Foto tomada de internet.
Desconozco el nombre del autor
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La instantánea a no dudarlo será viral. El cronista siente esa vibración especial que se explicita en esa imagen tan vivida.
Un pedazo de la esfera del reloj, que desde la cima de la torre de la Basílica de nuestra Madre en el Cobre, marcaba el tiempo terrenal de cobreros y peregrinos, hasta el paso del temible huracán Melissa, yace bajo el altar de la ermita como un signo de algo más que el tiempo humano que nos pertenece, y explícita la duración de lo Eterno, de ese tiempo inconmensurable que es sólo de Dios.
En minutos de desolación y desesperanza, luego de la temible andanada de despropósitos que trajo la tormenta, hay sin embargo un hálito de incuestionable esperanza, que sin dudas ya resurge en el corazón de todos los cubanos que habitan la Isla, de cada uno de los millones de damnificados en toda la región oriental cubana, pero también en el de los que miramos y sentimos como propio ese dolor desde otras regiones de la Isla y más allá…
Y no será solo el esperanzador gesto de suplir las innombrables carencias, que dejó el vendaval, pero igual o peor, las que han lastrado la vida del cubano de a pie por décadas interminables... sino esa certeza sanadora que intuye que la Providencia, sabedora de cada y una de aquellas, regala a la Patria de todos, un tiempo nuevo, que hace brillar sobre esa especial región de la Patria donde amanece primero, y sobre toda Cuba, ese Sol inmortal que en la frase martiana resuena en esta hora de esperanzas imbatibles:
“Más bella que la luz del sol sobre la tierra, es la de una buena acción sobre el rostro del bueno"

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