Saturday, September 15, 2018

La citación (por Víctor Mozo)


La citación me había llegado tres o cuatro días antes para ir a marchar un domingo. Se trataba de un papel impreso con firma y cuño en el que según la ley número tal se te indicaba que si no te presentabas en tal unidad militar sita en tal lugar, podrías buscarte problemas.

El domingo era significativo para mí ya que nunca faltaban a la misa dominical. Desde pequeño, el domingo era sagrado, así me lo habían enseñado. Ya de adolescente si la misa era importante, también lo era el momento pasado con los amigos en la sacristía o en la oficina del cura encargado de la catedral en ese tiempo que era el P. Tarcisio Villafuerte. Que las autoridades escogieran el domingo, no me extrañaba.

La citación indicaba que había que presentarse a las 6:30 am y a esa hora me presenté a regañadientes. La guagua que me llevó iba medio vacía, excepto unas dos personas, el resto de los pasajeros, si me fiaba a las caras que llevaban, diría que iban directo al patíbulo. Nada extraño, ya había visto a algunos de ellos en el comité militar. Una vez llegados a la parada donde nos bajamos, la unidad militar no quedaba lejos y no dejaba de impresionar con sus cercas, garitas con soldados armados y vehículos militares.

Pronto se confirmaría lo dicho por Cordobí. Un miliciano recogía las citaciones, anotaba nuestros nombres y nos indicaba el lugar donde nos teníamos que concentrar. Así pasamos una hora o más hasta que llegó otro miliciano gritando, cuando no ladrando, diría yo, ¡a formar! Fijándome en lo que hacían otros que al parecer tenían experiencia de citaciones anteriores, me puse en fila.

Así nos formaron en 3 pelotones de 40 hombres, lo que hacía, según acababa de aprender, una compañía. El miliciano que gritaba se presentó como el sargento Sacker, como era medio gordo, lo habían apodado el sargento García, recordando a aquel sargento regordete y torpe que perseguía a el Zorro, personaje de múltiples aventuras en el cine y la televisión. Al tal Sacker nunca le vi los grados de sargento. Ya me tocaría conocer a muchos sargentos sin grados.

Luego vinieron lo que ahora yo llamo ladridos y que en aquellos tiempos llamaban voces de mando. ¡Compañía atenhó! gritó el sargento sin grados. Y a ponerse pues en atención, derechos como estacas. Esa voz de atención me tocaría oírla muchas veces bajo distintos tonos o ladridos: atenjao, adenjou, etc. ¡Alineación derecha! ¡Al fin algo pronunciado como Dios manda, me decía! ¡Preparen fren! ¡A tu lugar descan! Nunca entendí porqué tenían que deformar las palabras.

Y al minuto empezamos a marchar. Aran, ho, tres, cuat; aran ho, tres, cuat… que si flanco izquierdo, que si flanco derecho, que si retaguardia. El sargento sin grados se daba gusto haciéndonos marchar a pesar de que su gordura lo hacía sudar la gota gorda. Todo consistía en marchar y marchar. Solo paramos un momento para hacer guardia vieja, la que consistía en recoger y destruir cuanta colilla de cigarro descubríamos por tierra. Estábamos en tierra de fumadores y las colillas no faltaban.

Así estuvimos hasta pasado el mediodía. Nuestra compañía no era la única, por lo menos había visto unas seis, o sea, unos 720 hombres de diferentes edades marchando y prácticamente sin derecho a una gota de agua. En eso consistía el entrenamiento militar, entrenamiento que duró algunas semanas.

Para terminar, había que aguantar una arenga revolucionaria dada también por otro sargento sin grados vestido de miliciano. Nos hablaba de patria y de muerte, de revolución y de contrarrevolución, sin olvidar a los eternos enemigos imperialistas. Cansados como estábamos la arenga llegaba a oídos sordos a la vez que una lluvia de improperios a sotto voce, sobre todo contra el sargento Sacker, podía escucharse. A mí me preocupaba más el que nos daba la arenga, el personaje no me era desconocido.

No sería mi última citación, vendrían también las citas para exámenes médicos. Pronto otros encuentros me llevarían a pensar que nada bueno se preparaba. La suerte iba siendo echada poco a poco.



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Texte en français La Convocation

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