Sunday, January 13, 2019

2 de diciembre: Cien años de Pro-Arte Musical y noventa del Teatro Auditórium (por Ahmed Piñeiro Fernández)

Nota: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta este texto con los lectores. El mismo está incluido en el número de enero de 2019, de la revista Caritate.

La presentación será el jueves 31 de enero de 2019, a las 8 00 p.m., en el Centro Cultural Hispano para las Artes de Miami (111 SW 5th Ave. Miami, FL. 33135).

Teatro Auditórium, hoy “Amadeo Roldán” después de su reconstrucción como sala de conciertos
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El 2 de diciembre de 2018, la cultura cubana celebró dos importantes efemérides, estrechamente vinculadas entre sí: el centenario de la Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, y los 90 años de la inauguración del Teatro Auditórium, hoy “Amadeo Roldán”.

La Sociedad Pro-Arte Musical de La Habana, más conocida por sus siglas SPAM, o simplemente Pro-Arte, fue una importante organización cultural fundada el 2 de diciembre de 1918 por D.ª María Teresa García Montes de Giberga, una emprendedora cubana, amante de las artes, a cuya iniciativa, determinación y sensibilidad se debió, también, la posterior construcción del Teatro Auditórium.

María Teresa se unió a un grupo de otras damas cubanas —de entre ellas, la notable escritora Renée Méndez Capote—, y así, desde sus días fundacionales, Pro-Arte fue regido siempre por mujeres, caso insólito en Cuba y, tal vez, en toda América Latina.

La vida de Pro-Arte Musical duró hasta 1967, fecha en la que pueden verificarse los últimos conciertos ofrecidos por esta Institución. A lo largo de sus 49 años de existencia, dio a sus asociados la oportunidad de disfrutar de grandes espectáculos artísticos: conciertos, recitales, óperas, ballet, arte dramático…, por los mejores instrumentistas, cantantes, bailarines o actores del mundo, entre los que se encontraban los más relevantes artistas cubanos, algunos de los cuales se beneficiaron con becas ofrecidas por la institución, como sucedió, por ejemplo, con Jorge Bolet, uno de los más talentosos concertistas que Cuba ha aportado al arte pianístico universal.

Con el tiempo, por la altísima calidad de las figuras que contrataba, Pro-Arte alcanzó renombre internacional. La Sala Espadero, en la calle Galiano, donde se realizaron los primeros recitales, ya resultaba insuficiente. Entonces, las presentaciones comenzaron a realizarse en los Teatros Nacional –hoy Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”– y Payret, hasta que se impuso la necesidad de poseer un local propio, con las condiciones necesarias para ofrecer los espectáculos. Así, pues, surgió la idea de construir el Teatro Auditórium.

Un terreno ubicado en las calles Calzada y D, en El Vedado, fue el sitio seleccionado por la directiva para la erección del edificio, iniciada el 6 de agosto de 1927. Fueron sus realizadores Miguel Ángel Moenck y Nicolás Quintana y Arango (proyectistas); Julio César Japón (delineante); y los ingenieros-arquitectos Eduardo Albarrán y Machín, y Gregorio Bibal (constructores).

Dieciséis meses después, la inauguración del Auditórium constituyó todo un acontecimiento en la vida habanera de finales de los años veinte. Era tal su magnificencia, que obtuvo el primer premio en el Concurso de Fachadas del Rotary Club de La Habana.

Desde su apertura, el 2 de diciembre de 1928, y hasta la catástrofe que lo destruyó en 1977, asistimos a una de las épocas más interesantes en la historia del espectáculo escénico y de la propia historia de nuestra ciudad.

El Auditórium fue llamado en su época, “el primer teatro de La Habana”. Para tal designación, los críticos y periodistas hacían resaltar sus condiciones acústicas y visuales, el lujo y la elegancia de su sala, la comodidad de sus localidades —que sobrepasaba la cifra de las dos mil seiscientas butacas—, el grato ambiente que proporcionaba su sistema especial de ventilación laminar, el confort de todos sus servicios e, incluso, la rápida y fácil comunicación desde cualquier barrio de la capital.

Al respecto puede leerse una curiosa y hasta simpática nota en el diario La Lucha, del 6 de diciembre de 1928:
[…] La administración del teatro se ha preocupado de ofrecer mayores facilidades al público, obteniendo de la Compañía de Ómnibus de la (sic) Habana, y de la Empresa Cubana, que sus vehículos se detengan a la puerta misma del Auditórium en las noches de funciones. Además, a la hora de la salida, habrá siempre un número suficiente de ómnibus a la disposición de los espectadores.


Todas las artes, desde la literatura hasta el cine, tuvieron cabida en el prestigioso recinto de “condiciones magníficas que le hacen infinitamente superior a todos los demás coliseos de La Habana”, como lo catalogara Diario de la Marina, en su edición del 5 de diciembre de 1928.

Interior del Teatro Auditórium de El Vedado, La Habana
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En su escenario se presentaron personalidades imprescindibles de la cultura musical cubana, como Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Jorge Bolet, Esther Borja, Rita Montaner, Rosita Fornés, Amadeo Roldán, Benny Moré, Bola de Nieve, Elena Burke, Leo Brouwer y Jorge Luis Prats, entre muchos otros. De igual forma, acogió, en diferentes etapas, a la Orquesta Filarmónica de La Habana y a la Orquesta Sinfónica de La Habana, por no olvidar que desde la fundación de la Orquesta Sinfónica Nacional, el 11 de noviembre de 1960, fue la sede de esta agrupación.

El Auditórium fue el escenario ideal para la presentación de notables conjuntos musicales, directores y solistas que nos visitaron, entre ellos, la Orquesta Sinfónica de Filadelfia, con su titular de entonces, Eugene Ormandy; los Niños Cantores de Viena, Herbert von Karajan, Leopold Stokowsky, Erich Kleiber –que fue director titular de la Orquesta Filarmónica de La Habana durante varios años–, Ígor Stravinsky, Heitor Villa-Lobos, Sergei Prokófiev, Vladimir Horowitz, Arthur Rubinstein, Claudio Arrau, Andrés Segovia, Yehudi Menuhin y Jascha Heifetz.

También se presentaron en el Auditórium agrupaciones teatrales como las de Ernesto Vilches, la Compañía Zuffoli de Alta Comedia, con la actriz italiana Eugenia Zuffoli; la Compañía de Margarita Xirgu, la Comedia Francesa o la aplaudida compañía de títeres Marionetas de Salzburgo.

Grandes temporadas de ópera, que le devolvieron a La Habana su reputación como una de las capitales mundiales del canto lírico, se desarrollaron en el entonces Auditórium. Fue en ese teatro donde se ofrecieron los estrenos mundiales de la zarzuela La flor del sitio y las operetas Lola Cruz, Sor Inés y Mujeres, del Maestro Ernesto Lecuona, o las primeras representaciones en Cuba de títulos como Tristán e Isolda, de Wagner, con la poderosa Kirsten Flagstad, una de las más grandes sopranos wagnerianas de todos los tiempos; El rapto de Lucrecia, de Britten; Angelique, de Ibert; Hansel y Gretel, de Humperdinck; Baltasar, del compositor cubano Gaspar Villate, ópera inspirada en el drama homónimo de Gertrudis Gómez de Avellaneda; Adriana Lecouvreur, de Cilea; Suor Angelica, de Puccini; Don CarIo, de Verdi, o Amahl y los visitantes nocturnos, la primera composición lírica de Menotti que se presenció en nuestro país.

Asimismo, acogió los debuts en Cuba de figuras emblemáticas del mundo de la lírica como Jussi Bjoerling, Victoria de los Ángeles, Elisabeth Schwarzkopf, Giulietta Simionato, Zinka Milanov, Fedora Barbieri, Mario del Mónaco, Leonard Warren y Renata Tebaldi, cuyas interpretaciones de La Traviata, Aida, Tosca, Manón Lescaut y Adriana Lecouvreur, constituyen una de las cimas de la historia teatral cubana.

Las Escuelas de Pro-Arte

Quizás sin proponérselo, una de las contribuciones culturales más importantes de Pro-Arte fue la creación de tres escuelas: Guitarra, de corta existencia, que tuvo como directora a Clara Romero de Nicola; Declamación, dirigida al principio por Jesús Tordesillas, e inmediatamente después por Guillermo de Mancha; y muy especialmente, la Escuela de Baile, bajo la dirección inicial de Nicolái Yavorski.

Fue gracias a la Escuela de Ballet de Pro-Arte Musical que iniciaron sus estudios en esa especialidad los patriarcas del ballet cubano: Alicia, Fernando y Alberto Alonso.

Y fue en el Auditórium donde Alicia Alonso nació como artista. En la danza, lo hizo el 29 de diciembre de 1931, interpretando una de las damas en el “Gran vals” de La bella durmiente, en la primera función pública que ofreció la Escuela. Unos meses antes, el 26 de septiembre, en ese mismo coliseo, Alicia Alonso (entonces Alicia Martínez) había realizado su debut escénico —¡como actriz, no como bailarina!— entre las alumnas de la Escuela de Declamación, con la comedia El recreo, de María Soto.

Programa de la primera función de la Escuela de Ballet de la Sociedad Pro-Arte Musical. Este mismo programa se repitió el 9 de enero de 1932.
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A partir de entonces, el nombre de Alicia Alonso estaría destinado a unirse a la leyenda de ese teatro y a prestigiarlo. Aquellas presentaciones infantiles fueron las primeras de una numerosa serie, entre las cuales se hallan su participación en los estrenos de títulos históricamente importantes como Dioné (1940), con música de Eduardo Sánchez de Fuentes y coreografía de George Milenoff, y Antes del alba (1947), con coreografía de Alberto Alonso, libreto de Francisco Martínez Allende, música de Hilario González y diseños del gran pintor cubano Carlos Enríquez; así como su debut en Cuba como Giselle, en el ballet homónimo (5 de junio de 1945), fecha que constituye uno de los momentos cumbres de la historia dancística del Auditórium.

No puede olvidarse que fue en el Auditórium, y con la ayuda de Pro-Arte Musical, que el 28 de octubre de 1948 ofreció su primera función pública el entonces Ballet Alicia Alonso, hoy Ballet Nacional de Cuba. El Auditórium fue, además, el escenario habitual de la compañía durante varios años.

En cuanto a la danza se refiere, otros conjuntos y bailarines de gran relevancia se presentaron allí: los Ballets Rusos de Montecarlo, con Tamara Toumánova, Alexandra Danilova, Irina Barónova, Tatiana Riabouchinska y Leonide Massine como figuras principales; Martha Graham y su compañía; el Ballet de Kurt Jooss; el Ballet Márkova-Dolin, con sus estrellas inglesas Alicia Márkova y Anton Dolin; el Ballet Caravan, el Ballet Theatre —hoy American Ballet Theatre—, con sus estrellas Alicia Alonso, Ígor Youskévitch, Nora Kaye, John Kriza, y el concurso de otras insignes personalidades de la danza como Antony Tudor, Lucia Chase, Muriel Bentley y Donald Saddler; la pareja de bailarines españoles Rosario y Antonio, Antonia Mercé, “La Argentina”; Mariemma, Yvette Chauvirée, André Eglevsky, Erick Bruhn, Cynthia Gregory y Paolo Bortoluzzi, por citar sólo algunos de los nombres más ilustres.

A partir del 3 de marzo de 1961, por decisión del Gobierno Revolucionario, pasó a denominarse “Amadeo Roldán”, en homenaje al importante músico cubano.

La noche del 30 de junio de 1977, después de una representación del Conjunto Folklórico Nacional, el antiguo Teatro Auditórium ardió en llamas. Después de casi 22 años, el sábado 10 de abril de 1999, el Teatro Amadeo Roldán abrió nuevamente sus puertas, restaurado, esta vez, como la mayor sala de conciertos de Cuba. Poco tiempo después, se acordó nominarlo Teatro Auditórium “Amadeo Roldán”.

Hace varios años que “el Amadeo” o “el Auditórium” —como popularmente se conoce—, permanece cerrado. Actualmente está en proceso de reconstrucción. Ojalá que cuando reabra sus puertas, no lo haga limitando su espacio a las necesidades de una sala de conciertos, por espléndida que esta sea, y que el nuevo Teatro Auditórium Amadeo Roldán, en una ciudad en la que no abundan los teatros con condiciones idóneas; pueda permanecer fiel a su historia, como uno de los grandes escenarios mundiales, y continúe siendo propicio para el gozo y plenitud de todas las artes.

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