Thursday, October 1, 2015

Reflexión testimonial de una madre cubana sobre la visita del Papa Francisco a Cuba (por Carmen Capote-Díaz)


Desde el propio testimonio de la experiencia, bajo la necesidad imperiosa e irreprimible de comunicar la emoción fuerte y sincera que la visita del Sumo Pontífice de la Iglesia Católica en su recorrido Pastoral como Misionero de la Misericordia, demostrada en cada uno de sus actos en esta tierra nuestra, provocó en una madre cubana.

Soy madre cuidadora, esto se traduce en que mi ocupación es cuidar a mi hija que padece de una discapacidad mental, acompañada también de discapacidad físico-motora. Tuve formación católica en mi niñez y juventud, aunque hace años apartada de la Iglesia como católica práctica absorbida quizás por las complicaciones, circunstancias, durezas y avatares de la vida, pero aún así, sin perder la fe en Dios como asidero y faro de esperanza.

De pronto ¿qué ha pasado?. Llega el Papa Francisco con sus mensajes de reconciliación, amor, esperanza, proyectando en su hablar y accionar la figura de Jesucristo , sacando a la luz los principios y valores propios de la Iglesia; valores y principios que tanto necesitamos rescatar y reactivar como sociedad.

Reconciliación, palabra clave y amplia que lleva a pensar en el perdón, la amistad; agreguemos ahora amistad social como nos pide el Sumo Pontífice; en los puntos comunes como lazos de unión, en el encuentro y reencuentro, en la concordia, la paz en las familias, con los hermanos, los vecinos, con los que están cerca, con los que están lejos, entre las religiones, entre los pueblos, gobiernos, y países. Más allá en lo personal sus palabras podrían llevarnos a pensar en la reconciliación con nosotros mismos, con la Iglesia, y con Dios. 

Se anudaron las gargantas de muchos, lágrimas mezcladas con sonrisas de consuelo bañaron los rostros de mujeres de este pueblo, creyentes o no, viendo y sintiendo en sus corazones el sincero, profundo amor y cariño del Papa Francisco hacia los niños, hacia los jóvenes que son el futuro, hacia los ancianos como memoria viva, a los enfermos, prodigando una enorme ternura a los discapacitados, a ellos, los más frágiles y vulnerables, los “descartados”, como los llamó.

No menos emociones y sentimientos despertaron las palabras testimoniales de la Hija de la Caridad en el encuentro de Francisco con Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas. Monja joven, sacrificada, valiente en su vocación comprometida con Dios y la Obra de la Iglesia para con los más pequeños, esos que tengan la edad que tengan, siguen siendo niños en sus necesidades, debilidades, dependencia y fragilidad, contemplando reflejado en cada uno de ellos el rostro no tan bello de Jesús, aunque no por eso menos importante, poniendo la vida en socorrerlos, atenderlos, y provocar el florecimiento en sus labios de una sonrisa como único premio a tanto sacrificio.

¿Cuántas madres de hijos con problemas nos solidarizamos y entendemos las palabras de esta Hija de la Caridad?. ¡Todas!. Sabemos lo que implica el cuidado de nuestros hijos.

Qué consuelo saber que existen monjas que en su entrega viven la vocación de cuidar, proteger y brindar amor como madres a esos frágiles niños a los que sentimos casi nuestros, puesto que las madres en estos casos estamos ligadas ineludiblemente a la experiencia de la diferencia; ellos son, por mucho que nos duela, el material inservible, “los descartados” de cualquier sociedad, independientemente del apoyo que reciban.

Bueno es que tuviera voz el silencio en cuanto a las obras de caridad y misericordia que pueden ser cotidianas y conocidas en el seno de la Iglesia, pero que no lo son tanto fuera de ella, el silencio se rompe acorde a los nuevos tiempos y procesos por los que atravesamos, Francisco convoca a una Iglesia cubana abierta saliendo a la calle; ahora se puede, y lo necesitamos. Sin proselitismos como caracteriza a la

Iglesia Católica, pero trayendo y acercando la presencia del Dios vivo acompañándonos en nuestra difícil vida cotidiana, ese Dios en cuyo corazón cabemos todos sin exclusión, pues de él venimos y somos sus hijos; haciendo visible el caminar del Cristo resucitado a nuestro lado con su mensaje de fe, espiritualidad, amor ante el desamor, y esperanza ante la desesperanza.

Muchísimo más podría seguirse reflexionando a partir del transitar del Papa por Cuba, sus palabras, sus acciones, las huellas que dejó en el corazón de católicos y no católicos, creyentes y no creyentes. Nos quedó su promesa de orar por nosotros, su petición de hacerlo por él, su amorosa sonrisa y su bendición.

Que Dios bendiga al Papa Francisco, a la Iglesia, a los sacerdotes, religiosos, y religiosas, al pueblo cubano, y a esta tierra nuestra que queda agradecida por la visita del Santo Padre.

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