Wednesday, September 26, 2018

“Entre dos Aguas”... y algo más (por Wilfredo A. Ramos)


Los pasados días 7, 8 y 9 del presente mes de septiembre, el escenario del Black Box del Miami Dade County Auditorium, presentó la obra “Entre dos Aguas”, un texto del dramaturgo y director teatral español Manuel De, bajo la dirección de Carlos Caballero y las actuaciones de la cubana Mabel Roch y la española Eugenia Sancho.

Manuel De, graduado de la Universidad Carlos III de Madrid, estudió dramaturgia, dirección de actores, escenografía, así como producción de video y cine en la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. En el 2007 funda la compañía de teatro La Saraghina de Stalker. Por su parte Carlos Caballero es director y actor graduado del Instituto Superior de Arte de Cuba y licenciado en Historia del Arte de la Universidad de la Habana. En cuanto a las actrices, Eugenia Sancho es graduada de la Escuela Superior de Arte Dramático de Valencia, en la especialidad de Dramaturgia y Dirección Escénica, siendo además graduada en la Escuela de Actores de la Fundación Shakespeare de España, que dirige el actor, dramaturgo, traductor y profesor, Manuel Angel Conejero; mientras que Mabel Roch es graduada de la Escuela Nacional de Arte de Cuba, en la especialidad de actuación.

Lo primero que estamos obligados a decir, es que este texto dramático surge por encargo, debido a la necesidad de Caballero, de trabajar una obra que hablara de las mujeres que se dedican al mundo de la actuación. Debido a esta premisa, el director, conocedor de una anterior pieza teatral y un material cinematográfico que tenían alguna relación con sus intereses artísticos, realizados por Manuel De, es que se pone en contacto con éste para sacar adelante el nuevo proyecto.


La obra quiere mostrarnos la vida actual de dos actrices que han debido dejar sus países de origen, en donde ya habían desarrollado sus respectivas carreras sobre las tablas y tal vez, en la televisión y el cine, para venir a caer en este otro país, grabando breves escenas de obras teatrales del repertorio de habla hispana como material didáctico para aprendices de dicha lengua. Como es lógico, la obra trata de ofrecernos las vivencias y frustraciones de ambas actrices que han dejado atrás sus añoradas carreras sobre los escenarios para enfrentar esta otra nueva, difícil y diferente realidad.

El primer conflicto que encontramos al enfrentarnos a este texto dramático es su falta de historia, debido a que trata de hilvanar un pasado y un presente sin apenas contarnos nada sobre ambos personajes, debido a que los breves diálogos en tiempo real que se establecen entre las dos actrices, quedan truncos siempre producto de la escenas a dramatizar para la supuesta grabación didáctica, que se van intercalando durante toda la obra. Los textos en cuestión son “Antígona”, de Sófocles; “La Casa de Bernarda Alba” y “Doña Rosita la Soltera”, de Federico G. Lorca; “Don Juan Tenorio”, de Zorrilla y “Dos Viejos Pánicos”, de Virgilio Piñera. Aquí estamos en presencia de un problema y es que estas escenas intercaladas, de dichos textos dramáticos, se hacen demasiado extensas, llegando a aburrir en algunos casos, provocando que los parlamentos, de la supuesta historia real que se está desarrollando ante la vista de los espectadores, resulten demasiados escuetos con respecto a la historia que deseamos conocer acerca de las mujeres que tenemos ante nosotros y que nos han traído a ver dicho espectáculo. Para que quede claro, el espectador asistió al teatro convocado por una historia marcada por la emigración y sus consecuencias, no para ver a Lorca, Zorrilla, Piñera ni Sófocles, aunque sin duda resulte interesante ver a ambas actrices desdoblándose en todos esos personajes, lo cual exije mucho más en su desempeño actoral.

Otro aspecto que nos llamó la atención, por no tener desarrollo en la trama, fue el de la supuesta rivalidad y mala relación entre ambos personajes, lo cual se hace patente desde el inicio de la obra, mediante las burlas, las descalificaciones en cuanto a la edad, al físico, o a la capacidad artística de cada una de ellas, en un constante ataque de una hacia la otra, esta situación que debe tener un pasado y que esperamos que se nos diga en algún momento, queda en el aire y nunca nos enteramos cual ha sido el motivo de tanta rivalidad.


Sin duda, estamos frente a dos excelentes actrices con larga trayectoria y experiencia, pero el resultado de verlas en esta producción es agridulce, pues a pesar de ver una entrega a sus trabajos, estos no resultaron totalmente completos en el acabado esperado. Como ejemplo, podemos citar la inexplicable actitud de la Sancho en su incorporación de la Bernarda, el cual lo realizó gritando todo el tiempo, algo incomprensible si conocemos el carácter autoritario, dominante, pero seguro de esta matrona lorquiana. Otro caso lo tenemos en la incorporación del personaje de Doña Inés por parte de la Roch, el que se sintió bastante declamado y falta de interiorización.

Un aspecto de la dramaturgia que si nos resultó interesante y bien resuelto fue la utilización del teléfono por parte de una de las actrices, como si éste fuera un tercer personaje, mediante el que se van introduciendo ciertos elementos de la historia, llegando hacia el final de la obra a ser el medio que conlleve al desenlace de la trama. El uso de las llamadas con diálogos entrecortados, a medias, le da a la historia un aspecto de suspenso, que se mantiene en todo momento con efectividad.


En cuanto a la escenografía, la cual suponemos sea idea de Caballero, el director, pues no aparece ningún crédito al respecto en el programa de mano, tenemos que decir que no nos resulta efectiva, por el contrario, la vimos como un lastre al trabajo de las actrices, debido a que se basa principalmente en proyecciones sobre un ciclorama blanco de fondo, las que aparecen durante las representaciones de las supuestas dramatizaciones a grabar como material didáctico, haciendo que la vista y la atención se dirija hacia dichas imágenes en detrimento del trabajo de ambas actrices. Otro aspecto de la escenografía, es el uso que se le da a las dos barras con el vestuario a utilizar y su movimiento por el escenario, el cual resulta insustancial y sin sentido dramático. Por último, nos pareció algo “kitsch” la aparición de dos maniquíes con unas largas telas blancas, a manera de ángeles, que reposan sobre el piso del escenario a la entrada del público a la sala y que una vez que comienza la obra se elevan desapareciendo de la vista del espectador, hasta llegado el final de la obra, en que son bajados nuevamente, tomando las actrices dichas telas, para, virándose de espaldas al público, salir a saludar a uno imaginario en la real platea del teatro, después que subiera el telón de fondo, quedando los verdaderos espectadores como parte de la escenografía. Este es un elemento escenográfico que nada aporta a la historia real, apartándose del estilo de la obra, pero que pretende dar un toque de poética grandielocuente que no se engarza con el resto del contenido, más teniendo en cuenta el escaso desarrollo de la trama y el no llevarnos hacia ningún lado, dejándonos una historia pobremente contada.


No obstante los aspectos antes expuestos, tenemos que agradecer siempre la labor de Fundarte en la promoción de espectáculos de todo tipo, en la presentación de artistas de diversas manifestaciones tanto nacionales como internacionales, así como en la producción de obras teatrales. Además y a pesar de los problemas detectados, que tienen que ver sin duda con la dirección artística de la puesta, no cabe la menor duda que el poder disfrutar del trabajo de ambas actrices resulta en extremo agradable, aunque al enfrentarnos a un texto como este de “Entre dos Aguas”, nos quedemos con los deseos de algo más



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Ver textos anteriores de Wilfredo A. Ramos, en el blog

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