Sunday, September 26, 2021

El dolor y el exilio del pueblo cubano en la escena teatral de Miami (por Wilfredo A. Ramos)




En tiempos en que la urgencia por la libertad de Cuba se va convirtiendo cada vez más en un reclamo universal -ya era hora- múltiples gritos se han estado lanzando en busca del apoyo mundial necesario para poder poner fin a más de seis décadas de cautiverio del pueblo cubano y por tal motivo, el Centro Cultural Español de Miami ha querido convertirse este mes de Setiembre en eco de ese cada vez mas urgente pedido de auxilio, haciéndolo mediante la subida a escena de dos espectáculos que tratan de manera distinta el anhelo de libertad y las consecuencias que sufren aquellos que osan luchar y reclamarla.

“Llanto de Patria” y “Adiós a Cuba”, son los trabajos que se han responsabilizado, desde este escenario, en abordar esa terrible realidad que vive la isla caribeña y en los cuales todos sus implicados han demostrado el amor a la nación cubana y su compromiso por el logro de su total liberación.

Letty Carmona y Hannah Imbert
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“Llanto de Patria”, es considerada por sus creadores - Hannah Imbert, escritora y Letty Carmona directora y actriz - como una “instalación teatral”, debido a que por una parte, la escenografía que apoya a la puesta toma total preponderancia, como obra plástica ,al estar compuesta por un enorme mural formado por un collage con fotos de múltiples jóvenes cubanos que el pasado 11 de Julio salieron a las calles de toda la isla a exigir libertad, pero que hoy se encuentran detenidos y sometidos a infames juicios sumarios sin la debida defensa legal, mientras que por la otra, la actriz que caracteriza a la madre de una (o tal vez a la de todas) de esas víctimas, haciendo su entrada por entre el público, en diálogo y constante contacto con él, hace que el espectáculo se mueva entre un tenue margen que va desde el concepto del performance muy dado a ver en las artes plásticas y el de teatro en si.

El texto de la Imbert, es claro, conciso, transcurriendo sin que haya mucho espacio para la poesía o el rejuego teatral. Estamos en presencia de un texto que denuncia de forma directa las injusticias de un régimen que ha abrazado por más de medio siglo un sistema político: el socialismo, del cual está perfectamente documentada su inutilidad, injusticia y criminalidad, por más que muchos por el mundo, lamentablemente artistas e intelectuales incluidos, se empeñen en predicar lo contrario. Las palabras puestas en boca de la actriz son las de casi todo un pueblo, son las palabras cotidianas de desesperación, dolor y angustia.


Letty Carmona asume el siempre complejo doble rol de directora y actriz saliendo victoriosa del mismo. Desde la dirección entiende perfectamente que este, aunque con tan solo 15 minutos, es un trabajo que necesita poner en escena toda la tensión de dicha situación, aquí no hay introducción, desarrollo y climax de la acción, partes que conforman por lo general todo proceso escénico, lo que el espectador presencia es una explosión de emociones que desde el inicio inunda la escena. La entrada de esa madre por entre el público suplicando saber si alguien de los presentes sabe algo sobre el paradero de su hijo el cual desconoce desde que éste se lanzara a las calles a protestar ese 11 de Julio, convierte a cada espectador en parte de ese mismo pueblo cubano, hace que desde el inicio de la puesta estalle la acción y se cree un estrecho nexo entre ambas partes. Momento de impacto resulta hacia el final del trabajo cuando la actriz vistiéndose de blanco y envolviéndose en una bandera cubana hace referencia a las valientes Damas de Blanco que en la isla han salido a las calles durante mucho tiempo pidiendo por todos los presos políticos.


Se agradece de muy especial manera el que ambas creadoras, Hannah Imbert y Letty Carmona, se hayan unido para crear y llevar a las tablas este potente trabajo de denuncia política sobre la caótica situación que ya es imposible de ocultar en la Cuba de esta tercera década del siglo XXI.

El segundo espectáculo que ocupa las actuales noches de Microteatro, se sale del concepto original de la brevedad de los efímeros 15 minutos, para doblar su tiempo en escena, algo que se agradece grandemente e incluso pudiera decirse que deja a los espectadores con deseos de que se extienda aún por más tiempo.


Con “Adiós a Cuba”, la escena de este espacio teatral de Miami se viste nuevamente de largo, después de mucho tiempo de presentar por lo general, trabajos de dudoso nivel artístico, aunque de mucho público y aplausos.

Esta obra, escrita por Luis Enrique Valdés Duarte, graduado del Instituto Superior de Arte de la Habana y Licenciado en Filología de la Universidad de Valladolid, en España, se apropia del título de una de las danzas del famoso compositor e intérprete cubano Ignacio Cervantes (1847-1905), ‘Adiós a Cuba’, para darle nombre a su espectáculo unipersonal. Esta pieza musical es un triste lamento ante la obligada partida de suelo cubano hacia un inminente exilio por parte de su autor, producto de la orden del Capitán General de la isla de Cuba en ese entonces, de expulsarlo a él junto al también excelente violinista negro cubano Jose White, debido a una serie de conciertos que juntos realizaron a través de todo el país con el objetivo de recaudar fondos para la realización de la Guerra de los Diez Años (1868-1898) en contra del dominio español.


El texto escrito por Valdés Duarte no va en busca de la biografiá del gran músico ni va a narrar los sucesos históricos, en cambio si pondrá en boca de Cervantes hermosas y tristes palabras que denotan un intenso dolor ante su no deseada partida, sus palabras son de añoranzas, recuerdos y deseos que lo convocan a entablar dialogo con sus muertos y con su propia patria dándole a ésta personalización propia, erigiéndola en mujer, en madre sufrida ante el atropello de sus hijos.


El autor no pudo poner en mejores manos la dirección y la interpretación de su obra, lo que queda al descubierto cuando se aprecia el trabajo realizado por Yerandy Basart, quien es graduado del Instituto Superior de Arte de la Habana, al momento de asumir esa siempre complicada condición de director e intérprete.

La puesta de este trabajo unipersonal se apoya en una sobria cámara negra (telones de ese color que enmarcan el escenario) y la presencia de un antiguo colgador de ropa con espejo incluido, el cual sirve para sostener alguna pieza de vestuario y otros elementos, junto a una sencilla iluminación y música en vivo interpretada al piano por Gisela Calero Rosales, actriz también.


Con los anteriores elementos, Basart sale a escena para dar vida al músico cubano del siglo XIX Ignacio Cervantes, pero como ya anotamos anteriormente no para entregarnos su biografía, sino para enfrentarnos a sus temores ante el inminente exilio. Basart es un actor con una potente y hermosa voz, con una clara dicción y una excelente manera de articular las palabras ofreciendo a través de cada una de ellas la emoción precisa. Sabe el actor hacer de cada personaje que interpreta una creación, se entrega a cada uno extrayéndole hasta el último gramo de intensidad, por eso no queda sino creer en los personajes que interpreta, porque los hace vivir no solo físicamente sino también en espíritu.

En el término de los casi treinta minutos que dura el espectáculo, no solo da vida a Cervantes, sino que lo pone a conversar con el también brillante músico cubano, el violinista José White, al que en su dialogo lo llama Pepe, compañero de aventuras en el forzado abandono de la patria.


Si bien en el texto no se identifican de manera directa los personajes, la breve pincelada de historia a la que se hace referencia, debe sin dudas, motivar al público a indagar, a investigar por los actores de tan lamentable momento en el devenir del pueblo cubano por su independencia del coloniaje español. Por otra parte, el objetivo del autor queda claro que no es participar en la historia de dichos personajes, sino en utilizarlos como pretextos para hablar de exilio, de lucha por ver una patria libre. Es aquí en donde la puesta adquiere un vuelo mayor, ya que parte inteligentemente de un acto en particular que afecta a la mayor de las Antillas, pero que ha afectado también a casi todos los pueblos del mundo desde los inicios mismo de la historia de la humanidad.

“Adios a Cuba”, es un canto al amor por la tierra que nos vio nacer, es el clamor ante el abandono de ella, no importa las causas que lo produzcan y es ahí donde está el tremendo acierto del texto de Valdés Duarte junto a la dirección y actuación de Basart, en que ambos saben traducir para las tablas esos sentimientos mediante un texto cargado de poesía y una actuación llena de intensidad dramática.



Otro acierto de esta puesta es el que la música sea realizada, como antes señalamos, ante nuestros ojos por la excelente pianista Gisela Calero Rosales, quien interpreta piezas conocidas del repertorio de Ignacio Cervantes como la danza ‘Los tres golpes’, con las cuales crea el ambiente propicio para el devenir del espectáculo y a la que el actor durante el transcurso de la obra interpela y llama con el nombre de ‘Irene’, quien fuera la albacea del músico.


Hay que destacar el hecho de que Basart a través de la pieza interpreta fragmentos de la canción patriótica “La Bayamesa”, de Céspedes, Castillo-Moreno y Fornaris y de la también hermosa canción del compositor cubano contemporáneo Carlos Varela, “Habana”, la cual con su nostálgica letra dedicada a esa ciudad engarza a la perfección con el tema y situación plasmada en la obra, para cerrar el espectáculo interpretando el Himno Nacional Cubano con el torso al descubierto, sosteniendo entre sus brazos la primera bandera enarbolada en los campos de batalla por las tropas insurrectas mambisas, la bandera salida de las manos de Cambula, diseñada por el propio Carlos Manuel de Céspedes. Dichas interpretaciones musicales son realizadas con la inteligencia y proyección de un actor para el cual nada de lo que se haga en el escenario le es ajeno y el resultado final, es el emotivo aplauso que ofrecen los asistentes a esta breve puesta en escena que conmueve a aquellos que incluso sin ser cubanos reciben el certero mensaje de unos artistas comprometidos con la libertad de su país.

Como conclusión, solo nos resta agradecer al Centro Cultural Español de Miami haberle dedicado todas las noches del presente mes de Setiembre, en su espacio de Microteatro, así como a todos los implicados en este hermoso y necesario propósito, a exaltar el necesario reclamo del pueblo cubano, el cual después de más de seis décadas continúa sufriendo la represión de la más longeva dictadura en Latinoamérica y ha decidido que es hora ya de lograr su anhelada liberación.

¡Patria y Libertad..!


Texto y fotos Wilfredo A. Ramos
Setiembre 25, 2021

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