Martí Productions, digna continuadora de la tristemente desaparecida Sociedad Pro-Arte Grateli, fundada por Pili de la Rosa y Demetrio Menéndez en 1968, presentó, en el Dennis C. Moss Center Cultural Arts Center de Cutler Bay, la gustada zarzuela cubana Cecilia Valdés, del gran compositor y director de orquesta Gonzalo Roig (1890-1970), de nuevo con el mismo formato de concierto ofrecido y exitosamente probado en agosto de 2023.
Me pareció muy original y orgánico que el compositor le fuera contando y mostrando a Cirilo Villaverde, escritor de la novela base de la obra –y al público en general – cómo fue desarrollando musical y dramatúrgicamente su argumento, por aquello de que “vista (y oído, sobre todo oído) hacen fe”, y así nos pudimos enterar además de anécdotas muy interesantes sobre su concepción, como la que sigue:
La Cecilia Valdés yo la escribí en un mes y días. Pero no fue solo escribirla, sino instrumentarla también. Estaba dedicado exclusivamente a la obra. Yo vivía nada más que para aquello. Me ponía un mono por la mañana, me iba para el teatro y allí me llevaban la comida.
También de que el primero que escuchó la partitura completa de su zarzuela Cecilia Valdés (1932) fue precisamente otro grande de la música cubana, el maestro Ernesto Lecuona; anécdota que pude completar cuando me preparaba para escribir esta reseña:
(…) Llamé a Lecuona por teléfono y le dije que quería que viniera a mi casa para tocarle algo nuevo que había compuesto. Acudió esa misma tarde, acompañado de su hermana Ernestina, y después de los saludos efusivos de ambos, me senté al piano, y comencé a tocar.Pese a la fama que tienen los artistas de que viven nada más que para su propia obra, sin ojos ni oídos para la de los demás creadores, los hermanos Lecuona no son así, sino todo lo contrario, y escucharon con gran interés y paciencia toda la partitura. Al finalizar, Ernesto se levantó y me dio un gran abrazo, diciéndome:“Es la mejor zarzuela cubana que se ha escrito, y vas a ver qué gran éxito le espera. Te felicito de todo corazón”.
Para que se pueda aquilatar mejor en toda su dimensión este tan elogioso juicio de Lecuona, ya este genio había dado a conocer sus bellísimas zarzuelas El cafetal en 1927, y María la O en 1930, y triunfado tanto en Cuba como en el extranjero.
Antes de pasar a glosar a los cantantes, es de justicia que celebre el desempeño de Jesús Brañas y de Paut William, como Roig y Villaverde respectivamente, nunca envarados ni engolados, sino muy amenos y naturales, como debe ser.
Jesús Brañas y Paut William,
como Roig y Villaverde.
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Ambas funciones comenzaron con los bailarines de la Ifé- Ilé Dance Company, dirigida por Nery Torres, caracterizados como los orichas de nuestra rica religión yoruba –o mitología para los no creyentes–, con vistosos trajes acordes a cada una de las poderosas deidades representadas, lo cual me pareció un hermoso homenaje reivindicativo a nuestra fuerte herencia africana, de la que muchas veces los cubanos blancos – y ni tanto– católicos reniegan, aunque en secreto acudan al babalawo cuando tienen algún problema familiar o de salud.
Ifé-Ilé Dance Company de Nery Torres,
en “Cuna de Mercé” y el
Coro Voices of Miami al fondo.
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Debo parar en seco ahora el quitrín –porque “nobleza obliga”, como se decía antaño–, para celebrar el Po, po, po de Tania Martí, como Dolores Santa Cruz, quien aparte de ser la fundadora y directora de Martí Productions a cargo de esta exitosa puesta, brindó la que para mí fue la actuación más impactante de las dos funciones, a la par de la de las dos excelentes protagonistas (que sé que no se van a poner celosas, porque admiran a Tania tanto como yo).
Tania Martí como Dolores Santa Cruz.
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En la noche del sábado 11 de octubre de 2025, la reconocida y laureada soprano cubana Eglise Gutiérrez no solo interpretó el personaje titular, sino que “fue” Cecilia, desde el aria de su salida, cual “cascabel y campana”, y en su “alma cubana la alegría de vivir” –como reza la emblemática letra, y con el sobreagudo final limpio y bordado –como lo han hecho las sopranos referentes en este rol, léase Blanca Varela o la paradigmática Alina Sánchez.
Eglise Gutiérrez en la “Salida de Cecilia”.
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A su vez, el joven Leonardo Gamboa fue “encarnado” por Martín Nusspaumer, quien demostró su clase como inspirado tenor desde el aria “Habana, mi dulce Habana”, precedido y arropado por el afinado coro Voces of Miami, dirigido por Greisel Dominguez, que hizo una hermosa labor vocal con la hermosa marcha “Somos los estudiantes”, a la que la excelente batuta de la Maestro Marlene Urbay, al igual que a todas las partituras de Roig de esta zarzuela, hizo que sonara y se escuchara como si la Florida Chamber Orchestra fuera una gran orquesta sinfónica y no de cámara.
El apasionado enamorado de Cecilia –y no correspondido por ella– José Dolores Pimienta, fue excelentemente interpretado y cantado por el barítono Armando Naranjo, quien brindó una muy hermosa e impecable romanza “La dulce quimera”.
Armando Naranjo
como José Dolores Pimienta.
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Laura de Mare, como “la niña blanca” Isabel Lincheta, cantó muy bien su aria de las flores, con sobreagudo final incluido, y su dúo con Nusspaumer estuvo muy bien actuado, acoplado y hermoso, al igual que en el cuarteto titulado “Gavota”, con Yohan Rodríguez y Erwin Cárdenas.
Martin Nusspaumer, como Leonardo;
y Laura de Mare como Isabel Lincheta.
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Ifé- Ilé Dance Company, dirigida por Nery Torres, volvió a sobresalir en el cuadro de los esclavos, con excelente acople rítmico y danzario, así como dos momentos de clímax de gran belleza plástica: el primero, entre el despiadado mayoral y una de las esclavas, y luego, un duelo entre el mayoral y uno de los esclavos.
Ifé-Ilé Dance Company,
con el Coro Voices of Miami al fondo,
en “Ya la campana soná”,
y Carlos Silva como el esclavo.
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El tenor Carlos Silva se sumó al banquete vocal que fue esta representación de Cecilia, con su sentida interpretación del aria del “pobre negro gangá, que no tiene ya libertad”, mientras que Grethel Ortiz, como Dolorita, se “robó” al público con su tango congo “Etanilá”, pero eché en falta al Gallego y al Negrito que la debieron acompañar para hacer aún más simpática esta escena, infaltable en el teatro vernáculo costumbrista cubano, pero disculpo totalmente a la dirección y a la producción por omitirlos, para evitar herir la hipersensibilidad –y la protesta– de la ACLU, en representación de los afrodescendientes del Condado, si se hubiera pintado a un actor blanco de negro para hacer dicho papel, y lo mismo sé que sucedió con el no maquillaje oscuro de Tania para su Dolores Santacruz.
Grethel Ortiz como Dolorita.
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En el dúo de Cecilia con Leonardo, Eglise y Martín cantaron y actuaron con gran dominio escénico, tanto vocal como actoral, sobre todo Eglise, que estuvo admirablemente conmovedora y sin fallar una nota, a pesar del intenso drama que está viviendo.
Eglise y Martín, en el gran dúo
de Cecilia y Leonardo,
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La bellísima contradanza de esta zarzuela, de nuevo a cargo de los bailarines de Ifé- Ilé Dance Company, estuvo muy bien montada y bailada, aunque los trajes femeninos estuvieron totalmente fuera de época, con miriñaques que recordaban a las meninas de Velázquez –e incluso, en la función del domingo, una de las “contradanzantes” tenía el miriñaque de un solo lado; pero se entiende que en una función de concierto como esta, el vestuario “de época” no es mandatorio, máxime cuando hay limitaciones de presupuesto.
Muy bien y emotiva la actuación de Eglise Gutiérrez ante la cuna “de su niña” —y en general durante toda la función— y en la escena final de la zarzuela, donde ocurre el asesinato de Leonardo por parte de Pimienta, la acción fue muy bien resuelta dramatúrgicamente, tanto por ella como por Naranjo, y su reclamo a este por su crimen fue de una veracidad conmovedora.
Pero, bueno, hasta aquí solo me he referido a la Cecilia del sábado 11 de octubre de 2025, pero el domingo 12 de octubre se volvió a representar la zarzuela, esta vez con la talentosa soprano puertorriqueña Marinel Cruz en el rol titular, pero antes de pasar a glosar su también excelente desempeño, quiero comentar – y enfatizar– algo muy hermoso sobre Eglise Gutiérrez, que no es muy común en el mundo artístico, famoso por la competencia y la rivalidad entre las divas (y los divos): su total apoyo y disposición a que Marinel doblara el personaje con ella, nada menos que en su debut como Cecilia Valdés, un gesto muy hermoso que la engrandece aún más como artista y como ser humano.
Dio la casualidad de que Eglise y la también gran soprano Yetzabel Arias estuvieron sentadas en la fila detrás de la mía, por lo que pude escuchar y ver cómo las dos aplaudieron con gran efusividad a Marinel durante toda su Cecilia.
Ya el solo hecho de que Eglise acudiera a ver a su “rival” –sin que “esa niña boricua, del pecho le arranque la calma y la paz”, y “sin que la rabia la mate”, parafraseando el gran dúo de Cecilia y Leonardo–, es una muy elocuente prueba de la admiración y la amistad existente entre ambas.
Como ya dije anteriormente, la función del domingo 12 de octubre marcó el debut de la talentosa “niña boricua” Marinel Cruz como Cecilia Valdés, y ello para mí tiene un significado tremendo –y no voy a recurrir a eso tan manido que todos los cubanos tenemos en mente cuando se trata de Puerto Rico, nuestra hermana y “alada” isla.
Si bien fue una soprano mexicana –asentada en Cuba– llamada Elisa Altamirano, quien la estrenara en La Habana en 1932, el hecho de que en octubre de 2025, una soprano de “la Isla del Encanto” y otra de Cuba (¡y holguinera, señores!), hayan sido quienes la han vuelto a revivir en Miami, “de la mano de Manny Albelo, Tania Martí y bajo la batuta de Marlene Urbay”. como puse en el título, me hace pensar que tanto Cirilo Villaverde como Gonzalo Roig deben estar muy complacidos, sea tanto en “el panteón de los imprescindibles” que habitan por derecho propio, o en esa sobrecama de cuadritos que dice Manuel Vázquez Portal que es la cultura cubana –y que nos cobija a todos por igual.
Me concentro entonces en la ya mencionada función dominical, de la que me limitaré a comentar solo la actuación de Marinel, ya que no hubo ningún cambio de intérprete en los otros personajes, si bien noté que, tanto Martín como Carlos Silva, cantaron mejor que en la función del sábado, me imagino que ya con menos nervios que el día del estreno, como es lógico.
En la tarde del domingo 12 de octubre de 2025, la soprano Marinel Cruz resultó gloriosamente invicta contra los nervios inherentes a un debut como tal, pues también, como Eglise, se transmutó en Cecilia, desde el aria de su salida, con ese sobreagudo final que uno siempre espera con Alina Sánchez en mente –y en su “alma cubana la alegría de vivir”, que luego la traición de Leonardo convertiría en reclamo, en el Gran dúo con Leonardo, y luego en pena y dolor ante la cuna de su pequeña hija, estados de ánimo que Marinel vivió como suyos, al extremo de las lágrimas, pero sin que ello afectara su impecable desempeño vocal y actoral, sobre todo al final, cuando Pimienta asesina a Leonardo el día de su boda con Isabel Lincheta, y Marinel Cruz lo increpa y lo acusa: “Has matado a mi amor”.
Marinel Cruz en “la Salida de Cecilia”,
con el coro Voices of Miami.
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Marinel Cruz en “la Salida de Cecilia”.
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de Cecilia y Leonardo.
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“Duerme hija mía, mi pequeña duerme”.
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con la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre
al fondo, a la que suplica su perdón
por “el pecado que cometió”.
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En fin, otro gran triunfo más de Martí Productions, en su admirable cruzada por mantener vivo este género en Miami, gracias al talento y al admirable esfuerzo de Tania Martí, Manny Arbelo y de la Maestro Marlene Urbay, con su Florida Chamber Orchestra, siempre dispuesta a acompañar musicalmente, sea una ópera, una zarzuela o un ballet.
Gracias también al Departamento de Asuntos Culturales del Miami Dade County; al Miami Dade County Auditorium Away from Home Series y a Artes Miami, por su apoyo a Martí Productions para realizar estas dos funciones en el Moss Arts Cultural Center.
Fotos: Lester Llanes (cortesía de Martí Productions)



















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