Tuesday, May 19, 2020

"Monumento y Altar". Crónica del homenaje y creación del primer monumento a Martí en Dos Ríos (por Fermín Valdés Domínguez. Agosto de 1896)

Nota: Reproduzco la crónica de Fermín Valdés Domínguez, describiendo el homenaje que en agosto de 1896, le rindieron a José Martí, en Dos Ríos, el lugar donde cayó en combate.

El evento, en el que participaron más de 300 mambises, fue encabezado por Máximo Gómez. Los allí congregados crearon un rústico monumento con las piedras de la orilla del río.

En el mismo sitio, el 20 de mayo de 1913, fue inaugurado en acto público el obelisco actual. Se dice que las piedras del monumento originario, fueron utilizadas en la fundición de su base.

En el año 1975 se hicieron reformas importantes, creando un parque martiano, la jardinería incluye el tipo de vegetación que Martí menciona en su Diario.

A finales de la década de 1980, como parte del grupo de exploración Jurakán de la Universidad de Oriente, tuve la satistafacción de hacer la Ruta Martiana, en diferentes etapas, desde Playita de Cajobabo hasta Dos Ríos, orientándonos además del mapa, por su Diario.

Sea esta publicación una manera de recordar, con respeto y admiración al "Apóstol", hoy 19 de mayo, aniversario de su mayor ofrenda a Cuba, la de su vida. (JEM)

Obelisco inaugurado el 20 de mayo de 1913.
Dos Ríos. Oriente de Cuba
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De este lugar, a donde llegó el Jefe de nuestra Revolución a llorar después del combate de Dos Ríos y de la muerte heroica de Martí, las lágrimas del guerrero que como él no sabe temer, ni sabe cejar ante el peligro; desde este hermoso campo en donde quedó —con los lamentos de tanto pecho agradecido y noble— el más santo y enérgico juramento de no dejar el puesto en la lucha hasta no vengar al más ilustre de nuestros hombres; al hermano de todos, que supo levantar la protesta y la dejó en alto como bandera de triunfo muriendo frente a los enemigos de la patria sin miedo y con todo el empuje de los más bravos generales y de los soldados más indomables y valerosos; de este lugar, en donde había congregado el General en Jefe Máximo Gómez a una gran parte de las fuerzas del primer cuerpo de nuestro ejército y a algunas del segundo, salimos ayer cerca de las cuatro de la tarde y nos dirigimos al lugar marcado con la  sangre del que en 19 de Mayo de 1895, nos dejó para siempre y para siempre escribió su nombre amado en el libro santo de la inmortalidad.

Al frente marchaban los generales Gómez y Calixto García, Cebreco, Pérez. Rogelio Castillo, Bonne, Enrique Collazo el amigo y compañero de Martí en los días aciagos de Jacksonville en los que la traición impidió se realizara el plan que según la frase del mismo era la obra más acabada de un genio, y todo el estado mayor del General en Jefe y de los otros generales entre los cuales son tantos los hombres de talento y nobles virtudes, los coroneles y oficiales y más de trescientos hombres de nuestra aguerrida, y valerosa caballería oriental formaban la columna de patriotas.


Al pasar el río Contramaestre nuestro querido General Gómez echó pie a tierra y cogió unas piedras de su margen, todos lo imitaron y conmovidos cargaron las suyas. Pronto llegamos al lugar a donde nos congregaba el heroísmo. Allí había una cruz de madera y en la tierra una excavación en donde se colocaría un madero que serviría de señal para el monumento que con las piedras que habíamos traído debía patentizar el recuerdo y el amor al soldado mártir, de los compañeros y discípulos allí presentes.

Casi todos formaron de dos en fondo y el General y algunos más echamos pie a tierra. Las piedras que se habían depositado al ir desfilando, —cerca del lugar designado de antemano por el General Gómez— las acercamos y algunos números las colocaron formando un cuadrilongo de Oriente a Occidente, quedando el frente en donde se aseguró la cruz de madera "de cara al sol" como en aquel momento recordó oportunamente el General Gómez que Martí quería morir. Pronto se terminó el respetuoso trabajo de levantar el rústico monumento de piedras que simbolizaban las lágrimas y las patrióticas protestas de los cubanos congregados por el compañero y amigo del Maestro.

Momento solemne fué entonces aquel en que el anciano ilustre, el bravo general se descubrió y con frase enérgica, con acento sereno y lágrimas de amor en sus ojos relampagueantes habló a los cubanos, sus compañeros en la lucha tenaz y vencedora por la Independencia.

No puedo recordar todas sus hermosas afirmaciones y sus razonados conceptos; las palabras que el sentimiento y el amor santo de un corazón generoso y puro ponen en los labios de un hombre de honradez tan acrisolada y de patriotismo tan probado, no pueden copiarse. Explicó la manera heroica de morir de Martí. "Desobedeciendo mis órdenes, —dijo— cargó al enemigo que lo esperaba parapetado tras una cerca y protegido por los árboles" y agregó con tristeza, "no supe de él hasta que uno de sus ayudantes que lo siguió cuando él le ordenó avanzar, vino a mi encuentro y me dijo: General, han herido a Martí. Cuando corrí hacia el lugar en donde me dijeron que había caído, me envolvían las descargas del enemigo y aquí de mi pena al no poder rescatar el cadáver de mi amigo, de mi hermano, de mi compañero queridísimo, del valiente general a quien no pude con mis órdenes contener porque fué a la muerte con toda la energía y el valor de un hombre de voluntad y entereza indomables". Todo aquel discurso del General puede decirse que fué la obra del orador y del guerrero ante la tumba del mejor de sus hemanos.

Concedió el General Gómez la palabra. Hablaban todos en el silencio y respeto conque habían escuchado atentos y conmovidos las  frases del general.

Pero yo hablé para dejar como hermano de mi inolvidable Martí y como soldado de la Revolución mi lágrima amorosa sobre aquel monumento a donde han de quedar todas las lágrimas de los hombres que saben serlo, lágrimas que dan virilidad y entereza, no las que denuncian flaquezas porque esas no honrarían su memoria que es ejemplo de patriotismo y bandera de combate. Y terminé conjurando que aquel modesto monumento sería el altar a donde habríamos de venir todos a cantar el himno de la victoria, a saludar nuestra Independencia glorificando a Martí muerto que era la Revolución y a Gómez vencedor 'que era la Guerra".

Aún agregó algunas palabras más el General Gómez:  "Todo el cubano que ame a su Patria y sepa respetar la memoria  de Martí debe dejar siempre que por aquí pase, una piedra en este monumento" y dirigiéndose luego a los soldados valerosos que lo escuchaban dijo en enérgica frase: "Imitad sus virtudes y su patriotismo y aprended a morir y a servir a la causa grande y enaltecida por él y otros héroes: a la Independencia de la Patria". 

Y de allí nos fuimos purificados y al volver por la margen del Contramaestre el sol se ocultaba y en el silencio del crepúsculo me parecía oír a voz de mi hermano que respondía a nuestras palabras desde el trono de la inmortalidad con estas suyas de otros días: "Cubanos: acepto vuestros vivas, pero aunque yo muera sabed que ya la Patria se ha redimido y en brazos de vuestro valor llega ya triunfante a la Independencia. 

Vivid unidos en el amor que hace a los hombres hermanos; que la Patria se redime ya puesto que en brazos de vuestro valor llega triunfante a la Independencia!"

He querido dejar aquí almita mía, el borrador del artículo que  voy a mandar mañana a Corona describiendo la triste y hermosa fiesta  de ayer. Tú no te puedes imaginar todo lo que sufrí ayer pensando en Martí y en tí.

(Fragmento de una carta de Fermín Valdés Dominguez a su amada, Asunción Castillo. Agosto de 1896)

Fermín Valdés Domínguez: Diario de soldado. Tomo 2. La Habana 1973.

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