Saturday, May 29, 2021

Cuando el mal se normaliza y el bien escasea. Apuntes sobre Doctrina Social de la Iglesia (5). Por el P. Alberto Reyes.



La moral se refiere a qué está bien y qué está mal en un ser humano. Desde la visión cristiana, esa norma de bien y de mal se fundamenta en Dios, que se ha revelado al ser humano y cuya revelación recoge la Biblia.

Partiendo de este presupuesto, la Doctrina Social de la Iglesia considera que, cuando se destierra de la sociedad la enseñanza religiosa, bloqueando su contribución a la formación de los individuos, se produce un empobrecimiento de los criterios morales, con la consecuente decadencia moral de la sociedad.

¿Qué es decadencia moral? Es la normalización del mal, es cuando robar, mentir, decir o hacer una cosa cuando se piensa otra, agredir, denigrar…, son “lo normal” en una sociedad, y no lo excepcional, lo raro, lo chocante.

El bien como parte de la cotidianidad.

A una sociedad no le basta con conocer teóricamente dónde está el bien. EL BIEN NECESITA HACERSE CULTURA, es decir, hacerse parte constitutiva de la cotidianidad. Un cubano puede bailar muy bien una polka rusa, pero eso siempre será visto por nosotros como algo exótico, que no forma parte de nuestra identidad. Por el contrario, un son, una rumba, un guaguancó, nos tocarán el alma aunque llevemos años viviendo en Alaska. El bien como cultura significa sentir que “lo que va conmigo, lo que responde a mi identidad” es el bien.

Cultura del bien y religión.

Inculturizar el bien es uno de los aportes principales de la religión al bien común. Por eso, cuando se impide o dificulta a las religiones el acceso a los medios públicos de enseñanza y de comunicación masiva, se bloquea la difusión de valores que permiten a una sociedad conocer y elegir el bien y, en consecuencia, ser mejor y más virtuosa.

No podemos olvidar que el mal será, muchas veces, más apetecible y fácil que el bien. De hecho, no es raro que tendamos a obrar según lo que nos gusta, lo que deseamos, lo que nos apetece o lo que nos “conviene”. Muchas veces, es un camino más corto y menos complicado mentir, manipular, robar, simular…, pero es una rentabilidad a través del mal, y esto nos destruye como personas. “El mal –dice Gandalf en uno de los diálogos de El señor de los anillos- tarde o temprano se vuelve contra ti”.

Ningún sistema social tiene la fuerza para motivar a los ciudadanos a mantenerse en el bien. Esa fuerza solamente puede venir de una motivación que trascienda al ser humano. Por eso la experiencia de Dios es esencial en toda sociedad. Impedir a una sociedad el acceso a Dios es, según el papa Pío XI, “un atentado cariminal contra el porvenir del pueblo, cuyos tristes frutos serán muy amargos para las generaciones futuras” .

Religión, educación y esfera pública.

En línea con este pensamiento, la Dignitatis humanae, del Concilio Vaticano II afirma que los padres tienen “el derecho de determinar la forma de educación religiosa que se ha de dar a sus hijos, según sus propias convicciones religiosas”, y que “la autoridad civil debe reconocer el derecho de los padres a elegir con verdadera libertad las escuelas u otros medios de educación, sin imponerles ni directa ni indirectamente gravámenes injustos por esta libertad de elección. Se violan, además, los derechos de los padres, si se obliga a los hijos a asistir a lecciones escolares que no corresponden a la persuasión religiosa de los padres, o si se impone un único sistema de educación del que se excluye totalmente la formación religiosa” .

Y Benedicto XVI va más allá al afirmar que “la religión cristiana y las otras religiones pueden contribuir al desarrollo solamente si Dios tiene su lugar en la esfera pública, con específica referencia a la dimensión cultural, social, económica y, en particular, política” .

Un ejemplo de lo que podría ser.

¿Cómo sería nuestra sociedad si en la escuela se enseñara a los niños, por ejemplo, el texto del capítulo 12 de la carta de Pablo a los Romanos?

“Que el amor entre ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y apéguense al bien. Ámense como hermanos los unos a los otros, dándose preferencia y respetándose mutuamente. Esfuércense, no sean flojos (…). Hagan suyas las necesidades de los hermanos y sepan acoger a los que están de paso. Bendigan a quienes los persiguen. Bendíganlos y no los maldigan. Alégrense con los que están alegres y lloren con los que lloran. Vivan en armonía unos con otros. No sean orgullosos, sino pónganse al nivel de los humildes”.


Texto tomado del Facebook del autor. 

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