El Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami en su 39 edición, trajo a las tablas del Westchester Cultural Arts Center, una de las dos propuestas llegadas desde España a este evento, en esta oportunidad a cargo de la madrileña agrupación La Belloch Teatro, “Protocolo”, firmada como versión libre de la obra del dramaturgo noruego Henrik Ibsen, “Un enemigo del pueblo”, a cargo de Abel González Melo, quien corrió también con la dirección de la misma, y que contó con las actuaciones de Beatriz Argüello y Ernesto Arias.
Hoy en día donde al escoger determinada obra de un dramaturgo para ser llevada a escena se permite alterar, descomponer y recomponer el texto original con el fin de introducir en dicha puesta el discurso elegido por el director, bajo el rótulo de ‘acercar la obra a nuestros tiempos, a nuestro público o a nuestros jóvenes’, se incurre la mayor parte de las veces, en la desestructuración del discurso concebido por el dramaturgo, siendo cada vez más habitual encontramos ante propuestas de ver osiones libres -en ocasiones libérrimas- de obras de autores que con sólo nombrarlos nos recuerdan la brillantez de sus creaciones.
Es así que la conocida obra de Ibsen, en esta propuesta de González Melo, llega a esta ciudad, después de saber tenido su estreno mundial en la ciudad de la Habana en el 2016, bajo la dirección de Carlos Celdrán, en una coproducción entre la productora española Artífice Escénico y la compañía teatral cubana Argos Teatro, con la participación de los actores ibéricos Ernesto Arias y Paloma Zavala. El pasado año 2024, el autor del texto, asumiendo también la dirección, retoma su obra para realizar su estreno en suelo español, en el conocido Teatro Corral de Comedias, de la región madrileña de Alcalá de Henares, producción presentada ante nuestro público. Un aspecto interesante para tener en cuenta de dicha producción es que la misma fuera concebida de manera que la incorporación de los personajes pudiera ser intercambiada por parte de ambos actores, asumiendo en funciones diferentes los roles contrarios, con lo que se permitiría apreciar posibles detalles que, sin desdibujar el concepto de la puesta, pudiera ser apreciada desde dos puntos de vista diferentes. Es una pena que no se haya tenido en cuenta la oportunidad de que nuestro público hubiera podido disfrutar de dicha posibilidad.
Las obras de Henrik Ibsen han tenido presencia en diferentes escenarios del mundo, pasando también por adaptaciones y versiones, llegando incluso, en el caso de su más conocida obra, “Casa de muñecas”, a que otro autor concibiera una posible continuación de la historia en ella narrada desde una mirada actual, pero difícil de aceptar para aquella época.
“Un enemigo del pueblo”, obra escrita desde el auto exilio del autor en Roma, en 1882, tuvo su estreno mundial en el Christiania Theatre de Oslo, el 13 de enero de 1883, bajo la dirección de Johannes Brun, pasando rápidamente a ser estrenada en Alemania, Dinamarca, Suecia y Finlandia, provocando prontamente el interés de público y crítica.
Desde entonces la obra no ha dejado de subir a las tablas. En el 2013 por ejemplo, fue realizada una puesta en el Cairo, Egipto, en una colaboración con la embajada noruega en ese país, la que incluía música rock en vivo sobre el escenario. Muestra de la importancia y vigencia de las denuncias del texto ibseniano, puede apreciarse en la cancelación de la gira por China, durante el 2018, de una agrupación alemana con la obra, por ser considerada subversiva para los conceptos ideológicos de dicho régimen. De igual forma en el 2017 también fue censurada en la Habana, una propuesta reescrita por la actriz Lynn Cruz, sobre dicho texto, la cual sería llevada a escena por la agrupación de teatro independiente Teatro Kairós. Diversas puestas en tiempos recientes han subido a escena en ciudades como México, Wisconsin, Madrid, Buenos Aires, Escocia, Londres, Broadway, Chicago, París, siendo la de esta última, una versión también concebida para solo dos actores, realizada por la compañía del destacado dramaturgo, investigador y director franco-israelí Ouriel Zohar.
“Un enemigo del pueblo” pertenece a la etapa conocida dentro de la dramaturgia del autor noruego de realista y simbolista, la cual arranca a partir de 1879 con la escritura de “Casa de muñecas”, donde ya deja atrás temas históricos y nacionales cargados de un marcado romanticismo, los cuales constituían su escritura dramática hasta el momento. A partir de ahí comienza la preocupación de Ibsen por incursionar en aspectos de carácter social, convirtiéndose en un autor el cual que va a tratar asuntos que se enfrentaron a intensos debates, encontrando el rechazo momentáneo por constituir denuncias directas sobre cuestiones que afectan costumbres y hábitos de la sociedad. Desde entonces sus obras cuestionan la religión, la eutanasia, la familia, los roles sociales, la libertad, la moral, las falsas apariencias, la reputación, el deber, la hipocresía social, la corrupción política, entre otros aspectos que golpean al ser humano dentro de la sociedad europea del momento.
Por todo ello, se considera a Henrik Ibsen como el dramaturgo que revolucionó el teatro del siglo XX. La creación de este autor reescribió por completo las reglas del teatro existentes hasta el momento, desafiándol, alejando dicha manifestación del puro pasatiempo, para transformarla en un medio de provocación y exposición de preocupación social. Su obra influyó en importantes autores alrededor del mundo como Antón Chejov, James Joyce, Oscar Wilde, Eugene O’Neill, Miroslav Krleza, entre otros.
De regreso a la obra que nos ha traído hasta aquí, “Protocolo”, de González Melo, desde su título, nos obliga a comenzar a abrir interrogantes, debido a que el mismo no nos conduce hacia los rumbos que traza la pieza sobre la que se encuentra construida esta versión ni guarda relación con los acontecimientos que en ella se producen. La presente en su realización hace caer toda la acción nuevamente -idea ya vista con anterioridad- sobre solo dos actores, con ello limitando la posibilidad de abordar los diferentes caracteres y discursos de cada uno de los varios personajes del texto original, centrando la atención sobre tres aspectos únicos: la corrupción política, el deber y la familia, haciendo que el resto de temas tratados en la obra pasen inadvertidos. Con respecto a la temática familiar, ella se va a encontrar determinada en esta oportunidad por la infidelidad, la sumisión y el chantaje, dejando por fuera la unión y el apoyo entre sus integrantes, punto de importancia reflejada en la obra ibseniana, aspecto que el autor noruego se preocupa en reafirmar como basamento humano y social, mientras que en esta versión, por el contrario, se hace énfasis en mostrar la desintegración y desvalorización del núcleo familiar, tema causante hoy en día de álgidos debates y preocupación.
Otro aspecto sorprendente introducido en esta versión tendrá que ver con el propio elemento que desata el conflicto dentro de la trama. Mientras en la obra de Ibsen el mismo surge a partir de la mala construcción del sistema de recolección y traslado de las aguas residuales, en esta oportunidad la situación es desencadenada a propósito de una supuesta enfermedad contagiosa sufrida por un empresario africano -de raza negra, como se enfatiza- hospedado en dicho balneario, lo que otorga con ello a uno de los personajes de esta propuesta una postura eminentemente xenófoba, introduciendo de manera innecesaria, pero intencional, un tema que hace referencia a un discurso a propósito de un tipo de inmigración, que está provocando gran fricción dentro de la sociedad contemporánea actual a escala mundial.
De igual forma, el final concebido para esta versión no ofrece al espectador una visión definitoria de hacia dónde se dirigirá el resultado del conflicto, deja ambos personajes en un limbo de inacción desarrollo y propuestas, desdibujando sus caracteres, las imágenes de estos y con ello el posible mensaje de la obra, dejando la misma bajo el efecto de un notable estado de pesimismo, alejándose tal propuesta de la ofrecida por Ibsen.
Hacer la conversión de una obra estructurada en cinco actos en otra de solo uno, conlleva a un delicado trabajo de reduccionismo que supone una alteración notable del contenido de la misma, obligando a reducir no solo personajes, sino también ideas, discursos, alterando la trama y desvirtuando la acción, pero si a ello agregamos la introducción de elementos conceptuales ajenos al texto primigenio, lamentablemente nos desmarcamos significativamente de este, desdibujando los contornos de una creación que ya tiene asegurado su lugar en la dramaturgia mundial, acto que pudiéramos catalogar de oportunismo artístico.
Respecto a la puesta en escena, la misma concebida de manera sencilla, utiliza algunos elementos de mobiliario, los cuales van cambiando de función o desapareciendo oportunamente de escena a medida que se va desarrollando la acción. El empapelado en material emplomado de parte del mismo, que al parecer pretende hacer alusión al agua como elemento anecdótico de la trama, resulta poco apropiado por la relevancia visual que alcanza dentro de la composición y por su disonancia con el resto de los elementos sobre el escenario de carácter totalmente realistas.
Por otra parte, una obra con apenas hora y quince minutos de duración y en la cual se hagan ocho apagones totales de luces (blackout) para efectuar movimientos escenográficos, así como excesivos e innecesarios cambios de vestuario -que en ocasiones demoran la acción- resulta un procedimiento teatral reiterativo y poco imaginativo.
De destacar son las actuaciones de ambos intérpretes, Beatriz Arguello y Ernesto Arias, los cuales asumen sus personajes con verdad, intensidad y buena proyección, destacándose principalmente la primera, quien logra interesantes matices a su trabajo.
Como conclusión, después de haber visto este trabajo, nos enfrentamos de forma recurrente a la preocupación sobre el indiscriminado trabajo de manipulación que continuamente se ejerce sobre la obra de los dramaturgos, versionando, adaptando, recomponiendo las mismas, con el objetivo de introducir temáticas e intenciones dramáticas ajenas, bajo el pretendido objetivo de actualizarlas y darles una visión diferente a la ofrecida por el texto original. Aunque no ponemos en duda la validez de ciertas adaptaciones dramáticas, si nos parece incongruente tomar la obra ya establecida de un creador y mediante una reescritura extrema en ocasiones, pretender adherirse a su reconocimiento. Precisamente la originalidad es el camino que conduce al reconocimiento.
Texto y fotos Wilfredo A. Ramos.
Miami, septiembre, 24, 2025.









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