En mis manos discurre este interesantísimo tratado literario del ya citado y eximio profesor y crítico, Raimundo Lazo, orgullosamente hijo del Camagüey.
La obra intitulada: “Gertrudis Gómez de Avellaneda. La mujer y la poesía lírica.”, es de esas publicaciones que asaltan nuestra curiosidad en este estadio miamense, cuando manos amigas me van dotando con cariño, con lo que promete ser mi biblioteca futura en esta tierra de promisión.
Sin dudas se trata de un tratado singular donde el ensayista se ve a sí mismo: “… impulsado por propósito de crítica comprensiva y justa.”
Y como además de profesarle afán a la literatura, también desde su experiencia como hombre de leyes y abogado defensor de casos difíciles y hasta imposibles, nos deja saber que se constituye con todo apego a la verdad, en “abogado defensor de la polemizada poetisa de Cuba”
Su proximidad a Tula, a la poetisa y a la mujer, pasa según su propia referencia por un acto que deja establecido como de indudable y
… cierta valentía para luchar con observaciones, análisis y argumentos, contra arraigados prejuicios que han dominado en la crítica de la gran mujer y de la gran poetisa lírica: la especie de masculinización implícita en la difundida frase es mucho hombre esa mujer, y lo presuntamente contradictorio, superficial y apasionadamente discutido, de su españolísmo y su cubanía en el marco de lo hispanoamericano."
El libro va sin dudas bien dotado con un magnífico Guión Cronológico Biobibliografico, que procede al bien pensado estudio crítico de la obra nuestra poetisa camagüeyana y universal, donde los análisis líricos, estilísticos y léxicos, se complementan con abordajes de más calado hacia otras coordenadas más existenciales de nuestra Avellaneda en su ideario y sus más íntimas convicciones.
Los fragmentos y textos poéticos son la imprescindible apoyatura donde el ensayista nos explícita la hondura inabarcable de su poesía y que quiere hacernos resaltar y admirar con siempre deleitable asombro.
De entre tanto verso audaz y creativo que el ensayista resalta de nuestra nunca bien ponderada poetisa, entresaco en afán conclusivo, esta perla poética titulada Al Destino:
Escrito estaba, sí: se rompe en vano
Una vez y otra la fatal cadena,
Y mi vigor por recobrar me afano.
Escrito estaba: el cielo me condena
A tornar siempre al cautiverio rudo,
Y yo obediente acudo,
Restaurando eslabones
Que cada vez más rígidos me oprimen;
Pues del yugo fatal no me redimen
De mi altivez postreras convulsiones.
¡Heme aquí! ¡Tuya soy! ¡Dispón, destino,
De tu víctima dócil! Yo me entrego
Cual hoja seca al raudo torbellino
Que la arrebata ciego.
¡Tuya soy! ¡Heme aquí! ¡Todo lo puedes!
Tu capricho es mi ley: sacia tu saña...
Pero sabe, ¡oh cruel!, que no me engaña
La sonrisa falaz que hoy me concedes.
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