Friday, November 6, 2020

La música y los espíritus. Capítulo de la novela "Ritual del necio" (de Roberto Méndez Martínez)

Nota previa: Agradezco a Roberto Méndez Martínez, que comparta con los lectores del blog este capítulo de su novela Ritual del necio, disponible en Amazon en este enlace.

"En la novela El ritual del necio (Editorial Letras Cubanas 2011, Editorial D' Mc Pherson 2020) conocerá el lector la historia Andrés, un joven musicólogo, que procura sobrevivir en La Habana de 199… durante las oscuras jornadas del “Período especial”. Un día recibe el manuscrito de una novela inédita que le ha remitido un amigo antes de suicidarse. La búsqueda de asideros para comprender el laberíntico texto y el mandato de hallar un editor para aquel escrito singular darán un sentido nuevo a su vida. Los mitos europeos musicalizados por Richard Wagner se funden con la historia y la leyenda de una isla soterrada que sigue buscando el Santo Grial de sus orígenes.

La obra El ritual del necio es rica en juegos intertextuales, parodia, humor y erotismo. Todos estos elementos se mezclan en estas páginas para ofrecernos un texto exquisito. Con El ritual del necio obtuvo Roberto Méndez el Premio Alejo Carpentier de Novela 2011."

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Andrés ha llegado a pie, desde el Parquela  de la Fraternidad hasta la Calzada – más bien enorme y sucia- de Jesús del Monte. Hoy no hay transporte en la Ciudad, a no ser los taxis para turistas, pero no puede gastar uno solo de los centavos del viaje. Ya ha cruzado Agua Dulce, en cuyo parque tomó un cocimiento de sabor indescifrable y dejó atrás el cine en ruinas que ahora ofrece otro espectáculo: de una ventana alta asoma un negro joven que no cesa de reír y hacer muecas, gesticula con una sola mano para llamar la atención de los transeúntes y sigue riéndose. Su secreto está en que con la otra mano se está masturbando, aunque el muro impida saberlo con certeza. Se exhibe y se oculta con placer especial entre montones de escombros, basuras en descomposición, excrementos lanzados en bolsas de plástico. Lo excita saber que otros ven y no ven, saben y no saben. Ríe convulsivamente y no se detiene.

De la Calzada del Poeta queda muy poco: una reja en forma de lira, columnas con el fuste herido, portales que apenas se mantienen en pie. Cerradas las antiguas sederías, quincallas, ferreterías penumbrosas, abiertas de par en par las que fueron residencias de salas crepusculares e íntimas. Todo subvertido, mugriento, venido a menos o a nada. La nada que grita y apesta, cuadra por cuadra, puerta por puerta, sin desembocar en una finalidad visible.

La mujer lo está esperando. Es la tercera casa, a la derecha, al entrar en la calle General Lee. El techo del portal cayó hace mucho, las columnas alzan sus muñones sin demasiado remilgo. Pero el interior tiene algo de protegido. Entre los retratos familiares que pueblan las paredes hay uno de Lezama, recortado de un periódico de otro tiempo.

-Estuvo aquí una tarde, hace muchísimos años, con unos amigos. Quería saber de un pintor que había muerto poco antes…

Efectivamente, había leído esa escena en Paradiso. El milagro es que Chacha, la clarividente hubiera sobrevivido a Lezama y a tantos desastres. Apoyada en un andador de madera rústica, con ropas que le venían ya demasiado anchas y los labios signados por un creyón harto púrpura como un resto de coquetería, también ella era una ruina.

Siguieron por el corredor, donde los sillones rotos se apilaban, como restos de naufragios, contra las paredes, hacia un comedor sombreado. Sobre la mesa había un mantel con incrustaciones estilo Richelieu, estirado y limpio, tanto como los siete vasos de agua colocados sobre él con rara simetría y los gajos de plantas aromáticas dispuestas aquí y allá.

-¿Trajo el libro?

El joven le alargó el sobre

-Cuidado, las hojas están sueltas, no he podido encuadernarlo…

-No se preocupe, muchacho, que no voy a abrirlo. Lo que necesito es el objeto y lo que viene con él.

Tomó ella el asiento de la cabecera más próxima e hizo acomodarse al visitante en uno contiguo. Depositó el sobre ante los vasos de agua y colocó la diestra encima, mientras entornaba los párpados a la vez que comenzaba una oración que repetiría mucho. Cuando Andrés, algo menos intranquilo, se decidió a mirarla, se dio cuenta de aquel ligerísimo temblor que recorría la piel de la anciana y que le ponía gotitas de sudor en el rostro antes de deslizarse hacia el cuello. Aquello duraría varios minutos.

Por fin Chacha abrió los ojos.

-Usted ha tenido buenos amigos. Varios y unidos por una cosa fuerte y secreta: la música. Gracias a la música, ellos, aunque desencarnaron entre muchas angustias, podrán ir progresando. La armonía los ha ayudado a desatar muchas cosas. Uno de ellos, que era un hombre fino, se murió solo, pero sintiendo que usted lo acompañaba y está feliz de que ahora siga el rumbo que la propia música manda, lo quiere realizado y dichoso. Otro de ellos está menos avanzado, todavía está sufriendo porque le hicieron violencia, pero traía luces especiales con él, se apegó demasiado a ciertos placeres para sustituir a la familia que lo abandonó, él quiere decirle a usted que viaje, que vaya lejos y descubra el enigma del inocente que por la compasión salva al que está herido y que retorne, para honrarlo, con música, claro…

-Esos…esos son La Víbora y Franz, pero ¿y El Gordo, el del libro?

- Ese está más lejos. Se quitó la vida y tiene mucho que purgar, pero ahora tiene más sosiego porque sabe que su libro está en buenas manos. Cuando el libro aparezca, cuando todos sepan el mensaje que él puso allí, habrá pagado su deuda en este mundo y avanzará hacia la luz sin fatiga alguna. Cumpla con él y, si quiere, olvídelo. Usted trae su propia luz, su música. Emprenda su viaje, cuide la salud de cuerpo y alma y regrese cuando haya aprendido todo lo que pueda. Ya me contará.

El rito había terminado. Chacha se incorporó y recibió, como si diera poca importancia al asunto, la bolsa que contenía unas pocas onzas de frijoles, jabón y el particular lujo de una lata de leche condensada y otra de carne prensada. Desde hacía tiempo prefería cobrar en especie.

-Vaya con Dios, joven y le deseo mucho éxito, que se lo merece. Éxito de verdad, no como los zapatos del Presidente…

-¿Cómo dice?

-Es una historia de familia. Escuche para que aprenda algo más de la historia de esta Isla, que casi nadie recuerda. Mamá tenía un don como el mío y muchísima gente venía a consultarla. Vivimos aquí desde el siglo pasado, cuando todo esto se llamaba Jesús del Monte. Ante ese portal, que era de horcones, se detuvieron muchísimos coches, aunque otros preferían dejarlos en la Calzada, para que no se supiera que venían a consultarse con una mulata: ministros, hacendados, doctores, hasta artistas. Aquí estuvo el mismísimo Marqués de Tenerife, en sus últimos días en Cuba, a ver si veía el desenlace de esto, pero mamá no pudo decirle nada, había demasiados seres pidiendo justicia alrededor suyo y se fue sin respuestas. Unos años después, a mediados de 1906, una pareja llamó a la puerta. No había coche a la vista. Mamá enseguida los reconoció: era el presidente Estrada Palma con su esposa Genoveva. Él quería saber si lograría mantenerse en el poder, a pesar de la guerra que le estaban haciendo los liberales y si ella veía en el futuro que él tuviera un papel grande en la historia, si su figura sería venerada en alto. Mamá sabía que eso era algo serio, oró más rato del habitual, pidió asistencia especial de los guías – yo la estaba mirando, escondida, desde la cocina- y cuando terminó le dijo:

-Presidente, deje todo, váyase lejos y, sobre todo, no deje que derramen sangre…

El Viejo estaba muy molesto, decía que él tenía sus obligaciones, pero insistió para que ella le hablara del futuro, cómo lo verían dentro de cien años, qué quedaría de él para la historia. Mamá cerró otra vez los ojos y cuando los abrió dijo algo absolutamente disparatado:

-Mire, yo no veo la historia. Ni siquiera sé bien qué es eso. Lo único que veo son unos zapatones suyos puestos en alto…

Se fueron furiosísimos. La mujer tironeaba de él y le decía algo de que eso sucedía porque habían ido allí en contra de lo que mandaba el Dios verdadero y él iba maldiciendo la hora en que hizo caso a su secretario y vino a ver a esa bruja pagada por los liberales. Yo, arriesgándome a que me castigara, por estar escuchando, le pregunté a mamá que era eso de los zapatones. Ella no sabía bien:

-Hija, yo digo lo que veo, o lo que me dictan. De ese hombre sólo quedarán unos zapatos, pero muy en alto…

Pasaron los años. Nunca volvimos a hablar de eso y mamá murió en 1950. Años después, por los sesenta y algo, tuve que ir a hacer un trámite al Vedado, pasé por la Avenida de los Presidentes. El monumento a José Miguel ya no tenía su estatua, más allá, tampoco Estrada Palma tenía la suya, la habían arrancado chapuceramente de su pedestal y se habían quedado pegados los dos enormes botines, que se llenaban de agua de lluvia y servían de bebedero a los gorriones. Allí estaban los zapatos muy en alto que mamá había visto, eso era lo que aquel Presidente, chiquitico y amargo, dejó a la historia. No se preocupe, lo de su música será mejor que ese monumento…

Al llegar a la esquina, Andrés verificó el verdadero milagro. Estaba detenido un autobús antiquísimo, sin número, que iba hacia La Habana. Pudo sentarse y dedicar un rato a la lectura del libreto de Parsifal que traía consigo. Así, mientras desandaba su ruta entre desconocidos, volvió a repasar el bautismo de Kundry, el cortejo de caballeros que lleva el ataúd de Titurel y al herido Amfortas en una litera y el instante del milagro, cuando la lanza sana la herida.
Parsifal

Sólo un arma puede hacerlo:
la herida sólo se cerrará
con la misma lanza que la provocó.
(Amfortas, con la cara transfigurada, se tambalea. Gurnemanz le sostiene)
¡Quedaréis redimido y curado!
¡Yo oficiaré la ceremonia!
¡Benditos sean tu sufrimiento
que la divina fuerza de la piedad
y el más puro poder del conocimiento
otorgaron a un débil tonto!
(Ante la vista de todos, Parsifal alza la lanza sagrada)
La Lanza Sagrada 
¡Os la traigo de vuelta!
(Sorpresa general. Lleno de entusiasmo, Parsifal sigue alzando la vista hasta la punta de la lanza)
¡Oh, alegría suprema de este milagro!
¡Mirad cómo, desde aquella que os ha curado la herida
fluye la sagrada sangre,
deseosa de llegar a su manantial
durante mucho tiempo perdido!
¡Mirad cómo fluye en el Grial!.
Ahora nunca podrá abrirse otra vez:
¡Destapad el Grial, abrid el Relicario!

(Parsifal sube los escalones del altar, coge el Grial y se arrodilla, absorbido en plegarias. El Cáliz brilla. Por abajo se hace cada vez más oscuro, mientras que por arriba hay cada vez más luz)

Escuderos, Jóvenes, Caballeros
(Desde arriba, apenas se les oye)
¡Supremo milagro de salvación!
¡Redención para el Redentor!

(La luz brilla con más fuerza. El Grial se abrasa. Una paloma sale volando desde la cúpula y revolotea por encima de Parsifal. Kundry cae al suelo, muerta, con la mirada fija en él. Amfortas y Gurnemanz se arrodillan ante Parsifal que bendice a la congregación).
El autobús lo dejó junto al Castillo de la Real Fuerza, que, como se sabe, es el sitio de mayor imantación de La Habana. 

Al fin (un poema de Thelma Delgado)


Mi corazón acelerado y loco
Espera impaciente y con regocijo
Que tu cuerpo al mío se acerque un poco
Para quererte mucho, como el lo predijo.

Cuando llegue el tiempo y nos veamos
El tiempo se detendrá por completo
Y tus labios de hombre enamorado
Besarán los míos con un gesto pispireto.

La ciudad tan bulliciosa y feliz
Ahora descansa y en silencio duerme
La noche estrellada será el tapiz
Donde en calma al fin, tu puedas amarme.


Thursday, November 5, 2020

Tarde (un poema de Janisset Rivero)


Escucha la tarde, sus giros de luz inesperada; 
viento de octubre que la eleva 
en una danza silente, reposada. 

La tarde es una mujer madura… 
(sus ojos cálidos, su cuerpo terso aún) 
invita a respirarla, contemplarla, 
hundirse en su regazo. 

Los vespertinos rayos, el calor de su beso 
transpiran plenitud y anuncian 
el secreto advenimiento de la noche. 

Tarde, espejo de sus ojos hondos y azules… 
reflejo de horas jubilosas. 
Atenúa tu paso y diluye el brillo 
de las eternas alas; 
apresura las aristas de la risa 
y refracta en el alba.




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Janisset Rivero (Camagüey, 1969) ha publicado los libros de poesía Ausente, editorial Aduana Vieja, octubre 2008 y Testigo de la noche, Editorial Ultramar, Miami, 2014

Wednesday, November 4, 2020

El puente de hierro sobre el Tínima (por Carlos A Peón-Casas)


La foto puede resultar novedosa para muchos camagüeyanos, quienes sin embrago han circulado alguna vez por el sitio en algún tren presuroso por ganar la otrora ciudad principeña, o en sentido contrario camino al occidente del país. 

Se trata de un puente de duro hierro, de muy corta luz, tendido sobre el río Tínima, que discurre hacia al suroeste con menguada corriente en tiempos de seca, y un poco más animado por las aguas primaverales. 

Su construcción se hizo imprescindible para que el camino de hierro llegara a la ciudad agramontina allá por 1902. La instantánea recoge algún minuto de aquel suceso cuando la estructura ya estaba consolidada sobre sus sólidos cimientos y dejaba expedita la vía para los primeros convoyes que hicieron el recorrido provenientes de Santa Clara, con pasada por Camagüey y de camino a Santiago.

Allí está todavía el precitado viaducto. Tiene ya la edad provecta, pero la estructura resiste todavía el paso de uno que otro tren de carga, y de los muy pocos que hacen el servicio de pasajeros, que van y vienen de oriente a occidente y viceversa un día sí y otro tampoco….

La añeja estructura recuerda mejores tiempos cuando el flujo de mercaderías y pasajeros que provenientes de la ciudad le pasaban raudos por encima, sumaban más de cuarenta al día, sin contar los que venían en sentido contrario.

Alguna que otra vez he caminado con mis pequeños retoños hasta el sitio de marras, para que los pequeñines se entretengan tirando, desde los bordes del centenario pasadero alguna que otra china pelona a la menguada corriente. Muchos son los actuales citadinos que lo cruzan en una y otra dirección, para ganar los arrabales de la ciudad donde proliferan más de un barrio marginal a las orillas de la vía férrea, o para llegar un poco más lejos. 

Allí sigue impertérrito el añoso puente de hierro. Los trenes siguen dando un pitido prolongado cuando lo cruzan, remedando el añejo aviso de su pronta entrada a la cercana estación camagüeyana.

Estrada Palma (un poema de Aurelia Castillo de González)


De Yara entre los típicos palmares 
Comienza la epopeya del patriota. 
La heroica ofrenda de sus labios brota 
De patria y de virtud en los altares. 

Proscripto luego de sus dulces lares, 
El infortunio, que al más recio agota, 
Es piélago para él, en donde flota 
Cual gallardo bajel en crespos mares. 

Hoy del anciano al patriarcal retiro 
Llega la madre de los héroes, Cuba, 
Y Acepto, dice, de tu amor la ofrenda. 

Como en límpido espejo en tí me miro. 
¡Que el nombre tuyo con mi nombre suba 
Y en tí mi gloria inmaculada esplenda!»


Mayo 1902

Monday, November 2, 2020

Los bizcochos del Coppelia (por Joaquín Estrada-Montalván)



Del 81 al 83 asistí a la secundaria Mártires de Camagüey, tiempo y escuela de los que tengo abundantes memorias que compartir (he publicado aquí hasta ahora una muestra: sobre el "beso que no di", el "short autorizado y vuelto a prohibir", "la cola de la bicicleta", del grupo de "mangueros" de Iván el Loco y la "música lenta en las descarguitas", ...)

De esta época comparto hoy, que pasábamos por el Coppelia, nos dirigíamos al inicio (o al final) de la "cancha" donde la empleada le ponía los bizcochos a la combinación de helado, que iban desde el simple monobolar Arlequín de 40 c hasta la (multibolar) Ensalada de Helado de 1. 60 (creo recordar). Mi preferida era la Copa Lolita, dos bolitas y un flancito (1. 20 o 80 c, no recuerdo bien el precio). 

Retomando el relato, en el Coppelia, nos metíamos delante de la cola (de la segunda cola, la ya con ticket y pidiendo su helado) extendíamos las manos y salíamos con ellas llenas de bizcochos. 

Sunday, November 1, 2020

P. Alberto Reyes: "Cuba es como un gran teatro, donde nos mentimos unos a otros como parte de una obra que ya no necesita ser ensayada"



Crónicas del Noroeste III.


Cosas que pasan


La vida da, de tanto en tanto, giros. Yo tenía pensadas unas crónicas diferentes. Había recogido meticulosamente en mi celular muchas anécdotas parroquiales sucedidas este mes, pero la vida es caprichosa, impredecible, incluso extraña, podríamos decir. Y es que las anécdotas ya no están, mi celular murió en un aguacero y se llevó muchas cosas a la tumba.

Los domingos en la tarde suelo ir a dos pueblos relativamente cercanos: Caonao y Tabor. Hace un par de semanas mi transporte era una motorina. El cielo amenazaba agua pero a la hora de salir no había caído una gota. Fui a un pueblo, luego al otro. Al regresar comenzaba una tenue llovizna, que un poco más adelante se convirtió en lluvia firme y terminó siendo un torrencial aguacero, cargado de electricidad.

Con cañaverales a derecha e izquierda, la única opción era seguir, intentando no terminar por los suelos. Los relámpagos y su administración pertenecen al Señor de los cielos, así que mejor no preocuparse por lo que no nos es dado controlar. Por motivos técnicos relativos a la humedad y que no domino, la motorina, que era eléctrica, empezó a acelerarse sola, mientras yo me enfocaba en mantener el equilibrio y mi visión de túnel me impedía darme cuenta de la posibilidad de cortar la corriente apagándola. Con horror vi venir de frente, rebotando en los charcos, un autobús a toda velocidad, luego una máquina, luego otro autobús. Mi mente se disparó. Paralizado sobre la motorina, que había adquirido vida propia y que iba a toda potencia por una carretera encharcada, empapado hasta los huesos, con el casco que se movía en todas direcciones…, a mi mente no le quedó nada por decir.

Más adelante, de repente, la motorina dejó de funcionar. Luego me explicarían que se había disparado el breaker de seguridad, pero yo no lo sabía, así que empezó la segunda etapa. Chorreando agua, motorina en mano, caminar, mientras los relámpagos se expandían a derecha e izquierda.

En una situación así, sólo hay dos cosas que hacer: quejarse y maldecir a la galaxia, o pensar. Y yo pensé, pensé en que más allá de mi pasión por atender a mis pueblos las cosas no tendrían que ser así, pensé en toda la gente que en cada aguacero vive una situación similar, porque tiene que andar a pie, o en bicicleta, o en carretón de caballos, pensé en tanta gente con casas precarias donde llueve más dentro que fuera, y pensé que podría haber tenido un accidente, que podría haber muerto, y que había cosas que nunca había dicho. Y tuve miedo, no de morir, sino de morir sin haber dicho cosas que tengo entre pecho y espalda.

Hipótesis química

Amo la química, me seducen las reacciones. Y desde hace tiempo, cada vez que pienso en la situación de mi pueblo, me viene a la mente una fórmula química que me explique por qué mi pueblo está como está. Y mi fórmula es esta:

(Miedo + Mentira + División) x Silencio cómplice = Opresión

Miedo

Tenemos miedo, nacemos en el miedo, crecemos en el miedo, vivimos en el miedo.

El miedo es una sensación de inseguridad ante algo que nos puede dañar y que no controlamos. El miedo es automático e incontrolable, y como toda sensación, no es manejable por la voluntad. Pero la eficacia del miedo no radica en el sentimiento sino que funciona porque paraliza a la voluntad. El miedo secuestra a la voluntad contándole historias de terror.

No tenemos mucho poder sobre el miedo que “sentimos”, pero superar la parálisis y actuar según lo que queremos hacer sí depende de nuestra decisión. La voluntad no está sujeta al sentimiento, y esa es nuestra fuerza. Hacer algo puede convivir perfectamente con el miedo a hacerlo.

Cuba es una cárcel grande donde, si te portas mal, te meten en otra más pequeña. Y como cárcel al fin, nos sentimos controlados. Tenemos miedo a decir lo que pensamos, a decir lo que queremos. Tenemos miedo a que de un modo u otro nos bloqueen el estudio o el trabajo, que nos hagan la vida más difícil de lo que ya es. Tenemos miedo a que nos citen y nos “regañen”, advirtiéndonos de nuestra “mala conducta”.

Y mientras tanto, seguimos cantando nuestro Himno nacional y repitiendo que “en cadenas vivir es vivir, en afrentas y oprobio sumidos”. Digámoslo de otro modo, a ver si lo entendemos: lo que estamos diciendo es que “vivir sin honor, sin respeto, sin honra, es vivir como esclavos”. ¿Y no es esclavitud vivir con miedo a decir lo que se cree y se piensa?, ¿y no es esclavitud no poder decidir sobre la propia vida y sobre la vida de nuestra patria?, ¿y no es de esclavos vivir teniendo como horizonte sobrevivir o irse del país?

Entendámoslo de una vez: siempre tendremos miedo, y nunca haremos nada si no aprendemos a vivir a pesar del miedo, si no actuamos según nuestra conciencia mientras el miedo fluye por cada una de nuestras arterias.

Mentira

Siempre quise decir esto: el comunismo es una gran mentira. Todo es mentira. Goebbles, el ideólogo de Hitler, decía: “Una mentira mil veces repetida, se transforma en verdad”.

Cuba es como un gran teatro, donde nos mentimos unos a otros como parte de una obra que ya no necesita ser ensayada:

Que somos una potencia médica: mentira.

Que el sistema de educación es extraordinario: mentira.

Que somos internacionalistas por pura generosidad: mentira.

Que el Noticiero Nacional de Televisión muestra la realidad del pueblo: mentira.

Que las manifestaciones del primero de mayo y del 26 de julio son naturales y voluntarias: mentira.

Que las brigadas de respuesta rápida no son otra cosa que la reacción espontánea del pueblo enardecido que defiende a su Revolución: mentira.

Que no tenemos presos políticos: mentira.

Que en Cuba se respetan los derechos humanos: mentira.

Que no existe la oposición y la disidencia: mentira.

Que como pueblo apoyamos incondicionalmente el socialismo: mentira.

Que creemos que el sistema electoral es el mejor del mundo: mentira.

Que la vida digna de la ancianidad está garantizada: mentira.

Que somos felices aquí: mentira.

Pero estamos acostumbrados a mentir, y tenemos miedo a la verdad, y enseñamos a nuestros niños a actuar en este burdo espectáculo, esperando, eso sí, que un día pase “algo” que nos permita existir y no fingir, sin darnos cuenta de que si todos dijéramos lo que creemos y lo que pensamos, si todos dijéramos la verdad, este sistema colapsaría.

División

Divide y vencerás. No podemos negar que los antiguos romanos eran sabios.

Uno de los éxitos mayores del sistema comunista es echar a pelear a hermano contra hermano, creando una red de espionaje y delación urbanas que te sumerge en una paranoia continua. Nadie confía en nadie y todos nos cuidamos de todos, porque nadie sabe “con quién estás hablando”.

Nos cuidamos de los vecinos, de los compañeros de trabajo, incluso de nuestros mismos familiares. Calculamos cada palabra, cada reacción, y como babosas en sus caracoles, nos exponemos más o menos según el ambiente, pero siempre con cautela, siempre bajando la voz ante ciertos temas, siempre asustados de “vendernos en bandeja” al que luego irá a dar informes, no por dinero y ni siquiera por convicción, sino porque se ha creído que así puede sobrevivir mejor.

Silencio cómplice

Y en medio de todo esto, el silencio. Vemos, escuchamos, sabemos…, pero no hablamos. Como espectadores pasivos, esperamos a que otros hablen, y espiamos las reacciones de lo que dicen, prontos a volver la vista hacia otro lado, para no comprometernos.

Y aquí no puedo menos que decir con dolor, que sufro el silencio de mis obispos. No es verdad que la Iglesia no ha hablado, no es verdad, porque la Iglesia somos todos, y muchos laicos, sacerdotes, religiosas, incluso algún obispo en lo personal…, hemos dicho lo que pensamos y lo seguimos diciendo.

Pero los obispos son un cuerpo, son una instancia definida a la que todos miramos, esperando.

Este país necesita un cambio, necesita una transición, necesita vivir y dejar de arrastrar la existencia, y en este momento, en mi opinión, solamente la Iglesia católica está en condiciones de liderar un diálogo y de proponer una transición.

Hay mucha gente empujando en la dirección correcta, mucha gente comprometida, tenaz y valiente. Hay mucha gente en el extranjero apoyando a este pueblo y luchando por esa transición, pero desde donde están no tienen el poder para provocar un cambio interno.

La oposición interna está dividida, sin entender que, como el legendario Voltus V, sólo puede ser fuerte si se dejan a un lado las pretensiones individuales y se trabaja en conjunto. Cuando he viajado al extranjero y me han preguntado: “¿Qué tal la oposición en Cuba?”, me encojo de hombros y sólo puedo decir: “No lo sé”, porque no me queda claro a dónde mirar, ni el pueblo maneja ninguna propuesta concreta. La oposición sería mucho más eficaz si estuviera unida. Si se pusieran de acuerdo, todos podríamos mirarla entonces no sólo con más confianza sino con más claridad. A fin de cuentas, de un modo u otro, todos buscan la libertad de esta tierra y, si trabajaran en conjunto, encontrarían mucho más apoyo de un pueblo que necesita y anhela un camino distinto.

Las iglesias protestantes están divididas, unas a favor, otras en contra del sistema, y tampoco tienen un cuerpo único que coordine un proyecto social.

Por eso este pueblo mira a los obispos, y espera, espera una postura clara a favor de la justicia, de la libertad, del Evangelio en definitiva.

Cuenta Vargas Llosa en su libro: “La fiesta del chivo”, sobre la dictadura de Trujillo en República Dominicana, el momento en el cual los obispos se posicionaron en contra de la dictadura. Y no sé si es histórica la anécdota o no, pero Vargas Llosa pone en labios de su protagonista, católico, esta frase llena de orgullo: “¡Por fin mi Iglesia habla!”.

El cántico de Simeón

Cuando la Virgen María y San José entraron al templo a presentar al niño Jesús, el anciano Simeón lo tomó en brazos. Dios le había prometido que no moriría sin antes ver al Mesías. Y cuando Simeón tuvo al niño en brazos dijo: “Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel”.

Yo no sé cuáles serán las reacciones a estas crónicas, ni tengo mayores expectativas, pero he dicho lo que tenía guardado entre pecho y espalda. Ahora puedo seguir yendo a los pueblos en motorina, aunque llueva y pase lo que pase. Ahora estoy en paz.


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Texto tomado del Facebook del Alberto Reyes, Diócesis de Camagüey



Twyla Tharp (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.

Los textos anteriores, se pueden leer en este enlace.


Twyla Tharp nació el 1 de julio de 1941 en Portland (Estados Unidos) y, al poco tiempo, su familia se mudó al sur de California donde se crió. Su padre era dueño de una constructora y su madre era maestra de piano. Comenzó su formación en danza a los cuatro años, participando de clases variadas como ballet, tap, jazz y danza moderna y, por influencia de su madre, también aprendió a ejecutar varios instrumentos como violín, viola y tambores, entre otros.

Al ser admitida en la escuela del American Ballet Theater, su relación con la danza tomó otra dimensión. Allí se formó junto a grandes maestros de la danza como Martha Graham, Merce Cunningham, Alwin NIkolais, Paul Taylor y Erick Hawkins. Luego de graduarse de Licenciada en Artes, en 1963, en el Barnard College de New York, Twyla ingresó en la Compañía de Danza de Paul Taylor en la que participó como bailarina hasta 1965, momento en que se decidió a formar su propia compañía que, en un principio, estaba compuesta por cinco mujeres y, en 1969, se incorporaron dos hombres.

Su compañía sirvió como laboratorio. Allí combinó las técnicas clásica y moderna, con movimientos orgánicos y naturales, como caminar, correr y saltar, dando un giro en la interpretación y recepción de la obra.

Para su compañía compuso “Deuce Coupe” (1973) con música de los Beach Boys, “Push Comes to Shove” (1976), “Baker's Dozen” (1979), “Nine Sinatra Songs” (1982) y “Fait Accompli” (1984). A pesar de la calidad del trabajo de Twyla, en su momento no pudieron realizar muchas representaciones ni generar ganancias económicas. La compañía se disolvió en 1988 cuando Tharp fue contratada como coreógrafa del American Ballet Theatre.

En sus trabajos suele utilizar música contemporánea, como las colaboraciones de los Beach Boys o de Philip Glass, haciendo que en sus coreografías haya una relación más dinámica e impredecible con la música. Este dinamismo fue decisivo al momento de crear obras para los más diversos formatos: video experimental, ballet, cine, teatro musical y televisión; algunas obras eran para su propia compañía (tal como se ha mencionado) y en otro casos actuando como coreógrafa invitada.


Twyla Tharp ha recibido importantes reconocimientos, como el Premio Dance Magazine (1981), los premios Emmy (1985) a “Mejor coreografía” y “Coreografía de música clásica” por su trabajo para la televisión "Baryshnikov por Tharp", el premio Tony (2003) a la “Mejor coreografía” por “Movin’ out” con música y letra de Billy Joel, y la “Medalla Nacional de Artes” (2004); también ha recibido 19 doctorados Honoris Causa. Actualmente, continúa realizando obras y montajes coreográficos tanto para la industria hollywoodense, como para diferentes compañías de todo el mundo.





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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

That's What I Love About Sunday (by Craig Morgan)


Saturday, October 31, 2020

El apego puede ocasionarnos infelicidad (por Orlanda Torres)

Nota del blog: Sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, gracias a la cortesía de la psicóloga Orlanda Torres, quien ha aceptado la invitación a compartir con los lectores sus consejos y reflexiones sobre los conflictos cotidianos.



Hay que diferenciar los tipos de apegos. Cabe señalar que existen apegos necesarios como el vínculo afectivo del bebe con su madre en los primeros años de vida.

Aquí abordaré sobre el apego innecesario y perjudicial para el ser humano.

Cuando renunciamos a los apegos al principio suele tornarse difícil. Dejar ese estado de confort, pero a la misma vez de infelicidad nos produce inseguridad y descontento.

¿Cómo dejar lo seguro por algo desconocido? En realidad, suele ser una decisión dificultosa, pero que después de realizada, la podemos visualizar como la mejor decisión tomada en nuestra vida.

El apego puede llevarnos a vivir una vida de infelicidad por largo tiempo, esa dificultad que nos creamos, cuando no podemos abandonar lo que nos lastima, nos sumerge y nos imposibilita alcanzar las metas que realmente deseamos.

Muchas veces seguir ligado a ese apego tan doloroso nos destina a estar girando en un mismo punto sin oportunidad de crecimiento. 

Hay que reconocer que cuando se tiene miedo e inseguridad, las personas crean un vínculo de dependencia anormal por el temor a sufrir o fracasar. Esto puede afectar la estabilidad emocional, porque se puede llegar a tener un comportamiento disfuncional.

Existe el apego enfermizo, aquel que nos hace dependiente o adictos, podríamos mencionar a los aparatos inteligentes, no podemos vivir sin ellos. Nos convertimos en esclavos del sonido de estos aparatos que controlan nuestra vida y perjudican a la misma vez nuestros afectos.

Otro mucho más delicado es el apego de pareja, cuando no damos libertad a la persona escogida y creamos patrones dañinos, esto hace que se produzca una dependencia muchas veces insana.

Todo vínculo afectivo controlador y dependiente terminará rompiéndose, porque el apego lastima y daña esa relación de codependencia, donde sus lazos afectivos están siendo prácticamente violentados y distorsionados.

Cuando practicamos el desapego damos luz a la relación, somos seres autónomos, cada uno debe vivir su propia libertad, si amas verdaderamente a la otra persona debes dejarla ser libre, para que esa persona se auto realice y viva en plenitud. El apego no hace más que sofocar una relación hasta enfermarla.

El apego es pobreza espiritual, cuando nos sentimos seguro en lo conocido, aunque nos lastime, nos volvemos prisionero de un acondicionamiento que está lacerando nuestro ser día a día hasta que nos convierte en seres verdaderamente mustios. No evolucionamos, no crecemos y nos sumergimos al punto que puede deteriorar nuestro ser.

Cuando le damos paso a lo desconocido estamos creando un mundo nuevo, donde podemos descubrir nuestras verdaderas potencialidades, si no nos lazamos a lo nuevo, nos convertimos en victimas de nuestros propios temores y arrastraremos un pasado que no nos dejara avanzar.

Si nos desligamos del apego y damos paso al desapego nos convertimos en seres más felices porque lo desconocido, aunque trae incertidumbre lleva también un poco de felicidad y magia hacia un horizonte nuevo lleno de posibilidades y eso nos motiva a vivir.

Para conseguir nuestros objetivos, no es necesario continuar el mismo camino, podemos cambiarlo en cualquier momento, lo importante es que nos lleve a la meta a pesar de que tengamos que transitar un trayecto desconocido.

Recordemos que mientras más nos apegamos a las cosas más infelicidad nos puede producir, es necesario despojarse de todo aquello que nos ate. Todos merecemos alcanzar la libertad y en la libertad se encuentra la verdadera plenitud de la vida.




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Orlanda Torres: Psicóloga, Escritora, Educadora, Orientadora Motivacional.
Autora de los libros: "Volando en Solitario" año 2015, Guayaquil - Ecuador. (Disponible en Amazon Kindle). "Los símbolos del Amanecer" (Editorial Voces de Hoy, 2020)
-Estudió en Miami Dade College: Certificate of Florida “Child Development Associate Equivalency”. Maestra de Educación Preescolar e Infantil en la ciudad de Miami.
-Licenciada en Psicología graduada en el 02/2017 - Atlantic International University.
-Orientadora Motivacional y Conferencias pueden contactar a Orlanda Torres a través de la página que administra www.fb.com/vivencialhoy
Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2016
-La Estancia en el Paraíso de los Sueños
-Relación de Pareja y su gran Desafío
-Es la Felicidad una Elección
Conferencia en Radio - Miami, Florida
-Positivo Extremo Radio: Entrevista 123Teconte “Regreso a Clases y La Adolescencia”
-¿Como aprender a ser feliz?- Edificio Trade Building-.Innobis Coworking, Guayaquil - Ecuador
-La Inteligencia Emocional en la Relacion de Pareja- WENS Consulting Group, Guayaquil - Ecuador
Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2018
- Ser Mujer
Administra:
www.vivencialhoy.blogspot.comwww.facebook.com/vivencialhoyFacebook.com: Orlanda Torres
Instagram: orlanda.torres.3
orlandatq@gmail.comtorres_q@yahoo.com

Friday, October 30, 2020

Cataclismo (un poema de Thelma Delgado)



El destino me apartó de tu lado
Causándome tantas heridas
Que mi alma se aferró a tu recuerdo
Como un náufrago al salvavidas.

Navegué en un mar de soledad
Sin vela, cual hoja al viento
Y vino la tempestad
Empeorando mi sufrimiento.

El mar embravecido
Arrastrome hacía la orilla
De una tierra muy lejana
Para mi desconocida.

Mi vida hoy como exiliada
La enfrento con valor
Por quererte fui condenada
A este cataclismo de amor.


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Thursday, October 29, 2020

Hueso y Flor (un poema de Janisset Rivero)



                 Para Angela, abeja ausente

Tu cántaro, 
se derramó abruptamente; 
sombra y luz 
son apenas 
un destello de ayer. 
Y sin embargo, 
llegas cada noche 
a ofrecerme tu imagen 
recompuesta; 
y puedo verte más, 
ahora que eres agua 
y que eres tierra, 
ahora que el hueso frío 
va tornándose flor.




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Janisset Rivero (Camagüey, 1969) ha publicado los libros de poesía Ausente, editorial Aduana Vieja, octubre 2008 y Testigo de la noche, Editorial Ultramar, Miami, 2014

Wednesday, October 28, 2020

Recordando al Krim y/o al Caribe (por Joaquín Estrada-Montalván)


El televisor Krim y/o Caribe, además de que se cambiaba de canales (6 y 4) con un alicate, se le quitaba la tapa de atrás y se le ponía un ventilador para que los bombillos no se sobrecalentaran. 

De acuerdo al bombillo que se fuera recalentando o fundiendo, la pantalla se iba achicando por los laterales o por la parte superior o inferior.

Algunos cubrían la pantalla con celofán anaranjado para convertirlos de blanco y negro a color. 

Encima, se decoraban (además del alicate para cambiar de un canal a otro), con tapetico tejido y sobre este foto familiar, o lata de refresco vacía, o flor plástica dentro de un "florero" que podría ser hecho con lata de refresco vacía, o un pez o elefante de "cerámica".

Se completaba la intervención estética, cubriendo la pared al fondo del televisor con fotos familiares, o recortes de portadas de revistas soviéticas o americanas pre 59, enmarcadas en "marcos" confeccionados con los sostenedores plásticos blancos de las paleticas de helado que vendía el "Carrito del Helado". 

Los Diez mandamientos de la “Ley Mambisa” y un Soneto de Carlos Manuel de Céspedes publicados en el diario vespertino “El Pueblo de Banes" [1] ( Por Carlos A. Peón-Casas)




La edición a la que aludo del precitado diario, data del año 1937. Aquel antiguo periódico de la localidad de Banes en Holguín, estaba ya en tal minuto en su año XXIII, lo que nos hace colegir que funcionaba desde el año 1914. Incluía noticias locales pero igualmente de carácter foráneo. 

El anuncio comercial que lo identificaba y promocionaba rezaba que: En todo Banes se lee “El Pueblo” 

Nuestro título empero alude a dos interesantes pormenores, recogidos en aquella edición correspondiente al 21 de septiembre de aquel año, y que se emparentan con la historia patria, recogidos en una sección de muy sugerente signo entre poético e histórico. 

El curioso lector disfrutará sin dudas de estas dos perlas. 

La primera alusiva a un muy particular decálogo del mambisado, del que no escapa un muy ocurrente sentido, y donde se trasluce esa picardía criolla que siempre ha de permear con su mejores esencias las realidades más serias, o las más simpáticas. 

El autor de aquella parodia, que se nos anuncia como “un guajiro de la revolución cubana”, hubo de improvisarla en los días de la Guerra del 68. 

Así reza lo que decretan estos mandamientos mambises: 

Primero: Ojo largo y pie ligero. 
Segundo: Desconfiar de medio mundo. 
Tercero: No tener amor al dinero. 
Cuarto: Tenderse como un lagarto. 
Quinto: Revólver y machete al cinto. 
Sexto: No durar mucho en un puesto. 
Séptimo: Ser en los ataques acérrimo. 
Octavo: Cortarle al caballo el rabo. 
Noveno: Al malo ponerlo bueno 
Décimo: Correr a punta de pie. 

Como epílogo a todas y cada una de aquellas prescripciones para el mambí en pie de manigua, el anónimo autor apuntaba un oportuno resumen o condensación de aquellas, remedando acaso lo que acontece igualmente con la letra y espíritu de los Mandamientos de la Ley Mosaica al decir que : 

“Estos diez Mandamientos se encierran en uno: “Tener el monte por pueblo y no vivir como montuno”. Sin dudas una muy simpática advertencia en tiempos de tan aciago signo. 

La segunda de las dos inclusiones de aquella página, ya aludida, es sin dudas la de mayor peso específico: un soneto firmado por Carlos Manuel de Céspedes intitulado “Los traidores”. 

El texto poético atribuido al prócer, es un clamor sincero con el que define el sentimiento de honor y fidelidad del cubano a la generosa causa de la independencia patria que el mismo tuvo a bien proclamar en La Demajagua 

Reza así este, hasta donde sabemos, poco conocido soneto del Padre de la Patria que nos sirve de oportuno cierre a esta nuestra indagación de hoy: 


No es posible, ¡por Dios! que sean cubanos 
Los que arrastrando servidumbre impía, 
Van del baile a la valla y a la orgía 
Insultando el dolor de sus hermanos. 

Tan terrible abyección, tales villanos, 
Tan negra afrenta y tanta bastardía 
Fruto no ha sido de la patria mía; 
Tanta mengua no cabe en mis paisanos, 

Esos que veis a la cadena uncidos 
Lamiendo, ¡infames!, afrentoso yugo, 
Son traidores, sin patria envilecidos 

Que halagan por temor a su verdugo; 
Son abortos del Báratro profundo 
Para afrentar la humanidad y el mundo. 





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[1] El Pueblo. Diario de la Tarde, Banes, Cuba, Martes 21 de Septiembre de 1937.

Monday, October 26, 2020

Poema 34 de "La patria es una naranja" (de Félix Luis Viera)

Nota: Cada lunes la poesía de Félix Luis Viera. Puedes leer todos sus textos, publicados en el blog, en este enlace. Traducción al italiano de Gordiano Lupi.


Poema 34 de La patria es una naranja 
          


 34


Las putas de La Merced
serán tal vez las putas más tristes de la ciudad de México.
Las he visto caminar al atardecer
como una canción que quiere derrumbarse en cada nota,
más pálidas que la leche
las putas de La Merced tienen los ojos
tras cuatro cuevas
y si alguien amase a la poesía
abjurará de ella cuando vea las putas de La Merced:
no será posible amar a nada
al menos durante 72 horas
después de conocerlas,
en la Plaza
las putas de La Merced
parecen muchachitas que han abandonado las escuelas bajo el fragor de un
bombardeo,
son las putas más baratas de la gigantesca Ciudad,
por 20 pesos averiguan cualquier entraña
sacan cualquier zumo
por 40 se juegan el sida a la Ruleta Rusa
por 60 serían capaces de montar a un cadáver.

En las pálidas tardes de La Merced
las putas pálidas en la palidez de la Ciudad empalidecida por la contaminación
parecen arbolitos que se desprenden de la tierra
o proyectiles rotos inmediatamente después del disparo.

Si yo supiera rogar pediría un salón luminiscente para ellas
donde aprendiesen a tomar los cubiertos
a limpiarse los labios con las más delicadas servilletas según marcas
a leer de corrido
a escribirle cartas al Presidente de la República
reclamando un puesto en el Senado
o un papel protagónico en la próxima telenovela,
todas uniformadas de rosa en el gran salón luminiscente
donde tendrían hijos y lentejuelas y tarjetas de crédito
donde el agua del baño sería azul y las noches transcurrieran
en la inmediatez y el dulzor que precede al arribo a la clase media.
Si yo supiera rogar.

Las putas de La Merced siguen naciendo,
ahora mismo están naciendo cuatro
y ahora mismo están naciendo 200 hombres
que habrán de penetrarlas por unas monedas sacadas a la calle o al prójimo
dentro de 14 años.
Y nosotros
aquí,
como si nada,
hablando
y hablando
y hablando.


(Ciudad de México,1998)
                 


34


Le puttane della Merced
saranno forse le puttane più tristi di Città del Messico.
Le ho viste camminare al tramonto
come una canzone che vorrebbe precipitare in ogni nota,
più pallide del latte
le puttane della Merced hanno gli occhi
dopo quattro grotte
e se qualcuno amasse la poesia
abiurerebbe da lei vedendo le puttane della Merced:
non sarebbe possibile amare nessuno
almeno per 72 ore
dopo averle conosciute,
nella Piazza
le puttane della Merced
sembrano ragazzine che hanno abbandonato la scuola
sotto la deflagrazione di un bombardamento,
sono le puttane più economiche della gigantesca Città,
per 20 pesos scoprono ogni viscere
tirano fuori ogni succo
per 40 si giocano l’aids alla Roulette Russa
per 60 sarebbero capaci di montare un cadavere.

Nelle pallide sere della Merced
le puttane pallide nel pallore della Città impallidita per la
[contaminazione
sembrano alberelli che si separano dalla terra
o proiettili rotti immediatamente dopo lo sparo.
Se sapessi pregare chiederei un salone luminescente per loro
dove imparassero a prendere le posate
a pulirsi le labbra con i più delicati tovaglioli secondo le regole
a leggere correttamente
a scrivere lettere al Presidente della Repubblica
per reclamare un posto in Senato
o un ruolo da protagonista nella prossima telenovela,
tutte in uniforme rosa nel grande salone luminescente,
dove avranno figli e lustrini e carte di credito
dove l’acqua del bagno sarà azzurra e le notti trascorreranno
nella rapida dolcezza che precede la conquista della classe media.
Se io sapessi pregare.

Le puttane della Merced continuano a nascere,
in questo momento ne stanno nascendo quattro
e in questo momento stanno nascendo 200 uomini
che dovranno penetrarle per qualche moneta estorta alla strada
[o al prossimo
entro 14 anni.
E noi
qui,
come se niente fosse,
parlando,
parlando
e parlando.




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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado siete poemarios; tres libros de cuento; cuatro novelas y una noveleta.
Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.
Su poemario La patria es una naranja, que aborda el tema del exilio a la par que incursiona en la realidad mexicana, ha tenido una buena acogida de crítica y público y recibió en Italia el Premio Latina in Versi en 2013.
Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.
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Gordiano Lupi, periodista, escritor y traductor, nació en Piombino, Italia, en 1960.
Fundador, en 1999, junto con Maurizio y Andrea Maggioni Panerini de la editorial La Gaceta Literaria, ha traducido del español a varios autores cubanos, como Alejandro Torreguitart Ruiz, Guillermo Cabrera Infante, Félix Luis Viera y Virgilio Piñera, entre otros.
Cuenta en su haber con un amplio trabajo sobre figuras del cine, entre ellas Federico Fellini, Joe D´Amato y Enzo G. Castellari.
Ha publicado más de una decena de libros que abarcan diversos géneros, como Nero tropicale, Cuba magica, Orrore, ertorismo e ponorgrafia secondo Joe d´Aamto y Fidel Castro – biografia non autorizzata.
Gordiano Lupi es un luchador por la democracia para Cuba y un promotor de las artes y la cultura de la Isla.

El nombre de Cuba: sus vicisitudes y su primitivo significado (por José Juan Arrom)

Discurso de ingreso a la Academia Cubana de la Lengua, leído el 23 de abril de 1964, Día del Idioma. Publicado por la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, 1964, y como un capítulo de Estudios de lexicología antillana, Casa de las Américas, La Habana, 1980, y en la 2ª edición, corregida y aumentada de ese mismo libro, Editorial de la Universidad de Puerto Rico, San Juan, 2000, pp. 5-18.  

La version que comparto está tomada de la revista Perfiles de la Cultura (enero-abril, 2008), que lo  reproduce, según aparece en José Juan Arrom, Silvia Marina Arrom y Judith A. Weiss: De donde crecen las palmas, Centro de Investigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2005. Asimismo, todas las referencias numeradas corresponden a esa edición.



Señor director,
señores académicos,
señoras y señores:

Los que nos dedicamos al estudio de la literatura, tarde o temprano hemos de ocuparnos también de la materia con que se forja la literatura, es decir, de las palabras en que esta cobra forma. Y por eso, al recibir la honrosa distinción, que profundamente agradezco, de haber sido elegido miembro correspondiente de la Academia Cubana de la Lengua, he creído que mi deber por académico y por cubano es comenzar mi tarea en el seno de esta docta corporación poniendo en orden las notas que por largo tiempo he ido reuniendo sobre las vicisitudes y el primitivo significado de una palabra que a todos nos une: el nombre de nuestra patria.

La palabra Cuba ha tenido, en verdad, una curiosísima historia en los casi cinco siglos de vida que lleva en nuestra lengua. Desde el principio fueron numerosos los intentos por eliminarla como nombre de la mayor de las Antillas, y no menos numerosos han sido luego los esfuerzos por descubrir su significado original. Pero todo ha resultado en vano. Cuba ha seguido llamándose Cuba, y su etimología sigue siendo el inviolado secreto de un pueblo desaparecido.

Trayectoria del nombre

El primero en registrar el nombre, y también en tratar de sustituirlo, fue Colón. El 21 de octubre de 1492 lo asienta por primera vez en su Diario de viaje. Parece que no lo había escuchado bien, y por eso escribe: "Otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba"(1). Dos días después, habiendo afinado mejor el oído a los sonidos de la lengua taína, apunta: Quisiera hoy partir para la isla de Cuba, que creo que debe ser Cipango, según las señas que dan esta gente de la grandeza de ella y riqueza. Al día siguiente: Esta noche, a media noche, levanté las anclas [...] para ir a la isla de Cuba, adonde oí de esta gente que era muy grande y de gran trato, y había en ella oro, y especerías, y naos grandes, y mercaderes. Y el 26 de octubre: Dijeron los indios que llevaba que había de ellas a Cuba andadura de día y medio con sus almadías [...] Partió de allí para Cuba, porque por las señas que los indios le daban de la grandeza y del oro y las perlas de ella, pensaba que era ella, conviene a saber: Cipango.

El domingo 28 de octubre arriba a la soñada Cipango. La suavidad del clima, la belleza y verdor de los árboles, la abundancia de flores y las muchas aves y pájaros que cantaban dulcemente le llenan de admiración y de júbilo. Vierte la euforia del descubrimiento en renglones descriptivos que cobran tensión de prosa poética. Y en ese primer elogio de Cuba en lengua española nos deja una frase inolvidable: «Es aquella isla la más hermosa que ojos hayan visto.»

Pasan días, semanas. Sigue explorando las costas de la isla, sigue deleitándose en redactar líricas descripciones de su sorprendente belleza y sigue llamándola como de costumbre: Cuba. Pero el 5 de diciembre, listo a partir en busca de otras tierras, de pronto anota: De esta gente diz que los de Cuba o Juana, y de todas esotras islas, tienen gran miedo. Y pocos renglones más abajo: Así que [...] determinó de dejar a Cuba o Juana.

Juana la llamó por el príncipe don Juan, hijo y heredero de los Reyes Católicos. Y una vez yuxtapuesto el término castellano al nombre indígena, comienza el forcejeo entre los dos topónimos. Al siguiente día, 6 de diciembre, Colón se olvida de la anotación anterior y simplemente escribe: Los puertos de Cuba. Pero pronto vuelve a las andadas. El 11 de diciembre anota: La Juana, a que llaman Cuba. El día 12: La isla Juana de Cuba; el 21, prescindiendo ya del nombre aborigen: En las otras tierras de la Juana. El 24: La tierra de la Juana, a que ellos llaman Cuba. Y el 6 de enero: La isla Juana. Diez días después, el Almirante pone proa rumbo a Europa. En alta mar, cerca de las Azores, redacta la carta más importante de cuantas se han escrito sobre América, pues con esa carta entra el Nuevo Mundo en la historia de Occidente. Pero en ella para nada menciona ya la palabra Cuba. Al hacer relación de las islas que acaba de descubrir dice:
A la primera que yo hallé puse nombre San Salvador, a conmemoración de su Alta Majestad, el cual maravillosamente todo esto ha dado: los indios la llaman Guanahaní. A la segunda puse nombre la isla de Santa María de Concepción; a la tercera Fernandina; a la cuarta Isabela; a la quinta isla Juana y así a cada una nombre nuevo [...](2)
Y en el resto de la carta es siempre Juana: «Cuando yo llegué a la Juana [...] así como de la Juana [...] por la isla Juana [...].» El proceso de sustitución había llegado a su fin. Ahora bien, el propósito del Almirante resultó fallido. Los españoles que vinieron tras él, cediendo ante el misterioso atractivo de la voz indígena, pronto olvidaron lo de Juana.

De esa misma carta de Colón surgió otro nombre para Cuba. El nuevo bautizo no obedeció a un propósito deliberado sino a una simple confusión. Algún lerdo cartógrafo, confundiendo a la cuarta isla con la quinta, estampó sobre el no menos confuso contorno de Cuba la palabra Isabela. Y de allí el error pasó a otras cartas geográficas. Sin proponerme agotar la búsqueda, sé de varios mapas, hechos entre 1502 y 1522, en los cuales se nombra Isabela a nuestra isla. Tales son el conocido por Mapa de Cantino, el llamado Mapa del Almirante, los que aparecen en la Geografía de Tolomeo, ediciones de 1513 y 1522, y el de Costa(3). Pero, por otra parte, en los mapas españoles hechos por esos mismos años (Juan de la Cosa, 1500; Pedro Mártir de Anglería, 1511), se le siguió llamando como de costumbre: Cuba.

Frustrado el propósito de Colón, y salvada la equivocación de los referidos cartógrafos, surge otro intento de eliminación, aún más peligroso. Por real cédula del 28 de febrero de 1515 se mandó que de aquí en adelante esa isla, que hasta aquí se llamaba de Cuba, se llame Fernandina(4). Este nombre, según se ha visto, se lo había puesto Colón a una de las Bahamas. Pero ahora, al dárselo a Cuba, el cambio contaba a su favor con dos fuerzas poderosas. Por una parte, esta vez se designaba así a la isla en honor y por orden del rey mismo: el uso del término tenía, por consiguiente, carácter de real mandato. Por otra parte, Fernandina es indudablemente una voz eufónica, atractiva, sugeridora. La terminación femenina le añade un tono melodioso y poético. El ritmo binario la hace flexible, cimbreante. Repetida constituye un verso octosílabo digno del mejor romance caballeresco. Nombre, por tanto, apropiadísimo para una bella dama. O para una bella isla. La palabra Cuba entraba ahora en lucha con una fuerte competidora.

Los documentos de los años siguientes que he revisado revelan cuán reñida fue la pugna. Una ojeada a los tres tomos de la Colección de documentos inéditos de Ultramar concernientes a Cuba(5)  demuestra que Fernandina, al principio, llevó las de ganar. De 1515 a 1518 la fórmula usual era: La isla Fernandina, que antes se llamaba Cuba, o La isla Fernandina, que antes se solía llamar de Cuba, y al referirse de nuevo a ella en un mismo documento, simplemente se repetía dicha isla Fernandina. De 1519 a 1526, consumado el total desplazamiento, únicamente se escribía isla Fernandina. En 1527, si bien en la mayor parte de las veces se dice isla Fernandina, se desliza un caso de isla Fernandina, que antes se llamaba Cuba y otro de isla de Cuba. En 1528 solo se usa isla Fernandina, y en una ocasión se le llama, para mayor pompa, esta isla Fernandina de las Indias del Mar Oceano. El triunfo parecía definitivo. Pero de 1529 a 1555 vuelve a emplearse indistintamente uno u otro nombre. El término Cuba unas veces avanza, otras retrocede, y en aquellas escaramuzas poco a poco va recobrando su antiguo dominio. En los documentos suscritos en los años 1555 y 1556 el nombre que asiduamente se emplea es ya el de Cuba.

En el tomo primero de las Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana (1550-1565) se repite la contienda con el mismo resultado(6). De 1550 a 1554 aparece siempre Fernandina, y las fórmulas van desde la sencilla isla Fernandina hasta la engolada isla Fernandina de las Indias del Mar Oceano. En 1555 año en que Jacques de Sores saquea la ciudad las actas omiten toda referencia al nombre de la isla. Pero a partir del cabildo del 3 de enero de 1556, con solo dos excepciones en diez años, se dice siempre Cuba. Y los dos tomos de documentos del Archivo de protocolos de La Habana, que datan de 1578 a 1587, confirman el hecho: por esas fechas no hay ya ni siquiera una sola mención a Fernandina(7).

Ahora bien, si Fernandina pierde hacia 1555 su ascendiente oficial entre funcionarios y escribanos, medio siglo después todavía sobrevive, con función suntuosa y musical, para deleite de un poeta criollo. En 1608 Lorenzo Laso de la Vega, el sonetista de mayor vuelo de los que elogian al autor del Espejo de paciencia, escribe:

Dorada isla de Cuba o Fernandina,
de cuyas altas cumbres eminentes
bajan a los arroyos, ríos y fuentes
el acendrado oro y plata fina(8).
Y con la misma función vuelve a usarse, hacia fines del siglo XVIII, en el título de una de las dos historias que se escriben en Cuba en aquella época. Ignacio José Urrutia y Montoya llama a su obra, concluida en 1791, Teatro histórico, jurídico y político militar de la isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital La Habana. En el texto, empero, se dice siempre Cuba, o la isla de Cuba(9). Fernandina, constituida en término pintoresco y decorativo, ya no logra penetrar más allá del título. Queda reducida, pues, a puro adorno. Y termina ahí la lucha con la victoria definitiva de la palabra autóctona sobre la advenediza.

Etimologías propuestas



Si notable ha sido la vitalidad de la voz indígena ante los intentos por eliminarla, no lo ha sido menos la resistencia que ha presentado ante los numerosos esfuerzos por despejar su primitivo significado.

De esos esfuerzos, el primero que he podido encontrar lo realizó, en 1681, un oidor de la audiencia de Lima, el doctor Diego Andrés Rocha, en su Tratado único y singular del origen de los indios. Y no cabe duda de que fue única y singular la tesis que allí propuso. Según el doctor Rocha, los indígenas americanos descienden de Juba, hijo de Jafet. Y uno de los argumentos que aduce en defensa de su tesis es que La Habana parece tomó el nombre de Jamán, hermano de Tabal, y Cuba se deriva de cuba, voz castellana, o de Acaba, uno de los descendientes de Anión, hijo de Esdras(10). De este género de derivaciones, basado en la simple homofonía, ya se burlaba Las Casas, más de un siglo antes, en la Apologética historia de las Indias. Comentaba Las Casas:
En esta isla Española hubo una reina gran señora que se llamó Agachona, de que se hizo mención hablando de los reyes della, y porque Ana en lengua hebrea quiere decir graciosa o misericordiosa o que canta o que responde, y otras significaciones que pone San Hidrónimo, pareció al dicho doctor que de judíos venían estas naciones. Otro vocablo tenían en su lengua, y es ita por no sé, luego pues ita es vocablo latino, digamos que descendieron de latinos o italianos o de gente que hablaba latín [...] Item, en la lengua general de la Española decían batea por dornajo, y en Cataluña hay una villa que se llama Batea; luego de catalanes podemos decir que vinieron [...](11)
Pues bien, no obstante lo insatisfactorio -e irrisorio- de tal método, en 1885 vuelve a emplearlo José Miguel Macías en su Diccionario cubano, etimológico, crítico, razonado y comprensivo. Aunque la erudición lingüística es ahora más espesa, los resultados vuelven a bordear en lo humorístico. Dice Macías:
Pudiera creerse que Cuba era una adulteración de Cosa, voz derivada del perdido vocablo cova (cuya existencia hemos justificado con su derivación covacha); pero bien estudiada la dicción, nos hemos decidido por afirmar que Cuba se derivó de cuba (en el sentido de barrigón), procedente del ablat. sing. de cupa, oe, cuba o tonel, vocablo origin. del gr. kúpê, ês, cavidad. Nuestra creencia la viene a confirmar el nombre burlesco probablemente de cibuneyes o cebados(12).
Lo que Macías no nos dice, desde luego, es cómo se las arreglaría el indígena que primero nombró a Cuba para aprender de antemano idiomas europeos, o en qué se funda Macías para creer que a los frugales ciboneyes se les hubiese llamado alguna vez cebados. Ahora bien, no todo es divertido desatino en ese párrafo. Es patente que ni Cuba, voz taína, tiene que ver etimológicamente con las españolas cueva y cuba, ni cibuney con barrigón o cebado. Pero Macías apunta aquí una relación entre Cuba y ciboney que ha de reaparecer más tarde.

En 1920 Leo Wiener, profesor de lenguas y literaturas eslavas de la Universidad de Harvard, propuso otra etimología en su obra Africa and the Discovery of America. El profesor Wiener comienza por asumir que el Diario de viaje y la carta en que Colón da cuenta del descubrimiento son falsificaciones parciales o totales, y después de una laboriosa comprobación de las distintas formas registradas de la palabra Cipango, concluye lo que fielmente traducido lee de este modo:
Vimos que Cipango dio origen a una forma algo así como Cupago, que llevó a Cubanacán. Alguien enseguida sugirió que esta había de ser Cublaycán, el Gran Khan, pero pronto hallaron que la etimología realmente significaba dentro de Cuba, sugiriendo Herrera la división Cuba + nacán. En realidad la división es Cubana + can, en donde can está en lugar del mandinga Konno dentro. Aquí obviamente el embajador de Guinea [el marinero Rodrigo de Jerez] sugirió la etimología. Colón al principio aceptó el primer veredicto, y así escribió Colba, por Cobla, como el nombre de la isla, el cual inmediatamente cambió a Cuba(13).
La tesis de Wiener no parece más acertada que las anteriores. En ella trastrueca la cronología, asume hechos sin base histórica, confunde los idiomas y divide arbitrariamente las palabras. Con el agravante, además, de que para darle cierto aire de validez a sus conjeturas, se ve obligado a convertir al Descubridor y su tripulación en un atajo de impostores. Y la verdad es que no valía la pena incurrir en tan serias acusaciones para llegar a resultados tan contraproducentes. Cuba, palabra taína, tampoco tiene relación etimológica ni con la asiática Cipango, ni con la africana konno.

Otro grupo de investigadores, estos mejor orientados, han enfilado sus indagaciones hacia las lenguas indígenas. Así, en 1891, el lingüista Leon Douay, en sus Études étymologiques sur l'antiquité américaine, se enfrenta con nuestro topónimo y consigna: Cuba. Nous ignorons sa signification dans la langue indigène. Y por no quedarse sin sugerir algo, a continuación agrega: En Maya: cuba, 'coude'?(14)

En 1907 Cayetano Coll y Toste, aprovechando los escasos conocimientos que entonces logró reunir de la primitiva lengua de las Antillas, da la siguiente explicación:
Cuba. Nombre de la mayor de las islas del archipiélago antillano. Bachiller y Morales (Cuba primitiva, 2ª ed., La Habana, 1883, pág. 255) manifiesta que la significación de la palabra no está determinada.
Opinamos que significa sitio grande. El vocablo tiene dos raíces indoantillanas: coa, lugar o sitio y bana, grande. Aglutinadas estas dos raíces resulta coabana. La fermentación del vocablo trae cuabana, como tenemos en Puerto Rico coamo y cuamo, designando un río y un lugar de la isla. El polisintetismo trae la contracción de la palabra y tenemos entonces cuaba y cuba finalmente(15)
Si bien esta explicación va mejor encaminada que las anteriores, tampoco es del todo satisfactoria. Por de pronto, coa no significa sitio o lugar. Usada como sustantivo, Las Casas registra la voz con el siguiente sentido: Coas [...] son unos palos tostados que usan por azadas, sentido que ha sobrevivido en el habla campesina de América al continuarse empleando la coa como apero de labranza(16). Pero es más probable que cuando coa aparece en la composición de numerosos topónimos antillanos (Baracoa, Cacibacoa, Jibacoa y otros), tenga valor de sufijo locativo con el significado de ahí está(17). En cuanto a que bana haya equivalido a grande, esa suposición no concuerda con los datos que nos son conocidos: bana o banna está ampliamente registrada en varias lenguas arahuacas con el sentido de hoja(18).

Y precisamente la palabra que según los cronistas significó sitio grande es Quisqueya. A ese respecto Pedro Mártir de Anglería consigna:
Los nombres que los primeros habitantes pusieron a la Española fueron, primero, Quizquella, después, Haití [...] Llaman quizquella a alguna cosa grande que no la haya mayor(19)
La hipótesis de Coll y Toste es, pues, totalmente insostenible.

Basándose también en el origen antillano de la voz, en 1937 Fernando Ortiz adelanta considerablemente la hipótesis relacionada con la palabra ciboney. Dice el admirado propulsor de estos estudios en Cuba:
El ciboney moraba en las cavernas, siendo probable que su denominación de ciboney así lo indicara y sea de la misma raíz del nombre Cuba, que los taínos, desde Haití, daban a la montañosa parte oriental de nuestra isla. Uno y otro vocablo parecen provenir de la voz ciba, que significa piedra, montaña, cueva(20).
La voz ciba está, en efecto, ampliamente documentada en los primeros cronistas de Indias con el significado de piedra, pero no con el de montaña o el de cueva. Las Casas, por ejemplo, declara en su Apologética...: Los indios, por su lenguaje, llamaban a esta provincia Çibao, por la multitud de las piedras, porque çiba quiere decir piedra. Y más adelante agrega: [...] sartas de cuentas que llaman çibas [...] porque çibas llamaban a todas las piedras, y çibas a estas cuentas por excelencia(21). Y Fray Ramón Pané: Guabonito le dio [...] muchas çibas para que las llevase sujetas a los brazos, pues en aquel país çibas son piedras(22).

Se habrá notado, de paso, que Las Casas transcribe la voz taína con ç. La pronunciación de la ç en la primera parte del siglo XVI ha sido largo tiempo debatida(23). Es de sobra sabido que en aquellos años no se pronunciaba como la c en latín clásico (Cicero /Kíkero/). Igualmente se sabe que tampoco era interdental como la actual c castellana ante e o i (cinco/èinco/)(24). Lo más probable es que se haya pronunciado como s africada dental. Esta cuestión la resume D. Lincoln Canfield en los siguientes términos:
Aunque la ç y la z eran indudablemente africadas, [ts] y [dz], en la remota Edad Media, y aunque pueden haber existido vestigios del elemento oclusivo en el habla conservadora de Toledo y en la concepción de ciertos gramáticos, no parece sino que para 1492 quedaban fricativas dentales, ora tal vez de carácter plano y por lo tanto ciceante [sin ser interdentales], ora de carácter sibilante [redondeado], pero en todo caso muy distintas acústicamente de la s ápicoalveolar. Los misioneros españoles usaban la ç para describir la [ts] de tantas lenguas distintas de América, y para representar la [ts] de los idiomas indígenas empleaban tz, sonido que para ellos merecía atención especial(25).
Aunque lo anterior no es prueba categórica (pues queda en pie la cuestión del valor de las grafías), la palabra taína que Las Casas transcribe por çiba no pudo pronunciarse ni /kiba/ ni /iba/ sino /tsiba/ o quizás /siba/. La aclaración es importante. Çiba ha dado /tsiba-gney/ y de ahí siboney o ciboney, hombre-piedra y también /tsib(a)-oruko/ siboruco, seboruco o ceboruco, pedrusco. Lo que no ha podido dar con un violento cambio fonético que transformaría la /s/ en /k/ es Cuba.

Seis años después don Fernando incide sobre el mismo asunto. Basándose en la implícita conjetura de que çiba significa montaña, escribe en 1943:
Consta que ciertos indios antillanos creían que los muertos en su viaje de ultratumba iban hacia el oeste, o sea hacia donde muere el sol, hacia la región de las tinieblas nocturnas. Esta creencia, muy extendida en muchos pueblos, era la que hacía decir a los taínos de Haití que sus muertos iban a Coaibai, vocablo que, indicando un país montañoso del occidente, parece ser el mismo vocablo Cuba(26).
No he hallado que el vocablo Coaybay indicase país montañoso del occidente. Todo cuanto hasta hoy he podido encontrar en los cronistas es lo que consignó Pané:
Creen que hay un lugar al que van los muertos, que se llama Coaybay, y se encuentra a un lado de la isla que se llama Soraya. El primero que estuvo en Coaybay dicen que fue uno que se llamaba Maquetaurie Guayaba, que era señor del dicho Coaybay, casa y habitación de los muertos(27).
Coaybay, según se desprende de esta cita, equivaldría a casa y habitación de los muertos y no a país montañoso del occidente. Además, país áspero o montañoso es justamente el significado que ha quedado documentado de la palabra Haití: Haití, consigna Anglería, significa aspereza en su lengua antigua, y así llamaron a toda la isla [...] por el aspecto áspero de sus montañas(28). A lo cual puede agregarse el siguiente comentario de Pedro Henríquez Ureña: Nombre del pico más alto en la antigua región montañosa del Cibao, según Las Casas (Apologética..., cáps. 6 y 197), del cual se denominó y llamó toda la isla; todavía los campesinos llaman haitises a las montañas(29).

Nuevo planteamiento

El recuento de estos diversos esfuerzos evidencia que nos hallamos ante un caso de veras dificultoso. Mayor razón, pues, para que tratemos de hallar una nueva solución.

Descartadas las explicaciones de Rocha, Macías y Wiener, las demás concuerdan en examinar la cuestión a la luz de algún conocimiento de la antigua lengua de las Antillas. En ninguna de esas explicaciones se ha aprovechado, empero, un hecho ahora mejor conocido por antropólogos y lingüistas: los taínos formaban parte de la gran familia de pueblos arahuacos, y como tales hablaban una lengua que tiene gran afinidad con otras que siguieron hablándose en las Antillas Menores, en las Guayanas y en regiones del Brasil y Venezuela.

Estos datos son de primordial importancia. En Cuba ha existido una notable tradición lexicográfica, desde Esteban Pichardo y Antonio Bachiller hasta Alfredo Zayas y otros más recientes, que han dejado una serie de glosarios, cada vez más precisos y completos, de las voces indígenas que han sobrevivido en la isla(30). Esa tradición, extendida a las otras Antillas españolas, ha culminado luego en los valiosos estudios de Pedro Henríquez Ureña y Emiliano Tejera(31). Pero esos aportes no nos ayudan en la indagación que aquí nos proponemos. Si se ha de superar el carácter enumerativo de esas labores, es necesario abrir nuevas rutas que nos lleven a internarnos en los trabajos que han demostrado la relación del taíno con las demás lenguas arahuacas y a la plena utilización del caudal de gramáticas, vocabularios y monografías descriptivas de esas lenguas(32).

Pues bien, al manejar ese material lingüístico, encuentro que C. H. de Goeje registra en Surinam la voz dakuban "my field" (mi campo, mi terreno), y de investigadores anteriores recoge las grafías a-koba, a-kuba y u-kuba, todas con el sentido de "field, ground" (suelo, campo, terreno)(33). En estas transcripciones, explica el mismo Goeje, la vocal inicial a-, u-, no es parte de la raíz, sino un prefijo que denota o anuncia el carácter general de la palabra: por eso separa con un guión el prefijo de la raíz(34). Koba o Kuba debió de ser, por consiguiente, la voz que Colón oiría. Y eso vendría a explicar la vacilación del Almirante al registrarla, abriendo o cerrando la vocal de la primera sílaba, primero como Colba y luego como Cuba.

A la luz de lo antes consignado cabe ahora releer el siguiente párrafo de Las Casas:
Estimó el Almirante que toda aquella tierra no era isla, sino firme, y en la verdad fue la isla de Cuba; y lo que dijo Martín Alonso que los indios decían que del susodicho río a Cuba había cuatro jornadas y que debía ser alguna ciudad, manifiesto parece cuánto al revés entendían de lo que los indios por señas les hablaban, porque aquella Cuba no era la isla toda, que así se llamaba, ni era ciudad, como Martín Alonso creía, sino una provincia que se llama Cubanacán, cuasi el medio de Cuba, porque nacán quiere decir en la lengua de estas islas medio o en medio y así componían este nombre Cubanacán, de Cuba y nacán, tierra o provincia que está en medio o cuasi en medio de toda la isla de Cuba(35).
En efecto, el nacán a que se refiere Las Casas es el término arahuaco que Goeje transcribe anaka, annakka(36)  y Brinton annakan(37), ambos con el sentido de "el medio" ("the midst") o "en el centro" ("in the center"). Lo cual vendría a comprobar que kuba-annakán o Cubanacán significó, como bien dice Las Casas, tierra o provincia que está en medio o cuasi en medio. Y quedaría así mutuamente confirmado el significado de Cuba como tierra, terreno o territorio en arahuaco, y tierra, provincia en taíno(40).

Conclusión

Tal vez llegue el día en que, con mayores conocimientos de la lengua taína de los que hasta ahora poseemos, sea posible confirmar, rectificar o desechar la etimología que aquí he propuesto. En tanto, quizá haya sido Colón quien mejor captara la realidad nombrada con la palabra Cuba en esta frase: Isla la más hermosa que ojos hayan visto. Y acaso por eso el nombre quedó, olvidado su lejano origen, como oscuro signo de todo cuanto quiso decir el taíno y cuanto quiso expresar el Almirante. Y acaso por eso no se le ha vuelto a llamar Juana, Isabela o Fernandina, sino Cuba. Y entre cubanos, concentrando profundos y complejos sentimientos en un cariñoso diminutivo, Cubita: nuestra Cubita Bella.





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1. Estos estudios se inician, en cierto modo, por los primitivos cronistas de Indias, y muy especialmente por Las Casas, a quien se deben aclaraciones de inapreciable valor. No siendo este el lugar para ahondar en los orígenes de esta disciplina, baste indicar que con aquellos préstamos se formaron luego numerosos registros, cada vez más abundantes, que van desde los de Esteban Pichardo y Antonio Bachiller y Morales, en el siglo XIX, hasta los de Alfredo Zayas, Julián Vivanco, Emiliano Tejera Y Pedro Henríquez Ureña, en el siglo XX. A varios de ellos nos referimos en notas posteriores.

2. En la edición de Julio F. Guillén, El primer viaje de Cristóbal Colón, Instituto Histórico de Marina, Madrid, 1943, pp. 67 y ss.

3. Varios de estos mapas están reproducidos en Justin Winsor, Christopher Columbus and How He Received and Imparted the Spirit of Discovery, Houghton Mifflin, Boston / New York, 1891, pp. 419, 534, 552, 571. En cuanto a otros mapas hechos en estos años, puede consultarse, en el mismo Winsor, las pp. 424-426 y, sobre todo, R. A. Skelton, “The Cartography of Columbus’s First Voyage”, en The Journal of Christopher Columbus, traducido por Cecil Jane y con apéndice de R. A. Skelton, Hakluyt Society, Londres, 1960, pp. 217-227 (ilustraciones fuera de texto).

4. Real cédula, 28 de febrero de 1515. En Colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y organización de las antiguas posesiones españolas de Ultramar [sic] 2ª serie, t. 1, Isla de Cuba, Madrid, 1885, pp. 58-59. [Colección citada en otros trabajos como Colección de documentos inéditos de Ultramar. N. de la E.]

5.  Ibid., t.1, Isla de Cuba (Madrid, 1885); t. 4, II de la Isla de Cuba (Madrid, 1888); t. 6, III de la Isla de Cuba (Madrid, 1891).

6.  “Actas capitulares del Ayuntamiento de La Habana”, t. I, 1550-1565, La Habana, 1937

7.  María Teresa de Rojas: Índice y extractos del Archivo de Protocolos de La Habana, t. I, 1578-1585 [s. e.], La Habana, 1947; t. II, 1586-1587 [s. e.], La Habana, 1950

8. Es uno de los sonetos que encabezan el poema de Silvestre de Balboa, Espejo de paciencia, edición facsimilar y crítica a cargo de Cintio Vitier, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1960, p. 51. 

9. Ignacio José Urrutia, Teatro histórico, jurídico y político militar de la isla Fernandina de Cuba y principalmente de su capital La Habana [s. e.], La Habana, 1876. 

10.  Diego Andrés Rocha, Tratado único y singular del origen de los indios, [s. e.] Madrid, 1891, cap. II, especialmente p.93 (1ª ed., Lima, 1681). 

11.  Bartolomé de Las Casas, “Apologética historia de las Indias”, en M. Serrano y Sanz, comp., Historiadores de Indias, Bailly Bailière, Madrid, 1909, cap. 241, p. 633. Cito por la edición de Madrid, 1909, p. 633. De paso, donde dice no sé, acaso debió ser yo sé.

12.  José Miguel Macías, Diccionario cubano, etimológico, crítico, razonado y comprensivo, 2ª ed. Tip. de A. M. Rebolledo, Coatepec, 1888, p. 395.

13.  Leo Wiener, Africa and the Discovery of America, vol. I, Innes & Sons, Filadelfia, 1920, pp. 12-13. El texto original dice así: “We saw that Cipango produced some such form as Cupango, which led to Cubanacan. Somebody at once suggested that this must be Cublaycan, ‘The Great Khan’, but they soon found out that the etymology really meant ‘inside of Cuba’, Herrera suggesting the division Cuba + nacán. In reality the division is Cubana + can, where can stands for Mandings konno ‘inside’. Here obviously the Guinea Ambassador [el marinero Rodrigo de Jerez], suggested the etymology: Columbus at first accepted the first verdict and so wrote Colba, for Cobla, as the name of the island, which he at once changed to Cuba”.

14. Leon Douay, Études étymologiques sur l’antiquité américaine, J. Maisonneuve, París, 1891, p. 26. 

15. Cayetano Coll y Toste, Prehistoria de Puerto Rico, Tip. Boletín Mercantil, San Juan, 1907, p. 235.

16.  Bartolomé de Las Casas, Historia de las Indias, estudio preliminar de Lewis Hanke y edición de Agustín Millares Carlo, vol. I, lib. I, cap. CXXI, Fondo de Cultura Económica, México, D. F., p. 464. En cuanto a su empleo actual, véase, por ejemplo, Esteban Rodríguez Herrera, Léxico mayor de Cuba, t. I, Lex, La Habana, 1958, p. 342.

17. Daniel G. Brinton, “The Arawack Language of Guiana in its Linguistic and Ethnological Relations”, en Transactions of the American Philosophical Society, Nueva Serie, vol. XIV, Filadelfia, 1871, p. 440. 

18.  C. H. de Goeje, The Arawack Language of Guiana, Koninklijke Akademie van Werenschappen, Amsterdam, 1928, p. 16. 21 Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo. Colección de fuentes para la historia de América, déc. III, lib. VII, Bajel, Buenos Aires, p. 261. Brinton anota al registrar la voz Quisqueia: “The orthography is evidently very false” (op. cit., p. 439). Me imagino que queia en realidad fuera keiran kairi “isla”, o sea “la mayor de las islas”, lo cual era muy cierto hasta que los taínos descubrieron a Cuba.

19.  Pedro Mártir de Anglería, Décadas del Nuevo Mundo. Colección de fuentes para la historia de América, déc. III, lib. VII, Bajel, Buenos Aires, p. 261. Brinton anota al registrar la voz Quisqueia: “The orthography is evidently very false” (op. cit., p. 439). Me imagino que queia en realidad fuera keiran kairi “isla”, o sea “la mayor de las islas”, lo cual era muy cierto hasta que los taínos descubrieron a Cuba

20.  Fernando Ortiz, “Cuba primitiva. Las razas indias”, Cuadernos de Historia Habanera, no. 10, La Habana, 1937, p. 36.

 21.  Las Casas, “Apologética historia de las Indias”, pp. 16 y 521.

22.  Fray Ramón Pané, Relación acerca de las antigüedades de los indios. El primer tratado escrito en América, nueva versión, con notas, mapa y apéndices por José Juan Arrom, Siglo XXI Editores, México, D. F., 1974, p. 189.

23.  Amado Alonso, De la pronunciación medieval a la moderna en español, ultimado y dispuesto para la imprenta por Rafael Lapesa, Gredos, Madrid, 1955, pp. 93-450. 

24.  Ibid., pp. 98-102, 104-105 y 369-372. Véanse además Emilio Alarcos Llorach, Fonología española, Madrid, 1961, p. 265 y los trabajos de Rafael Lapesa y Diego Catalán citados por el propio Alarcos, p. 261, n. 89.

25.  D. Lincoln Canfield, La pronunciación del español en América. Ensayo histórico-descriptivo, Instituto Caro y Cuervo Bogotá, 1962, p. 66

26.  Fernando Ortiz, Las cuatro culturas indias de Cuba, Arellano y Cía., La Habana, 1943, p. 37. 

27. Pané, op. cit., p. 32. 

28.  Anglería, op. cit., déc. III, lib. VII, p. 261. 

29.  Pedro Henríquez Ureña, El español en Santo Domingo, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1940, p. 209.

30.  Antonio Bachiller y Morales, Cuba primitiva. Origen, lengua, tradiciones e historia de los indios de las Antillas Mayores y las Lucayas, 1ª ed., M. de Villa, La Habana, 1877; Esteban Pichardo, Diccionario provincial casi-razonado de voces cubanas, 3ª ed., notablemente aum. y corr., La Habana, Imp. La Antilla, 1862; Alfredo Zayas y Alfonso, Lexicografía antillana. Diccionario de voces usadas por los aborígenes de las Antillas Mayores y algunas de las Menores, Imp. El Siglo XX, La Habana, 1914. 

31. Pedro Henríquez Ureña, Para la historia de los indigenismos, Imp. De la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 1938; Emiliano Tejera, Palabras indígenas [sic] de la isla de Santo Domingo, La Nación, Santo Domingo, 1951.

32.  De esta bibliografía, que por lo copiosa rebasaría los límites de una nota, escojo, entre los estudios que relacionan al taíno con el arahuaco, los siguientes: la ya citada monografía de Daniel G. Brinton. “The Arawack Language of Guiana in its Linguistic and Ethnological Relations”, en Transactions of the American Philosophical Society, pp. 427-444; C. H. de Goeje, “Nouvel examen des langues des Antilles avec notes sur les langues arawak-maipure et caribes et vocabulaires shebayo et guayana (guyane)”, en International Journal of American Linguistics, vol. XX, Nueva York, 1954, pp. 152-154. 

33. Y entre los estudios más extensos y útiles del arahuaco, el ya mencionado de Daniel G. Brinton, The Arawack Language of Guiana, y [Th. Schumann], “Arawakisch-Deutsches Wörterbuch-Grammatik der Arawakischen Sprache”, en J. Cevaux, P. Sagot y L. Adam, Grammaires et vocabulaires roucouyenne, arrouague, piapoco et d’autres langues de la région des Guayanas, J. Maisonneuve, París, 1882, pp. 69-240.

34.  De Goeje, op. cit., pp. 25, 27 y 169, párrafo 128 (e).

35.  Sobre esta característica, ibid., pp. 64-65. 38 Las Casas, Historia de las Indias, vol. I, lib. I, c. XLIV, p. 224. 39 De Goeje, op. cit., p. 35. 40 Brinton, op. cit., p. 440.




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