Thursday, June 1, 2017

Morir de exilio (por Luis de la Paz)

Plaza de los Periodistas Cubanos
Little Havana. Miami
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No pasa una semana sin que conozcamos que alguna figura de la intelectualidad cubana ha muerto en el exilio. Es una constante que se repite y por mucho que se quiera “entender”, nunca deja de impactar la noticia. Todo porque el exilio cubano ha sido extremadamente largo y cada una de esas pérdidas deja un vacío en ocasiones difícil, y hasta imposible de llenar. El exilio cubano es una contundente entidad social, pero como todo lo forjado fuera de su hábitat natural, tiende a ser frágil, y cualquier resquicio, por natural que sea, como la muerte, resquebraja.


Por suerte los cubanos hemos podido estructurar una suerte de nuestro propio país en otra tierra, en Miami, que se ha convertido en una próspera prolongación de la Isla. Pero es solo una ilusión, un espacio análogo, donde todo es esencialmente cubano, pero también artificialmente cubano.

 
Falta la Isla. Quizás por eso los centros culturales y artísticos luchan y se abren paso, dejan una huella, pero desaparecen más pronto de lo que debieran, porque falta la continuidad de una nación real… continuidad que dictan los lugares comunes, el relevo generacional motivado por los mismos intereses, la patria, en ese concepto de unidad que encierra el término.


En el exilio, los hijos crecen en otra cultura, o nacen bajo una nueva cultura, que por mucho que intenten atrapar su herencia, no va mucho más allá de algunos bailes populares, la comida y algo del idioma y el acento. Lo demás se pierde en el exilio. 

Fundadores de la Sociedad Pro Arte Grateli
De derecha a izquierda: Marta Pérez, María Elena Saavedra,
Pili de la Rosa, Demetrio Menéndez. Miguel de Grandy II.
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El cierre de la sociedad Pro Arte Grateli tras 50 años de vida creativa y la muerte casi simultánea de su última figura fundacional, Pili de la Rosa a los 92 años, señalan el peligro que todavía corren algunas otras organizaciones del exilio que han envejecido y que podría desaparecer cuando mueran sus fundadores, como el Círculo de Cultura Panamericana, que preside Elio Alba Buffil, que ya tiene 87 años. Incluso centros tan importantes, casi pilares de lo cubano, estarían en camino de perder su esencia, como la Colección Cubana de la Universidad de Miami, pues las cubanas que allí laboraban con amor a lo cubano, se han retirado, y han quedado hijos de cubanos (y hasta no cubanos), a los que les falta lo que le sobraba a Esperanza de Varona y Lesbia Orta de Varona, y sus antecesoras, como Rosita Abella. Ya lo vivimos también con el cierre de la Librería Universal, que tan importante ha sido para mantener viva la cultura cubana, tras el retiro de Manuel Salvat. 


El exilio cubano se mantiene, pero una parte importante de sus fundadores queda en el camino y con ellos, en sus honrosas tumbas, sus grandes y efectivos proyectos. Quizás la razón más significativa sea que hay quienes no prevén que el exilio es más largo que la vida, que hay que preparar, buscar, crear, transferir, ceder, sobre todo entusiasmar, para que hayan figuras de relevo, aquellas que aunque le impriman un nuevo aire a las instituciones que ocupan, mantengan la esencia del legado de sus predecesores. 

Triste realidad la de este exilio sin fin y sin brújula.



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ver en el blog 
Con Juan Manuel Salvat en "La Casona" (por Luis de la Paz)

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