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Thursday, June 16, 2022

A mi querida Amiga Trina de Zayas Bazán. Camagüeyana. (un poema de Aurelia Castillo de González)



¡Cómo se advierte que eres
de aquel jardín de amores
de las lindas mujeres
y amantes trovadores!

Vibra en tus ojos bellos
la ardiente simpatía.
Al sentir sus destellos
voló á tu alma la mía.

Tú á mi tierra te igualas
y me parece ¡oh Trina!
que de tu ser exhalas
olor de clavellina.

Son tu gracia y donaire
de ondinas de aquel río,
de allá donde ¡hasta el aire
me parece que es mío!

Cuando vuelvas á aquellos
mis adorados lares,
dí que son para ellos
también estos cantares.



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Publicado en el año 1911




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Imagen tomada de El Camagüey. Viajes pintorescos por el interior de Cuba y por sus costas.  P. Antonio Perpiñá, escolapio. 1889.



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Ver Aurelia Castillo de González en el blog.

Tuesday, October 26, 2021

Apoteosis de Cuba (un poema de Aurelia Castillo de González)



En mágica ciudad que el mar guarnece
Se arremolinan multitudes tales, 
Que parecen más bien viviente masa 
Que proteica se alarga ó se recoge.
            Adoptando la forma 
En que calles y plazas la moldean. 

De esa ciudad la tierra toda es flores, 
Flores en otra parte nunca vistas, 
Pues llevan en sus vívidas corolas 
Vida de almas que en sus centros bullen, 
Y en sus aves de espléndidos matices 
Cantan almas también.  Regias palmeras 
             Agitan su penacho verde-obscuro 
Cual si aplaudir quisiesen, y las olas 
             Sonrien con sus espumas 
A los cielos amigos. Lindas naves, 
Empavesadas desde el casco al tope, 
Ostentan tan variados gallardetes. 
Que en la retina, de colores beoda, 
Ún inmenso arco-iris se proyecta 
Que, invertido, suspende de los cielos 
Su curva colosal. Arcos de triunfo 
En la tierra á millares se destacan.

        Las mansiones parecen 
Grandes paletas de pintor excelso 
        Que por raro capricho 
En ella pone tres colores solos,  
        Y en harmonioso enlace 
        Presenta maravillas. 
        Blanca luz de la aurora 
        Aclara los espacios. 
No hay nieblas este día: todo es puro 
Como del mundo en la primer mañana. 
Las brisas acarician cual si fuesen 
Besos de almas de niños. Los dolores, 
Turba implacable que en tenaz asedio 
A los mortales por doquier tortura, 
Han huído en tropel cuando, espantados, 
Oyeron que una música divina 
De aquellos corazones se escapaba 
        Y que eran esos seres 
¡Todos amables y felices todos! 

Cúmulus bellos que en cortina inmensa 
         Decoran el Oriente, 
A los acordes de invisibles coros, 
Lentamente se apartan á los lados, 
Y en fondo azul de límpido zafiro 
Cuba aparece cual jamás divina. 
        Irradia su semblante 
De umiversal amor y de ventura, 
Y en las colgantes manos dos coronas 
De lauro tiene con bellotas de oro. 

         Se miran á su diestra 
         Legiones infinitas 
         De mártires y de héroes. 
Del término primero al que se pierde
         En ignorados límites, 
         Sus anchos pechos muestran, 
Su mirada que esplende con el triunfo 
Y sus altivas frentes coronadas 
          Con roble y siemprevivas, 
Que de oro mate y de marfil parecen. 
A la izquierda formando lindos coros 
Están las santas madres, las esposas 
          Heroícas, las purísimas 
          Vírgenes y los niños. 
Todos llevan guirnaldas. Las primeras 
De suaves pensamientos, las segundas 
De rosas fragantísimas, las vírgenes 
De mirtos y violetas, los infantes, 
          Gentiles y graciosos, 
De cuantas flores nacen en las cumbres, 
Bosques, lagos, praderas y jardines. 

          Delante de los grupos, á la diestra, 
Dos proceres de altivo continente,
          En quienes las miradas 
          De todos se hallan fijas, 
          Están sin otro emblema 
Que las sublimes palmas del martirio. 
Cuba hace un ademán, y se adelanta 
De los dos uno solo, el que parece 
Del tiempo en el transcurso ser primero.
Exaltáse la aurora con las tintas 
Del gozo y del amor, y ya difunde 
Celajes vivos de luciente rosa.  
          Delante de las madres 
Y en estrátus de púrpura sentada. 
Espectante la Historia se presenta. 
De grave aspecto y de serena frente, 
Con túnica escarlata, en el extenso 
Regazo un libro abierto, y en la mano
Fuerte buril de acero. Cuba dicta 
Mientras del prócer á la frente ciñe 
El rico lauro que sus hechos canta: 

«Carlos Manuel de Céspedes» 

                                                !El pueblo
Prorrumpe en un clamor jamás oído, 
Y en los ecos del ámbito resuenan 
Múltiples voces de ignorados seres 
Que repiten con música divina: 

«¡No temais una muerte gloriosa, 
Que morir por la patria es vivir!» 

A otro signo de Cuba se adelanta 
El joyen prócer de elevada frente 
Y soñadores ojos, y recibe 
Su corona inmortal, y Cuba dicta
A la Historia, que escribe con premura: 

«¡José Martí!» 

                          La luz en ese instante 
Reflejos vierte de brillante oro; 
Bate palmas el pueblo y victorea 
Con igual frenesí, casi en delirio, 
Y otra música rompe en los espacios 
Bella, marcial, sublime, á cuyos sones 
                       Cantan las mismas voces:  

«¡Gloria eterna á los héroes cubanos, 
Que han alzado con gozo profundo 
En la patria, tocando hasta el cielo 
La bandera más linda del mundo!» 

Cuba hace otro ademán, y los dos héroes 
Que han dejado sus palmas de martirio
          A los pies de la diosa, 
Tornan de frente al pueblo que les ama 
         Sus rostros varoniles 
Con sus grandes coronas decorados. 
Y una matrona de semblante dulce, 
De alta estatura y refulgentes ojos 
Azules como el mar y de cabellos 
Que refiejan el oro en sus cambiantes, 
La bandera inmortal á Cuba ofrece 
De las azules y las níveas fajas 
Y en campo rojo y triangular la estrella 
Cándida como armiño. En tal momento 
Blanca una estrella del Oriente sube, 
Llega de Cuba á la cabeza airosa, 
Se fija en ella con fulgente brillo 

       ¡Y es el sol de este día! 

La blanca veste de ondulantes pliegues 
Por ese sol magnífico bañada. 
Como la nieve de inhollado monte 
         Resplandece y deslumbra. 
Las que antes fueron lágrimas de duelo, 
A los vivos fulgores de esa estrella 
Brillan como diamantes, y los labios 
        Florecen de sonrisas. 
Una lluvia de pétalos de flores 
Ricas fragancias en el aire esparce 
Y, como hacen los copos de la nieve, 
Cae sobre todo silenciosa y dulce 
¡Y en todo extiende primoroso un manto! 

El lábaro glorioso toma Cuba 
De noble gratitud con la sonrisa, 
Y, cual asta inmortal, alzando el brazo, 
Lo agita con orgullo. Las Naciones
Desfilan todas y banderas baten 
Ante la nueva hermana. La primera 
           La lleva la matrona 
De cabellos dorados y de azules 
Ojos profundos como el mar. Altiva, 
Junto á franjas purpúreas campo esplende 
Turquí como el espacio en clara noche 
          Y como él constelado 
          De innúmeras estrellas. 
En tal momento, cual jamás gloriosa, 
«¡De la conciencia universal alzóse
          En la brillante cumbre!» 

Es el segundo que homenage rinde 
El noble pabellón de grana y oro, 
         Que en remotas edades, 
         Por legendarios hombres 
         De increíbles hazañas 
El primero de todos fué plantado 
         En el extenso mundo 
Que ellos hallaron con asombro inmenso 
En nunca vistos ni surcados mares, 
Y al que dieron su nombre ya glorioso, 
¡América! que vibra como un canto 
De cuanto grande entre los hombres brilla.

Mientras pasan y pasan estandartes, 
Jubilosas campanas á los vientos 
          Hasta romperse lanzan 
Sus sones tumultuosos, que parecen 
Lindos gorgeos de gigantes pájaros. 
Voladores de fuego al aire suben 
Rectos y en lo alto con fragor estallan, 
Y de fugaces nubecillas bordan 
          El espacio radiante

Sus magníficas salvas cien cañones 
Añaden al estruendo, y las sirenas 
          Modernas de los mares, 
          De gozo enloquecidas, 
          Como ferales monstruos, 
          Atruenan con sus gritos, 
Lanzados con esfuerzo tan salvaje
Cual si, á tener pulmones, 
¡No contaran por nada desgarrarlos! 

Saneante olor de pólvora é incienso, 
De las flores mezclado á la fragancia, 
Trae á los pechos, que ávidos le aspiran 
De guerra y de victoria ardientes vahos. 

Cesa, empero, el tumulto 
Para que eleven sus viriles voces 
Las huestes de los ínclitos soldados 
Que van entre las turbas confundidos, 
         Que el plomo dejó ilesos, 
O á quien la muerte respetó piadosa 
         Sus heridas tremendas. 
Con música triunfal, alegre y viva 
Resuena por los aires el vehemente





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Se ha respetado el texto como fue publicado en el año 1903.


Tuesday, October 12, 2021

A Colón (un poema de Aurelia Castillo de Gonzáles)


Como el alma que deja en su envoltura
De cuanto humano fué grandes anhelos, 
Y se eleva á los campos de los cielos 
Blanca como Beatriz, radiante y pura; 

Del cielo de la Historia á la amplia altura, 
Libre por fin de inmerecidos duelos, 
Llegaste ¡oh Genio! con pasmosos vuelos 
Para astro ser de sorprendente albura.

Con la creadora fuerza allí te mides, 
Pues no hay hombre que ostente los blasones 
Que deslumbran en tu urna cineraria: 

Las columnas magníficas de Alcides 
Rotas, y un hemisferio (cien naciones)
Completando una esfera planetaria!

Sunday, October 10, 2021

Carlos Manuel de Céspedes (un poema de Aurelia Castillo de González)


Sintió que el alma cual jamás extensa. 
En sus profundos senos recogía 
Todo cuanto en la patria se sentía 
De humillaciones, de dolor, de ofensa. 

Sintió la nube amenazante y densa 
Que con fuego el cerebro le envolvía. 
Y de España á la antigua tiranía 
Arrojó el guante su arrogancia inmensa. 

De San Lorenzo en el final estrecho 
El juramento que lanzó vibrante 
Sostuvieron sus miembros lacerados. 

Y de patria, república y derecho 
El puso los cimientos de diamante 
Con su sangre purísima bañados.

Saturday, July 3, 2021

El Maine (un poema de Aurelia Castillo de González)


Cual explosión de horripilante mina
En los profundos senos de la tierra,
O que mil rayos se librasen guerra,
Horrísono fragor se alza y fulmina.

La ciudad se obscurece, se ilumina,
En las almas el pánico se encierra:
Y ver en los espacios les aterra
Roja hoguera que al cielo se avecina.

¿Fue el azar? ¿Fue la Unión? ¿Fue Cuba? España?;
¡Allí el Esfinge está con su misterio!
¡Ese fué el Maine! Esa armazón extraña

Hoy representa una imperial corona,
Y allí á los orbes que se hundió pregona
¡Colosal y hermosísimo otro imperio!

Tuesday, March 16, 2021

Los troncos y el bejuco (un poema para niños de Aurelia Castillo de González)



Oid lo que unos ancianos 
en Cuba me refirieron; 
si ellos acaso mintieron, 
yo aquí me lavo las manos. 
"Un bosque recién cortado 
jinete apuesto cruzaba, 
y los troncos evitaba 
con gran destreza y cuidado. 
No era empresa muy sencilla 
salir del paso triunfante, 
que no hay tierra más pujante 
que la tierra de esta Antiila. 
Y era tal el laberinto
de troncos en la llanura, 
que retaban la cordura, 
la paciencia y el instinto. 
Como diestro navegante 
que, pasado un tiempo duro, 
entra en el puerto seguro 
con la mirada radiante; 
el jinete con aplomo 
iba el bosque a traspasar 
cuando en los troncos fué a dar 
sin saber por qué ni cómo. 
Algo después pudo ver, 
entre avergonzado y fiero, 
que un bejuquillo rastrero 
fué lo que lo hizo caer". 
Terminada la conseja, 
de mis viejos el más viejo, 
me dio este sabio consejo 
a guisa de moraleja: 
"Tu conciencia apartarás 
de las pequeñas caídas: 
sí de lo poco te olvidas, 
a lo mucho llegarás".

Wednesday, February 24, 2021

Aurelia Castillo en las celebraciones por la inauguración del monumento a Ignacio Agramonte. Febrero 24, 1912

El 24 de febrero de 1912, fue inaugurado el conjunto escultórico erigido a Ignacio Agramonte, en el parque que lleva su nombre en la ciudad de Camagüey, por la Benemérita Sociedad Popular de Santa Cecilia. El monumento, obra del escultor italiano Salvatore Buemi, fue develado por su viuda Amalia Simoni.

Para participar en este evento y las celebraciones organizadas en Camagüey por tal motivo, Aurelia Castillo de González acude a la ciudad luego de 25 años de ausencia.

Fue una breve visita de solo cuatro días, pero intensa por los actos y festejos a los que asistió. Uno de los más notables fue la velada celebrada en el Teatro Principal, donde recitó un poema de su inspiración dedicado al Mayor, que tituló "Himno".

Miguel Angel Quevedo, director de la Revista Bohemia, le pidió que compartiera con los lectores sus vivencias en esas emocionales jornadas.

Aurelia Castillo, en epístola dirigida a Quevedo, evoca su infancia en Camagüey tal cuál la revivió en su memoria durante la visita y además describe el homenaje celebrado en febrero de 1912 a Ignacio Agramonte.

Acá les dejo las páginas de Bohemia del 17 de marzo de 1912, donde quedó recogido para la historia el precioso y entrañable texto. (JEM)



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Ver en el blog

Wednesday, January 27, 2021

Aurelia Castillo de González (por Julian del Casal)

Aurelia Castillo de González.
 Camagüey, Enero 27, 1842-Agosto 7, 1920
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Una Estatua de jaspe rosado coronada de nieve. Los ojos verdes, de un verde marino, lanzan miradas severas, atenuadas por cierta dulzura femenina y cierta melancolía secreta. Los labios, color de fresa, si se entreabren ligeramente para dar paso a una sonrisa, ciérranse al punto con fría rigidez. Hay en el conjunto de su figura la majestad de una patricia romana y la gracia de una duquesa del siglo dieciocho. Tal es, a vista de pájaro, en lo físico.

Cuanto a lo moral, lo más próximo a la perfección. Su espíritu, como el de toda camagüeyana, esencialmente varonil. La imagen de la patria, semejante a la de una Mater Dolorosa, con su manto de terciopelo negro, recamado de estrellas de oro, y con su pecho virginal, atravesado por los siete puñales, se entroniza en él. Nunca faltan flores en los búcaros, ni se apagan los cirios en los candelabros. Tras el amor a la patria, el culto al hogar, austero como una capilla, pintoresco como un caracol, fragante como un invernadero, tibio como un nido y atrayente como un jardín de rosas, donde se filtra la luz de las estrellas y revolotean luciérnagas entre los pétalos. Después de ambos cultos, el de la Musa. Ésta no es para ella la Bacante que, con la corona de pámpanos en las sienes y con la copa de falerno alzada a la diestra, ahuyenta el sueño de los párpados que se entornan, reaviva el ardor de los sentimientos que languidecen y llama de nuevo la carcajada a los labios que comienzan a bostezar. Ni es una de esas figuras del Tiziano, de ojos serenos como astros y cabellos rojizos como oro líquido, sonriendo plácidamente a sus amantes, sobre tapices de púrpura que hacen resaltar la morbidez de sus carnes desnudas.

Tampoco es la Margarita moderna, hambrienta de ideal y cubierta de heridas, alocada por la neurosis y amoratada por la tisis, que lo mismo se ciñe el sayal de estameña de la religiosa, que el peplo de gasa de la cortesana, que desgrana las perlas del rosario en el templo y agita con igual gracia las varillas del abanico en el salón, que huele a incienso y a polvos de arroz, que salmodia oraciones y esputa blasfemias, que siente el ardor del cilicio en la cintura y la frialdad de la morfina en el brazo, que se asfixia entre el humo de las cervecerías o vaga al aire libre por las alamedas oscuras y desiertas. Su musa es la Juana de Arco legendaria, cabalgando en blanco bridón, con el estandarte de la Libertad al brazo y la trompa épica en los labios, hacia el encuentro de la Victoria y dispuesta a subir a la hoguera, antes que abjurar de sus dioses tutelares.

Ante esa gloriosa Trinidad, formada por la Patria, el Hogar y la Poesía, ofician sus dos cualidades distintivas: la bondad y la sinceridad. No hay alma más bondadosa bajo apariencias más severas. Es una bondad que brota plácidamente de su alma, como la frescura de la onda, como el aroma del jazmín, como el fuego del astro, como la voluptuosidad del beso. Descuella por cima de sus acciones, como el oro de la espiga sobre el verde de las mieses. El mal le pone en su nube de tristeza, del mismo modo que la noche pone su sombra en la luna de un espejo. Su compañía es grata, como la lumbre en invierno y como la nieve en estío. A la aparición de su figura, los desencantos se alejan como las víboras a la salida del sol. Ella es la Aurora. Devuelve el azul al cielo, el movimiento a la marea, el verdor a la montaña, la azada al labrador, el himno al bosque, la blancura al cisne, el águila al éter, la fuerza al músculo, la vibración al nervio, el color al pincel, la estrofa al bardo y al alma la ilusión. La mentira no ha aprendido jamás el camino rosado de sus labios. Dentro de su espíritu no ha podido albergarse, como la avispa en la hortensia, el guijarro en el alga, la carcoma en el sándalo, el veneno en la adelfa y la pollla en el raso.

Junto a esas cualidades, posee el don que salva: el de la admiración.

De todos los dones que el alma recibe, al bajar a la tierra, ninguno más bello, más eficaz. Es el leño que flota sobre el oleaje negro de la vida y que conduce al espíritu náufrago a la playa salvadora; la palma que cobija, bajo su quitasol de hojas verdes, la caravana tostada por el sol y asfixiada por el polvo del desierto; el junco que se yergue, al borde del abismo, brindando apoyo a la mano trémula del que se siente vacilar. Dios sonríe, desde la bóveda azul, al verla resplandecer. Quien tenga tal don, llevará consigo el talismán que conjura al maleficio, el ácido que aniquila al microbio, la fuerza que arranca la pistola al suicida, la moneda de oro en el fango del arroyo, la tea fulgurante que deshace el pavor en las tinieblas.


Fruto de ese don, en consorcio con su inteligencia, es el volumen que con el título de Un paseo por Europa, dio, no ha mucho, a luz. Es un libro de viajes, como su nombre indica, escrito a la moderna, donde la autora ha estereotipado las impresiones que recibiera, día por día, durante su permanencia en algunas ciudades europeas. Francia, con su última exposición, Italia, con sus reliquias artísticas, y Suiza, con sus maravillas naturales, han inspirado esas páginas encantadoras, donde el espíritu del lector se extasía en la evocación de las grandezas que desfilan impresas por delante de sus ojos. Desde la llegada a París, la pluma de oro de la gallarda escritora comienza a anotar en su libro de viajes las sensaciones recibidas al paso desarrollándolas luego, en abundantes períodos, cada uno de los cuales, por sí solo, es un cuadro completo inspirado por asunto grandioso y ejecutado por distinto procedimiento que los demás. Recorriendo las hojas del libro, se contemplan todas las maravillas que el mundo entero expuso, por espacio de muchos meses, en la última Exposición Universal de París. Ya es la Torre de Eiffel, como un fantasma rojo, envuelto en un sudario de brumas, alentejuelado por las chispas multicolores de las fuentes luminosas; ya la Galería de las Máquinas, donde los metales entonan el himno de la industria; ya el salón de las esculturas en el que le encantan Molière moribundo y la alegoría de la Paz; ya el pabellón azteca, repleto de granos, materias textiles, ricos minerales y obras artísticas; ya el de las colonias australes, con sus lanas, sus sedas, sus aves acuáticas, sus selvas artificiales y sus figuras de cera; ya las instalaciones orientales, forradas de tapices deslumbradores, cortadas por biombos resplandecientes y ornadas por innumerables objetos de porcelana, bronce y marfil; ya los palacios de repúblicas americanas, en los que se interna con acendrado cariño y con júbilo especial, no exento de vaga tristeza, complaciéndose en detallar las maravillas amontonadas en ellos; ya el museo de antigüedades, cuyo contenido le fatiga, hasta el punto de llegar a ridiculizarlo; ya el Palacio de Bellas Artes, donde la deslumbra El ensueño de Detaille, El fusilamiento de Torrijos y sus compañeros por Gisbert, La rendición de Granada por Pradilla y algunas obras bélicas que guardan cierta analogía con su manera de pensar y sentir; ya los departamentos de lo útil, cuya contemplación le sirve de pretexto para ensalzar los beneficios de la industria, del comercio, de la agricultura y de las artes prácticas en general.

También pueden contemplarse, lo mismo en la parte referente a Italia que en la consagrada a Suiza, las innumerables bellezas de ambos países, artístico el uno y positivista el otro, del mismo modo que si se estuviera en ellos. En la primera, se ve una sucesión de ciudades, de templos, de monumentos, de museos, de palacios, de teatros, de estatuas, de cuadros y de recuerdos históricos; en la segunda, de lagos, de montañas y de paisajes, acompañados siempre de oportunos comentarios. Durante la lectura, el lector siente latir, en las páginas del libro, el espíritu varonil de la autora, templado para la acción y rebelde al ensueño, que se enamora de todo lo grande, de todo lo verdadero.

Tras las páginas en prosa, se encuentra el poema “Pompeya”, donde se evocan en trozos pequeños, pero hábilmente trabajados, como mosaicos pompeyanos, las bellezas de la ilustre mártir que duerme para siempre en su lecho de lava. El poema tiene color local y las estrofas están saturadas de poesía. Allí resurgen los labradores entregados a sus faenas; los fieles que acuden a los templos para adorar sus dioses tutelares; las bellezas sumergidas
en las termas perfumadas
por amorcillos guardadas
bajo festones de rosas;
la multitud aglomerada en el Foro para la celebración de los comicios; la bacanal animada y deslumbradora; y, en fin, la mañana del nefasto día en que los pompeyanos huían quedando luego sepultados bajos su propias cenizas. Hay en este poema vida, movimiento, energía, sobriedad, colorido, relieve y armonía. Tiene el encanto supremo de lo exótico, de lo lejano, de lo desconocido, de lo pasado, de lo que no se ha visto, de lo quebno se espera ver.

Y, por último, una página negra, la de la vuelta a la patria, en la que le asedia, al tocar sus playas, las tristezas de sus miserias y la nostalgia de la civilización. Es la página más bella, más varonil, más enérgica y más oportuna. Parece el grito del cóndor caído, desde lo más alto del azul, al fondo de lóbrego foso, poblado de reptiles que babean en las tinieblas y tras cuyos muros se divisa un cielo plomizo, donde la tormenta no acaba de estallar, ni asoma el disco dorado del sol.



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(Social. Junio 1919) Alas. Un poema de Aurelia Castillo de González


 

Wednesday, December 23, 2020

Ignacio Agramonte (por Aurelia Castillo de González)


Broncíneo el pecho, el alma diamantina,
Se levanta en los campos de la guerra
Como arcángel mortífero que aterra
Y ángel de luz que espléndido ilumina.

A su aspecto tan sólo se adivina
Cuánto de grande en el campeón se encierra.
El es de la falange que á la tierra
Viene del centro de la luz divina.

Las huestes turbulentas de los campos,
Dóciles á su voz, se tornan puras;
Y cuando muere por la patria ese hombre

La gloria le circunda con sus lampos,
Tú, amada tierra, con su luz fulguras
Y el mundo aclama delirante un nombre.


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Me parece verlo. Era alto, delgado, pálido, no con palidez enfermiza, sino más bien, así podemos pensarlo, con palidez de fuertes energías reconcentradas; su cabeza era apolínea, sus cabellos castaños, finos y lacios, sus pardos ojos velados como los de Washington; su boca pequeña y llena, como la que se ve en las representaciones de Marte y sombreada apenas por finos bigotes; su voz firme(1).

1. Pérfil de Ignacio Agramonte, por Aurelia Castillo en Vida de Ignacio Agramonte, de  Juan José Expósito Casasús, publicado por la Sociedad Camagüeyana "La Popular de Santa Cecilia", 1937.

Wednesday, November 4, 2020

Estrada Palma (un poema de Aurelia Castillo de González)


De Yara entre los típicos palmares 
Comienza la epopeya del patriota. 
La heroica ofrenda de sus labios brota 
De patria y de virtud en los altares. 

Proscripto luego de sus dulces lares, 
El infortunio, que al más recio agota, 
Es piélago para él, en donde flota 
Cual gallardo bajel en crespos mares. 

Hoy del anciano al patriarcal retiro 
Llega la madre de los héroes, Cuba, 
Y Acepto, dice, de tu amor la ofrenda. 

Como en límpido espejo en tí me miro. 
¡Que el nombre tuyo con mi nombre suba 
Y en tí mi gloria inmaculada esplenda!»


Mayo 1902

Friday, May 29, 2020

En Palacio y en el Morro (un poema y un comentario sobre el 20 de mayo de 1902, por Aurelia Castillo de González)


Estaba el pueblo espectante.
–¡Menos treinta!—... —¡Veintidos!—... 
—¡Qué lentitud!—. —¡Menos dos!—...
 —¡Las doce! ¡Llegó el instante!—
¡Qué majestuosa y gigante
Cuando, al descender despacio.
Abandonaba el espacio
La bandera americana!
¡Qué bella y qué soberana
En el Morro y en Palacio!

Aprieta los corazones
Un tormento de alegría.
¡Mueren siglos de agonía!
¡Hoy encarnan ilusiones!
Truenan fieros los cañones.
Anhelante hacia el mar corro,
Y veo, cuando lo recorro.
Que un ser de cien manos tira
De grueso cable y..... delira...
¡La Bandera está en el Morro!

¡Ya no hay hombres ni mujeres!
Sus lazos soltó el amor.
Y se estrechan con ardor
Y confundidos los seres.
No hay distintos pareceres.

El vítor llena el espacio.
Llora el ojo más rehacio....
Pero, llegado un momento,
Se suspende el sentimiento.
¡La Bandera está en Palacio!

Una página de historia
Queda escrita en este instante.
Fué su buril el diamante
Y la decoró la Gloria.
Dice el Pueblo: «En mi memoria
El pasado cierro y borro.
Al futuro ardiente corro
Con alma altiva y entera,
¡Que está mi santa Bandera
En Palacio y en el Morro!


Cuando se izó la bandera cubana, ocurrió una escena que sólo tuvieron la dicha de presenciar los que se hallaban en la explanada de la torre del Morro. Yo la oí referir á un testigo presencial, el Sr. Arturo Primelles, cuando del lugar venía, emocionado aún. Oficialmente empezó á izar la bandera el Gobernador Civil, General Emilio Núñez, acompañado de otros empleados; pero el pueblo que allí se hallaba se abalanzó á la cuerda, subiendo unos en hombros de otros, atropellándose, poniendo algunos nada más que un dedo en la sagrada cuerda, porque á más no alcanzaba, y momento hubo en que cien manos estaban en ella. Por las curtidas mejillas de los veteranos que presenciaban el solemne acto corrían gruesas lágrimas. Mientras tanto, ocurrían otras escenas no menos conmovedoras en el Malecón, desbordante de gente. Una pobre madre que había perdido tres hijos en la guerra, victoreaba sin cesar á Cuba libre, á la República, al Ejército Libertador, á todo lo que significa el ideal de aquellos hijos, y abrazaba en su delirio á hombres y mujeres hasta que cayó víctima de una crisis nerviosa. Por otra parte, un joven que vió venir á su novia del brazo de su padre, corrió á ella abrazándola estrechísimamente, y después no sabía qué hacerse, temiendo las consecuencias de aquel acto impremeditado, si el padre no quería usar de grande indulgencia patriótica.


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Nota: Textos de Aurelia Castillo de González, incluidos en el libro Trozos Guerreros y Apoteosis, escrito en el año 1902, y publicado en 1903, por Imprenta Mercantil, La Habana.


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Ver en el blog 
Los emigrados de Tampa y Cayo Hueso (un poema de Aurelia Castillo de González)

Monday, March 30, 2020

Los emigrados de Tampa y Cayo Hueso (un poema de Aurelia Castillo de González)


Nota: Comparto con los lectores del blog este poema de Aurelia Castillo de González, incluido en el libro Trozos Guerreros y Apoteosis, escrito en el año 1902, y publicado en 1903, por Imprenta Mercantil, La Habana.

Como dedicatoria de su poemario, la autora expresa: 

"Ofrenda a mi Patria
y homenaje de amor y respeto al primer
presidente de la República
Tomás Estrada Palma".

Añado luego de los versos, la Introducción y de las Notas que aparecen al final del volumen, el fragmento que se refiere a este poema.

He respetado los textos como aparecen escritos en la publicación original. (JEM)



Pensativos ó alegres, flacos los más, 
Doblando ante las mesas pobres pulmones, 
                   Sus antiguas canciones 
                   En coro y á compás. 
Cantan los tabaqueros, los emigrados, 
Que siempre con el alma pensando en Cuba, 
Se consuelan con cantos de desterrados.
(Cantan) «Destino amargo y sereno
A tierra extraña nos lanza;
Ved el cielo que sombrío;
No hay un rayo de esperanza!» 
Satisfechos ó huraños, llevan su cruz, 
Y siguen siempre atentos á su trabajo. 
                La hoja de Vuelta Abajo 
                Amasada con luz, 
Les habla de otro clima y otros paisajes, 
Donde el seno materno les dió su leche 
Y corrieron en potros casi salvajes.

Los unos despalillan con rapidez,
Y llenan un tablero y otro tablero.
               Los otros con esmero
               Extienden á su vez
Las ya escogidas capas, en que amontonan
La embriagadora tripa bien empalmada,
Que con ágiles dedos presto aprisionan.

Aun falta la perilla, que ha de probar
Que el artista es del suelo que dió la hoja.
                A nadie se le antoja
                Con él rivalizar.
Con las callosas yemas de fuerte mano
Va afinando la punta como una aguja.
El primor se realiza, y está el habano.

Se enjugan de las frentes grueso sudor.
Desencogen los miembros; ya el hambre abruma,
              Y se llevan la fuma
              Y marchan con ardor
Cantando más alegres por el camino
Los cantos de la tierra que acá aprendieron
Y que se les antojan algo divino:
(Cantan) «Cuba, al fin te verás libre y pura
Como el aire de luz que respiras,
Cual las ondas hirvientes que miras
De tus playas la arena besar».... 
Se sientan á sus mesas para comer....
Lo que comerse puede cuando uno es pobre.
              La bolsa escasa en cobre
              ¡Y eso, y eso hay que ver!
Cada semana se abre por dar la cuota
Que en Cayo Hueso y Tampa, los dos baluartes,
Ganada ¡con la vida! dan los patriotas.

Y si acaso algún día se encuentra allí
Aquel ídolo de ellos y que hoy lo es nuestro,
             Su Apóstol, su Maestro,
             Y su orador, Martí,
Los honores más altos parecen pocos.
Aquellos pobres hombres..... ¡Qué han de ser pobres!
¡Aquellos grandes hombres se vuelven locos!
«A las armas corred, Bayameses,
Que la patria os contempla orgullosa!...»



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Introducción

Extraño parecerá que estos versos, escritos en mayo de 1902, salgan á luz un año después; y más extraño aún que los haya escrito y publique quien, al golpe de tremenda desgracia, había permanecido durante siete años olvidada por completo de antiguas aficiones literarias.

La espectación de la ya muy próxima República hizo en mí efecto maravilloso. Rompió los hielos de mi indiferencia, y una alegría insólita se desbordó en estos poco menos que inconscientes cantos. Y, siempre llevada de aquel exaltado entusiasmo, determiné publicarlos. 

Diversas circunstancias hiciéronme, aplazar primeramente, suspender por último aquel proyecto. Ahora han desaparecido aquellas dificultades; pero en su lugar surgen otras, internas, por decirlo así. La ardiente exaltación ha cedido poco á poco al habitual desaliento, y asediánme temores bien justificados. No obstante, aun conserva alguna fuerza aquel poderoso impulso inicial, y me dejo llevar á ofrecer á mi patria en el primer aniversario de su consagración como Estado, y valga lo que valga, lo que en mi alma brotó para ella. Mayo, 1903.

Nota de la autora:

Los cantos patrióticos que en la composición Los Emigrados de Tampa y Cayo Hueso, he puesto en boca de los tabaqueros, son tan populares en Cuba, que únicamente la idea de que este librillo pueda salir de la isla; me determina á indicar su procedencia. El primero es principio de la estrofa con que comienza El Banquete del Destierro, de José Agustín Quintero, que en su terrible belleza llega al más alto grado de lo trágico. En esos versos he querido simbolizar la desesperación que naturalmente debió ensombrecer á los emigrados durante los primeros años de su voluntaria expatriación. El segundo es de José María Heredia en la composición Himno del Desterrado, y lo incluyo mediado ya el cuadro, para indicar las nacientes esperanzas. El tercero, que no simulo ya ser cantado por los tabaqueros, sino más bien por anónimas voces, es el principio de nuestro Himno Nacional y está allí para sugerir el comienzo de la última guerra de independencia. Acaso infiera agravio con estas ex plicaciones á la perspicacia de los lectores y por ello pido excusas, asegurando que en último caso la más agraviada es la autora, pues demuestra poca confianza en la transparencia de sus simbolismos.

La fuma es dicho común entre tabaqueros, y significa los tabacos que, á razón de uno por cada cincuenta que haga, tiene derecho á llevarse el operario, más uno en la boca.


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Sunday, February 2, 2020

Agua de Tinajón (un poema de Aurelia Castillo de González)


Agua santa de este suelo
en que se meció mi cuna,
agua grata cual ninguna,
que bajas pura del cielo.

Yo te beso con anhelo,
casi con mística unción,
pues creo que tus gotas son
de mi madre el tierno llanto
al ver que me quiere tanto
Camagüey, tu corazón.


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Monday, January 27, 2020

La casa (y dos poemas), de Aurelia Castillo de González - Camagüey, Enero 27, 1842-Agosto 7, 1920

Calle Cristo esq. Callejón del Templador
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Expulsada 

Te fuiste para siempre. Quedé en el mundo sola.
Mis lágrimas corrieron un año y otro año.
Gritáronme, de arriba: "¡Anda!", y anduve errante
y al fin me vi, de nuevo, en vuestro hogar de antaño.

Tu espíritu amoroso flotaba en todas partes.
Cantaba con las aves, perfumaba en las flores.
Con el véspero triste me enviaba tu sudario,
y, envuelta en él, soñaba nuestros dulces amores.

En el portal extenso contigo me veía,
paseando alegremente, cual buenos compañeros.
Ya el sol se recataba tras la cercana loma,
y aun tardarían mucho en brillar los luceros.

Bañábannos a un tiempo los cuerpos y las almas,
la brisa que era suave como un rozar de plumas,
la luz, que era soberbia cual luz de paraíso,
la dicha, que era clara como un cielo sin brumas.

Sin ser nuestro retiro agreste por completo,
de sepulcral silencio ni soledades vastas,
libertad nos brindaba, ante el inmenso espacio,
para coloquios tiernos, pasa expansiones castas.

Y, de pronto, te dije con juvenil locura,
estrechando en mi mano tu mano grande y fuerte,
como de hombre a hombre, cual de Orestes a Pílades:
"¡Compañeros y amigos hasta la misma muerte!"

Irradió tu semblante, con íntimo contento,
de igualdad y de fuerza oyendo mis alardes.
Tras el charlar festivo mi grande amor sentías.
¡Oh, qué tardes aquellas, qué dulcísimas tardes!

Así iba recorriendo, con un deleite extraño,
nonada por nonada, nuestra existencia aquella.
La flor que me trajiste como hallazgo y en triunfo,
otra vez contemplaba como la flor más bella.

Y así me iba engañando, viviendo en otros tiempos,
destruyendo el presente, minuto por minuto.
Aún paladear creía, como ninguno grato,
el que tú me llevabas del vergel dulce fruto.

Vibraban en el aire, unidas, nuestras voces,
unidas, nuestras sombras poblaban el recinto,
y sin ayer el tiempo, sin hoy y sin mañana,
deslizábase eterno, inmutable, indistinto.

Mi espíritu fue, entonces, subiendo a ti por grados.
La soledad austera llevóme hasta tu altura.
Viví entonces, contigo, sin verte , sin oírte,
sin los torpes sentidos, con el alma, ¡que es pura!

Y "aquí, te prometía, en este cielo nuestro,
vivirán nuestras almas mientras tu amante viva".
El mundo no entendía mi cándido delirio,
y yo escuchaba al mundo serena y compasiva.

Y, cuando reposaba tranquila en aquel sueño,
en nuestro umbral sagrado oí la voz infanda.
Tocaron en mi cuerpo las manos criminales
y el rencoroso arcángel gritó de nuevo : "¡Anda!"



Victoriosa

¡La bandera en el Morro¡ ¿No es un sueño?
¡La bandera en Palacio¡ ¿No es delirio?
¿Ceso del corazón el cruel martirio?
¿Realizose por fin el arduo empeño?

¡Muestra tu rostro juvenil, risueño,
Enciende, ¡oh Cuba¡ de tu Pascua el cirio,
Que surge tu bandera como un lirio,
Único en los colores y el diseño¡

Sus anchos pliegues el espacio libran
Los mástiles que altivos se levantan,
Los niños la conocen la adoran.

¡Y al solo verla nuestros cuerpos vibran¡
¡Y solo al verla nuestros labios cantan¡
¡Y solo al verla nuestros ojos lloran¡


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Fotos Agosto 2019
(las anteriores son de inicios de 2019)


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(Revista Social. 1920) Aurelia Castillo. Apuntes autobiográficos. Su retrato preferido. Dos poemas, que según ella, reflejan su "personalidad literaria"


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Poesía para niños (de Aurelia Castillo de González)


Revista Pulgarcito. Cuba, 1919, 1920


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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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