Sunday, March 5, 2023

Esperanza, miedo y muerte juntas en un mismo texto: "Bajamar" (por Wilfredo A. Ramos)



Eddy Díaz Sousa, dramaturgo y director teatral, no solo ha logrado mantener abierto al público durante 15 años un espacio -Artefactus Teatro- dedicado a entregar todo tipo de manifestaciones artísticas y culturales a la ciudad de Miami, haciendo énfasis en el teatro desde su condición de director, sino que al unísono ha venido desarrollando su faceta como dramaturgo desde su temprana juventud en Cuba, donde comenzara a escribir obras dirigidas a los niños y donde vieran la luz sus primeros estrenos sobre los escenarios. Más tarde, durante su estancia en tierras venezolanas, es que inicia su interés por la escritura de textos dramáticos dirigidos hacia un público adulto, subiendo a las tablas, igualmente por vez primera en este país, una de sus obras dirigidas a dicho tipo de espectador.

Miami, se convertirá en la tercera etapa de este recorrido personal y creador que lo consolida como una figura prominente de la dramaturgia cubana contemporánea, teniendo como sello que lo distinguirá de algunos otros escritores teatrales, en que su obra recorrerá con igual éxito los caminos de la dramaturgia infantil y la dedicada a los adultos.


La escritura teatral de Sousa ha visto la posibilidad de ser publicada desde sus inicios en su país natal, producto de haber sido merecedora de premios que avalaron inmediatamente su nivel artístico. Igualmente su escritura dramática ha llegado a libros y revistas, así como a antologías, en Venezuela, Colombia, México, Uruguay, Francia y por supuesto en los propios Estados Unidos

Es precisamente de Sousa, que nuevamente ha subido a escena una obra, bajo la dirección de Miriam Bermúdez, quien repite dirigiendo un texto de este autor, la cual se mantuvo en cartelera entre el 10 y el 26 de Febrero, en la ya mencionada sala Artefactus Teatro, también conocida como “Teatro del fin del mundo”, debido a estar situada en la lejana barriada de Kendall, con un elenco integrado por las actrices Vivian Morales, Dairín Valdes y María Paula Cruz, siendo muy bien recibida por todo aquel que pudo disfrutar de la misma.


El texto al que nos referimos lleva por título “Bajamar” (Low Tide), el cual fuera escrito en esta ciudad en el año 2012, siendo publicada en el 2016 por la editorial cubana Tablas-Alarcos formando parte de una antología de autores dramáticos cubanos en el exilio, en un programa de colaboración con el Archivo Digital de Teatro Cubano de la Universidad de Miami. Es bueno aclarar que previamente el propio autor así como el también director teatral Alberto Sarraín tuvieron entre sus planes llevar a escena esta obra, algo que por motivos diferentes no se llegó nunca a realizar. Durante la realización del XIV Festival Latinoamericano del Monólogo de Miami, se realizó entre sus actividades colaterales una lectura dramatizada de la obra bajo la dirección del propio autor.


Según el propio Sousa, su obra es un drama, la cual se mueve entre dos planos constantemente, uno que se desarrolla a un nivel de la realidad y otro que va a viajar por caminos simbólicos y expresionistas. Agrega además su autor que a través de todo el texto se podrá apreciar un juego entre el espacio y el tiempo que nos diseñará una subrealidad onírica que no va a abandonar la escena en ningún momento.

Esta pieza -como mismo la considera su escritor- debido a su funesto final, va a traernos a escena nuevamente la tragedia cubana de la inmigración por mar, que ha costado miles de vidas, la cual ha sido, bastante bien silenciada desde todas las tribunas, recogiendo en su escritura recuerdos y vivencias de su autor, que han marcado partes de su vida, aunque podríamos añadir que la de casi todos los cubanos también. Este recorrido no va a estar centrado en una lectura de añoranza por la tierra dejada atrás. En la obra, de lo que se habla es de esos miles de muertos que pusieron una esperanza en una idea suicida y por la que miles han perdido su vida. Es por ello que en la misma se habla de esperanza y de muerte; pero también de miedo, del miedo a lo desconocido, del miedo a dar el paso, el miedo a perderlo todo, a abandonar las cosas más estimadas, a dejar atrás para siempre sobre todo lo más querido: la familia, aunque ella esté ya muerta.

Y es esa muerte la que estará presente todo el tiempo ante nuestros ojos, ella va a estar ahí frente al espectador desde que se enciendan las luces del escenario. Es ella la que modelará la vida en escenas de creíble realidad, las que a los efectos serán solamente una imagen degradada de la propia muerte. El tiempo que transcurre en la escena es uno cíclico, que se repetirá una y otra vez como la propia realidad de la que toma sus esencia.


Los personajes bien trazados en el texto, se encuentran perfectamente dibujados en el escenario. La directora ha sabido entender el difícil juego plasmado y ha llevado a cada actriz a perfilar por completo sus personajes. Las dos hermanas interpretadas por Cruz y Valdés, dejan bien establecidos los antagónicos caracteres de ambas: la dominada y la dominante. A través de este dúo se establecerá una jerarquía de poder y sumisión que está sujeta irremediablemente al miedo como cerco claustrofóbico. El resultado del trabajo de las dos actrices en escena se identifica perfectamente con la intención convocada por la directora, sus gestualidades, sus interacciones, sus movimientos dentro del espacio, se corresponden con la exigida desde la dirección de la puesta y por la sugerida del propio texto dramático

Si algún señalamiento pudiéramos hacerle a ambas actrices es el trabajo con las voces, pero solo en momentos muy puntuales, donde se elevan tensiones y la proyección de las mismas se hace demasiada aguda, lo que junto al atropello de los textos, producto de las emociones, dificulta entender lo que se dice. Tal vez con una mejor colocación de la voz en dichos instantes, trabajándola más con el diafragma y no permitiendo que ésta corriera hacia la zona posterior de la garganta, hubieran conseguido un resultado satisfactorio. Un detalle técnico a tener en cuenta.


El tercer personaje en este trabajo, la vecina, recayó en manos de Vivian Morales, quien va a ser la encargada de traernos hacia la realidad, separándonos de las espectrales imágenes que se suceden en esa casa cerrada a cal y canto, donde se desarrolla este fantasmagórico conflicto. Dicho personaje traslada la acción de lo cerrado (la casa), hacia lo abierto (la calle) y de igual manera es quien nos hace viajar de un plano a otro constantemente, tanto con su fuerte presencia, como con lo que nos dice o mejor, nos sugiere. Por otra parte el desenvolvimiento de este personaje, el cual gesticula, se expresa, de forma sumamente abierta, externa, interpelando incluso al público, con quien pretende establecer un diálogo, no hace más que confirmar su terrenalidad cotidiana, antagónica de lo que observamos con los otros personajes.. Con una magnífica proyección vocal y una adecuada actitud gestual, la artista es la encargada de recordarnos que el oscuro drama que estamos presenciando pertenece al mundo real, al mundo de los cubanos que desde hace más de seis décadas sobreviven entre esos dos planos.


Un elemento a destacar en la puesta en escena es el importante rol que desempeña la música en la misma, sugiriendo sentimientos y diseñando ambientes. Las canciones escuchadas en la voz de Vanessa Herrera Álvaro provocan al espectador dejarse arrastrar hacia la ‘deriva’ misma en que se mueven los personajes.


El éxito de esta nueva producción presentada en este pequeño, pero multifuncional espacio en el ‘fin del mundo’, no hubiera sido posible sin la certera labor de Juan Carlos Bermejo en la asistencia de dirección y el sonido, la fotografía del tan siempre necesario trabajo de promoción de Joaquín Ferret Vicench, las bien logradas escenografía y luces a cargo de Eddy Díaz Sousa y la producción general en manos de Carlos Arteaga.



Lic. Wilfredo A. Ramos
Miami, Marzo 4, 2023


Fotos/Jorge Ferret Vincench

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