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Thursday, October 28, 2021

Santiago de Cuba, vendedores ambulantes y pregones (por Rafael Duharte Jiménez)



La venta ambulante y los pregones parecen un fenómeno muy antiguo en la ciudad de Santiago de Cuba, aunque de una época a otra varían las mercancías que se ofertan y las letras de los pregones.


El pintor ingles Walter Goodman, a mediados del siglo XIX, ofrece un fantástico inventario de aquellos personajes del paisaje urbano santiaguero. En su libro Un Artista en Cuba escribió:
La negra lechera que lleva sobre la cabeza una botija de leche, el almidonero, un chino que lleva sobre la cabeza un tablero con pequeña masas de almidón; el indio panadero con su cesta de pan; la carretillera con su doble grito de ¡las cositas¡ ¡la cascarilla!; la dulcera que pregona ¡dulce de Guayaba! ¡dulce de almíbar! que trae en una bandeja; el malojero que va montado sobre una mula con maloja empacada en fardos que cubren el animal; la mulata aguadora que trae de la fuente publica pequeños barriles y jarras con agua…
El pintor afirma que estas últimas, a las que llama nuestras ninfas de los pozos, son sus preferidas como modelos para sus cuadros.

Este espacio laboral estaba casi monopolizado por mujeres, algunas esclavas de las haciendas vecinas enviadas por sus dueños a vender en la ciudad, otras negras o mulatas libres; en general gente muy humilde, por lo que este oficio debió ser considerado en la época como muy bajo y desestimado por los blancos.


Con el arribo del siglo XX y la modernidad no desaparecieron los vendedores callejeros, obviamente ya no había esclavas y se esfumaron la cascarilla, el almidón y otros productos, pero continuó la venta de dulces y frutas.

En su edición del 11 de junio de 1936, el Diario de Cuba publicó un interesante artículo titulado “Matices de Santiago” de la autoría del Dr. Ludovico Soto, el cual ofrece esta magnifica estampa de los llamados golosineros:
Los dulceros de Santiago de Cuba viven de los niños de los colegios, de las mujeres de las fabricas y de los enamorados de los parques. Reparten a todo grito por las calles su mercancía de confites de chocolate, de coco-piña, de galletitas de Colome, de Tuttis helados, de maní tostado o garrapiñado, con una placidez encantadora en sus pregones típicos, que rompen con la monotonía del ambiente y ponen una nota alegre en las tardes urbanas…
Aunque en la pintura del siglo XIX se haya reflejado a la aguadora, el malojero y otros personajes tomados de las calles; a pesar de que en el siglo veinte algunos pregones hayan inspirado a compositores notables y hoy escuchamos con agrado Frutas del Caney de Félix B. Caiñeg o El Manisero de Moisés Simons; en términos de economía el pregón callejero era sinónimo de pobreza.

Hoy en día los vendedores ambulantes y sus pregones resultan pintorescos para los turistas, los cuales a veces los fotografían y hasta se toman un selfis con ellos, pero en realidad los mismos constituyen un testimonio de precariedad económica quizás ahora menos que en el pasado, del cual no debemos enorgullecernos, sobre todo en tiempos en que se generalizan en el mundo las compras por Internet.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, October 21, 2021

El nacimiento de un mundo (por Rafael Duharte Jiménez)


A las 12 de la noche del 31 de diciembre de 1901, en el Ayuntamiento de Santiago de Cuba, se izó por primera vez la bandera cubana; en medio de la alegría de aquel minuto histórico, Emilio Bacardí aseveró que el nuevo año estaba “señalado en los arcanos del destino para la feliz instauración de la república”. Aquel fue un paso definitivo en el complejo proceso del nacimiento de un nuevo mundo.

Los mambises desde el poder, debían demostrar que los cubanos eran capaces de autogobernarse y al mismo tiempo probar que no eran aquellos “…inútiles verbosos, incapaces de acción, enemigos del trabajo recio”, que habían pintado algunos periódicos norteamericanos. Se trataba de una tarea colosal, para una nación que emergía después de siglos de dominación colonial y esclavitud.

Veamos una pequeña cronología de la hazaña cívica realizada por los patriotas santiagueros, durante los meses que precedieron al establecimiento de la republica el 20 de mayo de 1902:

14 de enero, fundación de un Cuerpo de Bomberos; 1 de febrero, el director de la Academia de Bellas Artes Félix Tejada, informa que tiene registrada una matricula de 367 alumnos que se desglosa de la siguiente manera: música 160, dibujo y pintura 156 y telegrafía 51; 8 de marzo, el director bibliotecario José Bofill, informa que se reportan 2 365 lectores en las cinco bibliotecas públicas de la ciudad, de los cuales 1 226 correspondían al Museo Municipal.

La Revista Municipal publicó una Memoria sobre los logros de la Alcaldía y el Ayuntamiento en los primeros meses del nuevo siglo, que incluía las siguientes acciones: Se revitalizaron los bandos de salubridad e higiene que estaban olvidados; se realizaron mejoras en las aceras y jardines públicos, en la Alameda se aumentaron los faroles; se abrió al publico la Casa de Socorros “con todos los adelantos que la ciencia requería y la higiene prescribía” y se reorganizaron los cuerpos de Policía Municipal y Judicial.

El 20 de mayo de 1902 a las 12:00 p. m. en el Ayuntamiento, frente a la catedral, se arrió la bandera norteamericana y se izó la cubana, en medio de las demostraciones de júbilo de cuatro mil soldados mambises y 60 mil santiagueros congregados en la Plaza de Armas y calles aledañas.

Aquel acto solemne, en el cual las autoridades norteamericanas entregaron el poder político al Alcalde Emilio Bacardí y al Gobernador Francisco Sánchez Echevarria, tuvo el siguiente epílogo:
…después de haberse verificado el traspaso del gobierno, el General Whitside, seguido de su E. M. y de las fuerzas de los EE UU. se dirigió al Muelle de Estado No. 1, y desde allí, en lanchas fueron todos hasta el transporte americano Seguranca, donde embarcaron dicho General americano con sus fuerzas, siendo afectuosamente despedido por las autoridades cubanas y por el pueblo y las músicas que ocupaban el muelle y las avenidas de la Marina.
Probablemente los santiagueros en aquel instante trascendental, pensaron: ¡Coño, al fin se fueron! y respiraron aliviados.

El fantasma de la anexión había sido conjurado a un precio muy alto y ahí estaban la Enmienda Platt y la Base Naval de Guantánamo para recordarlo; pero a pesar de los pesares, por primera vez los cubanos eran responsables de su futuro.

El fin de la ocupación norteamericana provocó algunas tensiones, pues hubo cierto desorden en las oficinas públicas ya que después del 20 de mayo los empleados yanquis renunciaron a sus cargos o fueron cesanteados.

En la Oficina de Telégrafos se presentaron numerosas deficiencias del servicio, pero según el cronista Carlos Forment “… los nuevos funcionarios cubanos resultaron tan competentes que a los tres días restablecieron la comunicación con Baracoa que hacia tres meses estaba interrumpida".

En el mes de junio de 1902, el Gobernador de Santiago recibió un telegrama del Secretario de Gobernación Dr. Diego Tamayo, en el que le decía: “Asuma inspección de servicios de Sanidad y Beneficencia que dependen del Estado y notifíquese que todos los empleados americanos que desempeñen destinos públicos, cesaran ultimo de este mes”.

Al mes siguiente tomó posesión del cargo como administrador de Correos el señor Francisco Rosado, cesando el funcionario norteamericano que lo desempeñaba Mr. Cooper, quien regresó a su país; en septiembre fueron nombradas para el Ramo de Telégrafos, la srta Elodia Urgelles, en la Estación de Baracoa y la srta. Caridad Rodríguez en la de Santiago de Cuba.

El 6 de abril de 1903 el coronel Federico Pérez Carbó presentó su renuncia al cargo de Administrador de la Aduana por diferencias con el supervisor americano Hanson, el presidente Estrada Palma no aceptó su renuncia y le ratificó su confianza, el supervisor yanqui fue retirado.

Algunos nombramientos en aquellos días de euforia que generaba la dulce sensación de estar en el poder, fueron el del Comandante Modesto Tirado como Inspector Especial de Aduana; el General Florencio Salcedo como inspector de la Línea Central de Telégrafos; el General José Manuel Capote como director de la Cárcel Publica. También se anuncio la toma de posesión de la Jefatura de la Guardia Rural, por el General Saturnino Lora.

Probablemente los principales méritos de aquellos valientes patriotas eran haber peleado heroicamente contra el ejército español y la mayoría tenían en realidad poca experiencia para desempeñar sus nuevas funciones, pero nadie pensaba en eso, ni ponía en dudas el derecho que le asistía a los héroes a ocupar los puestos públicos

Algunos altos funcionarios, que habían sido amigos personales del General Wood, fueron separados discretamente de sus cargos. En unos meses la presencia de los americanos fue literalmente borrada del aparato del Estado y la vida política de la nación. La Enmienda Platt limitaba la soberanía de la República, pero a contrapelo de la misma los mambises ejercieron su control del país.

En medio del proceso de ascenso a los puestos públicos se movieron intereses políticos partidistas; pero también algunos antiguos voluntarios y guerrilleros intentaron colarse, lo cual generó denuncias, pleitos y venganzas.

En particular los guerrilleros que sirvieron a España fueron perseguidos con odio; en agosto de 1902 la prensa informó que en la entrada de El Caney había sido macheteado el bodeguero don Ramón Canosa quien se había distinguido por su ferocidad como capitán de guerrillas en la guerra del 95.

El nacimiento de un nuevo mundo en 1902, fue un proceso enmarañado, que estuvo lastrado fundamentalmente por el hecho de que la República en Armas no había sido la mejor escuela para formar ciudadanos; cuando llegó la paz, los guerreros no resultaron buenos administradores, diplomáticos o estadistas y por todas partes creció como la mala hierba la improvisación, el oportunismo y la corrupción.

Pronto para algunos resultó evidente que el mundo que nacía estaba lejos de ser ideal, que aquella no seria una república con todos y para el bien de todos, ni Cuba la Suiza de América. Y cuando los escépticos se preguntaban si habían valido la pena tantos sacrificios para llegar hasta allí, siempre aparecía un coro que repetía que si Marti viviera otro gallo cantaría. Lo real sin embargo es que se habían dejado atrás siglos de dependencia colonial y se avanzaba a tientas y tropezones dentro del laberinto de la modernidad.




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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, October 14, 2021

Una mirada a la cultura santiaguera (por Rafael Duharte Jiménez)



Dedicado a la jornada de la cultura cubana.




Para conocer en profundidad nuestra cultura hay que estudiar la geografía, el clima y nuestra azarosa historia. No podríamos saber quiénes somos sin tener en cuenta nuestra insularidad, el calor, las sequías, los huracanes y terremotos; así como el largo proceso de formación del criollo y su tránsito a lo cubano, en el contexto de nuestras guerras de independencia.

Fernando Ortiz en su fantástica metáfora sobre el ajiaco, escribió:
… y, allá en lo hondo del puchero, una masa nueva ya posada producida por los elementos que al desintegrarse en el hervor histórico han ido sedimentando sus más tenaces esencias en una mixtura rica y sabrosamente aderezada, que ya tiene un carácter propio de creación.
¿Cuándo y dónde tuvo lugar aquel instante mágico al que se refiere Ortiz? El mismo ocurrió, a no dudar, en la región oriental en los albores del siglo XVII.


El despertar de la cultura criolla está asociado con el surgimiento de los cultos criollos a la Virgen de la Caridad en el poblado de Santiago del Prado y al Ecce Homo en la catedral santiaguera; está vinculado con el rescate por los manzanilleros del Obispo Cabezas Altamirano que inspiró a Silvestre de Balboa el poema épico Espejo de Paciencia; ese proceso esta indisolublemente unido a la fiesta de mamarrachos que en Santiago de Cuba andando el tiempo devendría en el carnaval.

En el ajiaco santiaguero a partir del siglo XVI confluyeron, al igual que en toda la Isla, las viandas indígena, española y africana; pero a fines del siglo XVIII entraron en la olla, las viandas francesa y haitiana, las cuales le dieron matices diferentes al mestizaje biológico y cultural que se fraguaba desde hacia varios siglos entre las montañas de Cuba y el mar Caribe.


¿Qué es lo culturalmente específico de la cultura santiaguera? Aquí la huella indígena es obviamente mayor que en otras regiones de la Isla. España, en Santiago de Cuba, tiene un rostro básicamente catalán y la huella africana que dejó la plantación cafetalera en la región sur oriental es más profunda que en otras zonas de Oriente. En Santiago existe una impronta francesa y haitiana única en el país.


La personalidad cultural de la ciudad de Santiago de Cuba y la ideosincracia del santiaguero, son el resultado de una historia de más de cinco siglos, construida a contrapelo de sequías, ciclones y terremotos; ataques de piratas e invasiones inglesas; una historia de cimarronaje y luchas por la libertad que ha forjado un individuo de fuerte autoestima, orgulloso y rebelde, el cual se destaca nítidamente dentro del contexto de la cultura cubana.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, September 30, 2021

La policía y su imagen (por Rafael Duharte Jiménez)



Una vía interesante para aproximarse a una época es conocer los principales delitos que se cometían en ella, para lo cual los reportes de la policía resultan una fuente imprescindible. Según estos, uno de los delitos más frecuentes en la ciudad de Santiago de Cuba en los primeros años del siglo pasado eran los raptos.

Veamos algunas denuncias: 
Ramón ha denunciado a la policía que su menor hija Rosa de 17 años, ha sido seducida por su novio Esteban; Beatriz ha dado conocimiento a la policía de que su hija de 19 años ha sido raptada por su novio Alejandro quien la condujo a Palma Soriano, para eludir la acción de la justicia; Eulogio dio conocimiento a la policía que del domicilio de Rosa ha sido raptada su hermana Caridad, por su novio.
En realidad este tipo de delito nunca se refería a menores de edad, sino a adolescentes que más que raptadas parecían haber huido con sus novios, por lo que en los informes del Juzgado Correccional no suelen aparecer multas o sanciones a los novios y el asunto quedaba generalmente como una suerte de ofensa familiar.

Es muy posible que a principios del siglo XX, las fuerzas de la Policía Municipal y la Guardia Rural se nutrieran fundamentalmente de antiguos mambises, lo cual debió contribuir a conformar una imagen más o menos respetable de estos cuerpos represivos; en diciembre de 1902, por ejemplo, fue nombrado Jefe Superior de la Guardia Rural el glorioso general Saturnino Lora.

En ocasiones el comportamiento de la policía municipal en la ciudad de Santiago tuvo un cierto sabor nacionalista. En el mes de abril de 1907 se produjo en la zona de tolerancia un escándalo al chocar marineros norteamericanos borrachos con la policía. Años más tarde, al reseñar en sus crónicas el incidente, Carlos Forment escribió, no sin cierto orgullo:
El balance de golpes cambiados, arrojó saldo a favor de los cubanos que “a piñazo limpio” redujeron a los yanquis a la obediencia.
En 1926 parece que continuaba la epidemia de raptos en la ciudad: 
Los raptos como los robos, están a la orden del día en esta ciudad (…) Los raptos abundan también con sus naturales escándalos y detenciones. Esto son raptos de señoritas menores de edad, efectuados por sus novios.
El domingo 20 de febrero de 1927, el cronista social del periódico La Región hizo este dulce retrato de la verbena efectuada ese día en el parque Céspedes frente al Club San Carlos, patrocinada por un grupo de damas santiagueras a beneficio de Las Hermanas Siervas de Maria:
Los originales quioscos estuvieron atendidos por bellísimas señoritas. En estos se vendieron dulces, refrescos y toda clase de golosinas. Se recaudó la cantidad de 3 050. 45 pesos, que fue entregada a la comunidad religiosa Hermanas Siervas de Maria.
El reporte de la policía sobre dicha verbena ofrece una versión muy distinta de la misma: 
hurtos, faltas de respeto, escándalos, borracheras, etc. En fin una verbena abundante en incidentes, en la que los agentes de la autoridad tuvieron que intervenir y que finalizaron en la estación de policía. El exceso de bebidas alcohólicas expedidas, las actividades de los amigos de lo ajeno y las hazañas de muchos niños góticos, se anotaron en el registro de la policía.
Se trata de dos versiones diferentes sobre el mismo acontecimiento, lo cual recuerda al historiador que debe tener cuidado al utilizar la prensa como unica fuente para reconstruir la historia.

En 1934 una oleada de delincuencia en la ciudad provocó una fuerte crítica a la policía en los periódicos locales:
… el vicio, la corrupción, el juego y el latrocinio han sembrado la zozobra y la inquietud en la vecindad (…) la vigilancia que establece el Cuerpo de Policía no es efectiva ni fructífera…
La función represiva de la policía municipal en las primeras décadas del siglo pasado parece haberse ajustado al mantenimiento del orden público; eran tiempos en que los policías se fajaban a piñazos con marines beodos; tiempos en que dos guardias rurales a caballo custodiaban la conga de Los Hoyos durante el carnaval.

Al parecer esto cambio a partir de los años treinta, quizás como resultado del agresivo papel de la policía en la represión de las manifestaciones estudiantiles; el uso del plan de machete contra los estudiantes parece haber desencadenado un sentimiento de odio hacia la policía, el cual quizás alcanzó su clímax, cuando en agosto de 1933, a la caída de Machado, una turba asalto el Vivac Municipal y ajustició a cuatro esbirros y confidentes de la policía.

Seria sin embargo a fines de la década del cincuenta, cuando los llamados “pegaditos” (una perseguidora con un policía, un marinero y un soldado) sembraron el terror en la ciudad, reprimiendo a los jóvenes que combatían a la dictadura; cuando surgió el miedo que magistralmente describiera José Soler Puig en su novela Bertillon 166, que se perfilara definitivamente el rostro siniestro de la policía en Santiago de Cuba.






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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, September 23, 2021

Las sombras del caos sobre Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)


La historia de Santiago de Cuba tiene páginas de horror que muchas veces apenas constituyen una breve referencia en los libros y generalmente están ausentes de las aulas, donde historiadores y profesores privilegian las narrativas heroicas para explicar la tradición de rebeldía de los santiagueros.

Los ataques de los corsarios y piratas a la ciudad sembraron el terror en numerosas ocasiones en el vecindario el cual huyo despavorido hacia el poblado del Caney; quizás sin embargo la invasión y saqueo de los ingleses en 1662, fue uno de los momentos más traumáticos. Sobre este olvidado episodio, escribió Bacardí lo siguiente en sus crónicas:
El Gobernador con 170 soldados y algunos voluntarios les salio al encuentro, siendo completamente derrotado y rindiéndose el Morro. Morales se retiro al Caney con la mayor parte de las familias de esta ciudad. Los invasores saquearon la ciudad, dieron fuego a la población, consumiéndose la Catedral, la casa de Roca, la de Osuna y el castillo del Morro.
Entre los numerosos terremotos que afectaron a Santiago en sus primeros siglos de existencia, el peor parece haber sido el del 11 de junio de 1766. Sobre el mismo comenta Bacardí:
… un horroroso terremoto llenó de desolación a la Muy Noble y Leal población de Santiago de Cuba, destruyendo la mayoría de los edificios y ocasionando numerosas victimas (…) Hubo más de ciento veinte muertos, entre ellos el Alcalde provincial D. Juan Antonio Saviñon, y se contaron más de seiscientos heridos. El primer cirujano de la plaza, licenciado D. José Rodríguez, se desvivió curando y amputando…
Algunos piensan sin embargo que nada fue peor que los primeros días de julio de 1898, cuando los habitantes de la ciudad se vieron atrapados entre dos fuegos; de un lado las tropas norteamericanas que con el apoyo de los mambises avanzaban sobre la ciudad y del otro la flota española anclada en la bahía y una guarnición dispuesta a no rendir la plaza.

El día primero en medio del calor infernal del verano, el hambre y la incertidumbre, los santiagueros escucharon a lo lejos el retumbar de la fusileria y la artillería en los combates del fuerte del Viso en el Caney y la Loma de San Juan.

El día 3 la ciudad despertó con el aterrador cañoneo de la flota norteamericana contra las baterías costeras españolas de La Estrella y La Socapa y los barcos de la escuadra del Almirante Cervera que salían por la boca del Morro y eran perseguidos a lo largo de la costa.

Cuando en unas horas terminó la batalla naval, se hizo un silencio sepulcral y rápidamente comenzó a circular el rumor en el vecindario de que la escuadra norteamericana comenzaría a disparar contra la guarnición española de la ciudad.

El día 5 de julio unos 30 mil santiagueros con sus bártulos a cuestas, salieron en estampida de la ciudad, fue un éxodo terrible de familias a campo traviesa. El periodista Joaquín Navarro Riera que iba entre los que huían, público años después su testimonio sobre aquel momento de locura colectiva:
…y llegó el terrible 5 de julio de 1898, el día del éxodo que tuvo que emprender, victima de todos los sufrimientos por la libertad de la patria, la mártir población de Santiago de Cuba. Entre la masa de aquellos treinta mil habitantes que huían de la capital de Oriente, rumbo al campo revolucionario, para esquivar los peligros del bombardeo yanqui contra la guarnición española que aun resistía por la obcecación de sus jefes (…) En medio del oleaje humano de los emigrantes que iban a El Caney se destacó, a mis ojos, la figura del doctor Hartmann. Iba a caballo, algo encorvado sobre la montura, con un paraguas abierto. Su larga barba le imprimía más que nunca, el aspecto de un patriarca bíblico, e idealizaba más aquella visión la presencia de una nieta del gran medico, la bellísima señorita Katty Woodcock, que, a pie, iba guiando en algunos malos pasos del camino el caballo en que viajaba su ilustre abuelo.
El bombardeo finalmente no se produjo, aunque la guarnición no rindió la ciudad a los norteamericanos hasta el 16 de julio, entonces los santiagueros regresaron a sus casas. Aquel éxodo debió quedar en la memoria colectiva de varias generaciones de santiagueros como la huida de Egipto en la de los hebreos.

En las primeras décadas del siglo veinte nuevamente las sombras se cernieron sobre la ciudad de Santiago de Cuba. Todo comenzó según marco el reloj de la Catedral a la 1 y13 de la madrugada del miércoles 3 de febrero d 1932.

Un estupendo reportaje publicado en el periódico Diario de Cuba ofrece una visión dantesca de aquel oscuro momento vivido por los santiagueros:
… se sintió una leve sacudida, inmediatamente otra de mayor intensidad, y tras un leve momento de descanso la tierra se conmovió en epilépticas convulsiones. (…) Hombres, mujeres y niños se lanzaron a las calles, clamando misericordia divina, mientras que, los toques de campana de los carros de bomberos, puestos rápidamente en movimiento, recorrían la ciudad (…) Las familias iniciaron, inmediatamente, el éxodo hacia el campo o hacia lugares apartados de la ciudad. Los parques se colmaron de publico (…) Cuando el sol alumbró pudo verse la intensidad de la hecatombe. Montones de piedras, maderas y bloques de cemento interrumpían el transito. Las casas presentaban grietas por doquier. Las cornisas de los grandes edificios estaban caídas o amenazando con el derrumbe.
Durante algún tiempo las replicas continuaron asustando a los santiagueros, pero la ciudad se recuperó decía la prensa de la época con orgullos: “por sus propios y grandes esfuerzos”.

Algunos historiadores gustan de recrear los hechos bélicos, particularmente si están rodeados de himnos y banderas desplegadas y suelen ignorar la importancia que tiene la adversidad para templar el carácter. Si se desconocen o minimizan aquellos momentos de caos en que los habitantes de Santiago de Cuba se sintieron abandonados a su suerte, no podríamos conocer cabalmente a los santiagueros.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, September 16, 2021

La salud en Santiago de Cuba (por Rafael Duharte Jiménez)



La primera noticia en la prensa sobre la existencia en el siglo pasado de una institución de salud en la ciudad de Santiago de Cuba, remite a la Casa de Salud de la Colonia Española, la cual se inauguró el 25 de julio de 1902, en un edificio que había sido propiedad de la Quinta del Centro de Dependientes en terrenos de Trocha Sur; la misma más tarde se denominaría Sanatorio de la Colonia Española.

En 1917 abrió sus puertas al público la farmacia La Especial, en la calle Heredia esquina a Calvario. Al año siguiente, el incipiente sistema de salud debió verse desbordado por la terrible epidemia de Gripe Española, la cual dejó un saldo de más de 200 fallecidos en la ciudad.

En 1922, los masones orientales entregaron al Ayuntamiento el Hospital de Emergencias como parte de su obra filantrópica. El Diario de Cuba comentó sobre el acontecimiento en los siguientes términos: “El acto fue muy concurrido (…) una verdadera ola humana cubría la calle Trinidad, desde Moncada hasta Calvario y el amplio atrio del templo de la Santísima Trinidad.”

En septiembre de ese mismo año se inauguró oficialmente la Farmacia Municipal cuyo principal objetivo era la elaboración de las recetas médicas de las personas pobres.


El 17 de octubre de 1926 tuvo lugar uno de los acontecimientos más trascendentales en el campo de la salud santiaguera, la inauguración en los terrenos del que fuera el primer cementerio de la ciudad, de la Clínica de Los Ángeles, propiedad del Dr. Jose A. Ortiz. La prensa no escatimo elogios: “…parece imposible que se haya podido erigir en Santiago de Cuba, una institución benéfica de tal importancia con los aparatos y sistemas mas modernos; una institución que probablemente, no abundan en América Latina”.

Otro hito en materia de instituciones de salud fue la apertura en noviembre de 1945 del Sanatorio Anti-tuberculoso Ambrosio Grillo cerca del poblado de Megarejo, en el Cobre. Dora, la hija menor de Grillo, develó el busto de su padre a la entrada del edificio y el Dr. Jose Antonio Grillo Longoria, el nieto, pronunció un discurso ante el numeroso público allí congregado.

En 1954 se inauguró el Dispensario de la Liga Contra el Cáncer, a partir de un donativo de la familia Schueg- Bacardi, en los terrenos aledaños al Hospital Civil Saturnino Lora. Al año siguiente abrió la Clínica de Maternidad Obrera con capacidad para ochenta embarazadas.

En aquella época la prensa destacó importantes noticias del ámbito de la medicina: El Cubano Libre, 8 de agosto de 1912: “ Por primera vez se ha usado, la vacuna antitífica”; Diario de Cuba, 8 de julio de 1944: “ Se ha aplicado una dosis de Penicilina a una paciente recluida en el Sanatorio de la Colonia Española”; Oriente, 23 de marzo de 1955: “En el Hospital Civil Saturnino Lora se realizó la primera operación al corazón a un niño de 6 años de edad”; Diario de Cuba, 16 de abril de 1955:“…dos menores recluidos en el Hospital Saturnino Lora son inmunizados con la vacuna antipoliomielitica”.

En la primera mitad del siglo pasado, los periódicos santiagueros guardaron sin embargo un profundo silencio sobre una especie de zona oscura de la medicina: comadronas, curanderos, yerberos, sobadores, santeros, espiritistas, etc. Un mundo en el que la medicina verde, la sugestión y hasta la magia, desempeñaban un papel muy importante para curar algunas dolencias; un universo ilegal, a ratos satanizado por el Colegio Médico, pero muy estimado, sobre todo por los pobres.

En aquellos años algunos médicos santiagueros alcanzaron fama y prestigio en la ciudad: Hartman, Ambrosio Grillo, Beguez-Cesar, José Antonio Ortiz y Duarte, entre otros, para los cuales la medicina fue un verdadero sacerdocio.

¿Eran insuficientes el sistema de salud público y privado en aquella época? Si, entre otras razones porque la población crecía rápidamente y el dinero delimitaba las posibilidades de acceso a los servicios de mayor calidad; pero todo parece indicar que en la primera mitad del siglo pasado la salud avanzaba en Santiago de Cuba e incluso tuvo logros significativos en comparación con los tiempos coloniales que le precedieron.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, September 9, 2021

El nacimiento del Estado de Derecho (por Rafael Duharte Jiménez)



Durante la época colonial el concepto de justicia se desarrolló muy lentamente en la isla de Cuba, los indios encomendados y los negros esclavos carecieron de derechos, estos últimos recibieron algunos en el siglo XIX, con el Reglamento de Esclavos. Para españoles y criollos no seria hasta 1573, con las Ordenanzas Municipales u Ordenanzas de Cáceres, que llegaría a su fin la ley de la selva.

El primer Juicio de Residencia tuvo lugar en 1531 en la villa de Santiago, el residenciado fue el Gobernador Gonzalo de Guzmán a quien se acusó de: “consentir pecados públicos, blasfemos, jugadores, amancebados, no cumplió providencias ni cedulas, recibía dadivas, fue parcial, echo sisas y repartimientos…”, como puede apreciarse en las acusaciones se mezclan motivos de carácter político, religiosos, éticos y de corrupción.

En los albores del siglo XX, con la constitución del 1901 y el nacimiento de la República, dio su primeros pasos el Estado de Derecho. Dos pequeños episodios en aquellos lejanos tiempos nos permiten asomarnos al incipiente mundo de la ley.


El primero de enero de 1903, en las calles de Santiago de Cuba ocurrió un suceso que conmocionó la ciudad, el mismo fue descrito con lujo de detalles por el periódico "La Independencia en su edición del día siguiente: El señor Mariano Corona, veterano de la guerra de independencia, Representante a la Cámara y Director del periódico El Cubano Libre, iba por la calle de Santo Tomas con varios amigos y al pasar frente a la nevería La Cubana, del interior de esta se escuchó una voz que dijo, ¡Su madre! Y a continuación salieron del local el señor Insua y Ecay, director del diario La República y otras personas, iniciándose un ácido intercambio verbal que derivó en un ataque a bastonazos al señor Corona, el cual se defendió también con su bastón, pero como eran varios los agresores y rápidamente lo superaron, sacó su revolver y disparó dos tiros a Insua y Ecay que cayó muerto en la puerta entreabierta de la platería El Zafiro…"

Mariano Corona fue detenido inmediatamente y permaneció en prisión hasta que cinco días más tarde salio en libertad condicional, previa presentación de una fianza de 1000 pesos. El Juez de Instrucción solicitó a la Cámara de Representantes que retirara la inmunidad parlamentaria a Corona para poder procesarlo.

El día 12 de enero, Mariano Corona compareció en la sesión ordinaria de la Cámara de Representante y pidió de forma enfática a los allí reunidos, que accedieran favorablemente a la solicitud del juez de Instrucción de Santiago de Cuba; en tono firme dijo que de lo contrario se sentaría un precedente funesto y que “ellos estaban allí para dictar leyes sabias y democráticas y dar ejemplos de moralidad y justicia.”

Manuel Corona sufrió prisión durante un año y en febrero de 1905 fue indultado por el presidente de la República, con una recomendación favorable del Fiscal del Tribunal Supremo Dr. Freyre de Andrade, quien calificó la condena como “un error judicial”. Algún tiempo después Corona volvió a ser electo Representante a la Cámara por el partido Conservador y continuó siendo una figura de prestigio en mundo político de la época; luego de su muerte las autoridades santiagueras le pusieron su nombre a la céntrica calle San Juan Nepomuceno.

El dos de mayo de 1904, la prensa santiaguera comentó con titulares y quizás fotos la llegada en el tren de la Habana del verdugo Avelino Cabrera, alias Cara de Papa y su ayudante Manuel Barras, alias Come en Cubo y añadió que con ellos llegó la “maquina patibularia”. Se trataba de la ejecución de cuatro asesinos condenados a muerte que estaban en la cárcel de la ciudad.

Dos días más tarde, a la siete de la mañana, llegaron a la cárcel los magistrados de la Sala sentenciadora y el fiscal, iniciándose la ceremonia para el agarrotamiento de los cuatro reos. Según la prensa al terminar la última ejecución, que fue la de Alejo Jay, los ejecutores recibieron, junto al patíbulo, su paga: 68 pesos oro español el verdugo y 10.70 pesos su auxiliar; a las dos de la tarde los ataúdes fueron llevados al cementerio de Santa Ifigenia para ser enterrados.

Algunos periódicos comentaron que el presidente de la Republica Don Tomas Estrada Palma había sido asediado por numerosas instituciones y personalidades de la sociedad civil que le telegrafiaron solicitándole el perdón de los reos. El presidente negó el perdón, convencido de que la joven república debía apegarse a la ley.

Entre luces y sombras nacía el Estado de derecho en una isla en la cual durante siglos habían florecido, los Juicios de Residencia y las Facultades Omnímodas; la ley por primera vez tenía un papel protagónico en la vida pública. El largo y enmarañado camino de la civilización moderna había comenzado en Cuba.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, September 2, 2021

¿Cámbios de mentalidad en Santiago de Cuba? (por Rafael Duharte Jiménez)



Una revisión de las primeras medidas tomadas por el alcalde Emilio Bacardi, ofrece una perspectiva interesante sobre el concepto de civilización que se abría paso en Santiago de Cuba en los umbrales del nuevo siglo.

El 15 de enero de 1902, un bando de la alcaldía dio un plazo de 15 días a las mujeres de mal vivir para desalojar el callejón de Escudero. En la prensa local se afirmaba que “la opinión publica aplaudía esta medida moralizadora”.

Un decreto del 22 de marzo puso fin a la antigua costumbre de los barrios populares de situar mesitas para vender dulces, cenas y refrescos en las puertas de las casas; la prohibición se basaba en que dicha practica “pugnaba con la cultura y las buenas costumbres de toda sociedad civilizada”.

El carnaval sufrió recortes que se anunciaron de la siguiente manera: “Se ha limitado el periodo carnavalesco, despojándolo del exceso de ridiculez”. ¿Cual seria la ridiculez? Quizás se refería a los bailes de los cabildos de nación o incluso a las congas. Lo real es que en febrero del año siguiente apareció un nuevo carnaval que se caracterizaba por las batallas de serpentinas y confetis, desde los coches y balcones y tenia sus principales escenarios en el Parque Céspedes y la Calle San Tadeo alta (Aguilera).

¡Este fue sin lugar a dudas un episodio de la antigua disputa entre África y España por dominar esta fiesta popular¡

Para algunos las regulaciones del carnaval e incluso la alternativa invernal del mismo ocultaba prejuicios raciales, lo cual no hubiera tenido nada de extraño, estando la abolición de la esclavitud a menos de dos décadas de haberse producido. Pero cuando Bacardi prohibió también las tradicionales procesiones católicas, no pocos comprendieron que la Alcaldía desarrollaba una cruzada contra una serie de prácticas tradicionales que a la luz de la nueva mentalidad resultaban incivilizadas.

En 1908 el alcalde Ambrosio Grillo, probablemente bajo presión de la iglesia católica, autorizó una procesión, provocando una airada protesta de la cual se hizo eco el periódico El Cubano Libre, este en una nota editorial titulada ¿Hacia Atrás? se preguntaba “¿A que volver ahora con procesiones que el buen gusto y la civilización desterraron y con lo que todo el mundo estaba ya conforme.”

Una ojeada a las Ordenanzas Municipales vigentes en aquel año nos permite aproximarnos al concepto de decencia que se imponía en el Santiago de la época:

-Se prohíben las conversaciones deshonestas en voz alta, los cantos, gritos y excitaciones obscenas por las calles, plazas y paseos.

-No se podrá salir a la calle en desnudez ni en traje poco decoroso, ni ejecutar en público actos inmorales o movimientos indecorosos e indecentes.

-Los dependientes no podrán estar en camisetas

-Las meretrices no pueden ocupar coches llevando el fuelle bajo.

En los primeros lustros del siglo, los mambises en el poder, sometieron a crítica la moral de la época colonial, prohibieron antiguas costumbres como las mesitas en las puertas de las casas, las procesiones católicas, las peleas de gallos y las corridas de toros; se revisó crítícamente el carnaval que en esa época tenía todavía un fuerte aliento africano y se reguló la prostitución creándose una Zona de Tolerancia aledaña al puerto.


Desde la Alcaldía y con el respaldo de la Revista Municipal, los periódicos locales y una activa sociedad civil, en cuya vanguardia se encontraban El Museo Municipal, las bibliotecas publicas y Bellas Artes, se impusieron nuevos gustos que permitieron florecer el estilo ecléctico en la arquitectura; el maquinismo que echaba a un lado los coches de caballos, dando paso al automóvil, el tren y el tranvía; así como nuevos deportes que creaba públicos en torno a la pelota y el boxeo, menoscabando la antigua popularidad de las vallas de gallos y las corridas de toros.

Simbólicamente el Teatro de La Reina cambió su nombre por el de Teatro Oriente y allí se vieron las primeras películas en cuya imágenes los santiagueros apreciaron que el mundo entero no era su aldea.


La sociedad santiaguera debió sentir la ilusoria sensación de que salía de la oscura barbarie de los tiempos de España y entraba en la modernidad. ¿Qué era la modernidad en aquel instante? La respuesta era muy simple, bastaba ver la iluminación con electricidad en La Alameda o Enramadas; los automóviles y el tranvía subiendo y bajando lomas; solo había que mirar los bellos edificios eclécticos que como el Hotel Imperial en la calle de Enramadas construyera Carlos Segrera o simplemente ir a ver una película, donde se podía “por una peseta sin moverse del Teatro Oriente, recorrer el mundo entero, con la vista y la imaginación…”

La modernidad, en la nueva mentalidad de los santiagueros, era el maravilloso mundo que emergía lleno de luces y colores de las ruinas de la sórdida ciudad colonial fundada por los españoles en el verano de 1515.





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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, August 26, 2021

El legado de Juan Bautista Sagarra (por Rafael Duharte Jiménez)


En el siglo XIX la ciudad de Santiago de Cuba, a contrapelo del colonialismo y la esclavitud, experimentó avances considerables en materia de educación, bastaría recordar la formidable obra pedagógica de Juan Bautista Sagarra en El Colegio Santiago y la Escuela General Preparatoria, para comprender, porque tenían un nivel significativo de instrucción la mayoría de los jóvenes de la División Cuba y en general toda aquella oficialidad mambisa nacida en Santiago de Cuba.

Pudiera pensarse que aquella flama se apagó luego de tres guerras y la asfixia a que fuera sometida la ciudad, al rodearla los españoles de fuertes militares y finalmente de alambradas. Sin embargo cuando nos asomamos al Santiago de los primeros años del nuevo siglo, encontramos increíblemente vivo el legado de Juan Bautista Sagarra.

En el año de 1903, funcionaba en la calle San Félix esquina a Maceo una pequeña escuela con un claustro de cinco profesores que en la sesión matutina tenia una matricula de 170 alumnos; por la tarde allí se impartía un curso para maestras de primaria y en la noche abría La Academia Nocturna para Adultos Jose de la Luz y Caballero, a la cual el Ayuntamiento el año anterior le anexó la Biblioteca Popular no. 5, con un salón independiente.

En el curso 1900-1901 comenzó a funcionar el Instituto Marti, obra educacional de la Primera Iglesia Bautista. Inicialmente el instituto fue solo para niñas y señoritas, pero posteriormente recibió alumnos de ambos sexos y añadió la primaria superior.

En el año de 1903 se abrieron dos escuelas del modelo Raja Yoga en las que recibieron clases mas de 200 niños, el claustro lo integraban profesores norteamericanos de la Fraternidad Universal y Sociedad Teosófica con sede en California; en septiembre de ese año se inauguró también la Academia Raja Yoga en una casa de la calle Heredia.

En un informe de la Superintendencia de Instrucción Pública del año de 1903 se informaba que estaban funcionando 22 escuelas públicas en los distintos barrios de la ciudad.

En una urbe donde el colonialismo español había dejado una pesada herencia de analfabetismo, afloraba un creciente interés por la instrucción el cual encontraba los más diversos caminos para canalizarse.

En 1902 fue fundado el colegio privado de primera y segunda enseñaza Las Dos Américas, en la finca Ducoreaux, la cual sólo funciono un curso. Ernesto Buch, quien luego seria uno de los historiadores mas brillantes de Santiago de Cuba, evocaría aquel curso muchos años mas tarde: “Fue nuestro primer instituto con disciplina militar y un llamativo uniforme. De mañana, a las siete, salíamos de nuestra ciudad en dos guaguas de tracción animal. Desayunábamos y almorzábamos en el Colegio y regresábamos en los mismos vehículos por la tarde.”

El 24 de agosto de 1903, el maestro Luís Maria Buch fundó el colegio de enseñanza primaria elemental y superior Juan Bautista Sagarra, situado en la calle San Tadeo (Aguilera no. 38). El primer curso fue muy modesto según recordaba el alumno Ernesto Buch: “El Colegio ocupaba la sala y principales habitaciones; las que quedaban, muy reducidas por cierto, servían de vivienda particular a la familia. El mobiliario escolar no podía ser más humilde. Nos sentábamos en unos pequeños bancos de madera construidos personalmente por el dinámico director…”

Así nació uno de los Colegios mas famosos de Santiago de Cuba, cuyo prestigio con los años le permitió multiplicarse en los Colegios Herbart y Cubano donde se formaron varias generaciones de jóvenes santiagueros.

El Colegio “Juan Bautista Sagarra” fue un símbolo de lo mejor de la pedagogía santiaguera de la época. Indiscutiblemente Luís Maria Buch puso el nombre del gran pedagogo criollo a su Colegio, para que simbólicamente Sagarra estuviera presente en la construcción del Santiago moderno.

¿Quiénes fueron lo héroes y heroínas que echaron los cimientos de la instrucción en aquellos años en que la ciudad junto al país comenzaba a alejarse de la colonia? ¿Quiénes fueron aquellos maestros cuyas hazañas no merecieron estatuas en los parques y avenidas de la ciudad?

¡Rindámosles un pequeño homenaje! Ellos fueron: Juan Martínez Godoy director de la Academia nocturna Jose de la Luz y Caballero, Miss Elma Gowen directora y fundadora del Instituto Marti, la señora Katherin Tingley fundadora de las escuelas y la academia Raja Yoga, Tomas Oñate y Santiago Somodevilla mentores del colegio Las Dos Americas, la señora Ana Abril Amores fundadora del colegio Herbart, Enrique Juárez fundador del Colegio Cubano; Luís Maria Buch fundador y director del Colegio Juan Bautista Sagarra y Juan Francisco Ibarra Martínez continuador de la obra pedagógica de Buch.

Nuestra tendencia, quizás heredada de la cultura española, de reservar la gloria para los héroes de caballo y machete al cinto, dejo en la sombra la formidable labor de éstos maestros que empujaron a Santiago de Cuba por el camino de la civilización en los albores del siglo XX.







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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.

Thursday, August 19, 2021

El último adiós… (por Rafael Duharte Jiménez)

Oración Fúnebre en honor de 
Mons. Manuel Ma. de Negueruela y Mendi, arzobispo.
Catedral de Santiago de Cuba, 1861
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El primer gran funeral de la historia de Santiago de Cuba tuvo lugar en el año de 1524, en ocasión de la muerte del Diego Velázquez de Cuellar, dicen algunos que de rabia por la traición de su compadre Hernán Cortes, quien le robó la gloria de la conquista de México. El fundador de la villa fue enterrado junto al Altar Mayor de la catedral y de su sepulcro sólo se ha encontrado un fragmento de la lápida que se conserva en el Museo “Emilio Bacardí”.


En la primera mitad del siglo XX, la prensa de Santiago de Cuba reflejo ampliamente los funerales de las principales personalidades de la ciudad. Al expresidente Tomas Estrada Palma, quien falleció en la noche del 4 de noviembre de 1908, se le rindieron honores de presidente de la república. Los periódicos hicieron amplios reportajes sobre el funeral: “El desfile de la multitud era compacto e interminable. Flores naturales y coronas de flores se amontonaron por todos los lados de la capilla ardiente (…) Después de tres descargas de fusiles, el cadáver de Don Tomas fue sepultado en una fosa del primer patio del cementerio, frente a la tumba de Marti.”

A las 6:00 a.m., del domingo 8 de junio de 1913 la campana mayor de la catedral anunció la muerte de Monseñor Francisco de Paula Barnada. En una ceremonia en la catedral se le rindieron los últimos honores, el ataúd fue sacado en hombros por los sacerdotes, quienes lo condujeron a la carroza fúnebre, tirada por dos parejas de caballos empenachados. El desfile mortuorio estuvo integrado por más de cuarenta coches y automóviles que fueron hasta el cementerio.

El sábado 15 de abril de 1917 feneció el maestro y compositor Rafael Salcedo fundador y director de la Sociedad Beethoven, en el templo de Santo Tomás se cantó un Responso con una orquesta. Su cadáver fue acompañado al cementerio por numeroso público.

El 12 de agosto de 1922 expiró el arquitecto Carlos Segrera que había desarrollado una obra extraordinaria en la modernización de la ciudad con proyectos de edificios emblemáticos como: El Hotel Imperial, El Gobierno Provincial y el Museo Bacardí, entre otros. Su féretro estuvo acompañado según la prensa local de un contingente de amigos, así como de la banda Municipal y un piquete de la Policía Montada. El alcalde municipal presidio el duelo.


En la noche del 28 de agosto de 1922 falleció en su residencia de Villa Elvira, Don Emilio Bacardi. Este fue posiblemente el funeral más importante de la ciudad desde el de Diego Velásquez en 1524, pues Bacardi era sin lugar a dudas el fundador del Santiago moderno. La prensa dedicó muchas páginas al funeral:
Delante de la carroza fúnebre avanzaba un piquete de la Policía Montada municipal. Detrás dos carros del cuerpo de Bomberos con las coronas de flores y muchos automóviles con las autoridades y los amigos (...) En distintos puntos se incorporaron, la Banda Municipal que tocaba la macha fúnebre de Boza y la Banda Militar que tocaba la marcha fúnebre de Chopin (…) El féretro entró al cementerio, que también estaba lleno de personas, en los hombros de familiares y amigos, hasta el panteón familiar. Despidieron el duelo el Lic. Antonio Bravo Correoso y el Dr. Federico Henríquez Carvajal. Después, un clarín de orden y tres descargas de fusileria”.
En la noche del martes 15 de julio de 1924 falleció el coronel del Ejército Libertador y Gobernador de la Provincia de Oriente Rafael Manduley. El cortejo fúnebre salio de su casa en el reparo Vista Alegre, al frente del mismo marchó un piquete de la Policía Montada, seguido de la Banda Militar de Música y del Tercio Táctico, el sarcófago sobre un armon de artillería arrastrado por tres parejas de caballos con sus palafreneros. Después el carro-automóvil del Cuerpo de Bomberos lleno de coronas, cruces y ramos de flores, y el automóvil de los familiares, Al darle sepultura en el cementerio un piquete del ejército hizo tres descargas. La oración fúnebre fue pronunciada por Max Henríquez Ureña.

En la noche del lunes 22 de marzo de 1926 pereció el maestro Luís Maria Buch fundador y director del colegio Juan Bautista Sagarra y concejal del Ayuntamiento. El cortejo fúnebre se detuvo frente al Ayuntamiento donde se cubrió el sarcófago con la bandera nacional; luego frente a la Logia Fraternidad No 1, se le rindieron los honores correspondientes a su alta jerarquía masónica. En el cementerio recibió cristiana sepultura el hombre bueno, el buen patriota y el ejemplar ciudadano.

El sábado 8 de diciembre de 1928 expiró German Michaelsen, Hijo Ilustre de la ciudad. El carro fúnebre estaba tirado por cuatro parejas de caballos, la Banda de música de la policía y un piquete de caballería de la misma; los alumnos del Instituto y de la Normal. En el cementerio despidió el duelo Antonio Bravo Correoso.

El 30 de octubre de 1939 falleció el Reverendo Francisco País. El periódico Las Noticias destacaba en su primera plana: “Esta tarde tendrá efecto el sepelio del Reverendo Francisco País hasta su ultima morada”. El velorio se efectuó en la Primera Iglesia Bautista y por allí desfilaron desde el gobernador hasta las personas mas humildes, evangélicos y no evangélicos.

El domingo 26 de enero de 1944 falleció Antonio Bravo Correoso quien fuera constituyentista en 1901 y 1940 y tuviera una intensa vida política en Santiago y la nación. Una reseña periodística consigan que el féretro fue acompañado de una numerosa manifestación de duelo que se detuvo frente al Ayuntamiento, donde se puso la Medalla de la Orden de Mérito Carlos Manuel de Céspedes, en la bandera cubana que cubría el ataúd. En el cementerio una compañía del ejército le rindió honores de General de Brigada muerto en campaña, por sus altos servicios a la patria.

En los funerales del siglo XX desaparecieron dos costumbres de la centuria anterior, las plañideras y los negros mudos contratados para la ocasión; sin embargo aparecieron nuevas modas como el uso de caballos empenachados con sus palafreneros, el piquete de policía a caballo, el carro de bomberos con las coronas y las flores, las bandas de música y en algunos casos las descargas de fusileria en el cementerio.

Algunos de estos entierros fueron verdaderas manifestaciones populares de duelo que serian recordados por varias generaciones. Los santiagueros de aquella época despedían con gran dignidad y solemnidad a los ciudadanos que habían contribuido a hacer de Santiago de Cuba una gran ciudad.



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Rafael Duharte Jiménez (Santiago de Cuba, 1947). Profesor, Historiador Ensayista y Guionista de radio y televisión. Ha publicado 12 libros, numerosos artículos y ensayos en revistas en Cuba y el extranjero y una Historia Audiovisual de Santiago de Cuba que consta de 355 audiovisuales de 12 minutos cada uno; conferencista en 28 universidades y centros de investigación en El Caribe, América Latina, Europa y Los Estados Unidos. Es miembro de la UNIHC y la UNEAC. Actualmente labora como especialista de la Oficina de la Historiadora de la Ciudad de Santiago de Cuba.
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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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