Thursday, August 5, 2021

El dios de la lluvia llora sobre Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


Las sequías han sido un problema crónico en la historia de la ciudad de Santiago de Cuba. En la época colonial los santiagueros pedían ayuda a los santos católicos para que lloviera. Según Emilio Bacardi en el año de 1673 se hicieron “rogativas y procesiones por la gran seca. Se saco en procesión la “reliquia” del Santo Ecce Homo, la Virgen del Carmen y el Santísimo Sacramento”.

En julio de 1840 comenzó a funcionar el acueducto construido por Dionisio Carreño el cual represo las aguas del río Paso de la Virgen y los santiagueros dejaron de mirar al cielo durante las sequías.

A inicios del siglo XX el acueducto Carreño era entonces el viejo acueducto y no tenia ya capacidad para abastecer suficientemente la ciudad cuya población había crecido. La idea de construir un nuevo acueducto floreció en al ambiente de progreso de aquellos tiempos.

El jueves 15 de enero de 1905 se inauguraron los trabajos de un nuevo acueducto que represaría las aguas del río Purgatorio. El proyecto estaba a cargo del ingeniero Joaquín Chalons, en septiembre de 1907 el nuevo acueducto comenzó a suministrar agua a la ciudad. Un año después se descubrió el Pozo de San Juan, parecía que al fin había terminado la vieja pesadilla del agua.

No tardaron sin embargo en aparecer las insuficiencias del acueducto de Chalons, las cuales han quedado reflejadas en las quejas de los vecinos publicadas por los periódicos a lo largo de varias décadas. El periódico El Cubano Libre publicaba lo siguiente en 1907: “No hay día en que no visiten esta Redacción, amigos y vecinos para quejarse de la falta de agua. Algunos no reciben el precioso liquido desde hace mas de un mes”.

El 13 de agosto de 1908, el mismo periódico decía: “hoy hemos sentido mas fétido que nunca el liquido del Acueducto Nuevo ofreciendo ¡trágala!, al paciente vecindario de Santiago”. Al año siguiente el Departamento de obras Públicas clausuró temporalmente el acueducto calificado por la prensa como “charco indecente”.


Las críticas al acueducto de Chalons se mantuvieron a lo largo de los años e incluso fueron subiendo de tono. En 1912 los periódicos La IndependenciaEl Cubano Libre en sus diatribas contra el acueducto señalaban que: “… el incalificable liquido del llamado Acueducto Nuevo, enorme charco que ha costado al país mas de un millón de pesos y que no sirve ni para abrevadero de marranos”.

El jueves 15 de septiembre de 1925 El Cubano Libre decía que cuando los vecinos abrieron las plumas en sus casas el día anterior “recibieron verdaderos chorros de fango”. ¿Cuál era el oscuro secreto del acueducto nuevo? El ingeniero Chalons había concebido en el proyecto que el embalse tuviera en el fondo una gruesa capa de cemento, la cual no se ejecuto y el fondo estaba cubierto de una tierra vegetal putrefacta que era la que daba el tufo al agua y en ocasiones enviaba chorros de fango a la ciudad.

La escasez de agua en ocasiones paralizó la urbe. Así por ejemplo, el domingo 16 de enero de 1921 no se encendió el alumbrado eléctrico, los tranvías dejaron de circular y no hubo espectáculos públicos porque no había agua para las maquinas de la Compañía Eléctrica.

Resulta particularmente interesante que al menos en dos ocasiones la cólera de los santiagueros se desbordó, produciéndose manifestaciones para reclamar al gobierno solución al problema del agua. El periódico El Cubano Libre y Oriente Literario reseñaron como sigue una de estas manifestaciones: “A las 4 p.m. del 19 de enero de 1911 partió de la Alameda Michaelson una importante manifestación de protesta organizada por la Cámara de Comercio y el Centro de la Propiedad Urbana. Se estima que participaron mas de 6 mil personas, conscientes todos de los males que se avecinaban, si Dios y la naturaleza, o el gobierno, no resolvían pronto el apreciable problema del agua.”

En el verano de 1923 la sequía provoco una escasez de agua espantosa. El lunes 6 de agosto a las 4 p.m. salio del Parque de la Libertad una manifestación cívica organizada por la Gran Logia Oriental de Cuba; se calculó en 25 mil personas las que recorrieron las calles de la ciudad hasta el gobierno provincial, al grito unánime de ¡agua! ¡agua!.

¡Ahora los santiagueros no miraban al cielo, ni pedían la ayuda de los santos, le reclamaban al Gobernador para que buscara solución al problema del agua!

En la tarde del 15 de febrero de 1938 en el lugar llamado Charco Mono concluyó una nueva represa que estuvo cargo del ingeniero contratista Octavio Navarrete; Casero Guillen presidente del Comité de Fuerzas Vivas de Santiago de Cuba, empujo simbólicamente la ultima volqueta de concreto.

La inauguración de la represa unos días mas tarde fue reseñada por el periódico Diario de Cuba:
A mediodía del viernes 25 de febrero de 1938, el Coronel Fulgencio Batista Zaldivar bautizó la represa, lanzando desde la altura de esta una botella de Carta Blanca Bacardi. El Arzobispo Valentín Zubizarreta procedió a la bendición con el rociamiento de agua bendita. Luego hubo discursos y banquete.
A principios de noviembre del año siguiente la represa de Charco Mono comenzó a desbordarse por primera vez.

En el verano del año 1950 la seca fue terrible y llego a pronosticarse que sólo quedaba agua para diez días en los embalses, lo cual provoco una movilización sin precedentes, desencadenando una serie de obras emergentes que permitieron sobrevivir a la ciudad. El 1 de agosto se recibieron por primera vez las aguas del río Cauto gracias a unas turbinas que bombeaban desde el Tempú; se hicieron instalaciones hidráulicas en la finca Caimanes; la Compañía Ron Bacardi perforó nuevos pozos en la finca Santa María; en San Juan se abrieron nuevos pozos y se añadieron bombas y se perforaron tres pozos en la finca Santa Rosa. En septiembre un informe de la Compañía General de Construcciones Públicas dijo que se trabajaba en la represa del río Cauto en el sitio denominado Gilbert; así mismo se informaba que se laboraba para que el caudal del río Guaninicum, represado en El Cristo, vertiera en los depósitos de la ciudad.

A mediados de siglo los problemas del agua retornaban cada año con la sequía. El periódico Prensa Universal denunciaba:
Anoche, martes 4 de mayo de 1953, captamos la escena en una de las calles del reparto Mariana de la Torre, cuando personas mayores y menores, de los dos sexos corrían a ponerse junto al carro de reparto de agua, formando “colas”, para alcanzar por lo menos, algún que otro cubito de agua (…) Escenas como esas son frecuentes en los distintos barrios extremos de la ciudad, provocadas por la escasez de agua y la fuerza de las tuberías.
En 1957 el Diario de Cuba publicaba esta dramática pregunta ¿Por cuál o cuantas razones no se le sirve agua al pueblo? La respuesta a esta interrogante pasaba por medio siglo de reiteradas sequías y esfuerzos hidráulicos vinculados a la represa de Chalons, los Pozos de San Juan, la represa de Charco Mono, la represa Balvina o Bacardí y la Gilbert.

La ciudad crecía y la población se multiplicaba, las sequías no cesaban y el problema del agua parecía no tener fin, ¡el dios de la lluvia lloraba sobre Santiago de Cuba!






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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

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