Friday, July 14, 2023

Homilía del P. Camilo de la Paz en la misa de exequias y reinhumación de los restos de Mons. Pedro Claro Meurice Estíu

Fotos/Facebook del 
Arzobispado de Santiago de Cuba. 
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Transcripción de la homilía del P. Camilo de la Paz Salmón Beatón, párroco de Santa Lucía. SBMI Catedral de Santiago de Cuba, 12 de julio de 2023.



Queridos hermanas y hermanos,

En esta tarde preciosa y calurosa de nuestra Arquidiócesis de Santiago de Cuba, iniciamos la predicación de la misa de reinhumación y de exequias de nuestro queridísimo pastor, Mons. Pedro Claro Meurice Estíu, recordando aquello que él mismo nos dijo en el arzobispado en el mes de febrero del año 2007, a las puertas ya de su retiro. ¿Recuerdan ustedes lo que mandó a preguntarle Juan el Bautista en la cárcel a Jesús? ¿Eres tú el que ha de venir? Díganle a él, que los ciegos ven, los cojos andan, se predica el evangelio y a los presos se les da la libertad. Si nosotros somos capaces, decía Pedro, de contestar esto en este tiempo presente, nosotros somos iglesia.

Ése es el espíritu de Mons. Pedro, y por eso damos gracias hoy, Monseñor por tu presencia a la luz del cirio pascual. Porque esa iglesia que recibiste por orden de Jesucristo y de la mano de Mons. Enrique Pérez Serantes. Esa iglesia que sostuviste, como muy bien nos recordaba nuestro Arzobispo por 39 años, dando testimonio de Cristo y de su misterio pascual; esa iglesia que tú entregaste humildemente al actual Arzobispo. Esa iglesia, esa iglesia Monseñor está viva. Esa iglesia tiene muchas comunidades, esa iglesia atiende a muchos y muchos pobres y presos; esa iglesia tiene el valor de hablar de la libertad, esa iglesia en las manos de quién la dejaste es una iglesia fiel, es una iglesia iluminada por ese cirio, es una iglesia unida, es una iglesia toda, completa, presente en este clero cubano joven y adulto, y en ustedes.

Hoy todos al acercarnos a la Catedral, con aquel sonido precioso del Ángelus a Nuestra Señora que marca las seis de la tarde, después de escuchar tu voz, siempre, cada uno, y los mayores que aquí contemplo tienen muchas experiencias de ti. Muchas experiencias preciosas y agradables de tu persona como pastor. Yo solamente tengo una sola experiencia con la persona de Mons. Meurice, y con esa experiencia, a la luz de la palabra de Dios, damos inicio a la predicación.

Era una misa de Santa Teresa de Calcuta en mi parroquia. Recuerdo la predicación de Mons. Pedro. Decía, en un aeropuerto de Estados Unidos nos encontramos, y yo pensé que la Madre Teresa no me iba a reconocer, la Madre Teresa se acercó a mí, con paso muy apurado porque ella me vio primero y me dijo, tú eres Pedro, el Arzobispo de Santiago de Cuba.

A la altura de los quinientos años, este V centenario de la fundación de nuestra iglesia en Cuba, ese tipo de Mitra Primada tiene gran peso. Mitra Primada, Báculo Primado, Catedral Primada, desde el 22 de octubre de 1523, día además en que hoy la Iglesia Universal celebra la fiesta de SS el papa San Juan Pablo II, al cual Mons. Pedro le presentó como dijo él aquel día en la plaza de la revolución, el alma indomable del cubano.

Cuando yo escucho en mi memoria ese encuentro con la Madre Teresa, me recuerdo de aquello que decía San Antonio María Claret a la luz de la obra de Mons. Pedro, esta es una diócesis para hombres probados en el Espíritu, porque esta diócesis está llena de malezas y espinas. Y Pedro supo defender, muy bien, su diócesis, y es además la vigencia de su pensamiento y su obra en cada uno de nosotros, como persona y como comunidad.

Hermanos, hoy la primera lectura nos habla primeramente de una situación de pecado en ese libro del Génesis. Fíjense que el hambre de estos hijos de Israel, nace por la iniciativa de entregar a José. De entregar a José a la muerte. Y los Padres de la Iglesia, los representantes de la Patrística como San Agustín, San Juan Crisóstomo, han visto en la figura de José la persona de Cristo. Esa persona de Cristo que, al ofrecerse y entregarse a la muerte, todos sus discípulos se dispersan. Esa figura de Cristo que aun en la cruz, y nosotros negándolo, tenemos una fortísima hambre de Él. Lo cual me hace pensar en lo que alguien me dijo, si vas a predicar sobre Mons. Pedro Meurice, como primer punto después que hables de su sentido de Iglesia, es hablarle al pueblo de su vivencia de Dios como el Absoluto. Santo Tomás de Aquino es el que nos enseña, y San Alberto Magno, textos que Mons. Meurice los sabía de memoria, que Dios es nuestro único Absoluto, no hay más. No hay en lo absoluto ningún acto puro del ser, que no tenga a Jesucristo; no hay persona que ocupe en nuestro corazón el lugar de Dios, porque el Señor es el Creador, el Señor es nuestro Redentor. Qué bien lo entendió San Juan de la Cruz cuando decía, que las almas que no poseen el amor de Dios, son amas sedientas, hambrientas, destruidas.

Hoy nuestro Pastor, Mons. Pedro lo presentamos en el altar como un alma de luz, un alma que ha sido transformada en Dios, un alma que por su obrar y su caridad participa de Cristo en el Reino de los cielos. Hermanos, para vivir el amor de Dios con la magnitud que lo vivió Mons. Pedro, hay que tener una responsabilidad muy grande, como decía San Pablo en su texto epistolar, de no negar a Cristo en el mundo. Es una tentación grande, y se lo quiero transmitir a ustedes, y con mucho amor y respeto a nuestros hermanos sacerdotes. Mons. Pedro siempre dio testimonio fiel de Cristo, pero de Cristo llagado, el mundo que le tocó vivir. Mons. Pedro no tenía complejos de decir la verdad, Mons. Pedro estaba comprometido con la verdad de Jesucristo. Mons. Pedro no tenía respeto humano, de públicamente frente a los poderes de este mundo, decir, Cristo es mi único Rey.

Por eso hoy, con la oración de la Iglesia, nosotros entregamos el alma de Pedro; y el Señor en su misericordia dirá, ven, ven a disfrutar que tú has sido mi siervo fiel y solícito. Y eso lo resumen sus ansias de contemplar a Cristo en su lema episcopal: ¡Ven Señor Jesús!

Quiero hablarles en la lectura del evangelio, de lo que todo el mundo me ha señalado amorosamente de Mons. Pedro Meurice, y así comencé la predicación porque somos iglesia. Somos una iglesia, somos la iglesia. El amor ferviente de Mons. Pedro a esta iglesia cubana, siempre obediente a la iglesia universal de sus tiempos bajo el pontificado de SS el papa san Juan Pablo II. Hoy contemplamos a Cristo nombrando apóstoles, y el primer nombre de la lista, Simón, Pedro, hoy se nos habla que la iglesia se sustenta de la sucesión apostólica. Hoy se nos habla de que Pedro llega a su sede episcopal, porque es la voluntad de Dios; como hemos escuchado en la lectura del evangelio, que quiere prolongar por amor, la presencia de su Hijo en los apóstoles, que hoy son los obispos.

Quiero hablarles ahora desde lo más profundo de mi corazón, porque este es el punto que verdaderamente cobra en mí, importancia. Y vamos a analizarlo. Cuando se me comunicó que debía de predicar, yo el más joven, el enano, el pequeño, sobre un gigante, inmediatamente se me ocurrió tratar de comunicarme con sus hermanas. Y su hermana Clara amorosamente me dijo, yo no te diré quién fue Pedro en la iglesia, ni para la iglesia, pregúntaselo a la Virgen de la Caridad que él era su hijo amado, y Ella era su Madre querida, y no te olvides que el discurso a San Juan Pablo II, termina, el último párrafo expresando, tu Rostro será nuestro escudo, nuestro amparo tus Gracias serán.

Mons. Pedro Meurice con ese amor inefable a la Virgen de la Caridad, comienza el Seminario en el año 1944 bajo el episcopado de Mons. Fray Valentín Zubizarreta y Unamunzaga. Era un niño. Mons. Meurice perdió a su padre muy niño, y su madre Narcisa Estíu educó, a él y a todos sus hermanos, bajo los principios radicales del evangelio. Con ese carácter que todos veíamos, con esa personalidad, y con esa impronta que escondía un gran corazón, capaz de decirle a cada pobre cuando ayudaba, prefiero pasar por tonto antes que faltar a la caridad.

Esa personalidad, y esa espiritualidad fue recibida con los brazos abiertos, de Mons. Enrique Pérez Serantes. No se puede entender a Mons. Meurice, si no leemos las cartas pastorales de Mons. Enrique Pérez Serantes, no podemos tampoco entender nuestra historia, ni como pueblo ni como iglesia. Si leemos esas cartas, que fueron vientre que gestó a esa persona que conocemos y de la cual estamos hablando, vamos a crecer en amor y en compromiso con nuestro pueblo, como fue Mons. Meurice. La iglesia y Dios, por ejemplo, ¿Roma o Moscú?, etc. En ese ambiente Mons. Meurice se forjó como sacerdote. Y en ese ambiente estudió tanto en el Seminario de San Basilio, como en la Universidad de Santo Domingo; estudió en Vitoria, España, Humanidades y Espiritualidad, y finalmente a la altura de ya casi acabando la década de los 50, estudió Derecho Canónico con excelentísimas notas, en la Universidad Gregoriana de Roma.

Ahora les contaré las circunstancias en las cuales fue nombrado Obispo. Dice un autor llamado Ignacio Uría, biógrafo de Mons. Enrique Pérez Serantes, que después de un largo viaje a Europa de ambos, llegan a Santiago de Cuba, y al pasar los días Mons. Pérez Serantes, que a él lo llamaba siervo fiel, prudente y sabio cirineo, le dijo en su oficina con aquel carácter, con aquel tamaño de Mons. Pérez Serantes, arrodíllese ahí. Y él inmediatamente se arrodilló y le dijo, irás a la Nunciatura, a La Habana, y dirás que sí a todo lo que te digan. Y él pensó, me mandarán a terminar estudios, y solamente expresó, deme su bendición.

Arrancó para La Habana alternándose con el chofer, porque era un excelentísimo chofer, y cuando llegó al otro día a las tres de la tarde, nada más y nada menos estaba el Nuncio, todo un personaje, César Zacchi. Cuando lo recibió le dijo, en la terna has sido nombrado Obispo, y él dijo, no, yo no puedo. Y Mons. Zacchi le contestó, mira si yo que no soy cubano, que hubiese podido desarrollar una carrera diplomática excelente en Roma, estoy aquí por voluntad del Santo Padre, que parezco más jefe de negocios que un Nuncio Apostólico, le he dicho que sí al Papa por amor a Dios, a la iglesia y a este pueblo, cómo tú, siendo cubano, no vas a aceptar la propuesta de la cruz que te llevará a amar a este pueblo, a esta iglesia y a Dios. Y Mons. Meurice dijo que sí.

Inmediatamente regresó para Santiago de Cuba. Cuando llegó, en aquella sala, le dijo a Mons. Enrique Pérez Serantes, Sí. Mons. Enrique Pérez Serantes gritó a su secretaria Olga Ros, Olga ya tenemos Obispo Auxiliar para Santiago.

La consagración episcopal fue el 30 de agosto, y dicen los que estuvieron presentes, que el Cobre, estaba repleto de gente, rebosaba de gente, y que apenas Mons. Meurice pudo agradecer dirigiéndose a su madre, porque el llanto no lo dejaba hablar. Dicen que aquello fue una Consagración Episcopal.

Ahora concluyo con lo siguiente. Dando gracias a Dios por el misterio pascual de Cristo en nuestras vidas. Esta misa la ofrecemos, como muy bien se ha explicado en el guion, por eterno descanso de Mons. Pedro, pero a la luz de ese cirio pascual, lo hacemos con el Espíritu de la Vigilia Pascual del Sábado Santo, para rescatar al esclavo, has entregado al Hijo. Creemos en la vida eterna, pidamos por su eterno descanso, y pidamos también por todos nosotros los sacerdotes más jóvenes, para que siempre seamos perseverantes y tengamos la vida y obra de Mons. Meurice vigentes, actuales en nuestra vida. Porque Mons. Meurice es un don, ha sido un don, y lo es para nuestra Iglesia y nuestra Patria, lo es.

Y concluyo con esta frase. Dice Pilar, nunca en mi vida he visto a un cura que toque, que sostenga con más unción y respeto al Cuerpo de Cristo, el Cáliz con el vino que ya no es vino, es sangre; no hay hombre que lo haya tocado con más unción que mi hermano Pedro. Que así sea.


Texto tomado del Facebook del  Arzobispado de Santiago de Cuba.


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