Saturday, October 24, 2020

El sacrificio: motivo y ofertorio. Fragmento del libro "José Martí: a la lumbre del zarzal" (por José Raúl Vidal y Franco).

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Otro texto capital, trasciende el marco de la poesía para generar idéntica acusación en el plano extraliterario: Pollice verso. Esta poema recrea el mundo comentado de nuestro autor desde una de las imágenes más fuertes de su poética: la plasticidad del presidio:

                       Y aún me aterro
De ver con el recuerdo lo que he visto
Una vez con mis ojos. Y espantado,
Póngome en pie, cual a emprender la fuga!—
¡Recuerdos hay que queman la memoria!
¡Zarzal es la memoria: mas la mía
Es un cesto de llamas! A su lumbre
El porvenir de mi nación preveo:
 
Sumergido en las bestialidades del presidio, presiente que sería el encargado de encausar la libertad de su patria. Y al igual que en Abdala, asume la misión de portar una profecía para su pueblo: 

¡Zarzal es la memoria: mas la mía
Es un cesto de llamas! A su lumbre
El porvenir de mi nación preveo. 

Nada sorprende de la resonancia bíblica en esta lectura, sobre todo por evocar la experiencia juvenil del poeta en la cárcel colonial. La realidad de Cuba queda mejor expuesta a través del simbolismo fecundo de la zarza incandescente. Baste recordar la revelación de Dios a Moisés “en una llama de fuego, en medio de una zarza” (Ex. 3.2) que no se consumía, para nombrarlo libertador del pueblo de Israel bajo el yugo de los egipcios. Dios habló a su profeta desde las llamas, y Martí, a su lumbre, se comisiona, en un acto de fidelidad, como el portador de una profecía igualmente redentora. Símbolo y realidad se funden. Si en los textos bíblicos la zarza ardiente simboliza la presencia divina, para Martí implica —más allá de su experiencia vital—, la realidad de un drama histórico-social que lo sitúa en el liderazgo de la batalla por la redención del pueblo cubano. Representa en sí, no la alusión patética a un pasado doloroso, sino la invitación a participar en el re-ordenamiento de la unidad nacional del país. Es diríamos entonces, el símbolo de la evocación, del testimonio social más acendrado del Apóstol, que contiene la esencia y fundamento de toda su obra patriótica, delineada —poéticamente—, a la lumbre del zarzal.

Al salir del presidio, tras descender al infierno sin un Virgilio guiador, llega a la Isla de Pinos bajo pena conmutada por el Capitán General mientras se considera su deportación definitiva a España. El hacendado y militar José María Sardá lo toma bajo su cuidado y lo lleva a vivir a su residencia en la finca El Abra. Allí, rodeado del afecto de la familia Sardá e inmerso en las lecturas de la Biblia, reafirma quizás el carácter profético de su vida. En lo adelante, sufrir por la patria será el fundamento de su existencia, su gran prueba espiritual: “Todas las grandes ideas tienen su gran Nazareno” —afirmó. 

Martí es capaz de entender el propósito del sufrimiento sin caer en las redes de la amargura o en la tentación de la venganza; e incluso, sin reducirlo a un mero sentimiento personal que despojaría al patriotismo de toda legitimidad. Su agonía implica un beneficio político común de contornos definidos a través de la formulación ética: “Sirve y vivirás. Ama, y vivirás. Despídete de ti mismo y vivirás”. En términos de credo útil, la labor patriótica resulta una entrega incondicional. Servir, aun a costa de su propia vida, constituye el legado ético de un pensamiento que proclama: “es ley maravillosa de la naturaleza que sólo esté completo el que se da; y no se empieza a poseer la vida hasta que no vaciamos sin reparo y sin tasa, en bien de los demás, la nuestra”. 

La disposición para el sacrificio es de honda resonancia cristiana en toda la dimensión histórica y dogmática del término. Sigamos este apartado de Yugo y estrella: 

                         Cuando al mundo
De su copa el licor vació ya el vivo:
Cuando, para manjar de la sangrienta
Fiesta humana, sacó contento y grave
Su propio corazón: cuando a los vientos
De Norte y Sur virtió su voz sagrada,
La estrella como un manto, en luz 
Se enciende, como fiesta, el aire claro,
Y el vivo que a vivir no tuvo miedo
Se oye que un paso más sube en la sombra! 

Para Martí sólo está vivo el hombre que se entrega. Este apartado, de profunda resonancia cristiana, recrea la consumación del sacrificio a través de los vocablos copa, licor y corazón como símbolos del amor concurrente para subrayar la nobleza del acto en sí. Cada símbolo encarna la imagen del sufriente en pos de aquellos a quienes les ofrece su corazón, asociado al simbolismo de la copa como expresión del sacrificio, noble y leal, del entregado. Todos, imprimen carácter en virtud de sus implicaciones ontológicas y sociales en lo más íntimo del pensamiento y la obra martiana. 





Diseño gráfico del libro y poster de 
Leo Morell.

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