Saturday, October 10, 2020

La mujer y las banderas en la Historia de Cuba (por Teresa Fernández Soneira)

20 de mayo de 1902
La Habana
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La mujer y las banderas
  en la Historia de Cuba


por Teresa Fernández Soneira
para el blog Gaspar, El Lugareño


“Galano pabellón, emblema santo
de gloria y libertad, enseña y guía
que de Cuba en los campos algún día
saludado serás con libre canto”.
Miguel Teurbe Tolón(1)




No fue una sola sino varias las banderas que cosieron nuestras mujeres cubanas durante el siglo XIX. Aquí les dejo los interesantes relatos de cada una, algunos contados por ellas mismas.


Emilia Teurbe Tolón nació en Matanzas el 9 de enero de 1828. Cuando contaba 16 años contrae matrimonio con su primo, Miguel Teurbe Tolón. En 1848 Miguel se ve implicado en la conspiración de la Mina de la Rosa Cubana(2), y al fracasar esta tiene que huir a los Estados Unidos, mientras que Emilia permanece en Matanzas cuidando de su madre que está enferma.

En Nueva York, Miguel asume la secretaría de la Junta Cubana Anexionista, mientras que en Cuba Emilia ayuda a distribuir ejemplares de los periódicos La Verdad, Patria y El Siglo, que se editaban en el extranjero. Pero cuando el 3 de marzo de 1849 las autoridades españolas registran su casa y encuentran una carta de Miguel en la que le informaba a Emilia algunos aspectos de la conspiración, el gobierno español confirma los vínculos de esta con los revolucionarios, y es condenada a diez años de presidio fuera de Cuba. Pero el 21 de marzo el capitán Federico Roncali(3) la expulsa de Cuba, y el 12 de abril llega a Nueva York donde se reune con su esposo. Muchos historiadores opinan que fue Emilia la primera mujer expulsada y exiliada en aquel siglo XIX.

En una de las reuniones que los cubanos con regularidad realizaban en la casa de huéspedes de los Teurbe Tolón en la calle Warren en Nueva York, Narciso López(4) le pide a Emilia que borde una bandera a partir del dibujo que había hecho su esposo Miguel un año antes. Presente en aquella histórica reunión de junio de 1849 estaban José Aniceto Iznaga Borrell, su sobrino José María Sánchez Iznaga, Cirilo Villaverde y Juan Manuel Macías. Sobre este hecho histórico nos ha quedado el testimonio de Cirilo Villaverde(5) quien relata lo sucedido: 
el que esto escribe fue testigo ocular de lo ocurrido en la sala del fondo de una casa de huéspedes […] en los primeros días de junio de 1849. Allí vivía Tolón y allí concurríamos casi todos los desterrados de entonces. […] la grácil y activa dama (se refiere a Emilia), entusiasta y filibustera como su marido y sus compatriotas, hizo la bandera con cintas de sedas blancas y azules y con un retazo de tela roja. La estrella también era de seda y tenía un ribete del mismo género, blanco y trenzado. El azul era muy fuerte, lo mismo que el rojo. Medía 18 pulgadas de largo y 11 y media de ancho; cada lado del triángulo 11 pulgadas y de una punta de la estrella a la opuesta, tres pulgadas(6). 
Fue así  Emilia Teurbe Tolón se convirtió en la primera mujer que confeccionó la enseña nacional de Cuba.


La bandera que acompañó a Narciso López y que iba izada en el mástil del barco Creole cuando la toma de Cárdenas, el 19 de mayo de 1850, fue elaborada en Nueva Orleans por un grupo de señoras y señoritas cubanas y americanas admiradoras de López, que a partir de la que había realizado Emilia en Nueva York hicieron muchas más para repartir en Cuba(7). Luego de la captura y muerte de Narciso López y el fracaso de las expediciones, Emilia Teurbe Tolón y su esposo siguieron luchando por la independencia fuera de su patria. A pesar de Cuba obtener su libertad en 1898, Emilia no regresó ya más a la Isla y muere en Madrid, el 22 de agosto de 1902.

El modelo de bandera confeccionada por Emilia fue el seleccionado por la Cámara de Representantes de la República en Armas, el 11 de abril de 1896, para el establecimiento de la República el 20 mayo de 1902. Esa fue la bandera que izó el general Máximo Gómez en el Morro de La Habana y también en el Palacio de los Capitanes Generales, quedando reconocida como la insignia de la nueva nación(8). La bandera original bordada por Emilia quedó en poder de Cirilo Villaverde, quien al morir la dejó a su hijo Narciso Villaverde. En 1942 Narciso la donó al Fondo Cubano Americano de Socorro de los Aliados, institución fundada para cooperar en la lucha contra el nazismo durante la Segunda Guerra Mundial. Dos años después fue entregada al Palacio Presidencial donde, hasta 1959, permaneció en el Salón de los Embajadores. En 1950, durante las celebraciones del Centenario de la Bandera, la República de Cuba designó a Emilia como «Encarnación de la Mujer Cubana”.

A la investigadora cubana Clara Enma Chávez Álvarez(9), biógrafa de la patriota, le debemos que influyera en la investigación y descubrimiento de los restos de Emilia Teurbe Tolón en España. Luego de buscar en 22 cementerios de la capital española, y de chequear registros y documentos antiguos, se encontró la sepultura en el cementerio de Nuestra Señora de La Almudena de Madrid. Los restos fueron exhumados el 18 de marzo de 2010 para luego ser trasladados a Cuba. Habían pasado nada menos que 108 años desde su fallecimiento. El 12 de agosto de 2010 Emilia Teurbe Tolón fue enterrada definitivamente con todos los honores en el Cementerio de Colón de La Habana. La bandera confeccionada por ella en Nueva York en 1849 se conserva actualmente en el Museo de Historia de La Habana.
No se nuble jamás esa estrella
que las hijas de Cuba bordaron
y que nobles cubanos alzaron
en su libre y feliz pabellón. 
Estrofa de La Bayamesa de Perucho Figueredo(10)

La bandera de Adolfina de Céspedes. El 18 de marzo de 1866, festividad de San José, Carlos Manuel de Céspedes, Bartolomé Masó y otros patriotas, se reunieron en Yara y gritaron ¡Viva Cuba Libre!, brindando públicamente por su independencia. El 24 de junio de 1867, durante la festividad de San Juan, en la ciudad de Puerto Príncipe hubo fuertes enfrentamientos entre criollos y peninsulares. Y en Bayamo el 25 de julio de ese mismo año, durante la celebración del apóstol Santiago, un grupo de jóvenes a caballo recorría las calles dando gritos de ¡Cuba Libre! En los meses que siguieron a estas demostraciones públicas, Francisco Vicente Aguilera, Francisco Maceo Osorio, Carlos Manuel de Céspedes, Vicente García, Donato Mármol, Perucho Figueredo, Bartolomé Masó y otros cubanos de Oriente y Camagüey, comenzaron a prepararse para la Guerra de los Diez Años.

Las mujeres ya llevaban tiempo colaborando con los conspiradores, repartiendo proclamas y bordando banderas y escarapelas(11) para sus novios y esposos. En La Habana, Florinda, Rosita, Lola y Leonor, las hijas de Miguel Aldama(12), y por iniciativa de su padre, salieron al paseo de carnaval vistiendo trajes que representaban la bandera de Narciso López(13). Los trajes eran de color azul y blanco salpicados de estrellas. Vestidas así desfilaron en una carroza frente al palacio del Capitán General, Francisco Lersundi(14) quien, al percatarse de aquella osadía, permaneció indignado y en silencio mientras el pueblo enardecido las aplaudía. En el ambiente se palpaba que algo iba a ocurrir, y Lersundi temiendo que algo tramaban en el oriente de Cuba, el 6 de octubre de 1868 ordenó por telégrafo a las autoridades españolas de Bayamo y Manzanillo arrestar a Aguilera, Céspedes, Masó, Maceo Osorio y a otros más en La Demajagua. Al enterarse, Carlos Manuel de Céspedes decidió alzarse inmediatamente.

Pedro de Céspedes y del Castillo, hermano de Carlos Manuel de Céspedes(15), se había casado en primeras nupcias con Ana Tamayo y Tamayo de quien decían era la muchacha más bonita de Bayamo. Ana y Pedro habían tenido cinco hijos: Adolfina, Herminia, Carmita, Jesús Chucho, y Leonardo. Pero Ana moriría loca y Pedro, a su muerte poco antes de 1868, se volvería a casar, esta vez con Joaquina Lastre. Pedro y Joaquina se fueron a vivir a la hacienda de Macaca(16) donde tenían una tienda en el lugar conocido como La Caridad.

Al amanecer del 9 de octubre, Adolfina de Céspedes, una de las hijas de Pedro de Céspedes, corrió a reunirse con su futuro esposo, Francisco Estrada y Céspedes para entregarle un mensaje que su tío Carlos Manuel enviaba para su padre. En el mensaje, Carlos Manuel informaba que el punto de reunión para el alzamiento sería en Barranca. En pocos instantes se había dado el paso decisivo y la Guerra del 68 había comenzado, pero no en La Demajagua, sino en la Caridad de Macaca el 9 de octubre, adelantándose Pedro con el grito de libertad(17). Y fue una mujer la portadora de este importante mensaje. Toda la familia de Pedro de Céspedes: Joaquina Lastre y sus hijos, junto con los hijos de Pedro de su primer matrimonio se alzaron y encaminaron a la Sierra Maestra. Pedro pone a disposición de los más de 400 hombres las provisiones de su tienda y en horas del mediodía, se produce el primer grito de ¡Viva la Libertad! Pocos días después, Pedro y Carlos Manuel se encontraron en Nagua y unieron fuerzas.

Para aquel primer grito de libertad en la Alegría de Macaca, Adolfina de Céspedes confeccionó la enseña que es conocida como la bandera de Céspedes. No se sabe cuándo fue elaborada, pero se cree que no fue hecha improvisadamente y que Carlos Manuel le hubiera dado a Adolfina el diseño con anterioridad. Tampoco hay ningún testimonio de que Adolfina la haya realizado el mismo día 9. Lo que sí se sabe es que el 9 de octubre, bajo la enseña que ella había confeccionado, Adolfina siguió a su padre y a otros patriotas a la manigua.


La bandera de La Demajagua. Al fallecer María del Carmen de Céspedes y del Castillo, esposa de Carlos Manuel de Céspedes el 19 de enero de 1868, Céspedes se trasladó a su ingenio La Demajagua(18). Allí, Juan Acosta era el mayoral y estaba casado con Concepción Fontaigne Segrera. El matrimonio había tenido una hija llamada Candelaria a la que cariñosamente llamaban « Cambula». Candelaria había nacido en Veguita, Manzanillo, el 2 de febrero de 1851, en el batey de La Demajagua, muy cercano a la mansión de Céspedes. Cuando Carlos Manuel enviuda, Cambula tiene diecisiete años. Pronto Céspedes sostiene relaciones íntimas con ella y de esta unión nacerían dos hijos.

Al igual que Adolfina la sobrina de Céspedes había hecho para el alzamiento de la Alegría de Macaca, Carlos Manuel de Céspedes le confía a Cambula la empresa de hacer otra bandera. La historia relata que del cielo de un mosquitero sacó Cambula el rojo, y de un corpiño, el blanco. Pero, faltaba el azul. Entonces Céspedes se dirigió a un cuadro de su esposa fallecida que estaba cubierto por un velo de ese color. Cambula lo detuvo diciéndole que no era necesario utilizar aquel velo, que ella tenía un vestido azul que podía utilizarse. Y así se fue haciendo la bandera. La estrella la dibujó el joven Emilio Tamayo, y como Cambula no sabía bordar, fijó la estrella con alfileres. Esta bandera que cosió Cambula Acosta fue enarbolada en Yara.


En octubre de 1871, Céspedes escribió en su diario que había visitado la casa de Cambula, quizás por última vez, pues su vida corría peligro. Le recomendó a Cambula que saliera del país y la mandó para Jamaica junto con la hija de ambos. Cambula iba embarazada de su segundo hijo con Carlos Manuel a quien pondría por nombre Manuel, y que nacería en el exilio de Jamaica. Una vez en Kingston, Cambula y sus hijos fueron protegidos y ayudados por los emigrados en esa ciudad. En 1881, luego de terminar la guerra, Cambula, quien ya tenía 30 años de edad, regresó a Cuba con sus hijos: Carmita, de doce años, y Manuel, de nueve, y se estableció en Marimón, Santiago de Cuba. Años después, en 1885, se unió al catalán Antonio Acosta y de estos amores nacieron dos hijos: Ernesto Amado e Isabel. Todo parece indicar que cuando estalla la Guerra del 95, Candelaria se vuelve a exiliar a Jamaica regresando a Cuba luego de finalizada la Guerra de Independencia. Ya en la paz, Candelaria Acosta vivía en Santiago de Cuba ignorada y olvidada por todos.

Dos décadas habían transcurrido desde el fin de la guerra cuando a finales de 1924 se representó en el Grop Catalunya de Santiago(19) una obra teatral de tema histórico, La aurora de La Demajagua(20). Dio la casualidad que uno de los familiares de Cambula se encontraba entre los asistentes al acto, y emocionado fue a contarle lo que de ella se decía en aquella obra. Cambula averiguó el nombre del autor de la obra y le escribió preguntándole cómo se había enterado que ella había confeccionado aquella bandera cubana que se usó en la Guerra de los Diez Años. De esa correspondencia surgió la invitación del director de la escuela local a que Cambula visitara el plantel. Poco tiempo después el Dr. Cruz Bustillo, director de la escuela, organizó una excursión a Baire, Jiguaní y Bayamo, y Cambula fue con ellos llevando una bandera hecha por ella.

En 1928 España devolvía a Cuba algunos artículos de la guerra, entre ellos una bandera que decían era la bandera de Yara. El general Carlos González Clavel contactó al comandante Pablo Villegas de la Cámara de Representantes pidiéndole que escribiera a la Biblioteca Elvira Cape de Santiago de Cuba, para que le facilitara los artículos relacionados con la bandera de Céspedes que se conservaban allí. El director del museo, Ginestá Punset, contestó:
«Aquí vive, en la miseria, la señora Candelaria Acosta, Cambula, que fue la que confeccionó la bandera enarbolada por Céspedes en la gloriosa noche del nueve al diez de octubre [...] Ella asegura que la estrella de la bandera fue superpuesta y que la cortó Emilio Tamayo.
 Y luego añade: 
Téngase además en cuenta que la bandera que España devuelve tiene adicionados unos cordones con borlas doradas, y que aquellos grandes hombres de Yara no se gastaron ese lujo(21). 
Algunos días más tarde, Cambula era invitada a ir a La Habana para identificar la bandera que había devuelto España.

Entre una gran expectación llegó Candelaria a La Habana, a las cinco de la tarde de aquel 16 de abril de 1928. El salón estaba lleno de representantes, veteranos de la guerra, académicos, periodistas y personalidades de todos los campos. Luego de dar lectura a la convocatoria, el presidente de la Cámara se dirigió a Cambula y le pidió que examinara la bandera. La Memoria de las Sesiones de la Cámara(22) refiere lo que allí aconteció: «La Sra. Candelaria Acosta, llorando de emoción, después de examinar la bandera, la besa diciendo: «Esta misma, esta es la bandera de Cuba libre»; y al decir esto la vuelve a besar y la abraza, añadiendo: «Dios mío, gracias; ¡gracias que me permites volver a verla!». Candelaria, hizo luego un recuento de lo sucedido antes del alzamiento en La Demajagua. La declaración fue levantada por el Dr. Emeterio Santovenia y Echaide(23), y los testigos fueron José Rafael Barceló y Reyes, el Dr. Enrique Silva y Estenoz. En esta misma sesión, porque no se la habían concedido antes, la Cámara le otorgó a Cambula Acosta una pensión vitalicia de $1,800 anuales, pagaderos en doce partes.

El representante, Carlos Manuel de la Cruz, pronunció unas palabras:
Yo te saludo, Candelaria Acosta, en recuerdo de aquella juventud de 1868 a la cual prestaste tus entusiasmos y tus sentimientos y que, como dijo un famoso e ilustre catedrático nuestro, más que generosa fue pródiga de su riqueza y de su sangre, alentada por una fe inquebrantable, audaz ante el peligro, recia y sufrida ante el infortunio, tenaz en su propósito de libertar a Cuba, vencida al cabo por irremediable desventura. […] pero que ahora, al conjuro mágico de tus manos débiles y vencidas, al tocar nuevamente la bandera que fue altar de los hombres de 1868, se apresta a cumplir con el deber que tiene contraído con sus progenitores, manteniendo los ideales de redención y de libertad que ellos forjaron.(24) 
Ese mismo día fue aprobada la moción de acuñar una medalla conmemorativa con la imagen de la bandera que había hecho Candelaria. Después de veintiséis años de haberse instituido la República, y sesenta de que Candelaria Acosta confeccionara la bandera de Yara, el gobierno cubano la homenajeaba. ¡Qué tristeza pensar que nadie se había ocupado de ella hasta sus últimos años de vida!

El 20 de enero de 1935 le fue otorgada la Orden de Carlos Manuel de Céspedes, pero en aquel momento ya Cambula se hallaba enferma y tuvo que ser condecorada en su lecho de muerte, en su casa de la calle Lacret no. 43, esquina a Habana. Cuatro meses más tarde, el 23 de mayo de 1935, a los 84 años de edad, fallecía en el momento en que se le aplicaba un suero, en brazos de su nieto Pepe. Prefirieron velarla en su propia casa. El duelo lo despidió el Dr. Pedro Roig Fernández Rubio en el cementerio de Santa Ifigenia, y Cambula fue enterrada en el panteón familiar muy cerca de la tumba de Carlos Manuel de Céspedes. Aquella histórica bandera confeccionada por Cambula se puede contemplar hoy en el Salón de la Bandera en el Museo de la Ciudad de La Habana.


Candelaria Figueredo, La Abanderada, fue la octava hija del matrimonio de Perucho Figueredo e Isabel Vázquez. Candelaria había nacido en Bayamo, el 11 de diciembre de 1852, y fue ella la abanderada de Céspedes cuando entró el Ejército Libertador en la ciudad de Bayamo. Pero dejemos que sea «Canducha», como la llamaban cariñosamente, la que haga el relato de lo ocurrido:

«El día 17 [de octubre] llegó que nuestro triunfo sea completo, no nos hace falta más que una valiente cubana que sea nuestra abanderada». Papá, enseguida, se puso de pie y exclamó: «Mi hija Candelaria se atreve». No había acabado de decirlo cuando con delirante entusiasmo fui proclamada abanderada de la División Bayamesa. […] Se componía mi equipo de un vestido de amazona blanco, un gorro frigio punzó, una banda tricolor y mi bandera»(27).

Envuelta en una nube de humo, Candelaria entró en Bayamo arengando a los soldados mientras la bandera ondeaba al aire. Fue Canducha la heroína de aquel radiante día, llevando patriotismo a la batalla y exponiendo su vida pues los tiros iban directamente dirigidos hacia el estandarte y la abanderada. Según sus propias palabras, «nunca una joven que por primera vez va a una fiesta estaba tan alegre y satisfecha como yo en aquellos momentos»(28). Candelaria Figueredo llevó en procesión hasta la iglesia y a caballo la bandera confeccionada por Felicia Marcé, a la que mencionaremos después. A la entrada del templo los jinetes que la acompañaban se desmontaron de sus caballos y Candelaria sostuvo la bandera por el asta y Juan Hall por el extremo opuesto. Luego Céspedes y todo su Estado Mayor desfilaron bajo aquella bandera. En la procesión iba un grupo de señoritas que cantaban el himno de Perucho Figueredo, y a ambos lados de la calle marchaba la tropa victoriosa.

Luego del levantamiento de Bayamo, Perucho y su familia se escondieron en la manigua. Después de sufrimientos y penas Perucho fue capturado y fusilado, e Isabel y los hijos expatriados en 1871 a Nueva York. En 1877 Candelaria contrajo matrimonio con el músico Federico del Portillo con quien tuvo 11 hijos. Falleció en La Habana, el 19 de enero de 1914. Fue enterrada con honores militares, y la caja fúnebre envuelta en la bandera de Bayamo que ella había llevado delante de las tropas invasoras 46 años atrás. Una calle de Bayamo lleva su nombre.

Varios miembros de la familia Figueredo-Vázquez permanecen enterrados hoy en el cementerio histórico de Cayo Hueso, en la Florida, entre ellos la esposa de Perucho Figueredo, Isabel Vázquez, y 3 de sus hijos. Tristemente, el gobierno cubano nunca se ocupó ni se ha ocupado de trasladar los restos de esta insigne familia para Cuba.


La bandera del Te Deum. Felicia Marcé Castellanos (1850-1941). Felicia ha sido conocida como Libertadora Insigne(29). Perteneció a la familia Blez-Marcé, y desempeñó un papel importante en la Guerra de los Diez Años. Se casó con un combatiente mambí y al poco tiempo de contraer nupcias, Blez fue ejecutado por los españoles. Fruto de esa relación había nacido un niño, Joaquín Blez Marcé(30).

En 1928, Felicia Marcé hizo declaraciones a la Cámara de Representantes en La Habana, sobre la toma de Bayamo:
Dueños los mambises ya de Bayamo, Carlos Manuel de Céspedes quiso pasear la bandera cubana por toda la ciudad, pero la confeccionada en La Demajagua estaba mal hecha y era demasiado pequeña (de tamaño). Entonces me pidió (Carlos Manuel) que hiciese una de tamaño mayor y con mejores materiales. Su hijo, Carlos Manuel de Céspedes y Céspedes, que era el íntimo amigo de nosotras y novio de una de las hijas de Perucho, de Eulalia Figueredo, fue quien me hizo el trazado de la estrella y el dibujo de la bandera. Toda la tarde y toda la noche de aquel día me los pasé cosiendo de pie, en una máquina, la única que había en toda la provincia por aquella época, y antes del amanecer ya estaba terminada(31). 
 Y continua su relato: 
Pusimos en el centro del dado rojo el mismo cartón, en la posición en que, según las reglas de la heráldica debía fijarse la estrella, y yo hice sobre el modelo un relleno de guata. Luego embastillé (sic) sobre el relleno las dos estrellas de raso, y entonces para unirlas, bordé con hilo de seda los cantos. La estrella no fue bordada al realce, y quedó colocada con toda precisión en el centro del lado rojo sin que se notase diferencia alguna en el bordado de la estrella de arriba y la estrella del otro lado. La bandera tenía poco más o menos dos telas, sin revés ni derecho. 
Felicia tenía 18 años cuando ocurren estos hechos.

Cuando los revolucionarios ocuparon la ciudad de Bayamo y constituyeron el gobierno provisional, acordaron que se cantaría un Te Deum(32) en la iglesia de San Salvador de Bayamo, y que el 22 de octubre desfilaría una procesión cívica con el fin de celebrar la primera victoria alcanzada por el Ejército Libertador. Para la organización de esta celebración se nombró al general Pedro Figueredo. A las diez de la mañana Céspedes fue recibido en la Iglesia Mayor bajo palio, ocupando el lugar de honor. Luego, todos cantaron el Te Deum de Acción de Gracias. Los sacerdotes cubanos Batista, Soleilac e Izaguirre(33) oraron y bendijeron la bandera que había confeccionado Felicia Marcé, y que como ya vimos, portaba orgullosa Candelaria Figueredo. Más tarde la paseó por las naves de la iglesia y en marcha triunfal por toda la ciudad. Años después de finalizada la guerra, Tomás Estrada Palma en su viaje a Gibara como Presidente electo de Cuba, se encontró en Santiago de Cuba con Felicia Marcé. Según testimonio de Felicia y en presencia del señor Manuel Márquez Sterling(34), contó que Estrada Palma la abrazó y le dijo: «Felicia, la bandera que tú hiciste en Bayamo la tengo en Nueva York; ahora pronto la traeremos para Cuba»(35).

Veintiséis años después de la proclamación de la República de Cuba, en Sesión Extraordinaria de la Cámara de Representantes, el 16 de abril de 1928 en La Habana, se presentó una propuesta de ley concediendo una «pensión vitalicia de mil ochocientos pesos anuales a la señora Felicia Marcé Castellanos, pagadera por dozavas partes»(36). La propuesta estaba firmada por Rafael Guas Inclán(37). Y añadía:
Para esta anciana desvalida que hizo la otra enseña, y todas mis investigaciones como las del Dr. de la Cruz han corroborado este extremo, para esta viejecita es, señores Representantes, en esta tarde criolla, la más bella que he visto en la Cámara de Representantes, es que pido que todos los representantes, puestos de pie, votemos la pensión para Felicia Marcé y Castellanos (aplausos)».
La propuesta fue aprobada el 18 de abril de 1928(38).

Felicia Marcé Castellanos vda. de Blez falleció el 5 de julio de 1941 en La Habana, en la casa número 210 de la calle Neptuno(39). Apareció en los periódicos una nota necrológica que decía: «Apreciando sus extraordinarios méritos de auxiliar de la revolución del 68, y de la Guerra del 95, el Congreso de la República la proclamó Libertadora Insigne por medio de una Ley concediéndole además una pensión. De acuerdo a sus deseos, expresados más de una vez, será sepultada a los acordes del Himno Nacional y envuelta en una bandera de la República de Cuba. El cortejo fúnebre partirá de la casa de la calle Neptuno»(40).


Ana de Quesada y Loynaz(41). Como nota interesante a este relato histórico, es importante mencionar que al finalizar la Guerra de Independencia la bandera de La Demajagua fue llevada a Cuba por la viuda de Carlos Manuel de Céspedes, Ana de Quesada y Loynaz. A fines de diciembre de 1898 Ana parte con su hijo para La Habana adonde llegan el 1 de enero de 1899 alrededor de las cinco de la tarde, cuando horas antes había sido arriada la bandera de española de la fortaleza de El Morro y La Cabaña.

El 4 de julio de 1902, cuando Ana de Quesada se halla hospedada con su hijo en el hotel Pasaje en La Habana, tiene consigo la bandera original enviada por su esposo Carlos Manuel a Nueva York durante la guerra del 68, junto con una carta en la que le pedía que la conservara hasta mejores días. Su hijo, Carlos Manuel de Céspedes y de Quesada explica:
La viuda de Céspedes pensó que a nadie mejor que a esos esclarecidos patriotas podía presentar aquellas reliquias para que reconocieran su autenticidad o les pusieran los reparos que tuvieran por conveniente al dar ella por terminada su larga misión de guardarlas religiosamente hasta mejores días y entregar a la Cámara cubana la augusta enseña de La Demajagua(42). 
La Cámara acogió con interés la entrega de aquella bandera y a la vez quiso probar su autenticidad. Fueron citados a encontrarse en el hotel Pasaje los integrantes de la Cámara así como otras personalidades quienes habían sido protagonistas en la Guerra de los Diez Años. Allí, Ana de Quesada sacó la bandera del tubo en el que se hallaba. «Y ahora ve usted –dijo Ana de Quesada– y poseída de una excitación nerviosa, abrió una caja resistente y nos mostró la Bandera de Yara, tal como la describió nuestro valioso colaborador y patriota admirable Fernando Figueredo».

La labor de las cubanas Emilia Teurbe Tolón, Adolfina de Céspedes, Cambula Acosta, Canducha Figueredo, Felicia Marcé y de las más de cincuenta camagüeyanas encabezadas por Belén de Agüero(43), que prepararon la bandera de la Invasión(44), así como de muchas otras patriotas, fue de gran importancia para nuestra historia. Muchas de ellas tomaron altos riesgos pues de ser descubiertas haciendo o guardando banderas, podía costarles la prisión o el exilio a ellas y a los miembros de su familia. Estas mujeres alimentaron las ansias de libertad de nuestro pueblo al confeccionar, transportar, distribuir, esconder o exhibir la bandera cubana a lo largo y ancho de la Isla y en el extranjero. Triste que luego de lograda la independencia, muchas de ellas vivieran y murieran en el abandono y la miseria.

Honremos pues a todas estas mujeres, y recordemos aquel día histórico en el hotel Pasaje, cuando ante la viuda y el hijo del Padre de la Patria, el representante Carlos Manuel de la Cruz declaró en Sesión Extraordinaria de la Cámara de Representantes:
el culto de los antepasados y el recuerdo de tradiciones y actos comunes es lo que nos hace mantener el sentimiento que engendra el nacionalismo(45).



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  1. Miguel Teurbe Tolón y de la Guardia (Matanzas-29 septiembre 1820 - 16 octubre 1857) escritor y profesor cubano. Diseñador del escudo y la bandera de Cuba a partir de una idea del patriota venezolano Narciso López.
  2. Movimiento anexionista ocurrido entre los años 1847 y 1848, liderado por el general venezolano Narciso López.
  3. Federico Roncali, Conde de Alcoy. Noble, militar, político, y gobernador y capitán de Cuba (1848-1850)
  4. Narciso López de Urriola (Caracas, 1797 – La Habana, 1851) militar español nacido en Venezuela creador de la bandera de Cuba y del escudo de Cuba. López fue líder de hasta cinco intentos para liberar a Cuba hasta que fue ejecutado por las autoridades coloniales en La Habana por alta traición mediante garrote vil, el 1 de septiembre de 1851.
  5. Cirilo Villaverde de la Paz (Bahía Honda, 1812 - Nueva York, 1894), destacado escritor cubano, autor de Cecilia Valdés o La Loma del Ángel. Implicado primero en la corriente del anexionismo y después de 1868 sirvió a la causa independentista. Esposo de la patriota Emilia Casanova.
  6. La descripción del hecho fue publicada por Cirilo Villaverde en La Revolución de Cuba, Nueva York, el 15 de febrero de 1873. (N. de la A.)
  7. Carlos Ripoll: Escritos cubanos de historia política y literatura, Editorial Dos Ríos, Nueva York, 1998, p. 94.
  8. Margarita Alejandre Khuly: 10 de Octubre, The Miami Herald, sección 4b, 10 de octubre de 1977.
  9. Clara Emma Chávez Álvarez: Hacedora de la bandera cubana, Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero, Ediciones Boloña, Colección Raíces, Habana, 2011.
  10. Pedro Figueredo más conocido como Perucho Figueredo (1818-1870), revolucionario y poeta cubano, compositor del himno de Bayamo, el Himno Nacional de Cuba.
  11. Escarapela: insignia o emblema que casi siempre era una banderola o bandera cubana que colocaban en la parte anterior del sombrero.
  12. Miguel Aldama y Alfonso, La Habana 1820 – 1888. Empresario y político revolucionario.
  13. Narciso López de Urriola, Caracas, 1797 – La Habana, 1851, fue un militar español nacido en Venezuela creador de la bandera y el escudo cubanos en Nueva York, en casa de Miguel Teurbe Tolón. La confecciona la esposa de Miguel, Emilia Teurbe Tolón. Están también presentes José Aniceto Iznaga Borrell, José María Sánchez Iznaga, Cirilo Villaverde y Juan Manuel Macías.
  14. Francisco Lersundi Hormaechea (Valencia, 1817 - Bayona, 1874) militar y político español.
  15. Carlos Manuel de Céspedes, (Bayamo, 18 de abril de 1819-Sierra Maestra, 27 de febrero de 1874) líder independentista cubano quien inició la Guerra de los Diez Años al levantarse en armas contra el gobierno español el 10 de octubre de 1868. Le concedió la libertad a sus esclavos. Fue mayor general del Ejército Libertador de Cuba y primer presidente de la República de Cuba en Armas.
  16. Macaca, feudo de los Céspedes, comprendía más de la mitad del término de Niquero.
  17. Adolfina Cossío Esturovís, (tesis, diciembre, 1938): “La primera bandera cubana se enarboló en la Caridad de Macaca. Cossío era nieta de Pedro de Céspedes del Castillo. También la historiadora Hortensia Pichardo en un artículo titulado “1868”, escribe que el 9 de Octubre “también se pronunciaban Manuel Calvar en Guá, Ángel Maestre y Juan Fernández Ruz, en El Blanquizar y El Cano; Luis Marcano y Rafael Caymarí, en Jibacoa, y otros muchos en distintas localidades”.
  18. La Demajagua, finca cerca de la villa de Manzanillo, lugar histórico donde se realizó el Alzamiento de la Demajagua (Grito de Yara), que marcó el comienzo de la Guerra Grande.
  19. Partido Nacionalista Catalán fundado en Santiago de Cuba en 1908.
  20. Obra de teatro de Gerardo L. Betancourt, de 1919, en Rosa Ileana Boudet, Teatro Cubano, relectura cómplice, Ediciones de La Flecha, Santa Mónica, California, 2011.
  21. Carlos Manuel de Céspedes y de Quesada: Las banderas de Yara y Bayamo, Editorial Le Livre Libre, París, 1929
  22. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Décimo Tercer Período Congresional, Sesión extraordinaria del 16 de abril de 1928, La Habana, vol. L, no., 4.
  23. Emeterio Santovenia Echaide, (Mantua 1889-Miami, E.U. 1968), historiador, periodista, político y escritor cubano.
  24. Diario de Sesiones, p. 7.
  25. Isabel Vázquez, esposa de Perucho Figueredo, agasaja en el rancho Las Mangas a los mambises con un suculento almuerzo criollo.
  26. Joaquín de Agüero y Agüero (Puerto Príncipe, noviembre 1816 – agosto 1851) protagonista de la primera conspiración anticolonialista en Cuba.
  27. La Discusión, La Habana, 6 de diciembre de 1919
  28. Candelaria Figueredo: «La abanderada de 1868, Candelaria Figueredo, Autobiografía» en Comisión patriótica pro Himno Nacional a la mujer cubana, La Habana, 1929.
  29. Bibliotecas de la Universidad de Miami, Colección de la Herencia Cubana: The Blez Family Papers, 1863-1941, Núm. CHC5289.
  30. Joaquín Blez Marcé (Santiago de Cuba, 5 diciembre, 1886 – 7 abril, 1974, La Habana) reconocido fotógrafo cubano.
  31. 180 Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Décimo Tercer Período Congresional, vol. L, núm. 4, 16 de abril, 1928.
  32. Himno litúrgico solemne de acción de gracias de la Iglesia católica.
  33. Diego Batista, vicario de la parroquial de Bayamo; Juan Luis Soleilac, sacerdote cubano, y Jerónimo Emiliano Izaguirre, sacerdote mambí de Barrancas. En Palabra Nueva, 18 octubre, 2018.
  34. Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola (Lima; Perú 1872 – Washington D. C., 1934) periodista, escritor, diplomático y político cubano.
  35. Pablo Díaz de Villegas: La bandera de Céspedes, Imprenta P. Fernández, La Habana, 1928.
  36. Diario de Sesiones: Ob. cit., vol. L, núm. 4.
  37. Rafael Guas Inclán, (1896 - 1975) abogado y político cubano, vicepresidente de Cuba entre 1955 y 1958.
  38. Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Sesión Ordinaria del 2 de mayo de 1928, vol. L, núm. 7, p.2.
  39. Diario de la Marina, 6 de julio de 1941, p. 8.
  40. Nota necrológica aparecida en el Diario de La Marina, Ibídem.
  41. Ana de Quesada y Loynaz (Camagüey, febrero 1843- Paris, diciembre 1910). Carlos Manuel de Céspedes se casó en segundas nupcias con ella, tiempo después de la muerte de María del Carmen de Céspedes, su primera esposa. Fue Ana hermana de Manuel de Quesada y Loynaz, patriota distinguido en la Guerra Grande.
  42. Carlos Manuel de Céspedes y de Quesada: Las banderas de Yara y Bayamo, Editorial Le Live Libre, Paris, 1929, p 79.
  43. Ver Teresa Fernández Soneira: Mujeres de la Patria, vol. I (2014) p. 127, y vol. II (2018) p. 69, Ediciones Universal, Miami.
  44. Extensión de la guerra a toda la isla. La Invasión de Oriente a Occidente se inició el 22 de octubre de 1895 en Mangos de Baraguá, en Oriente. Fue organizada y dirigida por Antonio Maceo y Máximo Gómez.
  45. Diario de Sesiones, Ob. cit.


Bibliografía

Alejandre Khuly, Margarita: «10 de Octubre», The Miami Herald, sección 4b, 10 de octubre de 1977.

Boudet, Rosa Ileana, Teatro Cubano, relectura cómplice, Ediciones de La Flecha, Santa Mónica, California, 2011.

Chávez Álvarez, Clara Emma: Hacedora de la bandera cubana, Emilia Margarita Teurbe Tolón y Otero, Ediciones Boloña, Colección Raíces, Habana, 2011.

De Céspedes y de Quesada, Carlos Manuel: Las banderas de Yara y Bayamo, Editorial Le Livre Libre, París, 1929.

Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, Décimo Tercer Período Congresional, Sesión extraordinaria del 16 de abril de 1928, La Habana, vol. L, no. 4.

Fernández Soneira, Teresa: Mujeres de la Patria, Ediciones Universal, Miami, vol. I (2014) p. 127, y II (2018) p. 69.

Ripoll, Carlos: Escritos cubanos de historia política y literatura, Editorial Dos Ríos, Nueva York, 1998, p. 94.

Villaverde, Cirilo: La Revolución de Cuba, Nueva York, el 15 de febrero de 1873.


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Teresa Fernández Soneira (La Habana 1947), es una historiadora y escritora cubana radicada en Miami desde 1961. Ha hecho importantes aportes a la historia de Cuba con escritos y libros de temática cubana, entre ellos, CUBA: Historia de la educación católica 1582-1961, Ediciones Universal, Miami, 1997, Con la Estrella y la Cruz: Historia de las Juventudes de Acción Católica Cubana, Ediciones Universal, Miami, 2002. En los últimos años ha estado enfrascada en su obra Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, (Ediciones Universal, Miami 2014 y 2018). El volumen I dedicado a la mujer en las conspiraciones y la Guerra de los Diez Años, y el volumen 2, de reciente publicación, trata sobre la mujer en la Guerra de Independencia. En estos dos volúmenes la autora ha rescatado la historia de más de 1,300 mujeres cubanas y su quehacer durante nuestras luchas independentistas. En el verano del 2022 publicó La Bella Cubana, rostros de mujeres en la Cuba del siglo XIX (Alexandria Library Pub. House, Miami) que recoge 150 daguerrotipos del siglo XIX de mujeres cubanas de todas las edades y razas, acompañados de poemas de la época. Es un homenaje a la mujer cubana de todos los tiempos.

(Revista Social. Mayo 1919) Historia de un poema de Céspedes, por José Fornaris

Al Cauto

Naces, ¡oh Cauto! en empinadas lomas;
bello desciendes por el valle ufano;
saltas y bulles juguetón, lozano,
peinando lirios y regando aromas.

Luego el arranque fervoroso domas,
y hondo, lento, callado, por el llano
te vas a sumergir en el océano;
tu nombre pierdes y sus aguas tomas.

Así es el hombre; entre caricias nace;
risueño el mundo al goce le convida;
todo es amor, y movimiento y vida.

Mas el tiempo sus ímpetus deshace,
y grave, serio, silencioso, umbrío,
baja y se esconde en el sepulcro frío.


Carlos Manuel de Céspedes

Friday, October 9, 2020

Espera (un poema de Thelma Delgado)



Mis secos y pálidos labios
Tu cálido beso esperan
Como la paloma en el invierno
Cubierta de nieve y sufriendo
A la primavera quiere ver llegar.

Mi alma se da a tu amor
Cómo el río se da al mar
Como las nubes se dan al viento
Y como la flor de la abeja
Se deja enamorar.

Todo tiene su lugar y su tiempo
Con paciencia he de esperar
Por ese día deseado
En que tu existencia tenga a mi lado
Y nuevas caricias pueda estrenar.



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Thursday, October 8, 2020

El "Diario de la Marina", en su edición del 19 de agosto de 1851, informa sobre la ejecución de Joaquín de Agüero y Agüero, D. José Tomás Betancourt, D. Fernando de Zayas y D. Miguel Benavides



La sección "Correo de la Isla", del Diario de la Marina, en su edición del 19 de agosto de 1851, da cuenta de dos notas de El Fanal de Puerto Príncipe (actualmente Camagüey).

La primera corresponde al 11 de agosto, en la que se anuncia que 
... mañana a las 6 de ella serán pasados por las armas en la sabana de Arroyo Méndez (...) los paisanos D. Joaquín de Agüero y Agüero, D. José Tomás Betancourt, D. Fernando de Zayas y D. Miguel Benavides, reos todos de sedición.

Se nombrará una compañía de cada regimiento de infanteria de esta guarnición para formar el cuadro y cuarenta caballos del regimiento de la Reina, segundo de lanceros. Además de esta fuerza de caballería, una sección del propio cuerpo despejará la carrera por donde pasen los reos para el sitio de ejecución y no permitirá aglomeración de gente a la inmediación del convoy.

El señor comandante D. Erasmo Ortemback mandará el cuadro y cuidará de tomar las medidas que considere oportunas para el exacto cumplimiento de lo que queda prevenido." (El Fanal. Puerto Príncipe, agosto 11 de 1851)
En la nota del 13 de agosto, El Fanal informa "bajo la impresión de un acontecimiento doloroso" que "D. Joaquín de Agüero y Agüero, D. José Tomás Betancourt, D. Fernando de Zayas y D. Miguel Benavides, ya no existen. A las seis y media de esta mañana [12 de agosto de 1851] han sido ejecutados".

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San Antonio María Claret narra en su Autobiografía

Cabalmente en aquellos días cogieron las tropas a cuatro insurgentes o revoluciona[rios] [Joaquín de Agüero, Fernando de Zayas, Miguel Benavides y Tomás Betancourt] hijos de la misma Ciudad con las armas en las manos, y así es que fueron condenados a muerte. Y era tanta la confianza que de mi hacían los reos y aun sus parientes, que me llamaron para que fuese a la cárcel a confesarlos, y, en efecto, fui y los confesé. De tal manera fue creciendo la confianza que de mí hicieron, que me hicieron agenciar con el General a fin de que todos los que estaban comprometidos y se hallaban con las armas en las manos dejarían las armas y se volverían disimuladamente a sus casas sin que se les dijese cosa alguna y sin que constaran sus nombres. Así lo alcancé del General; por manera que toda aquella armada se desvaneció, se deshizo el acopio que tenían de armas, municiones y dinero, y todo quedó en paz.
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En 1853, en lo que hoy es el Parque Agramonte, fueron sembradas cuatro palmas, en homenaje a estos cuatro mártires camagüeyanos. 

La idea inicial era construir, cuando las circunstancias lo permitieran, un monumento a cada uno. Luego se decidió mantener el homenaje con las palmas, las cuáles se han renovado hasta la actualidad. 

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En el barrio de La Vigía, cada uno tiene una calle que le recuerda con su nombre. (JEM)

Sueño (un poema de Janisset Rivero)


Yo pudiera tocarte con mis ojos,
y descubrirte de nuevo
como si el tiempo fuera un espejismo.

Y pudiera estrecharte,
con la fuerza intangible de mis sueños,
como si jamás me hubiese ido…

pero prefiero quedarme aquí,
mirándote en mi alma,
intacto, alegre, mío.





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Janisset Rivero (Camagüey, 1969) ha publicado los libros de poesía Ausente, editorial Aduana Vieja, octubre 2008 y Testigo de la noche, Editorial Ultramar, Miami, 2014. 

(Diario de la Marina. Febrero 28, 1957) La entrada de Camilo José Cela a la RAE. Crónica de Jorge Mañach


 

Wednesday, October 7, 2020

Pavlowa (un poema de Gustavo Sánchez Galarraga, 1915)

 

Imagen. Revista Social. Marzo 1931.
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Santiago Candamo y actores cómicos en Puerto Príncipe. Notas para un guión radial. (por Carlos A. Peón-Casas)



Tengo hoy el enorme gusto, en esta entrega ya habitual de los miércoles, de compartir con mis lectores, el texto que fuera primariamente un guión radial, correspondiente el jueves 24 de agosto de 2006, en el Programa Tricolor de la emisora Radio Camagüey. 

Mi colaboración como guionista en aquellas experiencias en la emisora insignia de la ciudad de Camagüey, me dio la oportunidad de remontar el inagotable perfil cultural de la otrora villa, dado el carácter de aquella entrega diaria, de una hora de duración, que desgranaba los avatares culturales de nuestras ancestrales raíces. 

Mi colaboración duro unos tres años, y para mi suerte, ese material tan variopinto, pero tan intensamente apegado a esa memoria del imaginario no tangible, pero imprescindible de nuestra comarca, salvado en una antigua PC, me permite hoy compartirlo con tantísimo gusto con los siempre atentos lectores, que se los disfrutarán con la misma intensidad que los no pocos radioyentes de aquel minuto. 

El texto de marras, un grupo de notas, para aquella ocasión era una mirada muy puntual a la memoria teatral de la otrora villa y ciudad del Príncipe. Aquella personal mirada se enfocaba en aquellos actores y aficionados al teatro cómico del siglo XIX, en su paso por la otrora villa y ciudad principeña, felices precursores de los actores del teatro bufo cubano actual. 

Y es que la promoción de tal manifestación artística, encontraba acomodo en las mejores coordenadas citadinas tan temprano como en los albores del siglo dieciocho. 

Por tal época, los patios de algunas antiguas mansiones principeñas, sirvieron entonces como improvisados escenarios donde se representaron muchas piezas teatrales, y los actores, fueron, por supuesto, los animados principeños. Ese fue el comienzo de una pujante labor teatral que alcanzó relevantes aportes en la otrora villa y posterior ciudad del Príncipe. 

Precisamente para los comienzos del siglo diecinueve, y con la llegada de la Real Audiencia a Puerto Príncipe, fueron aquellos funcionarios de la institución judicial, quienes promovieran las primeras representaciones de que se tenga memoria en la ciudad. 

Los detalles de la presencia de artistas de corte cómico en la otrora comarca quedan recogidos tan temprano como en el año 1806. Ese mismo año un principeño ilustre: Don Juan Ferrer, solicita autorización al Cabildo para “abrir un teatro modesto”, para dar cabida a algunos aficionados locales y foráneos que hacían de las representaciones del tipo cómico su principal modo de actuación. 

De tal manera, se buscaba, que el vecindario pudiera disfrutar sin entorpecimiento por parte de las autoridades, de aquellas divertidas representaciones cómicas, que para la tal fecha, ya habían sumado casi una decena de aquellas en la otrora villa. Tales actuaciones de los llamados “aficionados al arte cómico” se habían permitido provisionalmente, mientras llagaba la autorización del Capitán General. La tal autorización fue demorada una y otra vez, y todavía en el año 1809, los vecinos seguían solicitando tal permiso. 

Su ubicación en un área muy raigal de la ciudad, en una accesoria de la casa de una conocida saloniere de la época, Doña Luisa Rufina de Betancourt, la abuela de El Lugareño, en su lujosa casona de la calle de la Carnicería Vieja, esquina a la de San Ignacio. Aunque es justo aclarar que el tal llamado “teatro”, lo era sólo de nombre, dada su precaria conformación para las lides de la representación. 

Tal era el desorden, ante la presencia de aquellas tempranas representaciones del teatro cómico, que los patrocinadores de aquel rudimentario espacio tuvieron que redactar toda una reglamentación para hacer viables las representaciones. 

Entre las normas, se incluían la de no chiflar a los actores o tirarles cualquier fruta muy madura, como prueba de desagrado por sus actuaciones. 

El susodicho Candamo, fue uno de aquellos primeros actores cómicos que sumaron su arte junto a la de otros conocidos vecinos de la villa. 
Los artistas que tomaron parte en la representación venían encabezados por el celebrado director de cómicos. Las actuaciones en el Príncipe ascendieron a ocho, una de ella dedicada a su Majestad Fernando Séptimo. Obtuvieron de aquellas 99 pesos y 7 reales libres. El hecho ocurrió el 5 de enero 1809.[1]
Fue justamente en septiembre y octubre de 1810 la segunda visita del cómico y su troupee a la ciudad. Muchos de sus acompañantes repetían la visita a la ciudad. Entre ellos, José Naranjo, Valentín Rafo, Jerónimo Medrano, José González y Rosa Naranjo. En esa oportunidad fueron mandados a apresar. Al parecer los permisos exhibidos por el cómico y los suyos, no los autorizaban a representar obras cómicas en la otrora villa. 

Un antiguo documento de la Escribanía de Guerra, da cuentas de de un recurso promovido por el propio cómico sobre el asunto: 
que hallándose los quatro referidos en esta Villa celebrando funciones cómicas con permiso del señor Teniente Gobernador como es público y notorio(que han sido puestos) en la carcel publica en donde se hallan desde el día 12 de los corrientes en que fueron conducidos a ella con el mayor tropelia y maltrato, como si acaso fuesen fasinerosos (que no) pensaron jamás celebrar funciones cómicas si lo hicieron fue por la coyuntura que le brindó el público pidiéndoles no dejasen de representar algunas comedias. Obligados de lo cual y también de la necesidad que padecían de medios (…) no pueden menos que recordar a vuestra alteza los donativos que han hecho a nuestra católica Monarquía al señor Fernando Septimo que Dios guarde[2]
De nada valió aquel recurso exculpatorio. Las autoridades principeñas acordaron según constancia en aun antiguo expediente el “envío de aquellos a la Habana en el primer buque que zarpe de la Guanaja”[3]. Fueron acusados formalmente de inobedientes y al celebrado Candamo lo tildaron de “hombre de carácter insubordinado y opuesto a comprometimiento” 

La orden vino desde la Capitanía General, firmada por Someruelos, hombre fuerte de entonces, quien hizo firme la decisión disponiendo que: 
“(…) esas clases de individuos son unos vagos que andan de un pueblo a otro con el pretexto de semejante ocupación y así encargo a V. inmediatamente ponga en arresto, y remitir a esta capital (…) repitiendo a V. nuevamente que a ningún individuo de esta ni otra clase le permita hacer comedias sin que lleve expresa orden mía por escrito”[4]




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[1] Costal al Hombro. Manuel Villabella. Ediciones Unión,1996. p.37 

[2] Archivo Nacional. Escribanía de Guerra. Juzgado Militar. Legajo 617…En Costal al Hombro, Op cit. p.39 

[3] Ibíd. p.40 (Se respetan la ortografía y giros del documento original) 

[4] Ibíd. p.40




El río Najasa (un poema de José Fornaris)


 

Tuesday, October 6, 2020

Isla mía, ¡qué bella eres y qué dulce! (un poema de Dulce María Loynaz)



Poema  CXXIV

Isla mía, ¡qué bella eres y qué dulce! Tu cielo es un cielo vivo, todavía con un calor de ángel, con un envés de estrella.

Tu mar es el último refugio de los delfines antiguos y las sirenas desmaradas.

Vértebras de cobre tienen tus serranías, y mágicos crepúsculos se encienden bajo el fanal de tu aire.

Descanso de gaviotas y petreles, avemaría de navegantes, antena de América: hay en ti la ternura de las cosas pequeñas y el señorío de las grandes cosas.

Sigues siendo la tierra más hermosa que ojos humanos contemplaron. Sigues siendo la novia de Colón, la benjamina bien amada, el Paraíso encontrado.

Eres, a un tiempo mismo, sencilla y altiva como Hatuey; ardiente y casta como Guarina.

Eres deleitosa como la fruta de tus árboles, como la palabra de tu Apóstol.

Hueles a pomarrosa y a jazmín; hueles a tierra limpia, a mar, a cielo.

Cuando te pintan en los mapas, a contraluz sobre ese azul intenso de litografía, pareces una fina iguana de oro, un manjuarí dormido a flor de agua.

Pero también pareces un arco entesado que un invisible sagitario blande en la sombra, apunta a nuestro corazón.

Isla grácil, te visten las auroras y las lluvias; te abanica el terral; te bailan los solsticios de verano.

Como Diana, libre y diosa, no quieres más diadema que la luna; ni más escudo que el sol naciente con tu palma real.

La mala bestia no medró en tus predios, y jamás ha muerto en ti un solo pájaro de frío.

Idílicas abejas pueblan de miel la urdimbre de tus frondas; allí vibra el zunzún desprendido de iris y destilan música viva los sinsontes.

Escarchada de sal y de luceros te duermes, Isla niña, en la noche del Trópico.

Te reclinas blandamente en la hamaca de las olas.

Tienes la rosa de los vientos prendida a tu cintura; tus mayos están llenos de cocuyos; tus campos son de menta, y tus playas, de azúcar.

Varas de San José en trance de boda, tórnanse todos los gajos secos clavados en tu tierra taumatúrgica. rocas de Moisés, todas tus piedras preñadas de surtidores.

Vela un arcángel escondido tras cada zarza tuya, y una escala de Jacob se tiende cada noche para el hombre que duerma en paz sobre tu suelo.

Otra escala sutil es para él, el humo rosa del tabaco que le alegra las siestas y le aroma de sueños el camino.

Para el hombre hay en ti, Isla clarísima, un regocijo de ser hombre, una razón, una íntima dignidad de serlo.

Tú eres por excelencia la muy cordial, la muy gentil. Tú te ofreces a todos aromática y graciosa como una taza de café; pero no te vendes a nadie.

Te desangras a veces como los pelícanos eucarísticos; pero nunca, como las sordas criaturas de las tinieblas, sorbiste sangre de otras criaturas.

Isla esbelta y juncal, yo te amaría aunque hubiera sido otra tierra mi tierra, pues también te aman los que bajaron del Septentrión brumoso, o del vergel mediterráneo, o del lejano país del loto.

Isla mía, Isla fragante, flor de islas: tenme siempre, náceme siempre, deshoja una por una todas mis fugas.

Y guárdame la última, bajo un poco de arena soleada. ¡A la orilla del golfo donde todos los años hacen su misterioso nido los ciclones!




De Poemas sin nombre (1953)

Sunday, October 4, 2020

Concurso internacional para erigir una estatua a Gertrudis Gómez de Avellaneda en Camagüey (Año 1920)


Desconozco si la estatua que según las bases de este concurso internacional de 1920, se iba a erigir a la Avellaneda en la Plaza Pablo Trías (de San Francisco, del Sagrado Corazón, de la Juventud, José Martí) de la ciudad de Camagüey, fue construida y/o emplazada.


Entre lo curioso que se puede leer en las "bases" que acá comparto, es que la estatua debía representar a la Avellaneda sentada y con la corona de laurel que recibió en la Habana en 1860, como aparece en su conocido retrato (que también incluyo en la publicación). (JEM)



 

Nikolaj Hübbe (por Florencia Guglielmotti)

Nota del blog: Sección semanal dedicada al Ballet y la Danza, a cargo de la la ballerina, coreógrafa y profesora Florencia Guglielmotti.


Nikolaj Hübbe nació en Copenhague (Dinamarca) el 30 de octubre de 1967. A los 10 años ingresó a la escuela del Royal Danish Ballet. Entre sus maestros estuvieron Henning Kronstam, Niels Kehlet y Fredbjorn Bjornsson. Tras graduarse, en 1984, ingresó a la compañía y cuatro años después fue promovido a bailarín principal. Su destreza técnica, la altura de sus saltos y la velocidad de sus baterías hicieron que rápidamente ganara prestigio, destacándose como intérprete principal en ballets como “La sílfide” (de A. Bournonville), “Romeo y Julieta” (de K. Mac Millan), “Oneguin” (de J. Cranko) y “Apollo” (de G. Balanchine). 


En 1992, Hübbe fue contratado por el New York City Ballet como bailarín principal, debutando con el ballet de Balanchine, “Donizetti variation”. Durante su permanencia en la compañía interpretó roles principales tanto en ballets del repertorio tradicional como en obras de Jerome Robbins, Peter Martins y el ya mencionado Balanchine, entre otros. Allí permaneció hasta 2008, realizando su función despedida en el Lincoln Center, el 10 de febrero, junto a todas las figuras del NYC Ballet. 


Ese mismo año se traslada a su Copenhague natal tras ser contratado como director artístico del Royal Danish Ballet. Antes de asumir en su nuevo puesto, interpretó por última vez a James, en “La sílfide”, junto a toda la compañía, el 2 de abril de 2008. Desde que asumió la dirección hasta la actualidad, ha llevado a escena nuevas producciones de los clásicos de Bournonville: “Napoli” (en 2009) y “A Folk Tale” (en 2011). También realizó una exitosa puesta en escena del ballet “La Bayadera” de M. Petipa, en 2012, en colaboración con Eva Draw. En 2014, puso en escena una controvertida versión de “La Sílfide”, con una escenografía en blanco y negro, diseño de Bente Lykke Moller. En 2017 creó el ballet “Weimar”, con música de Kurt Weill, donde cada variación se adapta al intérprete y a su temperamento individual.








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Florencia Guglielmotti reside en la Ciudad de Buenos Aires (Argentina). Es Profesora de Danza (titulada en la Escuela Nacional de Danzas "María Ruanova"), Licenciada y Profesora de Artes (recibida en la Universidad de Buenos Aires). Cursó estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba. Es Miembro de International Dance Council CID (UNESCO).

Actualmente se desempeña como Profesora de Danza Clásica y como Profesora Titular de Historia de la Danza en la Escuela Superior de Enseñanza Artística "Aída V. Mastrazzi". florenciagu@gmail.com

Love lifted me (by Kenny Rogers)


La cubana (un poema de G. J. Valdés)


 

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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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