Wednesday, October 22, 2025

Antonio Menéndez Peláez, de Camagüey a Sevilla en un vuelo poco recordado. (por Carlos A. Peón-Casas)


El singular periplo se remonta al año 1936. Fue un homenaje del piloto asturiano cubano a los valientes aviadores Barberán y Collar que hicieron el mismo recorrido, pero a la inversa en el año 1933.

Monumento, en Camagüey, a
Mariano Barberán y Joaquín Collar.
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El punto de despegue en la ciudad agramontina, era el primer recordatorio a la gesta de los pilotos españoles, que cruzaron el Atlántico por su parte más ancha y sin escalas.

Era el día 12 de Enero de 1936 y los pocos testigos al uso vieron partir al piloto en su monoplano Lockhead Sirius 8, bautizado con el sugerente nombre del 4 de Septiembre, un dato que revelamos en algún punto de este relato.

El aparato había sido reacondicionado, luego que el piloto lo comprara por solo 1000 dólares, y la susodicha reparación había importado 35000. Incluyendo tanques de gasolina bajo las alas para permitir mayor autonomía.

Menéndez tuvo el apoyo incondicional del ejército cubano, al que se había sumado como piloto, y se dice de buena tinta, que fue el propio General Batista quien sugirió el nombre del aeroplano en honor a su movimiento revolucionario contra Machado

Su vuelo empero se haría con escalas, y llevaría al piloto hasta Brasil, punto escogido para el salto sobre el Atlantico, para desde allí recorrer los más de 3000 kilómetros hasta tierras africanas en Senegal, en 17 horas y treinta y cinco minutos.

El diario español ABC reseñaba el hecho en un artículo escrito en el año 2016, al cumplirse el aniversario 80 de este suceso, tan señero para la historia de la aviación mundial:
Menéndez Peláez logró cruzar el charco y llegar a Sevilla con una aeronave con cabina descubierta («una moto sobre un bidón de gasolina», según definición de un historiador aeronáutico) que no llevaba radio (para aligerar la nave de peso) y cuyos instrumentos de navegación se limitaban prácticamente a una brújula y una rústica esfera que le indicaba el horizonte cuando las nubes le impedían ver más allá de unos pocos metros. Las crónicas de la época cuentan que el valeroso piloto encontró sobre el Atlántico vientos fuertes y mal tiempo que le obligaron a volar en muchas ocasiones, «a casi a ras del agua».
Se pueden encontrar otros pormenores, que hoy nos sorprenden por la audacia increíble de aquel pionero de la todavía incipiente navegación aérea:
Menéndez Peláez, de 33 años, tuvo que demostrar su pericia tomando como referencia los barcos en ruta que avistaba desde su aparato. Tras descender por varios países del continente, buscando la distancia más corta entre América y África que su avión, de sólo 8,25 metros de longitud, le permitía cruzar…
La misma fuente nos deja en otro punto la historia personal del joven y atrevido piloto que se jugó la vida literalmente en tan arriesgada empresa:
Antonio Menéndez emigró a Cuba siendo un adolescente desde su Asturias natal, siguiendo el camino de su padre, del que pronto se distanciaría. Fue dependiente de comercio, chófer de autos de alquiler, mecánico automotriz, fogonero, pescador y barquero en la Bahía de Cienfuegos, pero su sueño en la vida era ser piloto de aviación.

Se nacionalizó cubano a finales de 1927 para poder estudiar en la Escuela de Aviación Greer Collage, de Chicago, y tras terminar su curso de piloto, con apenas 25 horas de instrucción de vuelo, compró un avión biplano Waco y voló con él a La Habana. Prestó sus servicios en Aerolínea Cubana de Aviación, pero quería cruzar el Atlántico en solitario.
Su sueño acabaría por hacerse realidad y su arriesgado periplo lo ubicó en las ciudad sevillana después de 72 horas y 36 minutos de arduo bregar contra los temibles vientos y la furia del océano. Al pisar suelo español manifestó su contento y su orgullo:
Sobrio y valeroso, como los héroes de esa época, Menéndez le restó mérito a su hazaña, se limitó a decir a los periodistas que lo esperaban en Tablada, uno de ellos de ABC, que su mayor emoción durante todas esas horas de vuelo fue «pisar la tierra de España». En una entrevista posterior se limitó a decir: «Vengo a retribuir el vuelo de los heroicos aviadores españoles Barberán y Collar y traigo a España el saludo de Cuba». Y añadió: «Mis padres viven en un pueblecito de Asturias y les daré la sorpresa de mi visita».
Con honores regresó a Cuba para contraer nupcias con su prometida, una joven muchacha: Ofelia Brugueras, nativa de la zona de Manicaragua en la entonces provincia de Las Villas.


Pero la vida juntos se esfumó como un soplo. La esposa embarazada lo esperó en vano cuando el joven y tenaz piloto emprendiera, junto a otro tres ases cubanos, un vuelo conmemorativo por las tierras americanas en conmemoración del descubridor Cristóbal Colón.
Visitaron 26 países y en la parte final del viaje Menéndez y sus tres compañeros cruzan el Pacífico desde Cali a Buenaventura. Según los expertos, era una ruta poco adecuada por la falta de potencia de los aparatos cubanos… La muerte les esperaba al lado izquierdo, en el valle del Cauca, y toda la escuadrilla cubana se estrelló. Los aparatos se incendiaron y murieron al instante todos sus ocupantes: los pilotos, los mecánicos de vuelo y un periodista que viajaba con Menéndez y que era el cronista oficial del viaje. Era el 29 de diciembre de 1937.



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Con notas del artículo: “El aviador romántico que cruzó el Atlántico sin radio y que llegó a Sevilla el día de San Valentín”. En Diario ABC de Sevilla. Jesús Alvarez. 14/02/2016. (Versión digital)

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