Wednesday, April 20, 2022

Vertientes en la memoria. Rememoraciones familiares y recuerdos. (por Carlos A. Peón Casas)


Una reciente incursión en estas mismas páginas por los anales de mi familia materna me llevó a memoriar sobre el conocido poblado de Altagracia. Hoy aludiendo a mis ancestros paternos, mi glosa tiene por norte al de Vertientes.

El poblado que data de la etapa colonial temprana, era conocido con el apelativo de Cachaza, y tiene sus conexiones con el conocido embarcadero de Santa María, donde el pirata Morgan tomo tierra para asolar Puerto Príncipe en 1668.

Justamente allí habitó mi abuelo Nicolás Peón Manso desde los tempranos años de la década del treinta del pasado siglo XX, en compañía de mi bisabuelo Don José, asturiano de pura cepa.

La vida los había juntado, cuando falleciera, todavía en la flor de la edad, Rosario, la esposa y madre de mi abuelo y de sus tres hermanas: Ramona, Rosita y Antonia. El varón como era costumbre, acompañó al padre; las hermanas pasaron a vivir con otros familiares en el entorno materno, disperso por los pueblos de Arroyo Blanco, Jatibonico y Sancti Spiritus.

Lito, como cariñosamente llamaban a José en familia, había llegado a esta ínsula, a finales del siglo XIX, cuando su providente padre consiguió abordara presurosamente un barco a Cuba para no ser enviado a la entonces terrible guerra de Marruecos.

A su llegada con solo 17 años por el puerto habanero, deambuló en uno y otro empleo de subsistencia. Gracias a sus dotes para el comercio llegaría luego de muchos avatares, a desenvolverse como dueño de alguna que otra bodega en poblados de la entonces zona jatiboniquense, en la gran y extensa provincia del Camagüey. Y ya después de enviudar, en Piedrecitas, donde pasara mi abuelo su niñez y temprana juventud.

Vertientes, ubicado en el km 33 del ramal del ferrocarril de Camagüey a Santa Cruz del Sur, sería el próximo destino.

Mi abuelo, hombre hecho a sí mismo en su impecable formación cultural, y sus afanes poéticos, heredó igualmente de su padre aquellas dotes comerciales. Y muy pronto tuvo un feliz emprendimiento en el giro de los jugos de frutas tropicales, con un popular puesto, ad usum, ubicado justo frente a la estación férrea del poblado vertientino. Un recorte ya amarillento en mi archivo, de un Boletín Comercial de la época, ubica su prospero negocio en la entonces muy popular calle Línea.

Corrían los primeros años de la década del treinta. El poblado era entonces ya sede de un próspero central azucarero que con el mismo nombre del pueblo, regentaba la Compañía Azucarera Vertientes, la fábrica databa del año 1921, y su capacidad de molida era de 775.00 arrobas(1).

Era pues un pueblo floreciente a no dudarlo. El abuelo logró levantar un honrado capital que le permitió casarse con la que sería mi inolvidable y dulce abuela Emilia Espinosa, natural de Las Villas, y residente en el poblado de San Diego, donde el abuelo la conoció. Juntos fundaron su hogar y tuvieron su propia casa en los alto del negocio, en el año 1940.

Allí nacieron sus dos primeros vástagos: mi tío Juan José y mi padre Nicolás Jr. Para mediados de los años cuarenta, mi abuelo fue capaz de invertir su capital social vertientino, en un nuevo empeño: el Hotel Europa, anexo al Hotel Plaza, aquí en la ciudad de Camagüey, en sociedad con su amigo y socio Riestra. Para entonces puso su casa en la ciudad en el reparto Beneficencia.

Pero Vertientes siguió en las coordenadas de la familia. Dos hermanos de mi abuela Emilia también se residenciaron allí y fundaron sus respectivas familias. Su padre, mi bisabuelo Félix, igualmente hubo de vivir allí hasta su deceso ya pasado los noventa años.

Por ende, mis recuerdos infantiles entroncan con viajes en compañía de la abuela Emilia a aquel simpático poblado, a medio camino al mar, ya fuera en el tren o en los ómnibus de ruta, que por entonces tenían salidas muy frecuentes, o hasta las menos de las veces, en un cómodo taxi, también disponible por sumas que hoy parecerían irrisorias a mis lectores en este hic et nunc tan devaluado.

Vertientes vivo aun en la memoria familiar le legó a la familia coordenadas inolvidables. De ese tenor de recuerdos queda, en manos de mi tía Ana María, celosa guardiana de esas memorias, una muestra fotográfica que revive tales cercanías a pesar del paso del tiempo.

Por ello, y para cerrar esta incursión memorística, dejo al lector estas fotos ilustrativas de lo que fue aquella comarca, tomadas por el lente de una antigua cámara de fuelle de mi inolvidable abuelo Nicolás, muy bien versado en aquel arte, una reliquia familiar, fabricada en el Japón ocupado de postguerra, y con la que también alcancé a hacer mis pininos fotográficos.

Las instantáneas de mi abuelo Peón, tomadas en algún minuto del año 1950, serán a no dudarlo un magnifico broche de oro para esta sentida crónica.



Bungalows del Central
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Iglesia Parroquial
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1. Este central era parte del grupo General Sugar States. Los azucares se embarcaban por la terminal de Tarafa en Nuevitas y por Santa Cruz del Sur. En Enciclopedia Popular Cubana de Luis J. Bustamante. Lex. La Habana, Cuba, 1948.

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