Wednesday, May 11, 2022

“SOS CUBA”, donde la farsa ahoga la denuncia. (por Wilfredo A. Ramos)

Fotos Facebook Cuqui la Mora
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Dentro de la programación del recién concluido Solo Theater Fest que organiza Artefactus Teatro, se presentó el monólogo “SOS CUBA”, escrito y dirigido por Juan Carlos Cremata Malberti, director teatral y cinematográfico e interpretado por Aleanys de la Cotera Jáuregui el cual había tenido su estreno los días 22 y 23 de Enero pasado, en el teatro Manuel Artimes de la Pequeña Habana.

Como no habíamos tenido la posibilidad de verlo en aquel entonces, decidimos aprovechar esta nueva oportunidad, la segunda en que subiría a las tablas para ver de que trataba y por donde irían “los tiros” conociendo la ‘estética’ que envuelve la producción teatral de este director y de la cual ya nos habían llegado ciertos comentarios desde la isla, al margen de los que se encargaron de promover las autoridades culturales para atacar al autor y a su obra.


Según el programa de manos, este dice que se ‘contará la historia de Cuba desde la camilla de un hospital’. El presupuesto nos pareció interesante y que podría ofrecernos una mirada inteligente teniendo en cuenta que cuando alguien se encuentra en un hospital se debe a que presenta algún mal o enfermedad y por ahí podría salir la historia sobre los males de la isla.

El escenario desnudo, en efecto, solo tiene en su centro una camilla en la cual un bulto deja entrever que alguien se encuentra sobre ella aunque totalmente cubierto por una sábana dejando ver solo una pequeña banderita cubana. La actriz, después de un tiempo sin mostrarse emergerá para comenzar su larga y disparatada emisión de ideas, dirigida en un primer momento a una supuesta pariente con la cual habla a través de un teléfono móvil, quejándose de su situación en ese sala de hospital cubana. Pronto la conversación tomara un giro político y de queja del medio social y hospitalario donde se encuentra, dando a entender que el personal médico la amenaza con inyectarla para tranquilizarla, lo que se puede traducir para sedar sus protestas y convertirla en un ser dócil más del rebaño revolucionario.


A partir de ahí, la actriz comienza un desbocado hablar, donde mezcla junto con momentos históricos del país, la depauperada realidad actual del mismo, todo condimentado con expresiones y gesticulaciones vulgares, multitud de refranes populares mezclados con los dicharachos más extremadamente chabacanos y de mal gusto, todo ello dicho en el argot más ‘barriotero’ que se puede encontrar en cualquier cola donde se amontonen y fajen los cubanos para tratar de adquirir algún producto de primera necesidad. Recordemos que en Cuba todo se ha convertido en primera necesidad.

Así transcurre más de un hora donde la protagonista comienza a contarnos una supuesta historia de Cuba, retrocediendo hasta los primeros pobladores de la isla - indios taínos, siboneyes y guanajatabeyes- pasando por la época del coloniaje español, algunas partes de la República y obviando otras, hasta llegar al desastre de Enero de 1959 y de ahí hasta el momento actual. A esta extremadamente extensa y agobiante clase de seudo historia no le escatima el autor de la obra un solo momento de burla y de agravio, ofreciendo la imagen de que el cubano es anormal, ignorante, incapaz de tener alguna idea efectiva o de ser una persona productiva, y racional. Por supuesto que ni Cristóbal Colón y sus tripulantes de la Niña, la Pinta y la Santa María se salvan del escarnio y el choteo.


De esta manera transcurre toda esta ‘clase de historia’, perdón, la obra, donde si fuera poco escuchar tanto disparate y tanta vulgaridad supuestamente disfrazada de jocosidad, tenemos que sumarle el mal decir de la intérprete que en una gran cantidad de momentos no permite entender lo que habla, debido a que se olvida que se encuentra haciendo teatro y se expresa de igual manera, con igual intensión, dinámica y fonética que si estuviera en una de esas tumultuosas colas cubanas, con el mismo grado de incoherencia con que en ellas se habla y que por desgracia es hoy en día un mal que ahoga el hablar del cubano dentro de la isla, que incluso podemos apreciar constantemente a nuestro alrededor con aquellos que en la actualidad logran escapar de la irónicamente llamada ‘potencia educativa’.

Sin duda este problema delata el que la intérprete no sea actriz de profesión, sino humorista, siendo esta la primera vez que se enfrenta a tal reto y para colmo sola en un escenario, algo que muchos actores con largas trayectorias se niegan o se cohíben en hacer por la responsabilidad y el riesgo que significa. No había en la ciudad actrices capaces de ser dirigidas por este director o fue una manera de desdeñar a los actores de un “exilio” que él tanto denosta. Si algo hay que agradecerle a la intérprete es el haber tenido la posibilidad y habilidad de recordar y aprenderse un texto tan difícil, largo, impersonal, aburrido, con tal cantidad de dicharachachos, frases, palabras del argot popular y disparates de todo tipo.


Con respecto a la puesta escena, esta se limita a mover a la intérprete de arriba de la camilla al pie de la misma y de ahí hacia adelante donde se encuentran un cubo y un Eleguá (representación del dios de los caminos en la religión Yoruba), que resultan irrelevantes en el desarrollo del espectáculo. A esto tenemos que sumarle las varias entradas a escena, en el rol del enfermero-funcionario ideológico que con el pretexto de ponerle una inyección a la mujer le desea inocular dicha ideología revolucionaria, que realiza el autor-director en un pantomímico desempeño para el olvido.

En general, la puesta de una interminable hora y media de duración, resulta de una falta de originalidad e imaginación asombrosa, lo que nos convoca a dudar si estamos en presencia de teatro o de un montaje humorístico más de esos que se acostumbra a presentar en centros nocturnos habaneros y miamenses, para sacar una risa más que fácil de espectadores algo más que embriagados. El final de este trabajo llega con el escenario vacío y un cartel de alusión de consigna política… y el agradecimiento porque haya terminado.

El resultado de dicho trabajo nos ofrece una clara visión de la estética de este director que se mueve en la tónica del tan traído y llevado ‘realismo sucio’, que algunos cubanos se han dado en cultivar a través de sus obras en diferentes manifestaciones, en especial la literatura, que ponen como ejemplo del ‘ser cubano’, contaminando la imagen cada vez más que del cubano se tiene en muchas partes del mundo y que en nada nos favorece.

Lo extremadamente lamentable de este espectáculo es que se nos presenta supuestamente con el objetivo de criticar la situación cubana bajo ese dictatorial régimen que ya lleva más de seis décadas destruyendo al país no solo económicamente sino moralmente, llegando a extremos insospechados en la actualidad, cosa que no cumple no solo, sino que se encarga con su lenguaje, su proyección, su mensaje de vulgaridad extrema, de ahogar toda posible denuncia política, convirtiéndolo en un divertimento barato. Un espectáculo como este no puede ser una denuncia de nada porque sencillamente es incomprensible para nadie que no viva hoy en día dentro de Cuba, que se exprese con tal lenguaje y accione con tales gestos, nadie que no sea cubano puede entender aunque sea la mitad de lo que se dice en el texto e incluso cubanos que hayan abandonado la isla varias décadas atrás tampoco se enterarán de la mayor parte de lo que se dice en el mismo.

Resumiendo, solo nos queda agregar que este tipo de trabajo no tiene cabida dentro de un ningún evento teatral, porque no es teatro... tal vez si crearan en esta ciudad, que cada día se va pareciendo más a la “otra” en algunos aspectos, una Seña del Humor podría subir al escenario de un futuro teatro Karl Marx miamero.




Lic. Wilfredo A. Ramos
Crítico de teatro y danza.

Miami, Mayo 9, 2022

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