Tuesday, July 16, 2019

Margarita García Alonso, un concierto sin coda (por Manuel Vázquez Portal)


Por la veneración a la belleza y su entrega a ella, me recuerda a Santa Margarita María de Alacoque; por la pasión y el desgarramiento con que ha fabricado su vida, me rememora a Edith Piaf, el Gorrión de Paris, y porque la Escatología, de algún raro modo, las une a las tres, caigo en la trampa de las analogías, acto que no me gusta ni en las Matemáticas.

Me la presento Froilán Escobar, unos de los más talentosos y nobles de mis amigos poetas. Me dijo que era una gran poetisa. Y a él se lo creí. No vierte lisonjas gratis ni es dado a las hipérboles afectivas. Suele ser equilibrado y justo.

Visitábamos la Matanzas de los años ochentas. Froilán y yo fungíamos (o fingíamos) como jurados de un certamen de literatura que se celebraba en esa provincia de la isla. Y no creo que él quisiera influir sobre mi voto. Froilán no es hombre de componendas ni turbideces. Solo deseaba que yo la conociera. Una mujer capaz, que quiere tener paz\ al nombrar cada esencia\que la ha matado.

-Ella es Margarita García Alonso -dijo lacónicamente.

Ella y yo nos dimos el beso en las mejillas, que se acostumbra en Cuba, y nos despedimos inmediatamente. Sin mediar otras palabras, supe que era uno de “los hijos que nadie quiso” esos niños, y luego adolescentes, que fueron relegados a un segundo plano porque sus padres habían vivido convencidos por el hechizo de que “por esta libertad había que darlo todo” aunque los vástagos y el resto de la familia se descojonaran.

Eran unos jóvenes que venían de un socialismo frustrado y una utopía rota que les había roto todas las utopías infantiles, y crecieron en un entorno sin hadas madrinas, Reyes Magos ni pesebres del niño judío en los arbolitos de navidad, lo que podría traducirse como sin fantasías ni religión.

Pero hoy Margarita García Alonso aún anda desbocada en el abismo del ojo. Y en su devoción por la poesía, reveladora, profética en que la realidad histórica de su tiempo es cardinal, se asemeja a la unción que Santa Margarita María de Alacoque sentía por la madre de Jesús de Nazaret y se dedicaba a la Cristología y la Mariología.

Cuando se alejaba, de espaldas a nosotros, me percaté de que tenía unas piernas respetables, y, el descubrimiento me obligó a continuar mi viaje visual. Más alto, más alto, pensé. Y en ese sitio exacto, donde la amistad se transforma en relumbrones en la mirada, no había grandes frondosidades pero tampoco la escasez de la Libreta de Abastecimientos. Su cintura exhalaba cierta musicalidad caribeña; y de la nuca hacia las nubes, cierta luminosidad que prometía un magnifico amueblamiento en su cabeza. No era bella, como tampoco lo era Edith Piaf, pero en ambas hallo esa belleza superior que habita en el desgarramiento interior.

La otra componente del jurado era Exilia Saldaña, con quien espero reencontrarme cuando, a la manera de Salvatore Quasimodo, “en el preciso tiempo humano/ renazcamos sin dolor” y volvamos a abrazarnos. Y no hubo discusión. El voto fue por unanimidad. Margarita García Alonso era la ganadora. Su poesía alcanzaba, sin pujas ni rebuscamientos, el frescor de lo novedoso, lo atrevido, lo singular. Como el corifeo antiguo, ella también se apartaba “del coro de los grillos” que cantaba a una continuista luna roja.

Para entonces, la lírica de los más jóvenes se alejaba del conversacionalismo ramplón y desaliñado que, como una letanía, le impusieron desde la grisura de una proclama calvinista: dentro, todo; contra, nada; el nuevo modo de poetizar se deshacía de harapos de barricadas y lanzas consigneras. Se empezaba a individualizar, a espiritualizar, a recuperar una tradición literaria que había sido cercenada con métodos, cuando menos crueles.

Ya la época de leer poemas vestidos de caquis y calzados con botas cañeras, por puso esnobismo socialista, había quedado atrás. El fracaso de la mega zafra azucarera (1970) había instalado cierto escepticismo en la población. La política de acercamiento del presidente estadounidense Jimmy Carter, entre 1977 y 1981 había cuajado sus frutos. Tras el arribo de “la gusanera” que a la sazón empezó a llamarse “comunidad cubana en el extranjero”, poco quedaba de soporte ideológico para demostrar que no éramos unos perdedores. El despelote por Puerto Mariel (1980) resultó la prueba irrefutable. Un plebiscito en desbandada contra el mito barbudo. La política de Carter hacia el castrismo fue una bomba de pacotilla que asoló los últimos bastiones de aquel engendro que dieron en llamar revolución. Los sacrosantos principios marxista fueron afeitados con una hojilla Gillette.

Es por ello que para columbrar con algunos aciertos la poesía de Margarita García Alonso, hay que conocer ciertas claves que solo las circunstancias en que creció la poetisa, propician. La búsqueda de una individualidad legítima, de una voz propia, de un arsenal metafórico distante del metalenguaje eufemístico y paradojal que le insuflaron desde los pañales, son algunos, y por eso los apunto, para que se sepa por qué su rispidez sintáctica, su casi jadeo rítmico, su adolorido tono, sus historias enigmáticas.


Margarita García Alonso es un caudal, diríase torrente, de versos restallantes en los cuales el grado de sugestividad hace de la metáfora un caleidoscopio de imágenes yuxtapuestas que conducen a las lecturas más polivalentes. En su hermenéutica particular ha de descubrirse los símbolos para una íntegra interpretación. Es todos al unísono y no se parece a nadie. Va de sus visiones a sus asuntos, desprejuiciada y libre. Donde el tema requiere una obscenidad, la imparte sin permisos y sin poses. No escribe para congraciarse sino para exorcizarse. Su poesía es un acto confesional honrado, no miente al sacerdote de su propio Yo, un Yo que se trastroca en universal cuando lo muestra sin afeites ni remilgos y nos coloca frente al espejo de nuestros propios ojos cuando nos miramos hacia adentro.

Nacida en 1959, de origen campesino y pobre, es y no es la “revolución” al mismo tiempo. Lo es porque creció dentro de ella y pretendieron modelarla bajo esos preceptos que la marcaron para siempre. No lo es porque su rechazo a tal estrechez conceptual fue precoz y porque su carácter transgresor, poetisa al fin, la condujo a la hostilidad contra lo establecido. De ahí su postura iconoclasta y su verso desacralizante. Hastiada de imposiciones, canalizó su rabia y su impotencia por un modo de decir que puede resultar insolente pero es sólo sincero y valiente.


Ahora, y más allá de las circunstancias que concurrieron en la formación de su conciencia, su espíritu en sí está hecho de elevación y belleza, y es eso precisamente lo que la salvó de la estética provisionalita y mediocre que la asediaba y constreñía. Para probarlo tengo delante de mí tres de sus últimos libros, todos publicados por Ediciones Hoy no he visto el paraíso, que ella misma regentea: Breviario de Margaritas (2014), Zupia (2016) y Cuaderno de la vieja negra (2016). Todos de una factura desde la madurez, la elegancia y enigmática brillantez poética que le dictan sus ángeles y sus demonios en un concierto sin coda. Todos transidos por un halo escatológico que los emparenta. Y digo escatológico refiriéndome al método de indagación y reflejo poético, en el cual, ya se sabe, confluyen la profecía y la cotidianeidad de las esencias históricas, como lo hace el mismo método en los estudios de la iglesia. Así que no lo vean del modo simplista en que a las “supuestas procacidades” se le llama lenguaje escatológico, aunque ella lo usa abundantemente porque la realidad muchas veces resulta pura zupia. Pero lo grandioso de Margarita García Alonso es que como poetisa borda bellamente lo residual de la realidad y la transforma en poesía.


Y como siempre, los poemas, que apoyan o desmienten lo que apunto, aquí se os dejo.


Confesiones de una vagabunda
(Del libro Breviario de Margaritas)


¿Cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo?
Francisco de Quevedo

Antes de perder la cabeza
pondré sobre la mesa
la herida.

Quiero esconderme
en la plaza pública,
siempre he estado
al alcance,
a la mano
sin perturbar
o llamar la atención.

Quiero tener paz
al nombrar cada esencia
que me ha matado.

De nada os sirvo,
podéis cerrar el cuaderno,
quemarlo,
escupirlo
depositarlo en el bolsillo
del suicida.

De todas formas
soy culpable:
he bebido poco
he fornicado menos
pero embriago
-borracha,
no admito finuras
en carne descompuesta

ebria de sentir
como olisqueas en un verso
buscáis consuelo donde no hay,
buscáis compañía
cuando huyo.

Escasea el tiempo,
me voy a traicionar,
voy a vender
como postalita
mi circunstancia.

Decorticaré cada ciudad,
cada perro,
seré breve como un rayo:
no me ha acompañado
la suerte.

Desde que partí de mi tierra
no he recomenzado,
solo cuadernillos,
mendicidad y este breviario
de vagabunda estacada.

Me dijeron calla,
pero no he obedecido.

Aprende: no soy perla
de altar, ni manto
que busque espalda.

Quizás hasta posea
lo que necesitas,
pero puedo mancharte,
estoy sucia como una
frase de usurpación
a la deriva del Danubio.

He fallado:
quise retenerme adolescente,
quise que mi hija fuese siempre niña,
pero usé el santo que no conviene,
jugué el número que no tocaba,
usé la bárbara costumbre nórdica
de la sal

sal gruesa en la acera,
sal en la puerta
para espantar la nieve,
el mal ojo, la escasez,
la fatalidad.

Pero llueve
y sobre el nueve la lluvia,
rastrojos de mudanza,
ropa usada,
fotos en el cajón de cocina
junto a utensilios oxidados
como tú y yo,
extranjeros de especie.

Una mujer común,
con una camisola de hospicio
rasgada, amarillenta,
sin identificación.
que te confiesa
llamarse Margarita.



(Del libro Cuaderno de la negra vieja)

nadie ve en la noche
dónde me emplazo.

nadie ve dónde tengo
la cabeza, el pie

aunque apesto

todo en mí
apesta a perra
de rastrillo

que regla sangre
y muerde rabiosa
para alimentarse



Zupia (Canto primero)
(Del libro Zupia)


Ha pasado la hora
Fatal del atardecer

escribo, escribo
y no ensarto la aguja

desbocada
en el abismo del ojo

des-boca-da
me parto los dientes.

Las palabras afloran,
poco importa
ser caballo o mendigo
si piso una tierra
que no me pertenece

la tierra miedo,
la tierra de nadie.

Soy la que elije
sacrificios

frente a la puerta
se acumula la nieve
en noche intensa.

si inclino la cabeza,
si te enseño a trenzar
desencadeno temblores
en la pelvis de Cristo

y vas a lengüetear
la piedra calcinada
de mi rodilla.

Una tras otra la angustia
suda mares en mi cabeza,

si la avellana cae
me dispersa
en mínimas cuentas,
en salitre.

Todo fue hermoso,
Todo es hermoso
Desde el agua

el aire corta la superficie
se ajusta a concéntricos
deslizamientos de moluscos
y en el fondo yace la piedra,
el corazón cercado por
el río profundo de la memoria.

Huele a niño y
no hay forma que despegue
su camisa de mis ojos,

llegué muerta adónde iba a morir,

estaba sola tan
sola que podía confesarlo

y tomé su mano
en infinitas vibraciones,

se me han agotado los dedos
de acariciar su pelo
en todos los vientos.

La letra vale sangre
en correos antiguos
pero alnombrar
te-ti-contigo
asciende el reflujo gástrico,
se desmantela el coxis,
mi hígado se ensancha
de materias insanas.

Cada espiral repite
incansablemente
dónde quedamos

cada espiral repite:
alma de perra, ojos de perra,
uñas de perra

arrastrada en
callejuelas
olisqueé
un sinfín de coincidencias
con las que acostaríamos
a desconocidos.

Todo es hermoso,
Un pájaro picotea su frente,
el tatuaje se agranda,
queda el hueco
a merced de las moscas.

Cada verano caluroso
La entrepierna
Forma aspavientos
de"riachuelo,

el hueso desprendido,
la fractura nos reúne y

somos pasto de incienso
frente a devotas
de rarísima pureza
que depositan azucenas,
galanes de noche,
sobre un hombre lacerado

si respiramos
si nos miramos
el polvillo cae sobre el haz
de luz de la matanza

en mi pecho
el banderín de la masacre
tiñe de rojo las nubes.
Es hermoso cómo descienden
Las aves carroñeras,
Cómo desciende
la mano del mago
a la capa poblada de bolsillos.

Hermosa
la muerte me sopla
este desaliento
con más fuego que todos los fuegos
de la creación del mundo

te veo caer
y no te sostengo,

caes, caes, caes
como
baba
en mi bocaza de perra,

pero no temo,
me acostumbré
al lenguaje que choca
en mi diente partido,

cada vez que escapa un tren
de cualquier estación

una brizna de paja
en mi boca

tu semen en mi boca
me convierte en simiente
de cualquier tribu nocturna,

en la frívola ciudad
escupo la noche
junto al camión de la basura.

Cada amanecer,
pegado al moho
me conviertes
en anticoncepto.

Bordo iniciales
El profundo ardor
que imita la plenitud
iniciales que envío a Venecia,
de una isla a otra perdidas.

En el filo del vaso
la sangre colapsa
cuando aseguro
que es perfecta
la tranquilidad de las nubes
que sostienen la tormenta.

Circunciso la lengua
si niego o sobrevivo
la catástrofe.

Me enfrento a descabellados
Planes amatorios
de pulgas en bibliotecas,

pero vale más la droga o la mirra
que\ la sentencia

mi amor es la sombra,
el ritmo desenfrenado
que lleva al trance

lejos de la melisa que adormece
la hora fatal once

-nadie repita once
o caerá del tercer cielo
la tinta que grabó
el brazo de mis antepasados.

Dos lanzas atraviesan
mis costillas,
el pretérito cíclico
tasajea al planeta
con hilos de acero

las familias se arrastran
en el fango de las fronteras,

los niños avientan
caballos de miedo
mientras ululan las sirenas
que detectan humano
en el bosque, abedules
de corteza blanca
reflejan la dimensión
donde serán otros.

Todo es hermoso y queda atrás,
Hasta mi vida.



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Margarita García Alonso, poetisa, artista visual y periodista (Matanzas, Cuba, 1959, reside en Normandía, Francia desde 1992) En Cuba fue directora del semanario cultural Yumurí y editora de Casa de las Américas. Licenciada en periodismo por la Universidad de la Habana. Máster en Industrias gráficas en Francia.

Ha publicado los poemarios: “Sustos de muchacha”, Ediciones Vigía, 1988, “Cuaderno del Moro”, Letras Cubanas, 1990. “Mar de la Mancha” (2009), “Maldicionario” (2011), “La costurera de Malasaña” (2012), “Cuaderno de la herborista” (2012), “El centeno que corta el aire”, Betania, 2013, “Breviario de margaritas” (2014), “Cuaderno de la vieja negra”, “Zupia” (2016), y Muestrario de Sirik, compilación de poemas (2017), en Editions Hoy no he visto el paraíso. “La aguja en la manzana”, edición bilingüe, (francés, español), en L’échappée belle edition, Paris, 2011. Racolta di margherita, Edizioni Saltilibro, Roma, 2017.

Noveletas para niños: “Garganta”, y “Señorita No y señora sí” (2011). Las novelas: “Amarar”, Ediciones El barco ebrio, 2012 y “La pasión de la reina era más grande que el cuadro”, 2012. En la categoría Arte: “Isla, el libro imposible” junto a Maya Islas, y “Cierta idea de la justicia”, así como el primer libro ilustrado sobre la obra de José Lezama Lima: “Lezamillos habitados.

Aparece en la Antología de la poesía cubana del exilio, Aduana Vieja, 2011, a la cual realizó la portada; y en " Catedral sumergida”, Poesía cubana contemporánea escrita por mujeres, Ed. Letras Cubanas, Col. Biblioteca Literatura Cubana, La Habana, 2013. Funda y dirige desde el 2009 las Editions Hoy no he visto el paraíso, donde ha publicado poemarios a a David Lago González, Alberto Lauro, Sonia Díaz Corrales, Odette Alonso, Juan Carlos Recio, Pedro Assef, Maya Islas, Carlos Augusto Alfonso, Jesús Díaz, José Manuel Poveda, así como ensayos a Javier Guzmán Simón; y la novela "Arroser les morts", de Laura Pérez García.

Ha recibido los premios: José Jacinto Milanés, de poesía, Cuba. Bonifacio Byrne, de poesía, Matanzas, Cuba, Mención de poesía, 13 de marzo, Cuba, 17 de mayo de poesía, Cuba. Premio de la Taberna de poetas franceses, 2006, Primera Mención Honrosa, XII Concurso literario Gonzalo Rojas Pizarro, Chile, 2014. Premio de pintura de la Ciudad de Harfleur, Francia, 1991. Premio de pintura en el 7eme salón de Rolleville, Haute Normandie, Francia, 1997. Premio de pintura Salón de Creadores contemporáneos de Gonfreville L'Orcher, Normandie, Francia. Premio de la Ciudad de Le Havre, en el 8 Salón de la AAPPC, 2000.

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