Wednesday, August 16, 2023

Noticias de Puerto Príncipe en "El Trabajo". Revista Obrera y de Intereses Generales. Enero 20 de 1895. (por Carlos A Peón-Casas)


La publicación que se presentaba con tan particular destino, tenía su redacción para aquellas fechas en la calle San Diego, hoy Martí, en el número 23. Allí se localizaba igualmente la Imprenta La Luz donde era impreso.


Se publicaba cuatro veces al mes, lo que nos hace pensarlo como un semanario de su tiempo. La suscripción para un mes para los lectores locales era de solo 20 centavos. Para los de cualquier otro punto de la Isla: 25. Es de suponer que para tales alcances contaba con un sistema apropiado de distribución.

El periódico tenía cuatro páginas de lectura y la peculiaridad añadida de que:
… regala a sus suscriptores un libro científico o literario el que repartirá por cuaderno semanales de ocho páginas adjuntas a cada número del periódico.
La novedad de aquellas entregas lo hacía particularmente atractivo, y lo ponía a la altura de cualquiera de las publicaciones de su época, no solo en la Isla sino en cualquier sitio del mundo plural de ese tiempo.

En este particular número se suscitaba una interesante polémica con otro diario de la ciudad de entonces El Fanal: en razón de la supuesta falta de brazos en el entonces ingenio El Lugareño.


El diario obrero aludía a las razones que alejaban a los braceros, aludiendo a los trabajos del ferrocarril urbano entonces en marcha, y los de las “composiciones de calles” donde recibían mejor sueldo. Un detalle curioso, era que el propio ingenio había importado la presencia de “50 gallegos para las faenas de la zafra”.

Entre otras razones para contrarrestar las afirmaciones del diario integrista, el articulista aludía a “el despotismo teocrático que que existe en esos centros… donde cada dueño es un sultán, y cada capataz un bajá de tres colas”.

En cuatro a la afirmación del “pingue sueldo” que le ofrecía a los braceros, contraponía como “sangriento sarcasmo los 17 o 18 pesos mensuales por un trabajo rudísimo de 13 o 14 horas diarias, mitad efectuado durante el día y mitad durante la noche.”

Rematando así los argumentos El Fanal de que “no hay voluntad para el trabajo y el inmoderado afán que existe en todas las clases de figurar de señoritos y de no querer doblar el espinazo…”

Aludo con igual interés a lo que constituían la voz de los anunciantes en la porción de página de anuncios varios. Su lectura sin dudas, nos hace llegar atisbos sugerentes de aquel minuto en la ciudad a las puertas de la que sería la asonada mambisa de aquel año 1895.

Un primer anuncio era de La Protectora, que se anunciaba como la Gran Fábrica de Cigarros de Manuel Benitez. La industria en cuestión se localizaba en la entonces calle de Santa Ana, hoy General Gómez, en el número 54 antiguo.



El cuerpo del anuncio rezaba lo siguiente:
Los cigarros elaborados en esta fábrica no contienen sustancia alguna contra la salud, como las que usan otras fábricas para darle fortaleza y aroma a la picadura, ni tampoco admite desperdicios de fábricas de tabacos.
El que pruebe una vez los productos de La Protectora queda convencido de lo que decimos. 
No olvidar que se encuentra establecida en Santa Ana 54.
En aquella misma calle, pero esta vez en el número 88, se localizaba y se anunciaba igualmente la Armería de Salvador Soberats. El propietario hacía saber que se hacía cargo de: “todo clace de trabajos y compra cobre amarillo de todas cantidades”

La tabaquería de Carlos Montejo Montejo avisaba por su parte su dirección social en la calle de San Ignacio esquina a la de la Príncipe. José Rodríguez, carpintero ebanista tenía su negocio en Santa Ana 94, y así lo hacía saber a sus potenciales clientes. Igualmente Angel Morales, barbero de profesión avisaba que trabajaba a domicilio y recibía ordenes coincidentemente en San Diego 23, lugar de la redacción del periódico y de la Imprenta que lo publicaba.

Dos muy particulares y anuncios de ventas se incluían en esta edición, y con ellos doy cierre a esta mirada de miércoles a nuestra memoria de ciudad principeña. El primero tiene especiales simpatías, que aún hoy pudieran lucirle a cualquiera de una practicidad sugerente:

Se vende un carretón con sus arreos y un Chivo que lo hace muy práctico.
El otro, aludía a un sabroso alimento: el Maní tan prolífico ayer y siempre, y hacía saber a los degustadores, que el producto era “de muy buen grano”.

Llama otra vez la atención que la dirección sea San Diego en el número 23, aunque aclaraba que se expendía en una accesoria en aquella misma ubicación.

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