El domingo 17 de agosto de 2025, el Fillmore Jackie Gleason Theater de la ciudad de Miami Beach descorrió sus cortinas para dar paso a la Gala de Clausura del XXX Festival Internacional de Ballet de Miami, la cual se inició con la entrega del premio “Crítica y cultura del ballet”, de manos del Maestro Eriberto Jiménez, director del Festival, al señor Robert Johnson, reconocido crítico y periodista estadounidense radicado en Nueva York, quien en extensa alocución agradeció el importante premio recibido.
Robert Johnson y Eriberto Jiménez.
Foto: Simon Soong
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Robert Johnson,
premio “Crítica y cultura del ballet”.
Foto: BSM.
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El desfile dancístico comenzó con el pas de deux Sen Chopina, coreografía de Marina Sánchez y música de Frederick Chopin, bailado con elegante y sobrio desempeño por Melissa de Oliveira e Igor Monteiro, del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, con Maria Riccetto como su directora artística; pero considero que el oscuro y recatado vestuario no fue el mas apropiado, máxime cuando existe el ballet “blanco” Las sílfides, con la misma música y coreografía del genial Mijaíl Fokín; entonces, ¿para qué inventar una nueva coreografía –y con tan oscuro vestuario– cuando ya se tiene un clásico inmejorable, si no es para superarlo o actualizarlo, que no fue el caso?
Igor Monteiro y Melissa de Oliveira
en Sen Chopina. Foto: BSM.
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Igor Monteiro y Melissa de Oliveira
en Sen Chopina.
Foto: Simon Soong.
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En resumen, esto a mi juicio conspiró contra una mayor apreciación de su ya comprobado virtuosismo, mostrado con creces en el adagio del segundo acto del ballet El lago de los cisnes que bailaron la noche anterior.
Después de esto, comenzó el desfile de los solos: ¡seis!, demasiados en mi opinión para la función de clausura de este festival, pues me pareció una solución facilista y de menor rigor por parte de las compañías que optaron por ellos, en vez de presentar pas de deux.
El primero: 4:48, con coreografía de Jacqueline López y música de Krzyssztof Penderecki & John Cage, bailado por Valeria García, de la Compañía Nacional de Danza de México, cuyo director artístico es Erick Rodríguez; un solo que me pareció un buen ejercicio plástico para Valeria, pero sin justificación para tal título.
Valeria García en 4:48. Foto Simon Soong
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Por fortuna, hubo una pausa en la cadena “solitaria”, con Vow, coreografía de Ariel Rose y 1953, de Olafur Arnaulds, como banda sonora; defendido de nuevo de forma brillante por Mayrel Martínez y Maikel Hernández, “una de las parejas emblemáticas de Dimensions Dance Theatre of Miami, la excelente troupé dirigida artísticamente por Jennifer Kronemberg y Carlos Guerra”, como expresé sobre su actuación en la Gran Gala Clásica del sábado 16 de agosto.
Maikel Hernández y Mayrel Martínez
en Vow. Foto: Simon Soong.
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“Mayrel fue tal cual ella es en la vida real: dulce, delicada, sin la menor dureza, pero con unas puntas y unos arabesques (extensiones) a 180 grados, de una belleza, limpieza y facilidad admirables (…); y Maikel le brindó en todo momento el soporte perfecto para que ella desplegara sus alas, con un trabajo muy hermoso también per se”.
De regreso a la cascada de solos, Mariana Restrepo, de la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, interpretó –que es mucho más que bailar– La Boheme, con coreografía de Eduardo Yedro y como banda sonora, la canción homónima de Charles Aznavour; con un vestuario “muy parisino”, evocador para mí del genial mimo francés Marcel Marceau, en muy digno homenaje al mismo
Mariana Restrepo en La boheme. Foto: BSM
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Mariana Restrepo en La boheme.
Foto: Simon Soong.
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Parece que en esta reseña de la Gala de Clausura del XXX Festival de Ballet de Miami tengo que volver a tocar el punto que abordé cuando Sen Chopina, pues Mark Godden, del Ballet de Milwaukee, dirigido artísticamente por Mikael Pink, se “atrevió” a crear su propia coreografía para el ballet Carmen, cuando ya existe la paradigmática de Alberto Alonso para Maya Plisétskaia y para Alicia Alonso, pero sin superarla.
Lamento que los excelentes Marizé Fumero y Eric Figueredo, siendo cubanos, y por ende, dignos representantes de la Escuela Cubana de Ballet, hayan tenido que bailar esta versión goddeniana, a la que sin embargo, sí le brindaron su apasionada entrega como los grandes profesionales que son.
Marizé Fumero y Eric Figueredo
en Carmen. Foto: Simon Soong.
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Y aquí sí ya considero pertinente hacer un aparte sobre la tendencia de algunos coréografos de poner su mano sobre trabajos ya clásicos, sea por ego o para que su compañía no pague los derechos de autor, sin que su nueva creación supere la original, como sucedió con Sen Chopina y con Carmen.
Una cosa es renovar y actualizar los grandes ballets clásicos, como hizo Alicia Alonso con Giselle, El lago de los cisnes, Coppélia, La bella durmiente y La fille mal gardée, al punto de que sus versiones fueron aceptadas y representadas en los grandes teatros donde se estrenaron –como Giselle en la Ópera de París–, al hecho de regresar a la versión original ya rebasada y actualizada, como hizo Alexéi Ratmanski con El lago de los cisnes para el Miami City Ballet, o “estropearlos” o quedarse por debajo. Ejemplos sobran, y lo mismo sucede en la ópera.
Seguimos con los mentados solos, ahora otro con Rachele Buriassi, de Les Grands Ballets Canadiens (dirigido artísticamente por Ivan Cavallari): Dedicato, coreografía de Kristian Cellini y música de Stefano Simmaco; un trabajo en que Rachele ratificó y superó la versatilidad mostrada en Bolero.
Rachele Buriassi en Dedicato.
Foto: Simon Soong.
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Después de Dedicato, René Julián, de la Compañia Nacional de Danza de México, dirigida artísticamente por Erick Rodríguez, salió a escena con una larga falda negra, para interpretar Dango, con coreografía de Michele Cutri y música de Johann Sebastian Bach, la cual defendió con gran soltura y dominio escénico, a pesar de la falda, recurso este que ya se vuelve un poco manido, sobre todo sin que quede clara su intención, en aras de qué y por qué, como no sea mostrar una imagen andrógina del bailarín per se, para estar a tono con esa tendencia “seriática” y musical, a lo Bad Bunny.
René Julián en Dango. Foto: Simon Soong.
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Tocó entonces al Cuban Classical Ballet of Miami / Ballet Clásico Cubano de Miami, dirigido artísticamente por Eriberto Jimenez, repetir Minkus Divertimento, como la noche anterior, y tanto Natalie Álvarez, Eleni Gialas, Ihosvany Rodríguez como Kelvin Rabines, sus representantes e intérpretes, lo volvieron a hacer muy bien, “sin altibajos, con gran acople, tanto en sus solos como cuando Natalie y Eleni bailaron sincronizadas, y luego Ihosvani y Kelvin, así como en parejas mixtas, y al final, ya los cuatro juntos”, como expresé en mi correspondiente reseña del sábado 16 de agosto.
Eleni Gialas, Kelvin Rabines, Natalie Álvarez e Ihosvani Rodríguez en Minkus Divertimento. Foto: Simon Soong.
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Después de un adecuado y necesario intermedio, durante el cual hubo una reunión aparte, en un salón del teatro, del Maestro Eriberto Jiménez con otro grupo de personas acreedoras de un reconocimiento por el 30 aniversario del Festival, subieron todos al escenario para ser presentados al público y agradecer tan honrosa distinción, y luego dio ya comienzo la segunda parte de esta Gala de Clausura.
Marizé Fumero y Arionel Vargas, del Ballet de Milwaukee, al igual que la noche anterior, “fueron los responsables de llevarnos al París de La boheme, de Giacomo Puccini, con ‘El vals de Musetta’ de esa hermosa ópera, coreografiado por el propio Arionel y tocado al piano por el maestro Isaac Rodríguez –con una grabación orquestal añadida– como banda sonora del intenso adagio que protagonizaron de forma magistral; ambos dos inmensos artistas que honraron con su presencia ya habitual este Festival en su muy feliz 30 aniversario”; en fin, nada más que añadir a mi elogioso comentario de mi reseña del sábado 16 de agosto de 2025.
Isaac Rodríguez, Marizé Fumero y Arionel Vargas en El vals de Musetta. Foto: Simon Soong.
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Del París de Musetta, Edith Piaff, Charles Aznavour y Marcel Marceau, ahora el colombiano Andrés Felipe Vargas, de la Compañía Colombiana de Ballet, con José Manuel Ghiso como director artístico, nos llevó hasta “las callecitas de Buenos Aires”, con su emotiva y conmovedora interpretación de Balada para un loco, de Astor Piazzola & Roberto Goyeneche –y letra del poeta uruguayo Horacio Ferrer–, coreografiada por Jaime Pinto; un solo que Andrés Felipe venció con un histrionismo admirable, muy digno del magistral tango vals de Piazzolla, del que nuestra inmensa e inolvidable Rosa Fornés hacía la interpretación suprema, que por cierto, en esta ocasión, en el programa de mano no dice quién la cantó.
Una sola obsevación sobre el vestuario: me pareció muy formal, para tratarse de la “balada para un loco”. Sugiero que el bailarín comience así de formal, y a partir de: “Se saca el melón, me saluda / Me regala un banderita y me dice: Yo sé que estoy piantao, piantao, paintao”, el bailarín se desabotone la camisa, se descalce, saque una banderita del bolsillo, y siga con la coreografía como tal.
Andrés Felipe Vargas
en Balada para un loco.
Foto: Simon Soong.
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Andrés Felipe Vargas
en Balada para un loco. Foto: BSM.
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Emily Bromberg y Ariel Morilla, de Dimensions Dance Theatre of Miami, con Jennifer Kronenberg y Carlos Guerra como sus directores artísticos, volvieron a “revivir” a Dafne y a Apolo en el ballet homónimo; coreografía de Ben Needham-Wood y música de Arvo Pärt, por lo que aquí repito y edito mi comentario sobre su actuación el sábado 16 de agosto: “con una iluminación muy intimista firmada por Joshua Gumbinner y vestidos por Susan Roemer de S-Curve Appare; Emily completa como la recatada náyade, pero Ariel solo a medias, con su hermoso pecho apolíneo al descubierto. Mi única objeción es que este no es un adagio de amor propiamente dicho, tal y como lo pareció para el que no conoce la historia, por lo que sugiero a Ben que enfatice que Dafne no corresponde al amoroso asedio de Apolo, y que Dafne finalice el adagio estática con sus brazos en alto como ramas de un laurel (como efectivamente hizo en esta ocasión). Por lo demás, Emily y Ariel bailaron como dioses, como si lo fueran en realidad, que ya es mucho decir”.
Emily Bromberg y Ariel Morilla
en Dafne y Apolo. Foto: BSM.
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Emily Bromberg y Ariel Morilla
en Dafne y Apolo. Foto:
Simon Soong.
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Steven Loch, en representación del Miami City Ballet (que menos mal que envió aunque fuera solo a este bailarín al festival, cosa que durante años no hizo, ni con Edward Villela ni con Lourdes López al frente, salvo en muy contadas ocasiones), brilló justamente en un solo, titulado Atlas, con coreografía de su propia inspiración (como se decía antaño) y música de Coldplay; que evidenció su cuidado entrenamiento corporal y técnico, así como su talento como coreógrafo
Steven Loch en Atlas. Foto: BSM.
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¡Seis solos en esta gala!, demasiado, como ya dije, para una Gala de Clausura.
A continuación, Vlada Shevchenco y Gennaro Sorbino, del National Ballet Theatre of Kosice, Slovakia, con Gennaro Sorbino como director artístico, ofrecieron Marriage d’Amour, con coreografía de Sabrina Bosco y música de Frederic Chopin, que la pareja bailó con absoluto lirismo y apasionada entrega, en una simbiosis exquisita de técnica e interpretación.
Vlada Shevchenco y Gennaro Sorbino
en Marriage d’Amour.
Foto: Simon Soong.
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En la misma cuerda del amor como sentimiento supremo del hombre, Amanda Pérez y Alejandro Olivera, del Ballet de Cincinnati, con Cervilio Amador como director artístico, aparecieron en escena como Giselle y Albretch, para bailar un fragmento del Grand pas de deux del segundo acto de Giselle, que sorprendentemente no incluyó la variación de Albretch, sino solo la primera de Giselle, muy bien afrontada por Amanda, “con todas la de la ley”: primero el preciso arabesque en planta girando, y luego, ya estática, con la pierna hacia arriba, mientras Alejandro esperaba, cabizbajo, como el Pensador de Rodin, sin mirarla, desde el lugar de la supuesta tumba –algo inusual que no puedo entender y que se lo critico–, para luego partnearla por un momento y sacarla abruptamente de la escena; ¡muy, muy decepcionante!
Alejandro Olivera y Amanda Pérez
en Giselle. Foto: BSM.
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Amanda Pérez y Alejandro Olivera
en Giselle. Fotos: Simon Soong.
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en Giselle. Fotos: BSM.
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Y para cerrar esta variada y significativa gala, Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo, del Ballet de Monterrey, con Yosvani Ramos como su director artístico, retomaron el pas de deux del ballet El talismán, coreografiado por Marius Petipa y música de Riccardo Drigo, que la noche anterior habían bailado tan brillantemente Amanda Pérez y Alejandro Olivera, lo cual me parece un craso error de programación de ambas compañías, porque las comparaciones siempre son inevitables.
Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo
en El talismán. Fotos: Simon Soong.
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Axel Jaramillo y Ana Leticia Ferreira
en El talismán. Fotos: BSM.
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Sinceramente, Amanda Pérez y Alejandro Olivera debieron repetir El talismán y no bailar ese Grand pas de deux de Giselle incompleto, y Ana Leticia Ferreira y Axel Jaramillo, haber escogido otro pas de deux diferente, lo cual no quiere decir que en El talismán bailaron mal; sino todo lo contrario, ya que tanto en el adagio como en sus variaciones evidenciaron su dominio de la exigente coreografía y una fresca y cuidada interpretación, amén de un buen acople como pareja, con una coda muy efectista.
Baltasar Santiago Martín
Fundación APOGEO
Hialeah, 28 de agosto de 2025.
Fotos: Simon Soong y Baltasar Santiago Martín (BSM).






























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