La Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea de esta prestigiosa fiesta del ballet y la danza en los Estados Unidos –uno de sus más grandes aciertos desde que su fundador, el maestro Pedro Pablo Peña (E.P.D), tuvo la gran visión de invitar al festival a las compañías y bailarines que apuestan por un repertorio más innovador, menos “clásico”– tuvo como escenario el Amaturo Broward Center for the Performing Arts de Fort Lauderdale, el domingo 6 de agosto de 2023, en horas de la tarde.
La función comenzó con On Commence, coreografía y diseño de vestuario de Young Soon Hue –confeccionado por Theama for Dance–, luces de Salvatore Scollo, y música de Ezio Bosso, presentado por la de nuevo sorprendente y deslumbrante Arles Youth Ballet Company/Compañía Ballet Joven de Arlés, Francia –ya los habíamos “descubierto” y “gozado” en el pasado XXVII Festival–, cuyo director artístico es el amable y encantador Norton Fantinel; bailada por los excelentes bailarines Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard.
Antes de detallar la presentación como tal, quiero hacer énfasis en que esta compañía –al igual que todos los participantes en esta gala–, mostraron una preparación técnica tan rigurosa y “académica”, que echó por tierra esa profana y errónea percepción –en gran parte debida a Isadora Duncan, por su aversión al ballet clásico “en puntas” y sus ofensivos comentarios sobre la gran Anna Pávlova– de que los bailarines de danza contemporánea no tienen que mostrar una gran técnica, sino ser mucho más “espontáneos” y “libres”, como lo fue la irreverente Isadora.
Además, me regocija sobremanera que en el país cuna de la primera escuela de danza del mundo: la Académie Royale de Musique, en la Ópera de París, creada por el rey Luis XIV en 1661, “haya surgido y se mantenga una compañía con bailarines tan jóvenes, que con su pasión honran ese gran legado de Francia, pero sin el ‘polvo’ del siglo XVII” –como ya dije sobre ellos mismos en el XXVII Festival.
La juvenil troupe irrumpió en el escenario del Amaturo con una muy fluida secuencia de dúos, tríos, parejas (tres) –al principio, ellos de blanco con línea negra a lo largo de donde irían los botones de una supuesta camisa, y ellas de negro, pero tipo short–; luego solos femeninos con cuerpo de baile masculino detrás; un adagio, más variadas y dinámicas composiciones grupales, otro adagio –con vertiginosos cambios de vestuario además, que fueron, de estar todos con mallas color carne, a regresar de nuevo al blanco y negro, pero con diseños diferentes: ellas, con mallas negras, y ellos, pantalón negro y camisa blanca, conservando la línea negra ya mencionada; en fin, una verdadera fiesta de la imaginación y la creatividad con el más absoluto rigor técnico, que hubiera complacido a la Pávlova pero “encabronado” a Isadora –por las ágiles zapatillas de punta de las “arlesianas” y las medias puntas de los “arlesianos”.
Juan Negreira en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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Maria Vittoria Scamarda y Matteo Ghidoli
en On Commence.Foto: Young Soon Hue.
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Diana Brandao y Juan Negreira
en On Commence. Foto: Young Soon Hue.
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Los bailarines en On Commence.
Foto: Young Soon Hue.
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El Ballet Nacional Dominicano, con Stephanie Bauger como directora artística, acudió a escena a continuación, representado por Cora Collado y Alexander Duval, quienes interpretaron de modo muy sensual, sin descuidar la técnica ni el buen gusto, Locked up Laura, música de Bart Rijnink y coreografía y vestuario de Annabelle López Ochoa.
Cora Collado y Alexander Duval
en Locked up Laura. Foto: BMG.
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Cora Collado y Alexander Duval
en Locked up Laura. Foto: BMG
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A esta hermosa coreografía enfocada en la pareja absorta en sí misma –cada quien en el otro–, le siguió Nosotros, por el Ballet Clásico Cubano de Miami, firmada por su propio director artístico, Eriberto Jiménez, con música de Phillip Glass y con Eleni Glalas, Rafael Ruiz, Beatriz García y Armando Brydson, como las dos parejas ya no tan “convencionales” que protagonizan esta transgresora –y muy lograda, además– coreografía de Eriberto.
¿Por qué “transgresora”?, pues porque, como dice la canción del pop español de los sesenta (1969), cantada por Karina: “No, no somos ni Romeo ni Julieta, ni estamos en la Italia medieval”, y estas dos parejas mixtas –sin dejar luego de serlo–, sucumben a la atracción por su mismo sexo, sin que quede claro si a escondidas o con pleno conocimiento y convencimiento de los cuatro –que es mi primera lectura de lo visto.
Me encantó la entrega, la soltura y la frescura con que los cuatro bailarines asumieron los inquietantes roles asignados por el coreógrafo, lo cual es, indudablemente, un mérito del quinteto; entonces, ¡felices los cinco! (le subieron la parada a Maluma).
Una de las dos parejas en Nosotros:
Rafael Ruiz y Eleni Glalas. Foto: BSM.
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La “pareja” masculina en Nosotros.
Foto: BSM.
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La “pareja” femenina en Nosotros.
Foto: BSM.
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Las dos parejas en Nosotros. Foto: BSM.
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Tocó después a la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, bajo la dirección general de Beatriz Delgado y la artística de José Manuel Ghiso, salir a defender La hora azul, con coreografía de Mathieu Gilhaumon, música de varios compositores y vestuario de Carolina Vergara y Adriana Pérez, que un desenfadado, dinámico y refrescante octeto se encargó de hacer posible en escena, siempre con ese azul de fondo de la transición de la tarde a la noche, “donde todo puede suceder” y “sucedió”, con total success (esa casi false cognate word que es éxito y no suceder), pues Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera, al igual que sus colegas arlesianos, reinvindicaron que lo contemporáneo no está reñido con la más rigurosa técnica, con el añadido de la renovación y la innovación con pasos nada académicos, pero no por ello menos atractivos, como si viéramos una danza improvisada en una plaza callejera latina –que fue lo que más disfruté de ellos y de la azul coreografía.
El octeto en La hora azul. Foto: BSM.
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A La hora azul de los colombianos le siguió Cigua, una oferta con un fondo que terminó en verde del Ballet Nacional Dominicano, con coreografía de Stephanie Bauger y música de Henrik Schwarz, de nuevo con Cora Collado y Alexander Duval como intérpretes, quienes demostraron su madurez artística al asumir un dueto my diferente al de Locked up Laura, con un énfasis fetichista en una falda verde que le pone Duval a Cora para manipularla a su antojo, no queda claro si con anuencia o resistencia por parte de ella, por la ambigüedad de su interacción, de la sutil rebeldía a la sumisión; en fin, una muy complicada relación de pareja esta que mostró Cigua, que según el programa, “es un tributo al ave nacional dominicana”, lo cual yo no percibí en ningún momento, pues no vi a Cora como tal.
Cora Collado y Alexander Duval
en Cigua. Foto: BMG.
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Y tras Cigua, regresó la Compañía Colombiana de Danza Contemporánea, para ofrecernos La culpa es del son, coreografía de Arlar González, música de varios compositores y vestuario de Ángel Restrepo, interpretado también por Martha Cecilia Peña, Kelly Viviana Díaz, Cindy Tatiana Lugo, Stephanie Bejerano, Oscar Iván Cruz, Christian Fabián González, Juan Felipe Nuñez y Laura Herrera.
Considero muy importante volver a destacar el evidente entrenamiento de todos los bailarines implicados en “culpar al son” por su desenfadado desempeño, tanto en la danza como en la vida real, pues con total dominio técnico y acentuada expresividad lograron evocar ese sabor latino que nos hace tan diferentes a los ojos del elitista eurocentrismo.
Los chicos colombianos
“echándole la culpa al son”. Foto: BMG
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Y ya demostrada la culpabililidad del son en nuestra manera latina de ser, el Ballet Clásico Cubano de Miami retornó a escena con Ser, coreografíado por Beatriz García, música de Ezlo Bosso y vestuario de Armando Brydson, con la propia Beatriz, Daniela Cepero y el propio Armando como las esculturas danzantes de sus composiciones de grupo, en una interacción plástica tan hermosa que lograron que el presunto erotismo del trío pasara a un segundo plano, con Daniela Cepero como la tercera en concordia, nunca en discordia.
Beatriz García, Daniela Cepero
y Armando Brydson en Ser. Foto: BMG.
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Y como cierre de esta Tercera Gala de Danza Moderna y Contemporánea, los chicos de Arles Youth Ballet Company se volvieron a desbordar por el escenario para abordar Shimmer Simmer, coreografía de Kinsun Chan, vestuario de Theama for Dance y diseño de luces de Kinsun Chan y música de Antonio Vivaldi con arreglos de Max Richter; ballet en el que Adrián Sánchez, Diana Brandao, Hiyori Ushikubo, Emily Sapsford, Isotta Selari, Javier Zotano, Jessica Coffey, Juan Negreira, Lola Arnaud, Anna McCoy, Matteo Ghidoli, Maria Vittoria Scamarda, Maxence Devaux, Santiago Rousselbin y Tess Sheppard se volvieron a lucir como virtuosos bailarines, arropados por un moderno pero a la vez suntuoso vestuario, en todas las composiciones de grupo y combinaciones ofrecidas durante el transcurso de la dinámica coreografía.
Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Shimmer Simmer. Foto: Kinsun Chan.
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Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO & ACE Miami
Hialeah, 24 de agosto de 2023
Fotos: Cortesía de la Compañía Ballet Joven de Arlés. BMG.