Wednesday, December 3, 2025

Extraños sucesos paranormales en Puerto Príncipe en septiembre de 1873. (por Carlos A. Peón-Casas)


Los hechos narrados parecerían atribuidos a la mitología local, si no los hubiera referido una publicación peninsular de bastante crédito en la entonces Isla de Cuba: El Gobierno: Diario político de la mañana. El suceso se reseñaba en noviembre, pero su ocurrencia databa del mes de septiembre.

Lo acontecido según narraba el cronista era ya la comidilla de los corrillos habaneros, donde la noticia había viajado más rápido de lo imaginado. El redactor se decía hombre descreído de aquellas anomalías de las que el lector tendrá pronta referencia, pero igual apuntaba: “no queremos dejar de dar cuenta de algunos de ellos, siquiera solo sea para satisfacer la curiosidad de los lectores peninsulares, o entretener un rato a los desocupados.”

Los hechos eran más o menos del siguiente tenor:
El día 22 de septiembre como a las siete de la noche, a poco tiempo de haber encendido las lámparas de la casa número 42 de la calle de Santa Ana de Puerto Principe, que habitaba con su familia el doctor en farmacia D. Nicolas Porro observo aquella que el tubo y depósito del farol del portal se movían dentro de los mismos vidrios del farol. A los pocos momentos, de una lámpara de tres brazos que estaba en la sala se escaparon el hemisferio y el tubo, haciéndose añicos en el suelo. Sobrecogida la familia con este suceso, corrió inmediatamente la noticia por el barrio, y bien pronto se llenó la casa de multitud de curiosos. Entre ellos un vecino pidió una luz a la señora de la casa para informarse de lo que había en una habitación…pero al retirarse salto de una mesa una botella o jarra de barro haciéndose pedazos en el suelo. La sorpresa era natural, y hubo de aumentarse, cuando al salir al comedor, vio que un bonito tinajero, al parecer de palisandro y cerrado con su llave, se deslizó como a un medio pie de distancia de la pared a que estaba arrimado, cayendo inmediatamente sobre sus puertas, y rompiéndose multitud de cristales y loza que contenía, lo que indica que los objetos interiores pugnaban por salir del encierro. También vino al suelo un cuadro de retratos que estaba colgado en la pared de la sala. De un tocador colocado en el aposento se escaparon todos los objetos de loza y porcelana... A poco rato se produjo el mismo suceso en dos casas contiguas.
Aunque lo narrado pareciera una de esas y tan adornadas consejas de antaño, de la que la ciudad principeña fue tan proclive a lo largo de su historia, hoy antológica de tradiciones y leyendas, la reseña de marras seguía dando otras evidencias sucesivas de tan anormales manifestaciones. Así sigue la narración del ya mentado cronista:
Estos fenómenos se repitieron la noche siguiente en la casa de D. Cornelio Porro situada en diferente calle, y en la cual se había refugiado llena de miedo la familia en cuya morada ocurrieron los primeros fenómenos. De un esquinero de sándalo de la sala saltó una figura de mármol... se oyó ruido en un aposento, acudieron y encontraron caído hacia adelante un lavabo de caoba y en una pieza inmediata y en la misma posición, un catre que estaba arrimado a la pared. Nada más ocurrió esa noche, pero en las primeras horas del siguiente día, una cajita de lata, cerrada y vacía, saltó de un aparador situado en el comedor, cayendo a alguna distancia…
El cronista que quería quedar imparcial ante tirios y troyanos, esbozaba alguna de las muy difundidas explicaciones al respecto, descreído de algunas, peo dejando absolutamente al creído o descreído lector con sus propias conclusiones:
Estos sucesos están dando lugar a muchos comentarios, algunos de ellos absurdos hasta no poder más. La ciencia los tribuye a la electricidad. Los espiritistas, que también los hay en Cuba, se empeñan en ver a un médium figurando en todo este asunto. Pero lo más original es un comunicado que ha visto luz en el diario de La Marina y en el cual su autor quiere explicar teológicamente los fenómenos y asegura, con toda formalidad, que han sido obra del mismo diablo.
Nada extraño al respecto, y en consonancia con la teoría espirita, que no dejaba de tener adeptos en el Príncipe, que una referencia velada al hecho de que tales anomalías sucederían en los hogares de dos de las personas de cierta relevancia en la villa, y que unos meses antes, habían tenido la triste experiencia de reconocer el cadáver de Ignacio Agramonte en San Juan de Dios.

Ese día Manuel Agramonte Porro y Cornelio Porro junto a otros conocidos del Mayor estuvieron también presentes, entre ellos: José Muñoz, José Antonio Ronquillo Agramonte, José LLauger Beltrán, Tomas Barrios González y Agustín Varona.

Para el pueblo llano, sencillo e impresionable en sus creencias: otra explicación era plausible. El espíritu de nuestro adalid Agramonte podría estar manifestándose en triste vagar, por la otrora ciudad que lo vio nacer, y donde sus restos mortales no encontraron el descanso merecido al ser tristemente deshonrados y chamuscados, lanzados sin honor ni gloria, a una fosa común.

Para este humilde compilador del suceso, y a decir del adagio italiano: “Se non e vero, e ben trovato”

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