absurdo, anterior incluso a La cantante calva de Eugène Ionesco–. y Jesús (1950), aunque la primera no se estrenó sino hasta 1948.

Virgilio distorsionó la realidad cubana de su época mediante el recurso del absurdo, la insensatez y un mordaz sentido del humor, de ahí que el adjetivo de “neoabsurdo” aplique cabalmente para La dictadura del rey Pepino, donde Lemis recurre a un ejemplar de este vegetal para presentarlo como un rey destronado por sus súbditos, que son, para rematar, nada menos que unas papas.

Este rey Pepino huye del sótano donde era el dictador de las ya mencionadas –y sublevadas– papas, y se refugia en la casa de la familia escogida por el autor –y la directora de esta puesta, a sus actores– para protagonizar su sainete: Rachel Cruz como “la madre”, Steven Salgado como “el padre”, Isabella González, su hija Martina; Carlos N. Nazco, su hijo Golfi, y Ariel Texidó como “el abuelo”, “acompañados” por una “manejadora” del rey Pepino de lujo: Tamara Melián –encargada también de ser “las papas”.

Como no basta solo con haber “escogido” a esta familia “lemiana” para que la obra teatral fuera exitosa, toca hablar precisamente del elenco que Yani Martín tuvo el buen tino de escoger también –y tan bien– y dirigirlo para llevarlo a escena; ya “casado” cada quien con su personaje:

En la función de estreno, la tarde del sábado 10 de junio de 2023 –que fue a la que asistí–, Rachel Cruz, para comenzar, estuvo deliciosa en su rol de “la madre”, con una dicción y una proyección de la voz encomiable, y con el tono de farsa preciso con que “aderezó” sus parlamentos, amén de unos simpáticos movimientos escénicos, evocadores de su condición de bailarina de ballet frustrada –brazos redondos incluidos, del más rancio estilo romántico–; mientras que Steven Salgado, como su atolondrado y contradictorio esposo, la secundó sin altibajos desde el punto de vista actoral, mas no “políticamente”, al aceptar con entusiasmo que el defenestrado monarca pepinesco durmiera con él; en fin, que, como en casi toda familia, nunca falta tampoco alguien algo “trumpoloco”, devoto del admirador de los dictadores Putin y Kim- Jong Un.

Steven Salgado y Rachel Cruz: 
el padre y la madre.
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Al frente: El rey Pepino y Steven Salgado;
 detrás: Carlos N. Nazco, Ariel Texidó
 e Isabella González.
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Y aclaro que aquí me meto hasta el cuello en H/honduras políticas, precisamente porque la obra así lo hace, al condenar la dictadura del nefasto “Patria o Muerte” y abrazar el “Patria y Vida” en su lugar, algo muy actual y a la vez celebrable dentro del tono humorístico del sainete (como ya dije, esta es una de las características de este subgénero). Por fortuna, en el caso de esta obra, el depuesto dictador puede acabar, sin secuelas, como una añeja ensalada de él mismo, a diferencia del biránico y maquiavélico que ocupa –solo cenizas, ¡alabado sea el Señor!– el horrible ceboruco que profana Santa Ifigenia, con su inacabable secuela canelesca y canallesca.

A su vez, el camaleónico Ariel Texidó fue “el abuelo”, con el tono de voz y sus movimientos “envejecidos”, tal y como uno espera de alguien ya ocambo –y voz de pito sin sus consabidos espejuelos puestos–, pero sin dejar de ser sorprendente y encantadoramente dinámico, otro punto muy a favor de su remarcable actuación, e Isabella González (Martina) y Carlos N. Nazco (Golfi), como sus nietos, fueron otro gran acierto y un atractivo añadido, al apostar Yani por una actriz infantil para el papel de la hija y por otro actor adolescente para el hijo, con tanto texto a memorizar, actuar e interactuar a la vez con el público, aunque, a falta de micrófonos, ambos debieron proyectar aún más su voz.

Ariel Texidó, Rachel Cruz, Isabella González,
 el rey Pepino, Tamara Melián 
y Carlos N. Nazco.
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(Querida Tamara, no te he obviado, como aquella vez de La orgía; ya dije que fuiste una titiritera de lujo para el rey Pepino, y ahora agrego que “unas papas” como para comérselas, mi corazón)

Al frente: Isabella González, Tamara Melián con el rey Pepino, Rachel Cruz y Steven Salgado; detrás: Yani Martín, Lili Rentería, Pedro Balmaseda, Daisy Balmajó y Ariel Texidó; y en la tercera fila: Carlos N. Nazco.
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Para finalizar –y no por ello menos importante–, quiero agradecer el diseño escenográfico, de vestuario y luces de Pedro Balmaseda y Jorge Noa (Nobarte); celebrar la alegre música original –e incidental– de Dennys Perdomo; así como el diseño gráfico de Román Fernández, todo ello bajo la dirección de la versátil Yani Martín –con Yahima Capote como asistente–, para que todos juntos hicieran posible que la magia del buen teatro se apoderara del escenario del Teatro Tower y complaciera a su nutrida audiencia de niños de todas las edades, objetivo principal para lo que fue creada su Fundación “Para Bajitos”.



Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO para el arte público
Hialeah, 24 de junio de 2023

Fotos cortesía de Para Bajitos (autores varios)

Tuesday, June 13, 2023

"Coppélia" por Alihaydée Ballet School: una hazaña de principio a fin. (por Baltasar Santiago Martín)

El ballet Coppélia o la Muchacha de los ojos color de esmalte, con coreografía de Arthur Saint Léon y música de Leo Delibes, fue estrenado el 25 de mayo de 1870 en la Ópera de París, y 153 años después sigue sin perder el encanto y la magia de cuando se estrenó.

Su argumento está basado en el cuento El espíritu del sueño, de Hoffmann. La celosa Swanilda ha descubierto a Frank, su novio, lanzándole besos a una joven que aparece sentada tras la ventana de la casa del misterioso Doctor Coppélius, y al encontrar la llave que providencialmente el doctor ha perdido al sacar su pañuelo en la plaza, convence a sus amigas para penetrar en la vivienda, donde encuentran varios simpáticos muñecos de cuerda a los que ponen en movimiento. Coppélius las sorprende, y todas, menos Swanilda, logran escapar. Entonces irrumpe Frank por una ventana, tras subir por una escalera de mano, y el anciano doctor lo emborracha y lo duerme, con planes siniestros: robarle su aliento vital para insuflárselo a la “niña de sus ojos”, que resulta ser otra muñeca. Como Swanilda la ha suplantado en su asiento, cuando Coppélius la trae de su habitación y trata de sacarle la sangre a Frank, simula cobrar vida, para alegría del anciano, y logra impedirlo. Mientras baila, consigue despertar a Frank, y juntos huyen de la juguetería, donde su dueño queda desconsolado. El ballet finaliza con la boda de los enamorados.

Hay que agradecer –y mucho– entonces a la prima ballerina forever y maestra Alihaydée Carreño que haya escogido montar y presentar este bello ballet para la función de fin de curso de su Escuela de Ballet, en el Seminole Theatre de la ciudad de Homestead, el domingo 11 de mayo de 2023.

Coppélia es un ballet que comienza en grande, con ese famoso Vals donde tantas primeras bailarinas cubanas han dejado su impronta –comenzando por Alicia Alonso, las Cuatro Joyas y la propia maestra Alihaydée– y Natalie Martínez, la jovencísima Swanilda de los dos primeros actos, se calzó las zapatillas de la protagonista como toda una consagrada, lo cual considero una verdadera hazaña, tanto suya como de su ensayadora, la maestra y directora de la escuela, la inolvidable Aly Carreño.

El también muy joven bailarín Shadian Aquia se lució desde el inicio como el casquivano, enamoradizo y coqueto Frank, tanto en sus variaciones como acompañando a Natalie en los pas de deux, así como en la parte actoral y las graciosas pantomimas que este ballet cómico demanda.

Shadian Aquia (Franz) 
y Natalie Martínez (Swanilda) 
 en el pas de deux del primer acto
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Catherine Balladares y Shadian Aquia (Franz) en las Czardas del primer acto.
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Regresando a Natalie, en el segundo acto logró el apogeo de su actuación, pues aquí Swanilda tiene que simular que es la muñeca mecánica creada por Coppélius, y su conversión en mujer fue un momento sublime, a la altura de la también sublime música de Leo Delibes. Luego, ya “pletórica de vida”, brindó una danza española exquisita y una danza escocesa impecable.

Natalie Martínez (Swanilda) 
en la “Danza española” del segundo acto
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El cuerpo de baile, tanto juvenil como el infantil –tan lleno de ingenuidad y frescura–, cumplió eficazmente su cometido, y las cuatro amigas de Swanilda: Mia García, Mia Gauhiac, Amanda Moreno y Jessica Aparicio –sus “cómplices” desde el inicio–, bailaron toda la coreografía con gran simpatía, acople y musicalidad.

A Catherine Seda le tocó la difícil tarea de como mujer encarnar al Dr. Coppélius, un rol tradicionalmente a cargo de un hombre –y específicamente, un consumado bailarín de carácter– y considero que cumplió su cometido sin deslucir la puesta, algo muy de agradecer, aunque en los saludos finales debió mantenerse en situación y no bailar como si fuera una más del cuerpo de baile.

Shadian Aquia (Franz)
 y Catherine Balladares (Swanilda)
 en el pas de deux del tercer acto
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Regresando al tercer acto –en el que hubo un cambio de la bailarina protagonista de los dos primeros actos por la también muy joven bailarina Catherine Valladares–, el Vals de las Horas, otro momento cumbre de la obra, fue otro logro más de la esforzada función, y después de todo un simpático desfile dancístico con las alumnas –y un alumno– de la Escuela de Ballet de Alihaydée, aparecieron los felices novios para su boda, donde la sonriente Catherine Valladares y el solícito y atento Shadian ofrecieron el pas de deux completo, con un notable acento en sus variaciones y en la coda final, arropados luego por toda la troupé en escena, con hasta la propia Aly bailando con énfasis en el estilo característico de este ballet de aire eslavo, cuidado especialmente por sus protagonistas, lo cual remarco como otro gran acierto de esta puesta, amén del hermoso vestuario, que sin dudas contribuyó a realzarla aún más, y no puedo concluir sin mencionar a Rita Paula Sarubbi- Harvey, que como la alcaldesa de ese pintoresco pueblo de la Europa Central, le dio a su personaje la prestancia y la elegancia ideal que se debe esperar de una autoridad tan importante.

Natalie Martínez (Swanilda, 1er y 2do acto),
 Shadian Aquia (Franz) y Catherine Balladares (Swanilda, 3er acto), 
con parte del cuerpo de baile infantil y
 juvenil en los saludos al final del tercer acto.
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Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 12 de mayo de 2023.

Fotos/Gerardo Torres
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