Tuesday, April 2, 2024

“Sed en la calle del agua”, Estreno Mundial de Nilo Cruz en escenarios de Miami. (por Wilfredo A. Ramos)


“Todo buen arte es una indiscreción”. Tennesse Williams.


Nilo Cruz
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La presencia de obras del reconocido y laureado dramaturgo cubano-americano Nilo Cruz, en el ámbito teatral de Miami, es vista como un acto de justa pertenencia a una comunidad donde este artista dió sus primeros pasos dentro del mundo teatral, cuando iniciara esa andadura a la sombra del Teatro Prometeo, institución artístico-docente creada en 1973 con el auspicio del Miami Dade College (MDC) y bajo la tutela de la actriz Teresa María Rojas, entidad esta de vital importancia para el desarrollo de actores y directores pertenecientes a la comunidad hispanoparlante, que llegara a ser la única en toda la nación con dicha característica en proporcionar titulación con nivel de college, lamentable e inexplicablemente desaparecida.

Cruz, quien fuera reconocido en el año 2003 con el prestigioso Premio Pulitzer de Teatro, por su mundialmente conocida obra “Ana en el Trópico”, continuó su formación en la ciudad de New York, como discípulo de la destacada dramaturga y directora cubano-americana María Irene Fornés, habiéndose graduado además de la Brown University, una de las nueve universidades establecidas desde antes de la independencia en 1776.


“Sed en la calle del agua” (Thirsty in the Water Street, su título en inglés), la obra que en esta oportunidad tuvo su estreno mundial en nuestros escenarios, fue escrita años atrás, manteniéndose guardada hasta que su autor la retomara, le hiciera algunos ajustes y se decidiera llevarla finalmente a las tablas.

La historia, aunque está basada en personajes de la vida real, según el autor, también posee una gran carga personal, por lo que podríamos decir que estamos en presencia de un texto con algo de influencia de la ‘auto-ficción’, término genérico muy utilizado por una parte de la literatura y de la dramaturgia contemporánea en particular, un neologismo creado en 1977 por el autor francés Serge Doubrosky.


La trama de la obra, que toma la vida de dos jóvenes pintores, Enma Rose y Joaquín, en su afán de dedicar sus vidas por entero a su arte, nos muestra como dichos deseos y aspiraciones de crear se van a ver contrapuestos a los condicionamientos que impone la vida cotidiana, llevándolos a vivir en un mundo enajenado de la realidad que les rodea.

A la fuerte relación amorosa existente entre ambos, se une un extraordinario deseo de crear una obra artística que los identifique -un sentimiento que los supera a ambos- situación que los llevará a convertirse, sin darse cuenta, en seres egoístas, incapaces de ver más allá de sus inmediatos intereses. Este hecho se hace presente de manera tangencial, no premeditado, pero que influirá en cada paso de sus propios destinos, provocando el colapso total de su relación debido a un hecho determinante y cruel: la pérdida de un hijo. Dicha adversidad pondrá incluso en peligro la continuidad de sus vidas artísticas.


Mediante este texto, Cruz nos sumerge en un mundo donde el egoísmo propio del artista se convierte en su peor pesadilla, en el que el interés principal de aquel puede llegar a alcanzar incluso un inconsciente nivel de crueldad provocado por su discapacidad al no poder apreciar la objetividad del mundo circundante. Del relato concebido por el dramaturgo se desprende el cuestionamiento de hasta donde puede ser capaz el artista de definir su posición entre la obra de arte y la vida. El autor nos coloca en la posición de jueces, donde entremos a cuestionarnos al creador como un ser obnubilado debido a ese don que la naturaleza le ha otorgado y por el cual en ocasiones llega a negar los acontecimientos que tiene a su alrededor.

El dramaturgo al mismo tiempo pasa a ser juez y parte al enfrentar al espectador con un tema existencial tan poco asumido y tenido en cuenta por parte de los propios creadores. Si bien con este texto su autor pretende de hacer un autoanálisis, de igual manera nos ofrece una señal de alarma que todos debemos de tener en cuenta.


Los cuatro personajes que dan vida a la acción del texto dramático: Enma Rose, Joaquín -ya mencionados- Dr. Thomas Grace y Don Morales, se encuentran modelados dentro de una fina línea psicologista, la cual dirigirá la obra por sutiles derroteros existencialistas, aunados a la crudeza encontrada en el teatro realista de O'neill, Williams y Miller.

En la puesta en escena, también dirigida por Cruz, que se desenvuelve dentro de una atmósfera minimalista, se encontrarán elementos que aportan simbolismo al contexto dramático, dados por igual en alguna pieza de vestuario o de escenografía y que son expuestos con certera precisión. De la misma forma, la acción se va a desarrollar en un entorno que expone la claustrofobia en la que se desenvuelve la vida de esta pareja de artistas, en el momento que es narrado por el autor.

Esta obra va a dejar un sabor amargo al espectador, obligándolo a sopesar diversas posibilidades y hacer diferentes análisis, para así llegar a sus propias conclusiones. No se está en presencia de un espectáculo hedonista, por el contrario, se nos sitúa ante la disyuntiva de juzgar entre la racionalidad de los acontecimientos que conforman la vida del hombre común y el mundo onírico, que en la mayor parte de las veces se sumerge el artista. Es en fin una obra para hacernos pensar y sacar conclusiones. Para eso también se hace teatro.

En cuanto al desempeño de los actores, hay que decir que el pequeño elenco asume sus respectivos papeles con una muy seria introspección de los mismos, dotándolos a cada una de veracidad a la vez que de un justo equilibrio entre el decir y el sentir de su interpretación.


Claudia Tomás y Daniel Romero, actores de origen cubano, quienes asumen a la pareja de jóvenes pintores, logran una comunión perfecta con sus roles. Quizás la condición de ser esposos en la vida real, hace que estos intérpretes reflejen sobre el escenario una verdad imposible de negar, donde sus diálogos y acciones se complementan en una verosímil realidad. Las actuaciones de ambos se mueven, como acostumbran a hacerlo en todos sus trabajos, sin superfluas afectaciones, ni innecesarios gestos o proyecciones altisonantes. Estos actores dominan la naturalidad en la actuación, la correcta dicción -algo no muy habitual de encontrar entre las jóvenes generaciones de actores cubanos- a la vez que controlan adecuadamente el flujo de las intenciones y matices al decir sus textos. Cada nueva oportunidad de verlos en acción, ya sea sobre las tablas o a través de la gran pantalla, amén de mostrar a dos brillantes actores, nos permite disfrutar de sus respectivas entregas.


Un personaje muy importante dentro de la trama, es sin duda el del doctor, responsabilidad que recae sobre los hombros de Carlos Acosta Milián, actor también de origen cubano, de larga trayectoria sobre las tablas y el cine, quien incorpora su personaje desde una postura de proyección mucho más teatral que naturalista, creando a su vez un distanciamiento en el decir que lo coloca en una posición de cierta extrañeza con respecto al resto de los personajes.


La participación del actor venezolano Orlando Urdaneta, figura de larga trayectoria del teatro, la radio, la televisión y el cine en su país, en el rol del padre del joven pintor, podría considerarse como una actuación especial, ya que la misma se hace presente solamente en dos momentos del desarrollo de la obra. Sin embargo ello no resta importancia a su personaje, debido a que el mismo es el encargado de reflejar los conceptos que amarran a la sociedad a través de normas, costumbres y hábitos conservadores lastrantes de las libertades del individuo, mucho más cuando de la proyección de los artistas en ella se trata. Este personaje carga con la responsabilidad compartida del desencadenamiento de los trágicos hechos que marcan la trama

Con respecto al desempeño de este actor, tenemos que apuntar, que resultó algo engorroso poder escuchar sus parlamentos en determinados momentos, producto de que hablaba sobre un volumen demasiado bajo, de igual forma su dicción en instantes no resultaba lo suficiente clara, provocando que sus textos resultaran difíciles de entender. Teniendo en cuenta la brevedad de su participación en la puesta, dicho contratiempo pudo haberse resuelto con suficiente tiempo durante los ensayos ya que con el profesionalismo y experiencia de este actor, dicha situación hubiera sido superada sin problema alguno.


Con esta nueva propuesta escénica, Arca Images continúa acertando en la entrega de títulos interesantes para el público de Miami, aunque se sienta la ausencia de obras de dramaturgos hispanohablantes asentados en el país o del resto del continente. Por otra parte podemos afirmar que la dramaturgia de Nilo Cruz sigue en un proceso de maduración, definiendo su carácter estético e incorporándose con fuerza al conjunto de las voces cubanas que desde el exilio continúan marcando la pertenencia a una cultura que se ha visto obligada a sobrepasar sus propias fronteras para sobrevivir.




Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, abril 1, 2024

Fotos/Aarón Casas. Cortesía Arca Images.

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