La ciudad de Miami, ha sido el escenario acertado para la realización del estreno mundial de la obra teatral “El Gran Circo Maravillas cierra por fin sus puertas”, último texto dramático del reconocido autor cubano residente en España, Abilio Estévez -escrito durante el pasado año 2024- el cual ha subido a las tablas del Sandrell Rivers Theater, en una puesta de Antiheroes Project, bajo la dirección de José Manuel Domínguez junto con Micheline Calvert, contando con la participación de un extenso elenco integrado por Juan David Ferrer, Mijail Mulkay, Reina Ivis Canosa, Jorge Hernández, Nabilah Molina, Andy Barbosa, Omar Rolando, Crhis Gómez, Alejandro Rentería y la propia Calvert.
Estévez, quien además de escribir teatro posee una obra diversa, que incluye novela, cuento, poesía y ensayo, habiendo sido traducida a varios idiomas, ha recibido múltiples reconocimientos por la misma. Su dramaturgia, la cual ha contribuido a afianzar su nombre nivel internacional está integrada por La verdadera culpa de Juan Clemente Zenea, Perla Marina, Un sueño feliz, Santa Cecilia, La noche, El enano en la botella, Freddie, La última función, Josefina la viajera, Los adioses, Las palomas y el general, de las que algunas de ellas han subido a las tablas de esta ciudad bajo la dirección de José González, Lilliam Vega, Alberto Sarraín y Rolando Moreno.
Con esta nueva entrega, su autor nos enfrenta a una obra que recurre a la alegoría como recurso para transmitir un discurso desgarrador que denuncia la terrible situación de represión y censura que ha venido sufriendo el pueblo de Cuba durante más de seis oscuras décadas. El texto de un marcado carácter contestatario, se desborda en imágenes dirigidas hacia un público conocedor de consignas, lemas y frases extraídas de adoctrinadoras y demagogas arengas politiqueras, que se han encargado de saturar el espectro ideológico de un pueblo.
Con sutil imaginación, Estévez logra encajar los diversos componentes que integran este supuesto descalabrado circo abocado a su cierre, con la devastadora situación de todo un país que al igual que aquel, se encuentra en ruinas. Circo y país, el dramaturgo los coloca a un mismo nivel de devastación material y moral, reimaginando por medio de la bancarrota de una destartalada instalación recreativa el que ha sido el devenir de toda una nación. Por medio de personajes tales como el Atroz el Magnifico-Mago-Director del circo, la Madre, el Joven Trapecista que quiere escapar, la Contorsionista-conspiradora, la Mujer Barbuda-Adivina-mano derecha de Atroz, Martí-la Sombra, el Payaso-Poeta Triste, El Personaje Indestructible-el Dandy, la Rumbera Coja-Medium-amiga de Ninón Sevilla y el Domador de Leones-conocido de Lenin, se hace desfilar en escena las miserias humanas, contradicciones, frustraciones y anhelos de unos supuestos artistas circenses en contrastante representación de ciudadanos de todo un país.
Si bien la temática de la obra se ciñe a la situación cubana en concreto como ya hemos apuntado, la misma podría amplificarse hacia la de cualquier nación viviendo bajo similares condiciones dictatoriales y represivas, a fin de cuentas, las dictaduras no conocen de diferencias a la hora de reprimir, de coartar los derechos, libertades y aspiraciones de los ciudadanos, por ello no consideramos que el mensaje ofrecido por el autor de modo alguno pueda ser de interés solamente para el público de un país determinado.
Una consideración que desde nuestra visión podría lastrar en cierta medida la puesta en escena es su duración, ya que estando estructurada en dos actos -de alrededor de una hora cada uno- la misma se resiente, provocado en parte por alguna reiteración en las ideas expuestas. De igual forma la introducción de alusiones a otras obras de este autor, tanto teatrales -La Noche- como de su novelística -como podrían ser Los palacios distantes o El bailarín ruso de Montecarlo- no se integran de forma convincente a la intencionalidad de la historia tratada, pero sí contribuyendo a alargar el tiempo en escena.
Es necesario aclarar que dicho texto dramático no se encuentra construido sobre la tradicional estructura teatral -exposición, nudo y desenlace- sino que se nos presenta como secuencias de cuadros o escenas casi independientes a modo de retablo, portadoras cada una de sus propias historias, aunque todas poseen un hilo conductor central a modo de superobjetivo: las consecuencias frente a la desaparición inminente de la carpa circense constituida en hogar y patria. Si bien tuvimos conocimiento que fue realizado un trabajo de reajustes del texto original, somos de la opinión que aun así se podría haberse considerado tener en cuenta una mayor simplificación de este, en aras de ganar dinamismo en escena. Literato al fin, Estévez tiende a ser pródigo con su escritura, pero ello cuando del género dramático se trata requiere una alerta, teniendo en cuenta que, aunque el teatro es sin duda también literatura, su fin último es la representación sobre las tablas, lo cual requiere de un tempo, construcción y ejecución muy bien determinada.
Un aspecto apreciado en escena -producto del texto- que resta además algo de agilidad a la acción, resulta ser que al estar estructurada la obra en cuadros independientes con sus propios discursos -como señalamos con anterioridad- ello no ofrece una línea de acción dramática que conduzca la trama hacia algún tipo de desenlace, obteniendo por tanto como resultado una suma de escenas de carácter expositivas, en este caso de contenido marcadamente político, que en su intencionada función de denuncia, corre el peligro de recibirse con cierto sesgo de propaganda maniquea. Con lo anterior no pretendemos negar de manera alguna la necesidad que desde el teatro cubano se ponga en evidencia, denunciando la terrible realidad -que ante la indolencia de los mismos artistas e intelectuales a nivel internacional- se ha venido cometiendo dentro de la isla de Cuba con total impunidad, propósito que Estévez con el presente texto hace de manera abierta y valiente.
En cuanto al desempeño de los actores, en conjunto ofrecieron un acertado trabajo a la vez que un casi parejo nivel de interpretación, lo que no es muy habitual encontrar cuando se está en presencia de un elenco numeroso como el presente en esta obra. Juan David Ferrer (Director del circo), Micheline Calvert (la Madre), Mijail Mulkay (Domador de leones), Reina Ivis Canosa (Rumbera coja), Jorge Hernández (Personaje Indestructible), Nabilah Molina (Mujer Barbuda), Andy Barbosa (Martí), Omar Rolando (Trapecista), Crhis Gómez (Contorsionista) y Alejandro Rentería (Payaso-Poeta triste), lograron otorgarle en mayor o menor medida a sus personajes la carga de sentimiento, ironía y sarcasmo requerido, asumiendo con rigor sus respectivas caracterizaciones.
Al profundizar en el trabajo individual de cada actor, tendríamos que agregar que Ferrer dejó claro el por qué del prestigio ganado a través de su trayectoria artística, su fuerza y proyección escénica, su sentido de la racionalidad en la incorporación de su malvado personaje -identificado claramente con el autócrata Castro- logró causar el deseado rechazo que su rol provoca. Por su parte Mulkay, hace derroche de sarcasmo a través de pequeños matices en su interpretación, lo que convierte su trabajo en uno de los más interesantes en escena. Molina, construye un sólido personaje, miserable, ruin, lacayo, delator, peligroso, para el que requiere la utilización de un conjunto de recursos expresivos los cuales maneja de manera excelente, obteniendo como resultado el repudio que su personaje requiere.
Hernández, quien nos tiene acostumbrado a su buen decir y precisas caracterizaciones, es el encargado de conjugar música y texto, saliendo exitoso tanto de momentos cargados de profunda ironía y cierto humor, como de otros donde el lirismo traslada su interpretación hacia otros espacios. Aunque con solo dos breves apariciones, Calvert -desde algún tiempo alejada de los escenarios- actriz de larga y fecunda carrera, con su personaje es la responsable de aportar momentos de conmovedora carga emotiva. Canosa, con fuerte presencia escénica, se desdobla en una interpretación que transcurre desde intervenciones ocurrentes y picarescas, hacia otras de dolidos desgarramientos, obteniendo convincentes resultados. Representar a Martí sobre las tablas, siempre será un reto para vencer por parte del actor que se lo proponga y en esta ocasión la incorporación asumida por Barbosa, lejos de procurar una caracterización estrictamente realista, regala en breve tiempo una sugerente incorporación con meritorio resultado, trabajo con el cual enriquece su trayectoria artística.
En cuanto a los jóvenes Rolando, Gómez y Rentería, aunque inobjetablemente los tres se propusieron sacar adelante sus respectivos personajes, se hizo evidente cierto distanciamiento en la construcción e interiorización psicológica de los mismos, aspecto que no les permitió establecer su desempeño al mismo nivel del resto de sus compañeros de escenario, aunque sí mostraron buen desempeño en el conjunto de sus acciones físicas, en algunas ocasiones necesitadas de exigentes habilidades.
Llegado este momento, es necesario reparar en la labor de José Manuel Domínguez, al frente de la presente propuesta escénica con la cual queda demostrado que para este teatrista las posibles limitaciones producto de su pérdida de visión, no representan obstáculo alguno al momento de realizar su obra artística. Ya sea desde la dirección o desde el propio escenario como actor, Domínguez asume los retos conscientes de sus limitaciones, pero con la convicción de que siempre podrá superarlos con su talento, sus nuevas habilidades incorporadas, su conocimiento y profesionalismo. Lo que para cualquier otra persona podría significar renunciar a sus sueños, para este creador se convierte en meta a vencer y ello ha quedado nuevamente evidenciado para satisfacción de todos los que a través del tiempo hemos seguido de cerca su trayectoria artística. A lo anterior habría que añadir el magnífico trabajo de colaboración que con Domínguez, ha venido realizando desde hace algún tiempo la actriz Micheline Calvert, convertida ahora además en directora asistente, quien con su vasta experiencia sobre las tablas se ha transformado en ideal soporte de acompañamiento creativo.
No sería justo dejar de nombrar a todo el equipo técnico, que sin lugar a duda complementa el trabajo disfrutado sobre el escenario. Este estuvo integrado Celia Ledón, creadora de una magnífica concepción de vestuario, Giorge Michel Millán con una sencilla, pero apropiada escenografía, Jorge Hernández y su siempre efectiva producción musical, Pedro J. Abreu al frente de la muy necesaria publicidad, así como con Yomara Tejada y Alex Negrón en la fundamental producción general.
Nos gustaría cerrar con unas palabras del propio José Manuel Domínguez, escritas para el programa de mano, que sin duda recogen el significado de haber tenido la posibilidad de involucrarse todos los que lo hicieron, en este proyecto: “…prepárense a volar. Porque esta obra -ya lo dijimos- está en el aire, y está más allá del teatro: más allá de la historia que cuenta, de los vivos y los muertos que habitan nuestra realidad. En esta obra hemos sido felices, creo que todos sin excepción, algo que en estos días es bastante difícil de alcanzar.”
Wilfredo A. Ramos.
Miami, septiembre 30, 2025.



















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