Tuesday, January 28, 2020

En memoria de Pepe Sarduy (por Joaquín Estrada-Motalván)

 Foto/Blog Gaspar, El Lugareño
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Se cumple otro año del paso de Mons. Sarduy, a la Casa del Padre,  el 28 de enero de 2017, a sus 83 años de edad y 45 (a unos días para cumplir 46) de sacerdote.

El 2 de febrero 1971,  recibió en la Catedral de Camagüey, el sacramento sacerdotal de manos de Mons. Adolfo Rodríguez, junto a  José Luis Rodríguez Rodríguez, Francisco García Pérez, José  Grau Adán y José Manuel García Sardiña.

Le recuerdo con cariño y admiración. Sarduy camagüeyano, de esos cubanos cultos y amables, que prestigian a su comunidad. Fue de los caballeros que llaman la atención por su sencillez.

Las tertulias en la oficina de Sarduy o en el patio de la Merced eran ratos de lujo. Se hablaba de música, ballet, religión, filosofía, teología, pasábamos de un tema a otro, polemizábamos y aprendíamos (al menos para mí esas tertulias fueron lecciones que disfruté).

El café siempre en la cocina, eso construyó Sarduy en La Merced, un hogar donde acudíamos cada día y casi cada noche.

Fue un impulsor de lo nuevo, trajo y puso a disposición de todos, quizás, la primera computadora de Camagüey, así como su colección de música, su tocadiscos y su cassetera para escuchar y grabar. También promovía el cine, siendo el creador del primer (o de los primeros) programa de crítica de cine en tv en Cuba. Convirtió los bajos del altar mayor de la Merced en el Museo Religioso que se conoce como las catacumbas de la Merced.

Sembró la semilla, que luego floreciera y es hoy la gran Biblioteca Diocesana de Camagüey (semilla de Sarduy y obra de Mons. Willy y Mons. Adolfo). Cultivó la simiente de la Pastoral de Cultura en Camagüey...

Mantuvo viva la Revista Enfoque, defendiendo la existencia de un medio de comunicación eclesial para el debate intelectual.

Prefirió ser cura en Camagüey que obispo en otra diócesis.

Se le puede llamar el cura de los jóvenes, pero eso lo pueden reclamar todos los grupos de sus comunidades.

Fue fundador del preseminario (luego seminario) San Agustín, de Camagüey y primer rector en su sede en la Avenida de la Caridad (donde me invitó a ser el profesor de Historia Universal).

Sus homilías eran palabras de formación humana.

Sarduy fue mi confesor y director espiritual, mi padrino de Confirmación. Le tuve una gran confianza y podía conversar de todos los temas, conociendo que siempre tendría su franca amistad en sus consejos, coincidencias y desavenencias.

En los tiempos previos a mi bautizo (a los 21 años, foto en este post), ya tenía el privilegio de la amistad del P. Sarduy. En la ignorancia del estudiante y recién graduado de la Universidad, quien se cree el sabelotodo, me dio por "analizar" los pasajes bíblicos únicamente desde la "razón". Imagino que luego de varias conversaciones en esa línea, la paz-ciencia de Sarduy llegaba al agotamiento y la manera que encontró para resolver esos infinitos "debates", fue prestarme un ejemplar de las Confesiones de San Agustín diciéndome, "léete esto, que es de uno que se creía saber todo como tú". Ese libro, fue lo que finalmente me abrió los ojos a la fe.

Recordar a Sarduy es rendir memoria a un sacerdote que honró el titulo de padre que se les da a los curas.



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