Monday, August 12, 2019

Ileana Álvarez González, el ser humano en el meridiano exacto (por Manuel Vázquez Portal)


Ileana Álvarez González es una poetisa de las relaciones y los desbordamientos. De buenas relaciones e ilimitados deslindes. No hay en ella un solo símbolo poético sin contrapartida. Balanceada búsqueda de lo más alto. Singularidad que la define, pluralidad que nos aglutina. La frondosidad de su simbología matiza tropológicamente desde lo nimio hasta lo monumental. No hay fronteras, ni estéticas ni conceptuales, que no traspase en su discurso poético. No hay bridas para sus ensueños. El juego de categorías alegóricas parece crecer sin techo: luz/sombra, aldea/cosmos, libertad/necesidad, carne/ espíritu, virtud/miseria. Donde lo que pudiera parecer paradojal por su relación contrapuesta, es un todo dialéctico: estro y razón jugando a los ardides de la belleza siempre conseguida.

No la isla sino el mundo en peso. Erigido por una poética muy peculiar, pero aderezada con toda una sedimentación lírica de altas vibraciones y llegada del tiempo inmemorial. Alta inspiración y rigor filológico. Imagen grandiosa atrapada con redes de la sapiencia. No hay lugar para simples jugueteos solo ingeniosos. Se va al hueso. No muestra desgarrones, se desgarra. No muestra costurones, se torna cicatrices.

Nadie se adentre en su poesía sin tener en cuenta que es “una copa con alas”. Vino y vuelo. Embriaguez e independencia. Convite y fuga, a la vez. Hechizo que puede diluirse, como la imago misma, si no es atrapada con similar frenesí. Un poco de abluciones honradas no vendría mal antes de leerla. Llegar con el alma pasada por un Jordán interior, nos proporcionaría entenderla mejor. Así de pulcra veo su poética. Así de honestos veo sus versos.

Versos concebidos para almas refinadas, espíritus elevados. El patio de la casa pintado con los matices de universo, nada de parcialidades ni localismos. Joyas y harapos de la mano en el baile de lo trascendente. El ser humano en el meridiano exacto donde lo común lo torna excepcional. Nada exterior lo diferencia. Ontología del universo privado. Desnudez del alma. Ni poses ni pintoresquismo. El todo conseguido desde la unicidad. Partícula múltiple e identidad propia. Se canta a sí misma y nos canta a nosotros porque sabe que Ya se anuncia en el camino otro desamparo, / la memoria tensando los arcos del olvido. Y ella deja sus guijarros nobles para que sepamos que no fue inútil su paso por “la selva oscura”.

Voz seductora y sabia. Nos arroba y nos alecciona. Nos define, y ruega por nosotros. Sabe quiénes somos, se perdona, nos perdona, y aspira a nuestra salvación. Pero ni la oración manida ni la plegaria egoísta la conducen. Es María de todos, sin géneros, razas, sin geografías: el ser humano en toda su orfandad y toda su riqueza.
  Quién limpiará las grises serranías del miedo
  y hará de nuevo el sacrificio
  por nosotros, manzanas de la sombra.
No hay en ella requiebros de “hembrita humillada” ni perretas de “pelanduzca histérica”. Estamos en presencia de una mujer “mucha mujer”. Columna vertebral de la institución más vieja y más valiosa: la familia. Escudo a mis hijos como un tigre. Soy un cielo sobre su cabeza, Su lucha no es simplemente genérica sino humana. Vuelve, con ella, la poesía a ser andrógina. Poesía en sí y para sí. Amor sin distingos, belleza sin órganos. Sabiduría sin linderos. Memoria y profecía. Enaltecimiento o congoja. Exaltación o ruina. Analogía o cuestionamiento. Entrega o partida. O todo vuelto un manto de hermosura. Un nuevo Camelot. Un sitio de ensueños. Un acomodo para las tristezas. Un cauce para la dicha. Un pañuelo para el llanto.
                                                             un viento interior
me convidó a levitar por encima de la mano del hombre.
mas no alcancé a comprender la locura que encierra toda verdad.
…………
                    si todo es despedida y crepúsculo
nada espero pues.
queda, apenas, un último perdón:
este rasgar de mosca
sobre las estrías de mi sombra.
He citado ex profeso dos poemas donde el símbolo sombra juega un papel determinante en la gnoseología poética de Álvarez González: nosotros, manzanas de la sombra y este rasgar de mosca/sobre las estrías de mi sombra.

La sombra para ella no tiene el simple acometido de ser la contrapartida de la luz sino que en su cosmovisión individual se emparenta con el criterio platónico del Mito de la caverna en el que la sombra es un sucedáneo de la realidad y el conocimiento.

Debe recordarse que El mito de la caverna, es una alegoría con que el filósofo metaforiza la realidad que nos rodea, el confinamiento en que nos hallamos, así como el desconocimiento del que somos víctimas.

El mito forma parte del libro siete (VII) de la República de Platón, que fuera escrita aproximadamente en el año 380 A. de C. y cuya relevancia general estriba en la exposición de conceptos y teorías que nos llevan a los interrogantes sobre el origen del conocimiento, el problema de la representación de las cosas y la naturaleza de la propia realidad.

Claro que el andamiaje simbólico de Ileana Álvarez, a lo largo de más de diez poemarios es prolijo pero muy bien seleccionado en función de una poesía altamente parabólica y cargada de sugerencias que van más allá de la polisemia simple.

Escogí sombra entre los muchos símbolos (tren como oportunidad, provincia como encierro, espada como voluntad) con que enhebra su poética, porque me parece el más ilustrativo para su entorno vivencial y los malabares requeridos para escribir, y sobrevivir, en una sociedad cerrada.

En Cuba, y más agudizado en las provincias, del hambre y la desnudez y sus trenes amargos siempre a destiempo, la suspicacia política sobre la intelectualidad es de alta tensión.

Lo simbólico se torna campo minado, y el poeta, cuya arcilla primaria, es el símbolo, siempre danza sobre el filo de la navaja.

No es cierto que en la tierra del ciego, el tuerto sea Rey; todo lo contrario, en la tierra del ciego (y más si es de Ávila) nadie cree al tuerto que puede ver de un ojo, y su vida puede ser un calvario. Ella lo ha padecido en piel y huesos propios, y lo ha sublimizado en versos altamente perfilados. Por lo que también ha pagado un precio. Todo ello como resultado de que, según el propio Platón: el ser humano, inmerso en la caverna, puede llegar a sentirse cómodo en su ignorancia y oponerse, incluso ferozmente, a quien intente explicarle o cambiarle lo que cree su realidad, aunque solo sea sombras. La meta realidad, diríase kafkiana, que impone como realidad el gobierno cubano convierte la alegoría platónica en hecho concreto y a sus nacionales no le queda otro remedio que vivir como sombras que creen y defienden a otras sombras.


Y de esta realidad, o también sombras, es que deja testimonio Ileana Álvarez González en su ya vasta obra poética. Desde Escribir la noche, pasando por Oscura cicatriz, hasta El libro de lo inasible hay una espiral ascendente de su dimensión poética. Pareciera que el arsenal emotivo se agotaría, que el cauce formal se secaría, que la conceptualidad finalizaría, pero, todo lo contrario, es una voz que se potentisa, que se encumbra en cada arremetida lírica. No es la poetisa que encarrila todo el amor adolescente en decantados versos y luego se apaga. Es la rapsoda total que escribe una y otra vez el mismo libro pero con la mirada más honda y el verbo más afilado. Porque esa niña que quisiera ocultarse/ en el laberinto de los espejos sabe sobremanera que no hay caminos ni respuestas y no se resigna a permanecer sin buscarlas.

Pero, si me fuera menester, patentizar lo definitorio de la poética de Ileana Álvarez González, me arriesgaría a asegurar que se trata de la veneración a las tradiciones culturales y humanas, a la tradición espiritual de su pueblo y todos los pueblos, a los pilares que han sostenido per saecula saeculorum los más altos valores de la especie
La espada adolescente de tan antigua
no sabe cómo abandonar el corazón de la roca.
La lucha entre lo nuevo y lo antiguo, entre juventud y vejez, entre pasado y presente la coloca en una postura dicotómica que resuelve con la grandeza salomónica de la sabiduría y ofrece a cada parte la ración de valía que le corresponde, y esto lo logra establecer porque sabe muy bien que:
sobre el sillón en que dormían los abuelos de tu abuelo,
embadurnas los ojos con el fango de los antepasados.
son los espíritus que velan los estigmas de la ausencia
Y para no faltar a mi propia tradición, aquí van los poemas de Ileana, que saben defenderse por sí propios mucho mejor de lo que pudiera hacerlo yo.



Al fondo de la sombra
(Del libro Consagración de las trampas)

Un día más que escupe sobre el rostro.
Estoy sentada en el quicio de la escalera íntima.
Un caracol, una hogaza de nieve,
un pensamiento, la abulia perforando los sentidos.
El laberinto me posee.
Escudo a mis hijos como un tigre.
Soy un cielo sobre su cabeza,
una raíz fija mis ojos en cada gesto,
en cada surco estrellado
que los pequeños pasos dejan sobre mi espina dorsal.
Dejo pasar la nobleza de la luz,
un viento transido de ancestrales paisajes,
apenas la utopía que aún me habita.
En este estar alerta, me deslizo
por el borde de las tribulaciones.
Sutilmente me escurro hasta llegar a tierra.
Ya el roce no es el mismo con mis huesos.
Con el fango limpio,
las uñas hacinadas de levedad.
No quisiera pensar.
¿Morir acaso?
¿Pisotear hasta el agotamiento
las sílabas que ostentan mi dolor?
¿Escupirlas,
limarlas y limarlas
hasta que suelten fuego?
¿Alcanzar el cuchillo
que asfixie la zozobra?

Si al menos sólo pudiera avizorar el peligro
ser ala, espuma bajo los pies del inocente.
Pero el laberinto me posee.

Abro los cantos de Huidobro:
los arados de angustia que labran la carne de Altazor
también se hunden en la estrella que soñé para mi pecho.
Descubro el doble de mí misma,
a carcajadas ahogo el patetismo que sudan mis palabras.
No fue suficiente la distancia que halló el poeta
entre las almas de la postguerra
para ahuyentar su propio tormento,
¿creer, entonces, que pueda romperse el universo a mis pies?

Me dejaré caer, sin temor, sobre las trampas
que consagraron mis enemigos, las visiones
de los muertos a los cuales robé su pizca de resplandor.
Me dejaré caer sin miedo al fondo de la sombra.
Aun así surgirá la duda
al envés de los ojos del alba,
cuando mis hijos logren la serenidad
del primer cielo por refugio.

¿Y a mí quién me vigila?




Signos
(Del libro Escribir la noche)

                                           a Martha Núñez, hermana.


cada noche se torna un aguzado hierro en mi garganta,
densidad de sombras se adueña de mi voz,
del cuerpo abierto como una res, olvidado
en la mordacidad de la provincia.

por los entresijos de mi aliento
he intentado salvar todos los peligros, encrespadas lejanías
donde cenegaré las máscaras
y no logro saborear el matiz que me define.
frente al tedio apisono mis carnes gota a gota,
las moldeo, las arrojo al fuego,
y yo con ellas me arrojo bien serena,
como una vasija acariciada por dios.
es inútil tanto desvarío:
tábanos reaparecen,
se quiebran las colinas
en el polvo huérfano de la costumbre.

lo imposible,
el desierto que abre en la blancura
la ciudad donde la razón es espejismo,
vacuidad y extrañeza de imágenes
aprisionadas en fuentes donde mis nervios
tornados árboles se invertían.
transparencias que me poseen
como a una puta de campo extraviada
en la gran ciudad,
sollozando bajo la apatía de los rascacielos...
ellos y también la espesura del estanque
que hacina el sosiego de los astros,
su opresión en el amanecer,
perfilan mis contornos, los hieren,
trazan con frenesí las arrugas,
los signos que me ocultan ante el otro.
y tanto fervor es apenas un pájaro mudo.

¿la flor del grito
no vuelve, me define?

no puedo decir el arco del puente es la felicidad. soy feliz mientras miro cómo el arrebol del atardecer penetra en mis ojos y me acerca una ciudad distinta, menos irreal que esta que me inunda, de la que siempre estoy huyendo como un ratón gris; tórrida sombra bajo su cansancio. yo sé que la felicidad ha venido como ladrón en la noche y no es con exactitud una pistola caliente. he visto la felicidad como una muñeca rusa, con olor a madera recién curada; matrioska inmensa donde cabemos cálidamente todos, unos dentro de otros, unos fuera de otros. sé que existe la felicidad. me basta aquella noche en que sentí en los huesos trastocarse los límites y estallar en cristales hambrientos. acaricié su desamparo y ella puso saliva en mi dolor y el dolor desapareció, y yo le di un corazón que me sobraba y lo desbasté allí donde a ella le faltaba uno. la felicidad, triste, se sonrió y besó mi sexo tenazmente húmedo, femenino. pero las chispas de luz sobre mi piel duraron una noche, apenas una brizna que se espesa cuando necesitamos aclarar sensaciones y asir la raíz menos firme pero ya lo dije antes, no sé escribir la noche, no podría jamás iluminarla. ni siquiera podría alumbrar el silencio a oscuras que yace aquí en las palabras carcomidas por tanto crepúsculo, y tanto ratón inmenso, tontamente gris y pertinaz que se atraganta con la sílaba precisa y rebota siempre hasta mis manos con el eco chupado entre los dientes.

me aburro,
los aburro diciéndome, diciéndoles
que siempre estoy al borde de todo abismo,
que siempre estoy de nuevo retornando
a una imagen vivida.
yo escribiendo las mismas palabras
en un tren de Madrid que pronto estallará.
abro la boca para que las gotas de horror
no caigan sobre el piso metálico, ajeno,
forzando las conchas de la multitud
que se atropella como carbones ardientes
al fondo del olvido que ni nombro,
que no me atrevo a despertar.

nadie me oirá.
nadie ahuyenta mi miedo.
nadie se aburre tanto.
solo queda el impulso.
dentro y fuera el salto permanece,
espejo tras espejo.
la pregunta que engendra, permanece.
y yo varada sin atreverme jamás a vislumbrar
qué nutre su densidad,
¿permanezco?



Invocación
Del libro Los ojos de Dios me están soñando)

                                       A Francis, porque él cosió mis heridas
                                       con sílabas de oro.

Se levanta la noche en el fulgor del centro
donde manan los suaves arroyos de los sueños,
tiende sus alas claras sobre las negras piedras
y torna menos difícil los senderos del agua rota.
Mas la duda ahonda el cristal nocturno,
agrieta la memoria como una tensa cuerda
y se deshacen las manos apisonadas.
En espiral todo parece fluir hacia los descampados.
La luna no. La maternal moneda
se detiene en cada frente
dejando como estigma la redondez de un domingo.
El ojo del universo acoge entre sus leves noches
los aullidos del alba.
Nos lleva a vagar por cerrados límites.
El ojo afirma al puente. Ya nos descubrimos
hurgando en la rosa de ayer.
Nos impulsa el vacío de la certeza,
el miedo suspendido como gota
de miel entre los dedos.
Y es como si quisiéramos que las huellas fueran
una mentira más, en esa interminable
doblez que bordea el aliento de las nieves.
Ah, en el pecho la penumbra es un insulto mayor.
Ruido de una pezuña
en las aguas lentas que bajan de la noche.
Ante la confesión toda palabra confirma el látigo,
el hambre trenzada como la piel del animal
que huía al silencio, a las cimas.

¡Cuánta prisa en la fragilidad del que escucha
pegado al óxido de los rieles! ¡Qué júbilo
tensar la cuerda de lo desconocido, cortar el ala!
¡Aplaudir hasta el cansancio la nitidez del fondo
completada en los ojos de aquel que se desploma...!
¡Dentro de mí! ¡Cómo no humedecer al inocente
abrasado por el rayo azul de la lejanía...!

Detenidos al margen maldiciendo los albores,
evadimos la cúpula rajada de la voz del amigo,
ignoramos la pradera que apuntala su polvo pertinaz.
¡Qué pequeños y enfermos,
qué aferrados al mosaico de la brisa
donde se diluyen los últimos tintes!
¡Qué sordos ante el corno de Dios
llamando hacia las nubes cada muro disperso
de la ciudad soplada por el Leviatán!
Sus ojos, ay, su rostro lavado
perdiéndose entre las palmas
y los espinos de las manos,
y en el arpegio sereno tendido
sobre la garganta que le va imponiendo su diamante.
Solo un paso más, y quedaría afuera el corazón,
mostrándose como nueva cabra
en los riscos mojados.
Y piedra a piedra
preferimos el fervor de las murallas.



Diálogo del viento sobre la casa
(Del Libro de lo inasible )

Cierzo
Brumas fluyen por los pétalos dormidos
de la rosa. El aire azafranado trueca
las nubes en ciudades aturdidas,
belfos, procesiones, atormentados mares.
Hecho raíz el polvo en el alféizar
vaticina un caer intenso a los silencios
y dibuja esmerado tempranas somnolencias.
Al ojo del jardín el agua se le ahonda
como una loba ciega, desmadrada
que ha perdido la lengua en el intento.

Furtivas sombras teje, desteje la araña,
los deslindes, el acto en la espesura
que son las transparencias, su después.
Un redil inconcluso sumerge los tentáculos
en la sombra del sueño, agrietándola
con el sordo vagido que emerge de la noche.

Y la voz, qué va siendo la voz
si perfora las manos rudas de las puertas,
si en el zaguán descubre que otros muros
forjaron con pertinaz ahínco los temores.

Pulsa sobre el nombre la raíz del viento
y vuelta piedra cae en el ojo que agita
las mamparas. ¿Tras cual raído encaje
se oculta el esplendor calmo de la estirpe
que ahuesa los cimientos de estos muros?
¿En cuál pliego inoído yacían desde siempre
las líneas que hoy exhiben las manos
de mis versos? ¿Serán esas siluetas
que a veces merodean por la casa
intacta, secular, conspicua, desabrida,
mis íntimos contornos desasidos,
viandantes de por siempre ante mi espanto?

Escaparán de mí como el Verbo me esfuma
los asombros, la memoria inocente, los azores.
Ah, el temor de las columnas me rebosa,
encostrado a mis párpados como otra piel.
Ya mío el temblor y la plegaria, los silencios,
la ceguera. Mío el vacuo atril
y la campana sorda.

¿Y atrás, en el aljibe, quién se encumbra?
¿De qué fondo va muriendo el agua que me brinda?
¿Qué manos son el cáliz goteando sobre el lirio?
¿Se aleja, me acompaña, es otra ensoñación?

Malogra, descarna tanto viso.
El férreo enlace de la verja
hiere su solidez cetrina.
Impugna lo más hondo. La materia primera,
libre, acendra los cimientos.
Sobre mí irán cayendo las cales y los huesos.
Mis cales y mis huesos cayéndome
hasta tocar el fondo.


Ábrego
Rumor, balido, otear al horizonte,
desliz del entreacto, escarnio del final
fugándose por las hendijas que saborean la piedra.
A la entrada, la luz es sacrificio
para limpiar hedores trasnochados,
la lengua filosa en los umbrales
cantando Jeremías quedamente
como un soplo de labios invisibles;
y mi huella y las huellas de los otros,
también en el principio superpuestas
al orgiástico paso de la piedra
sobre el polvo que es la desmemoria.

Ruge el ojo del viento, anuncia
la nueva vuelta del sempiterno carro:
fundados serán sobre las ruinas
los trigos que harán los versos y la mofa.
Desde ese nido ya nace el pájaro,
húmedo y solo, deslizando el arpegio
como una cicatriz, como trillos
de sombras apedreadas, crispadura del ser.
El pájaro que soy, alicaído, roto,
brotando desde abajo, en la ceniza siendo.

El graznido para decir quién soy
cubre los párpados del árbol
que sostiene a los otros que me miran
como quien mira el agua brotando del costado
inteligible. Las ramas empinadas, ajenas
al ulular del argamasa penetran
los vacíos que harán los soportales,
el patio penumbroso, la torre, los altillos.

El graznido para decir los otros
abriga el empedrado de los muros
que arruinarán el eco hasta llevarlo
al canto de sirena
¿Y qué puede este pájaro torpe en la cubierta
con sus alas enormes anegadas de espuma,
sal sobre los ojos vidriosos y la burla
que ya sabía, amordazando su pico?
En cada resurgir el cielo se le agota
y el gemido es más bajo, menos atento
a la revelación de manso aire
qué hará sobre el tejado un nuevo nido.



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Ileana Álvarez (Ciego de Ávila, 1966). Poeta, ensayista, investigadora literaria y editora. Licenciada en Filología por la Universidad Central de las Villas y Diplomada en Investigación Cultural por Universidad de Camagüey, fue Investigadora Auxiliar y Profesora Auxiliar de la Universidad de Ciego de Ávila.

Laboró durante once años como especialista en investigaciones socioculturales del Grupo de Investigación de la Dirección Provincial de Cultura de Ciego de Ávila, y durante siete años en la Editorial Ávila. Actualmente vive en España.

Ha publicado los libros: El agua tampoco resiste los grilletes. (Poesía. Ed. Fidelia, 1990). Libro de lo inasible. (Poesía. Ed. Capiro, 1996). Oscura cicatriz. (Poesía. Ed. Ácana, 1999/ Ed. Ávila, 2da edición, 2002). Los ojos de Dios me están soñando. (Poesía. Letras Cubanas, Colección Pinos Nuevos, 2001). Desprendimientos del alba. (Poesía. Ediciones Ávila, 2001). Inscripciones sobre un viejo tapete deshilado. (Poesía. Editorial Vigía 2001). Los inciertos umbrales. (Poesía. Sed de Belleza, 2004/ Editorial Benchomo, Islas Canarias, España, 2009). Consagración de las trampas. (Poesía. Ed. Ávila, 2004). Trazado con ceniza. (Antología personal, Ediciones Unión, 2007). Escribir la noche. (Poesía, Letras Cubanas, 2010). Trama tenaz. (Poesía, Ed. Bayamo, 2011). Profanación de una intimidad. (Ensayo, Ed. Ávila, 2012). Realizó las Antologías de poesía femenina Cuarto Creciente (Antología de poetas avileñas, Ed. Ávila, 2007) y Catedral sumergida (Panorama de la poesía cubana escrita por mujeres; Ed. Letras Cubanas, 2013).

"Bayamesa", un muy digno homenaje al 40 aniversario de Teatro Avante y al 34 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami (por Baltasar Santiago Martín)


Durante el 34 Festival Internacional de Teatro Hispano de Miami se realizó el estreno mundial de Bayamesa, de Abel González Melo, por Teatro Avante, dirigida por Mario Ernesto Sánchez, en el Carnival Studio del Adrienne Arsht Center for the Performing Arts, y por supuesto no podía perdérmela, por muchas y variadas razones.

La primera –muy nepotista por cierto– es que mi querida sobrina Yani Martín fue la escogida para ser María Luisa Milanés, la protagonista; la segunda: la autoría del talentoso Abel, cuyas celebradas y significativas obras Chamaco, Nevada y En ningún lugar del mundo han sido ya elogiadas anteriomente por mí; la tercera: la dirección de Mario Ernesto, que garantiza calidad en todo lo que hace; y la cuarta – y no por ello menos importante: la escenografía y vestuario de Pedro Balmaseda y Jorge Noa, esa dupla de gusto exquisito que hasta ahora nunca nos ha defraudado con sus propuestas.


Al igual que cuando En ningún lugar del mundo, la obra de Abel y Mario presentada en el pasado 33 Festival, no tengo ahora la menor objeción sobre esta reciente puesta de Bayamesa, tanto por el texto, la dirección escénica y la escenografía, como por la actuación de sus protagonistas.

En conjunto –y de modo general–, todo el elenco, compuesto por Yani Martín Báez, Julio Rodríguez, Marilyn Romero, Alina Interián y Pedro Lofortez, además de apropiarse totalmente de sus personajes, logró algo sumamente difícil y riesgoso en el mundo de la actuación en el teatro: salirse de pronto de sus personajes para volver a ser las personas reales que los actúan, y volver a reencarnarlos de nuevo; en una transición, una especie de “rompimiento”, que fue mucho más allá de solo cambiarse de ropa; yo diría más bien que fue un cambio de piel orgánico y hasta justificado, por su originalidad, pues varias veces me pareció que como actores leían mis pensamientos sobre sus personajes, y los compartían conmigo en alta voz y entre sí.

Pedro Lofortez, Yani Martín, Marilyn Romero y Julio Rodríguez
 Foto/Asela Torres
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Pero ahora, yendo de lo general a lo particular, me detendré en cada uno de ellos, pero no por la jerarquía de su interpretación, sino –de modo “impresionista” –, por lo que me hicieron sentir, más allá de solo verlos y oírlos.

Julio Rodríguez, hermano, me trasladaste de la mano de Abel a los primeros años de nuestra denostada etapa republicana (que no seudo, por favor): a esos primeros 17 años en que Cuba daba sus primeros pasos como nación independiente, que, aunque con la tutela de esos mismos “yanquis” que ahora nos acogen bajo su bandera, con todos los derechos de los nacidos aquí (excepto el de ser presidentes), en solo 4 años de ocupación norteamericana (de 1898 a 1902) se rehizo con su gran ayuda, tanto en la sanidad, las escuelas, los ferrocarriles y el comercio, como en la vida pública en general, a pesar de haber sido duramente afectada por la guerra contra España.

Pero, mucho más allá de inducirme a ello, Julio dio una recia y magistral lección de actuación, tanto como padre de María Luisa como en sus dos desdoblamientos: para volver a ser él mismo y como Juan Francisco Sariol, y viceversa.

Mi Yani Martín, por su lado, me hizo olvidarme por momentos de que es mi sobrina, y casi deseé haber vivido en esa época, para haberme hecho amigo de esa contradictoria y malograda María Luisa que ella tan bien bordó en escena (yo le hubiera publicado sus poemas en una CARITATE de 1919 y nos hubiéramos ido juntos para Querétaro o Tijuana).

Julio Rodríguez y Yani Martín
 Foto/Pedro Balmaseda.
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Marilyn Romero, a su vez, en su rol de madre y esposa clásica de la época, fue la contrapartida perfecta de ese Julio poseído por el General de la Guerra de Independencia de quien desafortunadamente no se pudo independizar María Luisa, y Alina Interián me volvió a asombrar con otro de esos desdoblamientos increíbles que nada tienen que ver con la persona que es en la vida real, ahora como la comprensiva y compasiva monja Sor Ángela en quien mi Yani Luisa encuentra tanto apoyo moral.

Alina Interián, Marilyn Romero y Yani Martín
 Foto/ Asela Torres
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A Pedro Lofortez, primero como el fugaz doctor que recomienda operar de amigdalitis a la poeta, y luego como el vividor y mujeriego Ramón Fajardo que tanto la hizo sufrir, le tocó en este segundo rol ser el villano de la historia, y ya desde que le pidió los 20 pesos a Yani Luisa su personaje “mostró el cobre”, y él su oro en ciernes como actor, pues al finalizar la obra lo felicité en el vestíbulo, y tiene una cara de niño bueno y noble que nada tiene que ver con el despiadado Ramón (aunque “caras vemos y corazones no sabemos”, jajajá).

Yani Martín y Pedro Lofortez.
 Foto/Pedro Balmaseda.
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Para finalizar, confieso que me ha costado procesar el suicidio de María Luisa, pero así fue esta historia que Abelito ha sabido llevar tan bien a las tablas, “iluminada” por la mano maestra de Ernesto Padilla, y con la banda sonora de lujo –como ya nos tiene acostumbrados– de Mike Porcel.


Baltasar Santiago Martín
Hialeah, 9 de agosto de 2019

Sunday, August 11, 2019

Ese precio no lo pago (En 150 palabras de Félix Luis Viera)



Víctor:

¿Calificar de Bien a una poetisa de mente excesivamente hética?

¿Alabar a un novelista de prosa tautológica o a una famosa princesa literaria, dadora de panfletos malparidos bajo el título de Novela, y asimismo burguescomunista.

¿Sonreírle a un editor fabricante de bazofias escriturales nacidas con muerte neurológica?

¿Cabildear con “altos funcionarios culturales” mediocres, vendidos, con tal de hacérmeles visible?

Hermano, si no lo hice en mi tierra, ¿cómo sería posible que sí en México?

Y mucho menos arrastrarme —como tantos de esos escribas juaristas del entorno— con tal de que una crítica constipada y dizque azteca 1000 x 1000, apruebe la publicación de una de mis obras.

¿Aplaudir a un ensayista que se vende mucho más barato que un taco de ojo?

Qué va, manito. Ese precio no lo pago. Pueden hacerse llegar sus editoriales, catálogos, suplementos y todo lo demás hasta lo más profundo del recontraforro del colon.



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Félix Luis Viera, poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado siete poemarios; tres libros de cuento; cuatro novelas y una noveleta.

Entre los premios que recibiera en su país natal, se cuentan el David de Poesía, en 1976; el Premio Nacional de Novela, en 1987, por Con tu vestido blanco, que recibiera al año siguiente el Premio de la Crítica, galardón que ya le había sido otorgado a este autor, en 1983, por su libro de cuento En el nombre del hijo.

Su poemario La patria es una naranja, que aborda el tema del exilio a la par que incursiona en la realidad mexicana, ha tenido una buena acogida de crítica y público y recibió en Italia el Premio Latina in Versi en 2013.

Es ciudadano mexicano por naturalización. Reside en Miami.

Saturday, August 10, 2019

Volando en Solitario. Pensamiento X (por Orlanda Torres)

Nota del blog: Sección semanal en el blog Gaspar, El Lugareño, gracias a la cortesía de la psicóloga Orlanda Torres, quien ha aceptado la invitación a compartir con los lectores sus consejos y reflexiones sobre los conflictos cotidianos.

Lo que tú provoques en la vida se dará, por eso es importante que seas el gestor de tu futuro.

Visualiza día a día en tu mente todo lo que desees, siempre con mucha fe, porque todo lo que anheles con certeza se va a producir, sólo espera, aguarda y nunca abandones tus deseos por más difíciles que sean y por más tiempo que requieran para que logren materializarse.

Recuerda que sólo depende de ti dar el primer paso y la luz iluminara tu horizonte para siempre.





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Orlanda Torres: Psicóloga, Escritora, Educadora, Orientadora Motivacional.

Autora del libro "Volando en Solitario" año 2015, Guayaquil - Ecuador. (Disponible en Amazon Kindle)
-Estudió en Miami Dade College: Certificate of Florida “Child Development Associate Equivalency”. Maestra de Educación Preescolar e Infantil en la ciudad de Miami.
-Licenciada en Psicología graduada en el 02/2017 - Atlantic International University.

-Orientadora Motivacional y Conferencias pueden contactar a Orlanda Torres a través de la página que administra www.fb.com/vivencialhoy

Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2016
-La Estancia en el Paraíso de los Sueños
-Relación de Pareja y su gran Desafío
-Es la Felicidad una Elección

Conferencia en Radio - Miami, Florida
-Positivo Extremo Radio: Entrevista 123Teconte “Regreso a Clases y La Adolescencia”
-¿Como aprender a ser feliz?- Edificio Trade Building-.Innobis Coworking, Guayaquil - Ecuador
-La Inteligencia Emocional en la Relacion de Pareja- WENS Consulting Group, Guayaquil - Ecuador
Publicaciones en Revista Sapo - Santiago de Chile – 2018
- Ser Mujer

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Crónica: 3 Viudas [de Hialeah] en un Crucero (por Waldo González López)

Fotos/Cortesía Sala Catarsis
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«Muchos han definido al hombre como un animal que ríe».
Le Rire [La risa, 1899]
Henri Bergson (1859–1941)


Un año y medio lleva ya en cartelera 3 viudas en un crucero, la exitosa comedia del dramaturgo cubano Pedro Román. Una de las razones de su lucimiento es, sin duda, que la pieza retoma la zona del teatro cubano más gustada y de mayor trayectoria entre los géneros escénicos en la Isla [también presente en países latinoamericanos con larga tradición escénica, como Argentina y México]: el teatro vernáculo, cuya vertiente isleña, surgida en las postrimerías del siglo xix, adoptara personajes canónicos, arquetípicos, de la vida nacional: el ‘negrito’, el ‘gallego’ y la ‘mulata’.

La indudable popularidad de este ‘género’ teatral, continuada en el siglo xx y el xxi, contribuiría al reforzamiento de la identidad nacional por sus valores, entre ellos, la comicidad y la crítica con las que los autores satirizaban la cruel y torpe política de la metrópoli española hacia la Isla, en el último reducto de la corona hispana en ‘nuestra América’, según la denominara José Martí.

Tal popularidad arribaría a Miami en los ‘60s, cuando entre los cubanos que huían del castrismo, figuraban dramaturgos que escribían y montaban aquellas y otras piezas nuevas con las que rememoraban [nostalgia mediante] la vida dejada atrás. El mejor ejemplo es el actor, libretista humorístico Leopoldo Fernández (Tres Patines, Pototo…), cuyos programas siguen radiándose por emisoras y sus películas continúan exhibiéndose en televisoras de varios países latinoamericanos. Además, su hija Vivian Pérez [artista plástica y profesora universitaria] le dedica una sala permanente con sus objetos personales y fotos en Art Emporium Gallery, centro cultural que sobresale entre las instituciones miamenses por su intensa programación cultural.

No pocos residentes y visitantes de otros países ignoran que fueron justamente aquellos primeros cubanos quienes edificaron y enriquecieron, desde los ya lejanos ’60 del siglo pasado, nuestra hermosa ciudad.


Con libreto y dirección del avezado Pedro Román [quien es además prestigioso compositor, cantante y productor escénico], el incambiable elenco, integrado por tres formidables intérpretes cubanas, concita el máximo disfrute del público que cada fin de semana llena la acogedora Sala Catarsis, ‘hermana menor’ del teatro Trail, tal suelo denominarla cuando me refiero a Catarsis, donde los espectadores, de tanto reír y disfrutar, el arte les permite hacer catarsis: purifican sus sentimientos, disgustos, molestias y otros problemas de acuerdo con la definición que dieran a este término los griegos.


Las valiosas actrices Marta Velasco, Rosa Paseiro y Daisy Fontao corroboran su calidad de intérpretes integrales, pues, corroboran su fibra de genuinas comediantes durante las dos partes y la hora y algo más de duración de Tres viudas en un crucero. Y entre los méritos de estas excelentes intérpretes, sobresale ante todo su vis cómica, haciéndonos reír y disfrutar [y me incluyo] hasta la saciedad, logrando dignificar la comedia, como pocas veces en nuestra ciudad, tal aseveró a mi lado una señora [por supuesto, cubana] y luego se lo dijo a las satisfechas intérpretes por la labor realizada en la escena.

Mas, antes del inicio, Pedro Román aparece entre el público y canta «Toda una vida», clásico bolero del recordado compositor cubano Osvaldo Farrés y charla con el público, informándole que escribió la pieza mientras cantaba en un crucero, cuando conoció a las tres mujeres de Haileah y, con la debida ficción que hay en toda creación, al llegar a Miami, escribiría la obra. Tras pensar con acierto en las actrices y hablar con ellas, juntos fraguaron la travesía escénica y, luego de los ensayos, la estrenarían con éxito, desde las primeras funciones.


Las tres encarnan comprobables criaturas de nuestra comunidad, conformando la alocada comedia costumbrista que provoca en los espectadores el pleno disfrute, pues nunca dejan de reír. Sí, las cincuentonas [¿o sesentonas?] son en realidad tres ‘personajes’ que Usted puede encontrar en cualquier clínica de Miami, por sus peculiaridades las diferencian, por su peculiar idiosincrasia, del resto de las latinoamericanas: sus chismes, su crítica a sus ‘queridas’ vecinas, su ‘cariñosa’ efusividad, como sus ‘dulces’ expresiones de ‘afecto’ a esas amigas y vecinas con las que conviven en Haileah y viajan con ellas a las clínicas.


Mas, les presento a estas representativas y, por ello, comunes habitantes de nuestra comunidad: «La Gallega» [interpretada por Daisy Fontao] es la cubana que vivió durante un tiempo en Madrid y, a su regreso, es más española que El Quijote, pero sin abandonar su idiosincrasia cubana, con todo lo que ello implica: frivolidad [se hace ‘la fina’: dice que ‘ama’ la ópera], criticismo [chismea todo el día con sus vecinas y amigas, o ‘cotillea’, tal dicen los españoles, ‘olvidando’ a su marido… transformista.


Edelmira [‘Edel’, como gusta llamarse; interpretada por Rosa Paseiro] es handy woman del condominio en que viven las tres entre chismes, dime que te diré y otros ‘entretenimientos’ cotidianos de las personas de la ¿tercera? edad. Tiene fama de ‘machorra’: su marido la abandonó por un bailarín ruso y su hijo ‘Vivi’ es transformista: ama vestirse como Lady Gaga.


Katiuska [a cargo de Marta Velasco] es el tercer ‘personaje’: la folclórica viuda de Nemesio, con sus agudezas y ocurrencias, evidencia las mismas características de sus vecinas. Mas, en un instante de la pieza, categórica, sentencia: «El chisme es el único entretenimiento que no paga taxes».


Sin duda, Pedro Román logra reflejar en estas tres vecinas de Haileah, con sus tipicos caracteres, la categoría estudiada por el brillante intelectual cubano Jorge Mañach, quien, en su clásico ensayo Indagación del choteo, definiría las peculiaridades de la idiosincrasia de los nacidos en la Isla. Por otra parte, tampoco creo ocioso recordar que un amigo dramaturgo rioplatense me dijo años atrás que los cubanos somos «Los argentinos del Caribe», por nuestro parecido con ellos en no pocos rasgos caracterológicos, en especial que nos burlamos de nosotros mismos, pero no nos gusta que otros lo hagan.

En fin, ciberlectores, si quieren disfrutar una de las mejores comedias estrenadas en Miami durante los últimos años, les recomiendo no perderse 3 viudas en un crucero. Me agradecerán la sugerencia.


ADDENDA

No creo gratuito recordar que Jorge Mañach y Robato (Sagua la Grande, 1898-San Juan de Puerto Rico, 1961) fue un brillante escritor, periodista, ensayista y filósofo, autor de la mejor biografía de José Martí y de numerosos ensayos filosóficos, entre ellos Indagación del choteo. Graduado de Filosofía y Letras por la Universidad de Harvard (1920 (donde trabajó) amplió sus estudios en parisina Universidad de Droit (1922) y regresó a La Habana en 1924, terminando allí los doctorados en Derecho Civil y Filosofía y Letras. Colaboró con la revolución de 1933 y en la resistencia contra Batista. Vivió en Cuba en 1959; mas inconforme con los postulados de la farsesca ¿revolucionaria? del dictador Fidel Castro, en 1960 se fue a vivir a Puerto Rico, donde fallecería al año siguiente.

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Waldo González López (Las Tunas, Cuba, 1946) Poeta, ensayista crítico teatral y literario, periodista cultural. Graduado en la Escuela Nacional de Teatro (ENAT) y Licenciado en Literatura Hispanoamericana (Universidad de La Habana). Autor de 20 poemarios, 6 libros de ensayo y crítica literaria, varias antologías de poesía y teatro. Desde su arribo a Miami (2011), ha sido ponente y jurado en eventos teatrales y literarios internacionales. Merecedor de 3er. Premio de Poesía en el X Concurso “Lincoln-Martí” 2012. Colaborador de las webs: teatroenmiami.com (Miami) y Encuentro de la Cultura Cubana (España), Boletín de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (New York), y los blogs OtroLunes (Alemania), Palabra Abierta (California), Gaspar. El Lugareño, y el diario digital El Correo de Cuba (ambos en Miami)

Friday, August 9, 2019

Fragmento de "El diario de Lola" (por Thelma Delgado)

Nota del blog: Selección de textos, que serán parte del libro (en preparación) El diario de Lola, de Thelma Delgado.

Para leer sus escritos en el blog, en este enlace.


Querida Mimí:

Hoy me voy a la cama cansada pero contenta. Acompañé a Julieta a la florería, a probarse el vestido de novia, a comprarse zapatos, fuimos a ver las flores, las invitaciones en fin, estuve el día entero en la calle ayudándole con los preparativos para la boda que será muy pronto. Ella me dijo que se irán de luna de miel a Europa! Estoy feliz por ellos. Ella me dijo que yo me encargaría de la comida, responsabilidad que acepté con mucho gusto. La boda será sencilla pero muy bonita. Estoy segura. Cuando llegamos a la boutique para que ella se pruebe el vestido, yo sentí un poco de nostalgia. Los recuerdos se hicieron presentes en mi mente; recuerdos que creí olvidados. Al igual que ella, yo también fui novia, y en su momento también me probé un vestido, y me probé el velo. Pero la boda no se realizó y de la noche a la mañana todos mis sueños se derrumbaron. El hombre del que yo estaba enamorada me dijo que no se iba a casar conmigo. Y me dejó, como dicen por ahí, vestida y alborotada. Pasaron más de 10 años sin saber de él hasta que un día el destino nos hizo encontrarnos de nuevo. Nos encontramos en una tienda. Él se acercó y me saludó visiblemente nervioso; yo también lo estaba pero disimulé lo mejor que pude. Después de un saludo breve yo me despedí argumentando que debía llegar a una cita. Antes de irme, tomó mi mano y me dijo –Lola, será que algún día puedas perdonarme? Yo me quedé callada. Mis lágrimas hablaron por mí. –Yo me arrepiento mucho de haberme ido de tu vida, -Me dijo, pero mis miedos fueron más fuertes que mi amor. La diferencia de edad entre tú y yo fue lo que me hizo alejarme sin darme cuenta que estaba cometiendo un error muy grande. –Recuerda, le dije mientras retiraba mi mano de entre las suyas, que de amor nadie se muere. No tengo nada que perdonar. Hoy entiendo que la vida tenía otros planes para nosotros. Eso es todo. Nunca más lo he visto. Me tomó mucho tiempo recuperarme de ese debacle emocional. Creo que por eso llevo la relación con Quien Ya Tu Sabes tan casual. En el fondo, tal vez mi sufrimiento dejó huellas tan profundas que no me permiten dar un paso más allá. Tal vez así sea mejor. Cierto es que, cuando uno sufre tanto como yo sufrí, terminan por apagarse luces en el alma; luces que no se vuelven a encender jamás.

Buenas noches Mimí.



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Ver
Página de Thelma Delgado en el website del Cultural Council of Palm Beach County

Bernardo José Lichilín Márquez, un tenor de ambas orillas (entrevista por Baltasar Santiago Martín)

Nota del blog: Agradezco a Baltasar Santiago Martín, que comparta con los lectores, su entrevista a Bernardo Lichilín, incluida en el próximo número de la revista Caritate.


El tenor cubano Bernardo Lichilín nació en La Habana, el 12 de marzo de 1966, y desde muy niño sintió la vocación por el teatro y la música.

En 1985 comenzó a estudiar canto con la insigne profesora rusa Mariana de Gonicht, y su debut se produjo junto a ella en la Sala Europea del Museo Nacional de Bellas Artes.

En 1990 continuó sus estudios de canto con el profesor Manuel Pena y fue contratado como solista por la Ópera Nacional de Cuba, donde debutó con el personaje de Gastón, en la ópera La Traviata.

A partir de entonces interpretó importantes roles clásicos, entre los que se destaca el Conde de Alma Viva, de El barbero de Sevilla; el rol de Edgardo en Lucía di Lammermoor, en España; y el José de la Cruz, en la zarzuela El batey, de Ernesto Lecuona. En 1998 se graduó en el Instituto Superior de Arte, de la Licenciatura en Música, con perfil en Canto.

Entre sus Premios logrados más importantes se destacan:

  • Mención en Escenas Líricas de la UNEAC
  • Primer Premio en el Concurso Nacional Rodrigo Prats.
  • Gran Premio en el Concurso Rita Montaner en 1993.
  • En el Concurso Internacional de Belvedere, en Viena, Austria resultó finalista, condición que le aportó más prestigio a su carrera como solista.
  • Primer Premio en el Concurso Gustavo Sánchez Galárraga.
  • Primer Premio en el Concurso Mariana de Gonicht.
  • Diploma de Honor del programa televisivo De la Gran Escena.
  • Durante la Cumbre Iberoamericana interpretó a Leonardo Gamboa, en la puesta de Aquella Cecilia, bajo la dirección artística general de José Ramón Artigas.
  • Premio de Interpretación en el Festival de Habaneras 2002.
  • Premio de la Prensa Especializada
  • Premio de la canción afrocubana, el pregón y la romanza de la zarzuela cubana.
Otros escenarios en los que ha actuado han sido México, Perú y España. Ejemplo de ello son los Conciertos de Primavera, que ofreció junto al pianista Guillermo Tuzzio en Extremadura, España, mientras que en Perú participó en el Festival de Canto de Ciudad Trujillo, y dirigió el Concierto de la Liga contra el Cáncer. En México, en Valle Bravo, interpretó, junto al pianista Franco Rivero, textos de José Martí, con música de Ernesto Lecuona y del propio Franco.

Desde 2013 graba para el sello Colibrí Antología para voz y piano, junto a este mismo pianista concertista, en la que rescata muchas canciones del maestro Ernesto Lecuona y recrea con gran maestría el estilo musical de este gran compositor cubano.

En la pequeña pantalla colabora asiduamente con el veterano e instructivo programa Escriba y lea y en De la gran escena, entre otros, que lo han dado a conocer al gran público, de ahí su merecida popularidad. Es miembro activo de la UNEAC y pertenece al catálogo artístico del Centro Nacional de Música de Conciertos.

Ostenta las medallas Juan Marinello, el sello de laureado y la Orden Raúl Gómez García, otorgada por la CTC, entre otros premios, como el Mariposa que otorga la UNEAC. Además, como compositor, ha incorporado a su repertorio sentidas canciones de su autoría.

Desde 2009 se presenta con gran éxito en el reconocido Piano Bar El Gato Tuerto, bajo la dirección del reconocido periodista Julio Acanda.

En 2011, junto a la cantante y vedette Maylú, ofreció dos conciertos en Ciudad del Carmen, México, y en 2018, como integrante del Grupo Líricos del Gato, se presentó nuevamente en Ciudad del Carmen –donde recibió un Diploma de Reconocimiento de la Universidad del Carmen–, y también en la ciudad de Campeche, en el Teatro de la República, con gran éxito de público.

Cuenta en su currículo con importantes elogios de los periodistas cubanos Nancy Robinson Calvet, Sahily Tabares, Ada Oramas, Julio Acanda, Rosalía Arnáez, Fernando Rodríguez Sosa, Pedro de la Hoz, Jorge Rivas y Raúl Macín, este último de Ciudad México, entre otros. Ha participado en documentales sobre la vida de Felipe Poey, Ernesto Lecuona y la pianista Pura Ortiz, entre otros múltiples programas de televisión y conciertos.

Aprovechando su estancia de visita en Miami, lo invité a mi tertulia de APOGEO para entrevistarlo y que cantara para los presentes, y he aquí a continuación lo que le pregunté y lo que me respondió:


Bernardo, he sabido que tu pedigree artístico se remonta a tu infancia, cuando con seis años de edad subiste por primera vez a un escenario. ¿Te acuerdas exactamente de lo que hiciste en ese tan precoz debut?

Sostuve en mis brazos la bandera cubana, y después, como leía tan bien desde 3er grado, me seleccionaron para leer las Sagradas Escrituras, casi siempre en la misa; y en el catecismo comencé actuando en las dramatizaciones en Navidad y Semana Santa. Así fue como entró el bichito del Arte en mí, ¡ah!, y todas las tardes veía Cine del Hogar en casa de Aida, una vecina que me quería mucho, mientras merendaba un café con leche.

Y ya un poco “más grande”, a los 12 años, te incorporaste como actor al Grupo de Teatro Aficionado Arte Clásico Moderno, y luego interpretaste al payaso Piñatita, con el mago Drakus. Sobre esto te tengo tres preguntas diferentes:

Primera: ¿Por qué, si comenzaste como actor, luego preferiste dedicarte al canto, y específicamente, al canto lírico, no al popular, más redituable y masivo?

Desde muy pequeño veía Cine del Hogar y los musicales de la televisión cubana e internacional. Tuve una gran fuente de información, que absorbí y nunca olvidé. De adolescente asistía al Teatro Musical de La Habana, e iba mucho al cine. Todo ello me hizo inclinarme más hacia el canto que hacia la actuación.

Fue una etapa de formación y creación, que aproveché con humildad y mucha disciplina, pero que me ayudó a formarme como artista en el arte lírico teatral, lo cual fue una decisión que se dio de forma natural.

Segunda: ¿Te sentías cómodo, totalmente a gusto, en la piel de ese payaso?

Era un adolescente muy tímido, pero ya había interpretado personajes sencillos, y me fascinó la idea de arriesgarme. Me divertí mucho interpretando al payasito, y me dio mucha tabla y soltura; me gustaba hacerlo y por eso lo disfrutaba. No olvido nunca al Mago Drakus y a su muy profesional familia.

Tercera: Ya que una vez hiciste de payaso, ¿te gustaría hacerlo ya en la gran escena, como Canio, el protagonista de la ópera Payasos, de Ruggero Leoncavallo?

Tuve la oportunidad de interpretar el difícil personaje de Beppe, el arlequín, en Payasos, en el Gran Teatro de La Habana, hoy “Alicia Alonso”; en el teatro Oriente, de Santiago de Cuba, y en el Principal de Camagüey, y he cantado el aria principal de Canio en varias ocasiones. Por supuesto que me encantaría hacer ese rol en la ópera completa.

Investigué también que fuiste alumno aventajado de la profesora rusa Mariana de Gonicht. ¿Cómo supiste de ella?; ¿te recuerdas de la primera vez que fuiste a su academia?; ¿alguna anécdota de tu trato y tus clases con ella que quisieras compartir con nosotros?

A Mariana la conocí en el Hogar San Juan de Dios, junto a sus alumnos. Allí le pedí que me escuchara, para poder comenzar a tomar clases en su academia particular.

La primera vez que fui a su casa me aceptó, y me propuso que la ayudara a presentar sus conciertos, ya que yo también podía declamar. “Necesitas comenzar a educar tu voz ,y eso requiere mucho tiempo de estudio y vocalizaciones”, me dijo. Primero comencé a cantar canciones menos complejas.

Una anécdota inolvidable –y a la vez graciosa– fue que en una ocasión olvidé la letra de una canción en medio de mi presentación, y me paré en seco y le pedí que comenzara de nuevo a tocar la canción en el piano, pero ella se molestó muchísimo y no lo hizo. Al final, cuando ya yo no lo esperaba, comenzó a tocar la canción y la canté de principio a fin. Aprendí muy bien la lección. Hay que estar muy concentrado, y siempre continuar adelante ante cualquier eventualidad.


También has contado en entrevistas anteriores que, como las audiciones exigían tener estudios musicales, tuviste que comenzar el nivel elemental de música en el conservatorio Gerardo Guanche, en Guanabacoa. Mirando hacia atrás, ¿no te parece una causalidad –que no casualidad– que fuera en Guanabacoa, cuna de Rita Montaner, Bola de Nieve, y sobre todo de Ernesto Lecuona, a quien tanto admiras y cuya música te gusta tanto interpretar?

Fue muy emotivo y fructífero para mí, por el brillante profesorado en todas las asignaturas, y por el inmenso legado que mencionas de Guanabacoa a la música cubana. Allí me uní a muy buenos amigos que aún conservo. Me fascina todavía visitar la ciudad de Guanabacoa, que para mí mantiene la magia de ser una tierra tan bendecida para el arte y la cubanía.

Estudiaste canto también con el prestigioso profesor Manuel Pena, quien te llevó a audicionar a la Ópera Nacional de Cuba, y fuiste aceptado. Cuenta, cuenta…

Ser aceptado como alumno por él fue decisivo para mí, porque fue un profesor excepcional que amaba el canto, y recibí de su persona mucha entrega, bondad y amor. Me llevó a audicionar a la Ópera Nacional de Cuba, y gracias al prestigio y respeto que gozaba, fui aceptado por la directora Elena Herrera.

Sobre tu debut, el 20 de septiembre de 1990, con el personaje de Gastón, de La Traviata, en el hoy Gran Teatro Alicia Alonso de La Habana, ¿estabas muy nervioso?; ¿con qué cantantes compartiste la escena en aquella ocasión?

Debuté junto a la gran soprano María Ester Pérez y el tenor Adolfo Casas, entre otros, bajo la dirección orquestal de Roberto Sánchez Ferrer, y artística de Armando Suárez del Villar. Muy nervioso, por supuesto, pero todo salió muy bien.

¿Cuáles son los personajes operísticos con los que has sentido más a gusto?

Son varios. Debuté como el Conde de Almaviva, de El barbero de Sevilla, y lo disfruté mucho, aunque no soy tenor ligero; el Beppe, de la ópera de cámara Rita, de Donizetti; el Bastián, en Bastian y Bastiana, de Mozart, y el personaje de José de la Cruz, en la zarzuela El batey, de Ernesto Lecuona, junto a la reconocida actriz María de los Ángeles Santana.

Específicamente sobre el Edgardo, de la ópera Lucía de Lammermoor, de Gaetano Donizetti, en el que debutaste en 1995, en España, ¿qué te gustaría agregar?

Fue un vaticinio y una prueba de fuego, de la que salí victorioso. Mi profesora Anita (Ana) Menéndez me pidió en Cuba que me aprendiera bien el personaje de Edgardo, y así fue. El tenor Adolfo Casas se indispuso de voz, y el empresario no quiso suspender la función en el Teatro Caixa Vigo, y el Maestro Sánchez Ferrer dio su aprobación. Al final escuché super emocionado los vítores de “bravo por el cubanito” y “Viva Cuba”, y el aplauso cerrado y las ovaciones correr por el imponente y bellisimo teatro.


¿Quiénes son tus compositores favoritos?

Schubert, Mozart, Puccini, Verdi, Chopin, Donizetti y Andrew Lloyd Webber; y Ernesto Lecuona, Gonzalo Roig, Rodrigo Prats, Moisés Simons, Fernando Mulens, Pablo Milanés y Polo Montañez, de los “del patio”, entre otros.

¿Cuál es el premio que has recibido que te ha dado más satisfacción?

Fue el Diploma de honor –Premio a la integralidad artística– del programa de la televisión cubana De la gran escena. Y el aplauso del público. Ese el verdadero premio.

Bernardo Lichilín en el Club Gato Tuerto, donde trabaja en un espectáculo variado junto al grupo de líricos y otros artistas dirigido por Julio Acanda.
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Has declarado que “el arte lírico exige mucho tiempo de estudio. Se debe ser más selectivo a la hora de escoger y aprobar a los jóvenes que incursionan en este género, pues en nuestro país, en el teatro, existen pocas fuentes de trabajo”. Me agradaría que argumentaras más ese criterio tan tajante.

Es un criterio realista. El teatro musical requiere de una gran producción, por lo tanto las temporadas cada vez son más esporádicas. Entonces se debe ser muy exigente en los castings (audiciones) y la formación educacional de los futuros artistas de teatro. La voz es un don que no todos poseen, por eso el canto es vocacional, no puede ser impuesto por nadie, y solo el estudio y la práctica disciplinada lo perfeccionan.

Uno de tus sueños más anhelados ha sido “realizar un fonograma en solitario con alguna discográfica cubana”, según has declarado. ¿Cómo va la materialización de ese sueño?

Pienso que se pueda materializar en los próximos tiempos. Que venga, siempre que sea de bien para mi vida y para el disfrute de mis amigos y admiradores.

Casi para finalizar esta entrevista:

Sobre tus preferencias:

Tenor que más admiras: Lucciano Pavarotti

Soprano: Ana Netrevko

Barítono: Hugo Marcos

Acriz de cine: Sara Montiel

Actor: Charles Chaplin

Películas: Lo que el viento se llevó, La forma del agua, entre muchas otras.

Escritor: Jose Martí y toda la buena literatura

Libros: La Santa Biblia, La Edad de Oro, entre muchos otros

Personaje histórico: Jesucristo y todos los personajes buenos y altruistas.

¿Alguna pregunta que no te hecho que te hubiera gustado que te hiciera?

Sí: ¿Quién es Bernardo Lichilín?
Una persona sencilla, humilde, que ama la vida y tiene fe en un futuro mejor para todos.


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Gaspar, El Lugareño Headline Animator

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