Friday, May 27, 2022

El Camagüey de 1906 (según Joaquín Segarra y Joaquín Juliá)



Por primera vez desde que estamos en Cuba - y refiriéndonos con ello tan solo a la sensación la llamaremos «estética», de forma, á lo que es exterior tenemos por un momento, y luego, en varias ocasiones, en varios momentos, la sensación de no encontrarnos en Cuba; y esto, completando el sentido de lo que hemos querido decir en el inciso anterior, va le en lo que atañe al «golpe de vista», al aspecto que ofrece en su conjunto este rincón de Cuba, el corazón de Cuba, que así puede considerarse á esta llanura central, á la provincia de Camagüey y á la típica ciudad que es su centro, sin que por serlo esté en su centro, propia y geográficamente hablando.

Con relación al aspecto general del campo cubano, la gran sabana ó llanura de la región que antes llamóse Puerto Príncipe y que hoy se llama Camagüey preferentemente al otro nombre, es la Mancha cubana. Y al llegar a la capital de la provincia, para que en el ánimo del viajero se complete la ilusión de que se ha trasladado por arte de magia á la famosa meseta castellana, el aspecto de la ciudad, clásicamente española, le recuerda cualquier ciudad manchega.


Campanarios rojizos sobresaliendo por cima un oleaje de parduscos tejados, sin una nota clara que interrumpa la monotonía de aquella masa de colores sombríos. En las afueras, algunos caserones cuadrados que bien pueden ser las típicas bodegas ó el antiguo solar de algún hidalguejo lugareño más ó menos emparentado en ochavos y en saberes con el señor de Quijano; y formando horizonte por los cuatro puntos cardinales y sus correspondientes arcos intermedios, la llanura inmensa, uniforme en el tono gris de sus ondulaciones apenas perceptibles, con escasas brevísimas zonas de cultivo, silenciosa, despoblada, anegada en fuego cuando el sol calcina los terruños yermos y tuesta los yerbajos y envuelve el paisaje todo en el vaho asfixiante de una canícula eterna. 

En 27,000 kilómetros cuadrados de terreno apenas si hay una población absoluta de 67,000 habitantes, que hacen una población relativa de 3 habitantes por kilómetro cuadrado. Así se explica que esta provincia á la cual solamente la de Santiago de Cuba aventaja en extensión territorial, sea la más pobre de Cuba desde el punto de vista agrícola.

La ganadería ha sido su principal riqueza que va reconstituyéndose poco a poco de la espantosa crisis á determinada por la guerra, en colaboración con la usura por falta de verdadero crédito agrícola. Tal vez á ninguna otra región de Cuba puedan aplicarse más por entero las siguientes amarguísimas reflexiones del Dr. Casuso: 

«... El agricultor cubano ha ido poco a poco enagenando girones de su propiedad. Los desastres de la guerra, la falta de crédito, las trabas arancelarias, la escasez de brazos, todo ha conspirado al mismo fin. Huérfano de ayuda, se ha ido entregando al codicioso mercader, al prestamista, al especulador... Nuestros agricultores tienen que soportar la usura por un dinero que le entregan con un 18 y un 20 por 100 de interés, y necesita competir con el agricultor extranjero, vecino, limítrofe á su finca, que adquiere todos los fondos que necesita para el cultivo con un tipo de interés módico que no rebasa un 5 ó un 6 por 100». 

La reorganización del Banco Hipotecario del Camagüey y los nuevos horizontes que abre á la vida de esta región el Ferrocarril Central que ha venido á sacarla de su secular aislamiento, han de dar notable impulso á su riqueza, de la cual puede decirse que apenas si hasta hoy se ha iniciado su desarrollo, aún refiriéndonos á las épocas mejores de su relativo bienestar. 

Corre por aquí un dicho no exento de gracia y de verdad, según el cual «los tres benefactores indiscutibles de Cuba han sido, Cristóbal Colón, que la descubrió; José Martí, que la independizó, y... Sir William Van Horne, que construyó el Ferrocarril Central»...

Indudablemente, esta obra magna - eterno bochorno de nuestros gobernantes que no supieron ó no quisieron acometerla, y legítimo orgullo de la generación que la ha visto realizada casi por arte de encantamiento en menos de dos años - ha venido á cambiar por completo la faz y el porvenir del interior de la Isla. 

Surgen diariamente y se acrecen de un modo prodigioso, á ambos lados de la línea, poblados y caseríos, potreros y zonas de cultivo, que en plazo no lejano habrán transformado extensos eriales у dilatadísimas maniguas en otros tantos centros de producción que señalan para Cuba un espléndido porvenir. 


El Camagüey, por su suerte, es el corazón de este nuevo núcleo de riquezas y de actividades que se condensan y adquieren personalidad de un modo rápido y bien definido. Por lo que respecta á la capital de la provincia, interesa vivamente su carácter de vetusta ciudad clásicamente española. Sus calles estrechas, tortuosas, demarcadas por casas de aleros salientes y grandes rejas voladas; los típicos patios y zaguanes que recuerdan los de Toledo; los grandes tinajones para el agua; los pasamanos de escaleras y galerías, la disposición interior de las viviendas, la relativa abundancia de iglesias y conventos, la vida patriarcal que allí se hace, la sencillez en las costumbres y en el vestir, el ambiente sosegado que rodea la existencia de una gente afable en grado máximo; todo predispone desde el primer momento á forjar la ilusión de que nos encontramos trasladados a la paz de la vida de hace cien años, en el tranquilo rincón de nuestros mayores.

Desde este punto de vista, casi diremos que le perjudican á la medioeval ciudad las prosaicas claridades con que profanan sus callejas silenciosas los focos eléctricos del alumbrado público. Y casi deploramos, haciendo profesión de fe de reaccionarios, no haber visto en la tertulia del querido Juanito Alcalde, cómo sus preciosas nenas despabilaban de tanto en tanto las torcidas de los monumentales velones de bronce; y hubiéramos preferido que el óptimo doctor Adam se hubiese contentado con ser el Bachiller maese Luis, y en lugar de ufanarse con acta de diputado, aparejase su mula para emprender el viaje camino de la Corte para dar cuenta al Rey de la demostranza que le hicieran los hijosdalgo del lugar; y que las muchas fermosas de esta tierra clásica de la fermosura y de la gentileza, se hubieran reunido, acompañadas de sus dueñas y de sus pajes, en poético Consistorio, donde el trovador errante les hubiera cantado mejor la trova de sus ensueños y esperanzas... 

Creemos firmemente que el aislamiento en que ha vivido la ciudad de Puerto Príncipe, ha influido muchísimo en el estado de cultura que se advierte en sus habitantes. 

Allí está en insignificante minoría la gente de color; á penas sin trasiego de población; viviendo todos en familia, como quien dice, sin otros entretenimientos que los que en el hogar y en las tertulias de vecindario pueden procurarse, el natural estudioso de estas gentes se ha estimulado en la lectura y en cuantas manifestaciones artísticas no exigen como requisitos indispensable á su exteriorización un gran público que las acoja ni un ambiente espacio so que las sirva de marco y escena.

El genial Márquez Sterling ha dicho que en el Camagüey «las cosas son como la leyenda las repite, y las rectificaciones son tan odiadas que el pueblo protesta de ellas, y sigue viviendo en una especie de fanatismo lamentable».

No nos atrevemos á desmentir el estancamiento que denuncia la primera parte del aserto, principal mente porque dicha quietud de ánimo no está exenta de encantos y nos place muy mucho, siquiera sea, por lo que á nosotros atañe, como paréntesis de tranquilidad y de relativo reposo en la vida febricitante á que parece nos hemos condenado voluntariamente. Pero esa especie de fanatismo lamentable que en el sentir del prestigioso escritor parece suponer algo parecido á insensibilidad por parte del pueblo camagüeyano, no la hemos visto en ninguna de las manifestaciones de su vida, pues, ni considerado individualmente ni como colectividad, hemos advertido en ese pueblo «bueno, patriota, valiente si los hay», nada que permita afirmar en absoluto que vive «encerrado en sus creencias como si una muralla de amor á sus propias cosas y á sus propios hombres le impidiera ver el ancho horizonte de la vida universal».


Nota simpática para nuestro amor propio de españoles y de valencianos muy orgullosos de la patria chica, fué la visita al magnífico Hospicio fundado por nuestro paisano el Padre Valencia, santo varón que desde las remotas riberas del querido Guadalaviar vino á ejercitar su caridad en las riberas del Jatibonico. 

Y para terminar, una noticia que brindamos á los tabaqueros cubanos por lo que pueda convenirles: 

Fuimos una tarde con Juan Alcalde á dar un paseo por el parque de la Caridad, y junto al alambrado que cierra un á modo de corral donde viven pacíficamente y por cuenta del municipio algunos simpatiquísimos gamos - que vinieron muy corteses á saludarnos - díjonos nuestro acompañante: 

-Ya que, como ven. los venados de Cuba son tan amables y cumplidos, correspondan ustedes á tales muestras de afecto ofreciéndoles un pitillo. 

El lector con toda seguridad: 

- ...? 

Si, señores: nada de aspavientos. En un santiamén, y con indecible regocijo por nuestra parte, los venados del parque de la Caridad se engulleron como si tal cosa, y uno á uno, los cuarenta y tantos cigarrillos de cuatro paquetes de «engomados pectorales»...






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Fragmento del libro Excursión por América. Cuba, de Joaquín Segarra y Joaquín Juliá. Publicado en Costa Rica en el año 1906.


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Se respetó el texto como fue publicado.



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